Tom Misaki ya estaba harto de andar de un lugar para otro. Si no era Venecia, era Roma, Japón, Madrid, Berlín, Holanda, Washington o cualquier otro lado donde su padre necesitara estar. Quería tener una vida propia pero eso parecía no querer suceder.
Llegó a Japón y conoció a un chico fabuloso, de ojos lindos, sonrisa amigable y cuerpo deseable que lo cautivó.
--Hola, me llamo Oliver ¿Y tú?
--Soy Tom.
--Mucho gusto... Espero que nos llevemos bien.
--Igual.
Poco a poco la amistad afloró, pero el castaño quería más. Sin darse cuenta terminó enamorado de un chico. Y el pensar que en cualquier momento se iría, provocaba un dolor enorme en su pecho.
Trataba de pasar el mayor tiempo con el pelinegro pero la verdad es que ya no podía resistir el no tocar a Oliver y un día, sus impulsos terminaron por vencerlo.
Estaba en el vestidor del equipo, sentado observando una foto de ambos cuando jugaban en un partido importante. Se veían tan bien juntos... Lamentablemente, era el único que lo pensaba.
Un cosquilleo incómodo recorrió su vientre bajo y supo que un momento embarazoso estaba por llegar. Afortunadamente no había nadie cerca y faltaba casi una hora para que el resto de los chicos llegara, así que podría hacerlo tranquilamente y dejaría su conciencia en paz, aunque el ver al objeto de sus deseos después de "eso", sería muy incómodo.
Buscó entre sus cosas, ese "fiel compañero" que lo dejaba tranquilo siempre. Aunque últimamente, veía a Oliver más seguido y con menos ropa. Eso le provocaba muchas situaciones de urgencia.
Se fue a un lugar más apartado del vestidor y deslizó sus manos por debajo de su camisa, luego desabrochó su pantalón y comenzó a acariciarse a sí mismo. Unos leves gemidos empezaron a salir de su boca. La sensación de sus propias manos ya se sentía vacía, aunque sus mejillas estaban rojas y su cuerpo respondía, quería sentir a Oliver tocándolo y diciendo en su oído que lo quería y que no se separarían jamás.
Su cuerpo se encendió y llevó dos de sus dedos a su boca y los ensalivó. Logró recostarse sobre la banca y como pudo, bajó sus pantalones. Sus dedos descendieron de nuevo y llegaron a su entrada.
Lo que Tom no sabía es que alguien había llegado temprano igual que él. Y estaba observando sus movimientos, porque escuchó los gemidos. El intruso permaneció sigiloso, observando los movimientos del castaño, deleitando sus ojos con la piel blanca y exquisita del chico, sus gestos eróticos y ese cuerpo ardiente.
Se penetró a sí mismo, imaginando que era el sexy ojinegro quien metía esos dedos de forma rica e indecorosa en su cuerpo. Ojalá un día pudiera hacer realidad eso.
Sus gemidos aumentaron cuando sus dígitos tocaron la próstata en la parte interna. Se contorsionó y dejó su mente en blanco. Con la otra mano seguía acariciando su abdomen y su miembro. Ya no pudo resistir más tiempo. Tomó ese artefacto y puso suficiente lubricante. Lo acercó lento a su entrada, sacó sus dedos e introdujo el dildo que tenía la velocidad más baja de vibración.
--Nnnhhh... Ah...
Entró por completo en su cuerpo y esperó a tranquilizarse. Le subió una velocidad más y siguió acariciándose. El placer amenazaba con enloquecerlo pero lo resistió un poco... Y siempre pensando en Oliver. Inconscientemente, comenzó a repetir ese nombre entre gemidos, dejando salir los sentimientos que lo atormentaban.
El intruso de la puerta casi se desmaya. ¿Tom enamorado? Pero no podía dejar de verlo.
--Ah... Oliver... Oliver...
La figura de Tom se veía tan bien en esa posición. Era admirable. Una velocidad más y un pequeño grito escapó de su garganta.
En cualquier momento se iba a correr pero intentaba resistir lo más posible. Sin embargo la sensación en su interior con ese dildo se la hacía difícil, entonces aumentó las últimas velocidades, lo que provocó un choque de placer en su cuerpo y lo hizo eyacular.
--¡¡AAAHHH!!
Su cuerpo se dejó caer inmóvil en la banca. Su respiración era agitada y sacó el dildo de su cuerpo. Si Oliver lo viera en esa situación, seguro sentiría asco. El sólo pensarlo provocó que su pecho doliera; no podía dejar que Oliver lo supiera, por mucho que lo amara. Limpió una lágrimas que se le escaparon y recogió sus cosa para meterlas en su maleta. Se limpió un poco el sudor y esperó a tranquilizarse. Permaneció en silencio por unos momentos cuando alguien entró.
--Buenos días Tom. Llegas temprano.
--¡Ah! ¡Oliver! Buenos días-Bajó la vista avergonzado por los eventos que pasaron.
--¿Pasa algo? Te ves algo raro ¿Te sientes mal?
--No... Es sólo que... olvídalo...
Oliver pasó al baño y ya adentro sonrió. Tom seguía vulnerable. Era su culpa por eso, pero a pesar de corresponder esos sentimientos hacia Tom, algunas cosas eran algo difíciles de manejar y esa escena que había presenciado el castaño cuando lo vio besándose con Steve Hyuga después de entrenamiento, no había ayudado en nada.
Salió y habló con el castaño como sin nada, pero notó el nerviosismo.
--Tom, llegué hace cuarenta minutos.
--¿Y?
--Tú llegaste hace media hora y te ví cuando estabas aquí. Pude presenciar algo maravilloso.
El castaño se quedó paralizado. ¿Lo había visto en esa posición?
--No te preocupes... No quería decirlo pero... tú me gustas Tom-Se acercó hacia él-Nadie en el mundo me hace sentir igual que tú y por eso te quiero...
--Pero tú... Y Steve...
--Fue sólo una petición de él... Es un buen amigo, pero nada más. Tom... Si tú quieres, podemos intentar que funcione.
--Pero mi padre seguirá viajando y yo... debo estar con él... Tengo miedo de que nos separemos-El llanto acudió a sus ojos.
--No importa la distancia. Yo siempre estaré a tu lado y seguiremos juntos aún cuando te vayas. Tom, te quiero.
--Y yo a ti...--Lo abrazó y se aferró a su espalda.
Permanecieron por unos momentos abrazados hasta que el pelinegro dijo algo al oído de Tom.
--Oye... Me gustaría verte de nuevo usando tu juguete...
--¡¿Qué?!
La mirada de Oliver lo dijo todo. No saldrían de ahí hasta no jugar juntos.
Tom lo meditó un poco y después de dudarlo aceptó. Pasaron el resto del día juntos y a los pocos días, el papá de Tom avisó que debía ir a Brasil y el castao se deprimió, pero el hombre comprendió y le dijo que podía quedarse, porque sólo tardaría una semana.
Su relación continuó y creció con el tiempo, con algunas separaciones y peleas pero siempre manteniéndose unidos por el lienzo del amor.
FIN