Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

No solo se puede rezar en un convento por morenilla

[Reviews - 23]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Como dice el resumen, este fic se dividira en dos partes, porque el contexto y el lugar cambian completamente.

No se cuantos capitulos tendrá cada parte. el caso esque a esta primera decidi llamarla:

I parte: Mas que hermanas de la caridad

Este 1 cap es un poco largo y con poca miga en cuanto a la relacion de las dos chicas que es lo que queremos ver, pero merecia la pena hubicar bien el lugar y dejar una idea general, antes de entrar con la historia

Imaginemos  para este relato, narrado en una época anterior a la nuestra, un hermoso paraje montañoso, un lugar rodeado de naturaleza, tranquilo y alejado de las grandes urbes, donde sus inusuales parajes invitaban a una apacible vida de meditación y reclusión. Es aquí donde se ubicaba un solitario edificio, una enorme construcción de bastos muros y enormes patios, venido a menos y deteriorado por el paso de los años.

 

 Se trataba en cuestión, de un convento en el q sus multiples inquilinas se afanan diaramente en realizar sus humildes tareas y como no, rezar y arrodillarse una vez tras otra, con el unico objetivo de servir a dios.

 

La jerarquía de aquel frío lugar, estaba fuertemente consolidada, siendo siempre la abadesa la encargada de controlar al resto de hermanas y hasta el más mínimo detalle de sus simples vidas. Pero a pesar de este autoritarismo, la vida trancurría sosegada, sin hechos de especial mención. A cargo de dicha autoridad, se encontraban en igualdad de condiciones, el resto de las hermanas que sumaban una congregación de más de 100 mujeres y por último, se encontraban las novicias, jovenes llegadas de diversos puntos del país, mayormente condenadas a la vida servil por sus padres, al no poder ofrecerles nada mejor, y que pronto, tras realizar sus votos, se incorporaban de lleno a la vida en el convento.

 

Fue en una de las mañanas, en que el día amanecía especialmente frío, cuando llegaba hasta el convento un carruaje tirado por dos escualidos caballos, que daban la sensación de desmoronarse en cualquier momento.

 

Un hombre embarrado, bestido con una sotana y cubierto por un enorme sombrero para protegerse del fuerte viento, bajó del carruaje y golpeó los goznes de las enormes puertas que custodiaban el sagrado recinto. Inmediatamente, una de las jóvenes hermanas le abrió la puerta y le invitó a entrar, no sin que antes, dicho individuo llamara a la pequeña y delgada novicia que, embuelta en una manta y tiritando del frío (y quizas del deshaliento de la nueva vida que le aguardaba), esperaba en el cuarruaje.

 

Ambos, siguiendo a la hermana, se dirigían a la estancia pública y unica a la que les estaba permitido entrar a los hombres, donde les esperaba la abadesa para realizar las gestiones necesarias para internar a la nueva novicia. La cual, observaba abrumada, con temor pero mucha curiosidad, todo cuanto le rodeaba, el patio, donde encontró a otras hermanas arando la tierra, otras barriendo y otras leyendo o meditando en distintos rincones a los que miraba.

 

-          ¿Quién es esta nueva? – increpó la abadesa al hombre de la sotana, cuando ambos se entraron -. ¿De donde la has sacado?

 

-          Lo de siempre, su familia ya no podía hacerse cargo de ella, además le daba muchos disgustos a su pobre padre – miró con desprecio a la joven, q permanecía de pie a su lado, cavizbaja y embuelta en aquella manta negra, como si fuera su único refugio -. Me pidieron que me hiciera cargo de ella antes de que terminara en un lugar peor...

 

-          No puedes traer a todas las jovencitas que encuentres – contestó la abadesa que todavía ni se habia dignado en mirar a la cara a la chica temblorosa.

 

-          Entiendeme, soy el párroco de la zona, y debo atender a los creyentes – cojió a la joven del hombre y la animó a avanzar frente a la madre superiora para que esta la viera con claridad -. Aqui tienes sitio de sobra para otra más, además no puedes negarte...

 

-          Bueno... – suspiró resignada aquella mujer, gruesa y bien entrada en años -. ¿Crees en dios? ¿Tienes Fe? – preguntó directamente a la rubia.

 

-          S... si... – contestó titubeante la joven -, siempre la he tenido.

 

-          Está bien, si quieres comer tendrás que trabajar y esforzarte como las demás – le dijo en tono de resignación, pues sabia que tenia que quedarse con otra chica más-. ¿Como te llamas? 

 

-          Hi... Himeko Kurusugawa señora – contestó al tiempo que hacia una reverencia con la cabeza.

 

-          Bien Himeko – continuó diciendo la abadesa -, aqui no importan los apellidos porque todas somos iguales ante dios... en fin, espero que no nos causes ningún problema y vivas de acuerdo con las leyes de dios, cuidare de que lo hagas.

 

 

 

Tras la conversación, al poco rato, la pequeña Himeko se encontraba esperando en otra sala, frontandose con cuidado las gélidas manos para entrar en calor y pensando una y otra vez en qué sería de su vida a partir de ahora, en cómo había cambiado todo para encontrase finalmente en un lugar asi, sin familia, amigos, ni nada por lo que le quedara interés. Las lágrimas afloraban de nuevo, su mirada se volvía cristalina y como siempre, se repetía una y otra vez, que esta era la última vez que seguía llorando y que desde ahí aprendería a ser mas fuerte, total, si ella no cuidaba de sí misma, nadie lo haría.

 

 

 

En breve una de sus nuevas compañeras se acercó a ello y tras las pertinentes presentaciones la guió por el recinto y empezó a orientarla sobre cómo funcionaba la vida en aquel lugar.

 

-          Ahora que vivirás aqui – le iba explicándo la hermana Mion -, tendrás que cumplir con todas las tareas que se te asignen.

 

-          ... – Himeko sólo asentía mientras observaba los fríos pasillos por los que avanzaban y observaba como el resto de hermanas con las que se cruzaba, le saludaban haciendo una pequeña reverencia con la cabeza.

 

-          Cada mañana nos levantamos al alba y nos reunimos para realizar nuestras alavanzas y ruegos -  le explicaba con desánimo -, despúes cada cual se dedica a su labor asignada y si t sobra tiempo, puedes dedicarte a rezar o leer en la bibioteca.

 

-          ... bien... – contestaba Himeko sin entusiasmo alguno.

 

-          No es gran cosa, pero al menos es más seguro que andar fuera de aqui, a merced de cualquiera.

 

-          Supongo que si...

 

-          ¿Y tu equipaje? – se detubo al ver que la rubia no traía nada consigo.

 

-          No tengo nada.

 

-          Bueno... – le sonrió con lástima -, entonces acompañame y te daré tus habitos para que te vistas como es debido aquí.

 

Tras tomarle las medidas y buscarle el atuendo. Himeko se quedó sola en un bestidor, provándose la ropa y mirándose ahora, ya uniformada, al desquebrajado espejo, observando con tristeza la nueva imagen con la que tendría que cargar día tras día. Envuelta como estaba en aquellos paños grises hasta los pies, apenas mostraba nada de su cuerpo, tan sólo las manos y el rostro, acompañado de unos cantos mechones de pelo rubio que escapaban de la cofia que tenia que llevar puesta, ocultando todo el resto de su cabeza. Finalmente se colgó una cruz de madera al cuello, y ya con todo dispusto, salió de la estancia dispuesta a enfrentarse a su nueva vida.

 

A la salida, le estaba esperando Mion y las dos juntas, se dirigieron al comedor pues la mañana, entre enseñarle el lugar y explicarle las cosas, habia pasado muy rápida y ya tocaba la hora de comer.

 

-          Te queda bien, es de tu talla – le dijo -, vamos; anima esa cara que esto no es tan malo, veras que pronto te acostumbras a vivir aqui. Debes esforzarte.

 

-          Si – contestó Himeko con más seguridad esta vez-, intentaré cumplir con todas mis obligaciones.

 

-          Bien dicho.

 

 

 

Cuando entraron en el comedor, Himeko se sorprendió del enorme lugar, se trataba de una enorme nave, con grandes mesas alargadas, dispuestas a lo largo de la estancia, y en el fondo, frente a ellas, otra enorme mesa de más altura, donde ya pudo ver sentada al medio, como presidiendo, a la abadesa rodeada de otras hermanas de muy avanzada edad, sin duda las veteranas del convento.

 

Himeko se sentó rápidamente donde le indicó Mion, en una de las mesas de tosca madera, mas alejadas de la abadesa.

 

-          Asi estaremos mas lejos de la vieja bruja – le dijo Mion al oido mientras se sentaba a su lado.

 

La comida aun no empezaba y el bullicio en el comedor era evidente, hermanas que aun entraban, otras que traian los ultimos detalles y otras que iban sirbiendo los platos. Entre tanto, Himeko pudo conocer a unas cuantas de sus nuevas compañeras, apenas saludos y breves conversaciones, pero el echo de que le dirigieran la palabra ya iba haciendo que se sintiera algo mejor.

 

-          Silencio hermanas – se levantó la abadesa haciendo sonar una especie de campana, para que todas las miraran -. Recemos al señor.

 

Todas, de inmediato guardaron silencio y se acomodaron en sus lugares, colocando las manos cruzadas sobre la mesa, dispuestas para rezar. Himeko las imitó en todo. Al parecer, segun le susurró Mion cada díale tocaba rezar a una hermana diferente para las demás.

 

Himeko, con la cabeza inclinada hacia abajo pero con la vista alzada, obserbaba con curiosidad a las demás compañeras que solemnemente escuchaban con los ojos cerrados, como en un ritual de lo más serio y profundo. Finalmente su vista se fijó en la que ahora rezaba, que se encontraba de pie, en una de las mesas mas alejadas de las de Himeko, pero a diferencia de las demas, mientras recitaba su discurso, lo hacia con la cabeza bien erguida y las manos rectas hacia abajo, sin ningun gesto que indicara que aquello era una oración.

 

Himeko no podía describirla por la lejanía y por esos atuendos que todas llevaban, ocultando toda característica, pero en cambio, si pudo apreciar y encandilarse de aquella calida y serena voz y sentirse con cada palabra que pronunciaba aquella desconocida, un poco mas cómoda y relajada, más segura en aquel nuevo lugar. Espectante atendía lo que la hermana decía y se esforzaba por contemplararla mejor, pese a la lejanía, le llamaba la atención el brillo de lo que intuía eran el azul de unos intensos ojos que siempre le devolvian la mirada.

 

“AMEN”, dijeron las más de cien mujeres al unisono, sacando a Himeko de su ensimimamiento en aquella hermana y aunque volvió a buscarla con la mirada, ya no pudo encontrarla, ues al sentarse, otras compañeras la tapaban.

 

-          Debes comertelo todo – le dijo Mion al ver a la rubia con la mirada perdia -. Tienes que reponerte del viaje y cojer fuerzas.

 

-          Si, gracias – dijo Himeko agradecida al ver que alguien se preocupaba por ella -. ¿Quien era la que rezaba? (evidentemente sabemos d kien se trata, esto no tiene ninguna emoción, pro Himeko debe d preguntarlo)

 

-          Se trata de la hermana Chikane, lleva muy poco tiempo con nosotras – comentaba mientras comía -, apenas un año, pero es una gran debota y destaca en todo lo que hace, aunque se pasa la mayor parte de su tiempo leyendo y transcribiendo manuscritos, es una de las pocas de aqui que sabe leer... asique ya es una de las favoritas de la madre superiora.

 

-          Ya veo – dijo Himeko con el timbre de aquella voz todavía en su memoria.

 

A la tarde, despues de la comida y otras tantas presentaciones más con las diferentes hermanas q se le iban acercando, llego el momento de hablar de nuevo con la abadesa, para que le explicara su función en esta sagrada orden.

 

-          ¿Que tal te parece el lugar? – le decia la madre superiora sin mirarla.

 

-          Bien señora... – de nuevo le hablaba titubeante pues aquella mujer la intimidaba -, estoy muy agradecida porque me haya acojido aqui.

 

-          A partir de ahora tendrás que llamarme madre, pero sin ningun tono de cariño, es sólo un formalismo.

 

-          Deacuerdo

 

-          Mañana empezaremos con tu preparación para que jures los votos, es algo muy rápido sino eres demasiado torpe, sabes leer?

 

-          Si madre.

 

-          Bien, eres de las pocas que puede – dijo esta vez mirándola de arriba a bajo -, de modo que de momento te mandaré a la biblioteca, hay que organizar y transcribir varias colecciones de libros aun, después de todo, quizás seas util.

 

-          Bien – dijo Himeko asintiendo, después de todo, esa labor no le parecia desagradable -, como usted mande.

 

-          Espera fuera – le dijo señalándole la puerta -, voy a concretar con quien compartirás habitación y preparar tus libros para que empieces a aprenderte los votos.

 

La todavía novicia Himeko, esperó por largo tiempo en uno de los pasillos que daban al patio principal, el tiempo pasaba muy lento, casi parecía que la abadesa se habia olvidado de ella, pero finalmente, apareció de nuevo otra hermana que todavía no conocía y la invitó a seguirla a su nueva habitación, pues la abadesa asi se lo había encargado.

 

-          Bien, tus estancias se encuentran en la planta de arriba, la madre superiora te ha colocado junto a otra compañera que realiza las mismas tareas que tu, asi no andarás tan perdida – le explicaba mientras subian las escaleras.

 

-          Gracias por acompañarme...

 

Andubieron unos minutos más, realmente el lugar era enorme y la habitación donde dormiría Himeko, se encontraba al final de un enorme pasillo.

 

-          Bien Himeko, aquí dormirás de ahora en adelante – dijo mientras daba unos golpes a la puerta y se disponía a abrirla -. ¿Podemos pasar? – preguntó a la figura que se encontraba de espaldas, mirando a través de la ventana.  

 

-          Como queráis... – dijo sin darse la vuelta.

 

Las dos chicas entraron dentro, Himeko algo más rezagada y nerviosa porque esa voz ya la conocía. El lugar consistia en una habitacion mas bien pequeña, con dos camas, una chimenea al frente para poder soportar el intenso frío y un pequeño armario para guardar los escasos enseres de ambas féminas.

 

-          Bien Himeko, ahora organizate con la hermana Chikane de cómo limpiareis el cuarto y quien dormira en cada cama, me retiro.

 

-          Bi.. bien... gracias – se quedó diciendo todavía en el umbral de la puerta, mientras la otra hermana ya se alejaba por el pasillo.

 

-          Puedes pasar y cerrar la puerta – le dijo la mujer apoyada en la ventana -, entra bastante frío.

 

-          Sí, si por supuesto, lo siento – dijo al entrar y cerrar la puerta de inmediato, pero siguió parada mirando a Chikane, quien en ningun momento todavía se habia dado la vuelta para mirarla.

 

-          Gracias... – contestó estática, con la mirada perdida en algun punto de las vistas que el cristal permitía ver.

 

Mientras Himeko la observaba dede atrás sin saber muy bien que hacer, esperaba algun tipo de orden o de indicación para saber que hacer ahora y como no llegaba, permanecía inmóbil, apreciando la silueta de la otra joven, que ahora que estaba en la habitación se había quitado la cofia que cubría su cabeza, y dejaba ver una ermosa melena peliazul que le cubría casi toda la espalda.

 

-          ¿Porque me miras tanto? – pregunto de repente la peliazul.

 

-          .. ehhh ... esque... – Himeko se sobresaltó, parece que Chikane notó sus ojos clabados en ella o quizá viera su reflejo en el cristal de la ventana por la que miraba -. Bueno yo... esque no se que tengo que hacer ahora... no la miro...

 

-          Si lo haces – dijo con tono tranquilo –, igual que hoy en el comedor - por fin se dió la vuelta -. Te recuerdo prefectamente.

 

Ahora ambas pudieron mirarse fijamente a la cara y Himeko puedo definir con exactitud ese rostro que observara en la mañana desde lejos y en verdad sus ojos eran azules y tan hermosos y penetrantes que sintió como el rubor subía rapidamente a sus mejillas y tal fue su sonrojo que tuvo que apartar la mirada de la otra joven que ahora la observaba con detenimiento.

 

-          No te pongas nerviosa – le dijo la peliazul ofrenciendole una sonrisa -, Soy la hermana Chikane – se presentó al tiempo que le extendía la mano.

 

-          Eh... encantada – dijo estrechando su mano -, soy Himeko.

Notas finales:

Como decia al principio, quiza este cap no haya sido muy interesante, pero a partir de ahora ya nos centramos en la vida diaria de estas dos "hermanas" y lo que ira ocurriendo entre ellas.

gracias x leer y espero reviews para saber opiniones y ofrecerme motivaciones


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).