Un Axel en mí vida.
La verdad es que estaba muy aburrido y no sabía bien qué hacer. La verdad es que en Villa Crepúsculo no había demasiadas cosas interesantes para hacer, excepto lo que estaba haciendo yo. Bajar en patineta por sus bajadas.
Entonces, pensé en el único momento en el que me había divertido. Cuando Olette, Pence, Hayner y yo habíamos ido a casa de Naminé a jugar con un videojuego nuevo que tenía. Pero claro, la chica tenía que traer un baso de agua en la mano y… ¡sorpresa! ¡Cortocircuito!
Estaba tan concentrado en estos pensamientos, que no vi cuando subí por una valla, provocando que perdiera el control sobre mi patineta, y me fuera a estrellar sobre un pobre chico que paseaba.
Acabé encima de él, con nuestros labios unidos en un magnífico beso. ¡Un segundo! ¡Que le estaba robando un beso a un chico! ¡Y me estaba gustando!
Me levanté a toda prisa y le pedí disculpas. Era un chico pelirrojo, con el pelo muy desordenado y unos increíbles ojos de color verde, adornados con dos lágrimas dibujadas debajo de ellos. Tenía que reconocer que era un chico hermoso…
-No te preocupes. Me ha encantado la bienvenida. – dijo, y sonrió mientras se acariciaba los labios. – Me encanta este sabor… ¿Me das otro?
-¿Bienvenida? – pregunté, como si no hubiese oído lo que había dicho luego, pero sonrojándome un poco. - ¿Eres nuevo en la ciudad?
-La verdad es que si. Acabo de llegar del Castillo del Olvido, mi antigua casa, y no sé muy bien como orientarme… ¿No me harías de guía? – me preguntó mientras acercaba su cara a la mía. Menudos ojos…
-¿Guía? – me sorprendí. – Lo siento, pero aquí no hay nada interesante para ver. Tal vez si se lo dices a otro, sepa donde llevarte.
-¿Me llevas a tú casa?
-No.
-Venga… Seguro que es muy interesante…
-No.
Ya me iba a marchar, cuando noté como posicionó sus manos sobre mis hombros y me miró confiado, con una sonrisa, mientras sus ojos me pedían que aceptase la proposición. Le miré asustado e intenté alejarme, pero nuevamente sus manos me detuvieron.
-Va… Enséñame algo… - Rápidamente, le pegué en la cabeza a ese pervertido. – No, no me refería a eso… - se excusó sonrojado. – Quiero que me lleves a algún sitio, me aburro en esta ciudad…
-Adiós.
-¡Espera! ¡Ya lo sé! – gritó triunfal, mientras corría a toda velocidad hasta una de las tiendas de la zona. Aprovechando la ocasión, intenté escaparme de ese pelirrojo raro, pero volvió a toda prisa y no me dio tiempo. En la mano, traía dos helados de color azul.
-¿Y eso?
-No lo sé. ¿Me acompañas a la estación? Desde que llegué, he querido hacer algo… - pidió. No sé como, pero finalmente le acompañé. Nos subimos los dos al campanario y nos sentamos a ver la puesta de sol. Era hermosa…
-Ahora ya podemos comer. – dijo mientras me daba uno de los helados. Lo probé. Primero tenía un sabor dulzón, pero luego era salado. Saqué mi lengua en señal de asco. Él me miró con una sonrisa. – Me han dicho que son helados de sal marina. ¿No te gustan?
Negué con la cabeza.
-Están asquerosos…
-Pues dame el tuyo. – respondió con una sonrisa mientras abría la boca. – Podré volver a probar tu sabor…
-¡¡Para eso ya me lo como yo, pervertido!! – gruñí sonrojado mientras me acababa rápidamente el helado. Al final no estaba tan mal como parecía… Incluso estaba… rico…
Nos quedamos los dos en silencio observando el atardecer, que se hacía eterno, hasta que finalmente anocheció. Durante ese tiempo, por primera vez me había sentido entretenido y cómodo con ese extraño.
Luego nos despedimos, pero antes de que se me ocurriera preguntarle el nombre o la dirección, se marchó. Tenía ganas de volver a verle… de volver a comer helado juntos…
Al día siguiente, esperé con ansias a que llegase la tarde. Fui a la zona del centro para ver si veía la tienda de helados, pero no pude encontrarla. Un poco triste, subí al campanario solo, encontrándome con alguien allí.
El pelirrojo estaba viendo la puesta de sol mientras se comía y relamía uno de esos helados de agua marina. Se giró hacia mí con una sonrisa y e ofreció el helado.
-¿Lo compartimos?
-Pero sólo por hoy, no te acostumbres… - susurré sonrojado mientras me sentaba a su lado y comíamos los dos del mismo polo. Él aprovechaba las zonas que yo lamía para lamerlas él, pero no me importó. Bueno, al menos no tanto. Al final del día, me dio un beso en la mejilla.
-Ha sido un día maravilloso. Esto… Soy Axel, mucho gusto. – se presentó.
-Yo… Roxas…
-¿Roxas? ¡¡Me encanta este nombre!! Quedará bien en la ceremonia… Yo os declaro, marido y marido. Axel, puedes besar a Roxas… - dijo, mientras se giraba abrazándose a sí mismo, interpretando un beso.
-Ni lo pienses… - gruñí, pero al ver como me guiñaba un ojo, me puse a reír. Verdaderamente, esos eran los dos días más entretenidos que había tenido en Villa Crepúsculo. Acabamos los dos riéndonos a carcajada limpia.
Y desde ese día, no me he podido despegar de él. No sé como, pero ahora me encuentro tendido en su cama, abrazando su cuerpo dormido, los dos desnudos después de una de nuestras sesiones de sexo… Vaya, de veras nunca lo imaginé pero…
Desde que tengo a Axel aquí, los días son mucho más entretenidos. Creo que todos deberían tener un Axel en sus vidas…
Fin