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Sólo una Oportunidad por Kmmy Lee

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Notas del capitulo:

Hola ^^

Wooo, ¡hasta que me dejo ver por aquí! Llevaba más de un mes sin venir a actualizar este fic, pero de verdad la inspiración se hizo humo y no quería volver .___. Fue horrible! D:

Lo bueno es que ya lo tengo, cosa que me hace inmensamente feliz *u*

Muchísimas gracias, como siempre, por sus bellísimos reviews ;D Aawww En verdad no saben lo feliz que me hacen, son el motor que me impulsa a seguir, por más desinspirada que esté! *-* Valoro demasiado su apoyo, preciosuras mías ^^ En serio cada vez que veo un nuevo review me siento inmensamente feliz ;'D

Ahora sin más blah blah (soy experta en eso xD) A leer ^^

Capítulo 4: Y Te Encontré Por Casualidad.

Un resplandeciente e implacable sol, yacía posado imponente a lo alto en el cielo, a la vez que los primeros vislumbres de medio día empezaban a avivar sagaces aquella apacible jornada de lunes.

- ¿Keith?!

Un espantoso asomo de creciente angustia, se adueñaba con fuerza del juicio de Emily. El temor le surcaba la mente sin contemplación alguna, forzándola a visualizar en su mente horribles ideas e imágenes, fundadas en la insostenible y cada vez mayor impotencia que sentía.

Se encontraba en medio de un popular parque de juegos al este de la ciudad, recorriendo exasperada cada rincón del mismo. Una brisa templada le alborotaba el rizado y dorado cabello, al tiempo que el pánico le invadía con sorna cada fibra del cuerpo.

- ¿Dónde estás?- Se preguntaba al borde de las lágrimas, barriendo con la mirada el lugar por enésima vez, intentando menguar la fuerte desesperación que ya empezaba a nublarle las ideass.- ¡¿Keith?! Vamos, bebé… No me hagas esto…

Simplemente no lo podía aceptar. Habían sido nada más segundos los que tardó en responder al saludo de su compañera de universidad, en los cuales, sin aparente atención por su parte, el pequeño angelito había resuelto bajar del coche para desaparecer por completo de su alcance.

¿Qué haré ahora? Se cuestionó aterrada, llevándose ambas manos a la cabeza, tratando de esfumar la indolente punzada que, de forma gradual, comenzaba a bombardear su mente con pensamientos para nada alentadores. Matt… Va a matarme…

Pese a esto, armándose de valor y aceptando su responsabilidad, tomó su teléfono celular y, consciente que se le venía encima un desastre de proporciones titánicas, marcó el número de su hermano, aclarando bien lo que le iría a decir.

Y es que, para su total horror, el pequeño parecía haberse esfumado como el aire…

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Un extenso y extenuado suspiro eludió sus labios, a la par que volteaba desganado la siguiente página de su examen, faltándole nada más una para al fin acabar. Y mientras comenzaba la resolución del ejercicio número veintidós, notaba como en su pecho un extraño presentimiento se instalaba suspicaz. No comprendía por qué, de pronto, esa inquietante e incontenible sensación le atacaba con tal rapidez, imposibilitándole el lograr concentrarse bien.

Escudriñó su reloj de pulsera. Quedaban aún treinta minutos de período, lo suficiente como para tomarse todo el tiempo necesario de terminar como se debía la prueba. Sin embargo, y jugándole totalmente en contra, todavía persistía implacable aquel injustificado sentimiento apremiándole por dentro, no permitiéndole el ser por completo consciente de la validez de sus respuestas finales.

Entonces, angustiándole de sobremanera, su celular empezó a vibrar al interior de su mochila, captando, para su sorpresa, la completa atención de su profesor.

- ¿Sucede algo, joven Jeevas?”- Le interrogó éste en voz firme, aproximándose a él y dirigiéndole una impávida mirada.

-“Quisiera averiguarlo, si usted me lo permite, señor.- Respondió sincero el menor, extrayendo sin timidez el aparato del bolsillo externo de la mochila y observando la pantalla para consultar la proveniencia del llamado.- Es mi hermana…

El hombre frente a su pupitre cabeceó en asentimiento, retirándole momentáneamente el examen y consintiéndole el salir en silencio, a sabiendas de la especial situación que envolvía la vida de su joven alumno.

Ya al exterior del aula, Matt contestó, seguro que más de algo fuera de lo común ocurría.

- ¿Emy?- Su voz se oyó más seria e inquisitiva que nunca.- ¿Pasó algo?

- Matty, yo…- La chica, en evidencia, estaba a punto de llorar, saturado de incertidumbre su tono al hablar.

- ¿Tú, qué?- Para el pelirrojo cada segundo se volvía más y más insostenible.

-“ Es Keith…

Al instante la expresión del oji-esmeralda se alarmó, conmocionándose, mientras centraba su mirada en la ventana que daba justo al patio de recreo, sintiendo nacer en él esa, cada vez más, irrefrenable sensación de alerta dominándole los sentidos.

- Está perdido…

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Aparcó al sur de aquel familiar sitio, justo de frente al área de juegos para niños de menor edad. La sensación de deya bú era tan inmensa, tan desmedidamente grande; como el despegue de un ave cuyas alas son demasiado amplias, precisamente chocando contra lo más profundo de su corazón. Porque se volvía imposible el no familiarizarlo todo con su pasado, estando en el escenario mismo desde donde emprendió vuelo el nacimiento de su más especial motivo de existencia.

Dirigió sus pasos hacia un trío de columpios, ubicados del otro lado del área, de cierta manera más aislados del barullo general. Se sentía más nostálgico de lo usual, a pesar de su juramento consigo mismo de no dejarse amedrentar por las traidoras emociones. Aún así era inevitable no pensar, no sentir, no recordar o auto infringirse tortura emocional, siendo por completo consciente de las evidentes consecuencias que, de seguro, habrían de tener sus injustificados actos pasados en la actualidad.

¿Cómo no invocar su presencia?, si aún los sentimientos seguían impresionantemente vívidos en su interior. ¿Cómo evitar tal colosal invasión de emociones?, si aún lo amaba tanto y de manera tan real…

- ¡Mello, no!

Sin embargo, las risueñas súplicas del menor fueron en vano. Mello, sonriendo de par en par, se lanzó a la piscina donde él se encontraba y comenzó a jugar guerra de agua, impidiéndole entre risas el poder defenderse.

- ¡Mello!- Exclamó el pelirrojo, su voz inundada de diversión y miedo, mientras el oji-azul se le iba acercándo peligrosamente, en clara señal de estarse preparando para jugar a las cosquillas.- ¡No!

- ¿Te rindes?- Inquirió éste, acorralándolo cada vez más contra uno de los lados de la alberca, mirándole con malicia y sonriendo de par en par.

- ¡Por suppuesto que no…!- Lo desafió Matt aún riendo, aprovechando un ligero descuido por parte del rubio para desviár su atención y lograr salir fuera del agua.

En cuestión de segundos ambos corrían en medio del inmenso jardín, en una tiernamente vivaz cazería, donde el oji-verde no estaba dispuesto a ceder. Pero de pronto, tomándolo completamente por sorpresa, alguien le sostuvo desde atrás, abrazándole sin previo aviso y girándolo con dulzura en ciento ochenta grados. En efecto, allí estaba Mihael, sonriéndole triunfal y luciendo agitado, demostrándole con su hermosa mirada que había caído en su trampa.

- Mello…- Susurró Mail en un ilo de voz, hechizado ante sus ojos.

- ¿Te rindes, Matty?- Indagó en un susurro el oji-azul, acariciando con delicadeza su mejilla y, así mismo, perdiéndose en la preciosidad de sus ojos verdes.

Mail sonrió encantadoramente y con un toque de inocente seducción, acortando poco a poco la distancia entre sus rostros, dejándose guiar por la irreal atracción que su novio ejercía sobre él de forma tan fascinante.

Y ambos inmersos en los labios del otro, fueron descendiendo hacia el césped, embriagándose al sentirse tan cerca. Mello sobre Matt, posando una mano junto a su cabeza, mientras la otra se dedicaba a trabesear sobre su piel, al tiempo que el menor iba profundizando lentamente y con mayor febrilidad, trazando caminitos imaginarios por su espalda.

- Te amo tanto…- Confesó el rubio en un ahogado susurro contra sus labios, sintiendo desbocarse a los latidos de su corazón.- Prométeme que nunca lo olvidarás, por favor…

- Te lo prometo.- Respondió el pelirrojo con adorable suavidad, mirándole directo a los ojos.- Pero tú debes prometerme lo mismo, ¿sí??- Acarició su rostro con suma ternura, a la vez que sus mejillas se teñían de inocente rubor.- Nunca olvidarás cuanto te amo.

- Jamás.- Aseguró él, uniendo sus labios de nueva cuenta.

Pase lo que pase, jamás lo olvidaré…

- Soy un maldito bastardo…- Se dijo a si mismo, reprimiendo las intensas e indolentes ganas de llorar como un niño pequeño, que le invadían al sólo recordar con tal vivacidad los momentos junto a él, auto sometiéndose a un tormentoso y automático suplicio.- Te dejé así… Y de seguro me odias…

¿Pero qué podía hacer?, si no lograba encontrarlo. A pesar de haberle buscado como un sicópata maníaco desde su arribo de regreso en la ciudad, no había obtenido ni una mínima sospecha de su actual paradero.

¿Dónde estás?

Cuántas veces se cuestionó lo mismo, sin conseguir nada… ¿Cuántas veces? Y es que ya no llevaba la cuenta de las miles de noches en desvelo, de los miles de pensamientos suicidas o las infernales pesadillas en que le veía y no era capaz de tocarlo, observándole alejarse más y más, sin poder hacer nada para evitarlo.

Cuantos sueños rotos, que él mismo destruyó sin siquiera quererlo…

Sin embargo, y sacándolo de su insano mutismo, algo exterior llamó su atención. Precisamente de frente a donde se encontraba, en el área de juegos más atrevidos, la tierna y frágil silueta de un pequeño hizo que su corazón diera un particular vuelco. Desde su posición lo veía demasiado cerca del peligro, ya que se hallaba justo en donde estaba la mayor concentración de niños jugando, por completo desinteresados de su alrededor.

Y no pudiendo evitarlo, pues en su interior parecía haber nacido una insólita ansiedad por protegerlo, se aproximó hasta allí, percibiendo una calidez impresionante embargándole sin precedentes el pecho.

Una vez lo tubo lo suficientemente cerca, lo alzó en brazos con extraordinario cuidado y suavidad, sintiéndose asaltado por una serie de sentimientos y emociones tan nuevas, como lo era su repentina y sorprendente forma de actuar.

- ¿Qué hacías ahí tan solito?- Le preguntó en tono increíblemente paternal, al tiempo que se sentaba con él aún entre sus brazos, sobre una banca cercana.

Como respuesta, recibió una curiosa mirada por parte del bebé, quien no se veía en lo más mínimo asustado con su repentina aparición, más una sonrissa tan encantadora, que le enterneció de forma inconsciente y maquinal el alma.

Lo observó con atención, mientras lo acomodaba mejor en su regazo, dándose cuenta al instante de lo precioso y angelical que era.

Y por alguna razón que desconocía totalmente, se le hacía tan inexplicablemente familiar…

Notas finales:

Como ven... ¡Mello ya se encontró con su hijo! Lo que lo llevará, muy pronto, a encontrarse de golpe con Matt también ^o^


De verdad espero les gustara este extrañísimo capi :$


De antemano, millones de gracias a quienes vayan a leer. Esperaré ansiosa sus reviews, a ver qué tal les parece este bizarro fic ^^


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