Estoy aburrida, no quiero estar en clase. Cansada de esta semana, veo al viejo de Biología entusiasmado con la clase. Suspiro. Mi curso o mejor dicho, la “manada de ineptos” que tengo –desgraciadamente-, como compañeros, hacen lo que se les viene en gana. Algunos están durmiendo, aunque parezca increíble; otros haciendo la tarea que se les olvidó o suelen estar en “modo autista”, es decir, callados mirando la nada, mientras son pocos lo que están tomando apuntes.
Por más que quiera atender, no puedo. Mi mente se concentra en los demás. En aquellas personas que son hipócritas, estúpidas y sin una pizca de moral o cordura. Me gusta pensar en las idioteces que se dicen entre ellos…me gusta meterme y decir lo que “escuché accidentalmente”. Río cada vez que se pelean; las chicas “más lindas” y huecas del curso, discuten entre ellas… soltando verdades en medio de la clase, en el receso o en vía pública.
¿Cómo no gustarme eso? Simplemente me compruebo a mí misma, que todos son falsos…
Mi vista se dirige, inconscientemente, a una persona… ella. No me sorprende encontrarla charlando, pintándose las uñas y comiendo. Siempre está en su mundo. Disimuladamente regreso mi vista a mis apuntes, enojada conmigo por estar pendiente de la señorita y no en el profesor.
Ella es la hipocresía personificada. Dice una cosa y sale con otra. Sé muy bien que piensa diferente a lo dice o hace… sabe lo que los demás quieren escuchar y, diciendo aquello, los compra…los gana.
Sin embargo, conmigo es diferente, a mí no me engaña porque sabe que la conozco. ¿La conozco, verdad? Supongo que superficialmente y un poco más. Tengo una carta para jugar y lo sabe.
- ¿Estás bien? – Me pregunta un chico. Mi “querido” compañero de asiento. – Te estoy hablando hace rato.
- Sí – Respondo cortante. Iván es su nombre, un chico bastante raro… ¿pero qué me importa? No es mi problema. – Qué pasa.
- Ehm… N-nada… sólo que… - Se mueve incómodo, ¿Por qué tiene que ser así? – N-no importa….
¿Qué? ¡¿QUÉ?! Me interrumpe mis preciados pensamientos por… por “nada”. Gritaría si pudiera, pero si lo hago, ganaré una sanción. Me relajo. Suspiro por ¿décima vez? Ya no lo recuerdo. Como sea, el profesor, o mejor dicho, el fósil, se fue por las ramas –como siempre-. ¿Qué se supone que haga? Tomar apuntes sobre hematomas y mujeres embarazadas, no entra en el programa.
No sé por qué, pero quiero pensar en ella, en la señorita “yo soy la verdad”; ¿Es raro que lo haga? ¡Qué porquería de pensamientos! Estoy tan desesperada para saciar mi aburrimiento, que…
- Micaela…
Mi compañero me habla. Está sonrojado hasta las orejas. Horrible y patética imagen.
- ¿Escuchaste lo que dijo el Profesor?
Uh… para comenzar, ¿Dijo algo productivo?
- No – Está bien, no lo soporto, necesito desquitarme con alguien, ¡Mi compañero me tiene…!- ¿Qué dijo, Iván?
- Micaela… - Susurra. – La próxima semana hay examen.
La mejor noticia que me han dado. Realizo una mueca y me tomo un mechón de cabello. Mis rulos me tienen cansada, ¿No se pueden quedar quietos? Maldición, un examen… otro más.
- Ehm… - Mi patético compañerito se mueve incómodo. No tolero que sea tan tímido… ¿Será eso? ¿Es otro hipócrita?
- Ten… - Me extiende la mano, la miro confundida. No entiendo. – Te lo envía tu amiga.
Ese tono de voz lo conozco; sé de quien se trata.
- Uhm… gracias.
Abro el papel y me sorprende su contenido, ¡Maldita desgraciada! Sabía que algo así pasaría. Pero que fuese tan pronto… tengo que prepararme para la bendita charla.
De reojo observo a Iván, está tomando apuntes sin saber o sentir que lo estoy “espiando”. Su ceño se encuentra fruncido y su boca torcida. ¿Le molesta que sea “amiga” de ella?
* * *
Micaela se encuentra sentada en su asiento sin moverse. No quiere, de todos modos. Sabe lo que viene ahora. Las clases terminaron, era hora de “ser la persona más buena del mundo”. Cierra los ojos, tiene que prepararse.
- Y rasguña las piedras, y rasguña las piedras – Una voz chillona la sacó de sus pensamientos.
- Deja de cantar esa maldita canción – Otra fría se escuchó en el vacío salón.
Mueve su cabeza para observar a las personas que la acompañan. La primera está fingiendo un llanto; sus cabellos castaños claros sueltos y mirada dulce de leche llamaban la atención a cualquiera que fuera heterosexual o bisexual.
- Belén – Sus labios pronunciaron su nombre de manera delicada, acción impropia de ella.
- ¿Mica? – Belén sonríe. Se acerca y la abraza.
- ¿Por qué estás sentada como estúpida? – Una chica de cabellos oscuros se acerca a las otras dos con cara de pocos amigos.
- Y tú Azul, ¿Por qué tienes cara de amargada? - Pelea verbal. Ambas discutían siempre, pero se toleraban y nadie sabía por qué.
Detrás de las paredes, que ayer te han levantado, te ruego que respires todavía…
- Ups, lo siento – La castaña torpemente atendió su teléfono. - ¿Si?... ya voy… adiós.
Micaela miró la escena; comprendía, en ese momento, lo que sentía ella cuando le hablaba sobre sus gustos. Sinvergüenza, pensó.
Las chicas se fueron. El salón que minutos atrás estaba llena de chicos ruidosos e insoportables, estaba en silencio. Sus rulos comenzaron a moverse cuando volteó para irse, sin embargo se quedó estática. No se movió.
- Perdón por la demora – Dijo una rubia mientras caminaba hasta quedarse frente a frente con su “amiga”.
- Si claro, las dos sabemos que te encanta mentir – Tomó su mochila y arrugó sus cejas. - ¿Qué quieres?
- No seas así conmigo – Sonrió juguetonamente. Subió más su pollera; le encantaba que todos admirasen su cuerpo bien proporcionado. – Quiero que me ayudes…
- Antes que nada, deja de comportarte como una prostituta, al menos durante estos minutos que estamos hablando.
- Bueno… lo intentaré.
- Gracias, Victoria – Sarcástico fue su comentario.
- Como decía, quiero que me ayudes con ese asuntito, y prometo devolverte aquello.
Sus ojos mostraron sorpresa, definitivamente la rubia oxigenada sabía perfectamente cómo hacer negocios o chantajear.
- Acepto.
Quería aquello, simplemente por el hecho de le pertenecía.
Su mano se dirigió al bolsillo de su campera. Arrugó el papel que atrapó con su mano.
“Quiero a mi presa, a cambio, tú obtienes a tu objeto de deseo.
Te quiere, Vicky.”
* * *
El deseo y la excitación de lo que les era prohibido, las llevó a confabular un plan que haría cumplir la meta que se propusieron, aún sabiendo las consecuencias que podría traer su “pequeña travesura” la cual sería llevada a cabo en cuestión de días.
Las “presas” ya estaban seleccionadas. Creían que así, podrían satisfacer la necesidad y llenar el hueco que había en sus corazones.
Continuará…