“tengo algo importante que decirte”
Quería quejarse. Quería gritar. Quería llorar. Pero no podía…
Las palabras murieron en sus labios y en ese momento comprendió que con ellas se iban todas sus oportunidades.
No podía culpar a nadie excepto a sí mismo, por negarse a ver lo obvio, por ser tan débil y tan descuidado.
Sí, lo habían apuñalado por la espalda pero eso solo porque le había dado la espalda a su enemigo. Había sido demasiado confiado, había creído en algo y en alguien aunque había habido pruebas más que suficientes como para que cualquier idiota se diera cuenta de la verdad.
Pero la culpa no era enteramente suya. Porque habían sito todos. Todos aquellos en los que alguna vez habían confiado le habían traicionado. Habían jugado con él, solo para saber hasta dónde llegaría. Lo habían dejado hacer cosas por demás idiotas solo para reírse de él.
¿Cómo no lo había visto?
La respuesta le llegó con todo el peso que la realidad le podía acarrearle a las consecuencias
Porque no había querido verlo.
Por supuesto que no. Nadie quería creer que no eras más que un juguete. Que estabas más que indefenso y a nadie le interesaba. Porque eso era lo que había hecho, se había puesto en desventaja con la terquedad que le caracterizaba por él. ¿Y que había sido él? Solo un infeliz más que lo había usado y no contento con eso lo había humillado, herido y quebrado. Y la lista seguía.
Y eso dolía y mucho, más que nada de lo que había sentido antes. Pero no solo por él. Ya no más por él.
En ese momento se odio más que a nadie. Ahora estaba realmente jodido.
Se había arriesgado al todo o nada. Y había perdido. No le quedaba nada. Ya no tenía a nadie. Estaba completamente solo.
Solo con ese problema y el mismo interrogante que no se podía sacar de la cabeza
¿Y ahora qué?
“tengo algo importante que decirte”
No podía sacarse eso de la cabeza. Sintió un escozor en sus ojos. Tomo aire y lo retuvo todo lo que pudo, para luego liberarlo en forma de un suspiro entrecortado.
No iba a llorar, no iba a darse ese consuelo. No lo merecía y por lo mismo no lo iba a tener.
Las lágrimas abandonaron su intento por escapar, así como también los lamentos que querían ser pronunciados. Al final solo quedo un dolor en su pecho que le impedía respirar sin dificultad.
Solo dolor. Sin autocompasión. Acallando todas las muestras externas de este. Se perdió en su mente. En los recuerdos. Buscando algo de la fuerza y la rabia que lo impulsaban a seguir adelante.
Intentando a su vez callar y olvidar esa verdad que pedía a gritos ser escuchada.
“tengo algo importante que decirte”
No.
“quédate a mi lado”
No, no.
“¿Qué es esto?”
No no no
“más, más, nunca pares…”
No no no no no no
“tengo algo importante que decirte”
No definitivamente no.
Nunca iba a decirlo ¡Nunca! Nadie lo sabría. Sería su secreto. Suyo y de nadie más.
Lo único que le quedaba….