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::*::Der Sarg des Lichts::*:: por Lieblosem

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Notas del capitulo:

Titulo alemán-español [Señorita Rosa]

Y, tras lo vivido y lo sufrido, una nueva persona llega a la vida del pequeño Licht, una persona que será como un faro en su oscuridad

Todos sus reviews están contestados..!*

Para aclaraciones y más, pasar a notas de autor.

Existen varios tipos de memoria, como la sensitiva: esa que no hace recordar que el fuego quema o que el agua fría es incómoda. También está la fotográfica que entra a nuestra mente ayudada por nuestra vista y así no olvidar un rostro o un lugar”


 


 


«No tiene mucho que desperté de mi sueño. Parecía tan real y así mismo creía que solo era una ilusión distorsionada de los fragmentos perdidos de mi memoria. Debió ser así. Una vez más como si estuviera sentado en las butacas de un cine, frente a mi se proyectaba la película.


Era una casa de corte muy viejo y campirano, escuchaba un arroyo pasar el cual llevaba consigo aguas muy tranquilas. Hacía un calor que se antojaba bochornoso pero no por ello molesto. El sol rasgaba las ventanas y se abría paso hasta un comedor pequeñito de madera. Un color naranja lo invadió todo. Aún cuando la ventana estaba cerrada el sonido de las cigarras en conjunto con los grillos era perfectamente audible; un poco tedioso para lo oídos, nada que no se pudiera soportar.


La visión fue acercándose más y más a esa mesa y lo primero que noté es que en el centro no se hallaba el clásico florero, en su lugar una pecera redonda de cristal yacía con agua cristalina, en el fondo varias piedrecillas de múltiples colores rompían la luz reflejándola a todo el lugar, sobre todo pavoneaban al pez dorado que habitaba en la bola de cristal. Tentado por su vaivén, desee interrumpir su tranquilidad y jugar un poco con él, tocarle un poco sus bellas escamas. No necesité pensarlo mucho y sumergí mi dedo. Cual va siendo mi sorpresa que ese dedo no era mío. Era pequeño y gordito por la grasa aún infantil.


El pececito alterado comenzó a nadar en círculos, ahí en su pequeño mundo. Por instantes ajenos a todo el sueño sentí empatía.


Mi atención entonces se desvió a otro lado de aposento. Un crujido de la puerta detrás de mí hizo que virara. La visión me indicó que fui presuroso a ella y la atravesé lleno de emoción como sabiendo lo que encontraría del otro lado. He de confesar que la intensa luz del atardecer me cegó por unos momentos y cuando todo se hubo aclarado divisé un prado precioso. El aroma de tierra recién mojada y las flores con rocío eran efluvios más que exquisitos. El viento también estaba perfumado por los árboles que adivinaban frutos tímidos entre sus ramas. El sonar de los grillos y las cigarras se intensificó. ––Ya lo he visto––, pensé. Sí, este hermoso prado lleno de formas y colores era el que soñé anteriormente cuando escuché Spring, solo que ahora se veía todo mucho más claro. Sin más la escuché. Una melodiosa y tierna voz femenina.


Mein, kind. Mein, kind. Una y otra vez: mi niño, mi niño. Mi corazón revoloteó emocionado.


Cuando giré para ver quién era…ahí estaba… Otra vez ese es coche deportivo rojo.»


 


Engel anotaba en su tablilla los resultados dichos por la enfermera que dictaba los signos vitales de Licht, el que se mostraba serio a más no poder y todo era por la sencilla razón de que aquella mujer no era Seraphine sino que era una enfermera nueva.


Lo que Licht no sabía era que Seraphine sí llegó al hospital, con una gripe monumental y fiebre de muerte, pero llegó como siempre puntual de la tres de la tarde. Antes de alegar nada fue enviada de regreso a casa con un poco de medicación para que pudiera descansar ese día. A cambio una enfermera que ni siquiera era de ese piso se ocuparía de sus deberes. Uno no necesitaba estar ciego para darse cuenta que la enfermera en cuestión ya presentaba molestia por el cansancio. Todavía de que tenía mucho que hacer le enjaretaban más trabajo. Pero el deber era el deber.


Licht desde antes de que entrara ya había notado que las pisadas próximas a entrar a su habitación no eran conocidas. ¿Cómo le hacía para saberlo? Ni él lo sabía y no estaba equivocado cuando ella entro y a casi nada también Engel. Desde ahí su incomodidad y falta de palabras o gestos. Definitivamente no le gustaban para nada los cambios. Él estaba bien con el curso de algunas rutinas en su vida.


 


––Doctor Walde, él es el último. ¿Algo más? ––preguntó amable.


––No, gracias… bueno, si. Cuando estés en la estación de enfermeras por favor vocea a la Doctora Rose, necesito hablar con ella en cuanto se desocupe.


––Claro, Doctor. ––Se viró––. Hasta al rato, Licht.


––Ajá––contestó serio y de golpe.


La señorita enfermera devolvió el estetoscopio al médico y se fue.


–– ¿Aburrido, enojado o acongojado? ––curioseó divertido.


––Podría decir que algo enojado.


–– ¿Y ahora por qué? Si has estado de buen humor estos días.


––No me gusta que las cosas cambien.


––Te refieres por Fräulein Cecilia.


––Si pero no. Es que, estoy tan acostumbrado a las mismas personas que cuando llega una diferente me siento cohibido e indefenso. Como si de alguna manera no tuviera nada que ver con esa persona. No siento esa armonía en el ámbiente.


––Ya. Jugen Licht ––aclaró la garganta. Le dolía––. Joven Licht, entiendo como te has de sentir. Sé que no te gusta mucho que toquemos “ese” tema pero por ahora lo haremos. Tú problema es que sin tu visión no puedes atravesar la primera barrera de la confianza. Cuando dos personas desconocidas están por hablar es porque con la mirada ya han canalizado si esa persona es digna de una cierta confianza. Esta decisión puede verse afectada por gustos personales, moral e incluso religión. Según lo que tengas en la cabeza es lo que te hará confiar a primera vista.


––A eso se le llama discriminación ó, elitismo si quiere que suene menos feo.


–– ¿Y tú no haces lo mismo? ––inquirió.


––No lo creo.


––No lo crees o no lo quieres creer. Permíteme aclararte algo, de alguna manera también lo haces y te diré como. Debido a que no puedes visualizar a las personas te cierras y confías en tus oídos o tacto. Solo que ahí tenemos un pequeño detalle, la voz no es precisamente una tarjeta de presentación, salvo algunos casos, por ejemplo: mi hermano. Alguna vez me comentó que quizá su voz te intimidaba un poco por como reaccionabas. Ferdinand también es un buen ejemplo, ¿no?, su voz no tiene nada que ver con él puesto que posee un espectro vocal bien amplio.


––Demonios…––susurró.


––Imaginemos que te hubiese cargado antes de dirigirte la palabra, seguro que su cuerpo te impacta o asusta.


Licht hizo un mohín.


––A veces me desespera que sea tan inteligente, Doctor Walde ––volteó a otro lado.


Ahí estaba otra vez llamándolo por su apellido. No es que le divirtiera molestar a Licht exactamente, así era su paciente después de todo. El muchacho tenía ese respeto para no refutar una verdad le gustara esta o no. Sencillamente le parecía encantador ese puchero que hacía de molestia fingida: doblaba un poco el labio inferior y apretaba un poco el superior, bajaba la cabeza y enseguida volteaba a otro lugar.


Qué linda expresión, pensaba.


––Por cierto ––volvió a fijar la ciega mirada en el médico––, hoy viene él, ¿me equivoco?


––Te refieres Herr Dorian…––se rodeó el cuello––.Está un poco retrasado, pero seguro llega en la próxima hora, ¿te preocupa?


––Mentiría si dijera que no, solo que hoy mi corazón no está alterado como en veces pasadas. De alguna manera ya me hice a la idea y con todo lo pasado estos últimos días, debe ser que me estoy fortaleciendo un poco.


––Me alegra escuchar eso…––se detuvo para aclararse la garganta. Eso le dolió aún más.


–– ¿Es contagioso? ––musitó con un poco de preocupación.


––Eso me temo. Anoche antes de irme a casa cené en el comedor de los médicos y dos de ellos, tres enfermeras y un residente no lucían muy bien. No te preocupes, no te contagiaré.


––A-Ah, n-no lo decía por eso. No le percibo tan vivaz como siempre.


––No dejas de sorprenderme con todo lo que puedes atinar por solo escuchar mi voz.


––Es normal, llevó mucho tiempo escuchándolo.


––Tienes razón…


Iba a decir otra cosa cuando su localizador comenzó a emitir un sonido bastante molesto e intermitente.


 


Doctor tiene llamado en urgencia. Diríjase a la cuarta sala de urgencias, por favor.”


 


Engel infló las mejillas y observó su localizador.


––Me tengo que ir, pequeño.


Sin dar tiempo al chico de contestar, salió corriendo a toda velocidad de la habitación con dirección al elevador.


––Hasta luego…––comentó de manera afligida sin que pudiera ser escuchado.


No sabía en qué momento las visitas del médico se volvieron tan importantes. Pensaba continuamente en ello, más no encontraba una respuesta satisfactoria. La soledad aunque abrumadora podía soportarla, al menos eso se hacía creer. Cada vez que Engel se retiraba por trabajo o yendo a casa, esa soledad le era pesada en demasía. Para llenar ese hueco optaba por prender el reproductor de discos y llenarse los oídos de notas bellas y melodías dignas de los Dioses. Era lo único que lo mantenía lo suficientemente distraído para sobrellevar sus pesares.


Sus manos jugueteaban con el control remoto, la habilidad en sus dedos y manos en general ya era casi normal, a veces mientras comían sentía que los dedos se le enredaban y dejaba caer la cuchara, con la diferencia de que ya no se molestaba tanto por creerse un inútil; seguía irritándolo el hecho de ensuciar sus cobijas o la ropa. Aspiraba fuerte y volvía a comenzar.


Así eran los días, todo era una rutina, chequeos, anotaciones, indicaciones, saludos, pláticas, la tortura del baño, el cambio de ropas. Desayuno, comida y cena. Más chequeos, más anotaciones, más platicas banales otras no tanto, música. A dormir…a soñar… A soñar.


Hablando de sueños, su sueño aún era demasiado nítido. Esa casa campirana, la luz y el pececito dorado al centro de la mesa de madera. Lo que parecía una cocina comedor. El crujir de la puerta tan real y la dulce voz femenina. ¿Qué significaba todo eso?, ¿retazos de su pasado tal vez? Si era así, bienvenidos sean. Era un sueño que no decía mucho y a lo mejor no era él siquiera, lo último que deseaba era hacerse falsas esperanzas. Tampoco habló con nadie al respecto. Como muchas de las cosas, se mantenía ese sueño para sí.


Apestosa vida.


Complicada y mierda vida.


Aspiró con fuerza imaginando los efluvios frutales y la tierra mojada. Lo logró. Una sonrisa sincera que nadie pudo ver se esbozo en su rostro. Se esforzó aún más por recordar el tacto del regordete dedo con el pez dorado y sus escamas, y el color de las piedras coloridas al romper la luz anaranjada.


«Mein, kind…mein, kind», recordaba. «Mi niño…mi niño», volvió a resonar en su cabeza.


Intentaba comparar esa bella voz suave y esponjosa con alguna de sus enfermeras. No obtuvo suerte. Si quiera con Hedelaida, que a su parecer y raiting tenía la voz que más creía se acercaba a una voz maternal, sin embargo, no tuvo mucho éxito.


No, ninguna era acercada. La mujer que poseyera esa voz seguro que era una verdadera y buena madre. Una mujer completa y frágil.


 « ¿Será…la voz de mi mamá?», cuestionó.


Su cara se deformó en algo totalmente deprimente. Recapituló lo dicho por Engel y sobre todo esa parte en la que dijo que la voz no era la mejor carta de presentación. Lo más seguro es que una vez más el médico tenía razón absoluta. ¿De que otro modo una mujer con tan sublime voz abandonaría a su pequeño? Era una verdadera lástima, hasta donde su limitada cabeza adolescente le permitía saber, un hijo lo era todo para su madre. Su vida, su pasión, su esfuerzo y sus logros. Obvio, no creía ni decía que una madre dejaba de ser mujer y que sus obligaciones estuvieran enteramente lineadas a su retoño, pero sí que era cierto que casi todas coincidían en algo: si vivían por sus hijos, irremediablemente morían por ellos. No importaba como, las mamás no dudaban en saltar de un puente si ello significaba que el fruto de su vientre siguiera con vida.


Esto llevó un poco más allá a Licht. Regularmente los hijos siendo pequeños eran las cosas más dulces y desesperantes del mundo; niños al fin, y eran el número uno y la perfección en belleza y gracia para sus progenitoras. Desgraciadamente la vida suele tener caminos torcidos y muchas veces los hijos al crecer y llegar a la edad del “pavo” o comúnmente llamado pubertad y adolescencia, la progenie parecía olvidar las noches en vela de sus madres en momentos de enfermedad, los mimos en la cabeza por un logro tan estúpido como descubrir que el cielo era azul y una rana verde o las tardes de paseos por los parques aún cuando estuvieran azoradas por las faenas de la casa y todo se limitaba a los recuerdos de los regaños por meter lodo a la casa y unas que otras nalgadas. Muchos de esos críos con supuesta mentalidad adulta más que bendiciones eran castigos divinos. Algunos atentaban contra lo sagrado y humillaban a sus madres pegándoles, robándoles, traicionándoles e incluso…matándoles. Justo en ese punto entraba el cuestionamiento de Licht: ¿cómo se comportó él con su madre?, ¿fue bueno o malo?, ¿justo o injusto?, ¿obediente o desobediente?


––Seguro era de de la peor calaña…––dijo para sí mismo.


Eso debía ser, otra explicación no se le podía dar a su abandono. De saberlo perdido, hubiera movido cielo, mar y tierra para encontrarlo, ¿no? Además Dorian comentó en una de sus visitas que los intentos por saber quién era no cesaban y que en su momento fueron bastante persuasivos, más nadie daba respuesta y tanto la foto de su “perfil” como sus huellas permanecían en las listas de varias organizaciones dedicadas al rastreo de niños perdidos sin que alguien diera fe de esos datos o proporcionara otros.


¡¿Y si no tenía mamá?! Esa también podía ser una de sus posibilidades. Por eso nadie lo buscaba.


Un ruido desconocido sacó a Licht de sus pensamientos y lo arrancó de tajo de cuestiones muy internas, llevándolo por un expreso a su realidad.


Puso atención. Esos sonidos. Pisadas para ser exacto, no eran muy grandes ni dadas con mucha fuerza, se detenían y volvían a andar. ¿Quién estaba en su habitación?


¡Mierda! Era lo único verdaderamente malo de meterse tanto en sí mismo. Escuchaba tanto sus propios pensamientos y debatía aún más con sus voces internas que todo lo demás se volvía completamente inaudible, incluso la música. Solo los sonidos más fuertes podían recobrar su atención.


¡Ahí estaban otra vez!


–– ¿Quién está ahí y qué haces en mi habitación?


No recibió respuesta.


––Te pregunté: ¿quién eres y qué haces aquí?––enojado.


No obtuvo respuesta más que el silencio de esos pasitos ahora quietos.


––Sé perfectamente que estás aquí. Te escuché y te lo aseguro, sé que aún estás por mi cama, no te has movido de tu lugar.


Licht mantenía uno de sus dedos cerca del botón de auxilio. Si aquella persona no respondía en los próximos segundos no dudaría en presionarlo. Muy a lo que pareciera tenía miedo.


Cinco, cuatro, tres. Contó internamente.


––Q-quiero estar aquí ––sonó una pequeña voz de campanita.


–– ¿Quién eres?


––Soy la princesa Momo.


–– ¿La princesa Momo? –– Ese nombre le era familiar ––Así que eres una princesa, ¿se puede saber que haces aquí?


––M-me escondo. No quiero que ella me encuentre.


–– ¿Quién?


––E-ella, ella.


Lo que no sabía es que la pequeña escurridiza señalaba a la puerta. Sin embargo Licht atinó el sonar de unos tocones posarse en la puerta y volteó hacía ese lugar.


––Así que aquí estabas, María ––habló “ella” con dulce tono.


« ¿Qué su nombre no era Momo?», pensó Licht. Ahora sí estaba confundido.


––No deberías estar molestando a los pacientes. ¿Recuerdas lo que te mencionó tu papá? Este es un lugar donde la gente viene a curarse.


––Pero estoy aburrida ––bufó caprichosa.


––Lo siento, joven, ahora mismo me llevo a esta pequeñita inquieta.


Conque sí era una niña.


––No sé preocupe, no ha causado ningún mal. ¿Quién es usted?


––Soy Murphy Rose y la pequeñita tímida que está bajo tu cama es María Kleiner. Mejor conocida como la princesa Momo.


––Ah, un gusto… Soy…––dudó––. Soy Licht.


–– ¿Licht?, ¿Tú eres Licht?


––Si, soy yo, ¿me conoce?


Por un momento una flama de ligera felicidad se encendió en su pecho, quizá esa mujer lo conocía de antes.


––No, no exactamente. He escuchado de ti y ahora creo que de no haber sido por María…


–– ¡Soy la princesa Momo! ¡Princesa Momo! ––interrumpió la niña.


––Corrijo, de no haber sido por la Princesa Momo, no habría sido capaz de encontrar tu habitación tan rápido. Este es un lugar demasiado grande como puedes ver.


––Entonces… ¿debe estar conmigo?


––Si, eres el siguiente en mi lista.


––No entiendo.


––Fräulein Rose es la doctora que platica con mi ¡cabeza!, ¿extraño, no?


Una vez más Licht estaba confundido y a cada segundo lo estaba más.


––Princesita ––fijó ojos a María––, tú padre debe estar ya esperándote, es hora de volver. Despídete del joven Licht.


María infló las majillas e hizo un mohín gracioso digno de cualquier niño pequeño. Salió de bajo de la cama de Licht. Se sacudió el poco polvo del vestido y entonces se puso a la zurda de Licht.


––Auf Wiedersehen!, Licht ––resaltó con alegría mientras sacudía su mano en señal de adiós.


––Auf Wiedersehen, princesa Momo.


––Nos veremos en un rato, Licht, un gusto.


Licht se limitó a sonreír y a bajar casi imperceptiblemente la cabeza.


 


«Hallo, Doctor Walde», escuchó.


 


¡Sí, por fin! Al parecer la emergencia no era tan emergencia. Se adelantó a saludar.


 


–– ¡Doctor Engel! Me alegró que este aquí, tengo algo más que contarle ––se apresuró.


––Que lindo recibimiento, pero soy Feder ––musitó con gracia.


–– ¡Ah! Yo…lo siento ––«Erré…erré…», se repetía. ––. No era mi intención.


––Cuánto tiempo, Licht, no te culpo por confundirme, después de todo hace mucho que no subo a verte. ¿Cómo va todo?


––Nada fuera de lo normal. Miento, hace poco recibí una nueva terapia, ¿supo?, la llaman: reactivación nerviosa.


––Si, creo que escuché algo similar. Sácame de mi error, pero eso duele, ¿me equivoco?


––Es un infierno ––hastiado.


––Eres muy valiente, Licht, me alegro mucho que hayas llegado a un punto tan esencial.


–– ¿Por qué lo dice?


––Es lógico, yo no soy versado en ese tema como lo bien lo sabes, lo que sé es por Engel. Y por lo que me ha contado fuiste muy valiente de seguir adelante.


Licht comenzó a sentir su cara caliente. ¿Engel hablaba de él? ¡Por los clavos de Cristo!


––Ya…ya veo. Fue una decisión dura, admito. Sin embargo es mi única esperanza y quiero aferrarme a ella con todo.


––También te noto más hábil de manos y brazos, incluso noto a primera vista que presentas leves movimientos en la cintura, que era la parte del torso que aún se te dificultaba.


–– ¿Usted cree? Yo no siento mucha diferencia.


––Paso a paso, pequeño, todo es gradual, he dejado de verte un considerable tiempo así que notó ese tipo de detalles, no es mucho aclaro.


–– ¿Eso es buena señal?


–– ¡Por supuesto! Tu cintura era por decirlo de alguna manera la base de tu inmovilidad, si aunque sea un poco se mueve, eso es más que una buena noticia ––expresó optimista.


––Vaya, la mentada terapia da resultados rápidos.


––Licht, date algo de crédito. No solo es la reactivación, también eres tú cuando te estiras por la comida o para coger algunas cosas cercanas a ti.


En ese momento, Licht recordó algo.


––Por cierto, Doctor. Usted es muy culto. Hace unos momentos entró una niña que se auto-denominaba Momo cuando su nombre es María. El nombre de Momo se me hace muy familiar, no sé porqué pero ––dudoso–– ¿Soy solo yo o también a usted?


––Me suena también ––pensó largo––. Lo lamento, me es familiar, pero no logro recordar de donde.


––Ya. Doctor Feder, usted está siempre metido en la sala de urgencias y terapia intensiva, no quiero parecer grosero pero ¿qué hace aquí?


––Abajo lo mío ya ha terminado, le corresponde a mi hermano hacer su trabajo. Unos skaters haciendo maniobras en las patinetas y bastante irresponsables impactaron cabezas quedando inconscientes, ya sabes, una lesión en la cabeza siempre parece más grave de lo que es.


––No estoy muy de acuerdo con ello ––respingó––. Yo sí que sufrí un gran golpe.


––Pequeño, no es lo mismo embestir dos cabezas que una cabeza y un coche.


––Igual que su hermano, siempre tienen la razón, ¿por qué me molesto en tratar de objetarles algo? ––rió ligeramente.


Feder estaba bastante contento con el estado anímico de Licht, quién ya se mostraba menos reticente y serio. Le agradaba ver aún por segundos las sonrisas de su antiguo paciente.


––Veo ya conociste a Fräulein Rosa, ¿le expresaste todas tus preocupaciones?


–– ¿Cómo dice?


–– ¿Qué no vino a verte? ––alzó una ceja y cruzó brazos.


––Ah, no lo creo. Llegó aquí buscando a la princesa Momo… Quiero decir a María, es una niña inquieta por lo que noté, se infiltró a mi habitación sin que lograra escucharla y luego llegó ella. ¿Quién es Fräulein Rose? También mencionó algo sobre venir a verme.


––Es la psicóloga del hospital, no tiene mucho de haberse integrado, tendrá cinco meses.


« ¿Psicóloga?... ¡Psicóloga!... Lisiado, ciego y ahora loco», bufó internamente Licht.


––No sabía que necesitara una psicóloga, supuse que para eso estaba Herr Dorian.


––Yo no soy el que manda aquí, pequeño. No creo que tarde en llegar…


–– ¡Está aquí! ––interrumpió el joven astutamente.


Feder sorprendido por la habilidad auditiva de Licht y un tanto incrédulo volteó en dirección a la puerta. Asombrándose de que menos de medio segundo alguien llamara a la puerta y no le costó trabajo adivinar, puesto que Fräulein Rose también habló atrás de la puerta preguntando si le daban el paso.


––Adelante ––respondió Licht.


––Hallo, Licht ––miró al médico––. Feder, nos volvemos a encontrar.


––Si, tienes razón ––se paró del sillón––. Yo estaba por irme de cualquier modo. Con su permiso. Nos vemos, pequeño.


––Hasta luego, Doctor ––volvió a responder el chico.


––Nos veremos mañana, Feder.


Tal vez era su imaginación, pero Fräulein Rose no anteponía el “herr” cuando llamaba a Feder, ¿acaso eran amigos como Hedelaida y Ferdinand? Tal vez, solo que como él lo notó, Rose hablaba muy entusiasta cuando se dirigía al médico, cosa que Feder no. Extraño.


––Dime, Licht, ¿cómo has estado?


Esa pregunta comenzaba a fastidiarlo.


––Bien, eso creo.


––Me da gusto saber eso ––amigable.


En otra situación seguro que se reservaba al silencio, pero era imposible no responderle a esa mujer. Como tuvo contacto auditivo con ella, todo se tornaba más fácil. Justo como Engel explicó sobre la primera etapa de la confianza.


––Bien, lo primero es lo primero, déjame presentarme como es debido…soy Fräulein Murphy Rose. Puedes llamarme solo Rose, soy psicóloga y a partir de ahora vendré a visitarte tres vez por semana para que platiquemos. Espero que seamos buenos amigos.


––Todo un gusto…––resopló–– Como sabe soy Licht, puede decirme Licht o el apelativo que más guste, todo mundo lo hace.


–– ¿Eso te incómoda?


––Nunca lo he pensado a detenimiento, he recibido motes desde número sesenta y ocho, pasando por: pequeño, chico, joven, pececito, primor, cariño, panquecito, corazón, niño, nene recientemente. Creo que esos son todos, alargue la lista.


––Si no te gusta, no lo haré y honestamente poner motes no es algo que se me dé.


––Comprendo su punto, en verdad no me molesta, si tuviera un nombre, quizá, pero todo lo que tengo no me pertenece, ni ese reproductor de discos, ni este cuarto, mi estas ropas, mi edad, siquiera mi nombre ––protestó desairado.


Rose puso cara de extrañamiento. ¿Su nombre no era su nombre? Estaba perdida, con las prisas de entregar puntual a María con su padre, solo pudo dar una hojeada rápida al expediente de Licht y por lo que alcanzó a ver los problemas que ella atendería serían: “ Inestabilidad emocional, crisis de abandono, crisis de identidad, crisis nerviosas  y parálisis corporal”. Rápidamente abrió el expediente y leyó con rapidez sobrehumana.


Literalmente se dio de golpes contra el sillón donde estaba sentada tras leer que en nombre de paciente decía: “Desconocido” y esa palabra se repetía constantemente durante la mayor parte del expediente. “Licht” solo era el nombre que aparecía en el fólder y suponía que se debía a que así decidieron nombrarlo. Básicamente lo único concreto del expediente que sostenía en manos eran los datos que la medicina sacaba con base de pruebas. Grupo sanguíneo y RH, estatura, peso, masa corporal, etcétera. Por el reverso aparecían detalles clínicos que ella no entendía. Pero aún así esa hoja parecía estar incompleta.


––  ¿Doctora?


–– ¡Lo lamento! Es que noté tu hoja es algo extraña, dime, ¿qué edad tienes, Licht?


––Unos diecisiete…––suspiró.


–– ¿“Unos”? ––Soltó una sonrisa ligera––, querrás decir diecisiete.


––Escuchó bien: unos diecisiete, como dije con antelación nada me pertenece.


Rose se sentía incompleta y no sabía el porqué, echó un vistazo al fólder. “Expediente Licht. Folio: 0068.U2/TI”, leyó en letras grandes y negritas. Cuando sus ojos se volvieron a posar sobre el número sesenta y ocho su corazón latió rápidamente, ese número no le gustaba y tenía una muy buena razón para ello. Sacudió la cabeza violentamente y se concentró.


––Dime, Licht, sé que has tenido ciertos problemas que han repercudido en tus nervios. ¿Quieres hablar de ello? Lo que sea estará bien para mí.


« ¿Está mujer es tonta o solo sé burla de mi?», bramó molesto para sí mismo.


––Si, mis nervios son el problema por eso no me puedo mover, creo que eso está claro, no tengo idea de que es a lo que se refiera con nervios.


––Eso no lo sabía…––incómoda––. Vamos a tomar ese punto. Vine aquí porque tu hoja dice parálisis corporal, cuando entré aquí vi que te mueves muy bien.


––Doctora Rose, no me puedo mover de la cintura para abajo, antes tampoco lo hacían brazos o manos y de hecho creo que hasta el cuello, más no puedo asegurarlo.


–– ¿Desde hace cuando estás así?


––Desde que desperté.


–– ¿Hace cuanto despertaste?


––Un par de meses. Creo que su hoja no lo dice, así que lo haré yo: estuve en coma mucho tiempo y a mi despertar llevo metido aquí casi dos años.


––Eso es mucho tiempo, ¿por qué decidiste Licht? Es un nombre poco común para un chico.


––Me lo pusieron, fue el Doctor Feder junto con otra persona, Herr Hubble estuvo de acuerdo y desde entonces soy “Licht”. Entiéndase ahora porque no me molestan los sobrenombres.


Iba a ser una hora larga.


––Comprendo. Me gustaría que nos lleváramos bien, Licht, por ese motivo cuando hablemos estaría bien que nos viéramos a la cara, ¿crees que eso se pueda? ––sugirió amablemente.


« ¡Está mujer es tonta y  sé burla de mi!», volvió a bramar internamente.


–– ¡Estoy ciego, Doctora! ¿Cómo quiera que la vea?


Rose se sintió a morir. ¡Suficiente! Algo no estaba bien con toda esa plática y ya lo presentía.


Pidió disculpas por el comentario y nuevamente se disculpó, tenía que retirarse momentáneamente. Se paró rauda del sillón, tomó el fólder y caminó a paso veloz.


Cuando estuvo fuera de la habitación se pegó en la frente con la mano y luego molesta llegó hasta la central de enfermeras reclamando una explicación del expediente tan extraño y por demás incompleto.


––Doctora, lo sentimos mucho, no sé de dónde ha sacado usted este expediente, pero lo que está aquí no es más que un expediente viejo ––explicó una enfermera.


–– ¿Cómo me dan un expediente no actualizado? No tienen idea del tremendo error que me acaban de hacer pasar.


–– ¿Doctora Rose? Nosotras mandamos el actualizado a su oficina, ¿lo le vio? Además es muy fácil descifrar que este no es el correcto, mire ––la enfermera señaló el folio–: 0068, es el número del paciente. U2, quiere decir urgencias y el número la sala a la que el paciente ingresó por primera vez al hospital. El guión señala que el paciente se quedó y que ingresó a terapia intensiva, ósea TI.


––Me cago en la…––resopló molesta ––. Vale, debí poner más atención, nunca había tomado un paciente internado y aún no aprendo a leer los expedientes de aquí, empero, ¿dónde está el expediente real?


––Debe seguir en su oficina.


––Me vuelvo a cagar en la…––resopló por segunda vez.


Rose tomó el expediente con vergüenza sellada y se apresuró al elevador para llegar cuanto antes en su oficina.


Estando dentro del ascensor hizo memoria. Después de llegar con María a su oficina y entregarla a su padre, se sentó y observó los expedientes pendientes a leer. ¿Qué mas paso?


Momentos de memoria.


¡Ahora lo recordaba! Justo entró Feder a preguntarle por otra colega y en su brazo izquierdo tenía algunos expedientes. Al saludarlo y entablar una conversación con él, vagamente recordaba que Feder dejaba los expedientes en el escritorio y volvía a recogerlos, así varias veces ¡Debió ser ahí cuando se traspapelaron!


Corrió en el nuevo piso hasta la otra central de enfermeras y pidió micrófono abierto. Voceó a Feder y repitió el mensaje.


–– ¿Qué necesitas? ––escuchó a espaldas suyas.


––Me vuelvo a recagar en la…––se tocó el corazón asustada.


Sin saberlo ambos se estaban buscando. Feder ya sabía del traspapelo de expedientes.


––Déjame adivinar, buscas esto ––alzó el fólder.


––Acabo de meter la pata monumentalmente y todo porque tienes un problema obsesivo-compulsivo de poner y quitar las cosas de un mismo lugar.


–– ¿Enserio? ––Sonó algo burlón––No me imagino que pasó.


––Le dije al pobrecito que me mirara, por descontado, otras preguntas incómodas y todo porque tomé el expediente no actualizado.


––Es tú culpa no la mía. Debes revisar los folios.


Con la cara llena de total humillación y tras proferirle una mueca de hastío a Feder emprendió el regreso a terapia intermedia.


En el trayecto al elevador se aseguró de memorizar el folio. “0068.P4/Ti”. P4, por piso 4 y el guión indicaba que estaba internado en terapia intermedia o lo que era lo mismo “Ti”.


Se sorprendió mucho cuando indagó más en ese expediente cuyo número le causaba pesar al corazón. Estrellaba levemente su cabeza contra una pared del elevador cada que un nuevo descubrimiento le mostraba otro error. Ahora comprendía bien. Su nuevo paciente era un chico de aproximadamente diecisiete años, superviviente de un severo accidente automovilístico. El traumatismo craneal sufrido ocasionó perdida de la memoria y visión, claro, también estaba la parálisis corporal por daños severos al sistema nervioso y óseo. Tras la lenta recuperación el chico evidentemente sufría de crisis post-trauma, que fue donde oficialmente su mente se quedó. Las crisis nerviosas eran producto de su falta de orientación espacio-tiempo, lo que obvio conllevaba a crisis emocionales e inestabilidad. La crisis de identidad era por no recordar nada y como nadie hasta la fecha preguntó por él…se explicaba la crisis de abandono y la soledad terrible que lo aquejaba.


¡Cielos! Como adolescente también sufría estrés por los cambios internos, por descontado que la psique de un joven a esa edad es bastante delicada y encima soportar todo eso. Tenía mucho trabajo que hacer.


Antes de entrar con Licht nuevamente, miró por enésima vez el sesenta y ocho. Lo que eran las coincidencias. No le gustaba sacar el tema a flote pero esas coincidencias podrían servirle con el chico.


––Licht, soy yo.


––Lo sé, se ha tardado, ¿llamado de la naturaleza?


––No, más bien…llamado de atención. Debo ofrecerte una disculpa y hasta perdón, diría yo. Un error ha provocado que te haya hecho sentir incómodo. En verdad, lo lamento de corazón. Confundí un viejo expediente tuyo con el actual y por esa tontería…


––Si, si, ya entendí ––interrumpió––. Es normal sentirme mal o molesto. A estas alturas cualquier cosa me da igual.


––No digas eso, Licht. Como aprendemos a disculparnos, también debemos hacerlo cuando se nos disculpan, por lo regular nuestros padres nos enseñan lo primero, cuando pasa lo segundo no lo aceptamos porque asumimos toda la responsabilidad.


––Cómo ahora ya sabe no tengo idea de que me hayan enseñado mis padres, no sé quienes son o si los tengo.


––Algo sé, eres un chico bien educado, te expresas con cortesía y tus gestos son delicados. Suponía que eras un chico retraído porque permanecías con la cara gacha en dirección a tus piernas, pero eso lo haces inconscientemente, lo haces para escuchar mejor, ¿verdad?


–– ¿Lo hago?, ciertamente estando así la escucho muy bien, pero en general mis oídos funcionan genial. Herr Engel mencionó que cuando se pierde un sentido, por instinto los demás se desarrollan para reemplazar de alguna manera el que se perdió.


––Nunca me imaginé que no pudieras ver, ya que mueves la cabeza y fijas tu mirar a la persona que te habla. No lo noté cuando vine en busca de María. Pero tienes otros dones.


–– ¿Dones?


––Si, tu oído no es el único desarrollado, tu tacto comienza a incrementarse mucho.


–– ¡Eso es imposible! Lo que me falta es tacto.


––No me refiero al sentido del tacto como tal. Eres muy sensible de tu entorno ¿cómo decirlo?, cuando conoces a una persona, sin saberlo automáticamente bajas la cara y diriges tu oído para escucharla. Pero…si la conoces, ya sea desconfianza o confianza lo que te proyecte sueles moverte como si desearas complementarte. Es raro explicarlo con palabras, no quiero ofender, pero tendrías que verlo para explicarlo.


––No me ofendo. Quiero saber más, un ejemplo estaría bien.


––Déjame pensar…––suspiró profundamente para razonar mejor –– ¡Ya lo tengo!, María estaba escondida bajo tu cama, como la escuchaste ahí abajo, tú cuerpo actuaba como si deseara flotar para no tener un contacto posible con ella, al estar de tu lado izquierdo y ya con cierto conocimiento de ella tu cuerpo se tranquilizó pero aún así tu guardia se mantenía, haciendo que tu cuerpo estuviera ligeramente inclinado a la derecha. Caso contrario con Feder, como está en tu rango de confianza, sabiendo que él se situaba a tu derecha, era como un imán que atrajera tu propio ser. ¿Me explico?


––Extraño, pero comprendo.


Ese había sido un buen punto. Rose logró captar su atención.


––Hablando de María, el nombre de Momo me es familiar, dentro de lo que cabe, ¿por qué dice que se llama así? ¿A qué se refería cuando dijo que usted era la doctora que hablaba con su cabeza?


–– ¡Ah, eso! ––carcajeó––. Cuando nos conocimos estaba muy asustada, así que redije que yo era una doctora que podía hablar con su cabeza, se quedó con esa idea. Su padre, Herr Kleiner, acudió a mí para tratar a su hija, ella era demasiado tímida, no hablaba nada.


––A mí me pareció parlanchina.


––Ahora lo es. La pequeña María sufrió un trauma muy grande cuando perdió a su madre. Ellos son sobrevivientes como tú, Licht. Sí, aunque me pongas esa cara. Ellos anteriormente vivían en un pueblo que se situaba entre tres montañas, bosques, colinas y cerros, el clásico pueblo para resumir. Este pueblo era muy famoso por un festival anual que se hacía en primavera y los habitantes eran como cualquier persona de pueblo, amables, hogareños, trabajadores, tradicionales y sobre todo felices porque no tenían la presión que se tiene en las ciudades.


–– ¿Qué paso? ¿Por qué abandonaron ese lugar?


––Hace algún tiempo, hubo un gran desastre en ese pueblo sufrieron de innumerables desastres naturales, como si algo dictara que ese pueblo debía desaparecer. Durante ese incidente, de los últimos para ser exacta, muchas, pero muchas personas fallecieron, la mayoría no supo ni qué les pasó. Frau Kleiner fue parte de esas personas.


–– ¿Todos murieron?


––A decir verdad pocos sobrevivieron, algunos de milagro, de entre ellos algunos dejaron el lugar que los vio nacer, otros partieron incluso fuera del país. Pero ese no el punto, María era una niña muy apegada a su madre y cuando comprendió que jamás volvería a verla, simplemente dejó de hablar.


––Pero ya está bien.


––El tiempo, Licht, el tiempo. Herr Kleiner ha velado por su hija y buscó ayuda para que superara ese traumático suceso, así pues nuestros caminos se unieron. Fue complicado si, no lo niego, entonces recordé un libro. En mi anterior trabajo, había una persona que gustaba de leer, no era un paciente mío como tal, pero todos lo conocíamos…––Sintió un escalofrío. Pisaba terrenos frágiles para ella––. Este chico tenía un libro: “Momo”, de Michael Engels. Relata la historia de una niña llamada Momo, la cual llegó a un pueblo, ella no tenía a nadie, pero todos la querían porque ella era especial.


–– ¿En qué forma?


––Momo tenía una capacidad increíble de escuchar a la gente, como tú, pero ella nunca pronunciaba una sola palabra. Todos acudían a Momo para platicarles sus penas y sin saberlo terminaban encontrando la solución. Yo le dije a María que ella era como Momo, además de que ambas tienen el cabello chino y ninguna decía nada. En una de esas visitas llevé el libro y comencé a leer un capítulo por sesión. Terminamos el libro y entonces platicaba con ella, como si lo hiciera con Momo y un día sorprendentemente me dijo: ¿puedo llevarme el libro para que papá lo lea?


––Entonces por eso se cree Momo.


––Básicamente, lo de princesa viene de que su papá la llama así constantemente.


Licht y Rose continuaron platicando cerca de dos horas sin darse cuenta. Herr Dorian nunca llegó y ni que se le necesitara. Ellos se lo pasaron muy bien y el tiempo corrió cual agua de río.


 


Tal vez Licht no era Momo, pero sí que sabía escuchar y lo que más le gustaba era escuchar a sus médicos y enfermeras predilectas relatar sus andanzas por el hospital de la luz. Le gustaba mucho saber qué pasaba con sus vidas y en verdad disfrutaba que en cada pequeña oportunidad él fuera recordado por todas esas personas que ––debía admitirlo (y lo  hacía) ––ya eran parte también de él y que estimaba desde luego.


Era seguro que quizás no tenía nada en la vida, más que ese sentimiento por esas personas. Frau Seraphine, Ferdinand, Feder, Herr Hubble, Hedelaida, ahora sin dudar también Rose, pero quién más le gustaba saber que era parte de sí sin duda era Engel, porque internamente un sentimiento le indicaba que también él ya era parte de Engel, más que de cualquier otra persona.


Una vez más recordó su conversación que tuvo con el médico. La barrera visual le impedía confiar. Rose recalcó esa idea y tenía un poco de culpa por juzgarla ante lo que el creía era estupidez y burla.


Tendría que aprender a no depender de lo que sus oídos le informaban.


 


¡Incluso María parecía ser una niña encantadora!

Notas finales:

Creo que este cap, es como mi beta reader dice: inecesariamente largo, bien, veré que puedo hacer al respecto. :P

Nos vemos, hasta la proxima!!*


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