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::*::Der Sarg des Lichts::*:: por Lieblosem

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Notas del capitulo:

Título alemán-español [Sospechas e intrigas]

Engel y el Director Herman Hubble hacen un descubrimiento que los deja casi con los brazos cruzados. A manera tratan de resolver el misterio que envuelve el "folio" de Licht. Sin lograrlo realmente, mandan a llamar a sus colegas para encontrar una respuesta en conjunto.

Todos sus reviews están contestados..!*

Para aclaraciones y más, pasar a notas de autor...!*

“Muchas veces pensamos que somos el centro del universo y aquello que sucede fuera de nuestro pequeño mundo sencillamente no existe. Pero nada de eso es verdad, nosotros solo somos parte del universo. Una migaja del pastel”

 

 

 

 

 

«Si alguna cosa tendría que decir actualmente de todo lo experimentado, eso sería: que mi vida en este hospital de algún modo ya está hecha. Que mi panda de enfermeras y el dúo dinámico de mis doctores (Engel y Feder) es resumido a mi único consuelo y compañía, al cual se ha sumado Rose. ¿Qué podría yo decir de ella? Ciertamente la consideraba una mujer distraída, por no decir estúpida. Sin embargo, eso quedó atrás y mi percepción es otra, ella es… ella es… ¿cómo decirlo de una buena manera? Considero que es bien agradable. Si, esa es la palabra correcta, es agradable. Suponía que era como todos los psicólogos, que solo quieren saber y sacarte los sentimientos más a fuerza que de gana; a esto último me refiero a mí mismo. Hecho que me ha quitado una pesadez de los hombros. Pesadez que lleva por nombre Dorian. Lo que me recuerda. No ha venido a mi encuentro del mes. Me enteré por voz del Doctor Feder que él también cayó presa de del brote de gripe.

 

Espero no enfermarme, aunque lo creo casi imposible.

 

Sé que sonará extraño, pero ya sé quién está enfermo con solo oír su voz. No se necesita estar ciego para dar cuenta del pequeño detalle. La voz suena apagada y acuosa o carrasposa. Si no es tan grave solo suena cansada y opaca. Quiero decir, con un cubre bocas la voz es distinta.

 

Pero continuando con Rose, la segunda vez que me visitó tocó un tema que me hizo temblar. Aprender a ver, sin ver.

 

Mencionó que ahora que estoy familiarizándome tanto con los objetos a mí alrededor y cuya manipulación es la correcta, sería buena opción ––según ella–– que me atreviera a usar mis manos como mis ojos. Así como el control remoto del reproductor de discos o los cubiertos; ¿mencioné que ya manipulo tenedor y cuchillo? ¿No? Pues ya lo hago, y me parece divertido.

 

Explicó que aprovechara mis sentidos más desarrollados e intercambiara mi visión por el tacto y eso aplicaba también a personas y animales. Está de más mencionar que me produjo una inseguridad terrible. Ya lo había pensado, por el sencillo hecho de conocer a quienes más aprecio, pero me da miedo. Me da miedo traspasar las barreras de las voces, por descontado que la idea de andar “toqueteando” a las personas no es exactamente mi idea de respeto por el espacio personal de los demás. Digo, yo no gozo de ese respeto por mil y un razones. ¿Por qué tendría que irrumpir en el del resto por mero capricho?

 

Lo que sea, tras una serie de consejos y explicaciones dadas por Rose, algo me dice que acabó convenciéndome y claro, ella se ofreció como voluntaria para enseñarme a ver con mis manos».

 

 

 

El control remoto iba de un lado para el otro. Era blandido por el aire como si se tratase de una espada. Por más que apretara los botones que ya sabía de memoria la música no sonaba. El pequeño Licht comenzaba a cabrearse por ese motivo. Apagó el reproductor y volvió a encenderlo. Nada. Creía que estaba descompuesto y con un disgusto más que evidente, se molestó más.

 

Tenía más de quince minutos tratando de escuchar el disco que Seraphine le regaló, sin éxito alguno. ¡Por Cristo Jesús! Que el maldito reproductor no estuviera averiado, ya que no sabía como decirle a Feder, después de todo era de él y había pagado por ese aparato, como para que a un mes de habérselo prestado ya no sirviera.

 

Volvió a blandir el control en el aire. Se estaba frustrando.

 

De acuerdo, no quería entonar las bellas notas, ¡al Diablo!, al final de cuentas, ya sabía de memoria todas las compasiones y no era ningún problema reproducirlas en su memoria. Molesto se echó en su almohadón, se cruzó de brazos y se concentró en recordar.

 

Volvió a sentarse de golpe.

 

¡No! Licht quería escuchar música, no solo imaginársela. Tomó el mando, aspiró profundamente e intentó hacer que sonara la grabadora. Si se le iba toda la vida en ello no importaba, tenía que cerciorarse de que el aparato no estaba descompuesto.

 

 

 

–– ¿Se puede saber qué te traes tú?

 

–– ¡Cristo! ––Dejó caer el mando––Seraphine, me diste un buen susto.

 

–– ¿De verdad? ––Rió quedo––Lo siento, chico, no era mi intención, llamé a la puerta y no contéstate, supuse que te encontrabas dormido, por eso entre y ¿qué es lo primero que veo? A ti, empuñando un control remoto.

 

––Si mi situación fuera otra me disgustaría ese tonito burlón que tienes, pero dadas las circunstancias ––bajó el rostro––… ¿Me…ayudas, por favor?

 

–– ¿Qué puedo hacer por ti?

 

––El reproductor…no suena. Ya lo intenté todo.

 

–– ¿No estará desconectado?

 

Licht puso ojos en blancos. ¿Quién le pregunta eso a un ciego?

 

––No, lo apago y lo prendo y escucho el láser, pero no suena.

 

––Déjame echar un vistazo ––se acercó al muchacho. Tomó el control––. Veamos… Ajá, este es el problema. Tenía activado los submenús, por eso no sonaba. Ya está, los he desactivado, no debería haber problema. Vamos a intentar.

 

Seraphine pasó el control a Licht y este apretó el botón de play.

 

Enseguida la música comenzó a sonar.

 

––Qué alivio, pensé que estaba descompuesta.

 

––Asegúrate de no volver a presionar el botón que accede a las carpetas de música. Este disco no las tiene, por eso cada que prendías la grabadora te marcaba un error.

 

––Debió ser un accidente. Por eso escuchaba el láser, pero el error no emite nada. Era para mi es imposible saberlo.

 

Ante el comentario, Seraphine advirtió algo: Licht estaba acostumbrado ya a su ceguera. No vio conveniente decir nada y se limitó a acariciarle el cabello al muchacho.

 

–– ¿Qué haría yo sin ti, Seraphine?

 

––Auxiliarte de otra persona.

 

––Por cierto, ¿cómo sigues?

 

––Gracias por preguntar, ya estoy mejor, me canso más de lo normal por estar convaleciente, un gripa que te tumba en cama cuatro días es terrible.

 

––Todos están enfermando.

 

––Es el calor, con la llegada de la primavera muchas esporas traen virus aletargados por el invierno, aquellas cepas de influenza o gripe que no lograron invadir un cuerpo ven su última oportunidad. Lo que me recuerda. ¿Ya te vacunaron?

 

––No… ¿debían hacerlo? ––exclamó con ligera preocupación.

 

––Mera precaución.

 

 

 

 

 

En otro punto del hospital de la Luz, el director Hubble y Engel platicaban en la oficina del primero. La conversación era, claro, sobre Licht.

 

Sus rostros mostraban una mezcla de preocupación y frustración. En el mullido asiento herr Hubble tecleaba rápidamente en su laptop y Engel observaba apoyado en el escritorio.

 

Sostenían una conversación con una persona importante de la embajada del país; amigo del director. La cuestión era que aun cuando el hospital seguía esforzándose en buscar el paradero de Licht o su identidad nada parecía dar resultados. Era tan extraño, nadie físicamente presente podía simplemente no existir para el mundo y lo que era aún más extraño es que nadie respondía a los llamados de diferentes organizaciones donde se colocó el “perfil” de Licht.

 

Un callejón sin salida.

 

 

 

–– ¿Qué dice?

 

––Lo mismo que yo leí, Engel ––Hubble se apretó el tabique––. Nada de nada, así de fácil, así de complicado. El representante de la embajada dice que los servicios a la comunidad no dieron respuesta alguna. La lista de personas extraviadas o perdidas anualmente alarga su lista. Me dijo que ellos también trabajaron el perfil, lo colgaron en su página web, colocaron su foto en las pizarras más llamativas e incluso pagaron a algunas televisoras importantes para pasar su foto con la de otros chicos.

 

––Si, recuerdo los anuncios, lástima que el tiempo aire es muy caro, si mi memoria no me falla, la foto dejó de ser exhibida por televisión a los cuatro meses de que el pequeño llegara.

 

––Me comenta que la foto en internet, y hablo de las páginas donde se les envió, tampoco han registrado nada que merezca valer la pena mencionar, por descontado que muchas de ellas tuvieron problemas.

 

–– ¿Problemas? ¿Qué tipo de problemas?

 

––Fallas comunes, la foto no lograba visualizarse, los campos de los pocos datos que proporcionamos de un minuto al otro desaparecían, en algunos casos accesabas al link y la página perdía la conexión, no importaba cuantas veces refrescaras la página, esta no se actualizaba. No sería común que solo una de ellas fallara, pero…el mismo problema se suscitó en casi todas.

 

––Un virus informático, tal vez.

 

–– ¿Pero en la mayoría?

 

–– ¿Por qué no?, todas las páginas están enlazadas.

 

––Engel ––suspiró abrumado––. A veces me da la impresión que tu cabeza no carbura como debiera. Si de un virus se tratara otros perfiles tendrían el mismo problema, ¿no te parece?

 

––Buen punto.

 

––No quiero parecer alarmista pero…

 

––Pero…

 

––Todo me da mala espina. Olvídalo, no quiero pensar cosas que no.

 

–– ¡Mira! Está escribiendo algo.

 

Los médicos aguardaron en silencio.

 

––Dice que lo rectifiquemos con nuestros propios ojos. Debido a ese problema constante algunas páginas han terminado por eliminar por completo el perfil.

 

––Eso si me preocupa. Bien, Herman, primero vayamos a la organización de discapacitados y desprotegidos.

 

Herman Hubble rápidamente abrió una nueva pestaña en su navegador y tecleo la dirección electrónica. Estando ahí fue directo al buscador de la página. Escribió: “adolescentes” “varones” “desconocido”, que eran las palabras más rápidas para llegar al perfil de Licht.

 

No pasó mucho cuando una lista se desplegó indicando que los encontrados bajo esas palabras eran catorce muchachitos en calidad de desconocidos. Con vista rauda encontró el folio de Licht.

 

Primer problema: el enlace estaba tardando mucho en abrir. Cuando finalmente lo hizo todo indicó que había un problema de conexión. Herman, dio refrescar a la página. Otra vez, la lenta conexión.

 

Ambos médicos sintieron que sus cuerpos se hacían blandos al advertir que la foto no era mostrada.

 

––Refresca la página otra vez ––musitó Engel con molestia oculta.

 

Hubble volvió a intentarlo. Y lo confirmaron para su mala suerte.

 

Mostraba un error en la página. Poco le prestaron atención a la leyenda que aparecía, solo con saber que tenía fallos era más que suficiente.

 

Engel frunció el ceño y torció la boca. Le pidió permiso al director para acercarse la computadora portátil. Borró la dirección y comenzó a escribir otra.

 

Ahora estaban en una organización independiente llamada “Camino a casa”, exclusivamente a colgar perfiles de adolescentes extraviados, Licht debería estar como en la anterior en la sección de “desconocidos”.

 

Nada, el perfil mostraba la misma leyenda de error.

 

Una vez más, otra página, la página de la embajada. Una vez más, lo mismo.

 

––Me estoy poniendo de mal humor.

 

––Tranquilízate, Engel. Sabes que no me gusta que te alteres así.

 

––Pero es que…

 

––Pero nada, si continuas traqueteando el teclado, terminaras por deberme una nueva computadora.

 

––Lo siento, Herman ––refunfuñó.

 

El director se quedó pensando un rato mientras Engel entraba a las diferentes páginas de Internet. Como su conocido comentó, algunas de ellas, antes los incesantes errores, dieron de baja el perfil completo. Las que no, llanamente era un cuento de nunca acabar.

 

––Engel…––reaccionó––. Abre la web del hospital, en servicios a la comunidad, en la sección…

 

––Si, si, ya sé donde buscar ––interrumpió Engel.

 

No tardó mucho en seguir la orden. Como Licht estaba internado en ese lugar Engel se limitó a colocar el folio del chico en el buscador para acceder rápidamente.

 

Abrieron los ojos tanto como platos soperos. Estaban sorprendidos, anonadados y todo lo que se le pareciera. Era imposible lo que la página marcaba.

 

––Dime, por favor, dime que no escribiste mal el folio.

 

––Está bien, no te lo diré, Herman.

 

Engel comenzaba a sentir esa furia que ni a él mismo le gustaba sentir. Sus manos temblaban y su vista se enfocaba única y exclusivamente en la pantalla plana.

 

Herman se sobaba las sienes, confundido totalmente. ¿Era un chiste, verdad?

 

 

 

El nombre y/o folio del paciente no ha sido registrado en el hospital. Verifique los datos e inténtelo nuevamente

 

 

 

Sin palabras. Así es como los doctores se encontraban. Era totalmente imposible que esa leyenda apareciera. Debido a las virtudes del internet y las computadoras, cada paciente que entraba al hospital era registrado y sus datos vertidos en una carpeta digital donde se registraba todo el historial médico. Imposible. Sencillamente imposible que Licht no tuviera su registro digital.

 

––Llama a todos los que tienen contacto con el expediente físico de Licht ––ordenó Engel por la línea que daba con la central de enfermeras principal––. Pues entonces dile que ponga pies en polvorosa. No, me importa un bledo. Si Hedelaida y Rose también están dentro del hospital diles que igual se presenten. Si, mándale un aviso a Ferdinand y más le vale estar aquí.

 

Engel colgó con tal fuerza el auricular que Hubble tuvo un sobresalto.

 

––Nada más quiero saber que te pasa y te apoyaré.

 

––Herman, esto está tocando la cima de lo absurdo, es irracional que incluso en nuestro propio sistema el niño no aparezca registrado. Una de dos: sabotaje o todos estamos sufriendo una visión colectiva y tratamos a un chico que sencillamente es el producto de nuestras mentes.

 

––No digas estupideces.

 

–– ¡Herman, esto es una estupidez! Todo, absolutamente todo lo que se hace o deja de hacer con Licht queda registrado en su expediente físico, de ahí es vaciado a la computadora como respaldo.

 

––Ya lo sé, también estuve ahí cuando crearon el software para el hospital.

 

––Por eso mismo, sabemos como funciona, sabemos que podemos y que no podemos hacer. Lo que sea que esté pasando, voy averiguarlo y a tener mis preciadas respuestas.

 

El médico se postró delante de ventana que estaba a espaldas de la silla de su jefe y director. Abrió de par en par la ventana, respiró profundo para tranquilizarse. De un bolsillo trasero sacó un estuche rectangular y mediano. Abrió la cigarrera y prendió un cigarrillo. Se aguantó las ganas de toser al sentir el quemón en sus pulmones. Aún estaba enfermo de tos.

 

––Aquí no se puede fumar.

 

––Díselo a alguien que no haya visto tu cenicero a reventar de colillas.

 

––Cómo sea, dame uno, ya se me terminaron ––Hubble tendió una mano.

 

Engel sacó otro cigarro y amablemente le pasó el fuego a Herman.

 

 

 

Frau Seraphine, por favor, diríjase a su estación de enfermeras para recibir instrucciones.”

 

 “Fräulein Rose, haga el favor de pasar a la oficina del Director Hubble.”

 

“Frau Hedelaida y Herr Ferdinand, se les solicita en la oficina del Director cuanto antes.” 

 

 

 

Así, cada uno fue nombrado por medio del intercomunicador.

 

Feder, que apenas llegaba a su turno de la tarde tras haber descansado noche y mañana, fue avisado por medio de su localizador; a él re refería su hermano cuando le dijo a chica que lo atendió en la central principal de enfermeras que “pusiera pies en polvorosa”, sabía perfectamente que su hermano tenía el coche en reparación y que a esas horas caminaba de la parada de bus más cercana al hospital.

 

Rosa por su parte pensaba que había hecho algo mal, preocupada hizo un rápido conteo mental por si encontraba algo fuera de lo normal. No encontró nada. Suspiró graciosamente esperando que nada fuera tan grave. Apagó el reproductor musical de su computadora personal y salió de su oficina.

 

 

 

“Repito. Frau Hedelaida y Herr Ferdinand, se les solicita en la oficina del Director cuanto antes.” 

 

 

 

Hedel y Feder  que en esos momentos degustaban un jugo en los patios internos del comedor, se extrañaron.

 

––Ahora, ¿qué hiciste, bestia? ––comentó Hedel.

 

––Lo mismo te iba a preguntar yo, Saumensch.

 

–– ¡Jesús, María y José! ––Musitó con flojera––Más vale que sea algo importante y rápido, debo dar terapia infantil en la alberca.

 

––Mi siguiente sesión es una hora, ¿tengo que ir?

 

––Anda, mueve el trasero, señorita, tenemos que ir, te recuerdo que es nuestro jefe y tu...

 

–– ¡Ay, vale! Ya entendí, que pesada eres.

 

 

 

Repito. Enfermera en jefe Frau Seraphine, por favor, diríjase a su estación de enfermeras para recibir instrucciones.”

 

 

 

Ella recién terminaba con sus faenas con Licht, no hizo mucho caso en el primer llamado; en realidad no lo había escuchado, tras la repetición fue le jovencito que advirtió su llamado, avisándole que estaba siendo solicitada.

 

Apurada terminó de anotar todo en su tablilla, acomodó las sábanas de Licht y se aseguró de poner una indicación en la cama para que otra enfermera vacunara a Licht más tarde.

 

Por su parte el chico no quería que Seraphine se fuera. Se sentía solo últimamente con bastante personal enfermo. Con incluso algunos incapacitados el trabajo de todos los demás aumentaba considerablemente. Engel no pudo soportar su tos y descansó varios días seguidos, días largos y tediosos que Licht sintió como una eternidad. Fue Feder el que estuvo a cargo de él y, como era sabido, Feder estaba siempre en urgencias y terapia intensiva, su tiempo era limitado, no como el hermano, que a veces se quedaba a platicar con él hasta una hora completa. A lo mejor era por ese motivo que Licht de alguna manera añoraba internamente la visita de Herr Dorian. No podría decir que lo aceptara, pero al menos era una persona. Una molesta persona que lo visitaba todos los meses y aunque su conversación no era precisamente miel sobre hojuelas, era una plática después de todo. Aprovechando que se sentía un chico más fuerte, tenía ganas de hablar sobre la reactivación de nerviosa y demostrar que Dorian no siempre tenía la razón. Hacerle ver que él no era el único que podía dejar sin palabras al otro.

 

Cuando Seraphine se despidió, Licht se limitó a alzar la mano. Tenía la leve esperanza que regresara rápido.

 

Aunque su reciente humor era sin duda bueno, no auguraba que eso fuera a durar demasiado. Por momentos la soledad le llamaba, la desesperanza lo agobiaba y la tristeza lo abrazaba. Eran sentimientos con los que no podía luchar en una guerra que no tenía pies ni cabeza. A veces por las noches cuando todo era calma y silencio se mordía el labio inferior o la lengua para que las lágrimas no acudieran a él. En algunas noches lo lograba enfocándose aún más en las notas emitidas por el reproductor de discos. Otras tantas, caía presa de la frustración y se ponía a llorar amargamente. Daba gracias que podía ya mover las manos a plenitud. De eso modo era más fácil enjuagarse las lágrimas. Bueno, las que caían por sobre su mejilla derecha, ya que las de su ojo izquierdo quedaban apresadas en la venda que lo cubría. Era molesto sentir esa humedad en toda esa área, pues, entre más llorase, más empapada quedaba la venda.

 

Se consideraba una persona deprimente en todos los sentidos. Ahí tumbado, en la oscuridad, sin nadie que lo abrazara fuertemente como lo hizo Engel. El chico como queriendo no hacerlo, maldecía ese abrazo tierno. Lo maldecía no por desprecio al contacto. Le daba coraje que con ese abrazo su poca voluntad se desquebrajó por completo. Sus pocas fuerzas se destrozaron ante el sutil tacto de esos brazos que lo rodearon tan dulcemente.

 

Licht sintió ganas de llorar.

 

Antes las horas de soledad eran tortuosas, pero podían tolerarse. Ahora, ya nada era igual tras el abrazo. Su habitación como el resto, permanecía a una temperatura estable y agradable. Licht con todo y eso, sentía frío en la espalda, la cual, por más que se cubriera con la manta de lana o el suéter tejido, no se iba. En su boca permanecía el sabor a hiel, sin importar cuan fuerte se lavara los dientes en las mañanas o tras las comidas, ahí seguía, recordándole que no estaba en ningún hotel de lujo con cinco estrellas. No, de ninguna manera, todo era  un vívido recuerdo para el chico inválido y ciego… Un chico abandonado.

 

Sus ojos comenzaron a humedecerse rápidamente.

 

Si tan solo tuviera un abrazo que lo consolara y le brindara amparo, tal vez, su tristeza escamparía por más tiempo. Necesitaba con urgencia que Engel llegara como siempre protector, que lo defendiera cual caballero medieval y que al final le acariciara el cabello y después, con esa risa que tanto le gustaba, finalmente lo abrazara transmitiéndole un confort que arrullaba sus sentidos. Porque así era, tan solo con reproducir el recuerdo de su piel contra la bata del médico, era el eficaz somnífero. Cada que lo hacía, la pesadilla no llegaba a despertarlo de sobresalto. Ni el más eficaz medicamento inhibidor de sueños pudo lograr lo que un gesto efectuado desde el corazón pudo.

 

Sus pensamientos eran escoltados por la nostálgica Aria en cuarta cuerda en Re mayor, mejor conocida como “Aire” de Bach. Lo que ocasionó un desbordamiento de lágrimas silenciosas. Se abrazó a sí mismo imaginando que era Engel. Se odió por engañarse de esa manera, por no ser capaz de confesar lo mucho que necesitaba su compañía y lo mucho que odiaba que lo dejara solo. Se reprochaba todas las veces que tuvo ganas de preguntarle si podía tocarle el rostro y que por miedo no lo hizo. Así era Licht, un miedoso, de esos que caen mal porque hasta el volar de un insignificante insecto le alteraba los nervios. Y lo peor de todo es que no podía correr.

 

En verdad se esforzaba por aceptar que por más que lo deseara nadie estaría ahí cuando él lo requiriera, sí, era un egoísta por pensar que todos estaban muy al pendiente de su persona y otra vez más, se sentía mal por ello.

 

 

 

–– ¿Por qué lloras? ––una tierna y acaramelada voz.

 

Licht se enjugó el rostro.

 

––No estaba llorando…––contestó quedo.

 

––Entonces, te entró pelusa en el ojo. A mi papá le pasa seguido.

 

––Supongo que tu padre debe estar muy ocupado quitándoselas como enseñarte a tocar las puertas antes de entrar, ¿verdad?, princesa Momo.

 

––La toqué, la toqué. La princesa Momo toca las puertas antes de entrar, mi mamá me enseñó a tocar antes de abrir una puerta y a esperar para entrar.

 

–– ¿Qué haces aquí? ¿Te escondes de Fräulein Rose?

 

––No, no. Mi papá me trajo pero no esta Rose, dijeron que no tardaba, me aburrí y comencé a andar. Llegué hasta aquí y recordé que aquí vives…––se quedó pensativa.

 

––Licht, mi nombre es Licht ––le recordó.

 

––Licht, ¿te gustan los cuentos? Yo los adoro, Rose siempre me cuenta cuentos, mi mamá lo hacía y mi papá también me los lee cuando voy a dormir, pero ahora no hay nadie que lo haga, ¿qué tal si me lees uno?

 

La tierna y cruel inocencia de los niños. Esa capacidad de lastimar sin desearlo era algo a lo que Licht  se enfrentaba por primera vez. Su corazón se estrujó.

 

––Yo no tengo ningún cuento.

 

María soltó unas risitas agudas y de satisfacción.

 

––Mira, traigo mi cuento favorito conmigo, aquí, aquí, en mi mochila, ¿lo ves?

 

Sin pensarlo dos veces, Licht volteó el rostro a donde María.

 

¿Cómo sería para una niña que perdió a su madre más no su inocencia, asimilar la noticia de que el chico en la cama estaba ciego? Si, ¿cómo podría Licht decir semejante cosa, si él mismo no entendía otras tantas?

 

–– ¿Por qué…te gusta ese libro?

 

––Es lindo, la niña tiene el pelo rizado como yo y, por eso yo me llamo como ella.

 

Una pista del libro. Fingir podría no ser complicado.

 

––Pero el libro de la pequeña Momo ya lo has leído varias veces, ¿no te parece aburrido?

 

––No, no, Momo es Momo, Momo es genial.

 

Licht comenzaba a fastidiarse de tantas “M” y “O” en una sola frase.

 

––La verdad es que no puedo leer.

 

––Mmmhh, entonces eres como yo y Momo, no sabes leer aún, yo pensaba que todas las personas grandes sabían leer, ¿no te da pena?

 

«Es una niña, es una niña, sus palabras son crueles por naturaleza», pensó Licht.

 

––A-ah, bueno, no es lo que piensas. E-eh, quiero decir, mira…––puso la mano sobre sus vendajes––. Por más que quisiera leerte, con solo el ojo derecho no puedo hacerlo, vería solo la página derecha del libro, ¿qué pasaría con la izquierda? ––bromeó en tono agrio.

 

María suspiró profundamente al más puro estilo infantil que indica que un niño está a punto de llorar.

 

Si el corazón ya lo sentía apresado y acongojado, Licht de haber visto los pucheros de la pequeña María seguro que en el instante se muere de la tristeza. Escucharla ya le partía el alma en dos y con eso tenía suficiente para que volviera a tener ganas de llorar.

 

––Princesa Momo… C-como no p-puedo leer…tu cuento… ¿Qué te parece si invento uno?

 

La pequeña María dejó de sollozar al instante. Rápidamente secó sus gotitas saladas y soltó su ya encantadora risa.

 

––Puedes sentarte si quieres.

 

–– ¿En tus piernas o el sillón?

 

––Preferiría que en el sillón ––dijo un poco avergonzado.

 

La niña obedeció.

 

–– ¿Mmmhh? ¿Cómo debería empezar un cuento?

 

–– ¡Siempre empieza con “había una vez…”!

 

––Sí ––soltó un risita ––tienes toda la razón.

 

––“Había una vez…”––principió.

 

“Había una vez, hace algún tiempo, nadie sabía cuánto exactamente, un pequeño que le gustaba correr, corría por todos lados. Iba a la escuela corriendo y al mercado lo hacía igual. Algunas personas con tan solo verlo se sentían cansadas. El nombre del niño era Cairo, porque provenía de un lugar donde había mucha arena caliente. Por eso corría, si no lo hacía los pies quemaban. Era un niño alegre, de piel morena por los intensos rayos del sol que azotaban su piel días tras días. Era educado y servicial. En su país trabajaba como mensajero…”

 

–– ¡Un momento! ¡Los niños no trabajan!

 

––Algunos niños lo hacen. Tú tienes la bendición de no hacerlo, pero muchos niños en otros países lo hacen para ayudar a sus padres. ¿Me dejaras continuar?

 

“Aún cuando el pequeño Cairo ya no estaba en su país de arena y grandes pirámides, la costumbre de correr y entregar mensajes continuó.

 

Un día, ante él apareció un señor cartero. Era viejo y con el cabello teñido por millones de cabellos grises y blancos. Herr Cartero había visto el don de correr de Cairo y le dijo que como él ya era muy viejo para entregar mensajes a tiempo quería que Cairo trabajara en su lugar. El pequeño niño pensó largamente la propuesta porque Herr Cartero no era un cartero común y corriente, no, era un cartero…”

 

–– ¡Mágico! ––interrumpió María.

 

––A-ah, no era exactamente lo que iba a decir.

 

–– ¡Pero princesa Momo quiere que sea un cartero mágico! ¡La magia es linda!

 

––Si tu lo dices…––suspiró––Será un cartero mágico.

 

“Herr Cartero era un cartero mágico, los mensajes que entregaba también eran muy especiales, no eran de una persona común y corriente a otra. Los mensajes contenían misiones para príncipes, clérigos, caballeros y elfos guerreros, todos los mensajes decían cosas como: rescata a la princesa del bosque, ve a las tierras del sur, cruza los tempestuosos mares, asesina al dragón.

 

Cairo, emocionado corrió hasta su casa en el pueblo donde habitaba. Corrió más rápido que nunca. Cuando llegó a casa contó a sus padres lo sucedido. Ellos no se mostraron tan emocionados, sino todo lo contrario y prohibieron al niño salir de casa y le ordenaron súbitamente que dejara de correr…”

 

–– ¿Cairo hizo algo malo? ¿Por qué sus padres le ordenaron una cosa tan cruel? ¿Dónde quedó Herr Cartero?

 

––Bueno, princesita, si dejas que continué puede que lo descubras ––espetó amablemente.

 

Desgraciadamente, el cuento tenía que esperar. En esos momentos llegó Rose con los pulmones desinflados de tanto andar en busca de su paciente y con el bono extra del semblante regañado y preocupado. Llegó hasta ahí cuando al ir a su despacho se enteró por otras colegas que la niña María esperó por ella y su cita y como no se encontraba, salió a explorar. Evidentemente a Rose no se le hizo ninguna gracia y menos después de escuchar todo lo que escuchó en el despacho de Herr Hubble con Engel haciéndole segunda. Por eso salió rápidamente a la búsqueda y tras no encontrarla por los primeros dos pisos, supuso que estaría dándole guerra a cualquier persona. Fue así como su cabeza recordó que la pequeña María mencionó lo mucho que le agradó Licht. Ni tarda ni perezosa, corrió hasta la habitación y, cual va siendo su sorpresa que ahí estaba.

 

––Princesa Momo, ¿cuántas veces tengo que recordarte que esto es un hospital? ––Miró a Licht––. Lo siento mucho, esta pequeñita es ingobernable.

 

––No se preocupe, no ha sido ninguna molestia.

 

–– ¡Hermano Licht me contaba un cuento!

 

Rosa miró el libro que sostenía María en brazos y quedó extrañada.

 

–– ¿Le contabas “Momo”?

 

––No, no, hermano Licht no puede leer con un solo ojo o solo vería la hoja derecha.

 

La psicóloga se extraño aún más, su cabeza estaba en otras sintonías. Miró a Licht y este le hizo la señal de silencio.

 

Lo comprendió.

 

––Como solo puedo leer la parte derecha del libro, pensé que inventarle uno sería lo mejor.

 

––Ya veo. ¿Qué clase de cuento era?

 

–– ¡Era de un niño que le gustaba correr y un cartero mágico! ––intervino María.

 

––Pues no quisiera ser yo aguafiestas, pero Mar…––pensó–– princesa Momo, aún nos queda media hora juntas, despídete de Licht y vamos a la oficina.

 

–– ¡No es justo! ––Repeló–– Yo quiero saber como termina el cuento.

 

––Princesa Momo, el cuento no se irá a ningún lado. Prometo que la próxima vez que vengas continuaré, ¿de acuerdo?, es una promesa.

 

–– ¿Prometido, prometido?

 

––Prometido, prometido.

 

La pequeña María soltó un gritillo de emoción. Guardó su libro en su pequeña y afelpada mochila y de un saltito se incorporó del sillón mullido. Corrió hasta Rose y se viró antes de salir.

 

––Danke!, Licht.

 

Rose también se despidió del jovencito y partieron al consultorio.

 

Bueno, al menos la cantarina voz de la pequeña María y su presencia como tal, tuvieron un efecto muy efectivo en Licht, eso era que por esos instantes Licht olvidó todo el pesar de su corazón y se relajó haciéndola de cuenta cuentos.

 

––Un niño que corría mucho ––bufó para sí mismo.

 

Era solo un deseo interno. Comenzó a trabajar con su mente, él sería el pequeño Cairo, el papel de Herr Cartero seguro lo ocupada Hubble.

 

Risas.

 

Mejor papel no le quedaba, Herr Cartero y Hubble eran parecidos, amables y bonachones, con voces calmas, grandes de edad y sobre todo, ambos recogerían a un niño.

 

Más risas.

 

Continuar el cuento no era para nada mala idea, después de todo no tenía nada mejor que hacer, ocupaba su mente en algo medianamente productivo y se alejaba de malos recuerdos y sensaciones.

 

Tenía que aceptarlo, la pequeña María le cayó como anillo al dedo. No platicaban de cosas serias y tampoco aprendía cosas sobre medicina, pero qué Diablos, la niña era encantadora.

 

 

 

 

 

El doctor Engel, su hermano Feder, Hedelaida y Ferdinand, estaban en los patios internos del hospital. Fumaban. Se advertían tensos y ensimismados en sus pensamientos. Debido al tiempo extra que ellos debieron quedarse en el despacho de Herman, tanto Hedel como Fred tuvieron que pasar sus consultas a otros terapeutas. Seraphine ya tampoco se encontraba con ellos.

 

Cada uno repasaba un sin número de veces los discutido. En sus metódicas cabezas no cabía una explicación coherente. Nada al menos que los convenciera de que todo era un mal chiste o un problema de computadoras.

 

–– ¡Ah! ––Expresó cansada Hedel–– En vista de que mi agenda hoy ya se fue por la borda, me he puesto a pensar que tal vez, y digo tal vez, si aprovechamos que tenemos un buen bufete de psicólogas en el hospital, deberíamos empezar por entrevistar a todos los internos.

 

La mujer captó la atención.

 

––Eso sería muy complicado por no decir imposible ––refutó Feder.

 

––No lo creo así, podíamos, no sé, decirle al personal que solo es un requisito que el gobierno pide al hospital para verificar el estado mental de lo que trabajan con pacientes que fácilmente caen en depresión. Si funciona, nos encargaríamos de ver respuestas cruzadas, algo sospechoso. El más mínimo atisbo de “algo” nos serviría.

 

––No soy ningún experto en el tema, pero no creo que esa sea la solución a nuestros problemas.

 

––  ¡¿Por qué no, Feder?! Es una buena idea, si encontramos a varias personas que se noten sospechosas habremos cerrado un círculo y sobre ello seguimos investigando hasta que salga un culpable definitivo.

 

––Apoyo lo que Hedel dice ––dijo Fred––. También entiendo el punto de Feder, pero si queremos averiguar lo que está pasando, quedarnos de brazos cruzados no va a llevarnos a ningún lado.

 

––Yo opino ––intervino Engel––, que preguntemos a Rose, de cualquier manera ella también esta en esto, su opinión es importante, no olvidemos al Director Herman, después de todo él es el más preocupado por esto. Ahora es Licht, pero realmente no sabemos cuantos de nuestros pacientes pueden estar en una situación similar, ese es también otro problema.

 

Todos bufaron al mismo tiempo.

 

–– ¿Alguna otra sugerencia? Yo ya le di muchas vueltas al asunto y es lo único que se me ocurre, tengan en cuenta que la solución por la que optamos no es realmente una cura, es solo un placebo.

 

––Adoro como usas términos médicos ––dijo Feder con ironía––, debo reconocer que tienes toda la razón del mundo.

 

––Mientras no sea uno de nosotros––suspiró Ferdinand.

 

––Mas te vale darnos una buena razón para tu comentario al aire ––regañó Engel.

 

––Ya sabes lo que dicen, Engel, caras vemos corazones e intenciones no sabemos. No quiero ser yo el que queme a alguien en leña verde pero, pongámonos a pensar por un momento, solo siete personas vamos a estar a cargo del expediente del panquecito, bueno, seis si descontamos a Feder y cinco si quitamos la vaca de Hedel.

 

–– ¡Oye!

 

–– ¡Shhh!, que se me van las ideas, Herman al final de cuentas dictaminó que los únicos y exclusivos que tendríamos acceso de modificación al perfil electrónico de Licht seríamos solo Engel, Seraphine, Rose, Herman y yo.

 

––Si, hombre, si, también estuvimos ahí, ve al grano ––desespero Engel.

 

––De ninguno de ustedes jamás dudaría, tienen el deber a la altura del cielo y jamás pensarían siquiera hacer un mal solo para satisfacción personal, pero…

 

–– ¿Pero…? ––Preguntaron al unísono.

 

–– ¿Qué me dicen de Frau Seraphine?, ella es muy dedicada sí, pero no siempre ha estado a cargo del panquecito, relativamente tiene poco de estar con él.

 

–– ¡Hey, hey! Párale a tu coche, yo conozco a Frau Seraphine desde hace muchos años, la mujer es incapaz de matar a una mosca ––espetó Hedelaida––. Yo misma la recomendé para este hospital, estoy segura que ella no haría nada semejante como lo estaría de ti.

 

Los hermanos acentuaron.

 

––Okay, ¿Rose?

 

––Refuto, te daré el mismo argumento de Hedel, conocí a Rose en Londres cuando hice el Master, créeme.

 

–– ¿Cómo estas tan seguro?

 

Ante la pregunta, Engel soltó una risita gutural.

 

Feder miró a su hermano como si deseara lincharlo.

 

––Esos son detalles no son algo que te importe, no es tu su incumbencia, pero estoy tan seguro de mis palabras que me pongo de aval con Rose.

 

–– ¡Ay, odiosos! ––Dijo con tono amanerado–– Pues ya se me secó el cerebro. Si me disculpan tengo que alinear mis chakras antes de que empiece mi otra consulta.

 

––Yo también me retiro, señores, igual no creo que sea el lugar indicado para hablar de este asunto.

 

Así los terapeutas se retiraron, dejando solos a los hermanos médicos.

 

––Fred tocó un buen punto. ¿Sospechas de alguien en particular?

 

––No, hermano, no. Me gustaría, pero no.

 

Feder y Engel se miraron tratando de escudriñar en la mente del otro.

 

––Vamos a seguir el ejemplo de nuestros colegas y dejemos en “stand by” este asunto, ya tendremos más tiempo para pensar con más calma y con Herman, seguro que lo entiendes, Engel.

 

––Tú ganas, ahora estamos azorados de tanta información y problemas. Es mejor volver a nuestras actividades. ¿Salimos a cenar hoy?

 

––Suena genial, vayamos al restaurante que esta a quince minutos de la parada de autobús que uso, creo que tú nos ido allí, sirven una barbacoa más que digna de tu estómago.

 

Al separarse los hermanos, ninguno podía quitarse de la mente todo lo que pasó esa tarde. Por más que lo negaran, era sencillamente imposible. Se trataba de un paciente al que consideraban más que “uno más”. Un chico que estaba a casi nada de cumplir dos años en el hospital, ¿cómo es que no se dieron cuenta antes de lo que pasaba?

 

Engel caminaba en dirección al cuarto de Licht, sentía algo de culpa por dejarlo tanto tiempo solo, estaba seguro que el chico entendería sus excusas inventadas, después de todo, no podía decirle lo que realmente estaba pasando. En su andar observaba a cada enfermera o médico que caminaba a su lado. Nadie parecía sospechoso de un sabotaje y al mismo tiempo todos y todas podrían serlo. ¡Qué dilema!

 

Llegó hasta la central de enfermeras y se acercó a Seraphine con disimulo. La observó organizar varios papeles, seguro que ya empezaría a efectuar su tarea encomendada por Herman y por él. De vez en vez echaba un vistazo al computador y tecleaba algunas cosas.

 

Cuando la enfermera se sintió observada, alzó la vista y sonrió de manera forzada al médico de piso. Engel entendió que esa sonrisa era una forma de decirle que entendía su nueva carga de trabajo y él le regreso la sonrisa en forma de disculpa. Viró sobre su eje y caminó al cuarto cero sesenta y ocho. Suspiró fuerte para tranquilizarse. Ya frente a la puerta luchó contra sus “yo” internos que una vez más sostenían tremenda contienda. Ni siquiera entendía la razón de que sus dos partes mentales estuvieran en disputa. Balanceo la cabeza de un lado a otro esperando que sus dos partes se calmaran un poco.

 

Tocó la puerta seguro de sí mismo.

 

«Adelante…», escuchó.

 

 

Notas finales:

Hey, ya estamos en el nueve, puedo decir que faltan pocos capítulos para llegar al final del primer arco. Espero que vayan armando cabos y recuerden algunos detalles que tal vez les den unas pistas.

Muchas gracias por seguir este relato ^^

Pd: D8 me choca que la página no respete los formatos de los guiones largos, lo siento, trataré de ver que pasa y como solucionarlo.... ¬¬ disculpen en verdad!

BesitoSs!!* -3- MuacKSs!!*
 
::*::De Mis Dulces Labios A Los Suyos::*::
••†••Blutige Küsee Von Lieblosem••†••


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