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Azuma y Shakespeare por katzel

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".... ¡... de Avón!"

Desde mi extraño destierro, en una desconocida paz dimensional, fui despertado por los gritos incesantes de un agorero, de un gitano clamoroso que - sin duda alguna - invocaba favores a los dioses paganos.

"¡Que sea tal y como está escrito!"


Desconocida razón le llevaba a pronunciar mi nombre tantas veces como campanadas tiene el mediodía y a medida que iba haciéndose más clara, su voz atravezaba la materia ligera de mis miembros y tornábame ceniciento, torvo, gelatinoso, pesado, y de la paz inocua que antes me invadiera, quedaba el ligero sabor rondando entre mis labios.

- ¡Habla calaquita!

- ¿...?

En mi desconcierto, esperaba que "calaquita" no fuera un término relacionado a mi persona.

- Oh... cierto... no te he quitado la venda de los ojos... espera... ¡que esperes, cráneo del demonio! ¡Me sacas un dedo y con el martillo te doy hasta que no te quede una sola muela!

En verdad, era yo, quien abría y cerraba la boca algo desesperado, como si el buen aire de la tarde no pudiese ingresar a mis pulmones.

Los objetos, complejos y desconocidos, se agrandaban y achicaban según trataba de buena fe de distinguirlos a mi alrededor.

- ¡Ahora sí! ¡Habla esquéletor! ¡Qué traes! ¡Soy Azuma! ¡El Necromántico! ¡Y tú eres mi boleto al mundo de la fama! ¡Si no aceptas, probaré con el resto de calaveras que ves en esa mesa, asi que nada de hacerse el interesante!

Mi comprensión tenía demasiados límites en el desorbitante nuevo mundo.

Sobre la mesa -de lo que parecía ser una sala muy mal dispuesta-, estaban unas añosas calaveras con rótulos pintados en las frentes: "Goethe", "Alejandro Dumas", "Lord Byron", "Bram Stocker".

- Anda, que no eres tan guay como te describían en la enciclopedia... ¡Di algo! ¿Eres estropeado de la tutuma? ¿tienes hambre? oh... eso no puede ser... apúrate que no tengo todo el día. Rayos... seguro que algo salió mal y voy a necesitar a otro de estos...

- ¡Esperad...! - grité en afán de llamar su atención.

- ¡Recórcholis!

- ¡Esperad... gentilhombre!... si sois bien nacido me explicaréis toda esta locura... mi confusión me impide...

- ¡Funcionó! ¡Funcionó! ¡FUNCIONOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

Fui agitado entre sus manos, más ligero que una pluma, más inconsistente que materia alguna que vea la luz del sol.

- ¿Puede dejar de moverme?, estoy ciertamente mareado...

- Hum... vale, huesitos, pero qué eticoso has resultado ser.

- ¿Esos calificativos realmente pertenecen a mi ilustre persona?, por que ha de saber que tengo un nombre y es...

- Calaca...

- ¡William Shakespeare!

- Tío, te voy a poner frente al espejo y juro que si no ves el cráneo más horrible que hayas imaginado en tus pesadillas, entonces te voy a dar un beso en la peladita.

- ¡No comprendo!

- Ven... mírate...

Y me arrastró delante del espejo más claro que haya visto - los de mis tiempos eran de cobre o plata pulida y ahora que lo pienso, no eran tan confiables en su reflejo. Y dentro de él vi al extraño doncel, de mediana estatura, sosteniendo entre sus manos otro cráneo con el nombre pintado sobre él...

Decía...

Shakespeare.

- ¿Lo ves, Mr. Bones? ¿Tengo o no tengo razón? Esto de aquí - tocó mi cabeza haciéndola sonar en vacío - eres tú y yo te he traído de regreso...

- ¡Infernal arte! ¡Abominable creación de...!

- Bla, bla, bla, qué bien que mantienes esas cualidades de parlotear intactas por que las voy a necesitar...

- ¡Imposible y execrable waaaaaaaaaaaaaaaaak!

Presionó los dos dedos hacia abajo provocándome un dolor inmenso. Todavía no me acostumbraba a la idea de que esa pieza de calavera recibiese los estímulos destinados para mí.

- Cualquier cosa que le pase a tu cráneo la sentirás tú - dijo académicamente Azuma - por eso te dejaré en mi cuarto para que no tengas que sufrir, eso, si cumples con lo que tienes que hacer...

- ¡Explicadme qué ha sucedido!

- Aish... vaya que eres lento... seré claro y conciso:

                                1. Te recogió la santa muerte.
                                2. Han pasado casi 400 años.
                                3. Me he robado tu cráneo y ahora soy tu necromántico-fuente
                                4. Seré millonario porque tú vas a realizar todo mi trabajo.
                               
Me parecía más una broma que una realidad.

- ¡Habéis cruzado las fronteras de la vida y la muerte! ¡Quién os ha dado el permiso y el waaaaaaaaaaaaaaaak!

- Sólo tengo que apretar aquí para que te calles... mira, mira, mira, Caronte, si tú no hubieras querido volver al mundo de los vivos no estarías en mi cuarto ahora. Mi magia sólo funciona con aquellos espíritus que no están contentos y felices de que se los haya cargado la parca. Así que es un pecado de dos. Mío por llamarte, tuyo por no resignarte a que tu cuerpo fuera devorado por los gusanos.

- De modo que yo...

- Sip. Tú también tienes la culpa... y ahora... hablando de negocios...

- ¡Para qué me habéis llamado!

- Habéis... os... tío... ni mi bisabuelo habla así... tienes que pulir esa lengua arcaica o no me vas a servir. Te advierto que no soy amable con las cosas inútiles... si eres una pérdida de tiempo te echaré al plato del perro y no garantizo que "burbujas" te vaya a tratar como algo más que alimento.

- Mi buen señor... decidme...

No sabía a lo que se refería con lo del idioma. El suyo, demasiado llano y vulgar, me sonaba grosero.

- Y dale... bien. Vamos al ajo, ya te enseñaré algunas cosas de este tiempo. Te he traído del mas allá, porque resulta que quiero ser escritor.

A pesar de nuestra situación, tocó una fibra sensible de mi ser. Acostumbrado a la admiración, ser traído de la muerte por motivos literarios me envanecía y daba un toque trágico a la situación.

- Estoy halagado por...

- Sí que bien. Pero déjame continuar...  lord óseo... quiero ser escritor de novelas yaoi.


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