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Una hora para buscar tus labios por lieblan

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Notas del capitulo:

Esta es una historia muy breve que escribí hará cosa de uno o dos años para clase de Lengua, debía estar ambientada en el romanticismo, y así es.

Solo espero que sea del agrado de aquel que desee leerla :)

He de añadir que críticas constructivas siempre son bien recibidas y me serían de gran ayuda ;)

 

Sentada mi alcoba, una noche en la cual mis padres habían salido a una fiesta (he de aclarar que eran unos importantes burgueses aquí en mi ciudad) miraba ensimismada la luna llena, que sin remedio me recordaba a mi amante. Blanca, pura, envoltorio de un amor desenfrenada, tan dulce y perfecta.. En las hojas de los árboles movidos por el viento, podía ver su ondulado cabello cobrizo, largo hasta la cintura, que, incluso despeinado tenía aquella textura suave de la que tanto se caracterizaba.

Me hallaba yo, derritiéndome por dentro, imaginando su jugoso y rojizo color de labios, cuando una voz me habló. Esta no procedía de ningún lugar ni persona, resonaba en todos los rincones de la habitación pero a la vez solo en mi cabeza. ¡Qué gran contradicción! Pues sentía que no había sido más que un susurro en mi oido.

- ¿Hay alguien ahí? - pregunté con voz un tanto temblorosa, recibiendo como única respuesta la aparición de un cuervo desde una de las esquinas ocultas en la alcoba, que dio una vuelta por la habitación, sobrevoló mi cabeza y salió por la ventana, dejando así clavada en mí la espina del temor.

Tragué saliva, poco a poco el tono de la voz se iba intensificando, hasta que pude distinguir un rostro de entre la oscuridad, exactamente del mismo rincón que el cuervo. No conseguí ver el cuerpo de aquella persona por ningún lado, y menos descubrir si era hombre o mujer, ya que ni su voz ni sus rasgos me dejaban adivinarlo.

Me acerqué, lentamente, comprobando con horror que por muchos pasos que diera, siempre estaba a la misma distancia de aquel ser misterioso. Sentí miedo, estaba ya dispuesta a gritar cuando de nuevo la voz sonó, a pesar de que la boca de aquel hombre, mujer o lo que quiera que fuera no llegó a moverse.

- Una hora – me dijo – esperaré durante una hora, y después vendré a por ti – bestia o no, se dio la vuelta, y mientras realizaba este débil movimiento pude ver el reflejo de la luna, sobre el filo de una guadaña que aguardaba por segar mi vida. En aquel instante me dí cuenta de la gravedad de la situación, todos mis amigos, todas mis metas, todo, cada milésima de recuerdos habían salido volando de mi cabeza sin una dirección concreta y lo único que permanecía, lo único que realmente importaba, era ella.

Bajé corriendo las escaleras de mi casa hasta la planta baja y sin preocuparme de coger capa o abrigo, salí a la calle corriendo veloz hacia el cementerio donde cada crepúsculo me reunía con mi amante, tan solo exceptuando en las noches que iba a haber luna llena, justamente como aquella vez.

El vestido azul marino que llevaba puesto ondeaba al viento dejando al descubierto la mayor parte de mis piernas, el pelo, mostrando su total rebeldía se enredaba cada vez más e impedía, casi de forma intencionada mi visión.

Llegué por fin al cementerio, no sabía cuanto había tardado, pero para mi sería suficiente poder verla una vez más. Grité su nombre al viento, a los árboles desprovistos de hojas, a los rosales enredados en las lápidas, a la noche y a las estrellas, pero no la hallé en ninguna parte. Entristecida, me tumbé sobre una tumba, y sin siquiera darme cuenta me quedé dormida.

- Eliade.. Eliade...- escuché que me llamaban por mi nombre - ¡Qué haces aquí! ¡Te dije que no vieras! ¡No al haber luna llena! - Aquella voz.. podría reconocerla en cualquier situación, la persona a la que amaba.

- Yo.. ¡era inevitable! ¡Deja que te lo explique! - me incorporé para poder verla mejor, sus ojos su luz, su sonrisa.. algo que no encontré por ninguna parte, en su lugar estaba el cuerpo de la chica que yo conocía, sí, pero no podía ser la misma. Ensangrentada, su ropa rasgada, su mirada desprendía furia, también tristeza y dolor. Nunca podré olvidar el sonido de su respiración agitada, igual de intenso que el de los tambores al son de una música inventada, haciendo que su pecho subiera y bajara sin parar, a una velocidad escalofriante.

Dí un paso hacia ella pero de su boca solo salió un gruñido, ¿donde estaba la preciosa niña de la que yo me había enamorado?

Ahora su cuerpo comenzaba a cambiar: su nariz se convirtió poco a poco en un hocico a la vez que brotaba pelo grisáceo por todo su cuerpo, cubriéndolo por completo y un rabo de su parte trasera. Se colocó a cuatro patas, ya no tenía manos si no garras, y sus delicadas extremidades se habían convertido en finas y fuertes patas de lobo.

Durante aquel proceso fui incapaz de gritar, y mucho menos de salir corriendo. No entendía, o al menos no quería hacerlo, ¿por qué tenía que pasar esto? Ni siquiera opuse resistencia cuando tú amor mio, te lanzaste sobre mi cuello, abriéndolo en canal, dejando que un mar de sangre virgen, mezclado con las lágrimas que hacía tanto que no derramaba, regara las rosas a las que antes había gritado tu nombre con absoluta desesperación.

Ya no se sí por desgracia o por consuelo, mi vista comenzó a nublarse, y cerré los ojos ultima vez. Mi cuerpo se había quedado sin sangre, mis pulmones sin oxígeno pero mi alma estaba feliz de haber muerto a tus manos.  

 


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