Allí lo veía, recostado lánguidamente sobre el sofá del salón principal de su templo. Con sus piernas colgando de forma sugerente, una mano apoyando su hermoso rostro, con un dedo en sus labios, mordiéndolo de forma sensual, insinuándosele con la mirada aguamarina, con los bucles celestes que caían juguetonamente por su hombro y el acolchado cuero negro. Sensual, avasallador, Afrodita de Piscis.
DeathMask no podía negarlo. El condenado era la belleza más impactante en el santuario. Nada podía compararse a él, una rosa con espinas, porque de la misma forma que atraía con su poderosa aura sensual, con la misma te lastimaba hasta los huesos. Peligrosamente provocador, esa era la manera que DM veía al doceavo dorado y sinceramente si le huía era más por valorar su propia vida. Aunque, de vez en vez se encontraba pensando en el lindo adorno que haría tan delicioso rostro en las paredes de su templo.
w22;¿Qué haces aquí tan temprano, amanerado? –le espetó burlonamente, tirando las piernas del visitante para abrirse espacio en el sofá, sin nada de delicadeza.
w22;Pero que rudo, Masky. ¿Ni siquiera un “buen día” para mí? –siseó recostándosele en el hombro, con ese olor a frambuesa de sus labios que tanto le enloquecía.
w22;¿Qué quieres? Si vienes a molestar mejor que te vayas. ¡No estoy de humor!
Afrodita se rió de forma seductora. Por más que DM se negara a sus insistentes coqueteos, sabía que estaba haciendo efecto y poco a poco lo haría caer. Le gustaba, no podía evitarlo. Y no se trataba del santo más bello después de él, claro. Si él buscara una belleza que se le igualaré podría haber buscado a Mu o a Shaka. Pero no, él quería la fuerza salvaje, el animal bruto e irreverente del cuarto guardián y no descansaría hasta tenerlo.
w22;En dos días cumplo mis quince añitosw22;respondió jugando con el mechoncito de cabello que caía sobre la frente del cangrejow22;. Vine a recordarte para que me des un regalo.
w22;¿Y quién dijo que te regalaré algo? –preguntó con incredulidad y un poco de sarcasmo. El pez se acomodó en el mueble de forma muy elegante.
w22;Te conviene, querido…w22;susurró al mismo tiempo que abandonaba el sofá y caminaba hasta la salida, con esa extraña aura de amenaza que no le paso por alto al dorado.
Afrodita abandonó el templo con su andar seductor, dejando a DM con miles de cosas en que pensar. Una amenaza de él no se podía tomar a la ligera. Ni modo, tendría que pensar en un regalo.
El doceavo santo ya había hecho lo que quería, recordarle a DM de su cumpleaños y ahora, iba a ver a su “excelentísimo” patriarca. Porque teniendo un secreto como ese guardado no iba a dejar de usarlo en su contra ¿verdad? El pisciano se sonrió lujuriosamente pensando en que le diría a Saga para que le entregara de regalo, algo especial debía ser y tenía una idea de que.
No lo encontró en el salón principal del patriarca, así que se fue directamente a la alberca, el lugar favorito del impostor del santuario, donde lo halló, al final de ella, tomándose un baño mientras bebía una copa de vino. Sintió que fue visto de reojo pero no se movió.
w22;¿Qué quieres, Afrodita de Piscis? –preguntó con voz gruesa Saga. Reconocía por el tono de voz que no estaba en su mejor día.
w22;Recordarle que cumpliré en dos días, “su excelencia”.
La risa desquiciante de Saga le hizo fruncir su hermoso rostro. Era netamente una burla, pero Afrodita no se iba a detener por ello.
w22;Su alegría me complace, “su santidad” –comentó irónico el piscianow22;. Supongo que tan fiel servidor merece un buen regalo.
w22;¿De verdad crees que te regalaré algo? Ya perdí la cuenta de cuantos años tengo haciendo lo mismo, Afrodita.
w22;Este año será diferentew22;siseó el doceavo con malicia.
El cuerpo del griego se levantó de las aguas y caminó acercándose al dorado, mostrando su trabajado y glorioso cuerpo, sin mínimo pudor, labrado con la majestuosidad de los dioses. Afrodita era amante de las bellezas y Saga era la más pura y cruel de todas. No pudo evitar pasar sus aguamarinas por semejante armazón griego de piel y huesos a su disposición. Mordió sus labios. No iba a negar que le atrajera sexualmente pero, no se le iba a insinuar. Saga era peligroso, era mejor mantenerlo al margen.
w22;¿Y por qué será diferente? –preguntó, con el cabello negro como la noche, ojos rojos como la sangre, como sus rosas. La maldad en su máxima expresión.
w22;Todo se resume en una sola palabra: Shaka.
No bien había terminado de decir el nombre cuando un golpe de cosmos lo estrelló contra una de las paredes de la alberca. Un hilo de sangre brotó de sus carnosos labios mientras el cuerpo del agresor salía de las aguas con paso firme. Afrodita subió su mirada brillante, entre expectativa y ansiedad, limpiándose con el dorso de su mano el hilo de sangre.
w22;Veo que no estaba equivocado, “su excelentísima santidad”. Si Shaka llegara a saber quién es en realidad, sabe lo que ocurriría, ¿cierto?
w22;No me amenaces, Afrodita. No vivirás para contarlo.
w22;No lo amenazow22;susurró poniéndose de pie y dándole la espaldaw22;. Sólo quiero recordarle mi deseo…
w22;¿Para qué quieres saber de tu antigua encarnación?
w22;¿Usted no tiene curiosidad de conocer su antepasado? –replicó el piscianow22;. Al final el viejo Shion al menos sirvió para algo y me da curiosidad, saber que tan bueno fui hace doscientos años.
Saga se puso su traje, cubriendo su cuerpo, meditando en el pedido. Por esa razón, el doceavo santo vio necesario extender la explicación y tratar de no enfurecerlo más. Mencionar a Shaka se había convertido en un tabú para él y no necesitaba reflexionar mucho para saber el porqué.
w22;El viejo no permitió que aprendiera la técnica más peligrosa de mi anterior encarnaciónw22;prosiguió Afrodita con sus brazos cruzados, siguiendo al gran patriarca hasta el recinto principalw22;. Así que hasta no saber de qué se trata y aprenderla no podré sentirme “completo”.
w22;¿Quieres el permiso para leer los registros de la antigua guerra?
w22;No, no pienso llenarme de polvow22;dijo Afrodita con un ademán de fastidiow22;. Sólo quiero saber. Si quiere, porque no le dice a su fiel Shaka que lea por míw22;siseó de forma seductora.
w22;¡Deja de mencionar a Virgo! –ordenó el mayor sentándose en el trono. Afrodita rio a lo bajo, sabía que tocar ese tema le daría lo que buscaba y como lo queríaw22;. Bien, veré que hago al respecto. Pero no quiero ver tu maldita cara hasta entonces.
w22;Así será, “su excelencia”.
Con esas últimas palabras, el pisciano abandonó la estancia, con una sonrisa, seguro de que obtendría buenos regalos ese año. Mientras tanto, DeathMask se había quedado dormido en su sofá, pensando en que regalo darle al pececito dorado, antes de que amaneciera envenenado por él.
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