Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Ti amo, mio caro Shura por KING-OF-THE-DARK

[Reviews - 13]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Como aún queda un poco para que Death despierte, he incluido un lemon con Milo y Camus de protagonistas, no es que afecte mucho a la trama de la historia, pero es el primero que escribo, y me he quedado más a gusto que todas las cosas.

GRACIAS POR LOS COMENTARIOS.

<!-- /* Font Definitions */ @font-face {font-family:"Cambria Math"; panose-1:2 4 5 3 5 4 6 3 2 4; mso-font-charset:1; mso-generic-font-family:roman; mso-font-format:other; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:0 0 0 0 0 0;} @font-face {font-family:Calibri; panose-1:2 15 5 2 2 2 4 3 2 4; mso-font-charset:0; mso-generic-font-family:swiss; mso-font-pitch:variable; mso-font-signature:-520092929 1073786111 9 0 415 0;} /* Style Definitions */ p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal {mso-style-unhide:no; mso-style-qformat:yes; mso-style-parent:""; margin-top:0cm; margin-right:0cm; margin-bottom:10.0pt; margin-left:0cm; line-height:115%; mso-pagination:widow-orphan; font-size:11.0pt; font-family:"Calibri","sans-serif"; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:Calibri; mso-fareast-theme-font:minor-latin; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-theme-font:minor-bidi; mso-fareast-language:EN-US;} .MsoChpDefault {mso-style-type:export-only; mso-default-props:yes; mso-ascii-font-family:Calibri; mso-ascii-theme-font:minor-latin; mso-fareast-font-family:Calibri; mso-fareast-theme-font:minor-latin; mso-hansi-font-family:Calibri; mso-hansi-theme-font:minor-latin; mso-bidi-font-family:"Times New Roman"; mso-bidi-theme-font:minor-bidi; mso-fareast-language:EN-US;} .MsoPapDefault {mso-style-type:export-only; margin-bottom:10.0pt; line-height:115%;} @page WordSection1 {size:595.3pt 841.9pt; margin:70.85pt 3.0cm 70.85pt 3.0cm; mso-header-margin:35.4pt; mso-footer-margin:35.4pt; mso-paper-source:0;} div.WordSection1 {page:WordSection1;} -->

-POV DEATH MASK-

Hundido nuevamente en las sombras de un abismo que me ha acogido con los brazos abiertos, he decidido buscar la solución a nuestros problemas.

Soy conocedor del amor, el mío, posiblemente no sea correspondido, pero sé que no soy el único caballero que sufre en el santuario, y no quiero ver como otro compañero se hunde en la miseria.

Shura amor mío, ni siquiera sé porque te cuanto esto si se que no puedes escucharme, quizás, sea una escapatoria para el dolor que siento, pero pensar en ti unos segundos me hace sentirme más fuerte de alguna manera.

¿En qué me estoy convirtiendo por tu culpa?, yo era cruel Shura, despiadado, un asesino sin escrúpulos que gozaba de ver todas y cada una de las mascaras macabras de mi templo, yo era fuerte, era veloz, poco compasivo y seguro de mi mismo, mataba a niños y ancianos, y me importaba un santísimo carajo la voluntad de “nuestra diosa”, nunca fue mi diosa caballero de capricornio, curioso que el más traidor de nosotros se haya enamorado del más fiel.

Yo solo quería luchar, si Saga poseído me mandó luchar, yo lo hice con una sonrisa de oreja a oreja, que me lo mando Hades, carajos Shura, que una de mis técnicas se llama “las ondas del Hades”, ¿dónde iba estar yo más a gusto que en el mismísimo averno?, pero me jodió horrores, cuando contando contigo, con Saga y con Camus, Hades formó un magnifico y mortal trío, y a mí, pese a ser mi mejor amigo, me dejó con Aphrodita.

Voy a ser mal educado, como antaño, y que te conste en acta que estoy cabreado, muy, muy, muy cabreado, pero ¡me voy a cagar en la madre que parió al muy hijo de puta de Hades¡ ¿por qué vosotros tres precisamente?, ¿qué pasa, sois los más guapos?, fíjate tú, lo que son las tonterías, si me hubiesen puesto a mí, con Saga y con Camus, por lo menos hubiéramos tenido en común el color de pelo, vale, Camus y tú sois vecinos de templo, ¿pero qué pintaba Saga en vuestro dúo?, quería ser yo Shura, yo el que a tu lado invocase “la exclamación de Atena”, el que me cargase a Shaka en el templo de Virgo, pero no, ni en el jodido muro de los lamentos pude estar contigo, tú eras el primero a la derecha, yo el último de la izquierda, y cuando nos resucitaron, eso pareció un partido de futbol solucionado en los penaltis.

Primer penalti, Aioros de Sagitario, y hasta ahí lo entiendo, fue el primero que murió, el héroe, el más digno e inocente de todos nosotros, y no me cabrea en lo más absoluto que fuese el primero en ser resucitado, incluso entiendo que el segundo fuese su hermano pequeño y tuviesen su media hora a solas de reencuentro.

Pero leches, que éramos catorce para resucitar, y a mí me dejaron para el último, y si mal no recuerdo tú fuiste el cuarto, por lo tanto, cuando yo abrí mis ojos, más mareado que la noria de una feria, sin saber a ciencia cierta si era lunes o domingo, tú ya estabas más feliz que una perdiz, caminando como si nada, mientras yo tiraba por la boca hasta mi primera papilla.

Y ahora estoy aquí cuando podría haber abierto mis ojos, levantarme de mala ostia, coger mi culo italiano, moverlo hasta tu templo, y sin un te amo ni un miserable “hola” de por medio, plantarte un beso en los labios que no dejase en tu cabeza, duda alguna de que te quiero.

Pero sé que Kanon está sufriendo por la falta del juez del averno, y sinceramente, bastante hemos sufrido ya con todo lo que hemos vivido como para que no le otorgue a un amigo, una mínima esperanza.

No sé si me he vuelto noble, o lo que comúnmente se llama “bueno”, pero últimamente pienso mucho Shura, aunque este muy lejos de lo que un día fui, ahora siento.

Cuando veo a Aldebarán, en ocasiones siento furia, de todos nosotros es el más noble, incluso yo sin dudarlo pondría la mano en el fuego por ese grandullón, y sin embargo, veo como ese hombre se ha convertido para su desgracia en el mejor amigo de todos, pero no siendo amado por nadie debido a su aspecto, y sinceramente, yo con estas manitas le daría de ostias a Mu de Aries por no corresponder a los sentimientos de un hombre que vale la pena. Siento muchas veces, el dolor impreso en el aura del brasileño, mirando melancólico el primer templo, cuando es consciente de que posiblemente, nunca obtendrá lo que más desea del primer guardián, son muchas las ocasiones, llámalo empatía, en las que he bajado hasta Tauro, y me he sentado al lado de ese caballero, ofreciéndole en silencio, el apoyo que necesitaba, en una ocasión, Shura, el mismo Aldebarán me preguntó porque lo hacía.

Todos merecemos ser amados, fue mi contestación y mi pensamiento, porque esa es la única verdad, nosotros catorce, no somos diferentes del resto, si, es cierto, tenemos armaduras doradas en lugar de pantalones vaqueros, podemos prenderle fuego a un bosque con la mirada mientras los humanos normales necesitarían un mechero, pero todos tenemos dos ojos, dos piernas dos brazos, etcétera.

Lo que nos diferencia, es el orgullo, te lo explicaré mientras me paseo por el averno buscando al juez rubito.

Un día cualquiera, después del grito de dolor de una mujer, se escuchó el llanto de un niño, hasta ahí, todo normal, los catorce caballeros de oro, por si no lo sabías, vinimos en pelotas al mundo y perdona mi vocabulario, está saliendo a flote el italiano de mala leche que todos conocéis.

La diferencia es que si ese niño hubiese sido “Perico el de los palotes”, le hubieran puesto en brazos de su madre, hubiera sido amamantado, crecería, jugaría, aprendería a leer y a escribir, y de mayor, hubiese hecho lo que le hubiese dado la real gana con su vida.

Pero, si ese niño era, “el santo de”, o “el futuro caballero de”, ahí las cosas cambiaban, recién parido ya le estaban diciendo cual era su deber, las flexiones que tenía que realizar, y si te pones a malas, hasta el color de los calzoncillos.

Nos mandaron a islas y lugares a kilómetros de nuestras familias, y nos pusieron delante de un extraño, que en lugar de presentarse, primero disparó la bala, y luego hizo las preguntas, “lucha por Atenea”, “protege a Atenea”, “tu vida por la diosa”, “entrena para la guerra”, es perfectamente comprensible, que cuando los catorce nos conocimos, siendo apenas unos críos, uno se presentara y el otro le respondiese “tú no eres Atenea”.

Porque eso fue lo que nos enseñaron a capa y espada, que en nuestra vida, no debía haber nadie más que la diosa, me imagino el calvario de los más mayores, consigo recrear la imagen perfecta de unos Saga y Aioros quinceañeros, en plena etapa hormonal, con las dudas típicas del cuerpo humano a esas edades, y sinceramente, no quiero que por mi cabeza pase la idea de la primera vez que esos dos muchachos se masturbaron, te partirás el culo de la risa, Shura, pero yo no consigo “cascármela por Atenea”.

Y ahora, viene lo bueno, y como no quiero ser profundo, voy a decirte algo en lo que nadie ha pensado más que yo y mi cabecita loca.

Catorce tíos en un mismo sitio, dos de nosotros de pelo castaño y castaño más claro, dos hermanos uno más mayor que el otro, con unos ojazos que quitan el hipo y unos músculos bien definidos.

Otros dos hermanos, clones el uno del otro, con una larga, suave y brillante melena, los mismos ojos del mar griego, una altura considerable, y unas voces que ni las supera un soprano.

Luego dos bombones de pelo largo y ojos hermosos, uno rubio y el otro con dos puntitos graciosos en lugar de cejas, uno del Tíbet y reencarnación de un dios, y el otro con una ternura digna de un muñeco de peluche, y por si te quedan dudas, sí, estoy hablando de Shaka y Mu, y los dos castaños son Aioria y Aioros, y los otros Saga y Kanon.

¿Qué más tenemos?, ¡ah, sí ya¡, un escorpión griego y seductor, un francés que a pesar de frio esta para mojar pan, un brasileño enorme y bondadoso, un sueco afeminado, tú que estás buenísimo, y yo….bueno no quiero presumir.

¿Acaso pensaban que con semejante elenco, si no incluimos a nuestro Patriarca y a Dokho rejuvenecido, nos íbamos a quedar célibes y vírgenes, por Atenea?.

Somos catorce por dios bendito, si Kanon no se hubiese enamorado del juez de Wyvern, siete liados con los otros siete y asunto arreglado, pero ahora, si consigo llevar a cabo mi cometido y traigo de vuelta a Radamanthis, seremos quince en el santuario, si sumas lo suficiente, te darás cuenta de que uno de nosotros, se queda solo. Y aunque injusto, creo que ese papel le va a tocar al guardián brasileño de la casa de Tauro.

Porque Camus está con Milo, Saga está con Aioros, Shaka con Aioria, y Shion está con Dokho, y sinceramente, yo espero estar contigo dentro de poco.

No confío en que Aphrodita, de la noche a la mañana, se enamore perdidamente de Aldebarán, si somos sinceros Shura, creo que ambos sabemos que hay más posibilidades que el duodécimo templo se lie, empareje o como prefieras llamarlo, con el guardián del primero, y aunque son suposiciones, no dejo de sentirme triste por nuestro Alde.

Por eso, no quiero que sufra Kanon, tampoco quiero sufrir yo, pero no voy a mentirme a mí mismo, Shura, que te haya salvado la vida, e incluso el hecho de que intente devolverle la vida al juez del averno, no quiere decir que tú vayas a lanzarte a mis brazos, si eso ocurre, si tú me rechazas y yo me quedo soltero, compartiré mi soltería con mi brasileño amigo, pués no me imagino entregándole a otro mi corazón.

Sé que mi cuerpo dañado sigue en la cama, quizás me hayáis llevado al interior de mi templo, pero lo que no puedo saber, es si tú estás a mi lado, velando mi sueño congelado por el ataque de Camus.

Pero…aunque no te lo creas, incluso yo sigo buscando la redención de los actos que cometí en el pasado, ese perdón que Saga lleva implorando por años, incluso el mismo que tú le pediste a Aioros poco después de que fuésemos resucitados, quiero empezar una nueva vida con las manos limpias y la consciencia tranquila, desafiar una vez más a la muerte y despertar sintiéndome limpio, digno, y perdonado.

Creo, que traer de vuelta a Radamanthis de Wyvern y entregárselo en bandeja a Kanon, es un buen comienzo por mucho que pueda el llegar a preocuparos el hecho de que no me despierte de mi letargo, y cada vez este mi cuerpo y mi alma, más cercanos a la muerte.

 

-POV CAMUS-

Aquí, tendido en la cama entre los brazos de Milo, soy consciente de cuan bajo hemos caído los santos de oro.

Perdidos en el tiempo han quedado los días en los que lucíamos unas armaduras que ahora solo sirven para coger polvo y hacernos sentir añoranza.

La añoranza de aquellos días en los que éramos grandes hombres, nobles y entregados a una causa que creíamos justa, y me siento enfermo por el simple hecho de que me considero el mayor traidor de todos nosotros.

Porque hace tiempo que renegué de mi propia diosa, no entiendo a esos seres divinos que nos hacen sangrar por su causa, y mucho menos entiendo a la mía propia.

Tres grandes guerras hicieron falta para que esa niña se dignase a lucir su armadura y luchase por nosotros, y en realidad, ni siquiera fue ella la que nos devolvió a la vida, sino un Hades arrepentido de sus actos y alentado por Zeus, padre de todos los dioses.

En la guerra de Asgard, esa condenada muchacha se dedicó a rezar mientras los muchacho de bronce, entre ellos mi alumno, derramaban su sangre en la fría nieve de esa región, no fue mucho más distinto en la batalla en el reino marino, y en la batalla de las doce casas, ella tranquilamente pasó por el interior de los tres últimos templos, resucitó a los caballeros de bronce, y a los tres dorados nos dejó muertos y tirados en el suelo.

Creo que ni yo, ni ninguno de mis compañeros le debemos nada a esa muchacha que no merece el puesto que la ha sido otorgado.

Y ahora, uno de mis compañeros, se debate entre la vida y la muerte, simplemente porque mi cuerpo, ya no puede más. Estoy cansado, lo reconozco, ya ni las horas de sueño me quitan esté aletargamiento, esta pesadez que me abruma día a día, me levanta la costumbre, la rutina llevada durante años, y sinceramente, la única luz que ilumina mi camino.

Y esa luz, no es sino el hombre que me tiene entre sus brazos, vigilando mi sueño fingido, pues sinceramente ni el sueño me llega a pesar del agotamiento que siento.

-se que estás despierto-te he oído decir.

-no puedo dormir, me asalta el recuerdo-te he contestado mientras capturo un mechón de tu pelo en mis manos.

-¿es por Mask?-me preguntas en un susurro.

-es por todo Milo-te contestó.

-ven, voy a conseguir que duermas un poco-me dices levantándote de la cama y estirándome del brazo.

-¿a dónde me llevas?-te pregunto algo cansino.

-al agua, no es por nada Cam, pero te hace falta un baño-me contestas con una sonrisa y guiñándome un ojo.

He dejado, permitido que me arrastres hasta el cuarto de baño, sé que mi aspecto debe ser bastante patético, he visto sin ver, perdido en mis pensamientos, como has llenado la bañera y le has echado al agua un poco de todo, y el vapor a comenzado a inundar la habitación junto con un aroma a romero.

He sentido, con los ojos medio cerrados, como una a una, me has quitado con cuidado las prendas de ropa que llevo puestas, sabes que estoy lo suficiente cansado como para que tenga ganas de algo más, y justo después de que me hayas cogido entre tus brazos, he sentido la calidez del agua bañando mi cuerpo.

No he podido evitar lanzar un suspiro cansado cuando los músculos de mi cuerpo han empezado a relajarse, al mismo tiempo que con un cuidado extremo, tú has comenzado a lavar mi larga melena, dándome un masaje con las yemas de tus largos dedos.

-¿qué se siente al saber que el veneno corre por tu cuerpo?-te he preguntado inconscientemente.

-al igual que tu cuerpo está acostumbrado a las inclemencias del frio, es como si el mío fuese recorrido constantemente por un cosquilleo, a veces, si me concentro lo suficiente, siento las partículas de veneno peleando con mis moléculas, recorriendo mis terminaciones nerviosas, formando un todo conmigo, y parecerá curioso, pero cuando en mis ataques, lanzó mis aguijones, es como si en cierta manera, perdiese una pequeña parte de mi mismo con ellos-me has dicho en voz suave mientras comenzabas a enjabonar una melena que seguramente ya está llena de nudos.

-¿recuerdas la batalla de las doce casas?-te pregunto ausente de porque ese recuerdo viene ahora a mi memoria.

-sí, la recuerdo-me has dicho.

-¿qué sentiste Milo, cuando…cuando yo me fui?-te pregunto, y es curioso que te haga esa pregunta después de tantos años, no sé a ciencia cierta si quiero oír la respuesta, si serán tus palabras una salvación o un castigo, pero quiero oír el eco de tu voz resonando en las paredes, eso me tranquiliza, simplemente oír hablar en tono suave, no el seductor que me vuelve loco y me hace desearte, sino el que solamente utilizas conmigo cuando sabes que me siento intranquilo por algo.

-al principio, cuando la batalla comenzó, me sentí culpable de haber dejado que Hyoga sobreviviese y pasase mi templo, sabes mejor que nadie que podría haberle matado en aquel instante, pero tú, no me lo permitiste, y no me refiero a que me lo dijeses de alguna manera, sino a que yo era el más consciente de todos de que querías probar a tu alumno, que la pequeña batalla en la casa de libra te había dejado un sabor amargo y te resultaba insuficiente.

-luego, sentí tu cosmos arder al máximo, y tuve miedo de que acabases con Hyoga, de alguna manera supe, que si el cisne te fallaba tú te sentirías culpable de no haberle enseñado, de no haber dado lo mejor de ti mismo en su entrenamiento y aprendizaje, se que hubieran pasado años y años contigo preguntándote cual habría sido tu fallo, y no te hubieses podido perdonar a ti mismo la muerte de ese muchacho.

-finalmente, cuando comprobé que vuestras energías se apagaban, sentí rabia, odio, ira y tristeza, el dolor más absoluto de todos, te había perdido y eso no era fácil de asimilar, desee con todas mis fuerzas subir a tu templo y volver a matar a Hyoga con mis propias manos, o traerte a ti de nuevo a la vida, pero el dolor y la tristeza me hicieron derrumbarme en mi templo y no poder moverme hasta que llegó la diosa y tuve que arrodillarme ante ella siendo consciente de que no te iba a traer de vuelta a mi lado. Cuando nuestro camino nos llevó a la casa de acuario, me sentí impotente por no poder quedarme a tu lado y morir de pena, por no poder cogerte entre mis brazos y llevarte bien lejos de todo, luego la vida se hizo una rutina vacía, sin sentido, en la que yo me quedaba mirando al cielo estrellado buscando tu presencia en alguna de esas estrellas.

-reconozco que busque consuelo en la amistad que forjamos los que sobrevivimos, en los suaves consejos de un Aioria acostumbrado a la falta de su hermano mayor, en las enseñanzas de un Shaka que me hizo olvidarme de todo gracias a la relajación, las bromas de Alde, siempre dispuesto a echarme una mano, he incluso en la inocencia de Mu, que en más de una ocasión aguanto mis lágrimas entre sus brazos. Luego, quizás de una manera, supe que en algún punto del camino tú y yo volveríamos a encontrarnos, y eso, me dio cierta paz de espíritu y una paciencia y esperanza inquebrantables-me has dicho mientras desenredaba con cuidado, mechón a mechón, todo y cada uno de los mechones de mi melena, dejándolos caer libres y empapados en mi hombro derecho mientas cogías la esponja y la bañabas en espuma, pasando instantes después a enjabonar mi espalda.

-siento haberte hecho tanto daño Milo-te he dicho cuando he comprendido las consecuencias de las decisiones que tome en el pasado.

-lo importante es que ahora estás a mi lado Camus, y que ahora, nada ni nadie nos va a separar-me has contestado.

-¿Qué me pasó en el coliseo?-te he preguntado.

-Camus, lo quieras creer o no, tú, Saga, Shura, e incluso Death y Aphrodita, sois los que más cansados estáis, habéis expuestos vuestros cuerpos en más ocasiones de lo que lo hemos hecho el resto, tarde o temprano, cada golpe recibido, cada herida, cada ataque que habéis lanzado, os tenían que pasar factura, si yo no me culpo de haber dejado pasar a Hyoga por mi templo, y que horas después este acabase con tu vida, ¿por qué te culpas tú de ser, al fin y al cabo, simplemente un ser humano con sus errores y sus aciertos?-me has dicho mientras te incorporabas y comenzabas a enjabonar la parte desde mi cuello hasta mi cintura.

-si en una ocasión he perdido el control de mi propio ataque, ¿quién te dice que no vaya a volver a ocurrir nuevamente?-te he preguntado.

-Camus, ni espero ni deseo, ni mucho menos quiero, que haya una nueva guerra, no soporto la simple idea de que tengas que luchar nuevamente, y mucho menos la de vuelvas a morir por…¿quinta vez?, realmente ni siquiera sé porque nos molestamos en entrenar, ya todo ha acabado para nosotros, ya no habrá batallas, ni guerras, aunque sigamos siendo caballeros de oro, y vivamos aquí porque no conocemos otro medio de vida, no hemos convertido en objetos de museo, quietos en nuestros puestos esperando que alguien pose su mirada en nuestros rostros y recuerde todo lo que hemos hecho.

-a veces pienso que únicamente queda un vago recuerdo de nosotros mismos, que hemos perdido el toque de gracia que nos caracterizaba, míranos a ti y a mí, tú tienes veintiséis años, yo veinticuatro, y sin embargo, en nuestro día a día, actuamos y vivimos como una pareja de ancianos de más de noventa, te amo, eso no debes dudarlo nunca, pero a veces extraño simplemente el caminar por el pueblo y que la gente se me quede mirando, saberme el seductor de los catorce, el eterno deseado, reconozco que me cabrea bastante que Ikki del Fénix y sus diecinueve años me hayan quitado el puesto, pero no cambiaría ni un minuto de mi vida, ni un solo segundo, sabiendo cómo se lo que he logrado con estás manos-me has contestado mientras terminabas de quitar el jabón de mi cuerpo con agua limpia y me ayudabas a levantarme, cubriendo mi cuerpo cansado con una toalla grande.

-¿y qué has conseguido Milo?-te he preguntado mirando esos ojos azules tuyos en los que me he perdido una vez más por completo.

-amar y ser amado por un hombre del que me siento orgulloso, un guerrero fiel y fuerte que puede ir por el mundo con la frente bien alta y seguro de sí mismo, alguien con quien deseo pasar cada segundo de lo que me quede de vida, ya sea contemplando las estrellas a su lado, o consiguiendo día a día que caiga entre mis brazos, he conseguido que el terco, frio, testarudo, rígido y serio caballero de los hielos, me regale la más hermosa de las sonrisas, la más dulce de las caricias, y la pasión más arrebatadora, yo, el eterno seductor, he caído en mi propio juego, seducido por un ángel hermoso que ahora tengo en brazos, cansado, agotado, abatido y apesadumbrado simplemente porque el muy testarudo se ha olvidado de que pase lo que pase, ocurra lo que ocurra, puede contar conmigo, que jamás voy ni a juzgarle ni a rechazarle, y que no pienso apartarme de su lado, aunque reconozco, que verte como te estoy viendo y no me dejes ayudarte aunque sea un poco, es algo que me está matando por dentro, me siento impotente, olvidado en un rincón como un trasto viejo e inútil, y francamente, daría cualquier cosa porque me mostrases un mínimo vestigio de que aún queda algo de fuerza en el hombre del que yo me enamoré y al cual sigo amando-me has contestado con una triste sonrisa en los labios.

No sé en qué punto comencé a hacerte daño, en qué momento me olvidé de que eres mi pareja y que nunca me has dejado solo, pero no he podido evitar el apoderarme de tus labios cuando has vuelto a cogerme entre tus brazos, en un beso demandante y cálido que me has correspondido de inmediato, sintiendo yo en los miso, la calidez que embarga todo tu cuerpo, el sabor salado y adictivo al que me tienes acostumbrado y que tanto amo.

Y cuando me has dejado en la cama con cuidado, y te has incorporado con la firme intención de marcharte y dejarme dormir un poco, he logrado olvidar a Death medio muerto por mi mano, a un Shura cansado que ahora es consciente de que el de cáncer le ama, he logrado olvidarme de mi propio cansancio y agotamiento, y he comenzado a desearte como hace tiempo no lo hago. Y no es que no te ame Milo, es solo que he sido tan sumamente egoísta estos días que solo me he preocupado por mí mismo y mi sufrimiento, y como tú mismo has confesado, sin quererlo, te he dejado apartado en un rincón para consumirme yo solo.

Así que, antes de que hayas podido tan siquiera reaccionar, he cogido tu muñeca izquierda, he utilizado la poca fuerza que queda en mi cuerpo y te he arrastrado nuevamente a la cama, apoderándome de tus labios mientras cada molécula de mi cuerpo reacciona ante el calor que desprende el tuyo.

Ni tan siquiera te he permitido tomar aire antes de hacer un poco de fuerza y meter mi lengua en tu boca, explorando una vez más cada uno de los rincones que tengo memorizados, mientras rodeo con mis brazos tu cuello, y antes incluso de que la falta de oxigeno me haya hecho soltarte en contra de mi voluntad, tú has sabido comprender, leer y entender el interior de mi alma, y te has acomodado cuan largo eres entre mis piernas abiertas, rozando la tela de tu camiseta con mi pecho aún húmedo por el baño.

-Milo-te he dicho mirando fijamente a tus ojos griegos, sabiendo la confusión que te han provocado mis actos.

-dime-me has contestado.

-hazme el amor te lo ruego-te he solicitado mientras tú abres tus ojos como platos y tus mejillas han cogido un suave color rojo que te hace ver más hermoso.

-pe…ro estás cansado-me has dicho.

-y te amo-te he contestado mientras con cuidado, he vuelto a acercarme a tus labios y los he reclamado como míos nuevamente, ahora en un beso suave, tranquilo, no me importa el cansancio, ni el sueño que ya me invade gracias a tus cuidados, solo me importa sentirme tuyo, dormir entre tus brazos.

-yo también te amo Camus-m has dicho cuando hemos roto el beso.

Y entonces, hemos empezado con la más primitiva de las danzas ancestrales, he visto tus ojos perlarse de la pasión propia del momento mientras yo arrebataba a tu cuerpo de la camisa azul que llevas puesta y mojada por mi culpa, he sentido las yemas de tus dedos finos recorrer cada centímetro de mi cuerpo cuando has quitado la toalla en la que me habías enrollado y me has dejado completamente desnudo ante tus ojos.

Tus labios cálidos y tu lengua traviesa recorriendo de un extremo al otro mi cuello, apoderándote del lóbulo de mi oreja mientras mis manos recorren cada musculo y cada hueso de tu espalda perlada de sudor.

Has terminado de desnudarte con movimientos lentos mientras tu boca se apoderaba del pezón izquierdo de mi pecho, provocando que mi espalda se arquee en un ángulo prácticamente imposible mientras una corriente eléctrica atraviesa completamente mi cuerpo,  y he sentido la suavidad de tu sexo erguido contra el mío cuando has vuelto a acomodarte entre mis piernas.

Piel con piel, nuestros cuerpos buscándose el uno al otro mientras nuestro aliento y nuestras lenguas vuelven a mezclarse en un nuevo beso, gemidos ahogados en nuestras gargantas mientras nuestros corazones comienzan a descompasarse, mi mano, la tuya, vagando  libremente por nuestros cuerpos antes de legar juntas a nuestras intimidades, la tuya rozando mi entrada mientras la mía acaricia suavemente primero, más fuerte después ese órgano tuyo que pide atención sutilmente.

Jadeos, gemidos de tu parte y la mía, mientras tu preparas mis entrañas para recibirte con los dedos, y yo sigo masturbándote, tu boca, traviesa, que no para quieta ni un segundo mientras me robas de la mano tu miembro y comienzas un camino de besos, suaves mordiscos y lamidas por toda mi persona, hasta que finalmente, llegas a mi propia masculinidad y haces que me tensé por completo al meterla en tu boca y comenzar a lamerme.

Consigo muy a duras penas jadear tu nombre mientras mi cadera acompasa tus movimientos, sintiendo el calor previo a un orgasmos recorrerme por completo, pero tu paras antes de que el clímax  se haga dueño de mi cuerpo, y mientras subes nuevamente con tus labios por mi cuerpo, yo voy sintiendo como vas entrando poco a poco en mi interior, culminas la penetración con un beso en mis labios, y a pesar de que mi cuerpo ya está acostumbrado al tuyo, te mantienes quieto dentro mío mientras exploras con tu lengua mi boca hasta que encuentras la mía y jugamos con ellas.

Me aferro con fuerza a tu espalda cuando comienzas a moverte, quiero sentir tu cuerpo cerca del mío, que tu pecho acaricie el mío propio mientras apresas mi erección con tu estomago, y ninguno de los dos evitamos los jadeos o los gemidos cuando tú consigues tocar ese que es mi punto de placer interno, consiguiendo por mi parte que grite tu nombre desesperado.

Quiero más, más rápido, fuerte y profundo, quiero saberte el dueño de mi cuerpo, que me hagas reventar de la pasión y el deseo que siento por ti, así que rodeo tu cadera con mis piernas, y comienzo a moverte a mi antojo, hasta que tu comprendes mis intenciones y me das lo que deseo, oigo los sonidos procedentes de tu garganta, los suspiros que acompañan mi nombre o los profundos te amo que me dedicas.

Y entonces, levanto un poco mi pecho y tu pasa los brazos por mi espalda, en un abrazo que nos une aún más de lo que ya estamos.

-ámame Milo por favor-te digo al oído provocando que te estremezcas.

Y lo haces, esfuerzas al máximo de tus posibilidades tu cuerpo y comienzas unas más largas y profundas embestidas, al tiempo que aumentas la velocidad y gimes mi nombre poseído completamente por la lujuria de saberme tuyo.

Y así, minutos u horas más tarde, te incorporas un poco cuando eres consciente de que pronto llegaremos al orgasmo, liberas de mi espalda tu mano derecha y comienzas a masturbarme al ritmo de tus movimientos, provocando que te grite cuanto te amo al mismo tiempo, que quizás por agotamiento, o por la felicidad de saberme tuyo, unas lágrimas traidoras comienzan a recorrer mis mejillas.

Y es entonces cuando todo explota, cuando tú echas hacia atrás tu cabeza provocando el movimiento de toda tu azulada melena, con mi nombre en tus labios, siento como mis entrañas son bañadas por tu semilla, al mismo tiempo que un espasmo de placer, me hace derramar la mía entre nuestros vientres y tu mano derecha, y solo minutos después, veo como tu cuerpo desciende nuevamente hasta el mío, y me robas el poco aire que consigo llevar a mis pulmones con beso que me deja sin uno solo de mis sentidos.

Instantes después ya noto tu falta en el interior de mi cuerpo, mientras ambos aprendemos nuevamente a respirar serenos y nuestros corazones retoman la marcha habitual, y tu suples tu ausencia en mi interior rodeándome con tus fuertes brazos y acunándome en tu pecho, mientras las lágrimas que se desbordan ya de mis ojos, se mezclan con el sudor de tu cuerpo y mi semilla.

Y es entonces, cuando eres consciente de que podrás hablar sin faltarte el aliento, cuando coges mi barbilla y la alzas con tus dedos para que nuestros ojos se encuentren nuevamente.

-deja de llorar amor mío-me dices preocupado.

-es que te amo Milo-te digo como un tonto, sin otra explicación que le dé sentido al hecho de que estoy llorando cuando soy el hombre más afortunado de la tierra por tenerte conmigo.

-¿tan malo es que me ames?-me has contestado con una sonrisa medio torcida y una ceja levantada.

-quiero amarte más todavía, pero, yo, no sé qué debo hacer para conseguirlo-te confieso, porque esa es la única verdad de mi existencia, necesito que te sientas más amado, más correspondido, que seas pleno a mi lado y te sientas satisfecho, no soportaría que te cansases de mi, que me abandonases y me dejases solo en este mundo gris y frio.

-¿quieres amarme más?-me dices con un suave movimiento que ha provocado que por interminables segundos me quede sin el calor que desprende tu cuerpo,  has alcanzado con tu mano izquierda una pequeña cajita que escondías en el cajón de la mesita, un pequeño cuadrado forrado de satén rojo, que has abierto frente a mis ojos mostrándome dos alianzas de oro blanco.

-entonces cásate conmigo, Camus-me has dicho.

Te he mirado y he mirado esos dos anillos, he vuelto a mirarte y mi vista ha retornado a esa pequeña cajita.

-¿Milo….Mi…lo?-he comenzado a tartamudear mientras tú, sacabas la alianza grabada con tu nombre y la ponías con delicadeza en el dedo anular de mi mano derecha.

-¿aceptas ser mi esposo Camus?-me has preguntado con un semblante de duda en los ojos.

Con manos temblorosas y un cuidado extremo, he cogido la alianza que lleva grabado mi nombre, he quitado la cajita de tus manos y la he lanzado bien lejos, mi corazón a latido fuerte mientras deslizaba por tu dedo esa pequeña y delicada joya.

He levantado la vista y te he mirado fijamente, viendo el poder del amor que sientes por mi destilado en toda tu persona, en cada cabello, en cada músculo, en cada poro de tu piel, en tus ojos, en tu alma.

-sí, acepto-he dicho antes de lanzarme nuevamente a tus brazos, y volver a iniciar por mi cuenta, un nuevo encuentro que se que nos dejara totalmente agotados.

Pero no me importa, no necesito ni la bendición ni el permiso de nadie, ni ceremonia alguna, ni papeles firmados, Milo de Escorpio es desde ahora mi marido, y yo, su amante, fiel y devoto esposo.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).