memorias por sweeney

-Lárgate, no quiero ver tu cara por aquí – le dijo fríamente, dándole la espalda, y sin embargo allí estaba, parado en el umbral de la entrada del departamento, con una bolsa de chocolates en la mano.

En silencio se acercó hasta la mesa y dejó sobre ella los chocolates, dispuesto a salir lo antes posible de allí. No le convenía estar ahí cuando Mello andaba de malas, por eso prefería hacerle caso. Se oía horrible que le dijera eso, pero sabía que muy en el fondo, el rubio lo hacia para no ensañarse con el.

O por lo menos eso quería creer.

Bajó con lentitud los escalones del edificio, saliendo a las congestionadas calles de la ciudad, faltaban pocos días para navidad y toda la gente se volcaba a los centros comerciales y grandes tiendas para comprar regalos. Sonrió interiormente cuando vio a un pequeño niño jalando la manga de su madre para indicarle un hermoso tren que había en la vitrina de una juguetería.

El jamás había recibido un regalo de navidad. Y no, no le molestaba en absoluto, aunque nostalgia no le faltaba.

Llegó a la despoblada plaza cercana a una de las grandes tiendas, donde la nieve comenzaba a teñir de blanco el paisaje, cargando con peso extra a los árboles. Recordaba cuando en Wammy’s House Mello y el se escapaban de noche a jugar entre los árboles, lanzándose bolas de nieve, o haciendo figuras de ángeles. “Fue una buena época” pensaba, pateando una pequeña piedra.

Notó como a lo lejos un cachorro se escondía del frío bajo una banca. Se acercó a el y le acarició el lomo, haciendo que este cerrara los ojos y moviera la cola, complacido con ese pequeño toque.

Tal y como el se complacía con las casi nulas muestras de afecto del rubio.

El conocido pitido del celular lo trajo a la realidad, indicándole que tenía un mensaje de voz.

-Ven, ahora – fue lo único que había dicho el rubio.

Miró su reloj. La rabieta no le había durado una hora.

Regresó sobre sus pasos, seguido por un pequeño cachorro al que había visto en la plaza. Avanzó con parsimonia, botando con calma el humo del cigarro. No había ninguna prisa, después de todo, Mello no se movería de allí.

Y tampoco saldría a buscarle si se perdía por más de una hora.

Su relación era tan extraña, que le daban ganas de darse cabezazos contra la pared cuando intentaba comprender qué demonios tenían. A veces se convencía de que eran pareja, cuando el rubio le tiraba contra el sofá y le embriagaba con dulces y agresivos besos. Otras, pensaba que le odiaba, cuando llegaba al departamento y siquiera le miraba, o en caso contrario, se ensañaba contra el, lanzándole cosas e insultándole. Otras creía que le daba realmente lo mismo lo que fueran, cuando este se limitaba a hablarle lo que era estrictamente necesario con respecto a cualquier caso que estuviera investigando.

Así que se limitaba a llamarlo ‘algo’.

Quizás llegarían a algo si…

-¡CUIDADO!

No vio mas que un par de luces muy cerca de el, luego el cielo de donde caían copiosamente los copos de nieve, seguido, todo se puso en blanco…

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-¡¿QUÉ?! – gritó al teléfono, disponiéndose inmediatamente a salir. - ¿Dónde está?... Bien, voy.

Tomó su motocicleta y partió a toda velocidad a través de las heladas avenidas. ¡¿Cómo demonios pudo pasarle eso a Matt?!

Le habían llamado de un hospital muy cercano al departamento, donde habían llevado al pelirrojo luego de que un automóvil le impactara. ¿Qué mierda estaba haciendo que no ponía atención por donde caminaba?

Paró en seco en una esquina, viendo que aún había personas y autos rodeando el lugar…

Aún había sangre del pelirrojo en el piso.

No perdió más tiempo y volvió a ponerse en marcha.

“Idiota, mil veces estúpido…”