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Conociendo a tus padres por katzel

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Llevábamos un buen tiempo saliendo juntos y no le encontraba un solo defecto a mi queridísimo escritor Takeru Morimo. Por un lado, resultaba genial ver a un hombre en posesión de sus infinitas cualidades, pero por otro, como periodista escéptico, debía encontrar algo rápido, porque mi nivel de enamoramiento rayaba en la adoración y si seguía así, el siguiente paso incluía construirle un altar en mi departamento y tenerlo allí en vías de eterna veneración... o ...llevarlo a casa de mis padres.

Lo último vendría sólo después del Armageddon y la hecatombe mundial... así que era mejor que me apresurase en tomar las medidas y buscase un hermoso jarrón para los inciensos y campanas en honor a mi ídolo. Ni siquiera su última travesura de venir a trabajar a la redacción con la excusa de buscar material para sus obras policiales me había molestado en verdad. Claro que mis nervios estaban a punto de explotar con él dentro de la oficina a tiempo completo y el riesgo de que alguien nos pille in fraganti, pero fuera de ello, tener la seguridad de encontrarle cada vez que levantaba la vista no me disgustaba para nada.

En eso estaba mientras le veía tomar apuntes. Cuando trabajaba lo hacía seriamente y sopesando cada dato antes de anotarlo. Ese gesto de concentración me hacía morderme los labios y espiarlo tras el periódico abierto de par en par, sin darme cuenta que lo traía de cabeza.

Sus encantadores ojos dejaron los archivos y fueron por mí, complaciéndose de atraparme observándolo descaradamente.

- ¿Necesitas algo, Sa-chan? - preguntó intencionadamente y vi venir la tormenta. Cuando usaba ese tono significaba que era él quien precisaba de algo y no yo.

- Nnnno... estoy ocupado revisando ehhh... hum... esto...

- ¿Has aprendido a leer de cabeza?... una exótica habilidad...

Si me quedaba callado y sentado, el seme del Yaoi Life Style iba a venir por mí y me iba a arrasar en mi propia oficina. Cautamente me levanté y fui al librero repleto de material, a escoger cualquier cosa que disipara las estrellitas y nubecitas en forma de corazón que pululaban en mi mente. Algo que me recordara esa pose de "Satoru el hombre", imagen superdevaluada por múltiples acontecimientos.

Bueno, aquello no detuvo para nada a Morimo, quien sólo desvió su ruta inicial y me acorraló colocando un brazo a mi costado y el otro en el lado contrario, construyendo la muralla impenetrable y segura que me hizo temblar.

- ¿Estás interesado en esos volúmenes?

- ... um... ajá...

Sólo monosílabos me salían de la comprometedora situación a la que me sometía el escritor.

- A mí también me han empezado a interesar... mucho... demasiado...

... si existe un solo uke que pudiese resistir ese tipo de técnicas, que levante la mano y me diga cómo, porque - conociéndome - eso iba a terminar mal.

- Morimo... estamos en el trabajo... ya sabes la regla...

- ¿Pasará algo malo si no respeto el metro de distancia que me has impuesto?

- Te voy a castigar... - le amenacé sin esperanzas de detenerlo.

- Perfecto... Sa-chan va a castigarme, me pregunto cómo lo hará...

Sus brazos se cerraron, haciendo el muro mucho más delgado y atrapándome de facto.

Apenas pude dejar de ruborizarme cuando empezó la danza de los besos y me empujó levemente hacia los legajos antiguos que constituían mi breve biblioteca. Eso se sentía muy bien. Y apenas empezábamos...

- ¿En serio no pueden guardar algo de compostura? - preguntó Satomi Hirano, su editora, ingresando sin tocar previamente.

- ¡Waaaaaaaaaaaaaaaaaaak! ¡Yo soooosoooolo! ¡Morimo me pidió que le trajese algo y entonces... bueno... vino ese viento fuerte y....!

- No tienes por qué justificarte conmigo, Yamamoto. Sé de sobra lo que hacíais... sólo que me parece algo audaz que lo intentéis aquí, con todas las personas alrededor. Pude no haber sido yo y eso significaría un golpe directo a la carrera de alguien. ¿No debería comportarse, sensei?

Ahí iba, riñéndonos como hermana mayor. Le encantaba la pareja que hacíamos y era nuestra fan absoluta. Si por ella fuera, ni siquiera nos habría avisado para poder vernos a gusto y paciencia, pero si nos separaba, significaba que ya había escuchado a alguna de mis compañeras con intenciones de entrar a ver a Morimo, quien era tremendamente popular con todas las chicas de la sección.

Malditas mujeres ¿no podían dejar de acosarlo?

- Lamento exponerte a ese riesgo, Sa-chan.

- No, está bien...

- La próxima vez le pondré seguro a la puerta.

- ¡Esa es tu forma de disculparte!

- Algo de cautela no nos vendría mal.

- ¡Quizás si "alguien" no se me echara encima cada vez que le apetece...!

- Me pregunto quién será el desconsiderado... - bromeó guiñándome el ojo y haciéndome callar.

- Oh... Yamamoto, llegó este sobre para ti, me lo dieron en recepción - dijo Satomi tendiéndome la carta.

Reconocí el sello y la estafeta de inmediato.

- ¡Es de casa!

- ¿Qué dice? - preguntó intrigado mi escritor.

- Ohh... es el cumpleaños de papá. El año pasado no quiso celebrarlo porque no tenía buena salud, pero este año quiere a todos sus hijos en casa. Hum... eso amerita un permiso... quizás necesite cinco días... no... pediré una semana entera... me lo merezco, después de todo...

- ¿Entonces iremos el lunes?

- Para llegar es preciso salir el domingo en la noche y... ¡ehhhhhhhhhhhhhhh! ¡STOP!... ¿por qué escucho que usas el plural?

- Porque vamos a ir a casa de tus padres, Sa-chan. Es un buen momento para tomarnos unas vacaciones.

- Noooooo... ahhh no... y no me vas a convencer. Mis padres son mis padres... y llevarte significaría... es decir...

Me puse rojísimo y me enfadé por ello.

- Sa-chan...

- ¡No te llevaré a casa de mis padres!

- Me pregunto cómo será el dormitorio de Sa-chan...

- ¡No-vas-a-ir!

- ¿Qué pósters habrá colgado durante su juventud?... ¡sus fotos de niño!... anuncio que robaré una para mi archivo personal.

- ... no creo que...

- Debo preparar mi agenda. Vamos, Satomi-chan. Debemos despejar la próxima semana. Claro... sé que no estoy invitado... pero esperaré a que Sa-chan lo haga. Confío en él.

- Mejor no confíes tanto... ¡no confíes nada!

- Hasta mañana - me dijo muy animado, moviendo su cabeza de hermosos cabellos marrones.

- Morimo... - le advertí moviendo el dedo en señal negativa.

- I-love-you-Sa-chan.

Guau... disparaba a quemarropa y con buena puntería.

A Satomi le hacía mucha gracia ese remedo de discusión que teníamos. Antes de salir, se tomó el tiempo de decir:

- Deberías invitarlo, bobo, ¿no podrías presentarlo como un buen amigo? vas a herir al sensei si no te decides -

- No lo haré.- estaba en mis trece y allí me iba a quedar.

- Sé que el orgullo es importante... pero no deberías fingir con él. Apuesto que estás a punto de erigirle un altar en tu departamento.

Vaya... debería poner su consultorio de adivina.

- Ni siquiera prometeré que voy a pensarlo. No llevaré a Morimo... me niego rotundamente.

Y parloteó de un trofeo o algo semejante, sólo le escuché la parte final.

- Sí - le corté hastiado.

- Te llamo luego, Yamamoto.- dijo poniéndose los lentes oscuros de yakuza y saliendo tras el sensei.

Esa era la clave para decir que Morimo iba a darme mi llamada antes de dormir. Era curioso cómo a esa hora me comportaba como la seda. Lo esperaba siempre y conversábamos largo y tendido. Terminaba con mi último suspiro y mi sonrisa en la oscuridad.

Daisuke Hayashi, mi mejor amigo, se cruzó con nosotros y me hizo la venia de una alabanza.

- ¡Señor de los señores! ¡No lo creooo!

- Que pasa...

- ¿Estás saliendo con ella? ¡enséñame cómo consigues lotes así! ¡maestro de maestros! ¡futuro gran periodista y amante de la nación!... en la redacción estamos que nos matamos por hablar con esa diosa y no nos dice ni "a". ¡Ya sé! ¡Ella es la mujer del balneario de "O"! ¡Tenías toda la razón al fugarte así!... me habría arrastrado de rodillas hasta Europa por llevarla a cenar... venga... dame detalles... apiádate de tu amiguito y dime sus medidas... ¡es lo justo!

Podía ser cubierto de lisonjas equivocadamente, o decirle que realmente andaba con Takeru.

- Tienes razón... ella es quien me quita el sueño...

Me agarró del brazo y no me soltó hasta que todos pudiesen verme.

- ¡Chicos! ¡Anuncio importante! ¡La señorita Hirano es la novia de nuestro querido Yamamoto!

La barra masculina repitió uno por uno sus gestos de sorpresa y recibí más palmadas en la espalda que en mis días de jugador de fútbol soccer.

Bueno... sé que fue cobarde aceptar esa equivocación. Sólo me alentó el lado amable de la situación. Se acababan los goukon y mi imagen de chico "duro" se afianzaba con la farsa. La cuestion era decírselo a Satomi y a Morimo sin que ella se ofendiese y sin que él se enfadase.

- Gracias a Dios que acerté - suspiró Hayashi a mi lado mientras bajábamos a almorzar. Yo cargaba una pila de folios que casi no me dejaban andar, los archivos elegidos por Morimo para enviarlos a la editorial por correo certificado.

- A qué te refieres - le pregunté haciendo malabarismo con mi carga.

- Mira... se me había ocurrido una idea ridícula... es que cada vez que viene ese extraño escritor que vuelve locas a todas nuestras colegas, tus ojos... bueno tu mirada cambia... y se pone... más... menos... hum... esto es difícil... es que él estuvo también en el balneario de O..., lo supe porque los noticieros no dejaron de pasar boletines sobre su estadía y...

- ¿Y?

Descendía lentamente. Hayashi, a mi lado, gesticulaba tratando de explicarse.

- No te enfades... es que la conclusión a la que llegué es demasiado boba y escandalosa... tomando en cuenta las inclinaciones de Takeru-sensei...

Si en ese momento Daisuke Hayashi hubiese visto mi rostro, se detendría ante mi desconcertada expresión. Por suerte, los documentos hicieron lo suyo y me protegieron de la verdad.

- Sigue...

- Pensé que tú y Takeru sensei... eran... tú sabes... no es que haya tenido dudas sobre tu hombría... demonios suena tan ofensivo ahora que lo digo... pero quién sabe... a lo mejor él te estaba obligando... ¡olvídalo!... estas especulaciones estúpidas no son nada frente a tu preciosa novia. Disculpa, Satoru.

Se me cayeron los papeles y se regaron a lo largo de los seis pisos descendentes de la escalera de emergencia. Solíamos evadirnos por allí porque era el lugar menos transitado de la redacción y podíamos fugarnos sin que ningún aprendiz intentara colarse en nuestro almuerzo.

Sin proponérselo, mi mejor amigo acababa de dar en el blanco.

Y lo único que cabía era sobrerreaccionar y fingir hacerle un lío.

Sólo escandalizarme tanto como él valía entonces.

- ¡Estás loco, Daisuke! ¡Cómo se te pudo ocurrir algo semejante! ¡Takeru-sensei y yo! ¡Vaya que tienes imaginación!

- ¡Lo lamento!... ya dije que era una bobada... diablos, sabía que debía quedarme callado.

- Si quieres pagar tu error, será mejor que empieces por recoger los informes que tu torpeza me hizo botar.

- Claro, claro, no faltaba más. Satoru... ¿no estás molesto, cierto?... creo que me he pasado...

- Anda rápido , yo me encargo de los papeles de este nivel. Nos encontramos en el piso tres. No quiero que les dejen la huella negra de un zapato.

- Satoru...

- Ve, tonto, no estoy molesto. Pero no vuelvas a decir una cosa así.

Uff. Eso estuvo cerca. El misil casi destruye mi elaborado muro de privacidad y con él hubiera caído también el elaborado imperio de mi credibilidad.

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En casa tuve que refugiarme tras una taza de té calmante y, por supuesto, sumergirme en la tina con agua caliente hasta el tope. Hundido en mi nirvana, escuché la voz de la conciencia despacharse a su gusto.

¿Qué pasaría si alguien de la oficina llegaba a darse cuenta? Quizás en la alta esfera de Takeru Morimo no significaría mayores cambios. Incluso podría subir sus ventas si se comprobaba que la vida glamorosa de sus novelas volvía a tener inspiración real. Ya tenía antecedentes con el pesadísimo enano cantante del balneario de O... A lo más, los directivos de la editorial le llamarían la atención pidiéndole discreción. Las fans pasarían de imaginárselo solo a imaginárselo conmigo... y prefiero no profundizar en qué situaciones... en cambio... para mí... significaba el aniquilamiento total. El periodista más duro de policiales se convertiría en un débil muñequito de torta. Los estereotipos estaban a la orden del día y no sería perdonado. (Incluso en el caso extremo que quisiera justificarme diciendo que yo era el que llevaba la relación, lo que traté de hacer una vez con Satomi quien se pegó una gran carcajada y no me creyó absolutamente nada).

Los prejuicios me separarían categóricamente del puesto número uno de Japón, mi meta soñada.

Hice burbujas de jabón y hundí mi rostro confundido.

¿Qué íbamos a hacer? ¿Nos pasaríamos la vida entera escondiéndonos? Si lo llegaban a saber, el único edificio que sería demolido sería el mío, y me transformaría en "el chico de Takeru", mi vida se circunscribiría a él y no tendría un minuto de paz.

"Déjame ir a casa de tus padres"

¿Y se atrevía a pedirme algo tan arriesgado?

"No pierdas la perspectiva... no aceptes... él no..."

Escuché el celular y salté de inmediato, poniéndome la bata y arrojándome a la cama para alcanzarlo. Media hora de dudas y martirizaciones se mudaban a otro continente con la llamada nocturna de mi escritor.

- ¿Satoru? - escuché una decepcionante voz femenina.

- Oh... sólo eres tú, Hirano-san.

- No te emociones tanto, Satoru. Espero que recuerdes que la premiación del sensei ha sido reprogramada para hoy en la noche y ...

- ¿Premiación?

- ¡Te lo conté en la mañana! ¡El sensei ha recibido el premio Naomori por su último libro! ¡Me imagino que le habrás enviado un mensaje de felicitación!... en verdad existen miles de personas que matarían por estar en tu lugar y tener al sensei tan cerca... es irónico que a él se le ocurra fijarse en el único que no sabe valorarlo.

Golpe bajo. Para mí, Takeru era maravilloso, pero, desde que nos conocimos no había leído ningún libro suyo y no tenía idea de lo importante que era en las lides literarias.

- ¡Yamamoto! - me sacudió Satomi - sé que él no es capaz de pedírtelo, pero le gustaría que fueras a la premiación. ¡Te lo pregunté esta mañana y dijiste que sí!, menos mal que no confié en que lo recordaras. Falta una hora, así que ponte el traje y ven rápido. Yo te escoltaré, como si fueras mi acompañante.

- Pero...

- ¡Nada de peros! ¡Eres imposible! - gritó furiosa - ¡Ay de ti si no apareces!

Colgó luego de rezongar mi falta de tacto y se compadeció de su estimado sensei.

Mecánicamente me dirigí al armario y tomé el primer terno que encontré. No me apetecía salir de casa y menos arrastrarme en la fría noche a ocultarme entre las bambalinas de una sala llena de gente que se arrodillaba ante el hombre que amaba, sin poder decir quién era ni justificar convincentemente mi presencia.

Compré el ramo de cattleyas en la florería. No traía demasiado dinero, así que opté por el arreglo más económico. Luego subí al taxi que se detuvo en la avenida central mientras yo cruzaba los dedos para que se apresurase, porque la pelirroja iba a matarme a golpes sino llegaba a tiempo. Y aún faltaba decirle que teníamos que actuar en la oficina... esa mujer daba miedo... cómo se lo iría a tomar.

No pude aguantar demasiado dentro del taxi que apenas se movía dos centímetros y vencido por la impaciencia, salí a correr en medio de la pista, esquivando los distintos vehículos que avanzaban como tortugas. Los imaginaba a cada uno de ellos como el obstáculo que me impedía ver a Morimo.

Media hora después llegué al lobby del hotel, completamente agitado, sin poder hablar y escuchando las palmas en el auditorio del segundo piso. Rayos, había llegado tarde y seguramente el discurso de Morimo era el ovacionado. Quise entrar de buenas a primeras, pero en las escaleras y el ascensor, vagaban distraídos muchos de mis colegas del periódico y Satomi no se veía por ningún lado.

"A lo mejor se cansó de esperar"


¿Cómo entrar?... si tan sólo hubiera una...

"¡El ascensor del estacionamiento!"

Pedí en secreto que el ascensor tuviese un dispositivo de viaje en el tiempo que me ayudase a saltar media hora en el pasado. Por fin bajó y me quedé helado, incapaz de reaccionar de inmediato.

Al abrirse, me encontré a boca de jarro con Morimo ¡QUIEN ESTABA SOSTENIENDO DE LA MUÑECA A UN DESCONOCIDO!... sí, mis ojos enfurecidos se posaron exactamente en su lugar de contacto. Morimo le soltó, sin inmutarse, como si no estuviera haciendo nada malo.

¡Quién demonios era ese tipo!... y encima atractivo... y con ojos de ensueño... desgraciado... si tenía algo con Morimo... akkkk... ¿no sólo era el cantante S...? ¿Ahora me tenía que preocupar por cada ser humano que rondase a mi sensei?

- ¡Satoru! - dijo él mirándome.

- ¡Quién es esta persona!- le grité señalando al culpable con el dedo índice.

- Kurou-sensei. Está atravesando un terrible trance esta noche. Sólo quería decirle que le admiro muchísimo y que continúe con la escritura.

Malo... malo... malo... si sabía lo celoso que me ponía era un tonto al hablar así.

- ¡Y te atreves a decirle que le admiras delante mío! - le grité molesto. ¿Acaso tenía piedras en la cabeza? Admirar... si todas sus emociones tenían que pertenecerme... seme cruel... ¿estaba buscando que me suicidase o qué?

- Haz venido a felicitarme por el premio... - le escuché susurrar a su salida del ascensor, mientras yo retrocedía hasta la pared.

"Heyyy no me cambies de tema... te cogí con otro, eso vamos a discutirlo"


El extraño, me miraba con curiosidad con cara de "ese muchacho se ve muy mono" y tantas cosas caían sobre mí en ese instante que traté de defenderme haciendo aspavientos.

- ¡So... solo... no fue idea mía! ¡Satomi me convenció de darte una sorpresa!

- ¿Y ella te dijo que me comprases las flores? - esa actitud liberal delante de un extraño no iba a ayudar a calmarme.

- Bu...bueno... pensé que sería un buen detalle... ¡es mera formalidad!... - tomé nota de no volverle a comprar flores jamás... se lo toma muy a pecho.

- Eres muy dulce... Sa-chan... - respondió acosador como siempre, inclándose sobre mí.

- ¡Qué haces!...- apenas pude poner una mano para defenderme y ésta se doblegó fácilmente a la proximidad de su pecho.

- Te llevo a casa... debo terminar de recibir mis regalos...- susurró en mi oído, derritiéndome con su voz.

Descuido imperdonable. Me pasó el brazo tras la cintura y ya estaba dando pasos como su marioneta. Puse mi peor cara para hacerle comprender que era vergonzoso ceder ante él de esa forma tan sencilla, pero no se dio por aludido.

Antes de doblar hacia donde tenía aparcado el deportivo, Morimo se volteó a decirle a ese misterioso hombre del ascensor:

- Éste es el motivo por el que escribo... yo... amo a Yamamoto Satoru...

Mis mejillas quemaron como si hubiera recibido dos sopapos. ¡Cómo se atrevía a exponerme de esa manera! ¡Hasta con nombre y apellido!

- ¡Es que estás loco! - reclamé sin poder deshacerme de sus brazos - ¡exijo que me sueltes y me digas...!

Me besó antes de secuestrarme en su auto y eso bastó para callarme.

- ¿A dónde vamos?... quita esa cara de felicidad... te has portado mal...- rezongué.

- No puedo dejar de sonreír. No esperaba que vinieras, ha sido una gran sorpresa. Te mostraré mi nuevo estudio privado, Sa-chan... es un lugar muy tranquilo...

En diez minutos estuvimos allá y nos detuvimos dentro de la cochera, oscura como boca de lobo.

Mi asiento descendió bruscamente hasta colocarme en posición horizontal.

- Morimo... - me puse sobre aviso.

- ¿Celoso de Kurou-san?... no seas niño, Sa-chan - dijo divertido.

- No fue... hum... ¿puedes dejar de...? Morimo, aquí no...

- Este deportivo es muy cómodo... no te imaginas cuánto... me pregunto si debería demostrártelo...

- Me niego a permanecer en este auto. No dejaré que...

Morimo deslizó mi corbata como quien jala del moño del regalo más grande bajo el árbol de navidad.

- ¡Hey!

- Shhh, estrenemos mi estudio secreto apropiadamente...

- No puedo quedarme, en verdad... ¡cierto, traje los archivos que no pude enviar! ¡Si quieres los leemos!...

Usó mis propias manos para que le quitara el saco y al sentir su agitación, se me apagó la voz. Pronto sentí su cuerpo abriéndose paso en esa complicada posición y sus cabellos acariciaron mi rostro suavemente.

- ...

Sin perder de vista mis reacciones, me obligó a retirarle lentamente la camisa y a subir y bajar sobre su piel desnuda. Estaba ardiendo y yo no podía evitar mirar desde el blanco cuello hasta la base de su cintura. Allí, montado sobre mí, Takeru Morimo sabía cómo enloquecerme, acelerándome en menos de un segundo. Dejó que colgara mis brazos, entrelazándolos tras sus cabellos mientras iba impaciente abriendo los botones de mis prendas.

Experto...

No podía competir con alguien así. Simplemente me borraba del mapa con su técnica. Ya estaba sentenciado a pasar la mitad de la noche en el asiento de su auto deportivo. La otra mitad era en su habitación... mi devastación estaba cantada, la resistencia era futil.

- Morimo... uhm... ¡Morimo!

- Gracias por estar aquí - dijo mordiendo mis labios - ... significa tanto...

- Um...

El olor del ramo de cattleyas era lo único que respirábamos mientras continuábamos ese ritual tormentoso de aproximarnos en viva piel. A otro jamás se lo hubiera permitido, pero Morimo era Morimo y no podía detenerlo. Que tomase ventaja de mí, ya ni me importaba. Me había rendido... eso era agradable... más que agradable... era...

Extendí nuevamente mis manos sujetándome a sus cabellos y acariciando su rostro... quería ver esa mirada... esos ojos azules... esa llama encendida cuando llegásemos al éxtasis total.


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