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La cama equivocada por Francismarq

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Notas del capitulo:

 

 

Este fic surgió de la broma de un amigo, que inocentemente me dijo lo siguiente: "el chico que se junte con una yaoista, puede terminar en la cama equivocada". Me ha gustado tanto que le he escrito un fic a la frase...

 

 

 

Espero les guste...

 

 

 

Por cierto, hay un detalle en uno de los protagonistas, que tal vez les pase por alto... Pero espero alguien pueda notarlo...

 

 

La cama Equivocada

 

 

Cinco jóvenes se encontraban celebrando, en uno de los bares más populares de la ciudad, el cumpleaños número 21 de uno de ellos. Todo era perfecto: la melodía  de  la guitarra de Steve Vai escapando de las cornetas, agitaba tenuemente la atmosfera del local con la melodía de “Fort he love of god” al estilo blues rock, y los sonidos de risas y cristal chocando delicadamente agregaba ese toque de noche festiva que los jóvenes tan bien conocían...

 

El Bar del Blue era un sitio céntrico que se había inaugurado hacía más de un par de años, pero la decoración en base al arte moderno lo hacía no sólo cómodo y juvenil, sino que además brindaba un toque de elegancia sin llegar a ser aburrido, por lo que no perdía su atractivo. Los colores azul suave y azul eléctrico se mezclaban en las paredes y lámparas de techos; en cada esquina del salón se encontraba una escultura de metal, todas de diferentes colores y aludiendo a diversos elementos naturales y artificiales.

 

Una de las esculturas era roja brillante y tenía la forma de un ave con las alas abiertas, siendo fácil de comparar con un fénix… O al menos eso era lo que el dueño de unos ojos azul intenso que escrutaban la pieza, pensaba.

 

También pensaba que era una pena el hecho de que aun en esa excelente condición para una celebración, ellos no estaban disfrutando tanto como podían. Una voz llamó su atención, y dirigió su vista con notoria desgana hacia quien le hablaba.

 

-Vamos Julián, no tienes que estar deprimido. –Un hombre con los ojos también azules, pero oscuros y no vibrantes, le reprendió con suavidad. Jugó por unos cuantos segundos con la servilleta que envolvía su vaso de vodka con hielo, antes de seguir hablando. -Estás cumpliendo la sobrevalorada edad de 21 años. Se supone que debes estar eufórico por una vida que “apenas comienza”... –Esto último lo dijo despectivamente. Sorbió un trago del líquido que contenía su cristalino vaso antes de continuar hablando. -Y no al borde del suicidio por una chiquilla belicosa que apenas conocías.

 

-Pero Manuel... Susana no era una chiquilla belicosa. Era una mujer esplendida, llena de virtudes, maravillosa y…

 

-Y que te engañó con tu hermano. –Terminó el rubio sin darle oportunidad al otro de terminar.

 

Ante las palabras pronunciadas con un brutal realismo, Julián no pudo contener algunas lágrimas más. Sus vibrantes ojos llevaban más de un par de horas dejando caer ocasionales lágrimas, y su cabello castaño oscuro estaba algo despeinado por haberlo recorrido tantas veces con sus inquietas manos. Aun pese al estado de ánimo, sus amigos lo habían obligado a arreglarse para la ocasión. Llevaba una camisa manga larga del mismo color de sus ojos, un pantalón de vestir negro, que le concedía cierta elegancia además de la que portaba con naturalidad. Sus rasgos eran masculinos pero nada severos; era el único de sus hermanos que tenía barba, y en esos momentos llevaba un día sin rasurarse, pero la leve capa de bello suave que adornaba su quijada y parte baja de sus mejillas acentuaba aun más su masculinidad y aumentaba su atractivo.

 

-¡Tú eres mi hermano! –Se quejó luego de procesar lo escuchado. -Se supone que no debes decir eso. Te tienes que callar y apoyarme. Es más… Tú eres el culpable de todo.

 

-Ya te lo dije, no sabía que era tu chica –Replicó el otro, de 24 años. Tenía el cabello rubio y corto, mucho más claro que los de su hermano menor, pero sus ojos eran un tanto oscuros, como dos afilados zafiros. -Además estaba borracho, no creo que hubiese podido distinguirla aun de saberlo.

 

-Te odio Manuel.

 

Este sonrió ante la sinceridad de su hermano pequeño. Julián no solía ser tan expresivo, pero había muchas cosas que cambiaban cuando tenías más de una botella de alcohol en la sangre.

 

-Si de algo sirve, ella estaba sobria –Comentó sin pensar mucho en sus propias palabras. Él también estaba ebrio.

 

Había llevado, mejor dicho, arrastrado a su hermano para aquel bar, confabulado con los otros chicos sentados en la redonda mesa, con la intención de hacerlo desahogarse, y la idea en si se hizo realidad con mucha más facilidad de la que esperaba. Sabía que Julián no le consideraba culpable, pues de los 3 hermanos de la familia Valor, Manuel era el único con no se liaba la vida con las mujeres, y que pocas veces había cedido ante las tentaciones que brindaba alguna. Lamentablemente, la última chica con la que se había envuelto, era la nueva novia de su hermano menor.

 

A Julián no le resultaba difícil ligarse a una mujer, el problema era que de una manera u otra, terminaba completamente enredado con ellas en situaciones tan patéticas como lamentables. Para comenzar, sus gustos eran irremediables y de lo peor. Podía decirse que era un masoquista. Buscaba mujeres que sólo querían momentos de diversión, y luego de divertirse, entonces sentía la terrible necesidad de estar con ellas por más tiempo del realmente sano.

 

Pero divertirse no era sexo, sino vaciarle la cartera, porque de aquel acto desenfrenado y pasional, Julián no sabía nada más que lo que le ofrecía su diestra. Era algo un tanto surrealista, por aquel cuerpo bien formado que poseía, como consecuencia de su esfuerzo en el equipo de beisbol de la universidad, nunca había probado nada más allá que las sesiones en solitario.

 

Sencillamente era un masoquista, o al menos eso pensaba su hermano, quien no en vano tenía colgado en la pared de la sala, un título de licenciatura en piscología. Manuel también pensaba que los gustos infructíferos de su hermano estaban más dirigidos al hecho de ser virgen que a nada; probablemente tendría algún temor por desarrollar demasiada intimidad por una mujer, y por ello se buscaba las que más probabilidades tendrían de abandonarle antes de llegar a más.

 

Suspiró profundamente, abandonando el psicoanálisis.

 

-No has podido traer a casa a una buena chica con cola de caballo y enormes lentes de bibliotecaria, no... Tú has tenido que traer a la porrista más depravada que haya conocido en mi vida.

 

-Oh Dios mío Manuel, cállate. Lo estás poniendo peor.

 

Gustavo, de ojos miel cubiertos por unas gafas de montura negra,  conocía a Julián desde que comenzaron a estudiar juntos administración en la universidad, hacía dos años... Y aunque había visto al muchacho deprimido un par de veces -a causa del final drástico y no consentido de alguna relación- nunca terminaba de acostumbrarse a lo abatido que se veía. Además, particularmente en ese momento se veía más decaído de lo normal.

 

Lo que Gustavo no sabía es que esa era una de las muy contadas veces en las que el castaño bebía hasta en punto de sentir las manos adormecidas.

 

Julián se acabó el contenido del vaso y Mike, un chico moreno de 19 años y con ojos color chocolate, al que conocían por medio de otro amigo,  volvió a llenárselo.

 

-El alcohol nunca resuelve nada –Susurró el moreno antes de beberse él mismo un líquido que le supo amargo y desagradable, pero que hacía rato había comenzado a producirle un ligero cosquilleo en el rostro. Dejó de mirar su vaso como si no estuviese dándole crédito a las sensaciones que le producía la bebida, para mirar a su amigo con la misma expresión de recelo –Julián te dije que ella no era una santa. Siempre te lo digo.

 

-Eh chico no llores –Manuel se rascó la cabeza con cierta puntada de culpabilidad en el pecho al observar como su hermano, por décima vez, comenzaba a hipear a causa del llanto -Lo único que necesitas en estos momentos para superar esta mala situación es tener otra relación destructiva con una chica aun peor. -Su realismo podía ser brutal, pero no por eso lo abandonaba... Y el hecho de ser poseedor del dichoso título de psicología social, le garantizaba un arma en cuestión de conocimientos y léxico, para pasar la línea de la crueldad tan fácil como si se tratara de respirar –Eventual y continuamente te sentirás peor, pero al menos no sentiré que es mi culpa.

 

Julián le miró sin entenderle; comenzaba a estar lo suficiente ebrio como para perder con facilidad el hilo de cualquier conversación. De repente salto a reír con ansias, como si no hubiese derramado ni una sola lágrima en toda la noche.

 

-¡Tienen razón! –Exclamó con vigor – No voy a morir por una mujer.

 

-No hoy –Respondió discretamente Mike.

 

-Mañana si vas a morirte, pero de la resaca –Jimmy le dio un codazo en señal de burla a Mike y este bebió otro sorbo de su vaso para evitar reírse. Jeremías era primo lejano tanto de Julián como de Manuel; tenía 22 años, ojos verde claro y una sonrisa sarcástica que lucía junto a sus palabras. Poco serio como era, no podía encontrar a la situación sino como divertida...

 

Es decir, el hermano menor llevaba a casa a una rubia, demás de coqueta y cachonda, a una fiesta en casa para presentársela a sus hermanos, y uno de ellos terminaba a solas con la susodicha sin otra cosa en mente más que quemar la cama.

 

Desde el punto de vista del hermano menor, realmente era algo malo. Aun así, como él no era el hermano menor en cuestión, no podía dejar de ver lo cómico.

 

-Estás entrando en la fase eufórica del alcohol. –Respondió Manuel, dirigiéndose a su hermano con el ceño fruncido. Miró su reloj de marca con tedio mientras comentaba en voz baja: -Genial, tenemos más o menos una hora de alegría antes de que retornes a la depresión.

 

-No arruines la fiesta con tus boberías psicolocas. Hemos venido para disfrutar, ¿o no? ¿Que dicen chicos?

 

-Como sea mientras no llores. Detesto ver a un hombre llorando –Respondió Gustavo mientras bebía de su soda. Era el conductor designado de la noche y no podría beberse ni un trago, aunque de igual manera no lo hubiese hecho. Tenía mala bebida y no lo disfrutaba.

 

-Oye Miki, vayamos a hablar con esas chicas de la barra. ¿Te aguantas?

 

El aludido frunció el ceño mientras sus mejillas se enrojecían con fiereza.

 

-No seas tímido hombre. Somos los galanes de la noche –Insistió Jimmy.

 

-No es eso.

 

-¿Que si no? –Jimmy ladeó hacia un lado su cabeza para mirar hacia donde Miki miraba, pero no vio más que un grupo de mujeres guapas y bastante jóvenes que hablaban y reían en voz alta.

 

-¡Esa es Marta! ¡La mato!

 

Todos voltearon a ver a la joven de vestido amarillo chillón ajustado que sonreía en dirección a ellos, hasta que observó a su hermano en el grupo. Entonces, su expresión cambio a algo parecido al pánico.

 

-¿Que coño hace tu hermana aquí? Yo pensaba que era menor de edad…Aunque con ese cuerpo de modelo aparenta más –Apreció Jimmy mientras detallaba suspicazmente a la morena.

 

-Voy a ponerla en su lugar... –Mike se levantó, y tras él, Jimmy.

 

-Te acompaño. -Pero volvió a sentarse a observar una mueca enojada en el rostro de su amigo. –Mejor que vaya Julián.

 

-Claro –Respondió este poniéndose en pie.

 

Por un instante todos dudaron de la habilidad motriz del joven, que parecía estar haciendo un esfuerzo por mantenerse derecho, pero nadie le dijo nada.

 

En el camino hacía la morena, que discutía algo entre susurros con sus amigas, Julián se tropezó con tantas personas que hacía difícil el pensar que el bar no estaba tan lleno, pero no era así. El castaño no estaba coordinando como debía.

 

-¿Qué coño haces aquí? –Pregunto un Miki notoriamente enfadado a una chica algo pálida.

 

-Tengo permiso de mamá.

 

-¿Quieres que la llame para preguntarle?

 

-¡No puedes hacer eso!

 

-Vamos a ver como resuelves.

 

-¡Pero Mike…!

 

 Mike y su hermana estaban completamente enrollados en una discusión y Julián comenzó a pensar en la razón por la cual se había levantado, pero no consiguió dar con alguna.

 

Aburrido por una discusión a la que encontró tan absurda como monótona, se dio la vuelta para regresar a la mesa, pero sus ojos se fijaron en una pelirroja de largas piernas cruzadas en uno de los bancos frente a la barra del bar, a pocos metros de él. Un vestido rojo sangre, perfectamente ceñido, cubría lo necesario como para desear que nada estuviese cubierto. Sus ojos parecían ser entre verde suave y grises. Ella no lo estaba mirando; ni siquiera perecía consciente de que él estuviese allí, sin quitarle los ojos de encima como un idiota frente a la cosa más maravillosa del mundo.

 

Como si acabase de descubrirse observada, volteó su cabeza en dirección al joven, meneando su larga cabellera rojiza en el proceso.

 

Lo miró un buen rato, como estudiándolo, y luego abrió su boca, carnosa y de un rojo intenso, para hablar.

 

-¿Buscas algo? –Su voz era segura y algo afilada, pero a Julián le pareció dulce y embriagante.

 

Claro, estaba ya bastante ebrio.

 

-Eres preciosa –Dijo sin más. La chica alzó una ceja en señal de sorpresa pero aun así sonrió. No había coquetería en su sonrisa, sólo algo de engreimiento.

 

-Tú –Le miró de arriba a abajo -¿Eres honesto?

 

 -Lo intento. –Sin esperar una invitación ni nada más concreto, se sentó en un puesto vació al lado de la pelirroja que lo miraba con más sorpresa aun, por la manera tan simple y natural con la que se llevo a cabo la osadía.

 

-Bien, yo no lo soy. –Agregó con algo de mal humor; sin embargo, este no le duró mucho, pues sus facciones rígidas por cierta incomodidad, volvieron a mirar suavemente al castaño a su lado -No estoy aquí en búsqueda de un hombre para conocer y agradar. Sólo quiero uno para una noche... Una noche diferente.

 

-Te aseguro que estoy más que dispuesto a cualquier cosa.

 

-Mmm… No sé tu nombre.

 

-Julián. ¿Y tú?

 

-Puedes llamarme Carol.

 

-Un placer Carol.

 

El tiempo comenzó a pasar como un susurro mientras esa atractiva mujer, cuyos otros rasgos más femeninos había descubierto Julián con la cercanía, superaban con creces a los de cualquier otra.

 

Sus ojos grandes eran en realidad grises; unas pestañas gruesas y abundantes las envolvían con gracia. Su nariz no era recta pero sentaba bien en ese rostro redondo. La boca se torcía constantemente en un gesto más parecido a la pedantería que a las sonrisas de gusto… Pero a Julián lo que más le atraía sin dudas era ese cabello largo y rojizo. Sentaba bien en una piel visiblemente suave y tersa.

 

-¿Perdón?

 

Julián se sorprendió a si mismo haciendo esa pregunta. Carol le estaba hablando y él no le estaba prestando atención, pero cuando ella enfocó esos grandes ojos grises en los suyos, supo que tenía que responder algo.

 

-¿Quieres venir conmigo? Te prometo que vas a pasar la mejor noche de tu vida… Y según todo lo que me has contado, lo necesitas.

 

Una expresión de feliz sorpresa fue rápidamente disimulada en el rostro de Julián, a causa de no querer parecer demasiado emocionado. Por supuesto, todo muy en vano; si ebrio no podía disimular mucho sus expresiones, borracho era poseedor de un rostro de cristal transparente, reflejando cuanta emoción latiera en su corazón.

 

-Y yo que hace una hora pensaba que estaba harto de las mujeres –Le respondió Julián, recordando apenas a la rubia sensual que había estado atormentado sus pensamientos en la transcurrida noche… Rubia que recién acababa de ser delegada a un plano de relevancia mínima. Y es que comparada con aquella mujer, Susana no era más que una hembra vulgar y sin gracia.

 

-Por supuesto –Acordó la pelirroja discretamente, mientras acariciaba la mejillas del chico, sin dejar de detallar su rostro… Aunque la discreción duró muy poco, ya que al dirigirse a la salida del loca, y pasar cerca de mesa donde se encontraban sus amigos -excepto Mike que hacía mucho que se había ido arrastrando a su hermana-, todos estos comenzaron a hacer porras sobre lo bien que le había ido.

 

Lo habían estado observando desde el primer instante en que se cruzó con la maravilla pelirroja de piernas exquisitamente largas y torneadas.

 

-Hermanito puedes llegar a la hora que quieras –Gritó Manuel, ya bastante pasado de tragos.

 

-Tú eres demasiado bipolar como para ser psicólogo –Comentó algo sorprendido Gustavo.

 

-¿Es que no has escuchado que los psicólogos están locos? –Le respondió Jimmy.

 

-Quien soy yo para ser la excepción –Añadió el mismo Manuel mientras bebía otro trago.

 

 

 

***

 

 

 

-¿Esta es tú casa? Es bonita.

 

-Es temporal. ¿Qué te parece si te pones cómodo?

 

Julián sonrió con coquetería al ver como ella se sentaba  en la cama, cruzando sus largas piernas y haciéndole espacio a él.

 

-Es algo directa pero eso puede ser sinónimo de sinceridad –Pensó mientras se  arreglaba distraídamente el cuello de la camisa y caminaba hacía la seductora mujer.

 

-Estás hablando en voz alta. –Comentó ella con expresión neutral.

 

-Oh… ¿En serio?

 

-¿Acostumbras a hablar en voz alta a menudo?

 

-Sólo cuando estoy algo ido.

 

-Comprendo. Bien, no veo por qué tenemos que hablar más. Voy a darte lo que te prometí.

 

-Eso sería genial.

 

La mujer sonrió. Tomó de la mano a Julián que se dejaba hacer dócilmente, y se levantó, llevándolo hasta el borde de la cama.

 

-Cierra los ojos.

 

Sumiso por el alcohol y la excitación que le producía el calor de aquella fémina rozando suavemente su cuerpo, comenzó a relajarse poco a poco, hasta adormecerse. Una presión en las muñecas no llamó la suficiente atención como para alarmarle, y así, saber que le estaba atando a la cama. Aunque en el estado en que se encontraba, aquello hubiese sido pedir de más.

 

 

***

 

 

 

Cuando despertó, no fue por un beso gentil en sus labios, ni por una caricia intima, que era lo que había estado esperando antes de quedarse dormido… Despertó por un samaqueo brusco que incluso le asustó.

 

Medio adormilado todavía, no pudo razonar concretamente ante aquella situación…

 

Aun recordaba que había salido del bar con una pelirroja preciosa. El reloj encima de la mesita de noche al lado de la cama le hizo saber que no era demasiado tarde. Había transcurrido un poco más de una hora desde que se había dejado acostar en la cama por aquella mujer; el único problema es que de esta no había ni rastros.

 

-¿Eres sordo? ¿Qué haces en mi cama?

 

-¿Tú cama? –Balbuceó apenas.

 

Intentó incorporarse, pero una fuerza física se lo impidió. Ladeó el rostro hasta ver como sus manos se encontraban sujetas fieramente con lo que parecían ser sogas.

 

De haber estado sobrio, habría entrado en pánico, pero como aun estaba borracho, apenas se inmutó... Dejó de mirar sus maniatadas manos para mirar en dirección de donde prevenía aquella voz.

 

Lentamente fue encontrando forma entre aquellas ráfagas de luz que nublaban su vista. Lo primero que dilucidó fue una figura masculina. Un hombre. Lo segundo que descubrió con mayor grado de lucidez, fue la potencia de esa mirada... Un par de ojos grises como el acero le miraban con cierto disgusto.

 

El cabello corto del hombre era de color cobrizo, un bonito caoba rojizo, que hacía resaltar alguna que otra pequeña peca en las mejillas. Su rostro connotaba cierto grado de enojo, lo que contrastaba con esas infantiles pecas, hasta el punto de querer reírse de ellas.

 

-¿Me has oído o no?

 

-Disculpa, no sé muy bien cómo es que estoy aquí –respondió con toda la sinceridad de su alma, intentando ser amable con aquel extraño que le miraba con algo parecido al odio.

 

-¿Estás balbuceando?

 

-Eso creo…  ¿Me das agua?

 

El desconocido pareció extrañado por aquella petición. Momento después se sacó el teléfono de la chaqueta que llevaba y dejó fija su atención en la pantalla.

 

-Esto tiene que ser una broma –Resopló.

 

-Tengo mucha sed, en serio. ¿Quién eres?

 

El otro muchacho le ignoró con lo que pareció toda la intención del mundo, mientras se sentaba en la cama, cuidando de no tocar al castaño.

 

Los ojos de acero le miraban la boca con algo parecido al interés.

 

-Vaya regalo. Aunque debo admitir que eres atractivo; aun así, no puedo hacer algo como eso.

 

-¿Qué regalo? –Cuestionó con algo de dificultad. El pelirrojo dejó el celular en la mesa, y se quedó parado unos segundos mirando ningún punto en específico, con el seño fruncido; parecía concentrado. Julián sintió la boca seca y un ligero ardor en la garganta –Dame agua. –El pelirrojo le miró con sumo interés –¿Vas a darme lo que quiero? –Insistió. No entendía por qué tenía que suplicar por un maldito vaso de agua, pero lo estaba haciendo. –Tengo sed.

 

El pelirrojo se levantó de la cama y al rato volvió con un frasco de agua potable, que destapó con gran parsimonia mientras que Julián le clavaba la mirada, comenzando a sentirse más que sediento.

 

Aquel hombre era esbelto. Grande, al menos más que él, y con un rostro bonito. No es que Julián se hubiese fijado en un hombre antes, pero era difícil no fijarse en aquel. Podía ser modelo incluso.

 

Si no hubiese estado tan perdido en sus pensamientos, habría advertido en momento exacto antes de que aquel suave y frio líquido comenzara a llenar su boca. La textura del agua era exquisita, sin dudas por la sed que acarreaba su recién adquirida resaca.

 

-Dame más –Pidió y poco después volvió a sentir el liquido invadir su boca, aunque en segundos su boca dejó de estar fría por el agua y comenzó a entibiecer de una manera increíblemente deliciosa.

 

Julián se dio cuenta de que lo estaban besando cuando el mismo comenzó a juguetear con aquella ávida lengua que invadía su boca con ímpetu.

 

“Estoy ebrio, en un lugar del que ni idea y con un hombre que menos idea. Ni siquiera estoy pensando bien, pero besa bien. Igual eso no puede ser suficiente para que vuelva a dejar que me bese. ¿Dónde estoy metido?”

 

Aunque todos sus pensamientos se fueron a la porra cuando esa lengua juguetona volvió a invadir su boca, sin ser restringida por el sorprendido dueño de la cavidad. Cuando el pelirrojo se alejó de su boca, permitiéndole hablar, Julián apenas pudo pronunciar palabra.

 

-Nunca había besado a alguien así.

 

Al sentir como desabrochaban su camisa fue que se encendió la olvidada señal de alarma de su raciocinio.

 

-¿Qué estás haciendo?

 

-Sacando lo que estorba.

 

-No lo hagas.

 

-No voy a tener relaciones con la ropa puesta. Me apetece ver tu cuerpo desnudo.

 

Ahhh… Sólo le apetece ver mi cuerpo… Está bien…

 

No fue sino después de unos largos segundos que reaccionó.

 

-¡¿Qué?!

 

-¿No estás muy grandecito para avergonzarte de esta manera?

 

-Ni siquiera sé tu nombre.

 

El pelirrojo suspiró y se apoyó en el estomago del chico maniatado, para responder con sumo fastidio.

 

-Sebas.

 

-Yo soy Julián.

 

-Tengo 24 años.

 

-Yo 20. No perdón, 21.

 

-¿Seguro?

 

-No te burles, los estoy cumpliendo hoy.

 

-Eso es una gran coincidencia, yo también estoy cumpliendo años hoy.

 

-Felicitaciones.

 

Sebas rió con algo que desconcertó a Julián… Algo parecido a la rabia.

 

Sin más, le arrancó la camisa, haciendo volar los accidentados botones mientras que Julián comenzaba a sentir miedo por lo que parecía suceder, pero el miedo seguía opacándose por el cosquilleo en sus tetillas al ser lamidas y chupadas con deliberada severidad de parte del pelirrojo.

 

-Espera –Gimió sin querer, pero él otro no hizo caso. Pasó de un rosado punto al otro, dedicándole nueva atención, y luego volvió e besarle en la boca, ofuscando aun más al castaño, si cabe.

 

Julián se sintió a si mismo besando aquella boca, poniendo en práctica su propia experiencia, y sólo supo que se traicionaba a sí mismo cuando apostó el alma en aquel beso, procurando hacerlo bien… La desinhibición fruto del alcohol estaba presente, y Julián se dijo a si mismo que podía hacerlo, porque después de todo, estaba borracho… Y borracho no cuenta.

 

Interrumpió el beso para hablar -Desátame.

 

-¿Qué?

 

-Por favor, me duelen las muñecas.

 

Sebas sonrío con malicia antes de comenzar a desabrochar el pantalón del castaño, quien a su vez, no podía dejar de pensar en cuándo había sido el momento exacto en que había cedido su permiso para que aquello sucediese. Dejó de pensar al sentir la fuerza de aquellas manos rodear su miembro, que hacía mucho había despertado en medio de la excitante y tormentosa confusión en la que su dueño se encontraba.

 

Las manos de aquel hombre sabían lo que hacían… Masajeaban su blanco y rosado pene desde la base hasta la punta, sin ser rudas ni suaves, enseñándole un placer nuevo e impetuoso. Mordió sus labios en respuesta, intentando esconder cuanto amenazaba su boca por delatar su excitación.

 

-Desátame –Pidió una vez más, aunque no tan convencido de querer ser libre. En ese momento de denso placer, la libertad significaba lo que una gota de agua para al mar.

 

-¿Te gusta?

 

-Creo que sí.

 

-¿Crees? –La voz no pareció decepcionada, sino enfadada.  -¿Cómo puedes “creer” algo así?

 

Sin esperar respuesta, se metió el miembro del castaño en la boca, besando con empeño a aquel pedazo de carne y relamiendo sus labios al sentir aquel sorprendente sabor. Por supuesto, era salado, pero le producía un cosquilleo en el estomago que le incitaba a probar más.

 

Nunca le había gustado mucho hacer el sexo oral, pero todo el cuerpo de aquel chico sabía deliciosamente; y si a eso se le sumaba aquella graciosa boca abriéndose y cerrándose de sorpresa y placer…. Era más que delicioso.

 

Sintió como las piernas del chico comenzaban a temblar sutilmente, mientras el miembro en su boca palpitaba con fuerzas.

 

“Aun no” Pensó al sacarse el miembro de la boca y comprobar cómo el castaño se calmaba. Le terminó de quitar los pantalones y el bóxer, y detalló con lentitud cada centímetro de aquel cuerpo mientras se quitaba la ropa.

 

Julián sentía a su corazón latir con fuerza… No era tonto, y sabía que venía, así que comenzaba a entrar en verdadero pánico.

 

-Yo nunca he hecho esto con un hombre –Dijo claramente, sin señal de titubeos ni de la ebriedad que hasta hacía unos minutos había adormecido sus sentidos. Ahora, tras aquella fascinante demostración de aptitudes “orales” de parte del pelirrojo, se encontraba bien despierto, y muy a su pesar, dispuesto. Pero esa disposición comenzaba a irse al caño a razón de, precisamente, no ser tonto, y saber que venía a continuación. 

 

El pelirrojo, desnudo a excepción de un bóxer azul, volvía a atrapar a Julián con sus penetrantes ojos…

 

-¿Dijiste algo?

 

-Nunca he hecho esto con un hombre.

 

-Debes estar bromeando.

 

-No.

 

-Un virgen, genial –Aquello fue dicho con una mueca burlona que a Julián no le gustó en lo absoluto.

 

-Por Dios Santo, sí, soy virgen. –Y aunque había pensado en pedirle que se detuviera, ahora pensaba en hacerle reaccionar. ¿Qué tenía de malo? Simplemente era un chico un poco tímido -¿No me lo vas a hacer ahora?

 

El pelirrojo se sorprendió por segundos y luego comenzó a reír. Desató las muñecas del chico que se sobaba las manos con fuerza, para luego arrojársele encima y besarle con férvida pasión.

 

-Ya sabía que eres virgen –Susurró a mitad del beso –Voy a ayudarte con tu problema.

 

“¿Qué problema?” Se preguntó Julián. Pero como pensar era más difícil que sentir, dejó de pensar y se fue por lo fácil.

 

Julián no controlaba muchos sus actos, ya ni pensaba en que la razón que le llevaba a hacer eso con otro hombre sin la excusa de la ebriedad de por medio. El pelirrojo le apretó contra así, denotando como su miembro viril estaba completamente endurecido. Julián, dada su poca experiencia, se separo instantáneamente.

 

-¿Quieres o no quieres? –Preguntó Sebas con algo de ansias.

 

A Julián le pareció tan atractivo, verlo allí esperando por él, que sintió como las mejillas le ardían por un deseo increíblemente abrumador. Le dio la espalda y se quedó viendo la pared contigua de la habitación.

 

-Si quiero…

 

-Está bien si no quieres. No voy a obligarte a nada.

 

Se dio la vuelta algo molesto -Estoy diciendo que si.

 

-Ya veo –El pelirrojo sonrió y le tendió una mano que Julián tomó, no sin dejar de temblar. –No sientas miedo, no va a doler tanto. Depende de ti.

 

El castaño tragó saliva y se dejó hacer por el pelirrojo. Había olvidado que estaba desnudo pero eso volvió a su mente cuando el otro le hizo sentarse encima de sus caderas, besándolo con rudeza y recordándole el problema que ambos tenían entre piernas.

 

Sebas acarició el trasero del castaño y recorrió con sus manos aquella espalda suave y masculina.

 

-No pensaba realmente en hacerlo, pero me gustó mucho tu boca.

 

Julián se sonrojó con violencia, más aun cuando Sebas metió un dedo en su boca, acariciando sus labios a la vez que comenzaba a besar su pecho. El castaño abrió la boca seducido por completo, jugando con aquel dedo que ahora acariciaba su lengua.

 

En ese instante, el pelirrojo se lo quitó de encima, dejándolo caer en la cama.

 

-Acomódate.

 

¿Cómo quería exactamente que se acomodara?

 

El castaño miró al pelirrojo sacar un frasco de la mesita de noche, y volvió a temer por lo nuevo de la situación, o mejor dicho, por su trasero.

 

-Vale, que te acomodes.

 

-¿Cómo?

 

-Ponte en cuatro.

 

-No.

 

-¿No?

 

-Me da vergüenza. Lo siento.

 

-No te disculpes, está bien.

 

Julián suspiró de pena, por miedo a estar haciéndolo mal. Sebas se le acercó y lo beso con lentitud, como no lo había hecho hasta ahora.

 

No había dudas con respecto a aquella boca despintándole los sentidos. Fue así, con esos besos suaves y lentos que lo atrapaban aun más que aquellos feroces ojos, que se relajó lo suficiente como para comenzar a ansiar lo que tenía que ocurrir.

 

Julián lo miró tan intensamente como sus ojos se lo permitieron; estudió la belleza del metal en esos orbes de grises y deseosos. Acarició la suavidad de aquella piel blanca, y bajó su mano, no sin dejar de temblar, hasta la sensible piel de su erguido miembro, listo para la acción, preparado para clavarse en él y hacerle gozar o sufrir la noche.

 

Recordó como había querido tocar la piel clara de aquella pelirroja, y comparó su deseo en esos momentos con el ya sentido… ¡Era como si no hubiese comparación posible!

 

Lo supo entonces más que nunca. Ese hombre en verdad le gustaba. Acariciar e intentar hinchar aun más su endurecida carne, le gustaba.

 

¡Y ya no podía achacárselo a la borrachera!

 

-Confiaré en ti –Susurró antes de soltar el prieto pene y darle la espalda.

 

Sebas sonrió ante aquel acto “inocente” y comenzó a acariciar la espalda de un entregado Julián. Besó su cuello y mordió un hombro mientras dejaba a la crema entre manos humedecer lo suficiente sus dedos. Bajó la mano hasta los testículos de un muy excitado y tembloroso Julián y comenzó a acariciarlos con ánimo.

 

Acarició con un dedo el contorno del apretado ano y susurró en la oreja del castaño–Ya relájate.

 

-Es fácil decir… -Replicó este, respirando tan lento como podía.

 

Aquel dedo que había humedecido la delicada zona, comenzó a adentrarse con sutileza. Julián se quejó, y Sebas lo supo por la manera en que se había contraído su espalda.

 

-Se un niño grande –Resopló.

 

Sacó el dedo del interior del castaño  y se acomodó debajo, recostándose en la cama en una posición que le permitía atender al miembro del chico con su boca, y seguir con el trabajo un poco más arriba.

 

Tras la atención especial, Julián no dejaba de gemir. Sebas le estaba dando el mejor sexo oral de su vida, usando aquella boca como una herramienta exclusiva de puro placer, mientras que sus dedos, ahora dos, le jodían el culo. Era doloroso y a la vez exquisito. Pero no por gusto dejaba de ser doloroso, hasta que un roce más profundo de aquellos profanos dedos le puso la piel de gallina a la vez que taladraba sus sentidos.

 

Apretó las sabanas con fuerzas para controlarse, pero dada la gran carga de placer que comenzaba a sentir su cuerpo con aquellas densas caricias, en el mismo punto, era una tarea a la mar de dura.

 

Fue casi decepcionante cuando Sebas se quitó del lugar, acomodándose encima de la cama, y observando con aire de triunfador como Julián exponía su trasero para que terminara con la labor.

 

-Rápido…

 

-No, rápido no. –Le respondió mientras se acercaba a su trasero. Julián calculo que ese miembro oscuro de gran tamaño podía doler mucho más que un par de dedos, y no se equivocaba.

 

Mordió las sabanas de la cama para evitar gritar, cuando la punta del falo comenzaba a adentrarse en sus entrañas. Era como si le estuvieran metiendo un palo hirviendo, porque le estaba destrozando.

 

-No te muevas más –Suplicó con los ojos cristalinos. Dos lágrimas se deslizaron de sus ojos al sentir como el pelirrojo pasaba de sus pedidos para seguir profundizando la invasión.

 

 Giró el rostro hacia su ahora amante, y recibió un beso rápido e intenso.

 

No iban a parar, eso era seguro.

 

Volvió el rostro hacia adelante y lo apoyó en la cama, intentando relajarse. Sebas no siguió moviéndose, en cambio le acariciaba la espalda, y las piernas. Julián no podía dejar de derramar lágrimas, pero ya no eran de dolor…

 

Nunca se imaginó a si mismo saliendo con otro hombre, mucho menos haciendo eso. Pero no importaba; incluso se sentía feliz… Dolorosamente feliz, claro está.

 

Cuando Sebas volvió a moverse, ya había pasado gran parte del dolor; la sensación de estar quemándose por dentro no desaparecía del todo, pero algo más fuerte había comenzado a crecer: placer. Agónico hasta cierto punto, pero eso parecía ser lo gustoso.

 

Sentía que se había adaptado, pero cuando el pelirrojo comenzó a salir de él de a poco, esos pensamientos se desvanecieron. El dolor seguramente no se iría, pero se haría paso también todo ese deseo guardado en su interior. Con esos movimientos lentos y suaves con los que Sebas se adentraba en él, comenzaba a conocer la locura de las que muchos hablan al hacer el amor, y que él mismo desconocía.

 

El mismo había idealizado su primera vez con una mujer perfecta que seguramente no existía, y aun así encontrándola en cada candidata posible, que a la final, hacían lo justo para herirle… Y ahora, ni siquiera “bien” era suficiente para describir como se sentía con aquello haciéndose espacio dentro de él.

 

Aquello que ni se acercaba a “la mujer perfecta” porque para empezar, y para terminar también, era un hombre. Hombre que además, parecía que se enojaba con facilidad, y le ignoraba cuando le daba la gana, pero igual le estaba demostrando en esos momentos lo bien que se sentía morder las sabanas.

 

Enseguida comenzó a gemir, y los brazos fuertes de Sebas lo apretaron contra si, sin dejar de embestirlo. Era completamente diferente a como se lo imaginaba, no podía siquiera controlarse a sí mismo.

 

-Sigue, no te detengas. ¡Sigue! Oh… Sigue… -Si la voz pudiese acabarse, ese no era su momento. Apretó las sabanas con furia y entonces Sebas le hizo voltearse, tomando sus piernas y apoyándolas en su cuello, para volver a penetrarlo, esta vez sin lineamientos.

 

-¡Sigue así! Por favor sigue…

 

Sebas sonrió al ver al chico desbocado, y su propio placer comenzó a rozar el limite al sentir como el chico apretaba con ansias su pene cada vez que lo sacaba, como si no quisiera dejarlo ir. Las expresiones de ese precioso castaño mostraban una mezcla de dolor y placer, incluso hasta alegría… Y su boca no paraba de pedirle más.

 

Bajó las piernas de su cuello y las hizo enroscarse en sus caderas para acercarse a su rostro y comenzar a besarlo con impaciencia. El contacto cercano de sus bocas acercó al resto de sus cuerpos, apretando y estrujando al miembro de Julián hasta el punto de hacerle perder el poco control que le quedaba.

 

Se corrió convulsamente, cerrando los ojos y soltando un gemido intenso y agudo que Sebas deseó escuchar. Para entonces, el pelirrojo disfrutó de cómo su propio pene era comprimido por las carnosas paredes de aquel orificio caliente y hasta entonces virginal, haciéndole derramar su semen en la exquisita cavidad.

 

-Esto no puedo creerlo –Susurró Julián con una amplia sonrisa en su rostro.

 

El pelirrojo miró esa sonrisa, sintiendo como su ego subía a los cielos.

 

-Feliz cumpleaños –Susurró.

 

Julián le abrazó atrayéndolo contra si, y se quedaron como uno solo, hasta que el castaño se durmió y el pelirrojo se levantó de la cama.

 

 

***

 

-¿No la has vuelto a ver?

 

-¿A quién? –Respondió nervioso.

 

-A la pelirroja.

 

-Ah… No.

 

-¿También te mandó a volar?

 

-No.

 

-No te ves precisamente deprimido, pero estás demasiado callado.

 

-No quisiera hablar de eso.

 

-No eres un paciente, eres mi hermano. Estás obligado a hablar.

 

-Te lo cuento a la próxima vez que vea a esos mechones rojizos.

 

Manuel sonrió y se despidió agitando una mano. Su hermano pequeño se veía un poco más adulto. Tal vez lo habían desvirgado de una vez por todas; aunque le pareció extraño que no estuviese clamando por la pelirroja, se sintió orgulloso de que por fin diese el paso a la madurez.

 

Coincidentemente, una pelirroja con un par de coletas, un vestido que escondía lo justo como para casi morirse del calor, y unos anteojos gruesos y grandes, pensaba lo mismo de su hermano menor. En el mensaje que le había escrito a Sebastián, su  hermanito, el día que este cumplió los 24 años, se leía:

 

“Este chico tiene roto el corazón. No para de quejarse de ser engañado constantemente, y no tener a nadie para perder la virginidad. Por cierto, también es su cumpleaños.”

 

Aunque para el castaño había sido la cama equivocada, ciertamente, tanto él como el pelirrojo, habían disfrutado de ese inolvidable cumpleaños.

 

Notas finales:

Este fic puede tener continuación, por que hay un detalle de Sebas que me gustaría continuar, el menos en otro cap... Espero les haya agradado! Saludos y besos *-*

 

(ALERTA: De acuerdo con los estudios hechos por la organización mundial sin intenciones de lucro, denominada "OYNU" (Organización Yaoi de las Naciones Unidas), !los comentarios son buenos para la salud!

Dependo de ustedes ;)


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