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Ahora me vengo a enterar de que andaba por la acera que no era por Mainsi

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Carlos y Santi se ríen por lo que acabo de decir, dejándome mucho mas tranquilo al ver que les he hecho entrar en razón.
Me giro de nuevo para coger el vaso que pedí antes, cuando sin previo aviso me encuentro con lo que menos esperaba. Alberto está justo a mi lado mirándome con cara de pocos amigos. Supongo que debe de haber oído todo lo que he dicho sobre él. No se por que, pero solo de pensarlo empiezo a sentirme culpable y acabo mirando al suelo con tal de no tener que enfrentarme a sus ojos acusadores.

- Hola chicos. Cuanto tiempo sin hablarnos ¿Eh? – Su voz hace que me estremezca. No tiene nada que ver con su aspecto, la tiene más grave y masculina que yo, y ni tan siquiera habla de forma amanerada. - ¿Os molesta si me uno a vosotros un rato?

- Claro que no, quédate el tiempo que quieras – La voz de Santi suena natural, pero le conozco lo suficiente para saber que está tan incómodo como yo.

Durante un rato nos envuelve un silencio espeso e incomodo. Al final la curiosidad me puede y alzo la vista para ver que narices está sucediendo.
Santi y Carlos me miran con cara de circunstancias, mientras que Alberto no me quita el ojo de encima, y menos mal que las miradas no matan, por que si no sería hombre muerto.

- ¿No os conocéis verdad? – Carlos rompe el silencio, pero la tensión no se va ni a tiros.

- No, no tengo el placer de conocerle – Si intenta decirlo en un tono más irónico, no le sale.

- Alberto, el es Alejandro – Carlos intenta hacer una presentación normal, cosa difícil si se tiene en cuenta que este tío me está mirando como quien mira a una mierda pinchada en un palo – Y Alejandro…, el es Alberto.

Yo le tiendo la mano, dispuesto a dejar correr el asunto sin más, cuando sorpresivamente se abalanza sobre mí y me da dos besos, uno por mejilla. Me pilla tan desprevenido que me quedo estático sin saber como reaccionar. Y cuando al fin se despega de mí, siento calor en las mejillas anunciándome que me he puesto rojo como un tomate. En este momento agradezco que las luces de este local sean de colores, por lo menos disimulará un poco. Aunque por la sonrisa de autosuficiencia que pone Alberto, estoy seguro de que él si que se ha dado cuenta.

- Pues ya nos conocemos. Y ahora decirme ¿De que hablabais? – Me mira de forma suspicaz – Por que cuando he llegado os habéis quedado callados, y eso me puede llevar a pensar que hablabais de mí.

- Pues mira por donde, si que estábamos hablando de ti. – Santi y yo miramos a Carlos acojonados, no me puedo creer que se lo vaya a soltar así sin más. – Alejandro nos estaba comentando que bailas muy bien. Y créeme que viniendo de él es para tenerlo en cuenta. Por que su madre es profesora de baile. – Se me escapa un suspiro de alivio.

Durante un rato Alberto me mira cabreado, claramente no se lo ha tragado, pero tampoco se atreve a contradecir a Carlos.
De pronto una chica rubia aparece al lado de nosotros y se queda unos segundos observando la escena antes de romper el silencio.

- Alberto, perdona que te moleste, no sabía que estabas ocupado. – La rubita se dirige a Alberto solamente – Es que las demás dicen de ir al Morbius ¿Te apuntas? ¿O te quedas con ellos? – Carlos mira de soslayo a las demás chicas del grupo y una sonrisa le aparece en el rostro.

- ¿Por qué hacerle elegir cuando podemos ir todos? Nosotros también íbamos ahora para allá.

- Como queráis, pero nosotras nos vamos ya – La chica mira mi vaso aún por empezar dando a entender que no piensan esperar.

Alberto me sorprende de pronto al cogerme la mano con la que sostengo el vaso. Y así sin más, sin esperar siquiera a que yo lo suelte se lo acerca a los labios y se lo bebe del tirón.

- Ya está. ¿Nos vamos? – Sin esperar a que le respondamos Alberto deja mi vaso sobre la barra junto con unas monedas. Y como en ningún momento me ha soltado la mano, empieza a tirar de mí hasta que llegamos a la entrada del local.

Tras nosotros vienen la rubita de antes con dos chicas a las que no conozco y detrás de ellas Carlos y Santiago. Estos me miran sin ocultar la gracia que les hace ver como un chico al que le saco una cabeza de altura me arrastra sin que yo oponga resistencia.
Ya fuera del local hago amago de soltarme de su agarre. Pero en vez de liberarme se cuelga de mi brazo y me mira con cara de asco mal disimulada.

- ¿Qué pasa? ¿Te molesta que te toque? Por que si es así dímelo, no te cortes. – Me lo dice lo suficientemente alto para que todos le oigan, por lo visto quiere ponerme en evidencia como sea. Pero sintiéndolo por él, no pienso dejárselo tan fácil.

- No me molesta. Lo que pasa es que como eres un poco bajito, al apoyarte en mi, me obligas a andar encorvado – Por la cara de odio acérrimo que me dedica yo diría que he dado donde duele. Y las risitas ahogadas de sus amigas me lo confirman.

- Perdona, no me daba cuenta. – Sin dejar de mirarme mal, me suelta y se cruza de brazos, aunque sigue caminando a mi lado.

Me siento extraño, ya se que debería estar agradecido de quitármelo de encima de una buena vez, pero todo lo que consigo es pensar que era agradable el tacto de su mano y el calor que emanaba de su cuerpo.
Definitivamente llevaba demasiado tiempo enfrascado en los estudios. Lo que estoy pensando no es normal.
Cuando ya llevamos unos cinco minutos andando, Alberto y yo seguimos callados, las chicas van agrupadas y mis amigos nos siguen a su bola. Una de las chicas decide apaciguar un poco el ambiente.

- Si vamos a salir todos juntos esta noche como que deberíamos de presentarnos ¿No? – Carlos sonríe satisfecho por el rumbo que está tomando la noche.

- Es cierto, ¿Dónde habremos dejado nuestra educación? – Carlos hablando de educación,… a Santi y a mi se nos escapan unas risas mientras el nos fulmina con la mirada.

Nos paramos en medio de la calle para hacer las debidas presentaciones. La rubita se llama Charo y es bastante mona y simpática. Las otras dos chicas son Silvia, que es más bien del montón y Rebeca que es guapa pero tampoco para tirar cohetes, además parece un poco seria.
Va a resultar que el único que merece la pena del grupo es Alberto, el mariquita. Lastima que yo no sea gay, por que el chico se ve bastante guapo. Un poco gruñón, pero guapo al fin y al cabo. Además, ahora que estando en la calle las luces no distorsionan los colores, puedo ver que tiene los ojos de color marrón chocolate, y el pelo castaño oscuro. Se que son colores comunes, pero en él se ven diferentes, como con mas brillo o algo así.
Hechas las presentaciones nos ponemos de nuevo en marcha. Solo que en esta ocasión Alberto ya no me mira con rencor, si no más bien confundido, aunque sigue pareciendo incomodo con mi presencia, de eso no hay duda.

- Alex, ¿Podemos hablar un momento? – Carlos me mira preocupado y me aparta del grupo para que hablemos en privado.

- ¿Qué pasa? Pareces tenso – Lo digo en tono de broma, pero su cara no cambia un ápice.

- Se que nos has dicho que no eres marica y todo eso. – Me lo dice susurrando para que los demás no nos oigan - Pero es que ahora ese chico no está bailando y aún así no le quitas el ojo de encima. - Cambio de talante y me pongo serio, parece que no se cansa de decirme tonterías.

- Yo no le estoy mirando tanto. Son imaginaciones tuyas – Carlos me mira con una ceja alzada - ¡Que te digo que no! ¿Pero que os pasa hoy a todos?

- De acuerdo, tú lo has querido. Por que empiezo a pensar que de verdad lo haces sin darte cuenta – Me coge bruscamente de la cara y me detiene poniéndome de espaldas al grupo. - ¡Vosotros seguir, que ahora os alcanzamos! – Tras decir esto a los demás, se centra de nuevo en mí – Bien, ahora dime, ¿De que color tiene los ojos Charo?

- Y yo que se, no me he fijado tanto. – No se a donde quiere llegar con todo esto.

- ¿Y los ojos de alguna de las otras chicas? – Le doy una negativa – De acuerdo, los ojos son difíciles de todas formas. Así que, dime, ¿Sabes de que color son las camisetas que llevan? – Le vuelvo a negar con la cabeza. – Y ahora dime lo que lleva puesto Alberto o si recuerdas el color de sus ojos.

- Viste vaqueros, como yo, pero mas ajustados. Una camiseta morada, también ajustada y con la cara de un perro rarísimo en el pecho. Y sus ojos son marrones. ¿Pero a que viene este interrogatorio?...

Por fin entiendo lo que Carlos quiere decirme. Y lo peor de todo es que tiene razón. Llevo toda la noche mirando a Alberto cuando podría estar mirando a una de sus amigas. Es mas, ni tan siquiera me han llamado la atención por que Alberto me parece mil veces mejor que ellas.

- Por la cara de acojonado que has puesto supongo que ya te has dado cuenta de lo que te estoy intentando decir – Esta vez mi respuesta es afirmativa. – Te daré un consejo. Si te gusta el chico ve a por él, pero si no, deja de mirarle de esa forma, por que el pobre está más mosqueado que un pavo escuchando una pandereta. – Carlos mira hacia el grupo un momento y después se vuelve de nuevo hacia mi – Le conozco desde hace tiempo, y será algo afeminado y todo eso, pero ante todo es muy buen chico. Así que respóndeme ¿Te interesa de verdad?

- La verdad es… que no lo se. Hasta hace un segundo te hubiese dicho que estas mal de la cabeza solo por preguntarme semejante estupidez, pero ahora… - Miro al suelo avergonzado, le estoy confesando a mi mejor amigo que puede que sea marica cuando ni yo mismo lo se – Joder tío, si no me lo llegas a decir ni cuenta me doy de que no dejo de mirarle. Y ¿Sabes lo peor? – Me dice que no con la cabeza – Que le veo mas guapo que a sus amigas. – A Carlos se le escapa la risa. – No te rías capullo.

- Es que es muy fuerte. Mira que darte cuenta de que pierdes aceite a los veintiuno – Me mira como reprochándome y burlándose a la vez.

- Oye tío, que aún no se si de verdad me he cambiado de acera.

- Eso ya te lo aclaro yo. Por que si no te has dado cuenta de lo buenísima que está Charo, algo muy grave te tiene que estar pasando. Y por lo que sé, ese algo es un amariconamiento como un piano.

- Claro, por que tú lo digas. – Lo digo con un tono irónico y resentido. A nadie le gusta que le llamen así. Al menos ahora se lo que debe de haber sentido Alberto cuando me escuchó.

- Hazme un favor, olvídate de tu querido Albertito por unos segundos y mira a Charo detenidamente. Y luego me cuentas a que conclusión has llegado.

Cabreado por el modo en que Carlos se está tomando todo esto, me doy la vuelta y me pongo a caminar para alcanzar a los demás.
Seguramente todo esto se debe a que llevo un huevo de tiempo sin salir de marcha. Tanto como para que se me haga raro ver a un gay que no oculta que lo es, y por lo tanto siento curiosidad. Estoy seguro de que es eso. Aunque el puñetero de Carlos ha conseguido hacerme dudar.
Lo mejor que se me ocurre es seguir el consejo que me ha dado. Voy a comparar entre Charo y Alberto. A ver que sucede.

Cuando consigo alcanzarles ya hemos llegado al Morbius. Es cierto que se ve bien el local, por lo menos desde fuera, y la música que se oye es mejor que la del otro sitio. Pero dejando eso a un lado, tengo algo que hacer y lo mejor será hacerlo sin perder más tiempo. Me planto frente a Charo y con la escusa de hablarle me fijo mejor en ella.

- ¿Ya habías estado aquí? – Me mira sorprendida, tiene los ojos azul claro. Un color muy bonito.

- ¿Eh? – Se queda atontada unos segundos, tiene los labios carnosos y los lleva pintados de un tono rosa claro – Si, vine a la inauguración, y como se ha convertido en el sitio de moda he venido un par de veces mas – Me sonríe, sus dientes forman una fila blanca perfecta. Carlos tiene razón, la chica es guapísima. - ¿Es la primera vez que vienes? – Además de tener la cara bonita tiene un escote más que sugerente.

- Es que últimamente no salgo mucho. Los estudios me tienen un poco ocupado. – Realmente es guapa, solo que creo que no es mi tipo. Eso es todo.

- Bueno, pues aquí me tienes a mí para hacerte un tour completo - ¿Es cosa mía o esta tía está coqueteando conmigo? – Y si te gusto como guía, siempre puedo darte mi número de teléfono para que me avises en caso de necesitar dar una vuelta por ahí otro día – Si que lo está haciendo, y además a saco. – Ya sabes, para despejarte un poco de los estudios - ¿Me ha guiñado un ojo?

No le contesto ya que me quedo pasmado. Una tía a la que acabo de reconocer que está buenísima me ha soltado una indirecta, que más que indirecta es directa, y yo… no estoy interesado.
Me pongo a darle vueltas a la cabeza intentando averiguar que narices me sucede. Todo esto no es propio de mí. A ver si después de todo va a ser verdad eso de que con tanto estudio me he quedado gilipollas perdido.
Veo como la chica desiste de esperar a que le conteste y dedicándome una última sonrisa se adentra en el local junto a sus amigas.

- ¿Qué has llegado a alguna conclusión? – Carlos me saca de mis pensamientos y le miro frustrado – Por la cara de agrio con la que me miras, yo diría que no.

- Tío, que suerte tienes, esa chica esta buenísima. – Santi me mira divertido, por lo visto el no está al tanto de lo que me está pasando – Desde luego que envidia que me das.

- Pues a mi lo que me das es asco – La voz de Alberto nos sorprende a los tres, que inmediatamente nos damos la vuelta para ver que me esta mirando con todo el odio del mundo pintado en la cara. - ¿Qué pasa que Charo no es bajita? ¿Qué con ella no tienes que ir encorvado?

Aprovechando la ocasión me fijo de nuevo en Alberto. A pesar de que tiene cara de haber chupado un limón, sigo pensando que es muy guapo. Incluso diría que verlo enfadado tiene su morbo. Por supuesto él no lleva brillo en los labios, pero aún así se ven húmedos y apetecibles.
Sigo estudiándole y me fijo en que aunque es bastante mas bajo que yo, tiene un cuerpo de infarto. Con los músculos marcándose a través de la camiseta cada vez que alza o baja un brazo.

Si quisiera podría fingir que sigo sin saber que es lo que me ocurre, pero el caso es que ya me ha quedado bien clarito que prefiero a Alberto antes que a su amiga Charo. Los dos son guapos, eso es cierto. Pero para mí, Alberto eclipsa a la chica.
Y para mas evidencias, esta el hecho de que su amiga ha intentado ligar conmigo abiertamente y no ha conseguido nada. Mientras que él me está insultando a lo bestia, delante de mis amigos, y ha conseguido que me empalme. Por que sí, ahora tengo un problemilla entre las piernas. Suerte que hoy llevo los pantalones anchos.
He llegado a la conclusión de que o bien soy homosexual, o masoquista, y prefiero pensar que es lo primero.

- ¿Qué pasa? ¿Estás celoso? – Sigue cabreado, pero no se me pasa por alto su expresión de sorpresa y el enrojecimiento de sus mejillas. Carlos y Santi me miran sorprendidos por la forma en que me he dirigido a él.

- ¿Qué coño estas diciendo? ¿Celoso de quien? ¿De ti? No me hagas reír – A pesar de lo que dice el nerviosismo de su voz le delata. Pero al momento se repone y empieza de nuevo a insultarme mas cabreado aún que antes. – Eres un cabrón y un desgraciado. Voy a ir a hablar con Charo y le voy a decir como eres en realidad. Si piensas que voy a dejar que una de mis amigas se lie contigo, estas muy equivocado tío.

Me acerco a él hasta quedar a escasos centímetros, obligándole así a mirar hacia arriba. …l sigue mirándome mal, yo en cambio le sonrío dejándole desconcertado. Realmente consigue que me sienta extraño y mi corazón se agita como pocas veces ha hecho. Creo que después de todo si que me gusta.

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