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Cobarde. por Stric39

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Notas del fanfic:

Pues bien, mi historia al más puro estilo Brokeback Mountain. ¿No la han visto? Deberían, (no diré que es la cumbre del cine gay, porque no he visto demasiado cine gay - . -)

Sólo tiene TRES capítulos, y ya tengo hechos dos y medio así que tendrá su final asegurado (tampoco hay que esperar mucho, lo destripo nada más empezar?)

El título, uh, no se me ocurrió nada más. Lo siento T__T

No tengo ganas de decir más cosas, ni más cosas que decir, así que, eaea, lean que no hace daño, y tampoco dejar review! ;)

Notas del capitulo:

Ah, sí, yo quería aclarar que esto es una manera...una forma, un...algo, a Heath Ledger. Uh, para quién no sepa quién era http://es.wikipedia.org/wiki/Heath_Ledger 

No diré tampoco que era el mejor actor de no sé qué y no sé cuántas porque no creo que haya un mejor actor en general, habría que fijarse en todos los filmes del mundo y sería...difícil. Pero sus papeles en Batman, Brokeback Mountain y el Imaginarium del Doctor Parnassus (hasta que es él, y no Johnny Depp, Collin Farrel o Jude Law pasados por ordenador) me parecen de lo mejor, y ojalá que no hubiese muerto, pero así es.

Bueno, lo dejo que me desmadro con el tema, decir que hay unos asterisquitos al final, aclarando los asquerisquitos del texto.

 

1.

 

GALE murió solo, desnudo y triste. Murió solo porque yo no tuve los cojones para aceptar que soy un marica reprimido –sí, lo sigo siendo – y que le quería; murió desnudo porque no podía conciliar el sueño con ropa porque hacía demasiado calor; murió triste porque yo no estaba con él. Así que, supongo que por mi culpa murió solo y triste. Y en realidad por mi culpa desnudo también, todo a su tiempo.

 

Tenía solo veintiocho años, un gran talento para el teatro y la música y una sonrisa contagiosa y magnífica. Yo, tenía treinta, ni un ápice de talento para algo que no fuese cortar y tallar madera y una mala hostia increíble. En realidad yo lo llamaba 'carácter', pero claro, según mi padre yo era un maricón ignorante, así que quizás no llevaba razón.

 

Bueno, lo único que yo sabía, y sé, a ciencia cierta (a pesar de ser un ignorante que solo sabe tallar madera)es que quería, quiero, a Gale Carlisle. De hecho, es el único hombre al que querré en mi vida, y la mejor persona que nunca he conocido. Pero como creo que las cosas hay que explicarlas, lo haré.

 

 

 

EL trabajo escaseaba en medio de Texas, con su ganado y su calor. Mi padre, mis dos hermanas, mi hermano y yo, necesitábamos algo que llevarnos a la boca, así que todos trabajábamos, y todos ganaban más que yo. Aunque bueno, sólo tenía diecinueve años. La madera se me daba bien, pero no era un buen negocio con tanto calor; las tormentas hacían que se pudriesen los maderos, el sol, que se dilatasen mucho, y al final solo quedaba un trozo de árbol podrido.

 

Los días pasaban aburridos en Tucker&Wood, aburridos de cojones. De esos de manos dobladas sobre la cara tanto tiempo que luego se queda toda la cara con dos manchas rojas. Sí, tan aburridos.

 

Entonces, llegó Gale, con su media sonrisa y su sombrero, a hacerme compañía.

 

—Hola, bienvenido a Tucker&Wood, ¿puedo ayudarle en algo?

 

En realidad eso era algo protocolario, yo no tenía ni ganas ni humor de ayudar a nadie a elegir qué tipo de letra quería para poner en su rancho, y luego, después de prometer pasarse por allí a por el pedido, nadie aparecía.

 

Así que básicamente lo único que hacía era tallar y tallar para nadie. Para nada.

 

—Buenos días –sonrió mostrando esos dientes tan blancos con los paletos un poco separados. Eso siempre lo hizo sexy –. Me llamo Gale Carlisle y...eh...buscaba, uh, algo especial.

—Mientras se haga con madera...¿Cómo de especial?

—Verás –dijo rebuscando algo en los bolsillos de su camisa marrón –, es difícil de explicar.

 

Gale se acercó a explicarme lo que quería. Tenía el pelo castaño oscuro, los ojos azules –con un pequeño círculo amarillo alrededor de la pupila, siempre me llamó la atención – preciosos y una barba mal afeitada y repartida en su limpia cara.

 

Sacó un plano de unos terrenos y lo desdobló varias veces para estirarlo sobre la mesa.

 

—Necesito una valla muy grande. Que cubra todo esto, y necesitaría mucha madera.

—Ah, sí. ¿Es para un rancho? ¿Qué tipo de tablas necesitas?

—Sí, bueno, no...No es exactamente para un rancho, ¿sabes? Es, uhm, algo más.

—Da igual, no tiene que darme explicaciones, yo sólo vendo la madera.

—En realidad también quería hablar de eso.

 

Le miré. ¿Eh?

 

—¿Eh?

—Es que...Mi padre está mayor, mi madre no sabe de estas cosas y yo solo no puedo hacerlo –¿quería darme pena? –. Quiero decir, ¡necesito que alguien me ayude! Y, ¿quién mejor que alguien que sabe tanto de madera?

—Espera, espera. Espera. ¿Me estás diciendo que quieres que te ayude a construir lo que sea que sea esto? –señalé el papel –. Porque de ser así tienes la cara más dura que he visto en mi vida, y puedes creerme, he visto muchas.

—Te pagaré por esto, aquí no entra mucha gente, ¿no?

—¿Y tú que sabes? Mira, si eres un chico de buena familia no me importa, no me importa nada de eso en realidad. Puedes coger tu madera y largarte.

 

Se guardó el plano en el bolsillo de nuevo, pero no pensaba marcharse, claro que no. Podía ser muy persuasivo cuando quería, y a mí –por aquel entonces – no había cosa que más me persuadiera que una buena cantidad de dinero.

 

—No soy un chico rico, aunque lo pueda parecer. Y si me ayudas te pagaré bien. Te daré trescientos por todo el trabajo y te daré de comer el tiempo que estés conmigo; lo prometo.

—Cuatrocientos.

—Eh, que te invito a comer –sonrió. Sabía que haría el trabajo por solo trescientos.

 

Suspiré. Eso me parecía de lo más raro, aunque bueno, había pasado tan rápido que es como si no hubiese tenido tiempo para pensarlo un poco mejor, o hacer más preguntas.

 

Clavé mis ojos en los suyos.

 

—Vale, lo haré.

—Gracias, de veras, te lo agradezco mucho. Mañana pasaré a recogerte por aquí, tengo una camioneta roja.

—Sí, vale, genial.

—Y esto es para la madera, ¿puedes tenerla lista para mañana?

—Exactamente como yo decía: un cara dura.

—Quizás –se echó a reír y dejó el dinero sobre mi mesa –. Entonces, ¿nos vemos mañana?

—Supongo. Gracias por pasar por Tucker&Wood.

 

Guardé el dinero en la caja y volví a apoyarme sobre mis manos, a la espera de un cliente que no fuese tan...así.

 

 

 

NO es que odiase a mi padre, pero no nos caímos bien. Parecía que solo trabajaba para alimentar a mis hermanas, aunque ellas también trabajaban tejiendo. La gente decía que nos parecíamos, que los dos teníamos mal genio pero buen corazón, que no temíamos a casi nada y que nos preocupábamos por los demás.

 

En realidad yo sí era todo eso, pero lo único que se acercaba a mi padre era que tenía mal genio. No tenía buen corazón, era un cobarde y solo se preocupaba por sus dos bellas hijas, y solo porque se lo prometió a mi madre antes de que ésta muriese. Ahora que lo recuerdo, sí, sí que le odiaba. Respecto a lo físico, nunca pudimos ser más distintos. Mientras yo tenía una altura normal, que siempre me ha parecido bastante perfecta, él era bajo. En su cabeza había apenas cuatro pelos mal repartidos, mientras que en la mía había una media melena entre rubia y castaña que quedaba mejor en mí de lo que podáis imaginar; aunque, bueno, ahora empiezo a gozar de buena frente. Sus ojos eran verdes, preciosos, y yo había heredado los castaños de mi madre. Y lo único que me enorgullece de la madera es que me aportó unos brazos definidos, al contrario que los suyos.

 

Sí, para nada parecidos.

 

—Mañana después de trabajar en Tucker&Wood iré a hacer un trabajo un poco apartado de Texas, con un cliente. Me dará de comer y me pagará bien.

 

Mi padre engulló su trozo de pan mientras me señalaba con el dedo.

 

—¿Tú construyendo algo? –Se echó a reír –. ¡Vamos, no sirves para nada! Eres un maricón, como tu hermano, y como la mayoría de los tejanos, y no servís para nada.

 

Oh, no, no estaba bebido, no aún. Aquello era uno de sus buenos días. Miré a mi hermano que cenaba callado al otro lado de la mesa, aunque con los puños apretados, y a mis hermanas, que se miraban entre ellas.

 

—Voy a construir eso, y me van a pagar por un trabajo bien hecho.

 

Volvió a reír a carcajadas.

 

—¡Y yo bailaré sobre la tumba de tu madre!

—¡Cállate! ¡No tienes derecho, hijo de puta! –Dijo mi hermano levantándose. ¿En qué pensaba? ¿En dormir a la intemperie? –. ¡Tú deberías estar muerto y no ella!

 

Sin embargo, en vez de echarle a patadas de allí, mi padre volvió a reír. Aunque creo que hubiese sido mejor que nos echase a los dos a patadas, oh sí, ¿cómo he podido decir que no le odiaba?

 

 

 

CERRÉ la puerta de Tucker&Wood y esperé –demasiado paciente para mi gusto – con la madera y mascando tabaco. Una camioneta roja, bastante destartalada y con la pintura y la chapa echas polvos, se paró frente a mí.

 

La cabeza castaña asomó por la puerta del acompañante.

 

—¡Hola! Siento llegar tarde, estaba preparándolo un poco.

—Qué más da.

 

Subí a la camioneta sin ningún cuidado y me acomodé, si se podía llamar así, en los asientos roídos de la vieja camioneta roja.

 

El primer día discutimos –Gale discutió – sobre cómo queríamos la posición de las maderas, cuántas habría en cada hilera y un montón de etcéteras más. El segundo nos pusimos manos a la obra, enlazar los maderos, con más madera, era fácil aunque lo había hecho pocas veces. Clavarlos en el suelo, también era fácil.


Lo más difícil en realidad era comer. Gale hablaba mucho, de nada en realidad, pero mucho. Mi don nunca fue la palabra, así que yo me comía sus comidas callado mientras le escuchaba, podía haber, simplemente, fingido que lo hacía, pero le escuchaba. La mayoría de las veces hablaba de su familia, que como había supuesto en un principio, no era rica. El padre de Gale, al que él admiraba profundamente, estaba enfermo y su sueño había sido siempre tener un rancho, así que Gale había comprado un caballo a unos tíos árabes, pero no tenía rancho, y mantenerlo en la casa costaba mucho dinero. Así que ahora, después de haber ahorrado un año entero, intentaba construir un rancho, con una escalera que daba a una habitación para que su padre pudiese dormir con los caballos. Sí, pensaba comprar más, y ya estaba haciendo tratos.

 

La verdad es que el cariño que le tenía a su padre, le hacía mucho más maduro que cualquier chico de su edad. Mucho más maduro que yo, que tenía diecinueve y parecía un tío de cincuenta solo por mi mal humor. Él tenía diecisiete y era alguien...puro. Como ya dije, la mejor persona que he conocido jamás.

 

El cuarto día que trabajé allí, me preguntó por mi nombre.

 

—¿Sabes de qué me acabo de dar cuenta? –preguntó dejando de golpear la madera.

—No sé, ¿de qué?

—¡No sé tu nombre!

 

Le miré.

 

—Es cierto, pronto haré una semana que te conozco, y no sé como te llamas. ¿Te parece normal?

—Nada de esto es normal.

—Bueno sí, deja otros temas aparte –sonrió –. ¿Cómo te llamas?

—Heath. Laurie.

—¡Me encanta! ¡Heath! Te gustará el campo entonces, ¿no?*

—Es un chiste demasiado quemado.

 

Era verdad, no era la primera vez que me lo hacían, ni la última.

 

—Déjame pensar. –Se dio unos golpecitos dramáticos en la barbilla –. ¿La carne de vacuno?*

 

Recordé como mi madre solía llamarme Heatho y dejé de martillear un momento. Después, seguí con lo mío, tenía que seguir con mi cara de tipo duro, ¿no?

 

—Eres muy gracioso.

—Ya lo creo –sonrió de nuevo.

 

Seguí trabajando allí, hasta que a los nueve días, ocurrió el incidente. Gale y yo llegamos como cada día sobre las tres de la tarde a continuar la . Pero no había . En su lugar, quedaban los restos de mi madera esparcidos por la hierba seca. Genial.

 

Gale parecía más afectado que otra cosa, al fin y al cabo, el trabajo de su padre se había echado a perder y no es que él tuviese la salud como para aguantar mucho tiempo.

 

—¡Perfecto, Gale! ¡Pensé que dormías aquí para asegurarte de que no pasaba algo como esto! ¿Acaso no ves que es un sitio abierto?

—No te pongas así, yo también he trabajado en esto.

—¡Y una mierda! No haces otra cosa que hablar, hablar y hablar, ¡no has trabajado en nada! ¡En nada!

 

Pateé una piedra hasta que dio en una de las maderas en el suelo y rebotó. A lo mejor me pasaba, pero es que había trabajando una semana para nada. Escuchando las estúpidas historias de Gale para nada. Me molestó y mucho.

 

—Heath, oye, yo...

—Déjalo. Podemos...empezar de nuevo.

—...te pagaré el doble.

—Sí, eso pensaba. Y además quiero que te quedes aquí por las noches para vigilar esto.

—¡Pero es injusto! ¡No es mi culpa!

—¿Es la mía?

—No, pero, deberíamos quedarnos los dos. Es lo más apropiado.

—Seguro que destrozar nuestro cercado si era lo más apropiado, ¿verdad?

—No he sido yo.

 

Eso hubiese sido raro. Empecé a recoger la madera del suelo, destrozada, mientras ignoraba las peticiones de Gale, aunque al final, accedería a quedarme.

 

 

 

TE pasas el día haciendo sabe Dios qué cosas, no comes aquí, apenas nos traes un duro de Tucker, ¿y ahora tampoco vas a dormir aquí? Das verdadero asco, Heath Laurie.

—Sí, me lo repites mucho.

 

Guardé una camisa azul para ponérmela a la mañana siguiente, y una chaqueta gruesa para la noche mientras mi padre seguía criticándome. Siempre lo hacía al fin y al cabo. Bajé las escaleras cuando el gritaba un ''¿Acaso no tienes que agradecerme nada?'' y me encontré con mi hermana más pequeña, –tenía quince años – Lucy, en la puerta.

 

—Hola, Heatho.

—Hola, guapa. ¿Cómo te va cosiendo?

—Aburrido. ¿Y a ti tallando?

—Aburrido también. Creo que lo dejaré –le guiñé un ojo, Lucy de veras se hacía de querer.

—Heath, yo...Quería decirte que he conocido a un chico. Espera, no digas nada. Se llama Nat,es el hijo del herrero. Sabes que gana bastante, así que supongo que a papá le gustará, ¿te gusta a ti?

 

Vaya, se me hacía raro. Mi hermana pequeña contándome aquello.

 

—¿A ti te gusta?

—No mucho –admitió, un poco avergonzada –, pero el dinero...

—El dinero solo le importa a papá. Espero que a ti no, así que conoce a Nat, y si es buen chico, cásate con él.

—Oh, gracias, Heatho.

 

Volví yo solo, conduciendo, hasta el casi rancho de Gale. Era bastante de noche, y nunca me gustó la noche. Él estaba cenando pescado, y no acepté solo porque habíamos discutido por la tarde, porque en realidad tenía hambre.

 

El durmió en lo que sería la habitación de su padre muy pronto, y yo dormía cerca de las maderas, junto a una hoguera, tapado con mi gruesa chaqueta.

 

Así pasamos un mes. Yo dormía fuera, él, dentro, yo pasaba frío, él no. Pero bueno, supongo que era justo. Dormía, me levantaba e iba a Tucker, y volvía para trabajar allí. No fue la vida que esperaba con casi veinte años, pero era la que me había tocado, así que...Además, el proyecto del rancho y la casa para el padre de Gale, duraba más de lo que yo deseaba. Llevábamos un mes trabajando y apenas habíamos construido la mitad, así que calculaba que al menos hacían falta tres meses.

 

Aún así, a esas alturas ya me sabía todos los nombres de cada miembro de la familia de Gale, todos sus amigos de la infancia y el nombre de media vecindad. Sin embargo, él apenas sabía que tenía varios hermanos, un padre con el que no me llevaba demasiado bien, y ningún amigo aparte del viejo Tucker, y no estaba en su mejor momento.

 

Cuando ya llevaba allí treinta y dos días, decidimos beber un poco de alcohol. Era sólo un poco en teoría. El primer trago me sentó fatal, me calentó demasiado el estómago y además no sabía bien, y por la cara de Gale, supuse que no era el único. El segundo, mejoró, aunque seguía con esa molestia demasiado caliente en el estómago, la lengua se me había adormecido y entonces sabía menos mal. Después de más de diez tragos, la cosa mejoró.

 

—Y, dime... –Si yo tenía la lengua pesada, la de Gale parecía de plomo.

—Te digo...¿qué?

—Algo, no sé nada de tu vida en realidad.

—Uh, pues, es difícil. Me llamó Heath Laurie y tengo diecinueve años, casi veinte. Mi madre murió cuando yo tenía, esto...Eh, quince años, hace ¿cinco? No, cuatro. Mi padre es un hijo de puta del todo, aunque no tenía nada en contra de mi abuela. Tengo un hermano, y dos hermanas: Lex, Lucy y Anne. Un día te los presentaré, son realmente geniales.

 

Gale me miró durante un rato, y después se echó a reír.

 

—¿Qué?

—¡Nada, nada! –soltó la última carcajada –. Es solo que has hablado más en cinco minutos que en un puto mes. ¡Un puto mes y solo sabía tu nombre y apellidos!

—Y que trabajo en Tucker. ¿En qué trabajas tú? Te vas todas las mañanas después que yo, te he visto.

—Así que me has visto, ¿eh? –asentí -. Trabajo en el teatro, vendiendo entradas. Ya lo sabes.

—El teatro es para tías y maricas.

—Entonces deberías ir. –Volvió a reír cuando le tiré la botella vacía –. Buenas noches, Heath.

—Buenas noches.

 

No presté atención a los vacilantes movimientos de mi socio al subir por las escaleras. Me tapé con la chaqueta e intenté apurar las gotas de alcohol que quedaban en la botella, aunque se había roto mientras Gale la esquivaba. Me quedé dormido cuando la hoguera se apagó, pero bueno, el alcohol daba calor.

 

Aunque el alcohol, como muchas otras cosas, es traicionero. Me desperté helado. Tenía la boca seca y me empezaba a palpitar la cabeza. Intenté meter las manos por los bolsillos, pero tenía los dedos muy fríos. Empecé a tiritar, y a hacer sonidos que eran de procedencia dudosa. Gale se asomó desde la escalera y me gritó.

 

—¡Eh, Heatho, deja de hacer el imbécil y ven aquí!

 

Le obedecí. Me acurruqué junto a la pared más cercana, sobre una sábana blanca, bastante cerca del cuerpo de Gale, que olía a sudor, alcohol, y paja. Entonces...Bueno, horas después, ocurrió.

 

Aún era de noche, aunque estaba muy oscuro así que no faltaría demasiado para las seis. Me desperté, acalorado esta vez y desabroché mi chaqueta. Gale se dio la vuelta en su sitio y me miró. No es que fuese una atracción sexual tan potente para no poder pararla, pero de todas formas, no sabía muy bien si quería pararla. Gale agarró mi cara y me acarició el pelo, tenía las manos calientes.

 

—¿Qué haces? –pregunté.

 

Gale me mandó callar. Se quitó la chaqueta y acarició mi costado, por encima de la ropa. No fue bonito, no, para nada, fue puramente sexo. Sexo entre hombres, algo que estaba muy mal visto en Texas, condenado por arresto ante la ley, y con la muerte ante el populacho.

 

Gale desabrochó su cinturón, y yo agarré su camisa para darle la vuelta. Mis manos dudaron un poco, y no sabía si era porque aún estaban un poco frías o porque en realidad no quería hacerlo. Bajé sus pantalones como lo hacía todo, sin ningún cuidado. Y sin ningún cuidado también comencé –o al menos lo intentaba – a penetrarle. Era difícil, y no era lo mismo que tener sexo con una mujer. No, para nada.

 

Tampoco duró mucho, y en realidad no lo recuerdo bien, pero un rato después estaba tirado encima suya, con los pantalones bajados y la cabeza sudada apoyada en su espalda. Luego me dormí otra vez.

Notas finales:

*Heath significa brezal, de ahí el ingenioso (no, para nada) chiste de Gale.
*Heatho significa gallo, o carne de ave.


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