Capítulo 5: Esto… No Puede Ser Verdad…
- ¡¿Cómo es posible que seas tan descuidada?!- La voz de Mail se oía furiosa, sus decibeles al hablar considerablemente más altos de lo habitual.- ¡¿Cómo se te pudo perder?!- Su respiración se precipitaba más, conforme la frustración le iba atestando de recelo por dentro, descargándose inevitablemente con su hermana.- ¡¿Dónde está? ¡Explícame!
- No lo sé…- La muchacha frente a él, se veía al filo de un trastorno nervioso, a la vez que sus ojos empezaban a derramar gruesas e incontrolables lágrimas de desconsuelo.- Te juro que nunca fue mi intención que esto ocurriera…
El rostro del oji-verde expresaba claramente la aglomeración de emociones que sentía, impidiéndole el pensar o querer algo más que no fuera encontrar con urgencia a su pequeño hijo. Le lanzó una soslayada mirada a Emily, mientras un profundo suspiro eludía con fatiga sus labios. Entonces, luciendo más absorto que nunca, dio media vuelta sobre sus pies, directo hacia el centro de aquel urbano y concurrido lugar, por completo decidido a buscar a Keith bajo las piedras de ser necesario con tal de encontrarlo al fin.
Y ella, aún con las mejillas encharcadas y la impotencia a flor de piel, lo observó alejarse cada vez más, deseando con todas sus fuerzas que lo lograra…
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Caminó con parsimonia por las inmediaciones recubiertas de verde, aún sosteniendo dulcemente al niño entre sus brazos. Faltaban pocos minutos para las tres de la tarde, otorgándole al ambiente un leve toque de apacibilidad, al ir perdiendo gente aquella zona del parque usualmente más protegida.
Y mientras más lo observaba, más se acrecentaba aquella desconocida e ineludible calidez en su pecho; la familiaridad con que el menor demostraba verlo y, a la par y aún más desconcertante, la suya propia, le hacían sentir extraordinariamente distinto.
Y, si bien, no le hallaba motivo alguno ni razón, esas ansias por protegerle crecían más y más, al tiempo que los segundos se le unían al bizarro tiempo que pasaba con él.
Suspiró de manera inconsciente, posándose junto a un par de columpios de bebé, sentando con mucho cuidado al rubiecito en el de color azul que, a ambos, parecía haberles agradado más. Tras asegurarlo bien y recibir de regalo una encantadora sonrisita por su parte, comenzó a mecerlo de adelante hacia atrás, embelesándose con las tiernas risitas que rehuían sus labios, mientras aumentaba poco a poco la velocidad de sus empujes.
¿Por qué esta sensación?
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Paseó con exhaustividad la vista por los juegos ya cada vez menos concurridos, sosteniendo con fuerza en su diestra el teléfono celular, donde, en su pantalla, se marcaba en modo radar la posible localización de su hijo.
Desde el instante en que el pequeño comenzó a caminar, Matt, como precaución, instaló en aquella medallita con su nombre grabado en plata que Light le regaló pocos días después de nacido, un chip de rastreo, hallándolo necesario en caso que ocurrieran situaciones de esta magnitud.
Según el explorador, Keith aún se encontraba dentro de los rangos del parque, no demasiado lejos de donde estaba el pelirrojo. Por tanto, siguiendo las coordenadas que este indicaba, continuó buscándole, sin siquiera sospechar en el cómo, dónde o con quién lo hallaría.
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- ¿Hola?- Contestó con pesadumbre, escaneando con los ojos cada rincón a su alrededor.
- Emmy…- Se oyó del otro lado la levemente inquieta voz de su cuñado.- ¿Has hablado con Matt? Lo he estado intentando localizar en el celular, pero no atiende… ¿Sucede algo?
La expresión de la chica cambió, tornándose aún más contrariada que antes.
- Light…- Pronunció, con la garganta anudada fuertemente.- Es urgente que llegues pronto.
El castaño sabía a la perfección a donde acudir, ya que había acordado con Mail pasar por él al terminar su examen para luego partir por Emily y su hijo al parque e irse de picnic juntos. Sin embargo era evidente que, a juzgar por la falta de atención a sus llamados por parte de su prometido y clara angustia en la voz de su cuñada, algo no andaba en lo absoluto bien.
- Explícame.- Exigió con simpleza, abordando presuroso su auto y poniéndose en inmediata marcha hacia allá.
Y luego de un sollozo ahogado en un suspiro, la oji-azul soltó la frase que, de forma instintiva, le impulsó como shock eléctrico a acelerar aún más.
- Perdí a Keith…
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- Ven aquí, angelito.- Pronunció Mello en tono increíblemente dulce y paternal, alzando de nueva cuenta al pequeño en brazos para bajarlo del juego, luego de varios minutos balanceándolo entre risas.
La carita del infante estaba iluminada por una preciosa sonrisa, observando curioso a su alrededor con ojitos llenos de inocencia, al tiempo que el mayor se dirigía con él tiernamente acunado hacia su pecho hasta la banca más próxima.
Y no faltó mucho para que, con audacia propia de su corta edad, metiera una de sus manitos dentro de uno de los bolsillos delanteros de la negra chaqueta del oji-azul, arrebatándole travieso la barra de chocolate que allí había. Y después de un adorable mohín, con clara intención de que se lo diera, Mihael no pudo más que desenvolver la tableta de cacao, sonriendo sincero al ver como el bebé se lo llevaba ansioso a los labios, arrancando al instante un trocito para empezar a degustarlo con candidez.
- Quién lo diría…- Se dijo a si mismo el rubio, observando interesado al pequeño sentado sobre sus piernas.- Parece que te gusta el chocolate tanto como a mí.- Acarició con suma ternura su sedoso cabello de un particular, pero fascinante tono dorado con reflejos rojizos, volviéndosele imposible el no sonreír embobado.- En verdad eres un niño inigualable…- La voz se le iba suavizando cada vez más, tornándose en un tierno y embelesado susurro.- Que afortunados han de ser tus padres…
Y no pudiendo frenar su impulso de tan sólo tener que quedarse con más que memorias, sacó su móvil, poniéndolo en modo cámara para seguidamente tomarle una fotografía, justo cuando volvía a llevarse el chocolate a la boca, entregándole una visión por completo adorable.
Entonces reparó en la cadenita que yacía en su cuello, de la cual pendía una pequeña medalla de plata, la cual decía…
- ¡Keith!
En cosa de nada ya se encontraba de pie, con el bebé protegido entre sus brazos para hacer frente a la persona que parecía estar buscándolo con calcada desesperación.
Y sin esperárselo jamás, se halló frente a frente con el reflejo de sus pesadillas y sueños, paralizándole hasta la respiración. Y éste, sintiendo como si el universo se le callera a los pies estrepitosamente, dejándolo por completo sumido en shock y el corazón latiendo sin control alguno, lo tubo de frente, sosteniendo en brazos y sin siquiera saberlo a su propio hijo.
Cabello cobrizo, ojos de un verde esmeralda inconfundible. Sin duda era él…
- ¿Matt?
Esto… El joven pelirrojo simplemente no daba crédito a lo que veían sus ojos. No puede ser verdad…