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Conociendo a tus padres por katzel

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- Eh... eso sí está peligroso...

Peligroso o no, balanceó su peso y gracias a la fuerza de gravedad, resultó en el lugar exacto donde debía estar. Sus labios resoplaban sobre la parte inferior de mi nariz, su vista bien puesta sobre mi boca delataba su obsesión por besarme y tomarme allí rápidamente.Una traicionera gota de sudor que rodó hasta mojar las sábanas le dijo que siguiera sin detenerse. Y sus pulgares de presdigitador ya amenazaban los botones de mi camisa que cederían, locos por dejarle hacer de mí lo que quisiera. Las banderas de la independencia ya no me pertenecían y mi bello escritor se aprovechaba sin remordimiento alguno. Una de sus manos se deslizó dentro la tela oscura de mis pantalones y supe por qué estaba enamorado de su manera de tocar.

- ahh... - el aliento caliente, también le confesó que estaba demasiado listo si necesitaba de mí.

- Vivamos juntos, Sa-chan... podrías tener esto en cualquier momento... imagina nuestras noches... y despertar juntos, abrazados, quiero estar contigo todo el tiempo.

¿Cuándo se iba a cansar de pedir? ¿Mi cara tenía el cartel de "máquina de los deseos"? y vaya que él tenía muchos demasiado excéntricos y costosos. Ya iba a la oficina y estaba a punto de comer con mi familia ¿Qué más quería?

- Sayo-tan

Rodé hasta el piso antes de que Hoshino ingresara a la habitación, pensando que estaba solo.

Takeru se sentó cruzando las piernas y sonriendo, dentro de su nuevo kimono masculino, que sabía mostrar parte generosa de su pecho. Mi pobre imouto-chan se sonrojó terriblemente, sin poder soportar el aura glamorosa de Morimo.

- Eto...

- Haro - dijo él suavemente como si le estuviera hablando a un conejito.

- Yo... he comprado todas sus novelas y quería saber si no era mucha molestia si...

- Estaría encantado de autografiarlas. Si algún día vas a Tokio, puedo mostrarte los originales y podemos cenar con Isaka-san.

- ¡Isaka-san! ¡me muero! ¡Mi tercer autor favorito!... el segundo...

- ¿Kurou-sensei?

- ¡Siiiiiiii! ¡Oh, Sayo-tan...!- empezó a llorar de la felicidad - ...gracias por invitarlo... él es... él es... ¡divino! ¡lo adoro, señor Takeru Morimo! ¡Prepararé onigiri especial sólo para usted!...

El onigiri era la especialidad de la casa y tanto mi abuela como mi madre habían pasado a la siguiente generación sus recetas de mil tipos distintos, en casa, el máximo honor es recibirlo de regalo y así lo entendió, halagado, mi escritor.

- Venga, tranquilízate... toma un poco de agua.- invité a Hoshino a sentarse frente al escritorio.

- ¿Desde cuándo se conocen? ¿en qué estáis trabajando? ¿puedo ayudar en algo?- Hoshino rebotaba sobre la silla dispuesta a saciar su curiosidad.

- Tu oni-san me hizo una entrevista cuando estaba de vacaciones, me dejo una increíble sensación - esto lo pronunció intencionadamente sin que mi inocente hermana pudiera captar a qué se refería.

- Ohhhh

- Y luego de eso nos hicimos bastante cercanos, en Tokio no perdimos el contacto, por el contrario, incluso me salvó durante el célebre escándalo de O...

- ¡Mi hermano fue su héroe cuando se encontró con S...! ¡Deberías habérmelo contado Sayo-tan! eres injusto...

- Sólo es discreto... un periodista serio, como pocos. Y ahora me deja revisar los archivos en busca de ciertos casos que plasmaré en mi próxima serie de relatos detectivescos.

- ¡Kyaaaaaaaaaaaaaaa!, que envidia... si yo fuera Sayo-tan. No lo dejaría solo ni un segundo.

Él me miró directamente con esos aparatos de rayos equis de color azul que decían: "Lo ves, hasta tu hermana moriría por tener algo más de mí a tiempo completo"

- Hoshino... escúchame bien... quiero que me prometas una cosa - le indiqué dándole el vaso de agua.

- ¿Si? ¡Ohhhhhh! ¡Ya sé! ¡Ustedes son pareja y quieren que guarde el secreto de su relación!

¿Suicidarse arrojándose por la ventana era una solución posible o sólo la estaba imaginando?

Morimo ni parpadeó, estaba en paz perpetua sonriendo.

Luego los tres nos reímos por la broma. Hoshino y Takeru muy complacientes, yo, completamente quebrado y horrorizado.

- Muy graciosa.

- Gomen na, oni-chan. ¿Cuál es tu pedido?

- No le digas a nadie lo famoso que es Takeru-sensei ni el género de obras que suele escribir. Quizás los abuelos tengan algún prejuicio...

- Ok. Lo comprendo... ahora voy a hacer los onigiris de Takeru-sama. ¡Serán los más ricos que haya probado!

- Neee, Hoshino, una duda... según tu broma... si el sensei y yo - que no lo fuimos, no lo somos, y no lo seremos nunca - nos emparejáramos, cuál se supone que sería mi rol. ¡Es por una apuesta con Hirano!... dímelo sin ambages, así, de primera impresión.

- Uke.

Ni lo pensó. ¿Cómo una adolescente podía ser tan cruel?

Bajó sonriente las escaleras agitando los brazos en señal de la música interior que corría por su cabeza.

- ¡Qué diablos tengo de uke! - le pregunté al espejo cromado de mi pared.

Cuando Morimo completó el cuadro colgándose encima mío al mejor estilo de "Seme propietario", me hice cierta idea.

- ... no es que seas delicado y femenino... eres bastante duro y tienes un aire enloquecedor... el mejor producto de la Civilización Yamamoto. No te lo tomes muy en serio...

El llamado de Makoto, indicó que nos estaba esperando el opíparo almuerzo.

- ... es hora de sentarnos a la mesa de los Yamamoto... - le susurré - ¿seguro que estás listo?

- Preparado... pondré mi empeño en conquistar a tu familia. Me ganaré a tus padres y abuelos y a cada una de tus hermanas.

- Si soy enérgico debo haber salido de algún lugar. Multiplica mi actividad por cada miembro del clan y tendrás el número áureo de las actividades que tendrás que realizar. Todavía estás a tiempo de ser más reservado.

- No, Sa-chan. En este viaje. Me prometí que tu familia sería la mía.

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El mundo flotante no bastaba para describir el flujo de marea en eterno movimiento que éramos nosotros.

Takeru probó cada platillo que mis hermanas le habían preparado y papá alabó su elegancia y buen apetito. Conversó con el abuelo sobre la historia japonesa, impresionándolo y éste valoró que era el único en la sala que sabía cómo vestir el kimono masculino. Por su crianza tradicional, Morimo conocía canciones y ceremonias que emocionaban al viejo patriarca y juntos se animaron a cantar algunas, seguidos por mis padres, acompañados por las palmas del resto de la mesa. Improvisó un discurso de cumpleaños a papá que encantó a todos y les hizo llorar. Su regalo de cumpleaños, nos dejó en un hilo, ese rólex era de lujo y tenía diamantes auténticos. Fue la primera vez que vi a mi padre usarlo tercamente aunque el resto le pedía que lo guardase con miedo a que se vaya a malograr.

Los festejos se extendieron la semana entera.

Durante ese tiempo, Morimo fue a pescar con los hombres, bailó con las mujeres, preparó antiguas recetas con la abuela, jugó al go con el abuelo, practicó arquería con papá y Makoto, fue de excursión con el clan entero a las montañas, organizó el día de campo, tocó el samisen, cantó karaoke, enseñó a mis hermanas a hacer lámparas de papel. Se dejó peinar y vestir por ellas como si fuera su muñeca y no se quejó de la cantidad de kimonos que hasta mi madre le dejaba sobre la cama para que los luciera. Hoshino le hacía moños y coletas y mi cuñada le planchaba los pijamas primorosamente. Con las mujeres, Takeru solía leer poemas de amor y contar, la verdad tras ciertos escándalos de actores y actrices de la farándula. Con los hombres, conversaba sobre la economía del país y su análisis por lo general se inclinaba a criticar a la clase dirigente. Cosechó las coles del jardín y las cortó de tal manera que parecían flores de loto.

De inmediato fue adoptado, al igual que Satomi. Tanto así que pasados los primeros tres días no la pude diferenciar de la nube femenina que flotaba por el hogar. Sólo su melena roja indicaba que estaba allí. Por lo demás, era tan mandona y fuerte como cualquiera de las chicas y había que escucharla riendo mientras organizaban sus "noches de mujeres" en las que nadie podía interferir, salvo Morimo que siempre era bien recibido.

Al final, terminábamos conversando a murmullos en el cuarto. Las luces apagadas nos estrechaban mucho más y nuestras voces se entrelazaban ligeras, subiendo, bajando, dejando escapar pequeños suspiros. Ya le había advertido a mi novio secreto que estaba terminantemente prohibido hacerlo en mi cama, así que estaba tratando de cumplir, conformándose con dejar a tientas el lecho de invitado y cambiarlo por un lugar más acogedor y más caliente.

Apenas sentíamos el despertar de las aves, volvíamos a nuestra posición inicial y Makoto se encargaba de saludarnos y preguntarnos cómo habíamos pasado la noche. Morimo aprovechaba y me hacía sonrojar con centenares de referencias indebidas que mi ingenuo hermano jamás pillaba y que respondía feliz con su humor habitual.

Satomi me dijo que los padres de Morimo se casaron por conveniencia. Firmaron un contrato cuidadoso sobre sus bienes y determinaron tener dos hijos a quienes criarían dándoles la mejor educación que el dinero pudiese comprar. Sin embargo, el proyecto fue un rotundo fracaso. La ambiciosa Isaka Minako quiso tomar más de lo que el contrato estipulaba y de inmediato, Takeru Kamiyama, el esposo, inició el proceso de separación. El juicio fue largo y doloroso. Obligaron a sus propios hijos a asistir al juzgado y trataron de inclinar sus opiniones en favor de uno u otro cónyuge. Finalmente, cuando dispusieron el reparto del patrimonio, la familia quedó partida en dos, su hermano mayor, Kazehaya, fue enviado con su madre y él quedó solo en la enorme casa de los Takeru. Para su padre fue una desgracia perder a Kazehaya, porque tenía plenos derechos hereditarios al ser el mayor y porque, a modo de ofensa, el muchacho insistía en despreciar el apellido legal (Takeru), llegando a cambiárselo apenas cumplida la mayoría de edad (por Isaka). Morimo escapó de casa muchas veces y tras la última, las cosas se rompieron por completo entre él y el señor Kamiyama. Lo que no calcularon los progenitores de tan ilustre y bella progenie, fue que ninguno de los dos vástagos estaba interesado en absoluto en llevar adelante las diversas empresas por las que pelearon a brazo partido. Ambos adoraban la escritura y tenían vidas independientes, plenas y felices.

Tuve que encerrarme a llorar en el baño luego de escuchar esa triste historia. Todavía le escuchaba reír desde la sala y recién pude comprender por qué tenía necesidad de venir.

"Morimo..."

Salí echando fuego, dispuesto a que la última tarde en casa, fuese un solo de alegría y buenos momentos.

- ¡Ya llegó el rey de la charada! - grité abriendo los brazos - ¡Vamos a jugar!

- ¿Estás bien? - preguntó la abuela - tienes los ojos rojos...

- ¡Nada de eso! ¡Estoy que ardo! ¡Formen sus equipos porque esto tiene para largo!

El de cabellos marrones se las arregló maquiavélicamente para quedar en mi equipo. Hicimos mímica, adivinamos los títulos de las películas y perdimos vergonzosamente ante los mayores de la casa. Cuando quise saber la razón, mi abuelo dijo:

- La charada es un juego de comprensión de la pareja. Si tu pareja sabe adivinar hasta el mínimo gesto tuyo, el éxito está garantizado... pero si existen secretos y miedos, no podrás traducir sus expresiones en ideas concretas.

Morimo anotó en su libreta de mano las enseñanzas del más viejo de los Yamamoto y hasta reflexionó profundamente sobre el tema.

Sus ojos decían "tengo que conocer a Sa-chan hasta el fondo", y hasta el fondo siempre tenía un solo significado en su diccionario.

La última noche le sentí algo frío. Parecía querer decirme algo sin atreverse. Una espina estaba clavada dentro de su mirada pura.

- ¿Te divertiste hoy? - dije apoyando mi cabeza en su hombro.

- Quizá habríamos triunfado en la charada si Satomi no te habría perturbado con cierto relato...

- ¿Ahhh? ¿A qué te refieres?

- A la triste historia de mi infancia...

- ¡No me dijo nada! ¡Lo juro! ¡Hablábamos de otra cosa...!

- A pesar de que le di severas indicaciones... hum... me pregunto si debería despedirla... esa es una indiscreción terrible...

- ¡No lo hagas!... por mi... por favor - dije pegándome mucho más a él - ... la perseguí por tres días y me lo contó porque ya no aguantaba que le preguntase lo mismo.

- ¿Y no preferías saberlo de la fuente original?

- Temía enfadarte. La pasabas bien y hacerte pensar en el pasado...

- Y es mejor enterarse mediante mi ayudante. ¡Ella traicionó mi confianza!

- Takeru, esto es lo que quería evitar... no te molestes. Yo deseaba saber...

- ¡La única persona que no debía enterarse de nada! ¡A cualquiera se lo podía haber pasado pero tú...!

En ese punto ya nos habíamos sentado sobre la cama y Takeru me miraba con esos ojos tan fríos que lucían brillantes de furia.

- Nunca... te burles de mí de esa forma, Satoru.

- Morimo... estás agrandando la situación...

Se levantó tomando su chaqueta y abrió la puerta.

- ¿A dónde vas?

- ...

Salió dejándome el beso de su mirada salvaje.

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- Gracias por venir, hijo. Agradezco que seas buen amigo de mi Satoru.

- De nada, señor Yamamoto...

Ambos hombres, bajo la luz de las luciérnagas, hablaban desde el descansillo de madera del patio.

- Seguro que ya te has dado cuenta de la personalidad de Satoru. Fuerte por fuera, blando por dentro. Imagino que sigue sin tener novia, en realidad le espantan las relaciones. Aquí las chicas adorarían si se comprometiese con la señorita Hirano, pero yo opino que es muy pronto para él. Los amores de secundaria no se olvidan y más si son cortados de esa manera tan abrupta.

Apoyado al otro lado de la puerta, vi profundizarse la catástrofe.

- ¿Amores de secundaria?

- No estará bien que yo lo cuente, pero cuando Satoru estaba en la secundaria, se enamoró de una kouhai que tenía, era nuestra vecina y vivía a dos casas de aquí. Ella no se dio cuenta, él siempre ha sido muy formal y juntos compartían el club de periodismo, eso le bastaba. Entonces me pidió consejo en el mismo lugar donde estás sentado ahora y me confesó que estaba listo para declarársele. Cuando finalmente lo logró, Kimiko-chan le dijo entre lágrimas que su familia iba a mudarse Corea del Sur, donde su padre había obtenido un importante puesto de trabajo. Sólo pasaron un día juntos. Satoru dijo que ella era tan bella y brillante que no la ataría a una tonta promesa imposible. Fue valiente y la dejó ir, sólo que sufrió mucho. Después de eso, tomó el luto simbólico, impidiéndose traicionar a Kimiko con otra mujer. Tenía esperanzas en que Satomi-chan pudiera romper la maldición... pero creo que mi hijo pasará otra temporada solo...

- Yo le ayudaré... - dijo apasionado - se lo prometo... Satoru olvidará definitivamente aquello...

- Gracias, gracias señor Takeru, definitivamente puedo confiar en usted...

Tuve que escabullirme y rampar por las escaleras.

Takeru entró cual huracán en medio de la tormenta.

- ¿Quién es Kimiko? - preguntó lanzándome a la cama de facto.

- ¡Fue alguien especial, pero eso fue hace mucho tiempo!¡Tú tampoco me contaste lo de tu pasado!

- ¡Esto es diferente!

- ¡Por qué es diferente! ¿Porque se trata de ti? ¡Siempre tienes diferentes medidas cuando se trata de nosotros!

- ¡Yo no me enamoré de nadie que potencialmente puede regresar a reclamarme! ¡Yo jamás sentí nada real hasta que te conocí!

- ¿Y qué pasó con S... del balneario de O...? ¿Y con tus otros amantes? ¡Has tenido más vida galante que Casanova! ¡Y yo jamás averiguo acerca de eso! ¡Yo sólo tuve una novia en la secundaria y te pones imposible!

- ¡Ya dije que no amé a ninguno de los hombres con los que salí!

- ¡Entonces por qué estuviste con ellos!

- ¡Porque me sentía solo!...

Guardó silencio y se derrumbó hasta el piso.

- ... porque me sentía solo. Y me hubiera aferrado a cualquier muestra de cariño por pequeña que fuese. Hasta ahora me has idolatrado como alguien estable, perfecto, equilibrado... si supieras el eterno estado de fuerzas que luchan aquí...- puso mis manos sobre su corazón desbocado - ... la turbulencia... el desorden... la tortura... aquello se calma sólo con tenerte a mi lado. Y desaparece porque no sabes... porque no lo imaginas... porque no tienes lástima de mí, ni me ves como me vieron otros antes de ti...

- No te tengo lástima, Morimo. Jamás te compadeceré - afirmé sinceramente. - Takeru Morimo... eres la fuerza de la naturaleza que arrebata todo lo que tengo. Eres maravilloso... has construido la vida que quieres llevar... me siento siempre protegido por ti y hecho a tu medida... siempre serás perfecto para mí... nada en el universo ha sucedido antes que tú y yo nos conociéramos...

- Sa-chan...

- Nada...- le sonreí - ... ni Kimiko, ni S... ni tu familia...

- Lo siento... me he comportado tontamente... y todo por tu culpa...

- ¿Mía?

- Me has hecho perder la cabeza...

- hum... qué tendré que hacer para defenderme de esa acusación...

- Aceptar las disculpas de tu novio arrepentido y permitir cierta proximidad...

- Morimo... no estamos técnicamente sobre mi cama, así que la prohibición...

Ni me dejó terminar, el beso desesperado nos electrizó y nos hizo temblar. Y perdí la conciencia nuevamente como solía hacerlo en esas situaciones, lanzándome de lleno al deseo de deslumbrarlo, de provocarlo y empujarlo al límite como él lo hacía conmigo. Quería verle descontrolado, fuerte, peligroso, que el deseo de mí no tuviese fin. Mi ejercicio de seducción incluía ciertos movimientos bruscos que ejecutó con su grandiosa intuición. Pronto, al tenerlo a punto de tomarme, limpió los cabellos de mi rostro y se permitió verme.

- Te amo demasiado, Satoru - susurró antes de ingresar y obligarme a morder mis labios para no lanzar los alaridos que me provocaba.

Mis manos se hundieron en su espalda fuertemente. Otra vez, como el día que estuvimos en su casa, cuando empezamos, su cuerpo era protector y cálido.

"El único que puede traer luz a mi encierro"

Eso fue lo que dijo entonces... y eso quería ser yo para él.

Sus pulgares rasgaron mis caderas como si abriesen surcos de sangre y luego, marcaron mi pecho con largas líneas que sus labios se esforzaban en seguir.

- Morimo... - gemí en voz baja - ...sigue... sigue... que no quede... nada de mí...

Tenía licencia completa para acceder al lugar que quisiera, me había convertido en un hombre retador y exigente. Y el de cabellos marrones sabía cómo complacerme.

- A tus órdenes - respondió con la voz enamorada y besó, acarició mordió y tocó hasta que no pude resistirlo más y fui borrado de la inmensidad del espacio por la pasión insaciable de mi amante.

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Quizás jamás renunciaría a tener discusiones con él si nuestra fórmula de solución incluía las experiencias superdeliciosas que él me hacía vivir. Ya recuperados, bajamos a despedirnos, relajadísimos y con buen ánimo.

Hoshino decía que había escuchado deambular a ciertos gatos techeros que probablemente se habían colado por la ventana. Otros corroboraron su historia quejándose de ciertor ruidos indebidos y misteriosos que sintieron por la madrugada. Satomi nos miró comprendiendo qué nos tenía cantando las mañanitas y calló aliviada y cómplice.

En la estación, las Morimo-monas funcionaban al máximo. Se diría que mi familia entera se había enamorado del escritor y le rogaban que volviese a la brevedad. Takeru hizo la promesa y luego de despedirse adecuadamente, me dejó el resto.

- En cuanto pueda, iré a Tokio - amenazó Hoshino.

- ¡Pídele a Satomi-chan que salga contigo! - exigieron mi madre y mis hermanas.

Escapé rápidamente antes que nos amarraran para que fuésemos novios.

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- ¿Estoy despedida? - preguntó la pelirroja antes de cerrar la puerta de su cabina.

- Todavía no...

- Entonces haré planes con mi siguiente sueldo...

- Gracias... sé que era importante para Sa-chan conocer mi pasado...

- De nada, sensei... sabe que siempre miraré por el bien de los dos.

Y desapareció. Morimo volteó hacia mi encantado.

- ... y donde estábamos nosotros cuando el malvado sol nos interrumpió...

- ... conversando sobre lo que haríamos al regresar...

- No... tú decías algo como: sigue... que no quede nada de mí... y luego te pregunté si ibas a mudar...

- Eto... no lo recuerdo con claridad...

- Te refrescaré la memoria...

- ¿No me dejarás descansar?

- Aún faltan muchas horas y tengo que usarlas en convencerte de que vivas conmigo.

- ¡Ya aclaré que es peligroso!

- También te negaste en lo de tu familia y venimos exactamente de allí.

- ¡No viviré contigo!

- Espera... te lo volveré a preguntar después... tendrás que decirme que sí.

- ¡Takeru...!

- Shhhhhh...

Debí aprovechar cuando lo tuve débil entre mis brazos, porque si aceptaba mudarme a su estudio secreto iba a firmar mi sentencia de muerte.

Aunque la muerte puede ser muy atrayente... a veces...

El Yaoi Life Style cobraba a su ya conocida víctima: yo, y nuestro incierto futuro, se hacía más incierto en medida que nos acercábamos a la capital.


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