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Tarot por akisuki

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Notas del fanfic:

Bien como es mi santa costumbre, he aquí una historia de un género que no había escrito antes, comencé a escribirla hace más de un año y por desgracia solo lleva finalizados diez capítulos, igual quería  subirla a la pagina para ver cómo es recibida.


El nombre, tanto de la historia como de los capítulos,  no tiene ninguna relación con la historia, pero cuando comencé a escribirla, supe que se llamaría así,  tengo planeado que al igual que los arcanos mayores del tarot la historia sea de 21 capítulos, no sé si lo logre, pero presiento que podrían ser mas, eso o me veré en la necesidad de dividir capítulos en dos.


Sin más que agregar, salvo disfruten la lectura.

No se como se llama la tierra donde naci, no recuerdo ni siquiera como era.

 

Así que por ello yo no poseo patria, ni sirvo a ningún rey. En cuanto a la familia, la única que poseo es la banda de bandidos a la que he pertenecido toda mi vida, y estoy seguro que no poseo lazos sanguíneos con ninguno de ellos.

 

Probablemente fui robado de los brazos de mi madre cuando era un bebe, quizá planeaban venderme como un esclavo pero algo les hizo cambiar de opinión.

 

En una ocasión se lo pregunte a Art, nuestro líder, pero el me miro suspicazmente antes de comenzar a reír y responderme que no lo sabia, esa había sido una decisión del anterior líder y el ya había muerto, claro que había mas miembros que probablemente recordaban lo que había ocurrido, hasta habrían participado.

 

Pero bueno, enterarme de mis orígenes nunca había sido importante para mi, mejor no molestar a mis compañeros con preguntas absurdas.

 

Nuestra banda se dedicaba a saquear pueblos, algunos aprovechaban para violar  mujeres e incluso niños, a mi no me interesaba eso, muchos encontraban divertido doblegar a alguien en contra de su voluntad, yo no, me era mas placentero el encuentro sexual entre dos personas que se desean.

 

Viajábamos constantemente, cosa que dificultaba que nos atraparan y si alguien caía, difícilmente sabría donde encontrarnos, nuestro líder era el único que sabia a donde nos dirigíamos y eso a veces lo dudaba. En cuanto al pobre que quedaba atrás, bueno, eso dependía de la misericordia de su captor, en cuanto a nosotros, uno menos, a dividir sus partencias, si es que poseía algo de valor.

 

Así funcionaba nuestro grupo.

 

No estoy seguro de cual es mi edad, pero se que ya he alcanzado mi altura definitiva, metro setenta y siete, tengo un buen físico, resultado directo de las actividades a las que me dedico, mi cabello es castaño, nada raro, pero mis ojos, ah esa es otra cosa, una extraña mezcla de colores, un verde grisáceo que me llenan de orgullo. Mis orejas están perforadas sobre todo la izquierda, tres en el lóbulo y otras dos en la parte superior mientras que el la derecha solo luzco dos en el lóbulo, pero planeo perforarme también la parte superior. A lo largo de todo mi cuerpo tengo algunas cicatrices que he obtenido de casi la mayoría de las formas existentes, desde cortaduras, latigazos, golpes hasta una por una quemadura de una soga.

 

Y a pesar de esas incontables cicatrices conservo intacto el tatuaje en mi hombro derecho, una pequeña lagartija que me avalúa como un miembro indiscutible de la banda. Y se que si algún día me llegan a capturar ese tatuaje será mi perdición, es como la marca personal de la banda.

 

Parece que ya poseemos cierta reputación.

 

Normalmente no somos tan idiotas como para atacar ciudades grandes o castillos donde la guardia es de primera, pero hubo algo en ese lugar que nos sedujo terriblemente.

 

A lo lejos esa cuidad parecía ser como cualquier otra, se encontraba en medio de una pradera junto a un inmenso  bosque y creo que un poco mas al norte había un lago o puede que incluso el mar.

 

Como sea, llegamos por la noche cuando todos sus habitantes dormía, nos colamos saltando un inmenso muro para evitar a los guardias de las puertas principales, no fue difícil llegar a lo que parcia ser el edificio principal de la cuidad.

 

Nunca había visto nada así, poseía un enorme jardín adornado con plantas que nunca había visto y si lo había hecho no lo recordaba, el piso era de piedra, una de color blanca y muy liza, las puertas de madera tallada con hermosos diseños que no pude apreciar a causa de la oscuridad, la seguridad del lugar era excesiva,  había un guardia prácticamente en cada esquina, ¿Cómo fue que logramos evadirlos?

 

Bueno fue algo que solo conseguimos al principio, puede que hayan sido diez minutos los que logramos pasar inadvertidos, después la alarma se hizo sonar y tuvimos que huir, al menos algunos lo lograron, otros siete y yo no tuvimos tanta suerte.

 

A mi me atraparon cuando salí a se jardín que me había fascinado por unos instantes, claro que había intentado defenderme pero me superaban en numero y cuando comprendí que no tenia nada que hacer solté mi arma, una espada que media la mitad de mi cuerpo,  en señal de derrota, trataría de conservar la vida lo mas que pudiera.

 

De los otros que atraparon me di cuenta hasta que nos reunieron a todos en un enorme salón, todos estábamos encadenados de las manos y los pies con varios guardias a nuestras espaldas dispuestos a matarnos si hacíamos algún movimiento sospechoso.

 

Mire a mis compañeros y note que entre ellos se encontraba, Gaspar, quien me sonrió como burlándose de mi por encontrarme en esta situación, como si en no estuviera igual que yo, era por mucho mi mejor amigo, y uno de los mejores amantes que he tenido, aun que había mucho que no estamos juntos.

 

Le devolví la sonrisa sabia que de presentarse una oportunidad, escaparía sin mirar atrás o detenerse a intentar ayudarme, no lo culparía de hacerlo, yo haría lo mismo que el. Cualquiera de nosotros lo haría.

 

-¿Qué es lo que sucede?- fue una voz dura la que hablo y entonces me percate de que había entrado a la habitación un hombre de edad avanzada,  tenia el ceño fruncido, sin duda le molestaba tener que lidiar con la situación.

 

-intrusos, los atrapamos merodeando por el ala oeste- explico uno de los soldados, probablemente el jefe de la guardia o el general a juzgar por su uniforme, se quito el casco que lucia y fue cuando pude ver con toda claridad su rostro, moreno, trigueño sin duda, tenia los ojos grandes y cafés,  el cabello corto oscuro. De verse así todos los soldados, la guerra resultaría más divertida, al menos para mi.

 

-simples ladrones- no fui al único al que le molesto el tono despectivo del viejo y eso lo supe por repentinas quejas y blasfemias que mis compañeros y yo lanzamos al mismo tiempo contra ese hombre.

 

Pero los guardias no tardaron en recordarnos que estaban detrás de nosotros, así que quedamos  nuevamente en silencio.

 

-debemos infórmale a su alteza- insistió el soldado

 

-no voy a molestar a mi rey a estas horas de la noche por un puñado de ratas- respondió indignado el mayor como si tales palabras hubieran sido una ofensa contra su persona.

 

Alteza, rey, quien fuera a decir que sin darnos cuenta habíamos penetrado a la residencia del gobernante de esa región, sin darnos cuenta habíamos firmado nuestra sentencia de muerte, ningún rey permitiría que ningún ladrón viviera luego de haber penetrado en su castillo.

 

No pude evitar soltar una risa ante ese pensamiento, mis compañeros compartieron mi risa con una sonrisa, aun que de seguro no sabían que  la provocaba, de haberlo sabido quizá no les habría parecido tan divertido.

 

Por otro lado el soldado y el viejo nos miraron unos instantes.

 

-capturen al resto- ordeno el viejo sin mirarnos- ordena a tus hombres que busquen  en el la ciudad, ten cuidado de no provocar el pánico, diles que sean sigilosos en cuanto a ellos, ejecútalos-

 

Lo sabia, ahora lo único que me quedaba saber era si lo harían inmediatamente o nos darían la oportunidad de ver un último amanecer.

 

Y pude verlo al menos yo, y la noche aun se encontraba en todo su esplendor cuando lo vi.

 

Entro  por una de las puertas que se encontraba a nuestras espaldas, pude notar la sorpresa en los ojos del viejo y como el soldado bajo la cabeza en señal de respeto, los soldados se apartaron para darle paso libre e incluso nos empujaron para que no le estorbáramos.

 

No nos miro, paso de largo, era un hombre o quizá un joven, no sabría decirlo, sus facciones eran sin duda las de un joven pero su mirada era mas la de un hombre maduro, nada acorde con sus facciones, el cabello castaño claro y largo hasta los hombros, lo llevaba suelto y estoy seguro que de el provenía el dulce aroma que me embriago,  fue directamente con el viejo y el guardia, no pude escuchar que fue lo que les dijo, en un momento de la conversación nos dirigió una rápida mirada y pude ver con claridad sus ojos, grises, no como los míos que parecen poseer un simple matiz de ese color, no los de el eran claros y brillantes, como la plata misma.

 

Al anciano lo le agradaron las palabras del recién llegado lo supe por su expresión pero aun así no se atrevió a llevarle la contraria, el soldado sonrió complacido y después ordeno a los guardias que nos llevaran a las mazmorras, habían decidido dejarnos con vida, al menos por ahora.

 

Me deje arrastrar pero en ningún momento aparte la vista de la espalda del que había sido nuestro salvador, no pude volver a ver sus ojos.

 

Nos encerraron aun encadenados y de manera individual,  ningún guardia se quedo con nosotros al menos no a la vista, tan pronto la oscuridad reino los murmullos comenzaron a escucharse.

 

-¿y ahora que?- pregunto alguien desde las sombras, ni idea de quien habría sido.

 

-pues nos quedamos aquí hasta que sepamos que planean hacer con nosotros- ese había sido ga, el y su eterno cinismo- es obvio que nos escapamos a la primera oportunidad que tengamos- vaya parecía que lo habían puesto en una celda junto a mi.

 

No estaba muy seguro de querer hacer eso, aun así hable- y tendrá que ser rápido o el resto del grupo nos dejara-

 

-eso si no lo han hecho ya- insistió la voz desconocida, el resto de los hombres parecía no tener interés en participar en la conversación, quizá estaban muy cansados por los sucesos del día, yo lo estaba.

 

Me senté y trate de acomodarme ignorando la ahora discusión entre esas voces, me fue difícil obtener una postura cómoda a causa de las cadenas, aun así cuando me sentí cómodo, cerré los ojos dispuesto a dormir el tiempo que m fuera permitido.

 

Pero mi mente parecía no querer dejarme descansar, tan pronto puse mi mente en blanco, comencé a divagar sobre el propósito por el que nos habían perdonado, no podía pensar en alguna razón por la que quisieran mantenernos con vida.

 

Además estaba el sujeto que nos había salvado, al parecer era alguien importante por la actitud que habían tomado el soldado y el anciano, no creía que el  fuera el rey.

 

-Lander- la voz de Gaspar llamándome interrumpió mis pensamientos.

 

-¿Qué?- respondí sin abrir los ojos, no había necesidad para hacerlo e incluso de haberla, el sabia que lo escuchaba, no necesitábamos el contacto visual.

 

-¿no hay nada que quieras decirme?- por su voz burlona parecía que si, solía tomar esa actitud infantil cuando sabia algo que yo no, o eso creía.

 

-dímelo tu- ahora si comenzaba a quedarme dormido, le respondía por pura inercia, mi mente reaccionaba por su voz.

 

-te has quedado prendado- eso no era una pregunta, si no una afirmación,  solo el se hubiera percatado de que me sentía tan atraído a ese hombre como una mosca a la miel. 

 

-si ya lo sabes no necesitas que te lo diga- respondí  con buen humor, a pesar de donde nos encontrábamos, a pesar de cómo nos encontrábamos.

 

-oye, esta podría ser nuestra última conversación, deberías ser más cariñoso-

 

-Gaspar, vete al infierno y déjame dormir- la risa de mi mejor amigo fue lo ultimo que escuche antes de quedarme dormido, esa noche soñé con ese desconocido de ojos grises.


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