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Seguir respirando por hijo de las sombras

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Notas del fanfic:

bien nee-san las personalidades de estos dos estan basados en tus fics jaja... pero bueno.

por cierto, estos dos son los mismos que los de lluvias de agosto, solo que en un... digamos "universo alterno" jaja

algo así

espero les guste

Notas del capitulo:

bien me despido sin más que decir, no olviden dejar sus comentarios.

seguimos viendonos en lluvias de agosto. adiós

Y aquí estoy, en esta mortecina soledad, donde solo los sueños se vuelven realidad y las pasiones son quimeras que puedes alcanzar; donde todo es nada y la nada es la perfección, si, un mundo sin pies, pero con una cabeza muy sensata. Así es mi mundo actual, donde me encuentro yo, aquí, mi vida se acaba, pero mi verdadera trascendencia seguirá hasta el final de los tiempos, pues eso es lo que soy, la nada, la vida, el recuerdo… la soledad.


 


Era una noche fría y el día de abrumante trabajo al fin terminaba para Agustín, quien solamente se dignó a salir de su oficina por el ascensor particular que en esta tenía.


 


Ciertamente el tener dinero era algo muy importante para el mundo entero, sin embargo, para él, ya nada valía, se encontraba solo, completamente solo sin nadie que le estrujara todas las noches en su cama, sin su alma amada que le dijera cuanto lo amaba cada vez que culminaba su acto de amor; no, nada quedaba para él, todo estaba perdido ahora y solo los recuerdos de un pasado efímero pero hermoso a la vez, podían aliviar un poco la congoja que en él acaecía.


 


Al bajar los pisos, solo se limitaba a pensar en algo que no existía, en algo que solo su mente podría fraguar y que las puertas del infierno le habían quitado para siempre.


Al salir por fin de ese cubo de fierros, solo pudo limitarse a exclamar un ligero suspiro lacónico, pues su vida se le acortaba cada vez que rememoraba los buenos momentos; porque sí, solo buenos momentos tuvo con la única persona que fue capaz de robarle su helado corazón.


 


-          A la mansión por favor. Fue todo lo que sus labios pronunciaron al chofer de la limosina quien, tan solo se limitó a conducirlo hasta donde le ordenaban.


 


Mientras el camino era recorrido por ese monstruo de metal y cuatro llantas, sus ojos se encontraban perdidos en la nada, quería gritar, correr, olvidar; pero en realidad, lo que más ansiaba su maltrecha alma era poder llorar.


Nunca fue una persona que demostrara sus sentimientos, tal vez un pequeño trauma de la niñez, pero, la verdad es que se sentía odiosamente vulnerable cuando alguien lo veía siquiera derramar una pequeña lágrima, era algo que solo podía perdonarse si la sublime alma que amaba fuese quien lo viera llorar.


 


Solo por esa persona se dejaba acurrucar en su pecho, descansar su cabeza en el hueco que se le formaba entre su cuello y la cabeza, si, encajaba perfectamente en aquel cuerpo que tanto le había amado y que ahora, ya no se encontraba más.


 


En su pecho se formaba cada vez más la congoja que ya no le era posible si quiera respirara de la forma más adecuada.


“Como es posible que alguien tan frío como tú, demuestres tales debilidades ante una pérdida”. Pensaba y se reprendía mentalmente, empero, no pasaba mucho tiempo cuando unas patadas mentales eran las que terminaban por aplacar esos pensamientos tan inocuos, como a los que su pasión estúpida le permitía llegar.


-          Llegamos. Señor, ¿se encuentra bien?- le pregunta su chofer, quien se ha preocupado por el inmenso tiempo de silencio que su patrón la había regalado, además, su preocupación aumentaba pues hacía mas de 20 minutos que se encontraban frente a su mansión y su señor ni cuenta se había dado.


-          Si.- fue toda respuesta que Agustín exclamó ante su preocupado empleado.


 


Noah, su chofer, también estaba pesaroso por lo acontecido, ciertamente su patrón había causado mucho revuelo con su relación sentimental, pero, aquella persona era el sol que esa mansión necesitaba. Había llegado en el momento y forma exactos, tan solo para darle un vuelco a la vida de todos y al final, que la fortuna desalmada, se llevara consigo aquellas sonrisas y gracias que siempre les regalaba a todos los habitantes del lúgubre lugar.


 


Al bajar de la limosina, se encamino hacia su privado, el cual servía actualmente como refugio de todo el barullo que fuera del lugar existía.


Pero tal cual la desdicha hubiera hecho nuevamente de las suyas, quiso el mal tiempo que Agustín se encontrara con la que tiempo atrás hubiera servido como último modo de locomoción de su más grande amor.


 


La silla cromada presentaba un aspecto pulcro a pesar de que los años hubieran pasado, ciertamente, aquel desgraciado objeto le traía un gran pesar al joven empresario, mas, guardaba aquella cosa cual tesoro valioso, pues era el último recuerdo que le quedaba de su “gomita” y por eso, le estaba reservado un lugar especial en su corazón.


 


 Tú eres mi rayito de sol


Mi único rayito de sol


 


Tan solo de verla, la vista se le nubló, comienza a recordar la primera vez que vio a su “gomita”. Realmente no recordaba con exactitud la ropa que traía puesta, solo supo que fuese lo que fuese, le sentaba muy bien; iban en ese tiempo en la universidad, se conocieron como por arte de magia, ya que mientras él estudiaba en la facultad de economía, gomita lo hacía en la de derecho. Iban caminando cada quien ensimismados en sus problemas hasta que por ironías de la vida, chocaron uno contra otro; todos se burlaron de ellos, sin embargo, cuando le toco el rostro, su mente se quedó en blanco, ya no pudo ni respirar, el tiempo, es más, hasta la misma existencia habían desaparecido con aquella caricia.


 


-          Lo siento.- exclamó mientras intentaba reincorporarse.- fue mi culpa


 


Y como si un ratón le hubiera comido la lengua, Agustín solo se limitó a ver como aquella persona se alejaba poco a poco, sin saber, que tiempo después, se convertiría en su pareja.


 


 


Si saber en qué momento había sucedido, Agustín se iba enamorando cada vez más de aquel con quien tropezó el lunes de esa misma semana, sin siquiera buscarlo, se lo encontraba a cada instante, a cada paso que daba, él estaba presente, como si de un fantasma se tratara.


“Pero si es un fantasma, es el más bello que en mi vida he conocido”. Pensó Agustín, aún cuando nunca había visto uno, se imaginaba que ese ser, era algo divino, un ángel tal vez.


Tú me haces feliz


Cuando los cielos están grises


 


Hacía más de un mes que Agustín conocía a Samuel, y aunque al principio todo había comenzado como una bonita amistad, Agustín sentía cada vez más la imperiosa necesidad de estar junto a aquel hombre, quien a pesar de tener ya 21 años, aún parecía un lindo crío.


 


Pero… ese día, al parecer todo iba cambiar. Esta vez los problemas en su casa habían aumentado, y los gritos llegaban hasta su habitación. Pero no, esta vez no lo iba a permitir más, su vida no podía ser más patética, ya era tiempo de hacer algo por sí mismo. Así que, encaminándose hasta donde sus padres discutían, dijo con gran ahínco:


 


-          ¿creen que por darme todos los lujos que tengo, estoy dispuesto a seguir soportando sus pleitos?


-          Pues sepan una cosa, no lo soporto, adiós


 


Al escuchar estas palabras, sus padres se quedaron consternados, no podían digerir la sorpresa de que su hijo les dirigiese la palabra de ese modo; mas no pudieron hacer nada, puesto que en el acto, Agustín salió de su casa todo crispado, sin lugar a donde ir, solo se dispuso a que el viento lo llevase a “ningún lugar”. Pero el destino quiso que en el camino a “ningún lugar”, se encontrara con Samuel, quien al reconocerlo se acerca hacia él, lo saluda con un tierno beso, y Agustín no pudiendo contenerse más, le aferra de la cintura, Samuel, solo se deja hacer, no quiere terminar con algo que él mismo empezó y que a la vez, ha deseado desde mucho tiempo atrás.


 


En ese mismo instante, a Agustín le parecieron vanas todas sus anteriores preocupaciones, fue ahí cuando supo, que amaba a ese niño que tenía entre sus brazos.


 


Nunca sabrás, amado


Cuanto te amo


 


Un lindo silencio de paz y tranquilidad envuelve a los futuros amantes, hasta que Samuel, no pudiendo contener más su emoción, levanta su cabeza del hombro de Agustín, le mira a los ojos.


 


-          Me gustas.- suelta de golpe Samuel, nunca fue una persona con mucho tacto, prefería ir directo al grano y esta vez, no fue la excepción.


 


A Agustín ese comentario le causó al principio extrañeza, algo que no pasó desapercibido para Samuel, sin embargo prontamente se recompuso, y sosteniendo la mirada susurra junto a su boca- Yo te quiero.- y dicho esto, besa posesivamente los labios de su amado, como si no hubiera manjar más exquisito que ellos, se pasa el tiempo degustándolos.


 


Al final no era necesario decir más, ambos sabían que eran correspondidos y que su amor estaba en buenas manos.


 


Por favor, no te lleves mi rayito de sol


 


Mas la vida no es felicidad continua, y Agustín lo aprendió de la peor manera, ya que la sombra del cáncer se cernió sobre su adorado “gomita”, los médicos hicieron cuanto pudieron, mas no había nada por hacer, la suerte estaba echada y Samuel salía perdedor en el juego de azar que se llama vida.


 


La otra noche, amado


Cuando estaba dormido


Soñé que te tenía en mis manos


Cuando desperté, amado


Estaba equivocado


Y dejé caer mi cabeza y me puse a llorar


 


La pesadilla de todos los días volvió a hacerse presente esta vez; sin embargo, cuando se levantó, ya no pudo más, por fin las lágrimas se resuelven a salir, al fin el dolor se hace presente en un alma carcomida por el tiempo, muriendo poco a poco, el llanto le dice que es humano, que aún siente, que queda algo por vivir… que lo único que queda por hacer, es seguir respirando.


 


La tormenta viene, pero no me importa


La gente muere, cierro mis cortinas


Todo lo que se es que ahora estoy respirando


 


Se viste con lo primero que hay a la mano, es decir, unos pantalones de mezclilla deslavados y una camisa negra de manga corta; sin esperar un momento más, se enfila hacia donde está su chofer.


 


-          Buenas noches señor.- saluda Noah, mientras le abre la portezuela del automóvil


-          Buenos noches Noah


 


El saludo ciertamente desconcertó al chofer, sin embargo, el pozo existencial en el que Agustín se encontraba inmerso aún seguía viviendo y si contamos el hecho de que es media noche, entonces realmente entenderíamos la extraña sensación que esto producía en Noah quien sabía que su patrón no se levantaba a esas horas para dar un “paseo”


 


-          ¿A donde lo llevo?- pregunta Noah, aún sabiendo que el destino siempre era el mismo, la empresa que junto con el señor Samuel, Agustín había hecho crecer


-          Al cementerio kumo


 


Imposible es relatar la gran conmoción que crecía en la mente de Noah, ¿Por qué quería ir a un cementerio a media noche?, pregunta relativamente buena, pero si se toma en cuenta que el cementerio al que Agustín se había referido era justo el mismo donde se encontraba el cuerpo de “gomita”, entonces la petición tenía mucho sentido y razón.


 


Quiero cambiar al mundo… en cambio duermo


Quiero creer en más que tú y yo


 


Al llegar al lugar, Agustín apenas dio tiempo de que se estacionara el carro; salió corriendo de ese lugar, como si afuera estuviera el aire necesario para la vida, en realidad, así era para él, adentro no había nada, afuera, estaba la luna.


Si esa luna que tanto amaba gomita, esa a la cual le platicaba a diario y cada vez que la veía, por eso, él mismo termino por amar a esa luna, porque siempre le recordaba a gomita.


 


-          “cada vez que veas a la luna, donde quiera que estés, a tu lado me encontraré”


 


Pero todo lo que sé, es que estoy respirando


Todo lo que puede hacer, es seguir respirando


Todo lo que podemos hacer, es seguir respirando


 


Las palabras que gomita le había dicho tiempo atrás volvieron a su mente, desde que supo eso, nunca dejaba de admirar la luna y por muy loco que pareciera, ciertamente por muy lejos que se encontrara de su amado, cada vez que observaba la luna, se sentía acompañado por él.


 


Todo lo que podemos hacer, es seguir respirando


 


Su carrera aún no termina, poco a poco se acerca más a la cripta donde yace su amor, la respiración se agita mientras acelera la carrera, al fin ha despertado del shock en el que se encontraba. Se derrumba ante el monumento mortuorio, lee el epitafio de su novio “todo lo que puedes hacer, es seguir respirando”.


 


La vida sigue y todo lo que podemos hacer es… SEGUIR RESPIRANDO.


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