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Sólo una Oportunidad por Kmmy Lee

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Notas del capitulo:

Hola, mis bellísim@s lector@s ♥

Al fin me digno a aparecer por aquí, con el capítulo dieciocho de "Sólo Una Oportunidad" ^-^

La actualización de hoy se basa en un recuerdo crucial en el pasado de Matt y Mello, así como un momento muuuy esperado por todas las que queremos que Keith se encuentre al fin con su padre biológico. Puede que el capi l@s confunda un poco, ya que se mencionan algunas cosas que no se han visto todavía. Pero tranquil@s, ¿vale? Les prometo que, llegado el momento, cada pieza encajará apropiadamente en su lugar ^^

Agradezco con todo mi corazoncito fangirl a CheekyMint21, Joselyn, Kira Uzumaki, Puly xD y Lizzy-chan por sus preciosísimos reviews que me animaron como no tienen una idea ;') Es por ustedes que estoy publicando hoy, así que de verdad muchísimas gracias ♥
 
Capítulo dedicado para mi bella Cheeky ;D Porque, aunque es bastante posible que quedes con cara de '¿What the fuck?", ambas sabemos que esperabas con ansias los dos momentos que suceden en este capítulo ^w^ Sólo espero que no me mates por la mala calidad de las escenas D: Créeme, amore... ¡Mi estresado cerebro no dio para más! ;u; Te amodoro mi solcito :$ ♥

Advertencia: Lemon MelloxMatt. Sí, como leyeron. Nos remontaremos a la noche en que fue concebido Keith~

Así que, sin más que añadir, les dejo con lo que (creo) realmente les importa ^u^

¡A leer!

Capítulo 18: Perspectivas Cruzadas.

Uno a uno, los botones de la camisa reglamentaria blanca del uniforme eran separados de su ojal, dejando entrever aquel pecho de tez nívea y tersa, enhiesta y deseable. Con las manos apoyadas en el borde del lavamanos, Matt se sentía desfallecer, observando el primer plano de su imagen reflejada en el espejo que yacía en frente. Se veía a sí mismo con los labios ligeramente entreabiertos, de los cuales exhalaba estremecido el aire, los ojos entrecerrados y brillantes de anticipación, además de las mejillas encantadoramente coloreadas de carmín. Detrás de él, con el cuerpo exquisitamente apegado al suyo, Mello se dedicaba a repartir besos castos sobre la sensible piel de su cuello, centrado en su labor de quitar la estorbosa prenda que vestía su novio. Y cuando al fin desabotonó hasta el último broche, la deslizó con delicadeza por sus brazos, logrando que un suspiro entrecortado rehuyese los labios del pelirrojo, al rozar la desnudez de su torso con la yema de los dedos.

- m-Mello…- Matt apenas pudo articular, sintiendo como el rubio lo volteaba sin previo aviso, logrando que sus alientos se entremezclaran al soltar ambos un suave jadeo cuando sus labios tropezaron en un roce inocente, pero increíblemente excitante.

Acababan de llegar, luego de terminada la jornada escolar de aquel día. Como solían hacer todos los viernes, sin excepción, habían decidido ir a casa de Mail para pasar la tarde juntos, siendo un momento a solas lo único que les hacía falta para sentirse plenos. Se prepararon una merienda ligera, consistente en jugo de naranja y galletas y, posteriormente, obtaron por ver un rato la televisión. No obstante el cansancio no demoró en vencerlos, haciendo que se durmieran abrazados cómodamente en el gran sofá que yacía en la sala. No fue hasta pasadas las ocho de la tarde que despertaron, percatándose de que seguían solos en la estancia, ya que Emily había enviado un mensaje de texto avisando que no llegaría a dormir, pues se quedaría esa noche con sus amigas.

Como aún llevaban los uniformes puestos, se encaminaron hasta la habitación de Mail, con el fin de vestirse con algo más cómodo. Como era costumbre, Mihael llevaba ropa de recambio en la mochila, por lo que, nada más llegar, tiró esta a la cama y la abrió en busca del conjunto que se pondría. No obstante el oji-verde obtó por vestirse en el baño, pues aún le ganaba la vergüenza propia de su edad al imaginar lo que su pareja pudiese pensar de él al verlo desnudo. Sin embargo no contó con que éste lo siguiera y se colase allí también, en el preciso instante en que se disponía a sacarse la camisa. Sólo reaccionó al percibir los brazos del oji-azul rodeándole repentina y posesivamente desde atrás, acorralándolo contra la superficie fría y sólida del lavamanos, justo de frente al espejo de medio cuerpo que este tenía encima.

 Los orbes azul zafiro de Mello lucían brillantes y dilatados ante el éxtasis interno que le producía la situación, el tormentoso mar que albergaban sus pupilas absorviendo hasta el último pensamiento coherente en Matt. No fue necesario mayor estímulo para que los labios de ambos se acoplaran en un enlace anhelante, ávido y febril, el oji-esmeralda derritiéndose de deseo cuando su labio inferior fue mordido provocativamente para que una curiosa, adictiva y experta lengua se abriese camino en su boca, algo que terminó de enloquecerle. No pudo evitar gemir ahogadamente en medio del beso cuando se fue volviendo cada vez más intenso, siendo aquello suficiente para que el rubio sucumbiese a sus instintos. Lo alzó en brazos y se sintió morir cuando sus miembros ya despiertos se rozaron a través de la tela del pantalón, al instante mismo en que las piernas del pelirrojo se enredaron entorno a sus caderas para tener mejor soporte.

Por inercia encauzó sus pasos hasta el cuarto de su novio, sin separar sus labios ni por un segundo. Al llegar, y después de cerrar la puerta tras de ´sí, lo sentó cuidadosamente sobre la cama, menguando de a poco la intensidad del beso, hasta volverlo no más que un dulce y casto roce final.

- Te necesito, Matt.- Le confesó en tono lascivo, respirando entrecortadamente y observando al otro con un abrasador deseo llameando en sus pupilas.

- También yo, Mello.- Admitió por su parte él, no pudiendo controlar el rubor en sus mejillas, ni el matiz nervioso, pero sorprendentemente lujurioso de su voz.- Te necesito.

Mello reaccionó apartándose unos centímetros para, seguidamente, rodear la cama. Y antes de que Matt pudiese decir u objetar algo, ya tenía al rubio situado detrás de sí, sentado con las piernas entorno a su cintura, apegándolo hacia su cuerpo en un aferre posesivo y dejándolo así con la espalda descansando en su pecho.

 - ¿Q-qué ha-harás…?- El oji-esmeralda se sobresaltó, mientras un escalofrío estremecía cada partícula de su ser, ruborizándose furiosamente sin poderlo evitar.

- Nada que tú no quieras.- Le escuchó murmurar seductoramente en su oído, mordiéndole traviesamente el lóbulo y deleitándose con el gemido ahogado que recibió como respuesta.- Si deseas que me detenga, sólo dilo.

Mail no pudo más que asentir, hembriagándose con cada caricia que el oji-azul dejaba sobre la tivia y tersa piel de sus hombros, pecho y abdomen, al tiempo que llenaba su cuello con besos de mariposa. Lo sintió rozando con toques tímidos su clavícula, sus costillas, su ombligo; arrancándole más y más suspiros a medida que los dedos de su mano derecha delineaban el contorno de sus pezones, mientras la izquierda se deleitaba colándose bajo la pretina del pantalón. Y no pudo más que morderse el labio inferior, al apreciar como dicha mano se colaba también dentro de su bóxer, la otra abandonando su pecho para enfrascarse en la tarea de deshacerse rápidamente del estorboso broche que le impedía llegar más lejos. Fue así que un audible gemido se le escapó, cuando Mihael empezó a acariciar su miembro a través de la fina tela de su ropa interior, a la vez que succionaba y mordía toda la piel que podía alcanzar desde su posición.

- ¿Quieres que pare?- Le preguntó en tono lividinoso, dejando que su aliento le rozara el cuello, sintiéndolo temblar de placer entre sus brazos y hembriagándose con el aroma a inocencia que desprendía su piel.

- N-no…- Gimió Mail, arqueándose y echando la cabeza hacia atrás cuando esa mano cálida y traviesa hizo contacto directo con su sexo despierto, volviéndolo totalmente inconsecuente.- P-por favor… n-no pares…- Sintió como los latidos se le disparaban a mil, mientras cada célula de su cuerpo ardía ante el toque pecaminoso y exquisito de esos dedos que no hacían otra cosa más que enloquecerle de éxtasis, al masturbarle tan experta y maravillosamente.- Ngh… ¡Ah!

El oír su voz entrecortada y colmada de placer, fue el detonante idóneo para que Mello se dejase llevar sin remordimiento alguno por sus impulsos. Aquello que daba vueltas desde hace tiempo en su mente, aún cuando sabía que no era lo correcto, estaba a punto de suceder y no haría nada por evitarlo. Lo único que sabía era que debía hacer que Matt jamás se olvidase de aquella noche, pues era consciente de que ya no habrían más. El dolor en sus huesos y los ematomas en su piel eran el recordatorio perfecto de que, si no se entregaba al amor de su vida ahora, ya no tendría otra oportunidad. Fue así que, relegando a un segundo plano la fatiga y el cansancio típico de su maldita enfermedad, se bajó del lecho y recostó a su novio cuan largo era sobre la blanda superficie, deshaciéndose del pantalón de éste con todo y bóxer y quedándose por varios segundos observando la encantadora ternura de su desnudez. 

- Eres hermoso.- Espetó sin pensar, aproximándose a él hasta quedar semi-encimado a su cuerpo y delineando el contorno de su rostro entre delicados roces con las yemas de sus dedos.

- Y tú eres perfecto.- Soltó a su vez Matt, totalmente consciente de sus palabras, ruborizándose ante cada caricia y dejándose arrastrar por el mar de emociones que transmitían los azules ojos que poseía el gran amor de su vida.

Entonces volvieron a fundirse en un beso ávido y febril, repleto de sentimientos que las palabras no eran capaces de expresar. Hasta que el aire los traicionó y debieron separarse, Mello viendo en esto la oportunidad perfecta para retomar sus anteriores acciones, aunque ya de una manera diferente.

Descendió desde los labios de Matt hasta su cuello, succionando suavemente y mordiendo de tanto en tanto la piel a su paso. Recorrió con su lengua cada recobéco asequible en el pecho y abdomen del pelirrojo, memorizando entre besos castos el mapa de su cuerpo. Hasta que se tropezó de lleno con su palpitante y erguida erección, haciéndolo relamerse los labios de pura ansiedad.

- M-Mello, espera… n-no ha… ¡Ngh!- Pero aunque lo intentó, no pudo impedir que el rubio lo tomara en su boca, enviando una serie de descargas eléctricas por toda su espina dorsal y consiguiendo que arqueara la espalda ante los repentinos espasmos que lo invadieron, mientras esa juguetona lengua con sabor a chocolate hacía maravillas en su miembro, dejándolo a la deriva en medio de una superficie brumosa y después soltándolo sin aviso sobre un fuego todavía más abrasador que el del mismísimo infierno.

Sin embargo el oji-azul se detuvo justo antes que el menor de los Jeevas se corriera, haciendo que dejase escapar una casi inaudible protesta. Sonriendo ante esto comenzó  a desnudarse también, sintiendo sobre sí esa intensa y preciosa mirada esmeralda, atenta a cada uno de sus movimientos.

 Afuera la noche ya cubría con su manto la ciudad, rayos de luna filtrándose a la habitación a través de las cortinas y siendo esto la única iluminación que esta tenía, pues Mihael había obtado por no encender la luz, cosa que frustraba en sobre manera a Mail, ya que le impedía observarlo a detalle.

No obstante estos pensamientos se esfumaron de su mente cuando el rubio posó tres dedos sobre sus labios, delineándolos a penas con las yemas. Por mero instinto, y sabiendo de antemano lo que venía, trazó con su lengua el contorno de cada dígito, sintiéndose increíblemente satisfecho consigo mismo al escuchar un ronco gruñido por parte de quien estaba a punto de hacerle el amor. Y cuando menos lo esperó, estos ya se abrían paso en su interior, mientras Mello lo distraía del dolor que aquello le causaba, retomando el vaivén rítmico sobre su miembro y robándole el aliento en un beso voraz.

Entonces los dedos fueron reemplazados por la hombría palpitante de Mihael, la cual se abrió paso a través de las estrechas paredes del oji-esmeralda, entremezclando el placer y el dolor en una sensación única e inigualable. Mail quiso salir corriendo y quedarse allí, todo de una misma vez, cada sentir reflejándose en su respiración errática y las lágrimas resbalándole por las mejillas. Y aunque Mello quiso dar marcha atrás, Matt no se lo permitió, enlazando sus labios de nueva cuenta para ver si así decrecía el dolor y el placer aumentaba. Hasta que se fue acostumbrando a la intromisión, haciéndoselo saber al rubio con un sugerente movimiento de caderas, al cual éste reaccionó saliendo de él y volviendo a entrar con una certera estocada, arrancándoles a ambos audibles gemídos al unísono.

Era la primera vez para los dos, lo que hacía de aquel momento algo demasiado especial. Matt pensando que era el comienzo de una nueva etapa en su relación, Mello deseando con todas sus fuerzas grabar cada segundo a fuego en su memoria.

Sudados, sonrojados y extasiados; tocando con la punta de los dedos el paraíso. Descubriendo una nueva forma de amar, dejándose llevar por el deseo llameante y febril de sus corazones.

Matt creyó que moría de placer cuando Mello rozó un punto en su interior que ni siquiera sabía que estaba allí, logrando que dejase escapar la sucesión de gemidos más erótica e incitante. Y tras golpear su próstata una y otra vez, el pelirrojo se vino en medio de un excitante grito, apresando a su vez el miembro del oji-azul y haciéndolo experimentar lo que era correrse en un horgasmo increíble.

Ambos se dejaron caer agotados sobre el colchón, en medio de edredón y sábanas desordenadas. Y Mail, cansado como estaba, perdió la noción de realidad, dejándose envolver por los brazos de un sueño abrumador. Fue así que Mihael salió con cuidado de él, arropándolos a ambos con las mantas y apegando el cuerpo del pelirrojo más hacia el suyo, depositando un beso casto sobre sus labios y susurrando un soñoliento “te amo” que, a pesar de estar dormido, éste no dudó en responder diciendo:

- Yo te amo más.

La fina punta del bolígrafo se deslizaba temblorosa a través de la blancuzca y lisa superficie del papel, frases llenas de arrepentimiento y tristeza formándose al tiempo mismo en que lágrimas gruesas resbalaban de los apagados zafiros que, quien escribía, portaba por ojos.

El “tic, tac; tic, tac” del reloj resonaba sin pausa, rompiendo sin mesura el silencio en que yacía aquella habitación. Fuera, un soplo invernal rozaba toda superficie existente, mientras un cielo estrellado era visible a lo alto.

         Matt:

Son las dos de la madrugada con veinte minutos y no puedo hacer otra cosa más que mirarte.

Ahora duermes cómodamente entre mis brazos, con tu cabeza apoyada en mi pecho. Tus sedosos cabellos rozan de tanto en tanto mi piel, mientras me arrullas con tu acompasada respiración.

Y no puedo, no quiero apartar los ojos de ti, pues tu imagen es lo único que anhelo que quede por siempre grabado en mi memoria.

Me gustaría estar contigo cuando leas esto, pero sé que no podré.

Sé que me odiarás, sé que tal vez no comprendas el por qué de este patético intento de carta.

Pero lo único que debes saber, mi amor, es que te amo.

Te amo, Matt. Te amo y, aunque mañana no esté a tu lado cuando despiertes, debes saber que eso jamás cambiará.

No soy capaz de darte una razón válida de mi partida, porque no quiero seguir lastimándote.

Mi único propósito con esta nota es que sepas que eres lo más importante para mí y que, si estoy haciendo esto, es por tu bien.

Te remueves entre mis brazos y me nombras entre sueños. Deposito un beso en tu frente y te estrecho más hacia mí, ansiando que tu aroma se quede impregnado en mi piel y que el calor de tu cuerpo me llene siempre.

Si me voy, Matt, es porque te amo. Y sé que no me comprenderás… lo sé.

Créeme que nunca olvidaré esta noche. Nunca.

Y sé que tú tampoco la olvidarás, porque lo vi en tus ojos.

Lo único que lamento es no haberte dicho “te amo” las mismas veces que me lo dijiste tú.

Y aunque sea un imbécil que no demostró lo suficiente el amor que sentía por ti, puedes estar seguro de que eso no fue porque me faltaran ganas de hacerlo. Mi problema fue pensar demasiado, en lugar de simplemente dejarme llevar por todo lo que me haces sentir.

Aún así te amo. Te amo con todo lo que soy… con todo lo que fui.

Espero siempre lo recuerdes.

Espero siempre me  recuerdes, aunque no lo merezca.

Aunque no te merezca.…

Mello.

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La palabra escapó de sus labios sin siquiera proponérselo, desconcertándolo. Veía como el hombre frente a él abría los ojos en total sorpresa, mientras una mirada, llena de algo que el pequeño no pudo reconocer, le invadía la expresión. Los azules y expresivos orbes de Keith  se hallaban fijos en Mihael, detallando cada facción de su rostro con la mirada. Su cuello aún estirado para tener mejor apreciación, sus labios sonrosados semi abiertos en gesto de asombro y su manito derecha aferrando con fuerza por el codo su brazo lastimado. Y aunque la diferencia de altura entre ambos era más que evidente, el niño no se veía en lo absoluto amedrentado ante esto, muy por el contrario siendo lo único visible en su semblante, una extrañeza inmensa.

Sin poder con sus propios latidos martilleándole impetuosamente el pecho, ni con la abrumante ansiedad carcomiendo su auto control, Mello se agachó para quedar a la misma altura con su hijo, una emoción indescriptible llenándole por dentro al notar curiosidad en vez de rechazo apareciendo en la expresión de éste como respuesta a su acción.

Un aroma demasiado familiar se coló a través del aire hasta su nariz, mientras una calidez exquisita le abrasaba el pecho. Tal como en su sueño, aquél hombre olía a chocolate y poseía un par de ojos iguales a los suyos. No pudo evitar acercársele un poco más, dejando así sus rostros a poca distancia. Vio en las pupilas del mayor una añoranza infinita, mientras, con osadía propia de su tierna edad, se aventuraba a rozarle la mejilla con la yema de los dedos de su manito sana.

- Eres real.- Susurró sonriendo pletórico y sintiendo como la diestra del rubio mayor le aferraba suavemente, casi como si su mano fuera un objeto capaz de romperse ante el más mínimo toque.

La voz de Mello yacía prisionera en su garganta y su respiración apenas vadeaba los límites de sus pulmones, sumiéndolo en un estado demasiado irreal. La inocente caricia de su pequeño ángel parecía haber extendido una ola de deliciosa calidez por todo su cuerpo, llenándole el corazón de una inmensa felicidad.

- ¿Acaso sabes… quién soy?- Sondeó en un susurro el rubio mayor, conteniendo a duras penas el irrefrenable impulso de tomar al niño entre sus brazos para no soltarlo jamás.

- Sí.- Asintió Keith, ampliando su sonrisa y luciendo, de pronto, extraordinariamente radiante.- Tú eres…

- ¿Keith?

Ante la mención de su nombre, ambos rubios voltearon hacia la derecha, donde un aturdido Matt los miraba atónito.

- ¡Papi!- El precioso rubiecito corrió hasta él, rodeándolo con su bracito sano en cuanto lo tuvo a su alcance y siendo alzado en brazos por el pelirrojo, quien, denotando un amor infinito, tanto en sus ojos como en su sonrisa, lo llenó de besos, estrechándolo con cuidado en un abrazo que a Mello se le antojó demasiado adorable.

- ¿Qué haces fuera de tu cuarto, bebé?- Quiso saber Mail, denotando inquietud en su voz.

 - Te estaba buscando, papi.- Confesó Keith, escondiendo su carita en el pecho del mayor y sonando increíblemente acongojado.- El señor de blanco me dijo que iría a buscarte, pero nunca llegabas y no quería estar solo.

Las miradas de Matt y Mello se cruzaron, causándoles  una fuerte sensación de deja vú.

- Ya estoy aquí, bebé.- Lo tranquilizó el oji-esmeralda, acariciando con roces suaves las rubias hebras del pequeño y depositando un tierno beso en su frente.- Ahora vamos a tu cuarto, ¿sí?

- Sí, pero…- Keith lo miró sonriendo angelicalmente y luego, dirigiendo su mirada a Mello, añadió.- ¿Él puede venir también?

Un estremecimiento involuntario atravesó la espina dorsal del rubio, mientras el pelirrojo abría sus ojos en sorpresa y el más pequeño de los tres paseaba sus pupilas de uno a otro y viceversa, luciendo curioso y ansioso a una misma vez.

- ¿Y quién es él, cariño?- Tanteó Mail, comenzando a comprenderlo todo y sintiéndose todavía más aturdido.

Keith mantuvo silencio unos segundos, removiéndose en brazos de Matt para que lo bajara. Acto seguido, regresó sobre sus pasos hasta donde yacía Mello todavía de pie en el mismo lugar, señalándolo con uno de sus deditos y tiñendo su voz de tierna felicidad.

- ¡Él es el hombre que aparece en mis sueños, papi!- Declaró en actitud solemne y después, volviéndose a mirar al rubio, continuó.- Tú eres papá Mihael, ¿verdad?

Tanto Matt como Mello quedaron en shock.

¿Cómo era posible que Keith sacase una conclusión así?

Era algo sencillamente ilógico y absurdo.

Keith no conocía a Mihael, ni siquiera sabía de su existencia. Para él Light era su única figura “paterna”, por lo que no era posible que el niño supiese de Mello como algo más que un desconocido… ¿verdad?

A menos que…

- Tía Emily me lo contó.- Prosiguió el pequeño rubio, disipando las dudas de ambos adultos y, al mismo tiempo, despertando muchas más.

- ¿Qué…?- Mail no conseguía dar cabida a dichas palabras, sintiéndose al borde del colapso.

- En mi cumpleaños los escuché a ti y a papá Light discutiendo. Intentó explicar el oji-azul, mientras ambos mayores lo miraban entre atónitos y expectantes.- Ppapá Light decía que yo nunca debía saber nada de papá Mihael, pero tú lo contradecías diciendo que algún día tenía que saberlo.

Matt abrió desmesuradamente sus ojos verdes ante lo dicho por su hijo, recordando a la perfección dicha discusión con su esposo. Y aunque no era la primera vez que tocaban el tema, si había sido la primera vez en que Matt salía en defensa de lo que creía correcto. Para Light, Mello jamás debía tener cabida en la vida de Keith, ni siquiera como una mención o un recuerdo. Pero para Matt, el niño tenía todo el derecho de saber la verdad de su origen, por más duro de enfrentar que esto fuera. Recordaba a la perfección la exasperación del castaño ante su postura, además de esos cuantos gritos demás que se les escaparon en pleno arranque de rabia. Pero lo que jamás se esperó fue que Keith los hubiese escuchado. Mucho menos que, a sus espaldas, Emily y él hubiesen contactado.

- Sé que papá Light dijo que papá Mihael se fue, porque no quiso hacerse cargo de mí.- Volvió a hablar el rubiecito, mirando directamente a los ojos azul zafiro de su padre biológico.- Pero tía Em me dijo que eso no es verdad.

- Por supuesto que no es verdad.- Corroboró Mello, volviendo a agacharse a su altura y hablándole con tanta dulzura, que a Matt se le encogió de ternura el corazón.- Nunca dudes de que eres lo más importante para mí.

Keith bajó la mirada por unos segundos, sujetando de nueva cuenta la mano del rubio y enfrentando, con audacia propia de su edad, sus ojos.

- ¿Tú… me quieres?- Le preguntó, queriendo ocultar el rostro en su pecho, pero controlándose y aún mirándolo a los ojos con decisión.

Como respuesta, y ya no pudiendo aguantar más, Mihael lo estrechó en un tierno abrazo, el cual esparció en ambos una exquisita ola de reconfortante calidez, demasiado difícil de explicar con palabras.

- Por supuesto que sí.- Le susurró, todavía abrazándolo, depositando un beso casto en su cabecita y sintiéndose el ser más feliz del mundo al notar como el bracito sano del niño lo rodeaba también, correspondiendo.- Te amo más que a nada en este mundo, hijo.

Un par de lagrimitas rebeldes empañaron los preciosos zafiros del pequeño rubio. Lágrimas que, sin entender por qué, eran la más pura representación de su felicidad. Porque, aunque se sintiera todavía demasiado confuso y tuviese muchas preguntas por hacer aún, el calor que percibía al compartir un abrazo con el hombre que aparecía en sus sueños y que, ahora, aparecía también en su realidad como su padre biológico, era suficiente para tranqilizarle.

Mail fue incapaz de romper el momento. Y no entendió, a ciencia cierta, por qué ver a Keith en brazos de Mello lo hizo sonreír como hacía tanto no sonreía. Había mucho por hablar, mucho que debía resolver en su vida de ahora en adelante, pues sabía que el bizarro e imprevisto encuentro entre su ex novio y su actual razón de existencia, era apenas el comienzo de su nueva realidad.

Se apoyó en el barandal de la escalera, mirando a las personas que se encontraban en el piso inferior. Y al divisar como Light se encaminaba hasta allí con expresión seria y ojos decididos, comprendió que, en su vida, estaba a punto de desatarse la peor de las tormentas.

Notas finales:

Vale, quizás l@s confundí un poco demasiado con eso de que Emily y Keith ya habían hablado, pero no olviden que siempre les digo que no deben dar nada por seguro en este fic y esta vez no es la excepción. Hay un par de secretillos que deben ser revelados en próximos capítulos y, cuando eso suceda, much@s de ustedes ya habrán sacado sus conclusiones en relación  al posible final de esta dramática y súper bizarra historia. Pero, repito, no se dejen llevar por lo primero que leen, pues no hay nada dicho aún ^w^

Mi Cheeky preciosa, espero no quieras matarme de alguna forma o algo así después de leer el capi D: Y me disculpo una vez más si no tuvo la misma "calidad" que los demás ;u; ¡Te re amo! ♥

De antemano muchísimas gracias por leer :')

Sería inmensamente feliz si me dejan algún review con su opinión sobre este capi. Son mi motor para continuar y la mejor forma de inspirarme :$ Todo lo que deseen decirme (siempre y cuando sea con respeto) será más que bien recibido *-*

Saben que les quiero demasiado y que son sumamente importantes para mí ♥


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