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::*::Der Sarg des Lichts::*:: por Lieblosem

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Notas del capitulo:

Título alemán-español: [ Música]

Cuando el alma y/o el cuerpo tienen algun pesar, a veces las notas músicales y las más bellas composiciones pueden hacer de los malestares algo más llevadero.

Para aclaraciones y más, pasar a notas de autor!!*

Todos sus reviews están contestados!!*

“Pesadillas, esos trozos de muerte…como los odio.


Según lo recitado por Edgar Allan Poe, una de las peores cosas que el humano podía experimentar eran las pesadillas, tan reales y torcidas.


¿Alguna vez él intentó escuchar algo de música para remediar su situación?”


 


 «Muchas veces he deseado despertar, de una buena vez, de esta pesadilla que me atormenta y me sofoca en mí mismo. Más todos mis sentidos me indican con tristeza que, en efecto, estoy despierto y que esta pesadilla no es más que una atroz realidad.


Suspiro y me hago pequeñito de solo saber que en este inmenso mundo, en este país, en este hospital…este yo, sin poder disfrutar si quiera las comidas más deliciosas. Porque para mí, son exquisitas al no recordar nada de mis gustos o aficiones. Debo ser tan miserable entre los miserables de este vasto y ancho planeta.


Suspiro.


Hace poco escuché como una de las enfermeras comentaba rebosante que el clima allá fuera estaba comenzando a ser lo que se supone debía ser la primavera. Con árboles pintorescos en hojas y frutos, aves trinando al son de la brisa refrescante, ni muy fría ni muy tibia. Con la risa de los niños y jóvenes que visitan los parques aledaños, con esa refrescante vida que uno solo puede llevar en el apogeo de la primavera. De ahí, que nadie la callara el resto de su turno, pues la enfermera en cuestión se la pasó tarareando aquella pieza barroca –cuyo nombre ahora ya sé–: Spring, a cargo de nada más y nada menos que de Antonio Vivaldi. La verdad es que en voz de la enfermera, la cosa sonaba horrible y Dios, de verdad dije: “debe ser parte de mi pesadilla”, pero cuando ella contagio su buen humor a un grupo de doctores, al parecer poco estresados, todo el Hospital repiqueteo al son de violines y chelos.


Apreciar es magnifica obra de arte creó en mi mente una especie de figuras en las que todo parecía hermoso y bello. Pude ver nuevamente árboles y ríos pasar justo frente a mí. Mi  pesadilla pareció entonces un sueño etéreo».


 


––Vivaldi, fue sin duda uno de los mejores de su época, no por nada hasta la fecha, “La primavera de las cuatro estaciones” sigue siendo una afamada pieza de orquestas. Estoy ciento por ciento seguro que los violines que imitan el canto de las aves, el murmullo del agua e incluso relámpagos y truenos, han activado recuerdos de tus paseos por el campo.


––Parece saber mucho de música clásica, Doctor. Habla de ella con tanta pasión y sabe perfectamente lo que cada nota refleja.


––Es cierto ––carcajeó––, soy amante de la buena música y a menudo voy a los conciertos de la cuidad. Es muy gratificante en verdad.


––No sé a lo que se refiere, pero no quiero dejar de escuchar la primavera, al menos eso trae paz a mi alma, me relaja. Me concentro en seguir cada nota de cada instrumento por cada vez que lo vuelvo a escuchar y cuando termino, vuelvo a sentir la vivacidad de todo unido…en perfecta sincronía.


––Me alegra que estés de mejor humor, Licht.


––Doctor Feder ––musitó despacito.


––Dime.


––Ya que conoce tanto de música clásica, ¿alguna de las composiciones hace alusión a la luz o a la oscuridad?


––Esa pregunta tan de repente, no es característica tuya.


––Solo quiero escuchar alguna melodía que me acerque a mi realidad y que me aleje de mis esperanzas.


––Veamos…––pensó profundamente. Licht podía escuchar perfectamente su respirar––, tal vez el Claro de Luna, de Beethoven. Dicen que se le dio ese nombre porque puedes imaginarte la luz de la Luna sobre el Lago de los cuatro Cantones que está en Suiza. Muchas personas creen que es triste o nostálgica y por eso no es menos bella, pero algo me dice que tú puedes darle un sentido diferente. De momento ninguna otra me viene a la memoria, lo siento, estoy cansado.


––Me gustaría escuchar la música que usted escucha, Doctor ––dijo mientras su ciega mirada se perdía en alguna parte de la habitación. Por primera vez Licht parecía mostrar algo de anhelo y felicidad––. Ahora como me encuentro no puedo hacer mucho, pero al menos me gustaría ir tratando de asimilar como es todo aquello que ya no puedo ver.


––Licht ––suspiró––, no sabes lo mucho que me alegra escuchar eso de ti. Prometo que escucharás música. Aprovecharé mi hora de comida e iré rápidamente a mi casa por un par de CD’s y una grabadora, ahora que puedes mover mejor tus manos, te enseñaré a usar el control remoto por si deseas adelantar o repetir una canción ––comentó jovialmente.


–– ¿Ha-haría…eso por mí? ––apenado.


––En realidad me gustaría hacer más por ti.


 


Licht tuvo un ligero respingo de sorpresa. Aquellas palabras suaves y dichas con tanta ternura le parecieron en ese momento, las más bellas notas que un ser humano pudiera expresar. Bajó la cabeza en reflejo de su vergüenza aflorada.


Pocos minutos después, el Doctor Feder tuvo que retirarse por un llamado a su zona de terapia intensiva, sin saber que tras abandonar el diminuto cuarto blanco dejaba a un chico con el corazón retumbante en alegría. Sin saberlo ni imaginarlo, Licht pudo sentir un rayo de luz en su oscuro mundo. Ahora estaría acompañado de las más bellas notas jamás compuestas por los hombres. Por aquellas sinfonías que alegraron el corazón de muchas personas en la antigüedad, esas mismas notas que inspiraron a poetas y enamorados.


¿Era posible, verdad? Tan solo era una loca idea, pero ahora no sería más el retumbar de sus latidos el único sonido sosegado y afinado que lo acompañaría en sus largos ratos de soledad. Sin duda esa experiencia abría, tan solo por un poco, sus cerrados horizontes. Con suerte podría ser la música la que despejara la espesa bruma que cubría su mente y le hiciera recordar.


Lo que era el poder de una nota.


 


Por su mente pasaba una y otra vez la bella y alegre composición, hasta que por fin como efecto sedante, Licht cayó en un profundo sueño. Al principio todo era oscuridad, pero con forme pasaba el sueño, aquellas notas iban formando delicadas y algo difusas figuras, eran figuras sin mucho sentido o color. De alguna manera así Licht se sentía bien consigo mismo, porque entonces las figuras comenzaron a tomar nuevamente una forma más nítida, ahora…eran árboles. Específicamente era un prado primaveral. La escena claro,  era en primera persona. El cielo azul era tan sosegado y despejado, los árboles agitaban sus ramas delicadamente ante el toque gracioso del viento ligero. Se sintió caminar entre arbustos y flores. Ese aroma aterciopelado era una fragancia que no solo inundaba su nariz si no, todo su sistema por completo, un aroma que lo hacía sentir más que libre. Así continuó su caminata y llegó hasta un arroyo cuyo sonido arrastrando las piedrecillas más debiles era sutil y cautivador.


Uno de los detalles que más le sorprendió fue percibir el viento que en esa parte era más fuerte y con ello el ligero roció de agua sobre su piel. Era frío pero tranquilizador. Introdujo su mano en el agua y de vez en cuando sentía aquellas piedrecillas o a peces pequeños chocar contra su piel.  Era exquisito poder hacer lo que él quisiera en ese, su mundo perfecto.


Todo era acompañado sin duda alguna por esa sinfonía que tanto agradó. La música provenía de algún lugar desconocido, más en ese momento no era para nada raro. En definitiva Licht disfrutaba su espectáculo. Así dentro del prado privado, la noche cayó estrepitosamente. No se le podía llamar de otra manera pues de un hermoso y tibio atardecer, la noche fría y callada llegó. Por descontado que la música ya no estaba más allí.


El chico se sentía extraño y terriblemente solo. Los pájaros ya no trinaban, el aire no era más sutil y el arroyo daba impresión de que era más profundo de lo que en un principio parecía. El miedo en el pecho de Licht comenzaba ser cada vez peor, las formas desaparecían una tras la otra, como si se esfumaran así, sin más. Los arbustos daban paso a la desolación y la noche se volvía más negra y confusa. El sonido del arroyo comenzaba a ser extraño, mucho más ruidoso y no pareciera que llevara solo agua y piedrecillas consigo. No, más bien parecía que llevara… ¿un auto?


Totalmente convencido de que eso era un sueño. Licht “miró” por encima de su hombro hacía donde recordaba estaba el arroyo y enseguida, lo vio…el reflejo rojo a toda velocidad. Todo fue orquestado con un gran dolor y la sensación de caer de golpe en un profundo abismo.


De golpe, medio salto con cabeza y cuello sobre su almohadón, su inhalación fue increíblemente sonora, su corazón latía desorganizadamente y muy fuerte que Licht pensó que en cualquier momento lo vomitaba.


 


–– ¡Por Jesús, María y José!, niño, mira que me has metido un buen susto ––comentó Seraphine mientras se tocaba el pecho con la palma de su mano derecha ––. Lo siento, dime, ¿te he asustado yo?


––No…––pensativo––creo que nos hemos asustado al mismo tiempo.


––Estabas soñando.


––Si ––bufó desconsolado.


––Esas pesadillas que no te dejan en paz, pequeño.


––En realidad esta vez fue algo diferente, sin embargo, siempre termina igual.


––Háblame de ello.


–– ¿La música? ––curioseó para cambiar el tema.


–– ¿Cómo dices?


––Antes de que me quedara dormido, la radio del hospital tenía puesta música, el “Spring” de Vivaldi.


––Ah ya veo, bueno, la han quitado hace ya un buen rato.


Licht suspiró desconcertado. Logró escuchar a Seraphine hacer ruidos por todo el diminuto cuarto blanco, era un poco desesperante, en verdad, sí que lo sacaba de sus cabales. Tanto ruido en una habitación pequeña era difícil de seguir con exactitud. Volvió a reacomodarse en su almohadón y fijó la mirada ciega en el techo del cuartillo. ¡Que suerte la suya!, por primera vez en casi dos años lograba soñar con algo más que no fuera una envolvente oscuridad y nuevamente ese maldito deportivo rojo hacía acto de aparición. ¿Sería que iba a cargar con ese martirio toda la vida?, no, no era posible, no lo iba a poder soportar.


Entonces recordó algo. Una promesa hecha. Si Seraphine ya estaba en su cuarto eso significaba que ya era tarde y por lo tanto la hora de comida del Doctor Feder tenía tiempo que habría terminado. Quizá llegó con lo prometido y al saberlo dormido prefirió no interrumpirlo. ¡Carajo! Ese era el perfecto ejemplo de “mala suerte”.


––Seraphine, ¿dónde está el Doctor Walde?


–– ¿Cuál de los dos, pequeño? ––preguntó con ligera risita.


––Ah, si, lo olvidé, me refería al Doctor Feder.


––No lo sé, no le he visto desde que llegué. ¿Necesitas algo?, yo puedo ayudarte.


––No es nada en especial. Tú debes saber si me han dejado algo.


––Que yo sepa nada. Yo llegué y tomé los folios, el tuyo no especificaba nada nuevo.


Licht torció la boca tras escuchar eso. Ciertamente se sentía desilusionado.


––La verdad, es que hospital está bastante movido desde hace un par de horas, hubo una gran choque de autobuses, varios pasajeros salieron heridos, sin contar claro coches que también estuvieron en la carambola. La mayoría han sido traídos acá, seguro por esa razón casi todos los doctores de terapia intensiva y urgencias están ocupados. Escuché que fue un gran accidente, sin contar que…


 


Sin más, la voz de la enfermera alegre y gentil se desvaneció al punto de inaudible.


Con que un accidente. De acuerdo, eso explicaba todo. Herr Walde no lo había dejado plantado e ilusionado, solo estaba muy ocupado para prestarle atención a un chiquillo ciego e invalido. Ok, lo entendía, sabía que aunque era como el “adoptado” del hospital eso no le hacía ver que era especial en algo, más bien que era eso sencillamente porque su condición inspiraba la lastima del Director. Razón por la cual se prohibió ser caprichudo o demasiado molesto.


Una carambola automovilística. Eso sonaba trágico. Mucho en realidad, una vez más los coches estaban implicados. ¿Qué nadie en esa cuidad tenía conciencia o educación vial? Por fugaces segundos, Licht tuvo un pensamiento maquiavélico. “Ojala hayan estrujado al maldito deportivo rojo”, pensó. Nada le daría más placer saber que aquel auto del demonio estuviera hecho añicos y dentro la persona que lo abandonó en el asfalto, gritando de agonía por el dolor de los metales y los cristales en su cuerpo.


¡¡!!


¡¿Pero qué carajos!? ¿En que sarta de mierda mental estaba pensando?  No, él no era así. Vaya, no recordaba quien o como era, pero una cosa tenía clara, no era un chico malo, no era de esos que iba por la vida profesando el arte de odiar y guardar rencores. ¡Qué momento más feo! Un sentimiento de debilidad le asaltó tras escuchar esa noticia e intentar imaginar como ser vería aquel accidente. Y como evidentemente no pudo porque no recordaba como eran los buses de la cuidad, sus pensamientos se desviaron por el mal camino.


El sentimiento de culpa y de asco propio le recorrió todo el cuerpo de arriba hacía abajo sin darle un poco de tregua. Licht intentaba quitarse ese pensamiento arraigado con fuerza en su mente, lo malo es que estaba perdiendo contra el y si se dejaba vencer, ni Dios padre podría curarlo de sentir rencor. Prefería soñar una y otra vez con aquella pesadilla tan conocida antes de desearle mal a alguien, aún cuando ese alguien fuese el culpable de que estuviera tan ciego como un topo y casi tan activo como una zanahoria.


–– ¡¿Te sientes mal, Licht?! Estás muy pálido, dime ¿te duele algo?


––Me sentí mareado de pronto.


––Niño, dime si algo te pasa en el acto, no me des estos sustos.


––Lo siento, Seraphine, ya paso, creo que forcé mucho mi cabeza. En verdad ya estoy mejor.


––Déjame tomarte la presión, anda, eché el brazo a un lado.


Licht obedeció en el acto.


Seraphine colocó el estetoscopio en la vena interior del codo izquierdo de Licht y luego lo rodeo por la banda inflable y comenzó a bombear. Definitivamente era una tortura para el jovencito, cada que le tomaban la presión sentía que escuchaba su corazón demasiado fuerte al punto de hacer doler sus tímpanos. Poco a poco todo comenzó a volver a la normalidad dentro de su delicado cuerpo. La enfermera atenta retiró el estetoscopio y luego observó el reloj de la pared.


––Tienes la presión un poco baja, pero nada de que alarmarse, tú hora de comer esta atrasada unos minutos.


––No creo que sea tan grave.


––Si, lo es. Licht en un hospital las horas de comida y de los medicamentos son parte de nuestros mandamientos. Debemos obedecerlos al pie de la letra.


––Ok, ok…Dios ––suspiro––, entiendo porqué, pero solo es la comida, me afectaría más si fuera un medicamento.


–– Niño, no entiendes nada. ––suspiró entre risillas.


Seraphine estaba algo molesta y lo disimulaba bien, al igual que todos en el hospital ella era fanática de la puntualidad y todo debía seguirse como si Dios fuera el que dictara las órdenes o como si ellos mismos estuvieran al borde de la muerte. Un solo error y podía costar la vida de algún paciente y a eso solo se le llamaba de una manera: negligencia.


Tras terminar de anotar la hora y la presión de Licht, este pudo sentir como Seraphine se movía cerca de él para apretar el interruptor de un intercomunicador. “¡Heidi, ven al cuarto 68 de terapia intermedia, pero ya!”, mandó. Su voz tierna y suave, tras el llamado se volvió dura y tosca, tanto así que Licht respingó tan solo escuchar el nombre de la otra enfermera. No supo que decir, nunca había escuchado la molestia en la voz de su enfermera preferida.


Como bala llegó Heidi, una chica joven que estaba haciendo su servicio en el Hospital de la Luz. Tenía cara de miedo y estaba algo nerviosa.


––Si, dígame.


––Heidi, ¿puedes decirme que hora es y qué estabas haciendo?


La chica miró confundida su reloj después de propiciarle a Seraphine una mirada de miedo.


––Es un cuarto pasadas las cinco.


––Aja, y ahora dime ¿qué estabas haciendo?


––Yo-yo…estaba llevando algunas sábanas al sótano…para que fueran lavadas.


––Muy bien, pero, se supone que debes llevar las sábanas solo cuando tu lista este completa. Este paciente no ha recibido su comida y esta debe ser servida a las cinco en punto.


––Yo…lo siento mucho Seraphine, no volverá a pasar.


La joven enfermera se quedó callada y en quietud como si esperara la orden de que ya podía retirarse.


Un poco fastidiada por su actitud, Seraphine la miró con una ceja arqueada y viendo que no pasaba nada, aplaudió fuertemente. Asustando un poco a Licht y a Heidi.


–– ¿Qué esperas, muchacha?, ¡espabílate!


––Si, si, como diga.


Y en el acto Heidi salió casi volando de la habitación en dirección a la cocina del piso por el menú del Licht. La enfermera encargada se quedó mirando la puerta con una mueca indescriptible de fastidio. Se sobó las sienes y luego continuó marcando algunas cosas en la hoja del paciente.


–– ¡Cielos! Nunca te había escuchado así.


––Estás nuevas jovencitas son algo atontadas, siento si te he asustado antes, pude ver como saltaste un poco cuando aplaudí.


––No deberías molestarte, es solo comida, igual no tengo mucha hambre.


––No es eso, niño. Ella tiene que aprender así, yo también pasé por eso, ahora es solo una bandeja de comida y sabrá Dios si también la de otros pacientes, es una tarea sencilla y sin importancia en primer plano, pero ese tipo de errores no puede cometerlos. Imagina por un momento, que aún estás herido y necesitas calmantes cada cierto tiempo, si ella cometiera este mismo error tu ya estarías hundido en un mar de dolor.


––Comprendo. Pero aún así creo que has sido muy dura con ella.


–– ¿Eso crees en verdad? ––Carcajeó––, es difícil deshacerse de los viejos hábitos.


––Es complicado de entender, no me preces una mujer que suela gritar.


––Pues si, estuve en la Academia Militar de Enfermeras, ahí son más que estrictos. Me gradué con honores y trabajé como interna, así que debía tener mano dura con las nuevas reclutas.


Licht sintió un ligero escalofrío correr por la mitad de su espalda. Le sonaba imposible aquella historia, sobre todo porque Seraphine se escuchaba como una mujer en extremo pasiva y amigable, para nada se la imaginaba con cara de pocos amigos y gritoneando a cuanta recluta se le cruzara por en frente al punto de estrés o suicidio. Prefería quedarse con la “imagen” que tenía de su amable enfermera de dulce, suave y amigable voz.


––Mi trabajo aquí ya está hecho, tengo que verificar que esta jovencita atontada esté poniendo pies en polvorosa para traerte tu alimento.


––Como diga, mi comandante.           


Seraphine carcajeo cual campanillas tras escuchar la broma. Notando que Licht ya mostraba más sentimientos que solo seriedad y molestia, así pues se despidió y aseguró que si veía al Doctor Feder le haría saber que él lo requería. Licht agradeció el gesto y así escuchó irse a la enfermera.


 


Cuestiones de vida o muerte…bueno, parecía bastante coherente tal y como Seraphine lo explicó, pero nadie le quitaba de la cabeza que había sido ruda. Tal vez pensaba eso porque hasta ahora no había escuchado a ninguna enfermera o Doctor referirse a un homónimo de esa misma manera, si quiera Herr Dorian con su tosca manera de hablar, bueno, al menos frente a él.


Ladeo un poco la cabeza, hasta que encontró una forma cómoda para dejarla y se concentró en sus latidos. Cuando tomó el ritmo adecuado comenzó dentro de su cabeza a reproducir Spring y de esa manera pasó el resto del día “divirtiéndose” como mejor podía. No quiso dormir porque eso significaba desajustar nuevamente sus horarios, ya mucho tenía que hacer en la noche después de la cena para intentar dormir después de echarse la siesta de la tarde de quien sabe de cuantas horas.


Pudo escuchar unos pasos entrar a su habitación un par de veces pero se limitó a fingir estar dormido, si no era Feder no le interesaba quien estuviera ahí, aunque a veces le daba un poco de miedo no saber quien merodeaba por su habitación.


Así llegó a la hora de la cena, era Heidi que lo saludaba cordialmente y con un tono de timidez, dejó rápidamente la charola con comida en la mesa móvil, puso las manos de Licht cerca de los cubiertos y le indicó en que lugar estaba cada cosa. Le dijo antes de partir que si necesitaba algo más solo tocar el botón auxiliar y ella llegaría corriendo. Entonces se disculpó porque tenía que entregar las otras cenas y salió rauda.


Él pensó que su actitud nerviosa era por el regaño y que actuaba así con él por ser el paciente “consentido”, que mala espina le daba todo eso, un regaño por parte de Seraphine a cualquiera de su cuerpo de enfermas y seguro que pronto comenzaban a odiarlo. No quería enemigos, no era justo.


«A la izquierda en frente el jugo, a la derecha en frente pan de centeno, al centro izquierda la cuchara por ser zurdo, al centro la sopa, al centro derecha la servilleta», rezó Licht, recapitulando donde se hallaba cada cosa. Como era la costumbre, aún cuando tenía bastante tiempo en el hospital, tanteó despacio y por encima la bandeja para asegurarse de que no había cometido ningún error y así no derramar nada.


Exhaló todo el aire en sus pulmones y luego volvió a respirar profundamente. Nadie lo sabía con exactitud más que él, pero aún cuando gracias a la terapia física ya podía mover los brazos y manos, comer era todo un reto tortuoso. El simple hecho de tomar la cuchara como debía era difícil, después de eso seguía la tarea de levantar la mano y llevarla hasta el plato, tenía que tener sumo cuidado de no contener la cuchara demasiado porque la sopa podía caer y Licht odiaba en verdad que eso ocurriera. La parte más complicada era sin dudarlo el trayecto entre la sopa y su boca. Cualquiera pensaría que no significaba demasiado ese simple movimiento, pero para Licht era todo un comprometido esfuerzo. Tardaba mucho en poder acabar con todos sus alimentos. ¡Eso era el principio! No quería ni imaginar como sería cuando tuviera que utilizar nuevamente cuchillo y tenedor. Eso sin duda era más complejo.


Así fue…cucharada, tras cucharada. Sorbo tras sorbo y uno que otro a su vaso de jugo. Una mordida a su pan y luego otro poco más de sopa. Otro sorbo a su jugo y así hasta terminarlo todo.


De un respingo fuerte, Licht dejó caer la cuchara tras escuchar la puerta abrirse de golpe. Enseguida fijó su vista y su cara a la misma esperando.


 


–– ¡Guten Nacht, Licht! ––recitó jovial.


––Me cago en la… ––musitó quedo al saber de quién se trataba. Se había asustado en realidad––Guten Nacht, Doctor Engel ––suspiró desganado.


––No espero que me hagas una fiesta cada que te visito, pero al menos podrías ponerle un poco más de entusiasmo a tus saludos.


––Lo siento, estaba a punto de romper mi record.


El Doctor Engel se extrañó, y al notar que su entrada monumental había asustado al chico haciéndole tirar la cuchara se sintió un poco apenado.


––Lo siento, no era mi intención impresionarte, pensé que ya habías terminado de cenar.


––Olvídelo, igual no tenía mucha hambre. ¿Qué lo trae por acá después de no verme por tres semanas enteras?


–– ¡Huy! Te percibo molesto. ¿No te lo dijeron? Estuve en una conferencia al norte del país, por eso mi hermano ha estado encargado de ti. Lo siento, debí decírtelo yo mismo, pero todo fue muy rápido, ni siquiera estaba en el hospital cuando el Director Hubble me casi obligó a ir.


––Ya veo.


––Traigo una sorpresa para ti. Mi hermano me mandó un mensaje a mi teléfono celular cuando venía para acá de mi regreso de la conferencia. No ha podido desocuparse en todo el día, así que me pidió que pasara a su departamento y recogiera un par de cosas que seguro te alegraran mucho, según me contó.


Licht sintió que el corazón iba a volver a retumbar en su cuerpo al imaginarse de que se trataba aquella sorpresa. Escuchó caminar a Engel y retirar la mesilla móvil, llamó a una enfermera que pasaba cerca y le pidió que se llevara la bandeja, la chica obedeció. Luego en esa misma mesa el peso de un objeto quizá no muy grande se dejó escuchar. El joven sentía demasiada curiosidad más no se atrevía a preguntar nada. Estaba demasiado ansioso como para ordenar correctamente sus palabras. Pudo oír nuevamente dar pasos a su Doctor y algo clavarse en algún lado en la pared. Engel rió quedamente pero aún así Licht lo escuchó tan claro como el agua. Entonces…lo sintió.


Un objeto pequeño pero alargado, no muy ancho, no muy delgado, frío y liso al tacto, con algo que no podían ser menos que suaves y gomosos botones.


Un control remoto.


––Bien, te explicaré, justo frente a ti, a está la mesilla móvil así que sabes más o menos a que altura debe estar en comparación a tu cuerpo. En ella se encuentra una grabadora sencilla, ahora está apagada. Lo que tienes en manos es el control remoto. Quiero que lo sientas a la perfección, ¿de acuerdo?, la parte ancha es la que debes apuntar a la grabadora y la parte más delgada es la que debe apuntar siempre a tu cuerpo a la altura de tu pecho u ombligo como mínimo. Necesito que te sientas la diferencia entre adelante y atrás para continuar.


Licht obedeció al instante. Palmeó aquel control como si la vida se le fuera en ello, mantenía la vista ciega al frente aún cuando sus manos estaban apoyadas en su estómago, era una forma en la que le indicaba silenciosamente a su Doctor que se estaba esforzando en concentrarse. Como era zurdo, la mano izquierda la puso delante del control y la derecha atrás, así podía distinguir mejor. Sin más una ligera sonrisa surcó sus labios y el Doctor supo que había hallado la clave para diferenciar ambos lados. Por la parte del frente del control, una ligera y hundida ranura se ubicaba. Era por donde la señal era mandada a la grabadora.


––Bien, ahora que sabes cual es el frente, pasaremos a lo que es un poco más complicado ––tomó la mano izquierda de Licht, el cual sintió su corazón rebotar de un lado al otro dentro de su pecho, estaba acostumbrado a que las enfermeras lo tocaran, pero casi nunca un Doctor y menos el Doctor Engel, quien ya comenzaban a desplazar el pulgar de Licht despacio por los botones ––Empecemos por este, es el botón de encendido, podrás ubicarlo rápidamente porque está en tu lado bueno, sin contar claro que es más grande que los otros.


––Y es redondo ––inquirió Licht con entusiasmo.


–– ¡Exacto! Bien dicho. Continuemos. Al otro extremo está el botón que cambia de función la grabadora, con el puedes pasar del reproductor de discos, a la casetera que sabrá Dios si alguien en este tiempo lo usa aún, pero bueno…––suspiró––lo siguiente…


Licht se volvió a concentrar para no perder el hilo de la explicación, de eso dependía usar bien la grabadora. El Doctor nuevamente movió un poco el pulgar de Licht.


––Los siguientes botones, son los numéricos, justo donde tienes tu dedo es el número uno, si continuas hacía tu derecha encontraras el dos y el tres, abajo el cuatro, cinco, seis. Abajo están siete, ocho y nueve.


El joven fue palmeando con sumo cuidado cada botón para no perderse, si sentía que movía muy rápido su dedo se regresaba al inicio, y comenzaba nuevamente. Entonces llegó a la cuarta posición y notó algo extraño. Si la numeración solo llegaba hasta el nueve entonces ¿por qué había más botones?


––Licht, escucha bien. La cuarta fila al principio se haya un botón que controla el ecualizador predeterminado de la grabadora para diferentes estilos de música, si no te gusta como se escucha cierta música aprietas este botón hasta que encuentres el que te favorece. El siguiente es el cero y el que le sigue es el botón de repetición. La grabadora por defecto tocara el disco una sola vez, pero si aprietas este botón la grabadora reproducirá una y otra vez el disco, si lo aprietas por segunda vez solo reproducirá una sola canción sin cesar, al disponerlo por tercera vez todos las opciones anteriores se desactivaran y la grabadora volverá a reproducir todo una vez. ¿De acuerdo?


––Si, entiendo ––afirmó serio.


––Abajo tenemos los botones alineados en círculo aún cuando son triangulares. Al centro tienes pausa y play, los de al lado son para cambiar los tracks, si dejas apretado cualquiera de los dos un par de segundos en lugar de cambiar, solo adelantará o atrasará el track. Los de arriba y abajo son para subir o bajar el volumen respectivamente.


––Ya entiendo ––Licht, notó algo por la parte trasera del control, tres botones más, eran rectangulares y un poco más grandes que los numéricos pero menos que los de comandos –– ¿Estos que son?


–– ¡Qué bueno que preguntas!, esos botones de ahí no los uses, el primero es para señalar la carpeta de música, esta grabadora también reproduce MP3, ese indica que quieres escuchar la carpeta anterior, el del centro es el menú de la grabadora, te recomiendo que procures no presionarlo y el tercero es para adelantar la carpeta. ¿Alguna duda?


––No, parece bastante sencillo. Doctor…––comentó algo dudoso––, tengo un poco de miedo. Es por ahora el primer objeto que uso, siento como si fuera tan ajeno a mí.


Engel entendió perfectamente a que se refería Licht, entendía su miedo. Desde su despertar y desde que pudo volver a usar sus brazos y manos, lo único que manipuló hasta entonces fue una cuchara, sostener un vaso y cosas sencillas como pelotas de variados tamaños, tubos de activación circular y todo ese tipo de cosas en sus terapias físicas. Por primera vez en mucho tiempo, aquel control sería casi como otra extensión de su cuerpo que debería aprender a usar si quería escuchar música. El Doctor como lo veía, esto también seria como una terapia, manipular ese control reforzaría su sistema nervioso y motriz.


Notando aquel sentimiento de angustia del chico ante algo “desconocido”, el Doctor Engel no pudo evitar pasar su brazo por atrás de la espalda y apoyar su mano en su hombro y darle un ligero apretón como símbolo de fortaleza y apoyo. Licht respingó ante el gesto y sintió que se mareaba ante ese toque por parte de su médico.


––Lo harás muy bien. He puesto ya un disco dentro de la reproductora, intenta prenderla.


––Como diga ––tragó saliva y respiró hondo para intentar contener sus nervios ––, aquí…voy.


Trató de hacerse una imagen mental un tanto rudimentaria para memorizar los botones. Llevó su mano derecha bajo del control para sostenerlo a la altura de su pecho y lo apretó para no dejarlo caer. Con la mano izquierda abrazó su otra mano y con el pulgar tanteó los botones. Fue sencillo ya que el primer botón enseñado era el encendido. Lo oprimió levemente y se llenó de dicha la escuchar un sonido proveniente de la grabadora, el cual le indicó que ya estaba prendida y que el láser comenzaba a leer el disco.


–– ¡Lo logré! ––musitó con una sonrisa en su rostro. La primera sonrisa real y sincera documentada ––, Doctor ¡Lo logré!


–– ¡Muy bien, Licht! Te dije que no te preocuparas, ahora repasemos un poco. Me gustaría que subieras un poco el volumen y luego bajaras la intensidad nuevamente.


Con un poco más de confianza Licht obedeció. Los botones de comandos tampoco eran tan difíciles de ubicar, pues eran grandes y triangulares. Deslizó su pulgar hacía abajo y los encontró, subió y bajó el volumen y tras una nueva orden pausó la música, adelantó la canción y luego regresó, descubriendo que tenía que oprimir dos veces seguidas para volver una canción atrás.


¡Qué dicha! Por fin, la promesa que esperaba internamente se cumpliera en efecto ahora era una realidad. Continuaron practicando un poco con los botones numéricos y con los de comando. El de función también fue probado. Licht supo que después del reproductor de CD, estaba la función del reproductor de cintas al escuchar la grabadora hacer un traqueteo extraño. Lo siguiente era la radio y nuevamente el reproductor de discos.


––Feder me explicó que mostraste un interés por la música clásica así que me pidió que trajera un disco que contuviera “Spring” de Vivaldi. Pero yo he traído otro.


Licht torció ligeramente el gesto en son de desilusión.


––El disco que te dejaré dentro es uno muy especial, mi madre lo ponía para nosotros para que supiéramos que estábamos por escuchar.


––No entiendo.


––Esta sorpresa viene de mi parte. Ahora tengo que ir a ver a mis otros pacientes, cuando prendas la grabadora entenderás a lo que me refiero. Por ahora, te dejo solo, no tardes en dormir y no olvides apagar el aparato.


––Si, Doctor––mintió. No pensaba apagarlo, quería escuchar toda la noche aún cuando estuviera dormido ––. Muchas gracias.


––No tienes nada que agradecer, que disfrutes el concierto.


Los pasos de aquel médico desaparecieron tras la puerta y todavía podía escucharlo alejarse. Hasta que sin más supo que Engel no estaba más cerca. Emocionado, Licht prendió la grabadora.


 


“Las cuatro estaciones de Vivaldi: Spring”, se escuchó una melodiosa voz cual soprano. Aquel disco contenía no solo las cuatro estaciones completas, si no que, además de todo se le indicaba al escucha como se llamaba la parte a disfrutar.


Entendía el gesto, el Doctor llevó específicamente ese disco sabiendo que él no podía leer la parte trasera del cartucho. Así sabría cada nombre y luego lo guardaría en su cerebro.


 


Licht escuchó desde Spring hasta Winter y de regreso. Hasta que cayó presa del sueño muy entrada la noche. Lo que él no sabía es que por primera vez en mucho tiempo, ese odioso carro deportivo rojo, no aparecería en sus sueños más profundos.

Notas finales:

Creo que no hay nada que aclarar en este cap. Debo mencionar que "Spring" (primavera) está escrito de manera alemana igual que "Winter" (invierno) Seeh, se que parece inglés, pero les sorprendería las muchas palabras que el habla inglesa tiene de la lengua alemana. Solo como dato Winter se pronunciaría según el alemán: vinter.

Mmmm...creo que eso todo!

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