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White World por YukaKyo

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Notas del capitulo:

White World

 

Debes de saber que, Fullmetal Alchemist O El Alquimista De Acero  es © de Hiromu Arakawa, Square Enix, MBS, ANX, Bones.

Y que yo soy YukaKyo la creadora de este escrito y el © es de mi Propia Autoría.

Con la pareja Roy x Ed. 

También que quiero que recuerden la  LIE (Ley de Intercambios Equivalentes) la cual me encanta *-*

Y que mi beta es la genial Rei Zero :3 

 oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

"Welcome to my world"

 

oo-o-oo-o-oo-o-o-o-oo-o-oo

 

4.- No Thank You

 

La nieve se había detenido hace tan solo una hora atrás, por ello había podido salir y sin que hubiese poder alguno que lo evitara, terminó encontrándose a quien fuera su mejor amigo en las solitarias calles de Munich.

 

Maes Hughes que caminaba lentamente alejado uno o tal vez dos pasos tras él.

 

Tan solo él sabía lo que había pasado.

 

No había podido evitar llamarle a los pocos momentos en que lo había encontrado. Tan solo se había asegurado de que el rubio estuviese lo mas cómodo posible para llamar de inmediato a Maes. Y entonces se lo había dicho, había encontrado a Edward, más bien a un chico que era idéntico a su rubio y se había sentido nuevamente con vida, para que segundos después Maes se la quitara, al hacerle ver que aquel no era a quien esperaba.

 

Y la realidad le había calado cruelmente, tanto, que aún días después de aquello la misma lo azoraba hasta el grado de dejarlo mas taciturno y pensativo que de costumbre.

 

Fue esa actitud la que alentó al hombre de lentes a dirigir su vista a la cansada espalda del pelinegro.

 

- Roy - Sonriendo tristemente mientras negaba con la cabeza, siguiendo al pelinegro - ¿Estas realmente conciente de todo esto? -

 

El hombre no contestó, simplemente siguió avanzando mientras su blanca bufanda serpenteaba casi libre alejándose de su cuello.

 

- Él no es Edward - susurró Maes, haciendo que el pelinegro se detuviera por completo.

 

- Lo sé - aceptó el pelinegro bajando el rostro al suelo y con la voz apagada.

 

Maes solo miró su espalda suavizando la mirada. Roy lo sabía y al mismo tiempo se negaba a aceptarlo del todo.

 

La mente del de lentes voló entonces hasta los tiempos lejanos donde ambos, tan solo siendo niños, se habían hecho amigos gracias a la amistad de sus padres. El pelinegro no era más que un niño introvertido y devorador de libros, que prefería pasarse las tardes encerrado en su habitación leyendo cuanto grueso tomo tocara sus manos y que soñaba incansablemente en algún día entrar a la prestigiosa universidad de Munich. Muy distinto de él, que hablaba hasta por los codos, que prefería salir y hacer travesuras a la menor oportunidad.

 

En mas de una ocasión lo había logrado convencer de jugar con él sacándolo de sus habitaciones y mas de mil ocasiones también los habían pillado haciendo de las suyas ganándose el castigo mas que justificado.

 

Una bonita amistad que creció con el paso de los años hasta casi hacerse una entrañable fraternidad estrecha que no le envidiaba en lo absoluto a hermandad alguna. Y que había seguido ahí, negándose a extinguirse aún cuando Roy había entrado finalmente a la universidad y él enlistándose en la policía.

 

Y las manías de Roy no habían cambiado en lo absoluto, prefería seguir enterrado entre libros que coquetear con las mujeres que lo seguían como abejas revoloteando a su alrededor. Todo bajo la calma inminente a la próxima revolución.

 

Más de pronto el pelinegro había empezado a distanciarse.

 

Había hecho un amigo. Un tanto inusual, porque era un chiquillo muchísimo mas joven que él y ciertamente de una clase social muy por debajo de la suya. Un simple vendedor de periódicos que de un momento a otro, hizo muy buenas migas con Roy.

 

Y que a pesar de lo joven que era, podía conversar fluidamente con el pelinegro en un nivel intelectual a la par, enfrascándose en conversaciones amenas, que en ocasiones llegaban a durar hasta el amanecer. Sus encuentros con Roy siempre habían estado limitados a unos cuantos momentos antes de que llegara aquel joven rubio, de unos ojos dorados enormes y cortos cabellos, que los interrumpía siempre llegando hasta ellos con una enorme sonrisa, poco después de terminar la venta de sus periódicos.

 

Entonces Roy se disculpaba y se iba con él. Y Maes tenía que aceptar que aquella amistad, entre el rubio y el pelinegro, lo molestaba hasta el punto de hacerlo sentirse celoso. Por ello tal vez jamás se había acercado a hablar con ese Edward. Nunca había hecho nada por intentar conocerlo y saber más de él.

 

Y de hecho, nunca le había importado en lo más mínimo cuando supo de su muerte a causa de ese Zeppelin que le había caído encima. En su profesión, la muerte era algo que veía todos los días y le parecía incluso cotidiana.

 

Pero no lo había sido así para Roy.

 

El pobre Roy que se negaba a socializarse más allá de sus libros, de él y por supuesto de Edward. Roy había sido lastimado con aquello, como nunca antes nada lo había hecho, pues su burbuja de protección había sido destruida, rota rudamente por la realidad del mundo donde una guerra era mas que inminente y le había arrebatado una persona para él muy querida.

 

Estaba asustado y al mismo tiempo furioso por la pérdida.

 

Y él lo estaba también porque el dolor de Roy lo había hecho suyo e intentaba encontrar la manera de consolarlo ahora que le hacía falta. Y se podía decir que aunque lento, estaba seguro que con el tiempo, Roy se hubiese podido reponer a la pérdida.

 

Pero ahora parecía que las cosas no iban mejorar, mucho menos ahora que ese rubio había aparecido en su vida. Maes lo sabia, oh, se había dado cuenta desde el primer momento en que había visto a aquel Edward en el departamento de Roy. Los ojos del pelinegro brillaban de la misma manera en que lo habían hecho cuando miraba a ese niño y aunque Edward compartía una mirada parecida, la suya estaba más plagada de añoranza.

 

Un deseo pequeño y latente de que cada uno de ellos fuera aquel a quien habían perdido.

 

Pero Roy no era ese coronel del que Edward hablaba y Maes, no era ese general que había acompañado al pelinegro cubriendo su espalda mientras avanzaba por los senderos del ejército.

 

Porque ninguno de los dos vivían en el mundo paralelo del cual el rubio hablaba.

 

Estaban en su mundo, ese mundo gris que les pertenecía y debía de aceptar que él ahora también estaba ahí atado al mismo y que era momento de dejar atrás esas ideas de volver a donde pertenecía.

 

Ese Edward tenía que anclarse a ese mundo y seguir adelante en el mismo viviendo su vida.

 

Y Roy tenía que entender por las buenas o por las malas que ese chico, no era su Edward.

 

Roy no era su coronel y Edward no era su querido rubio. Eran dos personas completamente distintas que, no merecían dañarse más de lo que hasta ahora ya lo habían hecho.

 

Echaron a andar de nuevo y fueron esta vez las palabras de Roy las que detuvieron al de lentes en seco.

 

- He decidido una cosa Maes - los ojos azul oscuro se clavaron entonces en las pupilas miel de su compañero - Me uniré a la rebelión -

 

Y aunque aquella noticia días atrás hubiese animado de sobremanera a Maes, ahora simplemente le dejaba un mal sabor de boca en los labios. Mas aún cuando la voz de Roy era tan seca y carente de emoción alguna.

 

-*-*-*-*-*-*-*-*-*-*-

 

Notas finales:

TBC...


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