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Miradas por NekoNata

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Notas del fanfic:

Hay poco que decir, solo que no sabía muy bien como subirlo.

Y que disfruten leyéndolo.

Fay tenía la mirada perdida mientras comía. Kurogane únicamente lo observaba frunciendo el ceño, intentando disimular el dolor, sin conseguirlo. Aún estaban en Nihon, descansando antes de aventurarse al siguiente viaje. El mago rehuía la mirada del ninja, ligeramente tenso. Se había dado cuenta casi desde el principio, de como aquellos ojos rojizos parecían taladrarlo casi literalmente. Para alguien como Fay, que evitaba a toda costa involucrarse y encariñarse con la gente, tener a alguien cerca capaz de ver a través de sus falsas sonrisas y de su helada mirada celeste le provocaba más de un quebradero de cabeza. No por nada le habían prevenido de Kurogane hacía ya tanto tiempo. Cuando sus miradas se habían cruzado por primera vez frente a la Bruja de las Dimensiones, el mago no había albergado una sola duda: era él. La persona que podía interponerse en su camino. Y en el caso de que así fuera, debía matarlo. Aunque esa no fue la única sensación que experimentó cuando miró al ninja a los ojos aquella vez. Aquella dura y fría mirada carmesí parecía ocultar y reprimir sentimientos. No por nada, en el fondo, sentía esa mirada arder y hundirse en la suya sin ningún miramiento. Como en aquel mismo momento. Y de nuevo, tuvo miedo.


 


-       ¿Duele? - sabía que era absurdo preguntarlo, la respuesta era obvia.


-       No es nada importante.


 


Cuando Fay tomaba la sangre del brazo de Kurogane, apenas solía doler. Sin embargo, desde que tenía su brazo mecánico, le era imposible ofrecerle alimento al vampiro de esa forma. Lo habían estado hablando, hasta que el ninja había propuesto una solución. También al ex-mago se le había pasado por la cabeza esa opción, pero la había descartado de inmediato. Demasiado comprometida, demasiado cercana. Demasiado dolorosa, para ambos.


Apenas podía contener la sangre con sus labios, que resbalaba por el cuello del ninja sin poder evitarse. Era deliciosa, definitivamente. Aunque de la misma forma que le provocaba ese insuperable placer saborearla, sentía arcadas cada vez que lo hacía. Fay no dejaba de echar de menos los pasteles y el chocolate. Cuando comenzó a sentirse satisfecho, la hemorragia disminuyó de golpe. Aturdido, el vampiro lamió la herida para ayudarle a cicatrizar. Era una manía que a veces le desagradaba. Era algo así como un instinto animal que le decía que debía agradecer el alimento a la presa. Aunque no solo debía agradecerle el alimento a Kurogane.


 


-       ¿Por qué me despertaste?


-       Porque estabas gritando el nombre de tu hermano y el de Ashura como un desquiciado... Llevabas días sin comer, supuse que algo de sangre te vendría bien para dormir - Fay palideció.


-       ¿Grité? ¿Alguien más lo escuchó? - preguntó preocupado. Kurogane se encogió de hombros.


-       Supongo que si lo hubiesen escuchado ya estarían aquí dando la murga. Les tienes muy preocupados, sobre todo ese bollo blanco. No deja de lamentarse porque perdiste tu magia... Y más desde que volvimos de tu mundo...


 


La imagen de Kurogane sumido en un charco de sangre, únicamente con un brazo en perfecto estado, le hizo cerrar los ojos en una expresión de profundo dolor.


 


-       ¿Y tú? - preguntó entonces.


-       ¿Qué? - el moreno alzó una ceja sin comprender.


-       ¿Tú no estás preocupado… por mí? - Kurogane se sobresaltó, sin creerse el no estar acostumbrado a los repentinos desvaríos del ex-mago. No respondió, por supuesto.


-       Como vuelvas a despertarme con tus gritos, te cortaré por la mitad, ¿ha quedado claro?- dijo separando al rubio de sí.


-       Como el agua, Kuro-sama - sonrió Fay.


 


De nuevo con los nombrecitos... sí que podía llegar a ser odioso. Pero era mucho mejor eso a que le llamara por su nombre completo, al fin y al cabo. Era una experiencia que no quería que se repitiese por nada del mundo. No había soportado su mirada de reproche aquella vez, su sonrisa aún más forzada de lo acostumbrada. Sonrisa que ahora se le mostraba, sincera y abierta, como nunca antes la había visto. En cuanto a sus ojos... el ojo izquierdo que no había conseguido salvar, cubierto con un parche, mientras que el derecho había perdido su color azulado (y su magia, por tanto) en favor del brazo izquierdo de Kurogane. Su relación no había vuelto a ser la misma, para bien o para mal.


Fay volvió a recostarse en el suelo, boca abajo, como acostumbraba a hacer para dormir, pero el ninja no se movió. El vampiro sonrió levemente.


 


-       Kuro-rin, ve a dormir, no pasará nada. Estoy bien…


 


A veces Kurogane se sorprendía de cómo el ex mago era capaz de leer sus pensamientos con tanta facilidad.


 


-       Todos deben descansar, debemos ir a buscar a la princesa. Con tus gritos no les dejarás dormir. No es la primera vez que lo haces…


 


Fay alzó las cejas, confuso. Durante el viaje, no habían sido pocas las veces que había tenido pesadillas. El cadáver de su hermano muerto frente a él, los cuerpos inertes de los habitantes de Celes prácticamente lloviendo del cielo, la oscura mirada de Fei Wang Reed, las ensangrentadas manos del Rey Ashura y su cuerpo atravesado por la espada de Kurogane… Dependiendo del momento y el lugar, unas imágenes u otras venían a su cabeza, dormido o despierto, sin distinción. No sabía que el ninja se había percatado de aquellos delirios que con tanto empeño intentaba ocultar. Ahora, a todos ellos, se sumaba la “muerte” de Sakura, o de su clon, más bien. Fuera o no la verdadera, él había adorado a esa niña. ¿Por qué Kurogane había decidido continuar el viaje? Entendía que quisiera resolver cuentas pendientes con Fei Wang, pero… Había llegado a su hogar, a su país, con su gente. Con su princesa, Tomoyo. ¿Iba a arriesgarlo todo? ¿Por qué?


 


-       Kuro-tan… - habló Fay al cabo de un rato, sabiendo a ciencia cierta que el otro estaba despierto.


-       ¿Qué quieres ahora, mago? – preguntó molesto el ninja tras un bufido.


-       Tú… ¿amas a Tomoyo-hime? – de perdidos al río. Si iba a morir apaleado o despedazado, mejor que fuera a manos de su Gran Cachorro. Los ojos carmesíes de Kurogane se abrieron de forma desmesurada.


-       Ella… ella es… - comenzó a decir entre carraspeos.


-       Lo siento, Kuro-sama – dijo Fay, incorporándose súbitamente – no tienes por qué responderme si no quieres…


-       Ella es mi amiga de la infancia, eso es todo – concluyó el moreno.


 


Se hizo el silencio. Uno de esos silencios tan típicos entre ellos cuando los niños no estaban, cuando no había que fingir normalidad delante de nadie.


 


-       Pero… - añadió el ninja al cabo de un rato, sonriendo levemente, casi con tristeza – Ya no solo está ella en mi vida – el rubio alzó la vista – Ahora tengo otras personas a las que proteger…


 


Entonces, Fay no pudo más. No importaba realmente si había o no algún significado implícito en aquella frase. Kurogane quería protegerles, hasta el punto de arriesgar su vida si era necesario. Si él sufría, no quería imaginar lo que el ninja sentía por la pérdida de Sakura. Se levantó con algo de torpeza, acercándose al moreno con decisión. Kurogane lo miró, confuso, incorporándose tal vez con intención de de detenerle y acostarle de nuevo en el futón, pero Fay no se lo permitió. Sus delgados y pálidos brazos rodearon con cariño el musculoso torso del ninja, en una muda muestra de cariño, tal vez intentando expresarle lo que no se atrevía a decir con palabras.


 


-       Gracias por ser tan bueno con todos. Gracias por preocuparte, por cuidarnos tanto. Por arriesgar tu vida por todos… por mí… Por demostrarme que mi vida tiene algún valor, por perdonarme todo lo que he hecho hasta ahora. Por sacrificar tanto por mí… - el único ojo sano del rubio se humedeció – Gracias por todo, Kurogane…


 


El susodicho solo alcanzó a corresponder ligeramente a su abrazo, confuso y ligeramente avergonzado.


 


Una mirada, una simple mirada. Y todo en su mundo cambió de golpe. Como aquel día frente a la Bruja de las Dimensiones. Como en aquel mismo momento, en el que los labios de ambos se unieron sin saber del todo quién había empezado el beso. Las manos de Kurogane se enredaron en el cabello rubio de Fay, desanudando la cinta que sujetaba su parche y retirándolo con cuidado. El vampiro se separó bruscamente, cubriéndose su ojo izquierdo con la mano, incrédulo. El ninja sólo apartó la pálida mano de lo que un día fue un hermoso ojo celeste. Recordó fugazmente el momento en el que lo encontró tras el ataque del Clon Xiao Lang. Boca abajo, como si durmiese. Con la diferencia de que cuando dormía no se encontraba en mitad de un charco de sangre. Y por primera vez desde la muerte de sus padres, Kurogane sintió terror. La boca manchada del clon y el deplorable estado del ojo de Fay le dijeron todo lo que debía saber. Aquella fue la primera vez que lo salvó de una muerte segura, y nunca se arrepintió a pesar de las poco disimuladas miradas de reproche e incluso odio. Pero simplemente, Kurogane no podía dejarle morir. Aunque su estúpido orgullo le impedía aceptar tanto el hecho como la razón oculta tras este. Sus labios acariciaron el herido párpado, con mimo, notando a su vez el tacto de la cuenca vacía. El ojo de color miel de Fay lo observaba atónito.


 


-       Eran más hermosos cuando ambos eran azules, ¿cierto? – Kurogane sonrió levemente.


-       Estúpido mago… -contestó el ninja enredando los dedos de su mano mecánica en el largo cabello rubio.


 


Esa frase era más que suficiente, pues ambos comprendían a la perfección su verdadero significado. Porque entre ellos ya no había secretos, ni mentiras. No hay posibilidad de engaño entre dos personas que son capaces de entenderse con una simple mirada.


 


“Gracias por existir”

Notas finales:

Gracias por leer. No es lo mejor del mundo, pero es lo que hay.

No sean demasiado crueles, por favor.


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