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Okama, amor a primera vista por Paz

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Notas del capitulo:

Aquí tenéis la continuación de este fic... he tardado un poco en terminarlo... pero ya esta listo.., , por vuestros comentarios, preferiaís a Hana de seme... pero no

Okama, amor a primera vista

Basado en Slam Dunk de Inoue Takehiko, cuyos derechos de autor le pertenecen

By Paz

Capítulo 2: Sin ti

 

Gradualmente y sin que Hanamichi fuera consciente de cada vez pasaba mas tiempo complaciendo a Kaede, vistiendo como a él le gustaba verle, hasta que transcurrió un nuevo año y llego un nuevo San Valentín y con toda naturalidad, Hanamichi salió a la calle llevando un hermoso kimono, su cabello largo recogido para que no se escapara bajo la peluca ni uno solo de sus cabellos, eligió una de las muchas que Kaede le había comprado, de cabellos lacios, que alcanzaban sus hombros, tenía una raya en medio y le sentaba muy bien, dándole un aspecto muy femenino, tras acomodarla sobre su cabeza, la ajustó con cuidado para no tener ningún percance, se peinó con cuidado, sentado frente a un espejo, comenzó a abrir distintos potes con cremas procediendo a su maquillaje, cuando concluyó un hermoso rostro de mujer quedo reflejado en el espejo.

-Estás preciosa... -dijo Kaede, posando sus manos en sus hombros- Me siento orgulloso de ti.

-Gracias, Kaede. Me gusta estar guapa para ti.

-Lo estas siempre sin necesidad de embellecimientos. Tienes todo lo que necesito tener a mi lado. Tú.

Sin darse cuenta, pensaba y actuaba como tal, porque en su hogar junto a Kaede vivía como si lo fuera, sus movimientos eran como los de una mujer, porque era así como le gustaba a Kaede, de un modo imperceptible, su condición masculina quedo relegada a un apéndice, sus pensamientos, su vida giraba en torno a sedas, a pinturas, a complementos femeninos como ropa interior, vestidos, blusas, zapatos, combinaba telas para ver que colores le sentaba mejor a su piel, aunque normalmente, era Kaede quien le llevaba los más hermosos vestidos acordes con el color de sus ojos o el tono dorado de su piel. Su rostro tenía un aspecto femenino cuando delineó sus pestañas dándoles un aspecto acorde con los deseos de Kaede., y aunque tenía los pómulos marcados, no desmerecían en su conjunto, ni siquiera podía decirse que fuera hombruna, al contrario, la volvían más atrayente a los ojos de los demás.

-Qué has pensado que me ponga hoy? -preguntó quitándose la bata y dejando al descubierto, un corpiño de encaje que sostenía dos implantes de silicona modelados como dos pechos con el tamaño adecuado a su tamaño, una braguita a juego, con la tela suficiente para que ocultara y pasara desapercibido su masculinidad, aquella tarde, se afanó en salir hermosa para que su koi no tuviera ocasión para avergonzarse porque iba mal vestida y peor maquillada.

-Un qí páo dān   ... -dijo abriendo la puerta que comunicaba con el vestidor de Hanamichi, toda su ropa ocupaba una habitación, descolgó la percha y se lo mostró.

-Es precioso... -dijo acercándose y palpando la tela entre sus dedos, la suavidad de la seda se escurría entre ellos- Gracias.

-Cuando lo ví supo que estaba hecho para ti. -Comentó satisfecho con la gratitud de su koi- Vas a estar preciosa y todos sentirán envidia por ser yo quien este contigo.

Aquella era su primera salida en público desde que se habían trasladado a otra ciudad, se celebraba una reunión de trabajo y buscaban confraternizar con las familias de sus empleados, por lo que Kaede tenía que llevar a su esposa, ya que se habían casado en esa remota ciudad donde habían ido. A todos los efectos legales era su esposa.

Esa tarde fue su bautismo de fuego y se sintió feliz viendo que Kaede se sentía orgulloso de presentarla a sus compañeros.

Cerró los ojos para apartar los recuerdos, volvió a abrirlos cuando sintió suave roce de sus dedos en su mano.

La mirada apenada de Kaede estaba fija en su rostro.

-Perdón, Hanamichi... -dijo en un susurró apagado, sentía que no le quedaba tiempo. Tenía que hablar, el rostro lloroso de su koi le miraba perplejo.

-Shhh... Kaede... no hables...

-Tengo que hacerlo..., necesito que me perdones.

-No tengo nada...-le vió mover la mano en su dirección, la tomó entre las suyas, apenas si tenía fuerzas para levantarla.

-Me sentía avergonzado... -vió su mirada perpleja, con la humedad de las lágrimas- Lo siento, hice de ti una persona a mi medida. Te cambie por completo, te convertí en lo que no eres, pervertí tu personalidad, no comprendí lo hermoso que era seguir escuchando tu risa, oír tus tontas carcajadas, deleitarme con las tonterías a las que eras tan aficionado y que conseguían hacerme sonreír. Te maté y siempre me arrepentí, pero no supe como volver atrás y continué transformándote en una mujer, sin darme cuenta, que aquella primera vez, fue una chiquillada tuya. Yo te amaba, entonces, te amo ahora, Hanamichi y no quiero irme sin saber que me perdonas.

-Kaede... no digas esas cosas.... Te amo y por eso no me importó ser lo que tú querías. Se que te avergonzaba que se supiera que amabas a otro hombre, no pienses que me engañabas, lo sabía -acarició su rostro macilento- Te amo. -Repitió- Solo deseo que sigas a mi lado, no me dejes Kaede, sin ti no podré vivir. -las lágrimas rodaron por sus pálidas mejillas, el polvo de arroz de su maquillaje, dejaba un surco desprolijo en su rostro.

-Hanamichi prométeme que volverás a ser tú mismo.

-No sabría como hacerlo -sollozó, solo pensar que él dejaría de estar a su lado, desmoronaba sus escasas defensas, la enfermedad de Kaede, se había llevado todas sus energías, ahora sabiendo próximo su fin solo quedaba el dolor.

-Sé que podrás hacerlo..., empecemos ahora, no quiero irme sin saber que vas a esforzarte. Por favor, quítate todo el maquillaje, toda esa ropa..., durante el tiempo que me queda quiero verte a ti Hanamichi. Solo así tendré la seguridad que harás todo lo posible. Aunque todavía no me lo has prometido.

-Lo prometo..., volveré a ser quien tú quieras que sea, sabes, que siempre te complaceré en lo que me pidas. Se que he olvidado comportarme como tal, pero por ti lo haré. Volveré a gritar, volveré a ser un hombre, no tendrás queja de mi nuevo comportamiento. -dijo tragando saliva para ocultar la emoción que le embargaba, el doloroso trance que iba a resultarle volver a ser un hombre, tras diez años siendo exclusivamente, ante la mirada de cualquier, la esposa de Rukawa Kaede.

-Ve ahora... -dijo cerrando los ojos- Y córtate el cabello. -le recordó en un murmuró bajo.

Apretó los labios asintiendo, él no podía verle, se le veía tan consumido por la enfermedad que estaba dispuesto a complacerle, tal como hizo siempre. Le dio un suave toque en la mejilla haciéndose saber que le había escuchado.

-Descansa, y cuando despiertes, recuerda no asustarte.

Una sonrisa tibia curvó sus labios.

Su corazón se estremeció al ser consciente del esfuerzo que le supuso hacer ese simple gesto, apoyó su mano sobre el pecho y se incorporó le dio un suave beso en la frente, despacio dejo la habitación, no cerró la puerta para oírle no fuera que le necesitará. También dejo abierta la del aseo, comenzó despacio a quitarse la ropa que llevaba, su precioso kimono de seda, su obi, todo lo fue doblando cuidadosamente, se desprendió del corsé que sostenía el sofisticado sistema para aparentar ante los demás su condición de mujer, lo miró dándose cuenta que era como una continuación de su cuerpo, formaba parte de él, y aún cuando todas las noches se desprendía de él, sabía que volvería a llevarlo, en cambio, ahora, Kaede le estaba pidiendo que volviera a ser él mismo y se preguntaba como conseguirlo. ¿Cómo volver a ser la persona que fue durante su juventud? ¿Cómo olvidar todo lo que había aprendido durante esos años junto a Kaede? ¿Cómo dejar que su cuerpo dejará de sentir el suave roce de las sedas? ¿Cómo podía olvidar? ¿Cómo dejar de lado todo lo que ha formado parte de su vida? Sabe que tiene por delante una ingente tarea. Comprende que va a intentarlo, no solo porque se lo ha prometido a Kaede, si no también por si mismo. Va a necesitar mucha fuerza de voluntad.

Suelta su cabello, pasa sus dedos por todo el largo, lo echa hacia delante y contempla su hermosa cabellera, busca una cinta para atarlo a la altura de su hombro, lo acaricia con nostalgia, luego toma unas tijeras acercándola a su cabello, cierra los ojos un segundo, lo sujeta lo más próximo a su nuca, da un tijeretazo con firmeza, sin un titubeo.

Sostiene entre sus dedos la mata de pelo, luego la guarda en una caja que mete en el fondo de un cajón, como un recordatorio de lo que fue durante diez años. Aprieta los labios cuando ve su rostro reflejado en el espejo, no se reconoce a sí misma, con el pelo corto parece un adefesio, no solo por el corte, sino también por los churretes del maquillaje que surcan sus mejillas debido a las lágrimas, da un hondo suspiro resignada a continuar lo que ha empezado, sigue recortando su cabello hasta dejarlo parejo, corto alrededor de la nuca, un poco más largo por encima de su frente, intentando recordar como lo llevaba de joven, sin embargo, su cabello se muestra rebelde a sus intentos de moldearlo, resignado deja que caiga a su aire.

Desde ahí, escucha la respiración sibilante de Kaede, medio se asoma para comprobar que está bien.

Tiene los ojos cerrados y parece que duerme.

Se desnuda por completo, abre el paso del agua de la ducha y deja que caiga sobre ella. Toma un paño lo humedece y enjabona, se frota todo el cuerpo con él, limpiándose a conciencia, luego se restriega el rostro hasta quitarse el maquillaje, cuando concluye, tras secarse se dirige a su vestidor, mirando por primera vez con malestar sus vestidos, sus kimonos, sus yukatas, porque allí no tiene nada que pueda servirle, si quiere complacer a Kaede. Sabe que no hará nada que pueda molestarle, nada que le inquiete, decidido cierra la puerta, convencida que también ha cerrado una etapa de su vida. Se le hace extraño ponerse la ropa de Kaede, un slip, unos pantalones, una remera y calzarse unas deportivas que encontró en el fondo del armario.

Vuelve a su lado, acercando una silla y sentándose lo más próximo a él. Se inclina y toma su mano entre las suyas, permaneciendo así durante largo tiempo, sin darse cuenta del paso del tiempo, solo pendiente de él, de su respiración fatigosa, de su rostro consumido por la enfermedad.

Abrió los ojos, su mirada se llenó con ese rostro amado y una sonrisa iluminó su rostro.

-Gracias, Hanamichi. Ahora sé que me has perdonado. Te amo.

-Yo también te amo...

No había acabado de hablar cuando un estertor salió de su garganta, sus ojos se cerraron y su rostro se inclinó hacia su costado.

-Kaede?... Kaede... Kaede... -grito inclinándose hacia él levantándole mientras le sostenía entre sus brazos- Kaede... no me dejes... por favor... te amo... te amo... Kaede... vuelve conmigo... no me dejes... -sollozaba estrechándole contra su pecho, negándose a admitir que él le había dejado definitivamente. Que nunca más estaría a su lado- ¡¡¡¡NOOOOOOOOOOOO!!! -gritó negándose a admitir esa posibilidad, no supo cuanto tiempo permaneció con él abrazado, cuando se sereno lo suficiente volvió a recostarle sobre el lecho, acariciando su rostro que había recuperado una expresión serena, llevó a cabo el ritual acercando a sus labios un paño mojado, como si así pudiera volver a él, luego con cariño, acarició su rostro, le parecía que estaba dormido, con una expresión serena que durante los últimos meses no aparecía en su cara- Descansa en paz, amor mío, algún día me reuniré contigo.

Lavó su cuerpo y le vistió. Solo entonces hizo algunas llamadas, allí no tenían amigos, habían llevado una vida apartada, tranquila.

Media hora después llegaban los monjes a los que había llamado, recitaron algunas sutras y quemaron incienso preparándole para el funeral de fuego, se llevó a cabo el ritual, los monjes le acompañaron durante el tiempo que fue velado en casa, los vecinos que se habían enterado del fallecimiento mantuvieron a toda la comunidad en vela, haciendo sonar cimborrios, platillos y cascabeles.

En la habitación se había colocado un pequeño altar y el sacerdote budista se encargaba de rezar, esperando todos, el traslado del cuerpo al templo durante la mañana del día siguiente, allí donde los asistentes a la ceremonia se despiden del difunto.

Ni él, ni Kaede tenían amigos íntimos, ni siquiera familiares, durante todo el tiempo solo estuvo él. Acudieron en cambio, compañeros de trabajo y los vecinos eso si, también ellos acudieron al templo.

Instantes antes de la cremación, Hanamichi se despidió de él, poniendo en sus manos su cabellera cortada, como una ofrenda.

-Volveremos a vernos, Kaede. No me olvides.

Se levantó una suave brisa y supo que era su respuesta.

Se apartó permitiendo que el resto de los asistentes se despidieran, aún cuando nadie de los allí presentes, en vida, apenas si habían cambiado cordiales saludos. Recibió los donativos que le entregaban tal como era la costumbre.

Agradeció los servicios de los sacerdotes budistas según la practica, entregando alimentos y velas, se cree que la buena voluntad que hay en esta entrega ayuda al espíritu de la persona fallecida, luego se procedió al traslado del cuerpo al crematorio que fue llevado a cabo por una carroza fúnebre sencilla, allí era costumbre que familiares y amigos coman y beban durante la incineración y regresen a casa con la urna funeraria, después de recoger con palillos los huesos que no se habían quemado, pasándoselos de uno a otro hasta ser guardados en la urna, junto a las cenizas.

El barrio había recuperado la tranquilidad. Cuando entró en la casa colocó en el altar de la casa familiar la urna con su contenido, al tiempo que fue quemando palillos de incienso (osenko) cada hora, y muy especialmente durante las horas de la noche, en un total de doce palillos y así durante treinta y cinco días.

En el transcurso de ese tiempo, fueron acudiendo diversas personas, todas ellas compañeros de trabajo de Kaede, quemaban incienso, le presentaban sus respectos y tras una charla acerca de su escaso conocimiento de él, marchaban satisfechos por haber cumplido, ninguno de ellos tuvo el valor para preguntar por su esposa, aunque si veía que miraban alrededor como queriendo verla.

-Mi hermana ha quedado desolada. -explicaba cada vez que veía en sus miradas la curiosidad aunque callaban respetuosos.

Todos asentían comprensivos.

De ese modo quedaba justificada su presencia allí.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

Al saberse solo su nostalgia de Kanagawa se fue incrementando, ya nada le impedía volver, así que apenas concluyeron los días de luto oficial y se acercaba el momento de enterrar la urna en un cementerio budista, se decidió a buscar entre la documentación que Kaede guardaba para enterarse si él había tomado en consideración esas cuestiones, del mismo modo que había dejado todo dispuesto para que pudiera vivir sin preocupaciones, la casa que tenía en Kanagawa estaba a su nombre, la cuenta del banco también, donde una considerable cantidad le esperaba para poder reanudar su vida como él quisiera. Ahora sabía que cuando su mal se extendió comprendió que le quedaba poco tiempo de vida y se había ocupado de arreglar todos sus asuntos legales, no dejando ningún cabo suelto, de ese modo todas sus pertenencias pasaban a su nombre, había vendido la casa donde vivían, quedándose con ella en usufructo mientras estuviera vivo, ahora sabía que los dueños le pedían desalojarla apenas acabara el periodo de duelo.

Y así se enteró que en Kanagawa estaba el panteón de la familia Rukawa y que todo estaba preparado para recibirle no solo a Kaede, sino también que había dejado consignado su nombre para que sus cenizas fueran depositadas junto a él cuando llegara su momento.

Durante todos esos años había vivido como una esposa sumisa, ahora se sentía perdida, con solo pensar en qué hacer. Solo sabía ser esposa.

Solo tenía que hacer una llamada para saber qué día podía celebrarse la exhumación. Regresando así a la ciudad que le vio nacer y crecer, le ayudaría a reencontrarse con sus viejos amigos, si estos aceptaban perdonarles por desaparecer sin dejar rastros, ni comunicar con ellos desde que Kaede le convenció que era mejor buscar un lugar donde nadie les conociera para vivir como si fueran un matrimonio normal, él sacrificó su vida por él, y Kaede abandonó definitivamente el basquetball, solo por seguir su nuevo sueño, se engañó a si mismo, convencido que podía convertirle en una copia de la mujer ideal que podía amar sin cortapisas, sin verse señalado como homosexual.

Era consciente que tenía una ardua tarea por delante. Volver a ser quien era. Se sentía tan perdida que fue posponiendo el momento de hacer la llamada, permanecía en su hogar negándose a marcharse de allí, recordando y añorando la presencia de Kaede, llorando desconsolada su perdida. Preguntándose porque la enfermedad se había cebado en él, cuando aún tenía tantos años por delante, tantos sueños, tantos proyectos, ahora todo había quedado en la nada, un cáncer fulminante consumió su cuerpo, llevándose su vida y dejándole a él desamparado, sin el consuelo de tenerle a su lado.

Solo dejaba su casa para hacer la compra, las vecinas la veían pasar y algunas la detenían con el deseo de distraerla, de apartarla de sus penas.

Pasaron los meses hasta que un día se levantó dándose cuenta que la tristeza ya no anidaba en su corazón, que el recuerdo de Kaede estaría siempre con él, la muerte era un hecho transitorio, más tarde o más temprano acababa llegando, sin que la voluntad de ellos fuera suficientes para vivir más tiempo del que tenían establecido.

Cuando así lo comprendió se sintió mejor.

Aquel día 13 de julio se ocupó de disponer todo lo necesario para celebrar el Bonku, decoró la casa con hermosos adornos de papeles de colores, con flores y brotes de plantas, sobre el altar puso una mesita lacada, donde colocó las ofrendas.

En una pequeña barca de paja de cebada tejida la llenó de comida selecta, preparó pequeños farolitos con mensajes escritos con amor, y con la fe de que la frágil barquilla al soltarla en el río con su farolillo encendido en su proa y el incienso quemándose deseando que esa noche tuviera una larga travesía.

Se quedo mirándola alejarse, la corriente del río la llevaba hacia el centro, deslizándose suavemente sobre las aguas, pronto la perdió de vista cuando se unió a otras pequeñas barcas que al igual que la suya llevaban el mismo rumbo. Juntas desembocarían en el mar. Aquella noche era serena y estaba seguro que tendría una larga travesía, el suave viento llevaba hasta él el aroma del incienso que se quemaba.

A la mañana siguiente, tenía todo preparado para abandonar la casa, un camión de mudanzas se había encargado de transportar sus muebles y todo aquello que deseaba conservar, el resto quedaba allí. Los nuevos dueños la ocuparían apenas la desalojara.

Toda la ropa de Kaede había sido doblada y guardada cuidadosamente, solo había dejado aquella que él iba a ponerse para viajar de regreso a Kanagawa, con él iría la urna con sus cenizas y la fotografía que tenía en él para colocar en el altar apenas llegara a su casa.

El abogado de Kaede, ahora el suyo, se había ocupado de todo apenas recibió su llamada, algunas horas después se puso en contacto con él dándole el día y la hora para proceder a enterrar la urna en el cementerio budista. Quedó en esperarle en la estación para conducirle a su nuevo hogar y entregarle las llaves que tenía en custodia, pues durante aquellos años de ausencia de su dueño, se había ocupado del mantenimiento del edificio y de los jardines.

~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

El viaje de regreso lo hizo en tren, cuando llegó a su destino descendió, se sentía como perdido en la que era su ciudad natal, no conocía al hombre, así que se limitó a esperar  en el hall, junto al acceso al andén donde instantes antes había llegado, sosteniendo en sus manos la urna.

No era respetuoso mirar al rostro de los que a su lado pasaban por lo que esperó con paciencia, a poco un hombrecillo le saludo respetuoso al tiempo que preguntaba.

-¿Sakuragi-san?

Asintió con un gesto, respondiendo con una leve inclinación.

-Tengo el coche fuera... ¿Traes equipaje? -miró a su alrededor por si hubiera algún porteador cerca.

-No..., podemos irnos cuando quieras, Itsuko-san.

-Vayamos... -se volvió dirigiéndose hacia la salida.

Algunos minutos después acomodaba su mochila en el asiento de atrás, sentándose él asiento de la izquierda del conductor, sosteniendo en su regazo la urna.

-Mañana a las ocho pasaré a recogerlo.... -comentó dándose cuenta como la sostenía, y como una de sus manos se movía alrededor de ella, a modo de caricia. Volvió la mirada hacia su rostro, fijándose que sus movimientos eran como automáticos, su acompañante actuaba de manera que ni él mismo se daba cuenta de lo que hacia.

-Gracias. -Bajó la mirada hacia la urna y al instante su mano se inmovilizó- Le quedo agradecido. -murmuró turbado.

Itsuko-san apartó la mirada de él, fijándola en la conducción, tomó la salida del aparcamiento dirigiéndose hacia la autopista. Iban en silencio, cada uno inmerso en sus pensamientos. Finalmente su curiosidad pudo más que su prudencia e intentó saber porque Rukawa-san le había dejado a él todo, dejando a su esposa desamparada. Como su abogado y testamentario, sabía que en ningún documento la mencionaba.

-Sakuragi-san... ¿puedo preguntarle acerca de su amistad con Rukawa-san?

-¿Qué desea saber? -preguntó suavemente, y como si se diera cuenta, enronqueció su tono- Si puedo contestar lo haré...

-¿Cuándo le conoció?

-Fue durante el primer año de la preparatoria, coincidimos en el mismo equipo de basquetball -dijo cuidando de adoptar un tono de voz profundo.

-Se hicieron amigos entonces...

-No, al contrario, fuimos rivales declarados, nos odiábamos... -musitó como si ese recuerdo le apenara.

-¡¡¡Ah....!!! -cada vez comprendía menos. ¿Cómo entonces le había nombrado heredero de todos sus bienes? Pensó.

-Fue en la universidad cuando limamos asperezas y comenzamos a ser amigos... -dijo como si eso lo explicara todo.

-¡¡¡Ah...!! -seguía sin tener sentido... sin saber porque se había olvidado de su esposa, se arriesgó a parecer impertinente- ¿Conoció a su esposa, Hanako-chan? -el silenció se hizo opresivo en el interior del vehículo, cuando ya no esperaba una respuesta le llegó apenas audible.

-Si.

-Llegó el transporte con sus muebles -comentó cambiando la conversación- No sabíamos donde quería ponerles, por lo que les dije que los dejaran embalados en una habitación y que volvieran después del funeral.

-De acuerdo...

Algunos momentos más tarde, salieron de la autopista y circularon por una carretera entre edificios hasta alcanzar una zona tranquila de casa individuales protegidas algunas por altos  muros.

Durante unos minutos apartó la mirada de la urna que sostenía para fijarla en la moderna puerta corredera que a control remoto se abría para permitirles el paso.

Itsuko-san le dio algunas recomendaciones referentes a su nuevo hogar, hasta que se dio cuenta que no parecía escucharle, por lo que se despidió.

-Estas son sus llaves... si necesita alguna cosa, hágamelo saber. En el garaje tiene su coche, ha sido revisado y comprobado que esta a punto. Las llaves están sobre la mesa de la cocina.

-Gracias...

Minutos después quedaba solo. El silenció cayó como una losa sobre él, acarició la urna que sostenía como si así pudiera encontrar las fuerzas que necesitaba para comenzar su nueva existencia en Kanagawa.

Al cabo de un rato se decidió a moverse, tenía que apartar de si mismo la desidia que amenazaba con inmovilizarle.

Lo primero que hizo fue recorrer la casa para conocer su hogar, la vivienda ancestral de la familia Rukawa, del que Kaede fue el último de su linaje, con él su nombre desaparecía.

A la mañana siguiente se procedio al enterramiento de sus cenizas y se hicieron ofrendas, solo estuvo él presente y su abogado. Allí no tenían amigos que estuvieran enterados de su muerte, él no había estado con ánimos para ponerse en contacto con sus ex compañeros.

Permanecía orando con las manos juntas, cuando percibió movimientos a su espalda, no se volvió, permaneció en la misma posición hasta concluir su rezo.

Al girarse los vió, allí estaban sus antiguos compañeros de Shohoku, Akagi, Kogure, Mitsui, Miyagi, Kuwata y los demás reservas, no faltaba ninguno, su mirada se humedeció al ver a Mito, Noma, Takamiya y Ookus, todos sus amigos estaban allí. Se apartó a un lado y al momento todos ellos delante de la piedra donde figuraba el nombre de la familia Rukawa, todos se inclinaron a una, las manos juntas rindiendo una despedida al que fuera su compañero.

-¿Usted les llamó? -preguntó al abogado que asintió.

-Gracias.

Continúa en el próximo capítulo....

Paz

Notas finales:

Glosario:


Qí páo: vestido tradicional chino de mujer.


Dān: rojo en chino.


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