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Lo Testarudo y La Avaricia se Heredan por YoAmoaHidan

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Notas del fanfic:

 

Disclaimer: Los amigos Akatsukis no me pertenecen yo solo los usos para mis fines de mal.

Aclaración: El Fic es la continuación de "¿Para Siempre?" Si alguien no lo leyó, que lo lea en mí perfil. (Lo coloco en negrita, ya que hay gente que ni siquiera lee las advertencias y etc.)

Advertencia: OoC, Contenido Yaoi, Mpreg, obviamente a favor de mí pareja favorita KakuHidan.

Que lo disfruten, me esforcé en hacerlo. Ha pedido del público amenazante.

 

Notas del capitulo:

Sobre el cap... am... el inicio de todo xD

 

Capitulo Uno: Boda Jashinista.

*

¿Quieres casarte conmigo?

Arregló el moño de corbata frente al espejo.

… ¿Lo dices enserio?

Abrochó los botones de la blancura chaqueta.

Sí.

Y se peinó para atrás.

¡Sí!

Sonrió frente a su propio reflejo.

El día que nunca soñó había llegado.

Se veía frágil, muy al contrario de lo que es, vestido con un traje completamente blanco. Esto no significa pureza, solo es para diferenciar el novio del novio. Si fuera por esto, no se escucharían los gemidos de alto tono dentro de su habitación.

Finos golpecitos se escucharon del otro lado de la puerta, que luego se hizo girar la manilla y abrir.

— ¿Puedo pasar? —preguntó la kunoichi de la organización.

—Sí. —respondió mientras seguía arreglándose, acomodando el cuello.

— ¿Estás nervioso? —dijo cruzando los brazos.

—En realidad no. ¿Cómo me veo? —giró sobre su cuerpo mostrando lal la gran iluminación del traje. De verdad que estaba muy contento.

—Bastante guapo. Vaya suerte de Kakuzu.

—Hidan, apúrate. —aquella voz ronca hizo una aparición dentro del cuarto. La puerta estaba abierta. Al igual que el albino, llevaba un traje de novio, pero este es negro.

— ¡Kakuzu! ¡¿Qué mierda haces aquí?! —nervioso y con ganas de matarlo, se cubrió con lo primero que halló colgado en la pared, una simple sabana. — ¡No puedes entrar sin tocar!

—Te he visto desnudo, ¿y me reclamas por esto?

— ¡Cállate, no puedes ver al novio antes de casarse! —mientras intentó taparse lo más posible para que el moreno no le viera, le apuntó con el dedo índice.

— ¿Qué? —no solo Kakuzu, también Konan sorprendida con lo que manifestó. —Hidan, eso es para las novias.

— ¡Es lo mismo!

—Kakuzu tiene razón. —intervino la chica peliazul. —Relájate Hidan. Todo estará bien. —intentó calmarlo. El aludido se negó a quitarse la tela que lo cubría. No pensaba dejar que su futuro esposo lo viera. La mala suerte es la mala suerte.

—Está bien. —aceptó el tesorero. — Me iré. —se dio la vuelta y salió por donde había entrado, no sin antes soltar un suspiro de cansancio. Konan alzó una ceja y observó al bulto blanco que no se movió hasta que Kakuzu hubo cerrado la puerta.

El jashinista suspiró aliviado, quitándose la manta. Konan sacudió la cabeza, resignada:

—Eso no era necesario... —sentenció, con las manos en la cintura.

Hidan se cruzó de brazos en el pecho y frunció el ceño.

—No quiero tener mala suerte, joder.

La expresión de la chica se suavizó. Se acercó unos pasos a él y posó una de sus delicadas manos sobre su hombro.

—Todo estará bien. —repitió, regalándole una tranquilizadora sonrisa. Hidan aceptó y asintió con la cabeza. Este día era el más importante para él.

·

·

— ¿Cómo te sientes? —preguntó Itachi, observando al flamante novio arreglando los últimos detalles de su traje.

— ¿Eh? —Kakuzu se mostró confundido.

— ¿Cómo te sientes? —volvió a decir. —Estás a punto de casarte.

Kakuzu sonrió y siguió acomodándose la ropa.

—Me siento bien. —afirmó. —No es la gran cosa en realidad.

—Pues tienes suerte de pensar así. Konan me dijo que Hidan está muy nervioso. —replicó, con su conocida expresión impasible.

Kakuzu recordó el reciente episodio del traje de novio. No podía culpar a Hidan por estar algo alterado en un momento como este, pero debía reconocer que el jashinista solía ponerse así por cualquier motivo.

—Estaré bien. También Hidan. —respondió, mirándose de arriba abajo, asegurándose de que todo estuviera en su lugar. —Ya estoy listo.

—Entendido. —el Uchiha se levantó de la silla donde descansaba y se dirigió a la puerta de la habitación. —Suerte. —le deseó antes de marcharse.

Kakuzu se dio la vuelta al espejo nuevamente y sonrió complacido. Estaba perfecto. Ya estaba preparado. Había llegado la hora.

—Kakuzu, vámonos. —Kisame abrió la puerta de la habitación. Echó un vistazo al traje de Kakuzu y sonrió. —Ya estamos listos.

—De acuerdo. —asintió, siguiendo al poseedor de la Samehada rumbo a la ceremonia.

— ¿Cómo te sientes? —le preguntó el hombre pez mientras caminaban por el largo pasillo. La misma pregunta de Itachi.

—Perfectamente. —contestó.

— ¿Estás seguro? —replicó el azulado. —Estás disfrutando tus últimos minutos como soltero. —bromeó, riendo. Kakuzu le correspondió la sonrisa, sin decir más nada.

Aunque no lo admitiera frente a todo el mundo, al contrario de su pareja inmortal, sabía que hacía esto por amor. Amor a Hidan.

Mientras tanto, el jashinista se encontraba en un inoportuno dilema, a un costado del lugar donde celebrarían la boda. Él creía estar muy seguro de sí mismo, pero no contaba con que los nervios le asaltarían justo en ese momento.

—Konan... —llamó a la peliazul. Ésta se acercó rápidamente.

— ¿Qué sucede? —preguntó la chica, algo preocupada.

—Eh... yo... —Hidan sintió finas gotas de sudor bajar por su frente. — m-me siento algo mal...

Pensó que Konan se burlaría de sus patéticos nervios, pero para su sorpresa, ella le sonrió, como lo haría una madre a su hijo.

—Cálmate. Sé como debes sentirte, pero no te alteres. Te prometo que todo saldrá perfecto. —aseguró, posando su dedo índice sobre una de sus rojizas mejillas.

—Está bien. —respondió, intentando hacer caso al consejo de la chica origami. Konan era buena para tranquilizar a los demás.

En esos mismos momentos, el tesorero acompañado de Kisame, se dirigía rumbo al altar. No sabía muy bien como era el lugar, el resto de los miembros habían dicho que era "sorpresa". A Kakuzu no le gustaban mucho las sorpresas, pero... todo sea por la felicidad de Hidan.

Aunque ni siquiera sabía quién iba a oficiar de sacerdote.

—Kisame... —dijo. Quería sacarse las dudas.

— ¿Qué sucede?

— ¿Quién será el sacerdote? —preguntó.

Kisame meditó unos segundos. Al cabo de éstos, respondió:

—No estoy muy seguro de quien sea, pero sé que Hidan logró conseguirlo. Es un sacerdote jashinista. —concluyó, algo divertido al ver la expresión de Kakuzu.

— ¿Jashinista? —repitió incrédulo. —No sabía que existieran.

—Pues parece que sí. —afirmó el peliazul. —Hidan no quiere casarse de otra manera.

—No me extraña. —un ligero tic apareció en el ojo derecho del tesorero. Sin darle más vueltas, siguió caminando, firmemente decidido.

·

·

—Oe, ¿dónde está la feliz pareja zombie, uhn? —preguntó un Deidara molesto, mirando hacia todos lados, intentando localizar a alguno de los novios.

—Ya cállate. —lo reprendió Sasori. —Ya no deben de tardar mucho.

En ese momento, un desconocido ingresó con parsimonia por la puerta del inmenso salón. Estaba vestido íntegramente de blanco, y llevaba una sotana sacerdotal. No había que ser muy inteligente para darse cuenta de que era el cura que casaría a los inmortales.

Deidara y Sasori se fijaron en que el sujeto portaba en el cuello un collar plateado con el símbolo del adorado Dios de Hidan. Un círculo y un triángulo en el medio. Ambos se miraron extrañados. ¿Acaso era...?

—Buenos días, hijos. —los saludó con una reverencia. El pelirrojo y el rubio lo imitaron.

—Disculpe mi curiosidad. —dijo Sasori respetuosamente. — ¿Usted es el sacerdote, verdad?

El religioso sonrió y asintió con la cabeza. —Así es, hijo mío. Soy un sacerdote jashinista. Mi culto profesa la religión del Dios Jashin. —aclaró. Los rostros de los dos Akatsukis se pusieron pálidos súbitamente.

— ¿Ja-jashinista, uhn? —repitió Deidara con dificultad. Su cerebro acababa de procesar la información. Sasori también estaba pasmado.

— ¡Oh, sí! El joven Hidan san me contactó para que oficie de religioso en la unión de él y su prometido, Kakuzu san. —respondió frescamente, sin percatarse de la mirada de muerte de ambos presentes.

— ¡Mierda! ¿Jashinista, uhn? ¡Es un psicópata como Hidan! ¡¿Cómo demonios se celebrará una boda jashinista, uhn?! Joder, aquí correrá sangre...

Entre tanto, su maestro no pensaba muy diferente. —Genial, lo que nos faltaba. Tiene una apariencia tranquila, pero... ¿quién sabe? Espero que no muera nadie. No quiero juntar cadáveres...

—Es la primera vez que oficio un casamiento de esta manera. —seguía hablando el cura. —Hidan san parecía muy contento... —sonrió dulcemente.
Ni Sasori ni Deidara dijeron nada. Realmente creían imposible que aquel hombre estuviera hablando enserio.

—Y usted... ¿de dónde viene, uhn? -rompió el silencio el ojiazul.

— ¡Ah, pues vengo de muy lejos! —exclamó su voz era cantarina, amistosa. —Pero como tal fue el expreso deseo del joven Hidan san, he venido especialmente por él, hija mía.

—Ya veo, uhn. —un segundo después, procesó la frase completa. — ¡Un momento! ¡Yo no soy una...!

— ¡Padre-san! —apareció Konan, irrumpiendo apresurada y haciendo una reverencia al sacerdote. — ¡Lamento haberlo hecho esperar!

El cura sonrió afablemente y respondió. —No te preocupes, pequeña. —dijo. —No he llegado hace más de diez minutos.

La peliazul suspiró aliviada y sonrió. —Mejor así, padre. Yo creo que ya estamos listos.

El jashinista asintió con la cabeza. — Arigato hija. Podemos iniciar entonces.

Konan asintió a su vez y se dirigió al ojiazul y al pelirrojo.

—Ustedes pueden ir a sentarse en sus lugares. —les dijo, sonriendo. — ¡Ya falta poco! —añadió por lo bajo, emocionada.

—De acuerdo. Nos vemos. —aceptó Sasori, dándose la vuelta y dirigiéndose hacia los asientos dispuestos frente al altar. Deidara lo siguió, con una expresión de palidez mortal en el rostro. — ¿Qué te pasa? —preguntó Sasori, al notar su marchitez.

—No soy una chica, uhn. —dijo el rubio, sin sustituir su languidez.

—Ya lo sé. —respondió Sasori con un ligero tic nervioso en el ojo derecho.

·

·

— ¡Bien! ¡Llegamos! ¿Listo? —dijo Kisame, mirando a Kakuzu. Ambos estaban frente a la enorme puerta que daba entrada al inmaculado salón.

Kakuzu exhaló un suspiro y asintió.

—Listo.

Kisame sonrió y le ofreció el brazo. Kakuzu lo tomó y cerró los ojos por un momento, pensando en lo que estaba a punto de hacer. ¿Arrepentirse? No, para nada. Era lo que más quería en ese momento. Estar al lado de Hidan, aunque parezca poco creíble.

La música nupcial comenzó a sonar. Clara señal para la entrada del novio. Las antiguas puertas de madera maciza se abrieron de par en par, dándole una clara visión de la preciosa sala. El imponente altar, rodeado de flores blancas. Los Akatsuki, los únicos invitados, de pie y sonriendo. Sólo faltaba Konan, que era quien acompañaría a Hidan.

Cuando la pareja pasó junto a Itachi, éste le sonrió levemente a Kisame. El hombre pez le correspondió.

Ambos llegaron al pie del altar.

Kisame se puso detrás de Kakuzu. El tesorero se colocó a un costado del sacerdote, que sonreía y sostenía en una de sus manos el accesorio que demostraba su religión.

Los pocos presentes aguardaban la llegada del inmortal ausente.

Mientras tanto, Konan se encontraba al borde perder los nervios. Había metido la pata hasta el fondo y justo en ese momento tan importante.

Se tiraba de los azules cabellos una y otra vez, en un intento por controlarse. No podía creer que aquello le estuviera pasando.

Todo había comenzado hacía una hora más o menos.

Hidan aún estaba nervioso. Caminaba de un lado a otro de la habitación, mordiéndose el pulgar y recargándose en la pared, cansado, cuando los pies le empezaron a doler.

— ¡No puedo, joder! Estoy nervioso... —admitió, tomándose el rostro con las dos manos. — Konan... ¿tienes algún calmante? —preguntó esperanzado, viendo entrar a la chica.

La mujer origami se lo pensó unos instantes, mirándolo dudosa.

—No sé si deba darte uno... La mayoría tienen un efecto poderoso. Casi todos son para dormir. —respondió.

—No importa. —respondió sin vacilar. —Estaré bien, sólo dámelo. Tomaré lo que sea.

—Está bien. Lo que tú digas. —acabó aceptando. —Espérame unos minutos, iré a buscarlo. —se retiró de la habitación, cerrando la puerta.

Hidan suspiró, aliviado. Realmente cualquier cosa le vendría bien.

Con Konan…

Uhm...ese Hidan es un cabeza dura, le dije que todas las medicinas aquí son para dormir... veamos... pero debe haber algo que pueda tomar... —la chica se encontraba en la sala de enfermería de la cueva. Allí eran curados los Akatsukis heridos. Ella no era una ninja médico, pero sabía bastante de medicinas.

Rebuscaba en un pequeño botiquín, leyendo los nombres de los frascos y desechándolos a un costado. Tal y como había dicho, casi todos eran para descansar, era complicado hallar uno más leve.

— ¡Aquí está! —por fin dio con el pequeño frasquito. Leyó cuidadosamente las indicaciones:

"Líquido especial, para uso exclusivo de la medicina.

Funciona como calmante para todo tipo de personas.

Ingerir cuando se encuentra en situaciones de stress. Acción rápida.

Eficaz contra las crisis nerviosas.

Disolver en un vaso de agua el contenido completo.

Beber y dejar actuar.

No tomar más..."

— ¡Bien! Esto servirá. —dijo Konan, aliviada. Tomó el frasco y se dirigió rápidamente devuelta con el peliblanco. — ¡Ya volví! —exclamó, abriendo la puerta. Hidan se levantó de un salto de la cama y se acercó a ella.

—Menos mal... —suspiró.

Konan lo tomó del brazo y lo hizo sentarse en la cama de vuelta. Le entregó un vaso de agua en una mano y el recipiente con la medicina en la otra.

—Escúchame. —dijo. —Tienes que poner el contenido del frasco en el vaso de agua y bebértelo. Luego descansa unos minutos y espera a que surta efecto. Es el único que tenemos que funcione como calmante. Sólo relájate y descansa, aunque sean sólo cinco minutos, ¿de acuerdo?

—Bien. —asintió. Entonces tuvo una duda. —Espera, Konan, algo más...

—Dime.

— ¿Estás segura que debo poner todo el frasco? ¿No será quizás la mitad? —preguntó, mirando pensativo el frasco.

—Tranquilo. —le aseguró la peliazul, ya de camino hacia la puerta. —Es el frasco entero. Iré a hablar con el sacerdote, creo que ya podemos comenzar. Tú quédate aquí y haz lo que te dije, pero sobretodo descansa. Te aseguro que te sentirá como nuevo. Vendré a buscarte más tarde, recuerda que aún tenemos tiempo de sobra. —sonrió, cerrando la puerta tras ella.

Hidan suspiró y volvió a mirar de reojo el sospechoso frasco.

—Qué más da... Konan dijo que serviría. —se encogió de hombros y siguió los pasos indicados. Luego de haberla bebido, hizo una mueca y depositó el vaso y el frasco vacío sobre la mesa junto a la cama. —Argh... sabe horrible, joder.

Enseguida sus párpados comenzaron a pesar mucho. El jashinista sentía que todos sus músculos se relajaban y la mullida cama donde estaba sentado parecía querer invitarlo a que se acostara en ella. Sus pies pesaban una tonelada, pero siguió caminando firmemente hacia el lecho.

—Joder...Tengo sueño... —finalmente sus extremidades fallaron y su joven cuerpo se desplomó en el piso. Pero a Hidan no parecía importarle mucho.

Con una sonrisa se acomodó mejor sobre la esponjosa alfombra donde había caído.

Mmm... Qué cómoda es esta cama... ya... ya quisiera dormir... uhm~...todo el día... ¿Uh? Ah, creo que es el piso... Bah, no importa... es... muy cómodo... —y se dejó vencer por el poder de Morfeo.

Entre tanto, Konan ya había recibido al religioso y había empezado con los preparativos. Se aseguró de un rápido vistazo de que los seis presentes estuvieran en sus lugares, sin contar a Kisame y a ella que eran quienes acompañarían a los novios.

Su rostro se iluminó al saber que todo iba bien. Ahora sólo faltaba ir a buscar a Hidan y llevarlo hacia el altar y su trabajo estaría completo.

Cuando llegó a la puerta de la habitación, abrió lentamente, pensando en que el albino estaría descansando como le había dicho.

—Hidan. —susurró suavemente. — Ya estamos... —se interrumpió en seco al ver al jashinista tirado en el suelo y sin mover ni un músculo. Parecía imposiblemente muerto. — ¡Hidan! —la peliazul llegó corriendo junto al inmóvil cuerpo y le dio la vuelta, observando sus ojos cerrados y los labios entreabiertos. Posó una mano sobre su pecho y sintió los acompasados latidos de su corazón. Suspiró aliviada. — ¡Hidan, despierta! —exclamó, moviendo su cuerpo, intentando obtener una reacción. Pero ésta no aparecía. — ¡Hidan! ¡¿Qué te pasa?! ¡Levántate! —al borde de la desesperación intentaba volver a la conciencia al inmortal, pero éste parecía estar disfrutando del sexto sueño. — ¡Hidan! —repitió su nombre una vez más, antes de caer rendida junto al dormido. —Por qué... ¿Por qué? —se preguntaba inútilmente. No había manera de hacerlo volver del mundo de los sueños. ¿Por qué estaría inconsciente? Si la medicina era un...

Un segundo...

¡La medicina! ¡Ésa debía ser la culpable!

Se apartó de Hidan y corrió hacia el aparador junto a la cama. Levantó el frasquito y lo inspeccionó. Estaba vacío. No había problemas en beberlo todo, pero, en ese caso... ¿por qué el "paciente" parecía estar en un estado de coma vegetativo?

—Podría ser que... —una idea se le cruzó por la mente. ¿Habría cometido un error al leer las indicaciones...? Más valía comprobarlo. Volvió a leerlas y no se enteró de nada nuevo. Los pasos parecían estar bien.

"…Beber y dejar actuar.

No tomar más de 50 milímetros cúbicos. Se trata de una medicina poderosa capaz de actuar como potente droga psicotrópica y psicoactiva.

(Llamada vulgarmente "somnífero")"

Puede ocasionar serios problemas tales como estado de coma inducido por 10 horas aproximadamente si no se respetan las indicaciones pertinentes.

Para más información sobre dicho fármaco, consultar a su médico".

Konan dejó caer el frasco al suelo. Pero éste no se rompió, cayó rodando sobre la mullida alfombra. La kunoichi volvió a mirar el cuerpo inmóvil del futuro casado y no pudo evitar sentirse culpable. La culpa era de ella... Ella no había leído las indicaciones completas... Ella había escogido un calmante al azar, sin pensar, sólo porque no quedaba tiempo...

En resumen, había "metido la pata".

Y ahora, no tenía ni la más mínima idea de qué hacer. Con sus mínimos conocimientos de medicina, había aprendido que nada puede combatir a un somnífero. Es lo mismo que luchar contra un estado de coma. Cuando casos de esta manera sucedían, sólo había que esperar a que el paciente despertara.

Pero, en este caso...

¡No podían esperar diez horas a que se quiten los efectos!

¡Kakuzu, el sacerdote y media organización estaban esperando que Hidan y ella estuvieran ahí en unos cinco minutos!

— ¡Y ya llevamos retraso! —concluyó la peliazul, echando un vistazo rápido al reloj de pared. ¿Ahora qué mierda se supone que iban a hacer? Estaba sola en esto. — ¡Pein! —como una luz de esperanza al fondo de la oscuridad, recordó al shinobi de la Lluvia. Él seguramente iba a sacarla de este problema. Buscó su celular en su cartera y marcó con dedos temblorosos y húmedos el número de pelinaranja. Mientras esperaba la contestación, no dejaba de tamborilear impacientemente sobre la cama y mirar de vez en cuando el cuerpo inerte del inmortal más joven. Éste seguía igual que antes.

·

·

Por primera vez en quizás quince años, Itachi tenía una expresión preocupada, al igual que el resto de los Akatsuki presentes.

Todos se preguntaban lo mismo. ¿Dónde estaba Hidan?

Kakuzu estaba comenzando a inquietarse. ¿Les habría pasado algo? Hidan no era capaz de faltar a algo tan importante, de seguro algo los estaba retrasando.

Nadie quería decirlo, ni siquiera en susurros. Era obvio que algo andaba mal.

—Líder san... —susurró Tobi, quien se encontraba parado junto al portador del Rinnegan. Éste parecía no haberlo oído. — ¡Estúpido Pein, escúchame! —dijo más enérgicamente y con su voz verdadera. El aludido se giró a verlo, fingiendo una expresión neutra, mientras que por dentro deseaba hacerlo sacrificio.

— ¿Qué pasa?

— ¿Dónde está? —preguntó, refiriéndose a Hidan.

—No tengo idea. Deben de... —en ese momento su pequeño teléfono comenzó a sonar. Lo sacó de entre sus ropas y miró la llamada. Era Konan.

—Disculpen. —se excusó, saliendo rápidamente del salón, para hablar con más comodidad. — ¿Konan? —dijo, cuando ya estuvo afuera.

— ¡Pein! —la voz de la chica sonaba asustada. El Akatsuki se preocupó.

— ¿Qué sucede? Los estamos esperando.

—Pein... Lo sé... Pero... —Konan titubeaba y su voz estaba casi quebrada. —Tengo un problema...

—Habla.

—S-sucede que... Hidan estaba nervioso... y-y yo... le di un c-calmante... y... —decía entrecortadamente.

— ¡Konan! No entiendo lo que dices. Habla despacio. —dijo Pein, intentando calmarla.

La chica origami pareció calmarse. —De acuerdo. —su voz era más serena. —Le di un calmante a Hidan, pero... era un somnífero... Y ahora...

—Konan... —guardó silencio por unos cortos cinco segundos. — ¡¿Le diste un somnífero?! —se exaltó el ojigris.

— ¡Lo siento! —se disculpó la chica. — ¡Ayúdame, por favor! ¡Está inconsciente, no hay forma de despertarlo! ¡Y es por mi culpa!

—Relájate. —suspiró Pein. —Lo arreglaremos.

—Gracias, Pein. Sabía que tú me ayudarías.

—Escucha —prosiguió. —, lo mejor sería que nadie se entere. Debes despertarlo sin que nadie sospeche.

— ¡¿Pero cómo lo despierto?!

—Uhm. —el pelinaranja meditó unos segundos. —Golpéalo. —dijo simplemente.

— ¿Qué?

—Sí, haz eso. Dale una buena bofetada de las tuyas y esperemos que funcione. ¿De acuerdo?

—Pero yo... —Konan no entendía nada.

— ¡Apresúrate! ¡Sólo golpéalo! ¡Adiós! —y finalizó la llamada.

La chica sacudió la cabeza. ¿Una bofetada lo despertaría? Bien, nada perdía con intentarlo.

Se acercó al durmiente Hidan y sentó su cuerpo contra la pared. Se agachó para quedar a su altura y le dio unas palmadas en la mejilla izquierda. Nada. Intentó más fuerte. Tampoco. Debía dar lo mejor de sí. Era ahora o nunca. Respirando hondo, Konan cerró sus manos formando un puño y le descargó de lleno en el rostro del pobre jashinista. El golpe lo derribó hacia un costado y su cuerpo fue parado por un mueble a su derecha. La kunoichi aguardaba expectante.

—K-Konan... ¿q-qué...? —entreabrió ligeramente los ojos y se movió levemente, intentando sobarse el golpe en el rostro.

— ¡Hidan! ¡Despertaste! —sonrió felizmente y lo ayudó a levantarse, sacudiendo el polvo de su elegante ropa.

— ¿Qué pasó? —interrogó, aún confuso y restregándose los ojos.

—Más tarde te contaré. Ahora... ¡apresúrate! ¡Es tardísimo! —antes de que pudiera replicar, la chica lo tomó del brazo y lo llevó casi a la rastra. Hidan no se enteraba de mucho, pero también comenzó a correr a la par de ella.

Cuando ambos llegaron a las puertas del recinto sagrado, Konan tomó su brazo y le sonrió, calmada. En esos momentos parecía la sombra de la Konan al borde de la crisis nerviosa de hacía unos minutos.

Hidan asintió y su rostro se iluminó. Estaba muy feliz de estar allí y justo en ese instante.

Desde uno de los tallados ventanales, se dibujaba la silueta de Pein. Al ver a ambos, les dirigió una sonrisa aliviada. Luego desapareció de su vista.

Segundos después, las sublimes puertas se abrieron y les dieron paso. Lo primero que vieron los ojos de Hidan fue el fornido cuerpo de su prometido que, a pesar de haber estado esperando hacía tiempo, mostraba una sonrisa serena. Aquello hizo que el menor se sintiera más confiado y los nervios desaparecieran definitivamente.

El resto de los miembros se encontraban dispuestos a los costados del altar.

Detrás de Kakuzu, Kisame sonreía.

En el medio del altar, el sacerdote. También éste sonreía dulcemente y se colocaba el collar plateado. Hidan se dirigió al costado izquierdo del cura, quedando de frente a su novio y mirándolo, radiante. Konan se colocó, a su vez, detrás de Hidan. La ceremonia comenzó.

—Estamos aquí, para celebrar la sagrada unión en matrimonio de estas dos personas... —comenzó a hablar solemnemente el jashinista sacerdotal.

Mientras proseguía con su monólogo, Kakuzu se dedicó a observar el traje de su pareja. Verdaderamente se veía hermoso. Aquel inmaculado blanco hacía resaltar sus orbes violetas como ciruelas. Su aspecto parecía delicado, pero con sólo observar su mirada podías leer sus emociones tan fácilmente como en un libro. Felicidad, ligera vergüenza, amor, esperanza, pasión, muchas cosas pudo leer.

—Hidan. —su voz se profundizó, pero seguía teniendo un toque de ternura. — ¿Aceptas por esposo a Kakuzu y prometes respetarlo y adorarlo en los tiempos buenos como en los malos, en la salud como en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza?

El albino posó su cándida mirada sobre Kakuzu y le sonrió, con una sonrisa que el viejo corazón del tesorero recordaría para siempre.

—Acepto.

—Kakuzu. —ahora el religioso de dirigió al mayor. — ¿Aceptas por esposo a Hidan y prometes respetarlo y adorarlo en los tiempos buenos como en los malos, en la salud como en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza?

— ¿Con separación de bienes? —preguntó con interés. Obvio que eso es muy importante, no imaginarse el día en que ellos si es que se divorcian. Hay que ser precavidos. En cuanto al Cura, asintió. — Acepto. —la sonrisa del jashinista fue correspondida.

—Que así sea. —cerró el misal que mantenía abierto sobre la mesa y le entregó a Kakuzu una pequeña cajita forrada con terciopelo morado. Sobre ella, las dos alianzas doradas que representaban su unión. Cuidadosamente, tomó el anillo y lo depositó con delicadeza sobre el dedo anular de la mano izquierda de su pareja. Éste no pudo evitar sonrojarse levemente.

A continuación, hizo lo propio con el otro, colocándolo en el dedo correspondiente de su prometido. El ojiverde entrelazó sus dedos con los de Hidan, contento.

—Ahora, con el poder que me fue conferido por nuestro Dios Jashin sama, los declaro en unión sagrada eterna. Kakuzu, puedes besar a Hidan. —concluyó felizmente.

Hidan pasó sus brazos por su cuello y le sonrió con una felicidad casi transparente.

El fuerte corazón del tesorero se enterneció. Le correspondió y entrelazó sus manos detrás de su cintura. Un beso suave, tornándose apasionado, selló sus sueños y promesas desde ese día. Ahora ambos estaban juntos por fin.

—Te amo. —Hidan besó su mejilla y apoyó la cabeza sobre su pecho.

—También yo. —respondió su reciente marido, acariciando sus suaves mechones.

Los miembros se acercaron a felicitar a cada uno de los recién casados. Hidan agradeció y despidió al sacerdote, que debía seguir su viaje.

La felicidad de sus corazones eternos era grande. Muy grande. Su sueño compartido hecho realidad.

— ¡Es hora de tirar el ramo! —gritó feliz Hidan. Ante esto casi la mayoría se juntó a esperar el dicho ramo. Alguno por obligación, como Deidara, Pein, Zetsu; este para comer, e Itachi. Konan por cuenta propia. El jashinista se puso en posición. Lanzó el ramo.

— ¡Es mío! —gritó la Akatsuki intentando atrapar, extendiendo ambos brazos.

— ¿Por qué tengo que estar aquí, uhn? Es humillante. —se reclamó asimismo. De la nada el gran ramo del albino cae en sus propias manos. Deidara queda confundido. ¿Con quién demonios se casaría?... esperen… ¡¡No se casaría!!

Sasori y Tobi, quedaron atónitos. No era tan malo. Sus insanas miradas se posaron en el joven artista explosivo.

— ¡Es tuyo Konan! —el ojiazul prefirió entregárselo a la chica que lo recibió.

Konan miró dulcemente a Pein. Pein sintió escalofríos.

Sasori y Tobi se reprimieron.

— ¿Y ahora qué? —preguntó Kisame.

—La fiesta. —respondió Kakuzu.

·

·

·

La radio estaba con la música a todo volumen dentro de la conocida cueva. Todos bailaban en grupo, otros de a dos, y de a tres en el caso del deseado de cabello dorado, bailando con su maestro y el buen chicoa la vez. Parecía más una de esas fiestas homosexuales, que una fiesta de matrimonio.

Podríamos decir, los únicos "normales" son el líder y la sublíder.

La noche había caído.

Después de un intenso y cansado movimientos de cuerpos siguiendo el ritmo de la música, el consumo co de bebidas alcohólicas, sobre esto. La cual Sasori y el azabache enmascarado, emborracharon al inocente rubio, con muy claras malas intenciones. Cuando se terminó la fiesta, ellos dos se llevaron a un Deidara nublado a la habitación del marionetista. Lo siguiente sería un calentón trío. Mientras tanto con los demás, solo fueron a sus respectivas habitaciones.

"Danna, Senpai y Kohai", no son los únicos que tendrían un sofocante ambiente. Sí… los recién casados también tendrían.

Kakuzu le colocó seguro a la puerta.

El albino se estaba quitando la ropa. Se recostó encima de la cama completamente desnudo esperando a su esposo.

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¡Ah, ah, ah, ah! No son precisamente los gemidos de Hidan… son los de Deidara siendo follado por el colorín y el poseedor del Sharingan Eterno.

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¡Ah, ah, ah, ah! ¡Mierda, más! Esos sin lugar a dudas con los gemidos de Hidan.

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El joven inmortal ya bastante cansado, se recostó en el formado y moreno pecho de Kakuzu. Hasta que sus parpados no dieron más, y los cerró.

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Tres semanas habían pasado desde entonces. Desde que se casaron. Las cosas eran iguales, las mismas discusiones, el mismo sexo desenfrenado, las mismas misiones, todo era prácticamente lo mismo. Salvo por un detalle.

…Por alguna extraña razón, Deidara salía constantemente con Sasori y Madara.

A Akatsuki le parecía confuso.

Sin embargo entre nos… era violado por esos dos.

Saliéndonos del tema, Hidan sentía que le faltaba algo. No sabe lo que es, pero es importante. No era precisamente la presencia de Jashin o que Kakuzu sea más cariñoso. Era… una palabra extraña. ¿Farmacia? No, no era eso. Sentía un profundo vacío en su ser.

Sacudió la cabeza. Se observó en el espejo.

—Estoy casado con Kakuzu… ¿qué mierda me pasa? —no dijo nada más. Olvidó aquello sentándose en su cama. Luego prendió el televisor. Lo primero que vio fue una entrevista de una familia.

Familia…

Eso era.

Una Familia Jashinista.

¿Pero como lo haría? Es un hombre y los hombres no quedan embarazados. Puede ser que Konan se ofrezca a… ¡¡No!! ¡¡Eso jamás!! ¡Kakuzu es suyo, y Pein lo "mataría"!

Lo que estaba pensando es una locura. Decidió apagar la televisión, y se acostó, relajándose.

Miró el techo buscando respuesta o no sabe qué cosa. Lo único visual eran machas negras y sangre seca.

¿Y si…?

—Jashin sama.

No perdía absolutamente nada. Pero creía que su Dios no lo haría. Había que intentarlo ¿no? Sabía que Jashin… no le haría el favor. Solo probaría.

·

·

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— ¡Demonios Hidan! ¡¿Cómo pudiste desmayarte en plena pelea?! —exasperado le gritó Kakuzu. No era para menos. Tenían a los sujetos listos para matarlos y hacerlos sacrificios, pero ese inesperado desmayo del menor, hizo al tesorero reaccionar, llevándoselo a un lugar apartado.

— ¡Me desmayé y punto! —contestó frunciendo el entrecejo. —Tch.

—Joder Hidan. Llevas un mes con desmayos repentinos, y vómitos. Sobre todo el vómito.

—Ya te pedí perdón por haber vomitado en el almuerzo, joder.

—Debes estar enfermo, y no me refiero mentalmente, ya que eres así. —el jashinista le miró de reojo por lo último. —Vas a ir al médico.

— ¿Qué? No estoy enfermo. Soy inmortal, y cualquiera que sea la puta enfermedad, no voy a morir. —reclamó.

—Vas ir aunque no quieras. —dice amenazante. —No voy a soportar tus vómitos y desmayos en plena misión, ¡y más aun! Tus repentinas ganas de comer en abundancia. ¿Sabes? Alimento a nueve idiotas, y no para que tú —le indica con el dedo índice. Aumenta su tono de voz. — te comas toda la comida. Además tienes síntomas de mujer embarazada, aunque suene tonto.

Aquello hizo meditar a Hidan, recordando la petición a su Dios Jashin sama.

¿Se lo cumplió?

No… es imposible.

Está comprobado científicamente que un hombre no puede quedar embarazado. Puede… pero teniendo los órganos femeninos. Y él… no es nada de eso.

¿Y sí…?

Trago dificultosamente su saliva.

—Kakuzu…

—Vamos a ir al médico.

—Kakuzu, creo que yo…

—Mejor vamos ahora.

—Kakuzu, no creo que sea necesario…

— ¡Joder Hidan, cállate! ¡Vamos ahora, o te lanzó a ese árbol a golpearte!

—…Bi-bien.

 

Notas finales:

 

N/A: ¡Ta tan! ¿Cómo quedo? Como verán, lo dejé en MadaDeiSaso o como quieran imaginárselo, para que no haya pelea. Por cierto, el Fic fue Beteado por Katsumi of Doom, pero solo este cap, ya que se encuentra ocupada. Los otros cap están siendo Beteado por Sakura is a Sexy Bitch (buen seudónimo xD). El 2do cap se demorará un poco, tengan paciencia, está siendo Beteado.

Totalmente loco en que Hidan quedase embarazado, pero necesitaba una forma para que ocurriera, y lo único que se me le ocurrió fue en "Jashin-sama".

¿Qué sucederá el próximo capítulo? Tienen que dejar review's si desean saberlo.

Un Review's, te hace perder 5 kilos x3.

O Jashin-sama te castigará.

 


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