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Esperando lo que nunca volverá por Necoco_love

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Notas del fanfic:

¡Saludos!


(: Espero que se encuentren de lo mejor.


Hoy vengo con algo diferentemente especial xD éste fic no entraba en mis planes de lo que pensaba escribir en el transcurso de los días y, si soy sincera, quizá jamás habría publicado esto. Pero tenía ganas de publicar algo y, puesto que mi semana pasada que fue de exámenes, trabajos de final del periodo y esas cosas no me lo permitió, ahora por lo menos creo que tendré algo más de tiempo para dedicarme a escribir algo más ^^ pero eso ya es punto y aparte xD


Como ya dije, esto es para mí algo diferentemente especial. Lo escribí hace ya mucho tiempo (no recuerdo cuanto) y le tomé un cariño especial por que además de que era y es mi primer Suinaru, lo había escrito un día en que me había puesto a pensar en todas esas personas que de una u otra manera habían desaparecido de mi vida y las cuales no habían vuelto jamás por más tiempo que yo estuviera esperando su regreso. Por aquél entonces para mí fue algo muy triste escribir esto y cada que lo recordaba me daban ganas de llorar, pero ahora lo veo como algo tristemente lindo que tan solo me hace dibujar una sonrisa triste… (:


Y hablando de que no tenía ganas de publicarlo, al final me decidí gracias a que hace días estuve hablando con mi querida amiga Enya y no recuerdo como, pero empezamos a hablar de lo lindo que era el Suinaru y otras parejas más para Naruto xD (además de otras parejas que nos daban miedo :S xD) y pues me dije, ¿Por qué no publicarlo? El resultado fue que ahora pueden leer esto (:


Espero sinceramente que les guste n__n


& feliz día internacional de las mujeres a todas las chicas! (:


 


Disclaimer: Los personajes de Naruto no me pertenecen, son obra del señor Masashi Kishimoto.


 


 

Llovía otra vez. Últimamente llovía muy seguido. Miró su reloj de pulsera, la misma hora de siempre; miró a su alrededor y se sentó en el mismo lugar de siempre. Se sentó a esperar, como todos los días.


 


 


 


Y se seguía preguntando por qué…


 


 


 


Muchas preguntas obstruían su mente, sin dejarle ver lo patético que se veía ahí, sin dejarle ver la forma tan ridícula en que se dejaba vencer así sin más, lamentándose pero sin poder hacer nada para remediarlo.


 


 


 


Maldita sea, pensaba.


 


 


 


De pronto, sin siquiera haberlo previsto, sus lágrimas comenzaron a desbordarse, mientras millones de punzadas lacerantes atravesaban su pecho, aumentando su dolor. Y aquello resultaba tan aberrantemente normal que detestaba esa sensación.


 


 


 


¿Por qué? ¿Por qué todo tenía que acabar así? ¿Por qué había tenido que irse? ¿Por qué tenía que alejarse de él…?


 


 


 


Era difícil sonreír y fingir que no pasaba nada cuando por dentro se estaba desgarrando inevitablemente; durante tanto tiempo lo había comprobado. Era difícil vivir tras una máscara de felicidad mientras lo único que quería era ponerse a llorar en los brazos de la primera persona que tuviera la percepción suficiente para darse cuenta de su miserable situación. Era difícil llorar frágilmente por su ausencia, mientras que lo único que deseaba en la vida era que fuera Suigetsu quién detuviera ese absurdo desborde de lágrimas inútiles que no le traerían de vuelta.


 


 


 


Desde el día en que se había marchado no le había quedado más remedio que aparentar algo que ni siquiera era real: siempre fingiendo estar feliz ante todo y todos, sonriendo con una aparente alegría, llegando a creerse por efímeros momentos una mentira que estaba lejos de volverse realidad.


 


 


 


Conforme pasaban los días, cada vez sentía más el peso de su ausencia hiriéndole en lo más profundo de su corazón; sintiendo que cada vez el esfuerzo por mantenerse en pié se volvía más grande y sobrehumano para no caer rendido tan fácilmente como la fragilidad andante que admitía secretamente que era.


 


 


 


Difícilmente hacía algo más que asistir a la escuela, dormir y llorar, mientras siempre, ante los demás, refulgía en su rostro una sonrisa tan falsa como deprimente que ocultaba la verdadera razón de su miseria. Era el día a día de Naruto. Reflejando en su exterior únicamente una máscara, una vida carente de preocupaciones para que nadie notara el verdadero dolor que corroía su alma.


 


 


 


Su vida se estaba derrumbando. Su vida se esta hundiendo en el abismo de la soledad, yéndose al caño debido a su falta de voluntad por seguir adelante en una vida cuya razón de ser la había perdido tiempo atrás. Incluso aunque intentara seguir adelante, por más que quisiera alzarse con la frente en alto, simplemente le era imposible si no estaba él, sin Suigetsu no podía, como si se le pidiera volar a un ave con un ala rota… el ave  simplemente no puede volar. 


 


 


 


No le encontraba explicación alguna al por que se sentía de esa manera, no sabía por que súbitamente sentía que su vida no tenía sentido y todo resultaba inútil sin él. Lo único que sabía era que lo extrañaba tanto, tanto que resultaba desesperante.


 


 


 


El día en que escuchó de labios de Suigetsu que se iría, que debía marcharse junto a su familia, su pequeño mundo de fantasía se había derrumbado por completo. El poco sentido que le había encontrado a su corta vida se había esfumado como si hubiera sido un pétalo de flor esparcido por el viento. La poca estabilidad emocional que había encontrado se había derrumbado como los castillos de arena se derrumban al ser golpeados por las olas y fue entonces que se dio cuenta de todo: era demasiado perfecto para ser verdad.


 


 


 


Sabía que Suigetsu se sentía igual. Y lo sabía por que ambos, como dos niños pequeños, comenzaron a llorar inconsolablemente entre promesas olvidadas por el tiempo, llorando como solían hacerlo cuando niños, sin ponerse a pensar mucho en una solución al problema que se les presentaba. Llorando desoladamente la tristeza que la noticia les infligía. Llorando la impotencia de no poder hacer mucho al respecto. Llorando la injusticia de tener que separarse.


 


 


 


Quizá era el destino, le dijo él al final, cuando el tiempo apremiaba  y debía marcharse. Naruto tan solo fue capaz de formular una única frase que quedó impregnada en su corazón por el resto de lo que llevaba de vida… «Que te jodan, destino».


 


 


 


Le había hecho prometer antes de su partida, que se volvería más fuerte. Por Suigetsu, por si mismo. Y Naruto, deseando con todas sus fuerzas no fallarle, lo prometió, prometió que se volvería una persona mucho más fuerte para ser capaz de soportar todas aquellas cosas que lo lastimaban. Ser fuerte para soportar esas lágrimas que luchaban por salir y para continuar su camino con o sin él. Para ser capaz de soportar el peso de su ausencia. La ausencia de Suigetsu.


 


 


 


Le había fallado, y ahora se odiaba por eso. Era evidente, nada había cambiado desde ese entonces. Seguía siendo tan idiota, tan débil, tan inmaduro, tan Naruto; siempre fracasando en el intento de encontrar una pizca de felicidad incluso si no estaba a su lado, sin ser capaz de dejar de aferrarse tan desesperadamente a ése pasado juntos y a su recuerdo. Como si en vez de haberse vuelto más fuerte con el tiempo, el tiempo le estuviera haciendo mucho más débil conforme pasaba.


 


 


 


 


Pensar en Suigetsu, oír su voz en su cabeza, soñar con él, llorar en su nombre, vivir por él, desearlo a él, fantasear con su regreso, recordar esos momentos juntos, anhelar esas caricias, esos abrazos, esos besos, ese contacto y esa cercanía en si… todo le hacía más daño del que ya sentía cuando por las mañanas despertaba y recordaba melancólicamente que él ya no estaba más en ese lugar.


 


 


 


Y a veces inevitablemente se preguntaba donde estaría, que estaría haciendo y, lo más importante de todo, si aún era capaz de recordarlo. Dolía, dolía pensar en la posibilidad de que se había olvidado de él; para Suigetsu nada habría sido más fácil que seguir adelante, siéndole fácil borrar el pasado y encontrar la felicidad en alguien más… dolía pensar cosas tan torturantes la mayor parte del tiempo, pero sabía que, después del tiempo transcurrido, la idea de que lo hubiera olvidado no resultaba una posibilidad descartable.


 


 


 


Y no lo era por que él siempre había sido fuerte, siempre había sido mucho más fuerte que él, con una voluntad de aceptar el por venir por malo que éste fuera mucho mejor que su simple y absurda voluntad, que se doblegaba ante las nimias lágrimas que se atoraban en su garganta constantemente.


 


 


 


A veces se preguntaba si de verdad le había amado tanto como se lo había dicho, tanto como se empeñaba en demostrárselo… se preguntaba si no había sido su culpa que se fuera de su lado…


 


 


 


Le odiaba, y al mismo tiempo que le odiaba, le era imposible odiarle. Se odiaba a si mismo por ser tan estúpido… se odiaba por pensar en la posibilidad de que le hubiera olvidado, convenciéndose que no podía ser verdad. Y se odiaba por que seguía ahí, sin intenciones de irse, llorando patéticamente en una banca del andén mientras la gente iba y venía con rapidez, subía y bajaba del tren, sin darse cuenta de su ahora vacía existencia, sin ver más que al niño vulnerable y desprotegido que era todos los días a la misma hora, viendo solo una sombra, una vida que se escapaba aferrada a un pasado que nunca volvería…


 


 


 


Era aberrantemente desesperante y le costaba creerlo. Por más que trataba de alcanzarle, por más que trataba de perseguir su recuerdo incansablemente, no vendría. No regresaría. Nunca lo haría.


 


 


 


Sus opacos ojos azules estaban empañados por las lágrimas. Ya no podía sentir más lastima por si mismo. Ya no quería llorar más. Ya no quería anhelar su presencia si sabía que de cualquier manera eso solo lastimaba más su corazón. Deseaba que ambos fueran mucho mayores, que hubieran sido mucho mayores tiempo atrás, para no tener que soportar las distancias que inevitablemente la vida les había impuesto injustamente. Para no tener que seguir a su familia como parte del equipaje en una maleta. Juntos hasta el fin. Sin tener que amarle con palabras llevadas por el viento, esperando algún día llegaran hasta él.


 


 


 


Cuando él no estaba todo se volvía un mundo tan vacío…


 


 


 


Y ahí estaba por enésima vez, sentado en ese lugar de siempre, aquél que las personas ya reservaban únicamente para su presencia, con las mismas tristes lágrimas de siempre derramadas en nombre de la esperanza, con el mismo sentimiento de despecho en su frágil corazón, con la misma mirada vacía que observaba municiosamente las personas que descendían de los vagones del tren, con el mismo amor creciente que latía en su pecho.


 


 


 


«Volveré por ti» fue su última frase, antes de abordar el tren y mirarlo con añoranza desde una de las ventanas del vagón, colocando su manos junto a la suya separadas únicamente por el cristal que formaba la ventana, susurrando un «te amo» inaudible que fue apagado por el motor del tren al ponerse en marcha.


 


 


 


Dolía su mentira. Dolía su ausencia. Dolía la distancia. Dolía su recuerdo y el aire impregnado de vacío y soledad. Dolía todo en si. Por que sabía que aún le estaba esperando en él andén de la estación del tren donde le había visto por última vez… como todos los días.


 


 


 


Y por que Naruto esperó y Suigetsu jamás apareció…


 


 

Notas finales:

(: Eso ha sido todo por el fic. Es corto y lo sé, pero normalmente no se me da mucho escribir fics tan largos…


¿Qué más puedo decir al respecto? No siempre puedo escribir cosas alegres o algo menos triste. Simplemente escribo de la forma en la que lo siento y ya… pero eso no viene al caso xD ¡me encantaría que me dejaran reviews! Si no es mucho pedir (: anímenme el día, que estoy algo decepcionada por que el sábado no pude ir a ver la película de “Alicia en el país de las maravillas” al cine… >.< ¡quiero imágenes Suinaru! xD (: gracias a todos por leer n_n nos vemos en algún otro one shot ^^ Besos & abrazos, Necoco.


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