Disclaimer: la serie de Naruto no me pertenece, es propiedad de Masashi Kishimoto. Esto es de fans para fans, sin fines de lucro.
Advertencias: ortografía, OoC.
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Diversión.
Sonrió sin vergüenza apretando una vez más los nudos en las muñecas del muchacho atado a la cama. Lo escucha quejarse, saliendo del efecto del somnífero y nota el tenue color morado en sus manos, restándole importancia. Los usuales reclamos y preguntas que a sus oídos (aun cuando las supiera de memoria) no dejaban de sonar deliciosas quedándose en el aire sin ser resueltas, hacían posible el dulce ambiente repleto de incertidumbre y angustia para el rubio. Pasa sus enguantadas manos por encima de los vendados ojos del artista, bajando hacia sus labios en donde deposita con rudeza un beso que arranca un reproche de los labios salpicados de carmín.
Lo siente temblar bajo su cuerpo, entre una mezcla de coraje y temor mal encubierto. Ríe con sorna y con los dientes se quita los fastidiosos guantes que no hacen más que estorbar.
Los insultos y las amenazas de un endeble Deidara inundan la habitación una vez que las manos de ese hombre comienzan a abrirse paso por su cuerpo. La voz grave cargada de erotismo susurra en su oído haciéndole sentir impotente ante la situación. Grita desesperadas amenazas, trata de patearlo, lo maldice y en medio del patético forcejeo escucha su risa.
Es tan divertido ver su molestia convertirse en la más pura desesperación con ligeros toques de orgullo, que no hacen más que exponer su lastimosa debilidad. Sonríe saboreando la escena, llenándose de insana felicidad, disfrutando del juguete que al fin se ha decidido a abrir. Honestamente, poco le importa maltratarlo mientras pueda brindarle todo el placer que desea. Su pequeña no tan nueva adquisición, suelta un gemido ahogado al jalarle de los cabellos. Sus labios quedan entreabiertos, permitiendo la ocasión de un segundo beso con sabor a sangre.
Entonces, después de un rato, logra su objetivo.
—Mal nacido bastardo… uhn…
Deidara se quiebra. Como cristal reducido a astillas y la sonrisa que es incapaz de ver, crece al tiempo en que las amargas gotas cristalinas fluyen. El sharingan brilla malicioso en medio de la oscuridad, observando con detalle la estilizada figura y sus manos repartiendo hirientes caricias. Porque a veces Madara podía ser tan cruel como él quisiera, al punto de hacerlo llorar y lamer sus saladas lágrimas sin temor a ser odiado más allá de esa noche.
—Tranquilo, te haré sentir bien.
Sólo necesita placer y divertirse, nada más.
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Notas de la autora: cuando hice el drabble sólo pensaba en un Madara malo y lo suficientemente bastardo como para sólo desear hacer llorar a Deidara. Hoy no quería amor, hoy quería escribir sobre el Madara que sólo piensa en su placer personal, jugando con las personas, hiriéndolas y desechándolas como si de juguetes rotos se trataran.
Y en vista de que aun no llego a las 500 palabras escribiré lo que me ocurrió ayer en la mañana. Me acosté a eso de las 3 am, y tenía que levantarme a las 6:30 am, pero no lo hice. Mi madre fue quien me despertó a eso de las 7 de la mañana, la cosa fue más o menos así:
“Levántate ya son las 7!”
“Eh? Las 7? De la tarde? Cuánto dormí?”
“… qué dices? Son las 7, vas a llegar tarde!”
“las 7 de la tarde?”
Al final comprendí que era de mañana, que eran las 7 y que debía ir a la escuela.