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El Señor del Hielo por katzel

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Notas del capitulo:

 

Aplaudiendo.

Ellos están aplaudiendo.

Los murmullos de admiración se alzan y las copas de champagne chocan disparando al cielo gotas marcadas por los siete colores del arco iris.

Sonríen sinceramente ya que la persona que acaba de ganar, ha ganado también sus corazones y le admiran más allá de la piel y la carne, con un fervor tal, que hace que el hombre que recibe las flores y sonríe para las fotografías, más que Takeru Morimo, sea un espíritu complejo, hermoso y sofisticado.

Su última serie de novelas policiales le ha valido un importante reconocimiento y ha vencido completamente a mi pobre trilogía fantástica, que ha resultado ser, a todas luces, uno de los fracasos más saltantes de la temporada.

El equipo de trabajo que antes me apoyaba, me mira desalentado. Seguro planean presentarme su renuncia luego de la recepción. Lo sé, me voy quedando solo y la editorial también me quitará su respaldo, pronto, mi nombre que ha ido descendiendo en la escala de importancia, será reemplazado por un nuevo cartel y otro novel escritor ocupará mi lugar, llenando las expectativas del exigente público.

Takeru Morimo recibe sobre su cuerpo los flashes y hay tal audacia en su porte y en sus cabellos marrones, que me parece estar viendo a uno de esos gentiles dioses que aparecían en los ukiyoes del periodo Nara.

Toma el micrófono entre sus dedos y agradece.

Está tranquilo.

Me pregunto cómo lo ha logrado. He leído su obra y he quedado encantado. He advertido su crecimiento y me ha encandilado hasta lo sublime. Antes, solía pensar que teníamos diferentes formas de concebir el quehacer literario, pero luego de mostrar tal calidad, confieso que jamás llegaré a hacerle sombra y que ha encontrado la perfección.

Mis labios no se aproximan a la efervescente bebida rubia.

No tengo nada que celebrar.

Si me quedo, alguno de esos periodistas que gustan hacer leña del árbol caído, vendrá a preguntarme qué se siente ser un fracasado y en mi estado de sensibilidad, estoy seguro de que lloraré sin remedio y llamaré la atención de manera vergonzosa.

Iré a casa y quemaré mis manuscritos, estoy harto de pensar que Dios me dio estas manos por alguna razón en especial.

En vías de cumplir mi deseo, a punto de tomar el camino de salida, caí en las garras de aquellos terribles inquisidores de los medios.

- Kurou-san... ¿disfrutando de la gala?

- Um...

No he podido reaccionar a tiempo. Ya varias personas voltearon a verme. El incisivo Asato no me dejará ir sin una entrevista.

- ¿No ha estado brillante su colega Takeru-sensei?...

Ahí venía la incómoda pregunta.... y mi llanto contenido por tantos días de trabajo duro tirados a la basura.

En las esquinas de mis ojos, el agua se va juntando y el intuitivo Asato, encontró una veta de oro en la exclusiva de mi deserción. Se lo quiero decir de una vez. Si me presiona le gritaré sin detenerme que no volveré a poner una sola letra sobre ningún papel, así me cueste la vida.

- Kurou-san...

Mi boca se abre para soltar aquello que tortura mi pecho desde adentro.

- Por fin lo encontré, Kurou-san -.

La sorpresa hizo borroso todo lo demás, cuando estuve cara a cara con el sensei Takeru Morimo.

- ¡Señor...!

- Me ha encantado su trilogía - dijo frente a la sala que le homenajeaba - ...deseaba conversar con usted en privado...

Sólo su presión, sosteniéndome, logró darme la fuerza para sobrellevar el cruel momento.

Salimos juntos y por fin, en el ascensor me ofreció su pañuelo.

- Ya pasó, Kurou-san... no tiene de qué preocuparse...

- Takeru-sama es muy amable para salvar de la ruina a un ex-escritor. Gracias por su intervención, sino hubiese estado allí... yo...

Mordí mis labios lleno de cólera conmigo mismo. Había incomodado a Takeru-sama y le había obligado a mentir.

- No estaba diciendo mentiras, Kurou-sensei, he leído con avidez su trilogía y ha sido encantadora.

- Pero... no tiene que decir eso para hacerme sentir mejor, yo mismo sé que se trata de mi peor trabajo...

- No puede verlo con esas barreras que usted mismo se ha puesto, Kurou-sensei,... debe recuperar la razón fundamental que tenía cuando empezó... si lo hace... continuará con el camino que se ha impuesto.

- Lamento tener que decir esto, seguramente se decepcionará de mí... pero he decidido dejarlo. Ya no quiero escribir más.

Detuvo el ascensor de inmediato y esta vez, su rostro bello en un gesto de reprobación me obligó a bajar la mirada.

- No debe hacer tal cosa... ¡no piense en ello!

- Pero...

- Usted es uno de los pocos... usted... pertenece a otro tipo de personas... no permita que los compromisos de la empresa le desalienten, sabe que no se trata de dinero, si ha alcanzado ya a ver más allá, no puede resignarse a olvidar lo que significa sentir apasionadamente. Kurou-sensei,... si me necesita, estoy dispuesto a apoyarle, pero le ruego que no se dé por vencido.

Busqué qué decirle.

El escritor galardonado por la crítica, el hombre atractivo, el compasivo Takeru Morimo... ¡me suplicaba que no dejara el oficio del que ansiaba renegar!

Presioné nuevamente el botón cuadrangular que nos permitiría seguir nuestro viaje y al abrirse las puertas, apareció delante de nosotros un joven de estatura mediana, vestido de traje y con un humilde arreglo floral de cattleyas. Su rostro era precioso, y contrastaba con la fuerza de su expresión, lo que en vez de ir en su contra, sumaba muchísimo en su favor.

Takeru-sama me cogía de la muñeca de forma amical, pero apenas le vió, retiró la mano y excusándose fue directamente al desconocido.

- ¡Satoru!

- ¡Quién es esta persona!- grito el joven señalándome con el dedo índice amenazador.

- Kurou-sensei. Está atravesando un terrible trance esta noche. Sólo quería decirle que le admiro muchísimo y que continúe con la escritura.

- ¡Y te atreves a decirle que le admiras delante mío!

La mueca era algo cómica y me hizo sonreír, cubriendo mis labios con los dedos inclinados hacia un lado. La familiaridad que había entre ellos lo hacía bastante obvio. Y el carácter explosivo del muchacho me instigaba una gran curiosidad. ¿Takeru Morimo había encontrado la perfección gracias a ese desenvuelto y enérgico joven?

- Haz venido a felicitarme por el premio... - susurró Takeru-sama haciéndolo retroceder hasta la pared.

- ¡So... solo... no fue idea mía! ¡Satomi me convenció de darte una sorpresa!

- ¿Y ella te dijo que me comprases las flores?

- Bu...bueno... pensé que sería un buen detalle... ¡es mera formalidad!...

- Eres muy dulce... Sa-chan...

- ¡Qué haces!...

- Te llevo a casa... debo terminar de recibir mis regalos...

En efecto, le pasó el brazo tras la cintura y lo obligó a ir con él. El joven fingía ser llevado mal de su grado, pero en sus ojos vi que disfrutaba mucho la atención de Takeru-sama.

Antes de desaparecer hacia el estacionamiento privado, el sensei me dijo:

- Éste es el motivo por el que escribo... yo... amo a Yamamoto Satoru...

El nombrado enrojeció terriblemente y luego, los dos giraron a la derecha y se perdieron de vista.

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- ¿Se retira ya, Kurou-san?

- Um. He dejado todo en orden. El nuevo escritor vendrá pronto, trabajen duramente y apóyenlo en todo lo que pida. Agradezco su fe y lamento no haber cumplido correctamente mis servicios.

- ¿Va a tomarse unas vacaciones?

- Iré a casa de mi hermana, en Osaka...

- ¿Hay posibilidades de que regrese?

- No lo creo... lo lamento... y gracias por ser mi editora, Yumiko-chan, te has ganado el cielo... estoy seguro de que la compañía no tendrá queja de ti. No... no te pongas así...

- No puedo evitarlo...

Se me hizo un nudo en la garganta al ver a Yumiko sollozar de esa manera.

- Trate de volver, Kurou-san, yo y los redactores todavía creemos en usted...

Las cabezas gachas en el cubículo inmediato me hicieron saber que así era.

- De todas maneras pasaré por aquí a mi regreso, Maruko enviará galletas a todos.

- Dele mis saludos a su sobrina - dijo Yumiko acompañándome apenada. Era una jovencita muy tenaz, y esperaba que le fuera mucho mejor con su nuevo jefe.

- Lo haré. Y tú debes cuidarte mucho. ¿Lo harás, Yumi-chan?

- ¡Um! ¡Suerte en su viaje! ¡Y no se haga ilusiones con estas vacaciones! ¡Lo quiero aquí dentro de dos semanas, listo y con nuevo material!

Bromeaba...

Ambos sabíamos que yo no iba a regresar.

Me fui hacia el auto con mi caja de efectos personales, llena de fotos arrugadas y recortes de periódico.

No quería arrepentirme de lo que dejaba atrás.

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- ¡Tío Neko!

- ¡Maruko!

Casi no podía cargar a mi sobrina. Estaba mucho más alta que la última vez y pesaba el doble o el triple.

A sus ocho años era una niña alta y llena de energía.

- ¿Hasta cuándo le dirás Tío Neko a tu tío? - gritó su madre desde la cocina.

- ¡Hasta siempre! ¡Es mi Tío Neko! ¡Se parece a la foto de un gato alemán de color negro!

- Compórtate, Maruko - volvió a sonar la voz de mi hermana mayor desde el interior del horno donde seguramente colocaba algún menjunje de último momento. 

- Está bien, Kaede, no la riñas, me encanta ser su Tío Neko. Si quiere hasta me pondré la gorra de gato para caminar con ella por el parque.

- ¡Deja de malcriarla y ven a darme una mano!

Eso me gustaba. Quien nos viese desde afuera consideraría que era malgeniada y que me estaba maltratando, pero era un juego y su agreste actitud de mamá enfadada terminaría con una carcajada y un abrazo de bienvenida.

Con Maruko sobre mi espalda y mi hermana dándome cariñosamente en el hombro con la cuchara de palo, me consideré muy afortunado de tener un hogar al cual regresar.

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- ¡Mamá! ¡Taka va a dar autógrafos en la pista de entrenamiento del Centro Ryoichi! ¡Ha venido el equipo completo de la Universidad de Kansai!

- ¿Taka?

Mi sobrina practicaba el patinaje sobre hielo y su gran sueño era ser campeona olímpica. A mi hermana no le agradaba demasiado y esperaba inútilmente que se cansara ya que era una carrera muy sacrificada y bastante costosa, pero Maru-chan no daba visos de ello, sino que por el contrario, entrenaba en el centro comercial y asistía disciplinadamente a sus clases. Yo colaboraba en lo que podía con algo de dinero, pero me descorazonaba estar desempleado y tener que decirle que ya no habrían clases porque a Tío Neko se le había terminado la tinta de los dedos y tendría que esperar a que encontrase un empleo aburrido y normal.

- Takahashi Daisuke. Maruko muere por él. Es su ídolo.

- ¿Ya no admiras más a Tío Neko? - le pregunté con esa ironía clásica de mi familia, medio tierna, medio pícara.

- ¡Claro que sí!... ¡Tío Neko siempre será mi primer amor! ¡Mi segundo amor es Taka!

Que fácil es para los niños encontrar soluciones a los problemas más complejos de la vida.

Mi hermana, apoyada de codos en la mesa, hizo un mohín antes de partir una tajada de pastel.

- No puedo llevarte, Maruko... y tu tío está muy cansado por el viaje.

Quería darme algo de espacio. Ya había limpiado el pequeño estudio y además quería preguntarme el motivo de mi viaje intempestivo. La temida conversación de adultos que deseaba posponer se aproximaba como un tsunami. Conociendo su sinceridad iba a terminar diciéndome todo lo que no me atrevía a escuchar.

- ¡Pero es Taka! - dijo la niña balanceando las piernas en el asiento.

- Maruko...

Terminé mi porción y toqué la taza con la cucharilla llamando su atención.

- Si es tan importante para ti, Tio Neko te llevará a ver a tu segundo amor.

- ¡Bieeeeeeeeeeeeeeeen! ¡Sobre tu espalda!

- Por supuesto, como tiene que ser... pero te advierto que te quedan dos años de viajes y nada más. Cuando llegues a los diez tendrás que cargarme a mí.

- ¡Claro! Tú serás así de pequeñito y viejito y yo tendré que hacerme responsable de ti.

- Por lo menos es más realista que tú - disparó mi hermana.- No creas que te vas a librar de nuestra charla. De todas maneras me enteraré qué haces aquí en esta época del año.

- ¡Arriba, Maruko!

Y salí huyendo con las piernas de la niña golpeando en mis costados.

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Pancartas, globos, afiches y cartulinas con corazones se alzaban alrededor de la pista de patinaje.

"¡Taka, patina directamente hacia mi corazón!"

"Official Fan Club"

¿Era un patinador o un artista de cine?

Mientras escalaba las gradas, tratando de no cansarme y mi pasajera se sujetaba de mis cabellos, le pregunté discretamente:

- ¿Qué dirías si te confieso que ya no voy a hacer cuentos?

Dejó de moverse y dijo muy bajo.

- Quiero estar en el piso.

- Maruko...

- ¿Por qué vas a hacer una cosa tan fea?- me reclamó cuando estuvo donde pedía.

- Ya no tengo nada aquí - le dije mostrándole las yemas de los dedos.

- Sí tienes. Yo veo bastante - respondió apretándomelos. - ... la tinta de colores... está goteando...

- No... Tío Neko... se ha quedado sin palabras...

- Mis cuentos... ¿por qué ya no vas a hacer más cuentos?... ¿es que me he portado mal?

- No se trata de...

Oh... en mi sucia autocompasión había herido a Maruko-chan que ya ponía ojos enormes y se alistaba para llorar.

La gente aplaudió a la par que yo trataba de alcanzar la manita de Maruko, quien huía sin ver, por la tribuna en  la que estaba a punto de aparecer el ídolo del patinaje.

Ella, con la cabeza girada hacia mí llegó a chocar con una señora amable, vestida con un buzo color granate. Ella resultó ser Nagamitsu Utaku-san, la entrenadora principal de Takahashi Daisuke. Mas allá iba el resto del equipo.

- ¡Maruko!

Temí ser el creador del peor recuerdo de su infancia, pero entonces, el mismísimo Takahashi Daisuke fue en su auxilio, ayudándola a levantarse de manera dulce y con una sonrisa. El divo, el campeón de todo Japón, sencillamente se inclinó a sujetar a mi pequeña sobrina.

Yo llegué poco después y me quedé en silencio.

¿Qué es esa voz que habla directamente al alma cuando encuentra un objeto y se encandila con él y dice "yo deseo esto para mí, quiero contemplarlo así me asesine los ojos, así me disuelva inútilmente en afán de unirme y fusionarme en su ser"?

Amé de inmediato la curva que bajaba por su cuello hacia sus hombros torneados...

Las líneas de las manos y cómo sabía moverlas con tanta gracia, cuando se agitaban en el espacio...

Sus ojos rasgados que en ese momento estaban sonriendo, al contacto con Maruko.

Y sus cabellos negros, dispuestos a agitarse con pasión verdadera.

Pero lo que definitivamente me subyugó y destronó a mi antigua ceguera, fue cómo combinaba aquella hermosura con su sencillez juvenil.

- Cuidado,... - le advertía a Maruko. Y luego, viendo sus ojitos - ... ¿estás triste?

Ella también estaba encandilada y fue el mismo Takahashi Daisuke quien le dio un beso en la mano pidiéndole que sonría. Su entrenadora llegó hasta mí y preguntó:

- ¿Es el papá de la niña?

- Um... - no supe qué decir, y por inercia fui a recuperar a Maruko.

El patinador me saludó recomendándome que tuviese cuidado y luego de firmar el librito de autógrafos y de atender a otros fans de las tribunas, se dirigió hacia la pista, donde iba a empezar su rutina de exhibición.

Me llevé a la niña hacia los puestos vacíos, escuchándole decir: "es el mejor día de mi vida"

Yo seguía mudo, quería ver a Takahashi Daisuke... necesitaba ver a Takahashi Daisuke.

Y empezó.

Decir que el sentimiento desbordaba la performance, sería bastante mezquino. Él había encontrado la forma de comunicar limpiamente sus más ocultas pasiones y de convertirlas en arte sobre el escenario. Su traje brillaba, se encendía y se apagaba durante sus giros, sus brazos entonces alcanzaban tal gracia que me recordaba a la delicadeza de las grullas antes de volar, mientras esperaban el viento propicio. Hizo magia con las torsiones de su esbelta figura, y sentía que era mi propio corazón el que podía despegar de la tierra gracias a él. Nos arrasaba a todos y nos daba la impresión de que merecíamos el cielo. Y las tres luces que le seguían formando la penumbra sobre la superficie blanca, le daban el halo espectral de quien realmente era: El Señor del Hielo.

Las palabras empezaron a correr por todo mi torrente sanguíneo. Fue el reavivamiento de mis impresiones cuando Takahashi Daisuke saltó girando, para caer perfectamente y proseguir su danza armoniosa, llena de fuertes sentimientos. El Espíritu del Invierno, se concentraba enteramente en su arte y yo sonreía como un poseso, ante cada giro de su cintura. Era testigo de la revelación de una nueva belleza jamás vista antes y al sentir su cálida iluminación pude agradecer estar vivo y haber nacido para ver la sublime fantasía que él derrochaba.

Maruko se tocó los cabellos y las mejillas.

- ¿Estás... llorando... Tío Neko...? - me susurró.

- Um...

- ¿Estás... triste?

- No... estoy demasiado feliz.

- ¿Y se puede llorar de felicidad?

- Se puede morir de felicidad, Maru-chan...

Mis suspiros se escaparon al verle volar con los brazos extendidos.

"Puedes cruzar el orbe entero y la vasta multitud de mundos del universo. Nadie osará poner fronteras a tus alas"

"Amor... y deleite en lo que amas..."

"Ese es el secreto"

"Y tu cuerpo tendido hacia el cielo, y la ofrenda de quien eres por completo sin atreverte a guardar nada para ti mismo"

"Lo sé por la forma en que sonríes"

"Haz llegado a saber qué es..."

"Y gracias a ti... yo..."

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Nos quedamos sentados hasta que las luces se apagaron y el último de los asistentes se hubo ido.

Ni ella ni yo dejábamos de mirar la pista, como si sobre ella todavía Takahashi Daisuke estuviera deslizándose, rotando sobre su eje como el astro de luz que era y regalándonos la más completa felicidad.

Con la cabeza sobre mi hombro, Maru-chan iba con los dedos imitando sus movimientos.

- Cuando sea grande, seré campeona olímpica y me casaré con Taka...

Lo decía en serio.

- ¿Es una promesa?

- ¡Um!

- ¿Puedo querer a Taka aunque sea un poco? ¿Puede gustarme un poquito tambien?

- ¿A Tío Neko le gusta Taka?

- Después de ti, Maru-chan. Eres mi primer amor, pero creo que él es mi segundo amor.

- ¿También deseas casarte con él?

- No creo que haya oportunidad para mí. Eso te lo dejo de tarea. Yo estaré bien, mirándolo. A donde quiera que él vaya, yo iré. Donde compita, estaré apoyándolo y cada vez que lo necesite, repetiré su nombre. Si me siento decaído y sin fuerzas, cerraré los ojos y recordaré sus movimientos elegantes, si tengo frío, él dará calor a mi corazón, si lloro él me consolará, si quiero abandonar... él me obligará a seguir.

- ¿No quieres hablarle? - parpadeó incrédula - ¿no quieres nada más?

- Quizás te pida que me lo presentes luego de que se casen, pero entonces yo seré muy viejito y prometo darles mi bendición.

- Disculpe... ya es hora de cerrar - nos interrumpió el conserje.

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- Se han demorado bastante, la cena se está enfriando...

- Lo siento, Kaede, no voy a comer...

- ¿Hambre y depresión...? Eso...

- No... no voy a comer ni a dormir... estaré en el estudio... tengo cosas que hacer.

- Pensé que habías venido porque...

- Y era cierto. Pero Maruko me ha regalado algo muy importante y eso lo ha cambiado por completo.

Lo vio en mis pupilas y me dejó ir.

Encerrado, ante las hojas de blanco papel, tomé el tintero y mojé la pluma en él. Conectarme con la forma antigua de escribir me permitía llegar a explorar mis naturales sentimientos.

Mis manos temblaron y a medida que la tinta negra iba trazando su camino, las imágenes claras llegaban a mí, nítidas y constantes.

Era el principio.

"El Señor del Hielo"

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- ¿Volverás el otro año, Tío Neko?

- Claro que sí. Y te enviaré patines nuevos. Los más bonitos y los mejores...

- ¡En serio!

- Um... porque voy a tener éxito... lo sé.

- Confío en ti - dijo Kaede recibiendo a Maruko en sus brazos. - Y siempre que lo necesites, estamos aquí, somos tu familia...

- Ustedes dos, son mi razón de ser...

- ¿Y Taka? - preguntó Maruko haciéndome sonrojar tontamente.

- Así que de ahí viene tanto secreto - aguzó la vista mi hermana.

- ¡Voy a perder mi vuelo! ¡Suerte! ¡Vendré pronto!

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Caminaba nervioso en círculos mientras Takeru Morimo dejaba cada hoja sobre el escritorio. Si no fuese una falta de delicadeza, hubiera sacado de buena gana un cigarrillo y hasta acabar la caja entera. La presión me estaba matando, los premios y las academias de letras podían tener diversas opiniones, la única que valía la pena escuchar era la de ese gran escritor.

Me miré en el espejo que creaban la cortina oscura y la ventana cerrada. Estaba demasiado delgado y las ojeras bajo los ojos me daban un aspecto siniestro de poeta maldito. Desde la primera línea no había parado ni siquiera para dormir y ese era el precio de mi descuidada temporada en Osaka. Si bien tenía cierto embarazo en presentarme así, dominaba mi atención el hecho de someter a juicio el recargado manuscrito.

Por fin la última hoja fue colocada sobre el resto y Takeru-sensei se dispuso a hablar.

Aspiré una larga bocanada de aire en espera de su sentencia.

- Esta vez...

Nunca le había visto esa expresión y se me hacía difícil juzgar si era de agrado o de desagrado.

- ... considero...

¿Muerte? ¿Resurrección?

- ... que es impresionante... "El Señor del Hielo", es una pieza admirable y...

Aplaudió tres veces. ¡Takeru sama aplaudió de muy buena gana mi obra!

- ¡Takeru sama!

- Ha encontrado aquello que es más importante que la suma de todas las cosas... le felicito...

- ¡Gracias Takeru-sama!... a usted sí puedo confesárselo... es Takahashi Daisuke. No le conozco, apenas le he visto una sola vez y estoy seguro de que jamás podré estar cerca suyo... pero su descubrimiento me ha hecho volver a soñar.

- ¿Dice que es un amor idealizado? - me preguntó con curiosidad.

- Más que ideal: imposible...

Un desconocido vestido de mensajero entró entonces. A pesar de la gorra y el traje, pude reconocer a Yamamoto Satoru, el amor secreto del sensei.

- ¡Qué hace esta persona aquí!

- Satoru...

- ¡Oh... es el de aquella vez! ¡Eh, tú, explícame qué tienes que ver con Morimo! ¡No me gusta para nada que andes cerca de él!

- Bueno...

- Vino a pedirme consejo sobre su nuevo libro y pienso que es fascinante.

- ¡Le estás alabando delante mío nuevamente! ¡Qué injusto eres, Morimo!

- Quisquilloso...

Takeru-sensei le pasó los brazos sobre el pecho.

- ... pero me encanta que pierdas la razón cuando estás celoso...

Tomé el sobre manila y guardé las hojas numeradas, sabía que era el momento de salir.

- Kurou-sensei... algo más...

- ¿Sí?

- ¿Qué hará cuando desespere por esa persona que no puede tener? ¿Qué sucederá cuando Takahashi Daisuke se haga demasiado lejano? Cuando sienta que no tiene a quién acudir y le vea retirarse, o casarse y tener familia...

Yamamoto Satoru le miró girando la cabeza hacia un costado y luego me miró a mí.

- Ese día, Takeru-sama, yo... sonreiré... y sabré que lo que me ha dado, nadie me lo puede quitar... porque es solo mío...

Me despedí y salí juntando cuidadosamente la puerta. El sensei le preguntaba a su joven amante si no era momento de enseñarle las reglas avanzadas del Yaoi Life Style.

Por mi parte, corría hacia el piso de edición.

Llevaba entre las manos no un libro, sino el resultado de un interminable amor sin esperanza.


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