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Marioneta por AkiraHilar

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Notas del fanfic:

Autor: Akira Hilar
Razon: Tengo esta idea rondando desde hace tiempo. Sí, soy medio rara, ando pasando por todos los tipos de temas xD. Es parte de los trabajos para nuestro subforo Saga x Shaka.
Dedicatoria: A Karin, Athena_Arianna, Ale_Chan, Kimee, Lola, Sahasara y todas las miembros del club Santísimo Pecado Geminis x Virgo

Notas del capitulo: Saga como monarca del pueblo tiene a una preciada posesión, un joven cuya belleza es envidiada en el reino.
En el castillo del príncipe del reino, una fiesta de gala se daba lugar congregando a las familias más adineradas. Entre los más acaudalados regentes de la región, Saga de Leda, Duque de Meksuba, hacía su aparición en un elegante carruaje negro decorado con imágenes de ángeles caídos. La noche de luna llena junto con sus estrellas alumbró la faz de aquel hombre adinerado, conocido por ser un coleccionista de títeres su más extravagante obsesión. El cabello negro serpenteaba sobre las oscuras telas de su capa de ébano. Los ojos rojos cuan carmín brillaban en su piel tostada. La imagen de un dios de los avernos, sus cejas pobladas enmarcaba su fiera mirada, su mentón aguerrido demostraba su altivez. Amado por unos, odiados por otros, Saga de Leda salía de su carruaje con el centro de oro blanco en su mano.

Aún así, muchas jóvenes mujeres y hombres se alistaban en la entrada cuando al evento el magnánimo Duque hacía acto de presencia, y era porque siempre detrás de él iba lo más precioso del reino. Pronto, aquella figura salió del carruaje, engalanando con su belleza todo el escenario, causándole envidia a los mismos astros de la noche. La capa blanca de pieles cubría su hermoso cuerpo del frio del cercano invierno. Su cabello cuan oro danzaba por la brisa nocturna, sus mejillas sonrojadas por las bajas temperaturas y sus parpados cerrados, encerradas verdadero tesoros del cielo que nadie había tenido la oportunidad de ver. Levantando su frente con orgullo, el joven de belleza inmaculada se dirigía al grupo de sequitos que lo adoraban, y se sonreía irónico, al verse tan aclamado por quienes jamás lo alcanzarían.

-Como siempre, llamas la atención-murmuró con voz ronca en su oído, antes de pasar su grueso brazo por la espalda de su acompañante y aferrar su mano sombre el hombro del menor, marcando posesión.

El rubio no respondió sino con una leve inclinación de su frente, moviéndose el flequillo por acto del viento otoñal.

Las puertas enormes se abrieron. Todas las miradas se clavaron en el dueño de la belleza de la noche que traía al sol atado de manos. Mujeres y hombres veían los dos nuevos invitados, el rey, de nuevo y sin reparo, cruzo ojos con el duque, pidiendo por una centésima vez la entrega de su mayor tesoro. La mirada del Duque era fiera. Jamás le quitarían su mayor posesión.

Mujeres por un lado envidiaban la belleza angelical y altanera del recién llegado. Los hombres empezaban a dudar de su hombría. Al paso de los cabellos dorados en el salón, las reacciones eran múltiples y en respuesta, una sonrisa llena de orgullo se levantaba en los finos labios, una mirada de sumo control en los ojos de sangre.

-Parece que te desean, Shaka-volvió a susurrar en el oído inmóvil del menor.

-Así parece, My Lord.

-Has que te adoren, mi semidiós…

Una sonrisa más, el mantón blanco que fue desatado descubriendo el hermosísimo traje de marfil y oro, un traje digno sólo para los de la realeza y que en ese momento cubrían el cuerpo del menor. Saga relamió los labios al ver las miradas que admiraban el cuerpo de su pertenencia y verlo caminar a él, altaneramente, con sus parpados cerrados hasta el centro de la pista de baile, donde monarcas bailaban con las doncellas. Pronto las mujeres se agolparon a su alrededor y con increíble gracia, Shaka las llevaba de la mano y danzaba con ellas. Sus botas con tacones finos cubrían hasta su rodilla, blanca con detalles de oro, su pantalón blanco esculpía a la perfección los gruesos muslos y su camisa labrada con hilos de oros, diamantina y polvo dorado, cubría hasta su muñeca y caía en una capa hasta sus rodillas por la espalda. Las damas hacían filas para danzar con él, convirtiéndose en el centro de la fiesta, mientras el monarca se sentaba cómodamente en uno de los asientos, escuchando las palabras de los demás invitados adorando la belleza que le pertenecía.

Los rubís seguían cada paso. Lo adoraban. Con el delicado movimiento de sus dedos podía trazar las armoniosas curvas que el joven realizaba con las doncellas, en medio del baile. Una dama salía, otra entraba. Juveniles sonrisas le eran destinadas a aquel que siquiera se dignaba a mostrarles sus hermosas pupilas. Y danzaba para él, para su señor. Le mostraba cuánto aquellos adoraban lo que jamás les entregaría, sino a él, Le permitía ser adorado por ellos, simplemente para afianzar su valor frente a su dueño. Y la sonrisa de Saga se expandía en un juego delictivo de seducción… y Shaka levantaba su rostro con orgullo al ser el centro de la atención, no de los incautos, sino de su señor.

Y el movimiento de dedos persistía. El el marionetista, aquel la marioneta dorada. Sus dedos designaba el son de su baile, el cuerpo dorado le seguía preso de un hechizo…

Creado a punta de sexo.

Y con sólo cerrar su puño al aire, Shaka dejó a la última doncella en media pieza, renegando toda invitación y caminando, solemnemente hacía él. Un conjuro quizás, al que amaba atarse.

-Fue hermoso-halagó el señor antes de tomarlo por el brazo y sentarlo sobre sus piernas.

-Fue para usted-replicó el menor.

Y un beso a sus labios fue la recompensa del espectáculo. Y la mirada de todos envidiándo el dulce sabor de su teatro. Saga besaba los labios finos con deseos, mostrándoles a todos aquellos quien era el dueño de su belleza. Shaka besaba labios gruesos, declarando así que sólo él podría gozar de sus manjares. Y acostumbrados a esa demostración por parte del duque en todas las reuniones, las vistas cedieron, los ojos viraron, siguieron con la fiesta.

-Le envidian-comentó el menor, colocando su cabeza en el pecho de su señor, dejando que este sin pudor acariciara a su muslo.

-Por supuesto. Tengo el tesoro más grande del reino y ni el rey puede quitármelo. Es razonable que me envidien, y te adoren…

El rubio se sonrió, complacido. Dejando que esas manos viajasen a donde quisieren. Después de todo, él era su dueño…

Shaka de Leda, con sólo veinte años era el más codiciado del reino de Mercurio. Los parpados siempre cerrados le daban el aire de magnificencia que engatusaba a los nobles. Su cabello dorado como hilos de oro seducía a las condesas y doncellas, su piel de nácar, junto con su bien formado cuerpo conquistaba a los varones reales y su voz, aterciopelada y masculina era canto para los reyes. Ninguno en el reino podía evitar desviar ante su belleza y encanto, y al ser criado en aire de noblezas, aquel joven era poseedor de talentos muy apreciados. Y así lo demostraba. En cada reunión el joven tomaba algún instrumento y demostraba sus capacidades musicales, deleitando a todos con sus exquisitas melodías. Hablaba varios idiomas, por lo cual incluso los embajadores de reinos lejanos se iban encantados por su voz y acento tan trabajado. Una sonrisa de sus labios finos era capaz de desprender largos y profundos suspiros de quien lo observase; sus conocimientos en todas las artes e historia entretenían a cualquiera. Nada de él estaba fuera de lugar y todos, no podían dejar de hablar de él y decir: pero le pertenece a Saga de Leda.

Y es que el nombre del monarca causaba pavor a quien lo escuchare. Los relatos de cómo obtenía lo que buscaba sin importar el precio eran rumores y leyendas urbanas que atestaban las fiestas paganas. Sin embargo, la historia de ese joven sólo llamaba a mostrar un lado noble en aquel monarca de fría sangre. A la edad de diez años, fue adoptado por él luego de que su familia fuera asesinada por vándalos. Desde entonces, el pequeño de cabellos de oros le ha pertenecido.

La fiesta había acabado. Antes de que todos empezaran a siquiera pensar en irse, ya el monarca se iba con su acompañante rodeado entre sus brazos. Subieron al carruaje y Saga le dio expresas órdenes a DM, su cochero. Subió a la carroza donde ya el rubio lo esperaba, y no bien había cerrado la puerta cuando se había abalanzado a él, dispuesto a desnudarlo por completo. Besos y caricias comenzaron en medio del trayecto de la carroza. Mordidas y lamidas en el cuerpo blanco, caricias y besos en la piel tostada. Saga adoraba con pasión blasfema. Shaka idolatraba con deseo impuro. Besos que viajaron por pieles ajenas, Saga descubierto de pecho, Shaka ya desnudo por completo, mostrándole toda su belleza, excepto sus zafiros azules.

-Abre los ojos-pidió con una sonrisa delictiva, sabiendo el juego que vendría.

-No. ¡Oblígame!… ¡¡¡hhhmmm!!!

-Te gusta jugar con fuego…-siseó ingresando el primero de sus dedos, mientras los sentaba en sus piernas, de espalda al asiento.

-Mmm… me gusta verlo intentar que los abra…

El segundo dedo iba ingresando. Las sensaciones pronto empezaron a nublar los nervios del menor en ese movimiento acompasando que se iba acelerando. Los besos de su dueño bajaban por su cuello, descendían sus hombros, se movían por su piel sin dejar espacio que sus dedos y labios no pasaran.

-¡¡ACELERA!!-gritó el monarca y el cochero golpeó las riendas de los caballos, acelerando el carruaje. En ese momento, sacó sus dedos y puso la punta en la entrada ya dilatada-. Ahora,… abre los ojos…

-Noo… hmmm…-el carruaje aceleró y por una piedra dio un salto. Suficiente movimiento para clavarse él mismo en la hombría de su dueño-¡¡ARGRGGHHH!!

-¡¡GRRRRR!!-rugió el monarca extasiado. Otra piedra, otro salto, ambos cuerpos se encajaban con fuerza. Shaka se sostuvo de los hombros del mayor, a punto de desfallecer con esas embestidas violentas-. ¡¡MÁS RÁPIDO!!

Y la orden fue acatada. Los caballos acelerados, en el camino donde transitaban las piedras eran parte de él y los brincos de ambos cuerpos entregándose a la lujuria junto al de la carroza creaban estocada de dolor y placer que se conjuraron en uno solo. El juego era simple… Shaka escondía sus zafiros cerrando parpados fieramente, Saga entregaba placer hasta que aquel no pudiera mantenerlos cerrados por más tiempo. Estaban acostumbrados al juego y quien ganase, tendría un premio cuando llegasen a la mansión.

Saga embestía embrutecido. La carroza seguía tambaleando en el camino. Shaka estaba sometido al más profundo de los placeres. Mordidas en su cuello dejaban marcas que delataban su pertenencia, las uñas de su marioneta clavada en su espalda era el reclamo del menor ante el trato. Una mano que apresaba el miembro palpitante para que no terminara, la excitación que lo enceguecía a puntos animales, las estocadas, acompasadas, vertiginosas, danzando dos cuerpos entre el trayecto.

Manos arañaban espalda. Labios besaban a su paso otros labios. El movimiento se hizo lento para disfrutarlo, luego aceleraba para enloquecerse entre ellos. Y Saga disfrutaba de ese cuerpo que acogió como suyo. Y Shaka adoraba el hombre que le salvo la vida. Y cuando no pudo más, cuando el placer era demasiado, cuando el sudor friccionaba sus pieles en el frío de la noche de otoño. Cuando sus parpados dieron muestra a zafiros; Saga se sonrió complacido, Shaka lo miró con anhelos, declarándose perdedor de la partida. Dejándose ir por el orgasmo, marcando el pecho de su dueño… como suyo…

Y en medio de la efervescencia del placer, Shaka recordó lo que fue de él diez años atrás. Esa noche fría de invierno que luego de encontrar su hogar y sus padres incendiándose en el voraz fuego, corrió por su vida antes que los vándalos lo capturasen. Sus pies descalzos corrieron por el bosque oscuro, exhausto, con sus dedos congelados, sus lágrimas marcando un rostro pálido, su cabello tieso por el frio, por la humedad, todo él una muestra de la terrible decadencia humana haciendo estragos en su inocencia.

Pero era muy niño… pronto cayó, y su rostro se golpeó de lleno con la helada nieve del suelo. Los vándalos le acorralaron y empezaron a forcejear con él. Buscaban algo y aunque el menor no entendía que, ver esos ojos inyectados de gula le asustaban. Cerró sus zafiros quebrados y esperaba que quizás fuera la muerte lo que viniera a salvarle.

Y llegó Saga…

El carruaje del duque se detuvo y aquel hombre de belleza incalculable, cabellos negros como la noche, ojos rojos como la sangre no tuvo reparo alguno de cercenar sus cuerpos alrededor del niño que temblaba de frio y miedo. Con la sangre tiñendo nieve blanca, con lágrimas trasparentando piel pálida, los delgados labios morados, la ropa hecha harapos; Shaka conoció a quien consideró su salvador. Una sonrisa maliciosa que dibujó el mayor no fue para el pequeño una amenaza sino una invitación.

La invitación a los brazos de la esclavitud…

Por ello, ahora que estaban en la mansión, no dudaba en beber de ese pedazo de carne caliente y hacerlo rugir como bestia, en eternas sábanas de seda. Veneró el cuerpo de aquel a quien consideraba su amo, lamió toda su piel tostada y luego de saciarse y degustarla, se abrió a él, cuan rosa al firmamento, recibiendo su bendición caliente sellándolo de nuevo. Embistiéndose y recogiendo estocadas dolorosas y llenas de placer, porque con él, el placer y el dolor le sabía exactamente igual. Y aunque sus dedos desgarraban su piel nácar, aunque sus movimientos lo partían en dos, aunque el sabor de su espesa semilla podía sentirlo en la garganta; Shaka permanecería con él, víctima de sus placeres, esclavo de sus caprichos, dueño de sus noches, de su cama, de su piel.

-Sólo yo puedo sobrevivir a tu belleza-susurró el monarca en el oído del menor exhausto luego de quedar sin alma. Lo hizo derramar con sus dedos, con su lengua y luego con su carne endurecida, sacándole hasta la última gota de su esencia-. Sólo yo puedo adorarte…

Y Shaka lo sabía… lo supo desde el mismo momento que la vida se lo enseñó.

Aquella noche fría que el niño llegó a la mansión, fue atendido como un rey. Entregado en la habitación del monarca, aquel pequeño infante veía la nada con sus ojos zafiros. El duque despacio se sentó en la cama, rodeando el cuerpo del muchacho, hablándole al oído.

-Tus padres murieron por tu belleza-fue la explicación tácita del duque, luego de cubrirlo con vaporosas ropas, a pesar que era, un muñeco vacío.

Un muñeco sin cuerdas…

-Pero yo tengo poder… Yo si puedo tenerte y adorarte sin que tu belleza me lleve a la muerte…

Pero él le colocaría cuerdas al muñeco…

-Porque tú, Shaka, eres la encarnación de un dios… y yo… yo soy tu sacerdote…

Lo convertiría en su marioneta

El sortilegio… el conjuro mágico dicho todas las noches, todos los días. Mientras era vestido con los mejores trajes, recibiendo las más suculentas comidas, durmiendo en la misma cama del duque, disfrutando de su calor; el pequeño niño fue creyendo el cuento de hadas que le relataban.

Todo aquel que no tuviera poder y le abriera su corazón: Moriría.

Porque él era un dios…

Sólo el sacerdote podía rendirle honores…

Sólo Saga…

Y sí le quedaba duda alguna de que fuese cierto, el destino se encargo de destruirlas. El hombre de las caballerizas a quien llegó llamar su amigo, lo vio colgado en las mismas caballerizas, por un mecate.

Se suicido…

¿Aquel jardinero que cultivaba hermosas rosas rojas a quien considero un hermano? Pereció, atrapado por sus mismos rosales…

La muerte lo emboscó.

Y cuando Shaka quedaba vacío de nuevo, preguntándose porque la muerte le perseguía, Saga le daba la respuesta.

Porque sólo yo puedo adorarte…

Shaka creyó el destino, Shaka lo aceptó… Shaka dejó de abrir sus parpados al mundo. Los abría sólo para su sacerdote.

Y así Saga creó su marioneta. Lo dejó dormir a su lado, se desnudaba frente a él para que desde niño se acostumbrara a su belleza, su desnudez. Dormían desnudos entre las sábanas, aunque no lo tocase… No al menos hasta que el menor, fascinado insistiera… Y así lo quería… quería que el mismo Shaka fuera engatusado por los placeres carnales, que su inocencia fuera vejada por sus mismo pensamientos. Lo haría desearlo, lo haría anhelarlo, hasta que incapaz de soportar su propio deseo, se le entregara, voluntariamente, enteramente…

Mi marioneta…

Y entre palabras mágicas dichas al oído, caricias inocentes que se resbalaba por su misma piel; le robó su virginidad a tierna edad.

Las cuerdas incorruptibles de su esclavitud.

La mañana llegó con sus rayos, descubriendo el cuerpo desnudo del muñeco de porcelana dormido en el regazó del mayor. El monarca se puso de pie, se bañó, vistió y lo dejó sólo para seguir con sus deberes. Ese día alguien lo esperaba en su despacho…

La reunión en el despacho se había extendido. Shaka que había despertado y esperaba por verlo, bufó algo incomodo y fue hasta el enorme salón, para tocar una pieza musical en el extenso piano de cola negro. Se entretuvo en la pieza que tocaba, con sus parpados cerrados, recordando las noches que ha pasado al lado de su señor, la forma entre animal y pasional que tenía de tomarlo, cómo se aferraba a su cuerpo, como le respondía ávidamente a sus deseos. Memoró como de niño veía cautivado la desnudez apabullante de su dueño, le permitía tocarlo, nervioso. Cómo aquel no tenía reparo de admirar la forma en que el crecía, como maduraba, como se convertía en un hombre. Le enseñó los placeres carnales, los manjares de la cama. De joven le dio de probar los más endiablados deleites y ahora ya de hombre, no tenía reparo ni del cómo ni en donde tomarlo.

Y sólo él tenía el privilegio…

Se sonrió, mientras tocaba la pieza, reviviendo en su piel esas caricias obscenas que lo hacía merecedor del cielo. Mordió sus labios conforme aceleraba el tempo y recordaba los blasfemos vaivenes que ejecutaban entre las sábanas y con ello, se sentía, el dios encarnado que tanto le había pronunciado. Ciertamente, era su dios y él… él el sacerdote que le veneraba…

El único que podía hacerlo.

-Hermosa pieza-escuchó a sus espaldas. Volteó y sintió la mirada gélida de quien parecía ser un visitante. Con orgullo se levantó de su asiento, saludando y dispuesto a internarse a sus aposentos-. Tú debes ser Shaka de Leda-el menor se detuvo, sin voltear-. Soy Camus de Burial, investigador privado. Y… tengo información sobre los que atacaron a su familia hace diez años-mostrándose interesado, devolvió sus pasos, estudiándolos con sus parpados cerrados-. Si está interesado puede ubicarme esta tarde, en las ruinas del castillo de Castor, las afueras de Meksuba.

Sin decir más, el visitante desapareció del salón, dejando la pequeña nota sobre la manera del gran instrumento. La tomó entre sus manos, leyó la hora y el lugar, con sus ojos zafiros contrariados. ¿Habría sido contratado bajo el pedido de su señor?

-Si quieres ir, tienes mi permiso-sentenció el mayor, con suma tranquilidad en su escritorio.

-¿Usted envió a llamarlo?

-¿Importa eso?-clavó sus dos rubís en la faz de su joven amante-. Lo único importante es si de verdad quieres saber que ocurrió esa noche.

Los zafiros estudiaron a su dueño, lo miraron fijamente, buscando algo que le indicara que todo era parte de sus planes. No halló nada para asegurarlo, pero aún así, quería conocer porque esos vándalos asaltaron su casa. Decidido volteó, ordenando que le prepararan un caballo para el viaje.

-Shaka-le llamó su dueño-. Lo que encontrarás es lo mismo que te dije: los mataron por tu belleza.

-Aún así, quiero saber si hay más. Estaré aquí en la noche.

El monarca lo besó. Un beso húmedo, un hechizo acuoso que lo sumergía en letargo.

-Te estaré esperando… ansiosamente-agregó, dejando una delictiva caricia en su entre pierna. Los zafiros brillaron.

Partió esa tarde, con su corcel blanco, el mejor animal del reino, recorriendo extensas tierras y planicies, con su cabello dorado recogido, sus ojos azules en la vista del camino, escondido en el manto blanco que cubría su cuerpo en ese otoño que ya daba paso al invierno. Transcurrieron alrededor de dos horas de viaje, cuando ya el atardecer estaba cayendo tras la ruinas de aquel antiguo castillo. Bajó de su caballo, sosteniendo sus riendas y viendo la figura de aquel hombre a quien ahora si se detuvo a verle el rostro. Cabellos de fuego revoloteaba en el atardecer, contrastante con esa mirada de hielo, el porte helado de quien no alberga sentimientos.

-Supongo que sí ha venido fue a espaldas de su señor-comentó, acercándose al rubio de mirada zafiro.

-Mi señor sabe que estoy aquí. No necesito ocultarle nada-respondió firmemente. Aquel lo estudió por un momento.

-Entiendo… en sus manos queda el hacer justicia si lo ve necesario. He estado investigando una banda de vándalos contratadas por los nobles. Estos hombres han hecho sin fin de atrocidades para cumplir “encargos” de monarcas, duques e incluso a los reyes. Son llamado perros de caza-los zafiros lo veían sin inmutarse-. Fueron este grupo los que habían ido a perseguirte. Pero sólo una parte de ellos, enviaron a los nuevos a encargarse del trabajo de esclavizarte. Un noble se había interesado en ti…

-No me ha dicho nada nuevo, Señor Burial-la gélida mirada del mayor lo observaban fijamente-. El Señor de Leda me explicó eso. Me explicó que esos vándalos mataron a mis padres por mi belleza y que él…

-¿Que él fue quien pagó el encargo?-completó el hombre sin dejarlo terminar. Los zafiros se abrieron desmesuradamente-Veo que no te contó ese detalle. Saga de Leda es uno de los máximos beneficiadores de esta banda. Ese crimen de matar a tu familia y demás, es algo que él mismo pagó-un paso hacia atrás-. Al igual que una serie de asesinatos dispuestos en su misma mansión. He atrapado a la banda y estos me han revelado uno a uno cada uno de los encargos hechos por los nobles.

Shaka estaba absorto. Shaka no podía moverse… Shaka apenas respiraba…

-Pero él… él me salvó…-la mirada helada e incorruptible.

-Un teatro… suele ser parte del negocio. Hacer creer a la victima que ha sido “salvada” por su nuevo protector, cuando había sido comprado de antemano. ¿De qué otra manera se obtiene la fidelidad absoluta sino con una deuda de vida?

Recordó la sonrisa maliciosa esa noche… La respuesta a su fortuna…

Tus padres murieron por tu belleza

Shaka dio dos pasos hacia atrás, abrumado… azorado con sus pensamientos.

Recordó entonces… recordó aquella tarde que contento le contó a Saga sobre el hombre de las caballerizas a quien consideró su amigo y que después… en una semana… se suicidó.

No… fue asesinado…

El jardinero… el jardinero también…

Fue asesinado…

-Tenemos un registro de todos los casos por noble. Hemos contabilizados para Saga diez asesinados a lo largo de estos diez años, tus dos padres, y 8 hombres que trabajaron en la mansión. Dos fueron ejecutados dentro de sus mismas tierras, los otros seis por fuera… Tengo marcado a: Shura Palacios, Afrodita Kuaz, Milo Gramantys-el profesor de esgrima… a quien una vez le robó un beso-, Aioria y Aioros de Morian-los hermanos, obreros de los jardines, Saga le dijo que se habían ido a viajar… Aioria… Aioria fue el primer chico que le gustó-, Aldebaran Gard-el repostero de la mansión. Siempre jugaba con él buscando que le hiciera nuevas tortas-, Dohko de Soler-el maestro de historia. Siempre notó que lo miraba de forma especial. Según Saga, había regresado a su país- y Mu Lemur-el jovenzuelo que le enseñó el piano y… casi le enseñó a besar como lo hacía su señor…

Una mano en su cabeza hecho el flequillo hacía atrás. Shaka estaba desarmado ante sus conjeturas.

Saga los había matado a todos…

-Pero necesitamos hacer la denuncia y tú, Shaka, tú puedes servirnos como un valioso testigo.

Zafiros vacíos…

La marioneta se dio cuenta que era una marioneta…

La marioneta se percató de sus cuerdas…

La marioneta entendió que no tenía vida…

El atardecer moría.

Una cruenta lluvia azotó los valles del Meksuba. Saga bebía vino tinto en su copa, observando los trazos de Zeus en la tormenta que caía fuera de su palacio. Dio vuelta al líquido, tomando otro poco y saboreándolo en sus labios. Sus ojos rojos veían la lejanía.

La puerta se abrió, un rayo irrumpió la oscuridad. Zafiros rotos le observaban, empapados. Su cuerpo de marfil estaba húmedo de pies a cabeza, su cabello dorado caía sin forma, dejando caer gotas de fría lluvia, en ese despachó oscuro cuya única iluminación era el candelabro a su derecha, y los rayos que caían y se veían desde el ventanal.

Saga le observó, seriamente, dejando su copa de vino a un lado. Se levantó de su asiento y vio la daga dorada que el joven tenía en sus manos, una reliquia que mantuvo guardada en su habitación y con la cual, mató también él mismo, al verdadero dueño de Leda, Shion, su antiguo protector. Se sonrió con malicia.

-Entonces, ya lo sabes, ¿no Shaka?-se sonrió, divertido, con una mueca de maldad inmensurable-. ¿Qué harás con saberlo?-se acercó y tuvo que detenerse cuando Shaka levantó en sus manos el arma.

Cortaría sus cuerdas…

Dejaría de ser su marioneta…


-Ya veo… planeas matarme con la misma arma con la que maté a mi benefactor-se rió de su destino, de la justicia, de la fortuna-. Entonces… tal como el rey Uranos fue matado por su hijo Cronos y este a su vez, asesinado por su hijo Zeus, esta historia se repetirá, ¿no Shaka?

-Los mataste… a todos…-no habían lágrimas en sus ojos quebrados. Lo único palpable era la más férrea determinación.

-Sí… a todos y cada uno de aquellos que se atrevían a disfrutarte…-dio un paso más, decidido-. A todos los que disfrutaban también de tu sonrisa, de tus ojos, de tu juventud… de tu belleza… A todos los mate… ¡Porque sólo yo puedo adorarte!-exclamó, enloquecido, orgulloso de sus propias palabras.

-Me mentiste…

-Así es… lo hice Shaka-dio otro paso, el filo de la daga amenazaba su rostro-. Mentí, para que creyeras que todo estaba bien… Para que permanecerías a mi lado…

-Me sedujiste…-reclamó, acercando más el arma, decidido.

-Lo hice…-Saga mordió el filo de su daga, sus labios que se rozaron con el filo empezaron a sangrar. Sus ojos rojos lo veían con un hambre incontenible-. Porque sólo yo puedo adorarte…

El sortilegio…

-Porque tú eres un dios…

El hechizo…

-Y yo tu sacerdote…

El Marionetista jalando las cuerdas…

La marioneta actuando… según sus designios…

La marioneta le sonrió, con gula.


-Fue el sacrificio de sangre para tu belleza-lamió Saga el filo, saboreando su propia sangre-. El sacrificio para ti… mi dios…

Zafiros que brillaron…

El arma que cayó antes de que ambos cuerpos se fundieran. Shaka que bebió la sangre de sus labios. Saga que se adueñó de cada milímetro de piel empapada.

Saga se vio atrapado por el intenso fuego dorado que el rubio prodigada. Por mucho que intento controlarlo fue el rubio quien tomó ahora el poder sobre lo que ocurría entre ellos. Como el dios que era, dio órdenes… Como el sacerdote que dijo ser, obedeció. Y le hizo el amor sobre el escritorio donde yacían copias de las pruebas que lo incriminaban. Y luego fue Shaka quien lo castigó por sus delitos… por haberle mentido…

El cuerpo desnudo del monarca sobre el escritorio. El cuerpo desnudo del esclavo sobre él, con la daga creando caminos de sangre en su poderoso pecho. El mayor que gemía como animal, el dios que bebía la sangre de su sacerdote. Saga veía en Shaka un dios poseído por la lujuria, sonriéndose al ver a su marioneta actuando, tal cual como quería. Y se dejó hacer… se dejó hacer y ser llevado a las torrentes inalcanzables del placer mientras aquel ejecutaba su castigo, hiriendo con la daga, con sus dientes, con sus manos. Para luego danzarle sobre él.

Y cuando hubo terminado el conjuro… cuando el castigo divino había sido ejecutado, beso de nueva cuenta esos sus labios, declarándole pertenencia.

-Eres mío…-susurró Saga en sus labios, mordiéndole el inferior-. Sólo mío…

-Tendrás que adorarme, por el resto de tu existencia…

-Y tú servirme…

La marioneta en manos del marionetista…

Saga lo sabía… Sabía que Shaka no podría matarlo… que lo dejaría de lado, todo y cada uno de sus crímenes.

El hechizo era demasiado poderoso.

El amor en su expresión más pecaminosa. Plagado de los siete pecados.

Por eso lo dejó ir a reencontrarse con la verdad…

Porque su maldición era más fuerte que eso…

El día amaneció, descubriendo ambos cuerpos sobre el escritorio plagado de sangre y semen. Shaka quien permanecía dormido fue llevado en sus brazos hasta su recamara. Las pruebas que yacían en su escritorio las quemó y luego de echarse un baño, se preparó para quitar de su camino a aquel hombre que podría hundirlo. Envió a su cochero DM a investigar su paradero, mientras iba pensando en quien contratar para hacerlo. Sin embargo, a Camus nadie lo encontraba…

Días después se supo la noticia. Consiguieron el cuerpo muerto del hombre en las ruinas del castillo Castor. Lo ahorcaron… Nadie supo el culpable.

Saga al saber la noticia, se sintió emocionado, complacido, endemoniadamente seducido. De inmediato fue hasta la habitación donde el rubio terminaba de vestirse, observando su pecho descubierto, mientras ataba su cabello. Sin mediar palabras lo tomó por la espalda, ingresando sus manos hacía el sexo del muchacho, pegando sus labios al oído del menor.

-Lo mataste…-susurró con voz ronca, sensual. El joven sonrió con malicia.

-Como tu dios, debo protegerte.

El monarca estalló en una carcajada diabólica.

El amante lo miró con ojos de fuego.

-No fue difícil deshacerme de él

Y lo recordó perfectamente.

-Debe ser muy difícil para ti esto, Shaka. Un joven tan hermoso como tú-la mirada zafiro que se levantó, gélida, observándolo fijamente-, debes haber sufrido todo este tiempo. Obligado a…

Nadie lo obligó… todo lo que ha hecho por él ha sido bajo su entera voluntad…

Y aquel… no sólo vio sus zafiros… sino que buscaba quitárselo.

Y Shaka era el dios…

Es dios quien debe hacer justicia…

Herejía…

Se hizo el que había quedado desmayado de la impresión para que aquel corriera a auxiliarlo.

Craso error…

-Pero… ¡¡que!!-las manos que se aferraban a su cuello con fuerza. La lluvia que caía sobre ellos, zafiros quebrados… zafiros vacíos, zafiros de fuego

-Aquellos que ven mi belleza deben morir… -sentenció, enloquecido…-. ¡Sólo él puede adorarme!

Justicia divina…

El marionetista pagó gozoso la protección de su dios.

La marioneta recibió complacido la adoración del sacerdote…

Y Shaka seguía manipulado por Saga…

Shaka siguió siendo su voluntariosa marioneta.
Notas finales: Es algo enfermo, pero espero les guste xD

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