Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El sol no regresa por Kat

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Kat: Ohhhh mi primer songfic XD hace mucho tiempo que quería usar esta canción… pero hasta ahora me volvió a rondar por la cabeza ^^ ¿Y qué hago cuando no quiero estudiar? Escribir -_- así que aquí vamos.
Este es mi regreso, creo ^^u y aunque mañana tengo una exposición que vale el 30% y son casi las doce, la verdad se me entoja publicar algo, y ya que este lo tenía desde hace un tiempecito, pues... espero que les agrade.

Notas del capitulo: Disclaimer: Los personajes del universo de Harry Potter le pertenecen a J.K Rowling y a todo aquel que se le ocurra vendérselos. La canción se llama ‘El sol no regresa’, de la quinta estación… obviamente tampoco es mía. Lo que es mío es la breve trama y el AU.
Hace días perdí en alguna cantina
La mitad de mi alma… más el quince de propina.

Rondabas por mi mente en aquel momento… rondas por mi mente ahora. ¿Por qué? Sólo ver esas flores brillantes, nocturnas, me hace recordar tus ojos. Son tan intensos como todas ellas, allá, colgadas del universo… tan lejanas como tú. De un solo trago, apuro el whisky de fuego, la fina copa de cristal serena sobre mi mano, sin importarle en absoluto que beba; que mi garganta y mi esófago se incendien al paso del fuertísimo líquido, y que mi mente me grite que lo deje. Que descanse, que mis ojos y mis extremidades ruegan por estar en brazos del piadoso Morfeo. Y la vocecilla del licor y de la desesperación, agrega un ‘para siempre’ a la petición de la poca razón que me resta. Y me parece oír la voz de mirada dura diciéndome con bien oculta preocupación ‘Loco, como tu padre, Potter’.

Suspiro profundamente. Mis ojos verdes deben estar manchados de hilos rojos, bañados en cansancio y ensombrecidos de tristeza. Así es como me siento… y me sirvo un poco más de whisky, —que seguramente quien me obsequió la botella cuando se entere para que la he usado, jamás volverá a darme una— aquí, completamente solo en este rústico y vano balcón. Recordándote, tal como ha sucedido desde hace dos meses… dos meses de invierno en primavera. De bar en bar, de cantina en cantina, de tumbo en tumbo y perdido en esa oscuridad desoladora que poco a poco, sin prisa pero sin pausa, absorbe gustosa mi alma, saboreándome. Dejando más dinero y tristeza de los que podría dejar estando sobrio… o con la mínima cordura en mi cabeza. Con más de la mitad de mi alma, con el conocimiento de mis amigos y mucho más que las sospechas de unos ojos negros.

No es que sea el alcohol la mejor medicina
pero ayuda a olvidar cuando no ves la salida.

Pues bien, la última vez fui a un bar muggle, repleto de muggles, y repleto de sonidos de urbe entusiasta. Fue la primera vez en estos dos meses que me atreví a poner un pie allí nuevamente… donde ambos solíamos sentarnos a charlar sobre sandeces y tú siempre derramabas ‘accidentalmente’ alguna bebida sobre mi camiseta cuando la linda camarera me sonreía. Dulce, dulce recuerdo… una sonrisa arranca ese sabor, casi menguando la amargura del alcohol.

Cuando vimos con curiosidad y escepticismo los mueblecillos sin más soporte que su esponjoso relleno, el ambiente oscuro, la decoración y el sonido, pese al río de conversaciones, sobrio; y probamos la comida, y la bebida, y el ambiente; supimos que este sería un sitio muy frecuentado futuramente por ambos, no así nuestro adusto acompañante. Para tu pesar, y el del profesor, aunque fuera muggle. Aunque quizá… no tan de tu pesar. Sé que aún, aunque ya no pueda alcanzarte con mis manos, guardas en tu memoria aquel día en que nos enamoramos. En un hotel muggle… en este hotel. Y lo peor para mí, mi frustración más grande y la más infame herida que me has hecho, casi sin darte cuenta… es esa sonrisa cada vez que divisas la cálida y rústica recepción, con los mismos cuadros y la misma señora gorda y amable esperando dar una reservación. Como si nada hubiera cambiado, ¡Como si todavía me amaras como yo lo hago! Y esa maldita sonrisa es lo único que me hace poseer una llamita de esperanza, un trozo de sol ardiente quemándome la piel y dejándola hecha cenizas, comiéndome desde dentro hacia fuera.
Oigo un ruido repentino y bajo mi vista hacia la copa… que descansen en paz en el suelo sus restos junto a mi sangre. Quema tanto por dentro, que casi no se siente algo externo, aunque vea el carmín deslizarse desde la herida repleta de pequeños vidrios, cayendo macabramente sobre el tapiz durazno con una mancha oscura de fuerte licor; reflejándose vanidosa en sus espejos personales que yo mismo he creado. Frunzo mis labios y mis ojos cierro forzudamente, buscando un refugio frío en la pared de crema, tratando de esconderme de mí mismo. Patético, es cierto; Severus me lo diría, tú me lo dirías. Incluso la luna llena se burla de mí con traviesos rayos. Sonrío irónico cuando siento un molesto escozor en mi visión. Por milésima vez en sólo esta semana.

Hoy te intento contar, que todo va bien aunque no te lo creas…
Aunque a estas alturas un último esfuerzo no valga la pena.

¿Dónde quedaron los días en que fuimos felices? Aquellos en que no me veías, como hiciste hoy mismo, con esa mirada condescendiente mientras te mentía con mi mejor sonrisa. La mejor que pude regalarte ahora, intentando que mis ojos no se deslizaran con el profundo odio que en realidad no siento hacia aquel que te arrebató de mi lado… sin punto de retorno. O de partida. Así como yo te entregué mi corazón, sin siquiera pedirte que lo cuidaras… que tal vez debí hacerlo. No puedo evitar reprochártelo, aunque sepa que no lo hiciste a propósito, aunque yo mismo te empujara hacia lo que tú realmente anhelabas, arrepintiéndome al minuto siguiente, pero ya era demasiado tarde. Te habías ido, y en lo más profundo, instintivo y racional de mí ser, supe desde entonces que no ibas a volver a recoger lo que dejaste atrás.

Me siento como un perfecto imbécil por pensar, ¡Aún! Que un milagro te traerá de vuelta. A mí. Conmigo, lejos de él. Que a tu mente la golpearán y acariciarán todos nuestros recuerdos y todas nuestras vivencias. Nuestras.
Cuando vencimos codo a codo en una batalla potencialmente fatal y comenzamos a tolerarnos, cuando en el último y fresco año en ese castillo que había sido nuestro verdadero hogar comenzamos a reír de simplezas en los terrenos, cuando de pronto esas tonterías pequeñas e imperceptibles para otros comenzaron a ser lo más importante para nosotros, para burla de cierto tercero Slytherin. Cuando deseé, por primera vez en siete años, haber tomado la blanca mano que el niño rubio me ofreció altanero. Cuando…

Dos lágrimas se deslizan por mi rostro, haciéndome sentirme el ser más humillado y miserable sobre la tierra. Me deslizo por la pared, rendido por no poder sostener mis propias extremidades. Cuando… en lugar de intentar juntar de nuevo esa mano blanca, ahora madura, con la mía… me llené por completo, como un globo, de valor y estupidez y… mis labios cubrieron los tuyos. Y creí firmemente que ibas a golpearme, a despotricar en mi contra por todo Hogwarts y todo Londres por el resto de tu vida, a mover cielo y tierra para que me expulsaran; y pese a que estos presagios y otros variopintos pensamientos cruzaron por mi mente mientras tu sorpresa se desvanecía de a poco junto a ellos, no me importó. Me dediqué a probar lo que más había querido en mucho tiempo… y fue mi turno de quedar atónito cuando tus labios se movieron, y se abrieron, y tus brazos rodearon mi cuello, y tus manos atrajeron mi nuca. Una emoción creciente y maravillosa me inundó por completo, manando de mi pecho y de mi desbocado corazón. Nunca olvidaré esa inmensa calidez y alegría que sentí, nunca el sabor de tu boca y de tu alma.

¿Lo habrás olvidado ya, Draco? Cada día, cada hora me lo pregunto y me lo pregunto y me deslizo y vago por una pequeña posibilidad, por una respuesta admisible para ambos, y sencillamente no la encuentro. Incluso me he visto tentado a preguntarle a nuestro querido ex-profesor, tu padrino, qué le has dicho. Qué le has contado, lo que no he osado preguntar, siquiera mencionar, ¿Cómo te va con él? ¿Te olvidaste de todo lo nuestro? ¿De mí y de mis besos? Lamentablemente, todo mi valor Gryffindor se ha ido vaporizando en estos sesenta días, marchándose junto a esa fina neblina que últimamente aparece por la noche para recalcar mi desolación. Para traerme esos preciosos consuelos archivados en mi memoria, protegidos de la realidad por un profundo abismo, y llevárselos de nuevo junto a la noche, dejando sólo la amargura de una botella vacía.

Mi último año en Hogwarts fue en verdad un broche de oro. Aquel dulce y eterno beso, concluyó por unirnos, creí, definitivamente. Si bien siempre fui un soñador, no me atreví a imaginar que me arrastrarías por todo el castillo de la mano, a la vista de todos. Casi puedo sonreír con la imagen mental de los rostros de mis amigos, tus padres y Snape en aquellos un tanto embarazosos momentos de confesión. Aunque debo admitir que, pasada la sorpresa y el desmayo de Ron, la mirada de tu padre me asustó bastante… ¡Creí que me fritaría a maldiciones en cualquier instante! Y la poco discreta retirada de Severus, me saltó en el pecho como una alarma de policía. Es verdad que lo que menos deseaba era arruinar la relación con tus padres y mi incipiente aunque importante amistad con tu padrino; quien por cierto se atrevió a escuchar pacientemente nuestra primera pelea estúpida más tarde, efectivamente, acerca de la confesión. Lo cual me alivió profundamente, era su manera de ‘aceptar’ nuestra relación.

Y todos tuvieron que tragarlo, aunque fuera condimentado. Claro que, después de tres años, las esperanzas de Lucius Malfoy sobre que su hijo estuviera en una terrible fase de ‘experimentación’ se irían por el caño. No te habló por mucho tiempo, te decía; no obstante, Malfoy padre descubrió, aunque en años, y gracias también a la señora Narcisa, que además de Malfoy, también era humano. Y eres su único hijo… para pesar de su orgullo. Así que al momento glorioso para ambos de graduarnos en la Academia de Aurores, Lucius se presentó junto a Narcisa y Severus. Y se disculpó con un rostro de enfermedad que jamás olvidaré, en verdad fue algo impagable. Tú, Draco, viendo claramente esa actitud, sonreíste. Y le abrazaste por respuesta, como estuve seguro que habías deseado desde hacía mucho tiempo… al menos la tonalidad verde del rostro de tu padre se desvaneció. Y hasta ahora, no puedo negarme el inmenso agradecimiento y emoción que me embargó cuando al comienzo de ese conflicto, me preferiste a mí por encima de tu padre. Fue una sensación tan agridulce.

Ahora sólo me queda vinagre en la lengua y en la garganta. Vinagre por aire y por dulce, quemándome los ojos mientras emana de ellos. Si bien mis amigos no saben cuánto bebo por semana últimamente, en realidad es de su seguro conocimiento las incontables lágrimas que he derramado. Y me irrita a niveles exorbitantes que también parezcas saberlo a la perfección. Hoy lo vi, hoy te vi. Maldita la hora en que se me ocurrió visitar a Dumbledore. Tú estabas allí, negociando junto a él, el puesto de profesor de DCAO que tanto te había obcecado recientemente. Del que planificamos entrar juntos a Hogwarts más tarde. No entré sin llamar… Albus es uno de los quieren que lo supere y de la cara. Me sorprendí de verte allí, sentado con la usual elegancia y sutileza que te representan. Me volteaste a ver, tus ojos argentados tratando inútilmente de ocultar ese brillo de preocupada ansiedad. Por tan sólo un segundo, me paralicé, observándote. Me dolió volver a desear tus labios rosados y tu piel de luna. Tu mirada desesperada por más en privado y discreta y altiva en público. Tu cuerpo delicioso en el que solía perderme cuando y cuánto quisiera. Y aunque me empeñé en decirme que ya no me perteneces, casi tuve el estúpido y tosco impulso de correr a besarte.
— Buenos días, Harry.
Levanté la vista hacia Severus, detenido junto a la ventana, mirándome intensamente. Simulaba tranquilidad con sus brazos cruzados, y mi mirada hacia él fue de profundo agradecimiento... la verdad es que, desde su lugar, había vuelto a salvarme el trasero. Devolví sonriente el saludo, al igual que a Dumbledore luego; y en un acto nervioso que ahora me reprocho, introduje mis manos en los bolsillos de ese jean caro y negro… que justamente me habías regalado tú. Y me maldije por ello.
— Hola, Harry. ¿Cómo ha estado todo?
Te observé nuevamente, esperando que mi traidora mirada verdosa no me delatara. Sonreí, luchando por obviar el que esa aparentemente cortés y despreocupada pregunta escondía no muy bien.
— Oh, bien. Ya sabes, luchando con Wryfing.
Sonreíste, y casi no pude ocultar cuán maravillosa me pareció pintada en tu rostro esa sonrisa libre de compromiso. Magnus Wryfing, mi gruñón jefe en el Ministerio, tu antiguo jefe mientras trabajaste allí. Sé que Lucius te echó la bronca cuando renunciaste… el mismo día en que terminamos. Y fuiste a buscar a la persona que ahora mantienes sentada a tu lado. Supongo que te trató de promiscuo, luego de todo lo que pasó para aceptarme a mí y que fueras auror en vez del siguiente empresario de la familia… al menos esta vez no dejó de hablarte. Si… eres voluble. Fue algo que me atrajo de tu personalidad… cuando no pensé que podría volverse en mi contra.

El hombre junto a ti me saludó con un sencillo asentimiento de cabeza. Yo respondí del mismo modo. Y nos quedamos mirando con seriedad…
Sonreímos después. Se levantó y nos abrazamos, y traté de no sentirme culpable por odiarle tan sólo un poco.
— ¡Oye hermano! Hace un tiempo que no te veía de cerca. ¿Ese Wryfing en verdad es la hostia, no? — me dijo sonriente desde su altura, con sus ojos azules brillantes.
Reí un poco, tratando de no parecer desganado. Sintiéndome cada vez más miserable por tener que recordar a prisas forzosas que a quien tenía en frente no era mi rival, ni mucho menos mi enemigo: era mi mejor amigo de más de diez años, ese pelirrojo alto y fornido, no era otro que mi casi hermano Ronald Weasley. El único de mis amigos que en verdad, estoy convencido, no sabe absolutamente nada del sabor amargo en mi boca, del vinagre en mis ojos y del humo en mis pulmones. Y me sentí culpable por evitar su encuentro hasta ahora, por sentirme tan aliviado de su ingenuidad. Sé que tú también debes sentir ese hecho como un peso menos. Porque ambos sabemos que Ron te dejaría si supiera de mi tristeza. Y pese a todo, si ahora algo tenemos en común, es que queremos que Ron sea feliz. Y quiero que ambos sean felices, por más miserable que pueda sentirme yo.

Hoy los buenos recuerdos, se caen por las escaleras
y tras varios tequilas las nubes se van, pero el sol no regresa.

Para el menor de los varones Weasley, Draco Malfoy y Harry Potter cortaron por lo sano, consecuencia el final del enamoramiento. Y entre todos decidimos que siguiera pensando lo mismo… y no la infortunada realidad que le impediría disfrutar de su amor… por ti. Es más, tú y yo no le contamos lo que en realidad sucedió a nadie… se volvió algo privado, casi reverencial entre ambos. Desde Ginny, pasando por Nev y los gemelos, y llegando hasta Hermione, supieron que nuestra versión escondía algo más la primera vez que, lamentablemente, me vieron llorar en mi habitación de La Madriguera hace un mes y medio, aproximadamente. No me arrancaron palabras… pero se fueron seguros de la verdad. Yo dejé ir a Draco por Ron. Y eso es cierto… con un poco más de crueldad en medio del asunto.

Quizá contagiado por la ingenuidad de mi amigo, no noté hasta mucho después las miradas y los gestos de esos dos. Se querían… y sin embargo, supieron respetarme hasta donde dieron sus límites. Hasta el final. No sé cómo demonios pasaron de llamarse ‘comadreja’ y ‘rubio oxigenado’ a ‘mi Ron’ y ‘mi dragón’. Bien… supongo que debí haberlo sabido. Por esos días, Ron iba a irse un tiempo con su hermano Charlie a Rumania. Por más que le pregunté el motivo, sólo me respondió que tal vez seguiría los pasos de su hermano. Ahora sé que deseaba alejarse de la tentación y enterrar la misma tristeza que yo siento ahora… admito que hubiera hecho lo mismo. Lo haría ahora… si.

Yo… le pregunté qué pasaría con su relación con Hermione. Y ambos se miraron con algo que percibí como resignación. Terminaron, ellos sí, por lo sano. Me alivia tener esa certeza. Y justamente el día en que iba a marcharse en un avión muggle, como estaba acostumbrado finalmente… sucedió.

Sentí que mi alma se rompió cuando pronunciaste su nombre mientras todavía me encontraba en tu interior. Terminé y la turbación me nubló el pensamiento totalmente. No pareciste percatarse del nombre fugado de tus labios, un nombre que no era el mío. Me miraste, tu rostro sonrojado y jadeante; mi expresión debió decírselo explícitamente. Abriste de lleno los ojos con un brillo de angustia y pavor en estado puro sobre la plata líquida, frunciste los labios y de inmediato la tensión gobernó tu cuerpo. Yo me sentí perdido, completamente. Estaba paralizado, y mi corazón latía con mucho esfuerzo. No supe exactamente cuando recuperamos nuestras prendas regadas en esta misma habitación y las volvimos a deslizar por nuestros cuerpos.

Sólo recuerdo con exactitud el profundo pesar que te embargaba y mi alucinado estado. Recuerdo tus palabras y tu mirada, tu tensión y tu tristeza.
— Harry… ¡Cuánto lo siento, perdóname! — musitaste totalmente angustiado, como jamás te habías disculpado conmigo ni con nadie.

Estrujabas tus manos. Yo no respondí nada… no me lo podía creer. Era algo imposible. Mi novio de cuatro maravillosos años había pronunciado un nombre que no empezaba por H mientras hacíamos el amor. Era algo que mi cerebro sencillamente no quería procesar, principalmente por no encontrarle ningún sentido. Hasta me hundí en el tierno pensamiento de que todo aquello era un sueño. Una pesadilla. No me duró mucho el gusto.
— Lo siento… tanto Harry… — aquel susurro cargado de honestidad lo dijo todo.

Fue mi balde de agua helada. Me hizo reaccionar, y lo primero que hice al saber eso verdad, fue contener las lágrimas. Ni siquiera había rabia, mucho menos odio. Sólo me sentí profundamente triste y deprimido. Pleno de angustia, te mantuviste cabizbajo, seguramente recordando como ahora yo lo hago, escapándosete como a mí se me escapa.
— ¿Tú y él han…? — fue lo único que pude murmurar.
Sin alzar tu cabellera platinada, vi la sorpresa y el horror en esos ojos que había amado tanto, mientras conducías una mano a tu boca. Negaste casi con dificultad, comenzando, como yo, a contener dificultosamente las lágrimas.
— ¡No! Nosotros no… seríamos capaces de… — tu voz se quebró.
Y tuviste que cerrar los ojos, dejando fluir las lágrimas y ahogando un pequeño sollozo en la cuna de piel. Yo hice lo inhumano para tragarme mi nudo y limpiar con rapidez una sola lágrima fugada.
— Entonces… él… te quiere… — pronuncié con toda la calma que se puede tener en una situación así.
¡Casi te encogiste sobre ti mismo! La respuesta fue un ramalazo.
— No es su culpa… por favor Harry, no le odies, no es su culpa. — me dolió, ¡Me duele tanto como le defendías y le defiendes con vehemencia!

Y a pesar de mi pesar, también me alegra que en verdad le quieras. Que en tus ojos refulja la candidez enamorada como nunca la vi brillar junto a mí, cuando le ven a él. Que le sonrías y seas más condescendiente. Que te delate por él y que le defiendas contra el mundo de ser necesario. Que lo ames. Porque así Ron no volverá a sufrir, y tú mismo tampoco volverás a hacerlo.

— Es mi culpa, lo siento tanto, todo sucedió tan rápido, yo no quería que sucediera, yo… — farfullabas con voz en quebranto.
La caricia que dejé en tu cabello pareció reconfortarte, sino calmarte en absoluto.
— Draco… yo… les conozco a ambos. — mientras lo decía, en verdad estaba cayendo por un pozo casi sin fondo, libremente por el vacío sin ser en verdad consciente de cuán dura sería la caída — Sé lo que… pudo haber… sucedido… — él se tensó— y lo que no. — se mordió los labios — …l… se marcha hoy.

Sólo asentiste tristemente. Supe que no pensabas hacer algo al respecto; que como siempre, te encerrarías en ti mismo y te ahogarías esta vez en su ausencia. Un pensativo y expectante silencio se posó sobre nosotros como un velo azul. Sé que sólo transcurrieron minutos, en contra de esa sensación de infinita carga horaria.
Con lentitud y sigilo, dejé por fin las claras hebras, completamente consciente de estar dejándote también. Fue mi despedida. Y me tomé unos escasos segundos más para reunir todo mi valor y toda mi fuerza en las seis palabras que más me ha costado pronunciar en toda mi vida:
— ¿Por qué… no vas a buscarle?

Como impulsado por una cadena invisible, alzaste de inmediato la vista, completamente atónito. Te devolví una pequeña sonrisa que debió ser el gesto más triste del mundo. Después de unos interminables segundos en que sopesaste duramente si aceptar que de mis labios habían salido de verdad esas palabras, tu expresión de tornó en hondo remordimiento.
— Harry… — susurraste.
Y mi orgullo se sintió muy, muy herido. No podía permitir que dijeras más.
— Mira, Malfoy, por si no es obvio, terminamos. — tú expresión confundida me hizo sonreír tenuemente en medio de la gran herida — así que mueve ese culo que me acabo de follar y vete a buscar a mi desolado mejor amigo antes de que se marche a fingir que le gustan las bestias letales escupe fuego… sin pelo rubio.
Fingí yo enfurruñado. La confusión tardó unos segundos más en marcharse y dar paso de nuevo a ese irritante remordimiento. Sólo alcanzaste a abrir la boca antes que comenzara a empujarte fuera de la habitación.
— Adiós, Malfoy.

Lo último que vi antes de prácticamente tirarte la puerta en la cara, fue tu semblante de incredulidad. Y dando un silencioso suspiro, me recosté con la moral por el piso sobre la puerta. Casi pude sentir la presión de tu mano al otro lado.
— Harry… — te oí pronunciar resignado, apenas ahogado por la fina puerta de madera — Gracias. — pronunciaste con infinita gratitud, doliéndome de dónde provenía — Ha sido un placer follar contigo. — y concluiste cariñosamente, logrando hacerme sonreír entre el río de lágrimas que ya dejaba deslizarse por mi rostro hasta caer al suelo y mojar el impoluto tapiz.

Te quedaste ahí unos momentos más. Y saliste corriendo, yo sólo oyendo tus pasos cada vez más lejanos sobre la madera del suelo.
habías pronunciado. ¿Quién diría que sólo una palabra de tres letras sentenciaría el destino de tres personas y mataría una relación que había sido tan larga y fuerte? Sólo pensarlo me hizo sollozar hasta desfallecer allí mismo, recostado en la puerta.

Sueños de habitación entre un hotel de carretera
y unas gotas de lluvia que guardo en esta maleta.

Para mi profunda frustración, me encontró al día siguiente el que menos quería que me encontrara: Severus Snape. Todavía hoy me pregunto si es omnipotente y omnipresente o algo así. Pese al exhaustivo interrogatorio, sólo logró sacarme algunas palabras en las que incluía que había terminado con Draco por decisión de ambos… bien, técnicamente es cierto. Me observó con suspicacia y no pudo más que resignarse. Ah, yo sé que sólo lo hizo por no herir mi orgullo. El bueno de Severus… ¡Ha! ¿Quién diría hace unos años que pensaría esa frase sin sarcasmo?
Sé que debo levantarme… siempre debo sacar fuerzas para hacerlo. No es que no esté acostumbrado… sólo que esta vez la caída es estrepitosa, el golpe es más duro. Quizá no más duro que la muerte de Sirius en mi quinto curso de Hogwarts… de la que aún no me recupero del todo. Reconozco que me hubiera encantado poder ver su rostro horrorizado resaltando entre los demás al momento de la confesión, escucharlo reprocharme mi relación con Draco en estos momentos.

Estoy cayendo peligrosamente y lo sé. Mi mano comienza a hincharse de forma grotesca… ni siquiera tuve el cuidado de lavarla. Supongo que ha de estar infectada. En medio de la luz irritantemente flamígera de la luna, no sé de donde me vienen las fuerzas para ponerme en pie. Me dirijo al baño, pasando junto a la mesilla que guarda tentadora la botella de firewhisky medio llena… y me detengo frente a ella. La tomo y continúo mi camino.

Odio pensar en ti. ¿Por qué todavía te amo? Odio amarte. Odio que los recuerdos me ataquen sin piedad, ¡Y sonrío al sacarlos a la luz! Gruñendo, destapo la botella con mi mano sana y sin más dejo regar el líquido por la herida, sobre el lavabo. Grito por el ardor y escozor tan malditos, y sin embargo tan vulgares en comparación con el que siento consumirme en el interior. Sollozo, de nuevo dejando fluir las raudas y saladas gotas. No es físico. En estos momentos creo que me vendría bien un crucio… supongo que el alcohol no es tan fuerte para olvidar. Quizá aún esté en la fase de atolondramiento. Pronto detengo el flujo de líquido y me lavo la mano, casi con desesperación… pero casi tentado a repetir la experiencia, que es un alivio del sistema nervioso para mi alma atormentada.

Segundos más tarde, mientras vendo mi mano como sea con una de esas cintas blancas, lo primero que encontré en medio de un cajón de primeros auxilios, sin darme chance ni tregua, mis propias memorias amenazan con enloquecerme nuevamente. Todo fue por un corte. Por supuesto, no lo busqué, ni tampoco destruí una copa a mano desnuda. No nos enamoramos en Hogwarts, ni siquiera siendo novios y enfrentando a tu padre (que en realidad querías hacerlo desde hace mucho)… fue aquí donde nuestra relación maduró, terminó por ser algo esencial en nuestras vidas. Nuestro noviazgo en el castillo fue tan incauto como el de cualquier otro adolescente, que espera probar otras aguas más adelante. Yo estaba consciente de ser tu primer novio masculino en toda regla, estaba consciente de que ello te dio el valor que hacía falta para confesar tus verdaderos deseos a tu incomprensiva familia. Y tú estabas consciente de ser también el primero; este fue un hecho que creó un mutuo cariño especial. No obstante, ambos sabíamos que sólo era cariño… no había amor y ninguno de los dos esperaba algo más. Si soy franco, y coloquialmente, ‘siempre te tuve ganas’. Sólo esperamos a ver cómo terminaría… y vaya final que tuvo.

Esos pensamientos cambiaron por completo en esta estancia… al menos, puedo afirmar, los míos. Estábamos muy nerviosos… pese a todo, por recato o por cortesía, no querías que algún capitalista de tu casta te viera entrar a algún lugar como en el que estábamos entrando, sería el colmo de lo prohibido, verte entrar con una sonrisa enorme por el portal del infierno. O su definición de infierno. Y de seguro la maravillosa Rita Skeeter estaría encantada de dar los detalles en su columna con una gran foto de portada. Fue así como yo mismo elegí este lugar… aparentemente un burdo y aparatado hotel de carretera londinense. Por supuesto, ni siquiera estaba entre mis opciones cuando ambos tuvimos el silencioso acuerdo de perder lo que nos quedaba de inocencia, como el armario de escobas o el despacho de Filch. No obstante, fue casi mágico. Aquel día volvía de la ciudad, a una semana de nuestra graduación… y de la que iba a ser nuestra mejor celebración privada. Una listilla de pergamino arrugado guardaba paciente y desordenada los lugares que a mi parecer serían adecuados… por supuesto, no conté con que el viento la liberara de su prisión enganchada en mi bolsillo, justo cuando pretendía desaparecer tras el largo muro de finos y elegantes bordes durazno. Y casi con alarma la vi volar tras él. Suspiré con conformado pesar, resolviendo ir por ella… no recordaba el nombre ni muy bien la dirección de los lugares que había escogido, un poco ausente pensando ansioso en la pronta graduación.
Así descubrí lo acogedor que puede ser este lugar. Al más puro estilo campestre, con cálida y sobria decoración, amabilidad flotando en el aire junto al aire puro, y las habitaciones amplias y frescamente amobladas, con una preciosa vista de Londres; Brown Gate me cayó como varita al mago. La lista no la encontré, en su lugar me llevé una reservación y las palabras atentas de la recepcionista.

Volví contigo. Y me fui más unido a ti que nunca… porque al juntarnos, ‘revolvernos’ en tus palabras, comprendí que te necesitaba más de lo que había pensado, llegué a pensar que sin ti no podría respirar. Y hasta hace dos meses también pensé que tú sentías lo mismo. Y quizá ese día fue memorable para ambos y nos acercó intrínsecamente el uno al otro, forjando una áurea complicidad y cariño profundo. Un cariño que yo creí infinito, invencible. Lo sentenció un corte.

Por nuestra prisa a una segunda ronda, la botella casi vacía de vino blanco cayó al suelo y voló estrepitosa en mil pedazos. Uno me alcanzó la palma derecha. Sonrío aún al memorizar tu preocupación cuando el rojo se reflejó en tus orbes… sin embargo, relajaste tu expresión de pronto. Supe que habías tenido una idea; y fue buena. Mi expresión de horror cuando te cortaste la palma igualmente se calmó cuando uniste nuestras manos. Sonreíste tan cálidamente como hasta ese momento había visto aflorar en tus apetecibles labios. Confieso que me fue imposible hacer un comentario picante sobre ‘Slytherin sangrientos’ antes que me callaras con un beso apasionado.
El amor nació. O en verdad… quise creerlo.

Ruedan por el colchón de mi cama ya desierta
Es la mejor solución para el dolor de cabeza.

Ahora no sé cuánto tiempo ha pasado desde que miro abstraído la venda que rodea mi mano, la misma de una liviana cicatriz que ahora se hará más profunda, incluso con diferente forma. Tal vez es una despiadada manera de decirme que ya nada volverá a ser como antes, jamás. Más que un suspiro, suelto el aire cansado de mis pulmones. Y con paso arrastrado y la botella transparente entre mis dedos sanos, me voy a la cama. La misma que compartimos por tanto tiempo… la que ahora, por primera vez en cuatro años, tendré que encarar yo solo cuando resignada me pregunte cuando empezará el despliegue de pasión o de cariño bajo sus sábanas blancas. La respuesta me dolerá… la respuesta me duele cuando busco refugio entre la esponjosa suavidad. Porque su impecable almohada roja aún no me ha visto llorar, ni aceptar de consuelo el punzante malestar que palpita en mis sienes.
Cuando intento estirar las piernas, de nuevo se me impide un poco de paz. La maleta negra y cuadrada, con el cierre totalmente abierto, escupe más abrumadores recuerdos, manchando de nostalgia la nevada tela. Yo sólo puedo mirarlos rodar con un anhelo estúpido en los ojos y en el estómago. Fotos Mágicas. Fotos Muggles. Objetos mágicos, objetos muggles. Fue fuerte la patada… y me dolió mucho más a mí que a la valija.

Un pestañeo de luz advierte desde fuera, ilumina en fugaz instante la habitación y se vuelve a apagar, llevándose consigo las llamas de luna. Está más oscuro que nunca… el tipo de ambiente en el que un muggle temería encontrarse con un fantasma. No sé qué hora es, más de medianoche seguramente. No me importa mucho, tampoco. El cansancio y la tristeza me impiden cerrar los ojos y ‘descansar en paz’… siquiera hasta que el sol se asome tímido y resplandeciente por el este. Empero… no soy capaz de enderezarme. Sólo observo desde aquí las oscuras y aplanadas formas de las fotos sobre la cama, la pelotita que sé dorada y dormida, el botón de clavel perfectamente conservado con magia, el brazalete de oro blanco, el pollito anti-estrés. Todas formas abstractas perdidas entre la oscuridad. Y me pregunto, si bien metí lo que pude como sea en esa maleta, por qué no refundí esos objetos en lo más profundo. Por qué no los dejé, por qué no los destruí.

Un trueno saluda impetuoso, ilumina con exorbitante destreza este espacio… y me obliga a ver lo que no quiero. Yo sé lo que hay en cada una de esas fotografías… y esa luz, pareciendo eterna, me hace repasarlo. La sonriente y movida graduación… el primer beso público. Nosotros en la fachada de Brown Gate. En un mini-golf. En el viaje loco a París, financiado por corporaciones Malfoy. Soportando y riendo una entretenida clase con Wryfing, —también nuestro entrenador— en que alguien le puso una maldición para teñirle el cabello de rosa. En Hogwarts, en Londres, en La Madriguera, en la Mansión Malfoy, en Godric’s Hollow… en infinidad de sitios que pudimos ver y disfrutar juntos y revueltos. Son demasiadas fotografías para guardar, ¿Verdad? Quisiera tener el corazón para quemarlas. Al menos, para guardarlas para siempre sin que me tienten a observarlas con una ridícula adoración. La snitch que terminó en manos de ambos en el último partido de quidditch en el colegio… el clavel que te regalé con torpeza porque no pude conseguir uno ya florecido… el brazalete de regalo de cumpleaños de tu parte… oh rayos, ese pollo de plástico nos vio muchas veces en la tina.
Lo dejaste todo atrás. No necesitaste ni tan sólo un pequeño recuerdo. Eso me atraviesa como una daga… porque sé que me dejaste por completo atrás a mí también.

Hoy te intento contar que todo va bien aunque no te lo creas…
aunque a estas alturas un último esfuerzo no valga la pena.
Hoy los buenos recuerdos se caen por las escaleras
y tras varios tequilas las nubes se van pero el sol no regresa.

Bebo a boca de botella, sediento de daño. Sólo dejó una fina nata de amargura al fondo… y sin más fuerzas, suelto la botella, mi única acompañante esta noche. El cansancio y el desfallecimiento comienzan a hacer mella en el cuerpo, logrando casi traspasar al insomne dolor. Lo que más me ha alegrado en estos meses es poder dormir… aunque sea unas horas. Es el único momento de paz que tengo, siquiera después de los sueños en que robo Gringotts de cabo a rabo (*), o en que lloro desconsoladamente por razones que mi subconsciente idea estúpidas (*); y que en verdad no deseo saber que significan para romper el fino hilo de calma que me mantiene cuerdo.

Un nuevo, furioso y ruidoso y prolongado choque de nubes sentencia el ataque sobre la tierra. El aroma a humedad comienza a perfumar el ambiente junto al repiqueteo de las gotas sobre el suelo; haciendo deprimente el paisaje del balcón de puertas de cristal enmarcadas. Harto de memorias, estiro las piernas y tumbo la maleta junto a una buena cantidad de fotos y objetos. Los relámpagos se hacen más asiduos… y me permiten divisar con los párpados muy pesados mi última visión del día: una impresión plana que no había notado hasta el momento, desde que salí descorazonado del departamento que por cuatro años Draco y yo compartimos.

Es mi espejo pasado. Un Harry sonriente e inquieto que sostiene entusiástico la última y ligera versión de la saeta de fuego, ansioso por probarla… y junto al joven, un adusto e imponente hombre de brazos cruzados, que rueda los ojos… pero que deja escapar una pequeña y cálida sonrisa al ver la felicidad del, aún, adolescente.

No sé cómo se me fuga una sonrisa, en mucho tiempo, algo alejada del sufrimiento.

No puedo negar… que me alegra por fin dormir con un poco de paz en mi mente, porque lo postrero que puedo hilvanar es la bronca que me armaría ese mismo hombre si me viera en este penoso estado.
Y lo último que sé de mundo es la caída grácil de esa foto final al tapiz… justo bajo mis ojos.

Hoy te intento contar que todo va bien aunque no te lo creas
aunque a estas alturas un último esfuerzo no valga la pena.
Hoy los buenos recuerdos se caen por las escaleras
y tras varios tequilas las nubes se van pero el sol no regresa.

Entreabro la mirada y siento esas esmeraldas más frescas que anoche. Mi respiración está más liviana, incluso. Y quiero seguir disfrutando de este amodorramiento delicioso que no me despertaba desde hace una eternidad. Entre pensamientos más compasivos a mí, sólo puedo notar que la oscuridad se ha marchado… y sigue lloviendo, una lluvia que camufla infructuosamente el sol que le da claridad desde el fondo, como si las cinco de la mañana fueran y sólo comenzara a despuntar en el horizonte, en una herida a la noche. Qué sé yo, posiblemente así es. Antes de cerrar de nuevo los ojos, la imagen que se queda en mi mente es la de la botella de whisky goteando hacia el tapiz desde la cama.

La respiración pausada me relaja y el hecho de no soñar nada anoche me ayudó mucho a descansar. Arrullado por la lluvia, caigo otra vez en un sueño que advierte volverse pesado pronto… y tal vez, oigo lejano un golpe. Detalle insignificante. Y quizá, siento hundirse la cama ligeramente… de seguro que mi alma fundiéndose en brazos del dios de los sueños. Y puedo sonreír tranquilamente. Porque el mismo sueño me acaricia el rostro y las hebras de forma exquisita.


Bostezo relajado y saboreo mi boca pastosa y amarga. Tuerzo el gesto, recordando que me bebí casi toda la botella de firewhisky anoche… Bah, Severus me mataría. Abro lentamente los ojos, como si mis párpados hubieran estado unidos con pegamento toda la noche y aún les quedara un poco. Los rayos del sol me saludan colándose por las puertas finas de cristal, y alegrando la habitación; aliviándome el pecho al darme una nueva esperanza. Sé que no será más el mismo amanecer, ni el mismo sentimiento. Aquel sol no va a regresar, aunque las oscuras nubes se hayan marchado… pero…
— Buenos días, Potter.

Creo que mi expresión se vuelve estreñida. Y con mirada mortificada, veo de soslayo al elegante hombre sentado frente a la cama, de brazos y piernas cruzadas, derecho, sólo inclinada ligeramente su cabeza hacia mí. El color sube a mi rostro. ¡De nuevo! ¿¡Por qué él!? En verdad es la última persona que quisiera que me viera en esta guisa. ¿Por qué…? Hmm… no… lo había pensado. Supongo que aún conservo aquel respeto que le tenía cuando era mi profesor. Y Si le tenía respeto, aunque defendiera mis derechos.

Unos segundos de embarazoso silencio proceden a mi aún más vergonzoso despertar. Y sólo me da tiempo de pensar en ese tono que usa en mi apellido cuando le he colmado la paciencia, de recorrer la vista por la habitación para descubrir que todo está en perfecto orden. Y ya que esto es un hotel muggle y no hay elfos domésticos, sólo puedo sentir más vergüenza.
— Interesante estado en que te encontré. — comienza en tono sardónico, y ya veo claramente la que se me viene encima… no puedo evitar contener una sonrisa — Cuando oficialmente Draco y tú cortaron por lo sano.
Si, reconozco muy bien ese tono. No pienso rebatirle nada, ahora es sencillamente inútil.
— ¿Cómo me encontraste? — es lo que puedo pronunciar con voz ronca.
Su mirada es de hondo reproche.
— Ah, no sé. Puede ser pura casualidad que todos estuviésemos buscándote mientras no pudimos localizarte en tres días, sin saber si estabas vivo o muerto. Y cuando Weasley notó tu ausencia, supimos que era grave.

Bajo la vista. No pensé en lo preocupados que se sentirían mis amigos… y me preocupa lo que pueda pensar Ron sobre esto. Yo sólo quería aislarme para pensar un poco, solo, sin las miradas de conmiseración que recientemente me devuelven mis amigos. Así que me perdí por dos hoteles distintos antes de llegar a este ayer por el atardecer. Sus labios se vuelven una fina línea, y sé que eso sólo significa enfado real junto a la mirada dura. No me hace sentir mucho mejor.
— Ya van dos veces, Harry. Y tú sabes que yo no tengo paciencia ni se me antoja tenerte lástima.
Frunzo el ceño y me enderezo de inmediato, picado sobre todo en mi orgullo por sus contundentes palabras.
— Claro, claro. …chame en cara tu omnipresencia, oh gran Slytherin. — suelto herido — Y enséñame de paso a no sentir tal y como lo haces, ya que eres un experto.
Cuando me miras amenazador casi me arrepiento de esas palabras.
— Por supuesto, Potter. Y también de paso te voy a enseñar a identificar botellas de firewhisky para magos alcohólicos, que los localizan cuando se la han bebido toda.

Bien, eso si me tomó por sorpresa. Por supuesto, ¿Por qué más Severus me regalaría una botella entera de licor, sabiendo más que nadie de mi estado? En verdad que he estado atolondrado. Supongo que al escaparse la última gota, pudo localizarme fácilmente.
— No la bebí toda… — susurro sin sentido alguno.
Gruñes y te levantas a pasear inquieto por toda la habitación.
— ¡Mírate! Cada día estás peor. Te encierras en ti mismo a llorar como una patética niñita de trece años, no hablas con nadie al respecto, te alejas del mundo, ¡Y te empeñas a capa y espada que nadie lo note como si no fuera malditamente obvio que aún le quieres!

Muerdo mi labio inferior, herido por la explosión. Aferro mis puños a las sábanas y te miro con hondo reproche. Cabizbajo, no tengo fuerza moral para refutar esa verdad que hasta ahora se me hace palpable… que tú acabas de hacer tangible. Lo único que puedo hacer es dejar que mis ojos se nublen de lágrimas otra vez… sin importarme si fluyen o no. Oigo tu suspiro, casi arrepentido. Te sientas a mi lado, y me entran unas terribles ganas de echarme a llorar en tu hombro… como una patética niñita de trece años. Lo sé.
— No puedo evitarlo… — murmuro con voz quebrada — fueron cuatro años terminados por tres letras en tan sólo un segundo que creí maravilloso…

Estoy seguro que lo entendiste perfectamente. Y ya no dije más. No pude. Tú tampoco dijiste nada más… y como si hubieras escuchado mi deseo, con la paciencia que dices no tener, y el cariño que siempre emana para mí, lo cumples. De nuevo manifestando un gesto primero en largo tiempo, dejo que me consueles silenciosamente. Dejo fluir las lágrimas junto a alguien que puede secarlas y comprenderlas.

Y tras varios tequilas las nubes se van pero el sol no regresa…
y tras varios tequilas las nubes se van pero el sol no regresa.

Me siento liberado por fin de una pesada carga que yo había tenido que cargar y afrontar yo solo. Y nace en mí, o quizá, sólo se activa, una honda calidez que me viene como un estupendo bálsamo al alma. Es… fascinante sentir este agradable remolino de sentimientos entre tus brazos. De pronto, me aferras más, y la verdad a mí no me molesta en lo absoluto. He dejado de llorar… ya es tiempo que deje de hacerlo.
— Harry… — musita como si tuviera nostalgia, lo cual me da un inexplicable vuelco en el corazón — Sólo tengo paciencia para ti. Y jamás podría tenerte lástima… nunca podría dejarte solo mientras… estás triste.

No dijiste nada más… no hizo falta. Siento como mi corazón bombea profusamente, acelerado; partícipe de una extraña emoción que es más dulce de las que había probado. Mucho más rica, que sube a mis labios y forma una mínima sonrisa, reprochándome no haberlo notado antes.

Me acurruco aún más entre tu cuerpo, sintiendo tu aroma siempre agradable y varonil, tu presencia siempre segura y alcanzable. Mi mente resolviendo dejar de atormentarme y desempolvar mejor los recuerdos bonitos que si puedo tocar. Siempre tú, salvándome, incluso en la batalla final. Y desde tu lugar, sin presionarme, sin pedirme algo a cambio, sin reprocharme nada más después de la derrota de Voldemort; seguiste cuidándome, haciéndome sonreír tu esfuerzo a veces por complacer mis locuras. Sobre la mesilla, me fijo que ahora descansa la foto mágica que anoche me arrulló en sueños. Y mi pecho salta, como nunca lo había hecho… y me siento tan aliviado y tan satisfecho. Siempre fuiste tú.
— Severus… — murmuro embelesado.
Me apartas tu abrazo y me siento súbitamente vacío. Por un momento pienso que vas a huir… pero sólo te quedas mirando mis labios con titubeante decisión en los ojos negros profundos y de siempre variopinto resplandor. Y yo me relajo completamente, esperando con paciencia y observando anhelante la posibilidad. Expectante.

Finalmente, calmas tu expresión e intentas alejarte, y a mí me da un tremendo ataque de frustración. Después de todo, creo que es hora ya de que yo haga algo. Te alcanzo a agarrar de la solapa de la camisa negra muggle y reitero lo que no osaste. Habiendo esperado al menos un poco de renuencia, me sorprende la fiera pasión que utilizas pronto para tomar el control, como me atraes deliciosamente de la cintura y recorres mi boca con mi absoluto permiso.

Se me escapa un gemido gutural y se ahoga entre ambos. Y la pasión, la necesidad y un sentimiento profundo e infinito, más bien alejado del simple cariño, crecen cada vez más. Y dan alivio a nuestras almas.

Y tras varios tequilas las nubes se van pero el sol no regresa.

Nunca olvidaré la mañana siguiente. Fue un glorioso y nuevo amanecer con un sol más refulgente y resplandeciente que nos pilló sonrientes sobre la cama. Y ya que a Sev se le pasó por completo avisar donde andaba yo, y a mí peor, Ron volvió a desmayarse de la impresión esa mañana, como hacía cuatro años no hacía.

Entonces comprendí que Draco tomó en verdad lo que más valía la pena. Y se lo agradecí… porque yo también tuve la oportunidad de vivirlo plenamente y no dejarlo ir.

Las nubes vinieron y se fueron más veces… pero ese nuevo sol siempre estuvo ahí tras ellas, iluminando mi vida sin falta.
Notas finales: (*) Soñar con robar: bien, según lo que sé de varias fuentes, este sueño se tiene cuando no se ha podido obtener algo, o cuando se ha perdido; es una manera de nuestro subconsciente de consolarnos por una pérdida, sea grande o pequeña, según se robe en el sueño.

(*) Soñar con llorar: éste es una manera de desahogo, cuando las personas no quieren mostrar sus sentimientos en vida real, el subconsciente ‘Llora’ para calmar esa tristeza.

Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).