El amor es una locura
Por casualidades grandes de la vida se acababa de encontrar con Luisa en aquel aburrido lugar, una vieja amiga que tenía ya mucho tiempo sin ver, aun le agradecía todo el apoyo recibido de su parte al ser echado de su propia casa por sus padres al confesar la verdad de su sexualidad, y ser recibido como un hijo más en el hogar de la chica que una vez se le confeso en bachillerato y que compartió con él dos años de noviazgo. Tomó asiento al lado de la delicada muchacha, mientras escuchaban nombre tras nombres ser llamados a la ventanilla de despacho de medicinas, comenzaron una muy amena platica a sabiendas que faltaba mucho tiempo para escuchar sus respectivos nombres ser mencionados a través de aquellos viejos y descuidados altavoces.
–¿Y bien, cómo te ha tratado la vida? –La chica sonreía desbordando felicidad a través de sus labios pintados con gloss rosado.
–Pues, te cuento que actualmente estoy trabajando como tutor, me pagan por hora, pero tengo muy ocupado mi itinerario –contestó tratando de ocultar las enormes ganas que sentía de abrazarla.
–¿Y en el amor?, ¿han cambiado en algo tus preferencias? –susurró
–Pues no, es más actualmente tengo pareja, es la mejor persona que pude haber conocido, espero que nos mantengamos en contacto así te lo presento –ambos sacaron sus móviles para intercambiar números y direcciones, ambos sabían que su amistad no era algo para dejar perder de nuevo.
–Me contaron que tu madre se volvió a casar –trato de indagar, había escuchado que el nuevo esposo era mas joven y además que era extremadamente guapo.
–Si, se caso hace tres años –cruzó una pierna, la platica se ponía buena.
–¿Y a ti que te parece esa relación? Porque yo he escuchado muchos rumores, ¿Te agrada él para tu madre? –Después de terminar la relación de noviazgo entre ellos, la bella chica pelilarga siempre había sentido un cariño maternal por el otro, pues cada vez que este sufría una pena amorosa ella había sido su paño de lágrimas.
–Pues te diré que… – Los labios se le curvaron en una casi cínica sonrisa al escuchar el tono de sus celular sonando –Permite un momentito – Dijo a su interlocutora antes de contestar.
–¡Aló! ¡Hola mi amor! ¿Cómo estas? –Sonrió mientras su voz se volvía más dulce a causa de la persona al otro lado de la línea– Si, yo también te extraño mucho –su voz se volvía aun más confidente– Fíjate que no me han despachado las medicinas todavía, pero ¿por qué no nos vemos a la hora del almuerzo? –respondió a lo que parecía había sido una invitación para verse en ese preciso momento–. No digas esas cosas por teléfono, si apenas ayer hemos pasado toda la noche juntos –trató de minimizar la voz para no ser escuchado por una ya colorada Luisa que apartaba su mirada en otra dirección– A la una, donde siempre entonces, y hoy si tengo bastante hambre –las mejillas del pelicastaño se tiñeron de carmesí, parecía estar recibiendo cariñitos vía telefónica de parte del otro– Ya cállate, que no ves que estoy en la calle, por lo menos vos estas en tu oficina –se sonrojo más y sonrió en reacción a la respuesta acabada de recibir– ¡Ah! Por cierto es posible que vaya con una amiga, te la quiero presentar, si ella tiene tiempo por su puesto –dijo lo ultimo mientras volvía su rostro hacia Luisa, que asentía con su cabeza como muda contestación– Por su puesto que es de mi entera confianza –respondió casi como un puchero – Si, yo también te amo, cuídate. –Ni uno ni el otro parecía querer cortar hasta que el distinguido joven utilizo su “as” bajo la manga–. Dale un saludo especial a tu esposa de mi parte – Se escucho una carcajada del otro lado, seguido de un beso y luego un tu tu tu tu, que avisaba el fin de la conversación.
Al colgar volvió su rostro hacia la jovencita y ambos sonrieron.
–Él es casado –afirmo, con una mueca de incredulidad en su rostro.
–Si, de nada me sirve ocultártelo si lo vas a conocer, además no se porque, pero nunca he podido tener secretos contigo –Sacó un cigarro y lo prendió.
En ese preciso momento Luisa escucho su nombre y la ventanilla en la que tenia que retirar sus medicamentos y se levantó de la silla, aun sonreía incrédula, al terminar el protocolo de recepción, se dirigió de nuevo donde su amigo de infancia.
–¿Ya no quieres venir? –preguntó casi con temor a la respuesta, le dolería mucho ser duramente juzgado por aquella que siempre le tendió la mano.
Antes de poder escuchar la respuesta tuvo que acudir a la ventanilla dos, según lo dijeron por el altavoz, a realizar el mismo protocolo al que había sido sometida anteriormente Luisa.
–¿Entonces? –reanudo su pregunta al regresar al lugar donde estaba la chica.
–Por su puesto que vamos, pero todavía queda tiempo –dijo mientras consultaba su reloj para percatarse que faltaba aproximadamente 2 horas para la hora citada.
–Caminemos entonces, mientras déjame comentarte que mi novio… –ambos caminaron en dirección de la salida, pero antes de cruzar el umbral de la puerta se alcanzo a escuchar la ultima de las confesiones –…es el esposo de mi madre.
Se escucharon unas fuertes carcajadas provenientes de la entrada, pero cuando los curiosos volvieron su vista hacia el lugar, solo pudieron ver la espalda de una refinada y sofisticada pareja alejándose del lugar.