Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

::*::Der Sarg des Lichts::*:: por Lieblosem

[Reviews - 12]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Título alemán-español [Terapia Física. Parte 1]

Licht, es enfrentado a una nueva situación. Una que sea su posible salvación a no quedar atado a una silla de ruedas, pero, es posible que su precio a pagar sea demasiado alto.

Todos sus reviews están contestados!!*

Para aclaraciones y más, pasar a notas de autor..!*

“El orgullo de ser ‘humano’ nunca se debería perder. Cuando se gana se debe tener la humildad del perdedor  y cuando se pierde actuar como si se hubiese ganado.


¿Arrogancia?, la verdad es que si”


 


«Entonces yo dije: ¿por qué no?, Seraphine clavó en mi cerebro una cuestión que me debe estar por atravesar ya la última neurona cerebral. Me comentó que expresar todo lo que siento sería lo mejor para mí, puesto que “tragarme” todo mi dolor es como tomar dosis ligeras de sulfuro y de a poco ir matando mi espíritu ya bastante desquebrajado. Más cuando me lo explicó con su dulce voz de princesa yo no fui del todo educado. Solo que de alguna manera en ese momento yo no tenía ganas de escuchar nada. Pero poco me duró el disgusto, cuando escuché entrar a Herr Engel esa primera noche que se quedó en el hospital de turno rolado, mi pequeña barrera mental se hizo pedazos, así sin más. Lo único malo es que no fue exactamente lo que yo hubiese esperado, puesto que aún cuando me propuse tener una conversación que en verdad saliera muy sincera, todo se volcó a un posible encaprichamiento y morbo por saber más del día en que todo comenzó para mí. Porque no lo puedo llamar de otra manera. El día en que un “yo” murió arrollado en el asfalto y renació cuando una panda de doctores luchó sin queja alguna


Bueno, me pone feliz de alguna manera saber un poco más de mi (declarado internamente) médico favorito. El Doctor Engel se ha convertido en alguien a quien tengo que escuchar al menos un poco cada día para saber que todo está en orden y en paz conmigo mismo. No sé el porqué de ello y tampoco es que me esfuerce demasiado en comprender, simplemente lo siento y con eso me basta y me sobra. Sentir es por ahora todo lo que me queda.»


 


Una vez más Licht pensaba en la soledad de su diminuto cuartillo blanco. Esperaba pacientemente que un enfermero llegara para llevarlo hasta el ala del hospital donde le impartían la terapia física. Lo sabía porque la enfermera del turno de la mañana ya se lo había anunciado como era la costumbre durante el desayuno. Frau Wilma, ese era su nombre, y en comparación con Frau Seraphine ella no era de las que se ponía a platicar mucho con él y a entrar más en su mundo. Por su voz Licht suponía que era una mujer bastante mayor, de quizá unos cincuenta años y por las veces que lo había cargado para su baño sabía que era una mujer robusta y un tanto pasada de peso. Su carácter lo adivinaba serio, no creía que fuera de esas mujeres que se le diera mucho el arte de sonreír, aunque bueno, podía estar equivocado con eso último, pero por ahora esa era su intuición.


Recapacitando sobre lo que pensó un par de días atrás sobre el hecho de querer saber más o menos como eran los rostros de las cinco personas más “allegadas” a él, sintió que no, sencillamente a Wilma no se le antojaba para conocerla. No tenía actitud jovial como Seraphine, Feder o Engel, más tampoco le recordaba a Herr Dorian. Era como una gran equis en su vida. La razón de ese sentimiento era porque Frau Wilma hacía de despertador para Licht, y los despertadores no suelen ser amigos de las personas.


Todas las mañanas en punto de las nueve de la mañana entraba, despertaba al muchachito y comenzaba con sus faenas. La presión, temperatura y la prueba de sensibilidad era lo primero que hacía con el muchacho. Después escribía en su hoja de reportes. Lo siguiente era el aseo de Licht. La cara, dientes y ese tedioso baño, para Licht significaba una tortura mental, no porque algo le doliera o de la mitad para arriba su cuerpo sintiera el toqueteo, no, el llano hecho de saberse desnudo con una mujer lo ponía de los nervios en demasía. Así era cada tercer día. Mientras Wilma se aseguraba que la pila del baño estuviera medio llena de agua a una temperatura correcta, solicitaba a dos enfermeras a respaldar su trabajo. Acto seguido las chicas a su mando llegaban y ellas sí que lo saludan con alegría digna de una linda mañana, no siempre eran las mismas, pero al menos todas eran tiernas y serviciales y solían conversar trivialidades hasta que la enfermera en jefe soltaba su clásico “¡Dejen de parlotear!, traigan ropa y sábanas limpias y pongan velocidad a sus movimientos que no tenemos toda la mañana”. Licht sin poderlo evitar remedaba a Frau Wilma internamente con sonsonete y todo. Mientras ellas hacían lo dispuesto, Wilma corría las cortinas que pendían del techo y entonces Licht sabía que llegaba la parte que más odiaba. Comenzaban a desnudarlo. No llevaba mucho tiempo pues las ropas que cubrían a Licht eran fáciles de retirar.


Después de tanto tiempo de estar en el hospital el Director Herr Hubble ordenó que cambiaran la bata que no dejaba nada a la imaginación por la parte de atrás, por una de dos piezas las cuales consistían en: una camisola holgada blanca de manta blanca que fungía como suéter. Solo necesitaba que alguien lo auxiliara para levantarlo un poco y así meter ambos brazos en las mangas, él podía ya amarrar la camisola por la parte de adelante, solo era cuestión de sobreponer la parte izquierda a la derecha y atar los cordeles. El pantalón también era de manta blanca y holgada, él creía que era algo a lo que se le podía llamar… ¿pañal gigante? Sí, eso debía estar medianamente cercano, ya que este se ponía extendido debajo de Licht, luego el resto de tela se pasaba de derecha a izquierda por sobre sus piernas formando así la pieza que se amarraba con cordeles en ambos lados de la cintura, mediados de la pierna, rodillas, gemelos y tobillos. No podía ser de otra manera ya que los tubitos delgados que hacían la función de sonda no pasarían. Mejor eso a la bata desvergonzada. Estar ciego no significa que el resto lo esté y menos que no pueda tener un poco de pudor.


Cuando sus ropas eran dejadas de lado, Wilma lo cubría con una toalla por debajo de la cintura y, mientras esperaba a la llegada de sus enfermeras lo arropaba con una manta ligera para evitar que tuviera frío. Licht no sabía si eso era parte de la rutina pero agradecía ese lado humanitario. Al llegar sus enfermeras asistentes, Wilma y otra lo cargaban hasta una silla de ruedas y de ahí a la bañera. Acto seguido volvía a ser cargado y depositado en la tina estrecha que contenía dentro una especie de nuevo asiento que le impedía a su inmóvil cuerpo deslizarse por los azulejos blancos.


Una cosa sabía Licht, por esa única ocasión le hacía gracia de que su parte media inferior no sintiera nada de nada. Wilma era demasiado brusca ––seguro porque después de Licht tenía que bañar a otras seis personas con cuerpo inmóvil y por mucho más quejumbrosas que el jovencito–– y no quería imaginar como se sentirían aquellas manos sobre sus íntimas partes. Un aviso alertaba a Licht que sentiría agua caer sobre él y tenía que ser rápido de jalar tanto aire como pudiera y de ahí no abrir la boca para nada, pues enjabonaban su cabeza con excepcional rapidez y luego venían otros chorros más de agua para retirar todo el shampoo. Seguía el cuello, torso, espalda y cintura. Todos enjabonados y frotados con un jabón de protuberancias en semicírculo para ayudar a activar la circulación, eso era muy importante contando que estaba semi acostado todo el tiempo y se tenían que evitar a toda costa las llagas que se producían por la falta de movilidad. Lo segundo era por supuesto, el resto de su cuerpo.


Una de las ventajas de esa silla ortopédica especial; diseño propio de Herr Hubble, era las patas de esta que lo mantenían elevado; como si flotara en el agua y era un poco ahuecado en la zona del asiento para llegar mejor a “esas” partes traseras. En el caso de las mujeres la silla era ligeramente diferente pues sus piernas quedaban ligeramente separadas para poder tener una mejor limpieza. Esa mañana en particular Wilma tuvo el mejor de los detalles. Cuando terminó de limpiar pies, piernas y muslos, preguntó con su voz de hastío eterno si él deseaba asearse. No se lo preguntaron dos veces cuando aceptó, tomó el jabón entre manos y comenzó a hacer lo propio.


 


––Veo que ya puedes mover mejor tus manos. Me alegro por ti, chico. ––comentó seria.


––Así es, el Doctor Engel dice que maniobrar el control remoto, aunque no lo crea, me ayuda a ejercitar poco a poco mis músculos. Aún soy algo lento y torpe.


––Lo primero ni dudarlo, chico ––bramó ligeramente. Para ella nada era suficientemente rápido––Pero sí, es lo que veo, puedes hacer más movimientos complejos que en un pasado.


Licht enrojeció al instante al saberse observado con meticulosidad.


–– ¿Has tenido noticias?


¡Huy! Que falta de tacto, sabía perfectamente a que se refería y terminó por soltar el jabón, el cual fue pasado nuevamente por la enfermera.


––No, si no me han dicho nada, es porque nadie me ha estado buscando.


–– ¿La memoria?


––Sigue de viaje.


––Ya.


–– Frau Wilma, ¿puedo preguntar algo?


––Dime.


––Antes y después de mi, tienes que darle el baño a otras personas, dime, ¿están solas igual que yo? ––musitó con tristeza marcada en la voz.


––No realmente. Este hospital no es particular como sabes, regularmente los familiares ayudan en eso, tenemos muchas personas que atender para brindarle trato especial a una sola, no te ofendas. Pero comprendemos que algunos familiares sencillamente no pueden estar aquí por razones laborales o escolares. Por ejemplo en el cuarto cuarenta y tres tenemos a una mujer que sufrió un choque hace poco en una carambola automovilística ––Licht supo a cual se refería––, se quebró las piernas y un brazo, ella recibe el baño porque es madre soltera y su hija tiene apenas diez años y su madre ya es una señora vieja y cansada. Casos como esos son excepciones. También tenemos a un abuelo que ya no puede caminar pero sus hijos trabajan y no pueden hacerlo ellos, aún cuando me han manifestado que lo desean, el señor es ¿cómo decirlo?...un poco quejica.


No se dijo más. Licht terminó y enseguida su enfermera vació el agua de la tina y con la regadera con forma de manguera bastó oprimir una pequeña palanca para que fluyera el agua y rociara a Licht con agua un poco más que tibia y deshacerse de los restos del jabón. Tomó la toalla y comenzó a secar su cuerpo con esa brusquedad digna de las enfermeras. Era horrible, ella con su fuerza de macho sumado a una toalla áspera era como pasar una lija sobre su piel sensible. Tras eso fue enrollado y pasado a la silla de ruedas y luego acostado en la cama para ser vestido. Wilma se despidió dando órdenes y avisando que ese día le tocaba terapia física. Sin más salió del cuarto alegando que estaba retrasada.


El desayuno ya estaba dispuesto. Las enfermeras más jóvenes terminaron de auxiliarlo, mientras una le explicaba el orden de las cosas sobre la bandeja de comida la otra parecía disfrutar mucho el cepillar su cabello y de paso tener un gesto amable untándole un poco de aceite humectante en el rostro, brazos y torso. Fräulein Dagmar; la de voz de aguda y alegre, le confesó que había comprado ese aceite solo para él y que estaba en complicidad con las demás chicas del turno para que después del baño todas hicieran lo mismo. Licht le dedicó una sonrisa sincera y cálida, después de todo así mismo se sentía su retumbante corazón. Antes pensaba que era lástima lo que le tenían, pero fueron los hermanos Walde que le objetaron dicho pensamiento, no era lástima, ni tampoco costumbre. Todas ahí, tras tanto tiempo de estadía y atenderlo diariamente era obvio que sentían empatía sino que hasta cariño por él, por eso sus atenciones especiales.


Buen punto.


Al terminar el desayuno, ellas también se fueron. Fue así como nuevamente se quedó acompañado de sus “voces interiores”, esperando a ver a qué santa hora se le ocurría al enfermero llegar por él.


La terapia física era dos veces por semana y según su evolución cambiarían. Pero como ya era sabido Licht parecía estar en una fase en la que no iba ni para atrás ni para adelante en ningún aspecto. Antes todo se reducía a ejercicios leves para que sus huesos ya soldados y sus músculos se fortalecieran y evitar que se atrofiaran. Movían sus piernas de arriba para abajo, las doblaban ligeramente y recibía ligeros choques eléctricos para reactivar su sistema nervioso. Lo mismo con sus brazos, cuello, torso y cintura, fue así como comenzó a mover los dedos y consecutivamente logró alzarlos aunque más que ello parecía que intentaba elevar dos tubos de hierro forjado. Se sentían extrañamente pesados para ser delgados.


El sueño comenzó a atacarlo, el aroma del aceite humectante que fue absorbido por su cuerpo quedó sutilmente y despendía un efluvio exquisito a manzanas con canela, un aroma particular y muy femenino, pero era delicioso y su piel ya no picaba. Sintió la pesadez atacarlo desde todos los ángulos y vencido comenzó a dejar de oponer resistencia.


 


–– ¡Guten Morgen, panquecito! ¿Listo para sesión?, ¡hoy hay cambio de rutina!


Licht tuvo un fuerte espasmo del susto que le metió el enfermero. Su corazón se despotricó dentro de su pequeño pecho.


–– ¿Te asuste?, oh, corazón, lo siento tanto, en verdad no era mi intención.


––O-olvídalo ––suspiró para tranquilizarse––. Guten Morgen, Ferdinand. ––Se mordió la lengua recordando que el enfermero renegaba su nombre––…quiero decir, Guten Morgen, Fred.


–– ¿Cómo amaneciste?


––Igual que todos los días.


––Oh, corazón, a ti te hace falta una terapia de la risa a ver si así tu entusiasmo sube.


––Algo me dice que es posible que tengas razón. Te escuchas agitado.


–– ¿Lo notaste? ––Carcajeó––, me quedé dormido y se me hizo tarde, cuando vi ya estaba muy retrasado, pero aquí me tienes.


Ferdinand o Fred como se hacía llamar iba siempre de buen humor y haciendo chistes rápidos a quien se le pusiera en frente, esa era su mejor arma. No era doctor o enfermero realmente, era técnico terapeuta y su trabajo era dar fisoterapias en distintos hospitales. Era pariente de Herr Hubble o al menos eso entendía Licht. Antes solía desagradarle su actitud tan positiva y su extraña manera de hablar, hasta que por voz de Fräulein Dagmar supo que el hombre en cuestión era gay y uno muy amanerado por cierto, de esos que por más que lo quisieran negar no podrían, detalle que contrastaba con lo que su cuerpo aparentaba, porque si Wilma era una mujer robusta, Fred de cuerpo cual toro enorme le decía “quítate que ahí te voy”. No era difícil de adivinar para Licht, pues él lo cargaba como si tomara entre sus dedos una pluma. Okay, entendía que era un chico delgado y que estaba en su peso solo por la buena alimentación que llevaba, pero cada que Fred lo alzaba en brazos podía percibir el aroma a colonia fina y músculos bien trabajados, no es que realmente fuera tan tosco, solo era de huesos y músculos gruesos. De voz grave y varonil y casi siempre con tono amanerado, todo era un contraste con ese hombre de buena vibra, sin contar claro que solía ser un tanto mal hablado.


–– ¿Listo para la sesión?, ¿te mencioné que hoy hay un cambió de rutina?


––Lo has hecho, justo cuando estuviste a punto de hacerme recordar qué era un infarto.


–– ¡Amo tu forma de decir las cosas, primor! ––dijo alegre y con ironía.


–– ¿Qué pasará hoy?


–– ¡Vamos a nadar un poquito!


–– ¿Q-que, q-qué? ––respingó de horror.


––Me pasaron un reporte sobre avances que han visto en ti y creo que estás listo para ir un poco más allá de los aburridos ejercicios.


––No quiero morir ahogado.


––Tú sí que sabes confiar en la gente ––volvió la ironía––, no fue idea mía, ha sido Herr Hubble quien me lo ha solicitado, dice que si no aguantas entonces podremos…––enmudeció.


Fred sabía que sin querer había dicho algo que no debía y no tardó mucho en ver como Licht se tensaba. ¿Aguantar qué?, ¿qué pensaban hacerle?, ¿acaso iba a soltarlo en una piscina esperando a que se medio ahogara y por instinto moviera las piernas?


––Siento piquiña en mi cabeza, ¿de que se trata? ––ordenó.


––Mierda, hagamos de cuenta que no has escuchado nada.


––Para tu mala suerte mis oídos están más que perfectos y escuchó tremendamente bien, más de lo que te puedas imaginar, así que dime lo que me van a hacer.


––Bueno… ––soltó un hipido––recién nos encontramos con un especialista en rehabilitación, es muy bueno en lo que hace, soy digamos como un aprendiz. Ha creado una nueva terapia que creemos que te va a funcionar. Pero…


––Ese “pero” no me gusta como suena.


––Lo que pasa es que… ¿cómo decirlo?...


–– ¡Anda Ferdinand, escúpelo! ––mandó.


––Oh, primor…es que…puede que te vaya a doler…mucho.


Su “mucho” fue tan agudo por el hilo de voz con el que Fred apenas si pronunció las palabras. Se suponía que Licht no tenía que enterarse todavía o se negaría antes de intentarlo y aún cuando nadie velaba por las decisiones ligadas a su integridad, si decía que “no”, sencillamente no podían obligarlo, a eso se le llamaba abuso de autoridad médica.


El chico en cama se estremeció con la palabra dolor. Él no quería sentir dolor, creía que ya mucho había sentido y eso que solo era relativo. Cuando despertó del coma y su falta de movilidad y el oxígeno le impedían hablar sentía sobre su cabeza fuertes dolores, sus oídos zumbaban con casi cualquier ruido y su cuello era una de las torturas más insoportables que jamás se hubiese imaginado. Por supuesto que no deseaba sentir dolor por miedo a este, y ahora le decían que la fisoterapia era dolorosa. Claramente escuchó un suspiro tras otro del parte del técnico postrado a su lado, el cual le acariciaba la cabeza con su mano enorme y caliente. Aspiró y exhaló varias veces antes de pronunciar cualquier cosa.


Fred le ganó.                    


––Ahora que lo sabes, puedes negarte si quieres, corazón dulce.


––Si no me puedo mover y no siento realmente nada, ¿cómo es posible que me duela?


––El tratamiento es especial, ¿te explico el procedimiento?


––No me vendría nada mal.


––Todo empieza con la estimulación de tu sistema, se te acostará sobre una cama caliente que te dará un masaje de pies a cabeza, luego pasaremos a lo divertido que es la piscina, serás un pececito, primor. Estando dentro haremos varios ejercicios físicos, como los que ya conoces y otros nuevos y luego tras eso pasaras a la cama de masajes.


––Nada de eso me suena como sinónimo de dolor.


––Panquecito, la cama de masajes es lo feo.


Licht tragó saliva. Mejor no seguir indagando en el tema y acordó con Fred que aceptaría si al menos eso garantizaba que volviera a caminar. Si Licht pudiera haberlo visto, estaría más que aterrado de su nueva decisión con el semblante de preocupación que Fred tenía.


Fred pasó sus fornidos brazos por debajo del cuello y sus rodillas, como quien carga a un bebé pequeño y frágil. Así era Licht, frágil e indefenso. Lo acunó en su pecho y caminó hasta la puerta donde lo bajó a una silla de ruedas. Abrió la puerta y comenzó a empujar la silla. En cuanto salieron del cuarto el jovencito que yacía sentado con la ciega mirada perdida pudo percibir el clásico aroma a hospital, escuchaba a la perfección los pasos de las enfermeras y doctores que iban de un lado para el otro y muchos acortaban su andar para saludarlo y preguntar cosas como si ya estaba listo para su terapia. También percibía pasos nerviosos, seguro eran las personas que estaban en espera de entrar a ver a sus familiares, eso sin duda le sumía el corazón en un vacío que detestaba.


Fred por su parte saludaba también a todos los que pasaban con sus chistes rápidos en referencia a sus deberes. Llegaron rápidamente al elevador.


–– ¿Bajan? ––se escuchó.


––Si, si, gracias por esperar, Doctora.


––Guten Morgen, Licht, ¿qué tal van las cosas?


––Guten Morgen, Doctora ––Licht no reconocía aquella voz suave y se limitó a solo saludar con el título honorífico pues nunca escuchó su nombre.


––Dígame, Fred, ¿ha leído ya el nuevo libro de Herr François?


––Sí, de hecho fui a su seminario la semana pasada, fue muy interesante todo lo que ha explicado respecto a sus nuevas investigaciones, es por eso que Herr Hubble me ha presentado con él y ahora soy como un aprendiz suyo. Quiero extraerle todo lo posible mientras este en el país.


––Ya veo, es una gran oportunidad. Pero en yo en tu lugar no diría la palabra “extraer” ––comentó pícara haciendo referencia a la identidad sexual del terapeuta.


––Doctora, tan seria que se ve ––soltó la risotada ante el doble sentido.


Licht no entendía nada de lo que estaban hablando pero el mencionado Herr François deducía que era el especialista del que anteriormente Fred había hecho mención.


El ascensor comenzó a descender y Licht sintió un mareo característico del primer movimiento que se hacía cuando los seguros se liberaban dejando el camino libre. De verdad que aborrecía esa sensación de vacío en su estómago. Era terrible sentir como sus órganos reaccionaban a una “sencilla” acción.


Llegaron hasta el tercer piso. Fred se despidió de su acompañante y empujó la silla de ruedas por los pasillos al son de un silbido alegre y cantarino.


El nuevo pasillo se caracterizaba por las voces y una que otra risa de los que ya se encontraban en terapia. Había varios niños y sus voces chillonas características de su tierna edad eran un revuelo de emociones conjugadas. El pasillo era realmente largo.


–– Licht, Hallo!


––Guten Morgen, Frau Liszt.


––Te estábamos esperando desde hace un rato.


–– ¡Lo siento tanto, dulzura! ––Intervino Fred con su acento amanerado––, soy culpable––alzó la mano derecha–– me hago responsable de la tardanza, salí tarde y el tráfico no perdona a nadie.


–– ¡Fred! Debes ser más responsable ––comentó divertida.


–– ¡Ay, perra! ––Bromeó––. No es mi culpa que estés más casada con tu reloj y tu agenda que con tu “peor es nada”.


––No es mi “peor es nada”, es mi esposo desde hace ya cinco años y somos muy felices, lo que me recuerda que debes ir a visitarnos más seguido.


––Como sea, lo pensaré, déjame pasar que a este panquecito le espera un día agitado.


Ambos adultos carcajearon y fue Frau Liszt quien empujó la silla de ruedas, ella prepararía a Licht mientras Fred se alistaba.


––Dime, pequeño, ¿alguna novedad?


––No, Doctora, como siempre.


––Ya. Bueno, lo primero es cambiarte de ropas que vas a sudar como cerdo correteado.


Una mueca de incomodidad fue lo primero que el semblante de Licht mostró. No, no otra vez a ser desvestido.


Frau Liszt; cuyo nombre de pila era Hedelaida, llamó a otra chica para que lo ayudara a cambiar de ropa. Su camisola y pantalones fueron cambiados por una bata holgada, de menos era una completa que le cubría desde el cuello hasta dos dedos arriba de las rodillas. Hedelaida; con la misma técnica de cargado de Fred, llevó a Licht hasta una plancha metálica dura y con lo que parecían rodillos que iban de un lado al otro a todo lo ancho, un poco incómodos mientras se mantenían estáticos. Segundos después llegó Ferdinand y agradeció a la doctora que ya se acercaba a él con un carrito con varias cosas sobre el; eran aceites que aún estando tapados Licht pudo olfatear muy bien. Aromas suaves y aterciopelados. Efluvios tan excéntricos que combinados en su nariz mareaban un tanto. Los adultos comentaban el orden de los aceites mientras la Doctora mencionaba algo como a que temperatura y que intensidad tenía que ser encendida la cama. Eso en cierta manera alteró los nervios del jovencito que no sabía que esperar.


¡Con un carajo!, Licht se estremeció en demasía cuando la cama fue puesta en funcionamiento. Comenzó a vibrar fuertemente y los rodillos comenzaron a rodar. Unos lo hacían de abajo para arriba y otros de arriba para abajo intercaladamente, esto para evitar que todo aquel que se acostara fuera arrastrado a una sola dirección como en una caminadora. Pero eso no fue lo peor, esos rodillos se sentían deliciosos sobre su cuello y hombros, todo estaría perfecto hasta ahí, pero la maldita vida se encargaba de echarlo todo a perder, el calor proveniente de sabrá Dios donde estaba subiendo de intensidad rápidamente. Era claro estaba transpirando, sentía correr gotas de sudor desde su frente hasta rodar por sus mejillas y luego caían estrepitosamente. Todo su cuerpo estaba destilando ese desagradable líquido salado.


–– ¿Manzanas con canela?, panquecito, tú si que tienes un buen y femenino gusto.


––No fui yo ––respondió avergonzado ante el chiste de su nuevo aroma.


––Ajá, claro. ¿Quién más sino?


––Debe ser el aceite humectante que Fräulein Dagmar me colocó tras mi baño.


––Con el calor estas botando todo el aceite de tu cuerpo ––rió sonoramente––, ya eres oficialmente una vela aromática.


–– ¿Es que siempre tienes un comentario para todo?


––Si, primor, a mi no se me escapa nada.


Lo que uno tiene que aguantar cuando se está en las manos de otro y sencillamente no podía refutar nada, no solo era el aroma que desprendía era el hecho que ¡se estaba disolviendo! tanto calor lo iba a matar, se derretía cual vela de iglesia y nadie decía nada y su espalda azorada por esos rodillos que no dejaban de girar y que vibraban tan fuerte que seguro pronto se le desprendían los órganos. La tortura caliente duró más de lo que pensaba hasta que sin resistirlo pidió un poco de líquido.


No se la dieron.


La excusa era que tenía que sacar todas las toxinas y líquidos de su cuerpo, claro, sin matarlo de deshidratación. Su circulación tenía que estar a lo máximo que su cuerpo respondiera para la siguiente fase del tratamiento. Su semblante era completamente irreal, distorsionado en incomodidad y abrumado por lo que restaba.


Fred lo veía mientras controlaba que ni la temperatura ni la intensidad de las vibraciones fueran a ser demasiadas para el cuerpecito acostado. Lo último que deseaba era lastimarlo más de la cuenta. Comprendía el suplicio al que estaba sometiendo a su paciente, pero ese era un precio a pagar que en verdad valía mucho la pena. Lástima que Licht no dejaba que nadie le diera salto y seña de su físico o en ese mismo momento le hubiera dicho que ahí, tendido y todo sudado a cualquiera le daba una sensación lasciva en la piel. No era un chico mal parecido, sino todo lo contrario y no lo veía así solo porque su sexualidad le hacía dar tremendas excursiones visuales a cualquier hombre guapo, no, más bien que aún siendo un orgulloso gay, sabía identificar muy bien la belleza ajena de ambos sexos y Licht no se le antojaba nada feo. Pensaba que “ese” día de haber perdido la batalla contra la muerte sinceramente hubiera sido un gran desperdicio para la humanidad. Le entraban deseos de saber como era antes del accidente, del cual, parloteando con las enfermeras se enteró con lujo de detalle. No podía ni imaginar que ese rostro que ahora mostraba el tormento por el calor emanado de la cama alguna vez estuvo lleno de sangre en su totalidad y por casi nada desfigurado. Era imposible imaginar ambas piernas con huesos rotos y fracturas externas o que decir de esos delgados brazos que un día trágico fueron como los brazos de un muñeco de trapo. ¡Que daría por saber como eran esos ojos! que ahora apagados volvieran a brillar como los ojos de cualquier adolescente en edad plena. Una pena tremenda le entró por Licht, quería abrazarlo y decirle que en verdad era un chico bueno, valiente y fuerte al contrario de lo que él  mismo pensaba.


El tintineo electrónico de la cama eléctrica anunció que el tiempo estaba completado.


––Bien panquecito, aquí ya terminamos.


––Me muero de sed…––dijo con hilo de voz.


––Ahora te doy un poco de agua.


––Dime, por favor, que lo siguiente será mucho más placentero.


––Eso depende tu punto de…––enmudeció.


–– ¿De vista?


––Lo siento, iba a decir que eso depende de tu perspectiva, ¿le tienes miedo al agua?


––No lo sé, no lo recuerdo, ¿recuerdas?


––Mierda la he jodido otra vez ––musitó con ese tono amanerado y ahora más marcado.


Se estiró para comenzar a secar el sudor a Licht y en eso soltó tremendo grito llamando a Hedelaida. Licht creyó que era imposible que un hombre que normalmente era de voz grave pero afeminada de pronto tuviera el mismo sonsonete de una colegiala caprichosa, pero lo era.


La doctora llegó a los pocos segundos alegando en broma que se callara de una vez. Las bromas no dejaron de ir y venir entre los dos adultos que pasaban una y otra vez las pequeñas toallas sobre todo el cuerpo de Licht, sí…todo. Así hasta que dejara de sudar y cuando finalmente eso paso Fred mencionó que tenían que cambiarlo, antes de que Licht preguntara nada supo que algo pasaba debajo de su cintura. Hedel; como solían llamarla para acortar su nombre, ya disponía una de una esas toallas sobre lo más íntimo del jovencito asegurándose de cubrirlo bien. Mientras tanto Fred alzaba con sumo cuidado a Licht para sacarle la bata enorme de lo más rápido que se pudiera. Lo acostó nuevamente y no sintió nada más.


––Ya estás listo, panquecito.


––  ¡¿Me dejarán en cueros?!


––No, ¿por qué?, ¿quieres estar en “traje de Adán”? ––musitó con risa disimulada.


–– ¡Por su puesto que no!, no quiero ir desnudo por la vida.


––Primor…tú no estás desnudo, llevas un traje de baño, es reglamentario para la piscina. Debajo de esta linda bata que traigo también llevo puesto uno.


–– ¡¿Qué, qué?! ––traducción de la pregunta: ¿Estaré piel a piel contigo?, pensó Licht.


Fred cargó nuevamente a Licht, no tenía caso llevarlo en silla de ruedas ya que solo bastaban unos cuantos pasos dados por esas enormes piernas de zancos, atravesar una puerta y estarían en el área de la piscina. El ruido de las demás camas le hizo saber que no estaban solos aún cuando todo se limitaba a voces y uno que otro lamento, el lugar no gozaba de mucha algarabía, de vez en vez allá a lo lejos Hedel se delataba caminando de un lado al otro. El musculoso hombre no tuvo problema alguno para abrir las puertas con una sola mano.


El vapor del agua caliente fue lo primero con lo que Licht fue golpeado. El vapor entibiaba sus fosas nasales y hacían que tuviera la loca idea de que no podía respirar correctamente por más que lo intentara.


––Te acostumbraras. Cuando pasas tanto tiempo en las saunas esto es un chiste.


––Prefiero tomar agua que respirarla, me asfixio.


––Licht, Licht, debes saborear la vida y todos sus encantos. De acuerdo primor, comenzaré a sumergirte en la piscina hasta que quedes completamente sentado, no tengas miedo no puedes caer ni resbalar, a menos claro que tengas piel de anguila.


––No me sueltes ––expresó con turbada voz.


––Debo hacerlo, no puedo entrar con la bata puesta y tú tienes que acostumbrarte a la temperatura.


La faena empezó cuando de a poco Fred comenzó a sumergirlo. El miedo era claro un presente más en lugar ya que el paciente no se soltaba del cuello de Ferdinand, poco le faltó para suplicar que no lo dejara ahí. El espectáculo duró unos cinco minutos hasta que llegó Hedel enfundada en un traje de baño completo color azul marino. El chico nunca la escuchó venir pues estaba más concentrado en permanecer como lapa al  ancho cuello de su terapeuta.


––Tú, vaca inútil, échame una manita para que podamos continuar.


––Ya. Pensé que la “señorita” podía hacerlo todo ––sujetó a Licht de la cintura––. Vamos Licht, yo te voy a sujetar para que no caigas, no tienes nada de lo que puedas temer.


––No quiero que me suelte, me ahogaré.


––Eso no es verdad, ¿confías en mi?


––No lo sé…––escuchó el agua estremecerse.


––Yo estoy adentro ya, suelta a Fred que yo mientras te sujeto de la cintura, ¿de acuerdo?


––Estoy inquietado.


––Chico, todos los cuerpos flotan en el agua, el tuyo no es la excepción ––lo abrazó fuertemente por arriba del ombligo para que sintiera que estaba siendo tomado en brazos––, ¿lo sientes, no? Estoy amarrándote con fuerza, suelta ya el cuello de la “señorita”.


Con más desconfianza que nunca Licht comenzó a soltar poco a poco su fuente de confianza. Hedelaida tenía ese clásico tono de madre protectora y devota, sabía bien como tratar a los pacientes menores de edad puesto que trabajaba mucho con niños, y Licht que ya era todo un adolescente de diecisiete años varado en sus quince no era más berrinchudo que cualquiera de sus pequeños pacientes, no era problema para ella persuadirlo.


Poco a poco comenzó a ser sumergido hasta que sintió el agua, estaba caliente, soportable pero caliente.


Hedel comenzó con una mano a escurrir agua por los hombros y cuello a manera de acostumbrarlo mientras lo sentaba de a poco en una silla encallada en los azulejos. Fred se quitaba la bata y anotaba algo aprovechando que por fin tenía las manos libres. Observó la parte de la piscina y a los dos cuerpos hundidos. Hedelaida era una mujer hermosa en sus plenos veintinueve, casada y orgullosa de estarlo y como aún no engendraba hijos su cuerpo permanecía perfecto, de piernas largas y torneadas por las horas acumuladas en el agua, sus brazos y espalda se notaban igual de fuertes y por lo mismo de que practicó natación desde muy chica sus senos eran casi inexistentes. Llevaba el cabello corto por la parte de atrás y de frente era ligeramente más largo en recta que enmarcaba a la perfección su rostro picudo, ella era todo un contraste con el chico al que sujetaba, frágil, delgado y un poco marcado por los clavos quirúrgicos y otras operaciones. Sí lo pensaba bien, Herr Engel hizo un trabajo excepcional casi de premio Nóbel reconstruyendo el rostro del chico. Incluso a la distancia que se encontraba distinguía a la perfección el detalle de sus ojos, mientras el izquierdo lucía muerto completamente y entre cerrado, el derecho estaba perdido en una oscuridad más no dejaba de reflejar la luz.


––Aquí voy, corazones, solo no se desmayen por tener esta belleza ante sus ojos ––comentó mientras bajaba la barandilla de la piscina –– ¡Por la madre mayor!, esto está más caliente que de costumbre.


––No seas marica y apúrate, al menos en esta situación sé un hombre.


––Muy graciosa, Hedel.


––Bien, pececito, estás sentado en una silla anclada en los azulejos, evita que resbales o caigas, tal vez no lo notes pero tu cadera están sujetada con una correa metalizada que deja libre tus piernas, lo que haremos la Doctora Hedelaida y yo será bajar la silla un poco más hasta que quedes sumergido a la altura del cuello, comenzaremos así a mover tus piernas según los ejercicios que ya conoces.


––Ahora que sabes que estás completamente seguro no debes asustarte si sientes movimientos muy bruscos pues vamos a estirarte mucho, es posible que percibas una sensación de caer, al mover tus caderas y cintura todo tu cuerpo se moverá, ¿entendido, Licht? ––intervino la terapeuta.


––C-creo que…si.


Una vez explicado el procedimiento, ambos terapeutas se miraron y luego al mismo tiempo acentuaron con la cabeza, aspiraron tanto aire como sus pulmones se los permitían y se sumergieron al agua caliente.


La silla en la que se encontraba Licht se encallaba a los azulejos por la parte de atrás a unos canales ajustables, así podían sumergirlo, alzarlo hasta casi sacarlo del agua, lo mismo que podían jalar la silla para alejarlo de la pared de la piscina o lo contrario, una vez más era un diseño de Herr Hubble y sus ideas por facilitar el trabajo de los Doctores y la comodidad de sus pacientes.


Bajo el agua Hedelaida y Ferdinand maniobraban cada uno las piernas de Licht, podían ser más duros de lo normal sin temor a lastimarlo porque de eso trató la cama de térmica, el chiste era calentar los músculos y con el fuerte masaje ya no estaban más engarrotados, justo como los deportistas que hacen ejercicios antes de un duro entrenamiento. Casi al unísono los adultos salían a flote para tomar aire nuevo y luego se volvían a sumergir. Para entonces Licht ya tenía el Jesús en la boca, aún cuando sus piernas eran una zona desconocida para él, los fuertes movimientos suministrados lo balanceaban de un lado para el otro. Tenía tantos deseos de gritar por ayuda, pero su parte razonable le decía que los doctores que lo ayudaban no atentarían contra él y que solo eran sus nervios más que aflorados.


Los terapeutas volvieron a salir a flote, esta vez ya no regresaron a las profundidades de la alberca.


––Buen trabajo, sirena ––musitó Hedelaida.


––Lo mismo digo, foca. ¿Qué tal ha estado, pececito? ––preguntó Fred.


––C-creo que…n-nunca había estado…t-tan asustado en mi vida.


––Intentamos no ser demasiado toscos, pero es casi inevitable, uno de los contra de todo esto es que se debe aplicar una fuerza considerable, al mismo tiempo que se debe cuidar de aplicarla bien para no torcerte o desgarrarte los músculos, primor.


––Bueno, ahora está lo más sencillo, Licht, ¿recuerdas tus sesiones sobre piso plano?, bueno, eso mismo haremos pero aquí en el agua. Mientras Fred te sostiene por la espalda yo haré la rutina contigo.


–– ¡NO!


 


La negativa gritada a voz del chico retumbó en cada pared. Se aferró con uñas a los tubos de la silla cual gato para que no lo quitaran de ahí. No quería saberse ni por un momento fuera de esa silla que le garantizaba no ahogarse. Supiera o no nadar antes de accidente eso no lo sabría, pero mientras tanto la idea sonaba terrible.


 

Notas finales:

*Baila* Soy muy feliz, con este capítulo por dos razones, la primera: ya estoy a la par de mi blog :3 y la segunda: Ya entraron a escena Hedelaida y Ferdinand!! Nunca deben faltar esos personajes que contan la seriedad de un momento trágico. :D Los adoro!! Mmm...algo que aclarar? Bueno, agradezco a los ortopedistas conocidos de mi sr.padre que me ayudaron a guiarme en estas terápias y todo ese tipo de cosas. :3 yeah!*

Les presumo el uno de los banners que mi amigo y beta reader Holkan me regaló, este obviamente es el que corresponde a este relato, en realidad me regaló más XD, mirénlo, no esta chulo?

 

Bueno, creo que es todo por hoy, gracias por seguirme apoyando y sobre todo a esta historia. ^^ Gracias!* Espero que tengan un lindo dominguito y un lindo incio de semana.

BesitoSs!!* -3- MuacKSs!!*

::*::De Mis Dulces Labios A Los Suyos::*::
••†••Blutige Küsee Von Lieblosem••†••


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).