A Naruto le gustaba estar sólo, tanto que tenía miles de escondites que consideraba secretos. Como vivía en un sitio lleno de vegetación, le era mucho más fácil poder hallar un sitio en donde nadie le molestase.
Era bien sabido por todos que el rubio era un muchacho sociable y muy bien portado, por eso su padre era admirado, porque a pesar de la muerte de su esposa había sabido cuidar y criar bien a su hijo.
Un día, el ojiazul llegó a los confines de una de las casas de los que venían siendo sus vecinos. La casa era amplia, de dos pisos y muy bonita, le encantó el trabajo que habían hecho con los árboles, y las flores despedían un agradable aroma.
Fue entonces cuando su atención fue llamada por una de las ventanas… allí, algo, una persona, miraba hacía el horizonte. Naruto se ocultó, ya que lo que estaba haciendo no estaba bien, estaba en propiedad privada y lo sabía, pero el chico en la ventana capturó su atención por completo.
Era de piel clara, de cabellos azules y finos, danzantes ante el toque del viento, con ojos negros tan profundos que se podría perder en ellos… El Uzumaki se cautivó con el joven y por primera vez en su vida sintió deseo… un deseo que no supo describir… ya que era un ángel, un ángel en la ventana.
- ¿Dónde has estado Naruto? – Le reclamaba su padre – Se suponía que preparases la comida temprano.
- Lo siento papá. Me distraje por ahí – Sirviendo de la cena que minutos antes había preparado.
- Ten cuidado. No quiero que te pase nada… ¿Lo entiendes?
-…
Naruto bajó la cabeza al sentir la mano de su padre sobre la suya, sabía que eso iba más allá que un gesto paternal, lo supo cuando empezó a besar todo su brazo.
- Vamos a la cama.
- No tengo sueño – Emitió sin mirarle.
- No vamos a dormir tontito.
Al sentir aquel suave y casi fugaz beso en la mejilla, recordó casi borroso cuando él tenía las mismas atenciones con su madre, a veces detestaba ser su sustituto, pero sabía que esa era la única forma de que su padre no se destrozase ante la realidad: su amada esposa estaba muerta.
Al día siguiente Naruto se levantó temprano, hizo los quehaceres de la casa y salió. Su padre no regresaría hasta pasada la tarde, y si no se encontraba con Gaara tenía el día para él.
No supo porqué, pero tenía ganas de ver a aquel extraño chico, su sólo recuerdo le hacía sonreír como idiota y el cosquilleo en su estómago le instaba a reír divertido. Tal vez ese día tendría el valor de presentarse.
Al mirar a la ventana no le halló. Se entristeció. Los azulados ojos se apagaron al pensar que a lo mejor su mente le había hecho una mala pasada y ese hermoso chico no era más que producto de su solitaria mente, pero tampoco había que ser tan negativos, no había necesidad para que alguien se quedase todo el día sentado frente a una ventana, y pensando así, el rubio se armó de valor para ir más allá de los jardines.
Fue entonces cuando lo vio… el joven de la ventana frente a sus ojos, destellando la perfección de la obra de Dios. Naruto sintió deseos de abrazarlo, más sólo sonrió, estaba de espaldas pero sabía que era él.
Caminó despacio para no asustarlo. En eso pisó sin querer una pequeña ramita haciéndola quebrar. Ante el sonido el chico se dio la vuelta.
- ¿Si?... ¿Quién anda ahí?
- ¡Ah! – Naruto se cubrió la boca.
- ¿Hay alguien ahí?
En ese momento Naruto cayó en cuenta, aquellos ojos carbonados estaban ignorantes a lo que constituía su persona, permanecían inertes bajo aquellos párpados rosados… apagados ante su imagen corpórea.
- Por favor si hay alguien… - El peliazul levantó delicadamente su mano, como tratando de tocar a la persona que estaba frente a él.
El rubio quiso tocarlo. Levantó su mano igualmente mientras sentía un agradable sentimiento brotar de su pecho, jugó entre las separaciones de la manos, deleitándose con la inútil búsqueda del otro muchacho. Imaginaba que era capaz de sentir la distancia entre sus manos como parte de las mismas, una extensión, una danza que lo cautivó por completo…. Cuando estuvo a escasos centímetros de sentir la piel de sus dedos, Naruto se contrajo, haciendo el menor ruido posible.
El ojinegro permaneció en silencio, mirando con sus ojos ciegos a la nada, dejándose llevar por su agudo oído.
¡Fue hermoso! La figura detenida y alerta del peliazul, sus cabellos agitándose con el viento, sus rosados labios apretados por la seriedad y las delgadas cejas fruncidas al no encontrar lo que buscaba, todo a la vez sin dejar de despedir un aire de ternura… ¡Sublime! Ansió besar esa boca o al menos tenerlo entre sus brazos un instante… un segundo.
Poco a poco Naruto retrocedió, no quería asustarlo y eso era lo que lograría si llegaba de ese modo, así de repente, decidió retirarse, dejándolo sólo mientras sus ropas se agitaban con la brisa.
- Ah… ah…. – Naruto estaba totalmente rojo, apoyaba la mitad de su cuerpo sobre una de las paredes, buscaba son desespero que el miembro lo abarcase, por lo que se movía de atrás para adelante con fuerza.
- Naruto…. Hoy estas muy animado… - El pelirrojo se recostaba de su espalda a la vez que le penetraba.
Naruto le ignoró y se dedicó a masturbar su propio pene, en su mente una escena lo hacía querer llegar al clímax, una imagen lo hacía vibrar y querer gritar del placer… el recuerdo de aquel chico ciego… se sintió avergonzado de aquello, pero entre suspiros se entregó a los brazos de Morfeo.
Continuará…