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Tarot por akisuki

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Notas del capitulo:

No tengo nada que decir salvo,  gracias por leer y espero  comentarios, please.

 

 

 

Tenía  diez años cuando realice mi juramento.

 

Claro que era un honor para mi familia y para mí, haber sido elegido de para convertirme en el guardián del reino

 

En mi país yo era tan importante como el rey y mi voz poseían tanto peso como la del parlamento.

 

Naci para esto, mi vida, desde el día que aprendí a razonar giro entorno a ello. Fui entrenado en para la pelea, instruido por los profesores mas capacitados para poder ser digno del juramento que realice ese día.

 

Era sencillo, servir a la corona, a mi rey,  proteger a mi pueblo. Entregarles mi vida y mi ser.

 

Había nacido con un don, un poder que me permitiría llevar acabo mi misión, hasta el día que muriera y mi sucesor naciera.

 

Mi rey, un hombre, un guerrero que ha luchado incontables veces para proteger a su pueblo,  y ha regresado victorioso de cada una de las batallas que ha dirigido, y en cada una de esas batallas, fue a mi a quien busco por consejo.  Mi poder me concedía el don de la premonición, no había nadie mejor que yo para saber que movimientos realizar durante una batalla.

 

Pero aun así, aun que nuestra tierra poseía uno de los mejores ejércitos, había batallas que solo yo podía pelear, o asesinatos que solo yo podía cometer, y lo haría siempre que fuera necesario por el bien de mi pueblo.

 

Vivía en el palacio, la mayor parte del tiempo la pasaba solo, no por que me disgustara la compañía de otros, si no que simplemente disfrutaba de la soledad. No era raro verme recorrer todos los pasillos y jardines del edificio, pero lo que mas disfrutaba era sin duda la lectura o una buena charla.

 

Ciro, el general del ejercito, era  con quien mantenía las conversaciones mas interesantes, era un hombre instruido y culto, eso sin contar que en ocasiones dedicábamos horas enteras al tema de la guerra, horas en las que discutíamos de manera apasionada estrategias, tipos de combate, formaciones, era un amplio tema.

 

 Había recibido el mismo entrenamiento que el, pero no poseía ni su experiencia en combate, ni su sabiduría, o su conocimiento de los caminos y tierras lejanas, claro esta que yo había abandonado mi país pero siempre era por un motivo, una misión, una que al cumplir regresaba de inmediato.

 

Por eso me gustaba escucharlo relatar sus anécdotas o sus relatos sobre todas las ciudades y culturas que había conocido atreves de sus años de experiencia.

 

Por otro lado, las platicas con los filósofos y los escribas también resultaban interesantes pero no tan fascinantes.

 

-Jules- me gire cuando escuche que me llamaron, era Ciro, eran pocos los que me llamaban por mi nombre, uno que parecía apunto de desaparecer para ser remplazado por Custos.

 

Lo vi acercarse a mi con su casco en su brazo derecho, lucia orgulloso el uniforme de la guardia, me sacaba creo yo unos diez o quince centímetros de altura, a simple vista podría resultar intimidante, pero no para mi, lo conocía de toda la vida y sabia que era uno de los hombres mas amables que puede haber, siempre y cuando no haya una espada de por medio.

 

-que haces aun merodeando por los pasillos, a estas horas deberías estar en tu alcoba- me dijo tan pronto termino de acortar la distancia entre nosotros. No pude evitar sonreírle, en ocasiones su deber lo hacia comportarse de manera frígida.

 

-ahora iba- respondí, mientras comenzábamos a caminar por ese inmenso pasillo, no necesite preguntar, sabia que iba a escoltarme hasta mi habitación, el se mantuvo detrás de mi, dos paso para ser exactos.- pero no veo cual es el problema que de un paseo nocturno, aun no es ni siquiera media noche-

 

-aun así, no es propio para usted- lo mejor seria no discutir, cuando me hablaba de manera tan formal era por que anteponía su trabajo a la amistad, y en ese momento su trabajo era mantener la seguridad y el orden.

 

No tardamos mucho antes de estar frente a la puerta de mis aposentos, le agradecí a Ciro por haberme acompañado y tras una reverencia me deseo una buena noche, no se movió de su lugar hasta que cerré la puerta, incluso entonces permaneció unos segundos antes de marcharse.

 

Mi habitación era amplia, con una gran cama  en la que fácilmente dormirían tres personas, aun en las penumbras me acerque al único espejo de la habitación, la luz de la luna que entraba por la ventana era suficiente para permitirme ver mi reflejo.

 

Mis ojos me devolvieron una mirada cansada,  mis ojos grises,  por un momento sentí que no me pertenecían, tire la cinta que hasta ese momento habían mantenido sujetos mis cabellos, estos cayeron a los costados de mi rostro,  lleve mi mano al frio cristal como si con esa acción pudiera acariciar algo inexistente, como si pudiera darme consuelo.

 

Suspire antes de apartarme del espejo, me deshice de todas las prendas que usaba hasta que lo único que lucia era una cruz incrustada de piedras color carmesí, la cadena daba una vuelta completa a mi cuello para después dejar la cruz justo a la altura de mi garganta, era un tesoro, el único objeto que me dolería perder.

 

Un extraño sentimiento me azotaba, y no sabia que era, una sensación de vacio, pero no sabia si era algo que tenia que ver solo conmigo o con mi pueblo, desde hacia algunos años estábamos en paz, no teníamos conflictos con nadie, podía tratarse de un aviso, o una advertencia,  me prepare para dormir  si había alguna respuesta que necesitara, mis sueños se encargarían de dármela.

 

Y así fue, esa noche mis sueños  me mostraron que se aproximaba un gran cambio, pero no podía saber si seria algo bueno o malo, podían pasar años antes de que lo averiguara , o al menos eso pensé hasta que desperté horas después, con un sudor frio recorriéndome  todo el cuerpo y la respiración agitada, junto con los ojos llorosos.

 

Nunca antes un sueño me había puesto  así.

 

Fue entonces que me percate del alboroto que ocurría afuera, y no tarde en averiguar de qué se trataba. Me vestí rápidamente y salí lo mas rápido que pude en dirección al gran salón, nadie se atrevió a preguntarme que hacia hay o a intentar detenerme.

 

Como lo suponía, cuando yo llegue, los ladrones ya se encontraban en ese lugar junto con Ciro  y el anciano Erasmo, era una persona sabia, pero los años lo habían vuelto un poco amargado, había sido uno de mis maestros cuando aun era niño y el recuerdo de la amarga experiencia permanecía fresco en mi memoria.

 

Camine directamente hacia esos dos.

 

-no hay necesidad de su presencia aquí- me dijo el anciano Erasmo, sabia que le era molesto  encargarse de esta clase de asuntos, aun así había ido a ese lugar con un propósito.

 

-no opino lo mismo- respondí con voz firme  mirando directamente al hombre- lo lamento pero no puede matar a estos hombres-  mis palabras ocultaban una orden y el lo sabia, no podía rehusarse a obedecerme.

 

-yo tampoco estoy de acuerdo con su ejecución- intervino Ciro- pero podría explicarme por que tuvo que venir usted en persona a detener a este bárbaro- dijo mirando de manera desafiante a Erasmo.

 

-general, usted tiene un trabajo que cumplir y yo también, si he venido a detener su ejecución fue por que me lo ordenaron, pero su razón para hacerlo aun no lo se- explique mirando rápidamente a los prisioneros, eran ocho hombres- además no deben olvidar que su alteza es la única persona que pude ordenar una ejecución a un prisionero-

 

Erasmo me miro con una mezcla de aprensión y furia mientras que Ciro sonrió complacido antes de dirigirse a sus guardias.

 

-lleven a los prisioneros a las mazmorras- ordeno con voz autoritaria- la ejecución se suspende hasta nuevo aviso- me quede quieto escuchando como poco a poco la habitación se quedaba sola, el único que permaneció a mi lado fue Ciro.

 

-parece ser que al anciano Erasmo no le gustado para nada su intervención- me dijo en un susurro  como si temiera que alguien pudiera escucharlo a pesar de que nos habíamos quedado solos.

 

-va a causarnos problemas- sentencie, y estaba seguro de que así seria, a la menor oportunidad.

 

-vamos, será mejor que descanse, luce muy mal- no solo me veía, también me sentía mal. La cabeza parecía apunto de querer estallarme.

 

-aun no- dije mirando a Ciro, ocultando el mal que sentía- necesito ver a cada uno de los prisioneros-  Mi petición lo sorprendió pero aun así no se rehusó o me exigió una explicación.

 

Decidimos esperar un poco antes de ir a las mazmorras, para cuando llegamos todos los prisioneros se encontraban dormidos así que ninguno se percato de nuestra presencia, cosa que tranquilizo a Ciro.

 

Justo como lo había supuesto, hay se encontraba el hombre con el que había soñado horas antes, pero por que, quien era y de donde venia,  con un gesto de mi cabeza Ciro me siguió para salir de ese lugar.

 

-en la mañana interrogaremos a los prisioneros para saber que es lo que buscaban y quien los envió- me comunico Ciro, el camino de regreso era largo, quince minutos caminando antes de poder llegar a nuestro destino.

 

-no los envía nadie- le respondí sin mirarlo- son hombres libres, entraron por voluntad propia, pero debemos averiguar que buscaban y en donde han estado-

 

-me encargar personalmente de los interrogatorios- el resto del camino guardamos silencio, faltaba poco para el amanecer.


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