Estábamos a un par de días de celebrar la navidad, una fecha importante y tradicional para toda mi familia, y la misma fecha que había seleccionado para presentarles a mi pareja. Aun no la conocían y todos estaban muy entusiasmados, yo estaba de nervios, pero pensar en ella me tranquilizaba un poco.
Los días volaron y llegó la navidad, toda la tarde ayude a preparar la cena, siempre era clásico que yo preparara la ensalada de manzana, a arreglar el comedor y la sala, a poner el nacimiento y el árbol, ahora solo faltaba ponerle las esferas así que al atardecer salí, una hora antes de lo programado, a la casa de ella.
La navidad estaba cerca, por lo que la época de frio ya estaba aquí, así que era la época y la fecha que más odiaba. No quería despegarme de mis sábanas, pero si no lo hacía el despertador nunca pararía de sonar, me levante en trance y dos pasos antes de llegar al baño, lo recordé: Era sábado. Llegada esa conclusión no decidía si regresar a la cama o salir a terminar algunos encargos para antes de navidad. Termine por elegir hacer esto último. Acabe de arreglarme en menos de una hora y tome las llaves del auto, maneje hasta el centro, pensando en algún regalo para mis padres, al no encontrar opción alguna decidí ir a tomar un café, cerca había una librería así que pensé en pasar, hacía mil años que tomaba un libro y no sé por qué había entrado allí, tome uno sin leer el titulo e intente ver la síntesis, pero antes de poder empezar una voz irrumpió.
—Orgullo y prejuicio de Jane Austen—Dijo —Un libro muy bueno, sin duda una buena elección.
No sabía de qué me estaba hablando aquella extraña voz hasta que mire la portada del libro, y allí estaba “Orgullo y prejuicio”, después me gire para mirar el rostro de aquella persona que había interrumpido mis pensamientos. Era una joven de aproximados 20 años, sus ojos era de un tono miel y su cabello castaño claro, más alta que yo por unos 7cm y con un semblante alegre. Se presento como Elliot. Me recomendó otro par de libros y termine comprando el libro que tenía en mis manos, otro par de novelas y un libro de astronomía, no sé en que estaba pensando, al terminar la compra la invite a almorzar y terminamos pasando la mayoría de la tarde juntas, al oscurecer me ofrecí a llevarla a su casa, insistió en que no había ningún problema porque se fuera caminando, pero realmente no me molestaba en lo absoluto así que termine ganando aquella discusión.
Pronto llegamos a su casa, que en realidad no estaba muy lejos, el camino fue silencioso, aunque interrumpido de vez en cuando en una indicación hacia donde virar o algún otro comentario. Me estacione frente a su casa, y me invitó a entrar, le pregunte que si sus familiares no se molestarían por una visita tan tarde, ella me respondió que vivía solo con su hermana mayor y que en verdad no había problema, yo le dije que sería otra vez pues tenía que llegar a mi casa a arreglar unos asuntos, y de repente vi su cara muy cerca de la mía solo logre sonrojarme antes de que sus labios se juntaran con los míos, no supe cómo responder, mi cerebro se había bloqueado, y al darme cuenta de que era algo que no me desagradaba continué el beso, era un beso tierno y romántico así que no encontré problema en seguirla, eso al parecer la sorprendió y cuando nos separamos, la razón era que necesitaba respirar, su cara estaba muy roja, tanto como un tomate, nunca había visto a una chica así. Pronto bajo del auto y entro a su casa. Yo quede un poco desconcertada pero no lo suficiente como para dejar de verla.
Hacía hace un año de eso y a mi madre no le había hecho mucha gracia que le regalara un libro de astronomía. Todo el recorrido llovió mientras yo era acompañada por la música de la radio, llegue una hora antes de lo acordado y pensé que ella aun no estaría lista, toque a la puerta y me recibió su hermana, ella estudio psicología y ahora era una destacada profesionista, yo la quería mucho y siempre que podía le traía un girasol, su flor preferida. Se alegró al verme y me dijo que Elliot estaba en su cuarto. Toque y entre sin esperar respuesta… y allí estaba sentada en su cama ya arreglada. Se veía muy bella en verdad, pero estaba sonrojada y al parecer nerviosa, lentamente levanto su mirada y la encontró con la mía, y sin dejarme pronunciar palabra me tomó del brazo y me llevó escalera abajo, casi chocamos contra su hermana, de la que nos despedimos rápidamente y salimos al auto.
Al parecer estaba más nerviosa que yo, la tomé de la mano y le dije que todo saldría bien y que no permitiría que le pasará nada, la verdad no sé por qué dije eso tal vez estaba demasiado nerviosa que repetí las palabras que ya había escuchado una vez y que fueron traicionadas. Conduje lento mientras tomaba su mano y de vez en cuando miraba su rostro, ella temblaba. Pronto llegamos a la casa de mi tía donde todos nos reuníamos por lo menos una vez al año.
Bajamos del auto, la lluvia al parecer había disminuido y caminamos hasta la puerta, abrí, atravesamos una parte del patio-jardín, llegamos frente al vestíbulo, y a pesar de los nervios entre primero tomándola de la mano, por lo que entro exactamente después de mi, los siguientes minutos fueron demasiado extraños, todo fue muy rápido.
Al entrar todos se giraron sonrientes y esperando al supuesto chico que creían venia tras de mí, al entrar Elliot sus rostros fueron tan diversos como habían sido iguales hace dos segundos: mi padre la miraba despectivamente, mi madre se veía decepcionada, mi tía se veía confusa, su marido era indiferente a la situación, mi primo pequeño seguía gritando y pataleando por algo que seguramente le habían negado y mi prima solo sonrió. Ese momento que parecía congelado fue resquebrajado por una esfera que había caído al piso, de la mano de mi padre, rompiéndose en muchos fragmentos.
Mi padre se acerco a mí con los ojos rojos como si fuera a llorar ¿Acaso era una decepción para él ver feliz a su hija? Y mientras pensaba aquello, yo esperaba escuchar palabra alguna, de momento mi mejilla solo sintió el golpe, quedando roja al momento.
Después empezó a gritar: “¡Te largas ahora mismo, y me vale un comino que sea navidad!” Cada palabra hería mi corazón, y las facciones en su rostro representaron el golpe más duro, que equivalía a 50 bofetadas como aquella, él no sabía cuánto la amaba y todo lo que daría por ella.
Pronto tomé de la mano a Elliot y empezamos a salir por donde habíamos llegado, pero antes mi madre me detuvo, no tenía intención de hacerle caso, mi madre insistió que hablaría con mi padre, y que si las cosas no funcionaban ella misma me abriría la puerta, yo miré a Elliot y ella asintió, así que regresamos adentro.
Mis padres fueron a la cocina a hablar, así que no supimos de ellos, en ese momento que nos quedamos en la sala todas las miradas se posaron en nosotras, mi tío miraba a Elliot como comida, así que me interpuse en su vista y le dirigí una mirada lo suficientemente agresiva como para que no la volviese a mirar en su vida, mi tía aun no entendía la situación, mi primo seguía llorando y mi prima, algunos meses menor empezó a asediarnos con sus preguntas: “Y díganme ¿Se besan tiernamente o prefieren un beso francés?” Elliot se sonrojo al instante y yo solo la hice callar con un coscorrón.
Eso era suficiente, Elliot no tenía por qué soportar aquella situación, y de repente escuche un curioso dialogo desde la cocina: "Solo debemos convencerla de que ella no es de su tipo, probablemente sea solo una fase, solo hay que sacarla de esa fase y al rato seguirá buscando chicos, debemos hacer que odie a esa chica”. Y al escuchar aquello rodo una lágrima por mi mejilla, yo había confiado que mi familia sería feliz si yo era feliz, y ellos habían descuartizado esa confianza.
Tomé a Elliot y la saqué de allí, subimos al auto y maneje directamente a mi casa, le pedí que me ayudara a empacar, tome todo lo que podía llevarme.
Una vez hace 3 meses, Salome, la hermana de Elliot me había ofrecido quedarme con ellas, e incluso quedaba más cerca de la universidad a la que quería asistir, yo me negué, pero creo que era hora de aceptar, a Elliot no le molestaría y su hermana si aceptaba nuestra relación.
Después de aquello fuimos a mi nuevo hogar, y a pesar de que allí no habían puesto árbol, ni nacimiento, no había una gran cena, y todo fue improvisado pensé que a partir de ahora cada navidad sería feliz.