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Túnel Ciego por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

Shaka por fin ha entendido que su hermano ha muerto, pero esto ha traido una serie de consecuencias. ¿Qué tanto repercutian en los cuatro la muerte de Asmita y hasta que punto han llegado al final del tunel?

La voz de mi hermano me alerta, me saca de mis sueños. Levanto mi mano entumecida sujetada por la suyas sintiendo la raposa fricción de sus dedos, iguales a los míos. Una caricia fraternal, como quizás teníamos cuando estábamos en el mismo vientre, compartiendo nuestra madre, nuestro espacio. ¿Por qué no podemos recordar esos momentos? Aquellos instantes que éramos una masa amorfa carente de otro sentimiento más que el instinto de sobrevivencia. Sin egoísmo, sin amor y sin odio… sin celos, sin frustraciones, sin penas, sin dolor…

—El médico dijo que todo salió bien. ¿Cómo te sientes? —Me pregunta. Le sonrío.

—Bien, creo… Aún duele. —Le afirmo, tomando sus manos—. ¿Y Mu?

—Bueno, hablamos. Creo que me dio la razón en muchas cosas, hablamos sobre lo que ocurrió.

—Entendió que tú no apoyaste…

—Él ya lo sabía. —Abro mis labios por el desconcierto—. Si, lo sé, también me asombro pero, me dijo que simplemente nunca entendió en que se equivocó contigo.

—Yo fui quien se equivocó.

—No hablemos de eso.

—No, necesito, necesito decirlo.

—El médico dijo que no era bueno que lloraras, dejémoslo así.

Nos quedamos en silencio mutuo y cómplice. La oscuridad es mi compañera desde hace mucho, he aprendido a apreciarla…

—Kanon… ¿puedes hacerme un favor?

—¿Dime?

—En mi cuarto, hay un maletín. La combinación es “74252”. Allí, hay un diario, por favor, lee y muéstrale a Mu lo escrito.

—Saga…

—Quiero que comprenda mi error, mi más grande error…

22 de Septiembre del 2000

Habían esperado ya por media hora frente a la casa de los Zardillat. De nuevo Mu cortó la llamada luego de confirma que efectivamente aún no habían encontrado al oftalmólogo. Kanon, dentro de la camioneta entregada por la empresa para sus labores, veía a su acompañante fijamente, contrariado, lleno de tantas emociones juntas. Mu lo había llamado. Acelerado fue a su encuentro esperando que quizás  era el anuncio de que su hermano por fin había terminado su relación con él para encontrarse con el terrible escenario de un Shaka perdido, un Saga que fue corriendo tras él y un Mu que en su desesperación por ayudar lo había llamado para que lo acompañara, ya que no tenía auto. Y bien pudo haberse negado, pero se trataba de Mu y cuando era él… Kanon literalmente se quedaba desarmado.

Allí estaba, a su lado, derramando lágrimas impotentes al no tener noticias de a quien seguía llamando su amigo, sin saber que ese amigo había estado gimiendo entre las sábanas en las que él y su hermano se acostaban y profesaban su supuesto amor. Sin saber que era ese quien ahora tenía el corazón del hombre que amaba.

Mordió sus labios, entre la rabia y la desazón, consiguiéndose embaucado.

—Aún no lo consiguen —gimió el ginecólogo tapando su rostro con sus manos—. ¡Dioses! ¡Estoy terriblemente asustado!

—Calma, veras que todo estará bien. —Una mano en sus hombros. Un apoyo.

—Gracias por acompañarme, Kanon. —Subió sus esmeraldas enrojecidas. El mayor le sonrío, derrotado ante esa imagen. Mantendría el silencio, era mejor así.

Por los momentos…

En cambio, al mismo tiempo, en la costa de Apolo el viento movía las doradas hebras en aquella noche fría. La navaja cayó al suelo, ensangrentada. Saga estaba inmóvil, con su corazón palpitando a mil por horas, sin saliva en su garganta y el aire caliente que quemaba sus pulmones. Las lágrimas que amenazaban por corroer por la acidez a sus mejillas. Dio dos pasos, buscó acercarse…

—Detente.

Se detuvo ante su voz cortante, llena de un turbio aire que emanaba como una sombría niebla. Fijó su mirada en aquella mano que sostuvo la navaja, no viéndola sangrar más.

—No pude… —Susurró finalmente y una bocanada de aire de alivio le brotó del alma al pediatra—. No soy un cobarde.

—Me tenías…

—Silencio…

Y el aire se llevó con él la bruma dolorosa que brotó de sus labios, las lágrimas que ya habían marcado sus mejillas y no, no podían surcar más.

—Asmita, ya decidí que quiero ser cuando sea mayor. —Habló el rubio, con voz tatuada por el paso turbulento del aire vibrando con sus cuerdas vocales, áspero, sordo, rudo—. Quiero ser un oftalmólogo, —Con las últimas silabas su voz tuvo una fuerte decaída. Las lágrimas del mayor se apresuraron a salir—, y entonces, seré el mejor, para devolverte la vista. —Soltó el aire de sus pulmones, se abrazó a sí mismo, se inclinó—.  Él me dijo: No es necesario… mejor sé cardiólogo… —Gimió. Saga tembló, perforado en su pecho, en su simiente—, y cura… —Lágrimas que de nuevo se desbocaron en níveas mejillas—… a los niños… que nacen… —Manos temblorosas que ocultaron su rostro de marfil enrojecido, negándose a la realidad—… sin esperanza de vida —Jadeó, encorvándose, derrumbándose en un alarido de hondo dolor—. Mierda… ¡Maldita sea! ¡¡COMO SABER QUE MORIRÍAS DEL CORAZÓN!!

Y cayó, en la arena, luego de aquel grito agónico que cortó la calma de la playa.

Cayó y Saga sólo atinó a correr hacía él, cubrirlo en un protector abrazo mientras se ahogaba en sus propias lágrimas. ¿Cómo consolarlo? ¿Cómo aliviarle ese dolor tan garrafal que descarnaba su alma? ¿Qué decirle? ¿Qué explicarle? Saga se encontraba desarmado intentando tranquilizarlo, abrazarlo, cuándo él mismo guerreaba por ser soltado, liberarlo… por alejarlo…

—¡¡ALEJATE DE MI, MALDITO!! —gritó azorado, angustiado—. ¡¡TODO IBA BIEN!! ¡¡TODO IBA BIEN!! —Aseguró golpeando con su frente en la arena, llorando con todo el aire, con las vísceras y el bilis atrapado en su estomago—. ¡¡TODO HASTA QUE TE CONOCÍ!!

Y lo condenó.

Saga supo en ese momento que todo había acabado…

Asmita los había condenado.

—Shaka, por favor… —Le suplicó, mientras sentía que su corazón era lacerado por garras de diamantes.

—¡POR TU CULPA! ¡POR TU MALDITA CULPA Y…! —Buscaba aire, aire que no podía respirar por las lágrimas—. ¡Y POR MI QUE ME ENAMORÉ TAN IDIOTAMENTE! ¡¡POR MI QUE TE DEFENDÍ AÚN DE ÉL!!

—Shaka…

—No lo vi. No vi las señales… —Gimió…—, no vi los síntomas…—se reprendió…—. ¡NO LO VÍ POR PENSAR EN TI! EN TUS MENSAJES, EN TUS BUSQUEDAS, EN EL MIEDO QUE TENÍA, ¡¡EN EL DESEO QUE ME MATABA!! ¡¡¡ME OLVIDÉ DE ÉL!!!

Y supo, que su amor estaba maldito.

—Maldita sea. ¡Maldita sea! ¡¡¡QUIERO ARRANCARMELO DEL PECHO!!!—Clamó en su desespero, apretó su puño contra su pectoral, lo golpeó como si quisiera traspasarse con él—. Te odio…

—Shaka no, no seas injusto…

—¡¡TE ODIO!!

—No seas injusto, amor —Le susurró en el oído, suplicó—. Nadie tiene la culpa, es el destino…

—¡¡MALDITO SEAS!!

—Son cosas que pasan, que no podemos remediar…

—¡¡MIL VECES MALDITO, SAGA!! —Intentó doblegarlo, hacer que se reclinara en sus brazos, llorara en su pecho. Con las lágrimas, recibió puños reiterados, golpes en su torso y hombros, golpes de rabia y dolor—. ¡¡MALDITO!! ¡TE ODIO SAGA! ¡¡TE ODIO!! ¡¡TE ODIO!!

Y además de las maldiciones de él, del llanto del mayor, lo único que sonaba era el susurró de la brisa fresca del mar llevándose todo; tatuándolos para siempre…

Entre tanto, Kanon de nuevo había dado otra vuelta, ahora estacionándose en la clínica, aguardando por Mu. Afrodita había quedado en llevar a la madre de Shaka a su casa, luego de darles algunos tranquilizantes y tratar de asegurarle que su hijo estaba bien. La mujer se dejó ir, sintiendo como si el mundo le hubiera caído de la noche a la mañana. El semblante del griego observando la escena se ablandeció, y fue lo que notó Mu al entrar a la camioneta.

—Pobre mujer… —Susurró el ingeniero golpeando un poco su volante, antes de encender el cigarro que se llevó a su boca. Abrió el vidrio de su puerta, aún en el estacionamiento y luego de succionar un poco el tubillo venenoso, exhaló el humo con turbio movimiento, fuera del vehículo. Mu se mantuvo en silencio y viendo sus manos, sintiéndose maniatado.

—No entiendo, porque a la gente buena tiene que pasarle tantas cosas…

«Gente buena…» le sonó tan irónico que simplemente se llevó de nuevo el cigarro a la boca con una cínica media sonrisa que matizó en cuanto vio las esmeraldas mirarlo por el retrovisor.

—Saga no contesta tampoco, no sé cómo le habrá ido, si lo habrá encontrado…

—De haberlo hecho sé que no sería tan irresponsable para no avisar sabiendo cómo está su madre. —Remarcó el griego. La pareja de su hermano subió su mirada, con su vidrio también abierto, acariciando los dos puntos sobre sus ojos—. Verás que estará bien…

—Kanon, Asmita era para él su todo. —Le explicó el ginecólogo con voz turbia—. Shaka estudió y entregó su vida sólo para hoy… el día de hoy que por fin podría cumplir la promesa que le hizo a su hermano de devolverle la vista. —Las esmeraldas del mayor se contrajeron, iris dolidas recordando la impresión que le creó al mayor de los rubios aquel día, ese rostro con zafiros vacíos de luz que lo miraron con un agobiante dolor.

Quizás y él…

—Eran muy unidos —prosiguió Mu, derramando otra lágrima—, cuando lo conocimos, se jugaban como dos niños en la pastelería, ayudando a su madre, riendo… Jajaja, —Rió amargamente—, recuerdo que estaba a punto de echarle toda la harina a Kardia por una broma de mal gusto. —Tapó su rostro con las manos. De nuevo lloró—. ¡Dioses! Me duele tanto a mí que sólo fui un desconocido que compartió ínfimos momentos. El dolor de él debe ser mucho, ¡mucho más horrible!

—Son cosas que pasan Mu… a la gente buena y… la mala.

—Shaka no se lo merecía… —Y el ingeniero tuvo que cerrar sus parpados. Ciertamente cuando supo la noticia el primer pensamiento, entre su rabia y dolor por el engaño al hombre que amaba, fue que había merecido eso. Sin embargo, en ese momento se preguntaba si acaso no era un pago demasiado alto.

—¿Quieres que demos otra vuelta? —Le preguntó, levantando su rostro con una de sus manos y secando con el pulgar una de sus mejillas. Las esmeraldas del menor le sonrío con tristeza.

—Gracias por estar aquí, Kanon. A pesar de lo que dije…—Enarcó una ceja el mayor, callando así el intento del ginecólogo.

—Olvida eso, sólo intentas ser feliz con mi hermano… —Botó el cigarro, dirigiendo su mirada al frente—. Y la gente buscando ser feliz, no le importa muchas veces herir a otros en el proceso…

Con esas palabras, el menor quedó en silencio sin comprender, aún, el alcance de esa confesión.

El llanto había cesado. Sólo quedaba esa respiración azorada, con el sonido como si apenas pudiera atrapar el aire entre sus pulmones. Las maldiciones habían cesado, así como los golpes… incluso las palabras. Sus corazones latían al mismo ritmo, pero totalmente desfasados, desconectados. Los dedos del mayor acariciaban la melena húmeda del oftalmólogo herido hasta en la medula, resiguiendo sobre ellos, palpando su aroma, su calor… grabándoselos, sintiendo que sería quizás la última vez.

—Te amo… —Le recordó, con su voz tan baja como trémula.

—Te odio. —confirmó como una mortal sentencia.

—No importa… —dijo destrozado—, puedo amar por los dos… —Besó su cabeza, lo veneró con el alma—. Si pudiera, cambiaría mi vida por la de él…

—De seguro no sería suficiente, no vales suficiente…—El mayor tragó grueso con la fuerte espada que golpeaba su corazón.

—Perdóname…

—Me iré. —El vacío—. Me convertiré en el mejor oftalmólogo, como se lo prometí. Me dedicaré a la investigación. No tocaré un solo quirófano más.

—Hay muchos que te necesitan, Shaka. Necesitan tus conocimientos. —El menor renegó con su rostro—, muchos a quienes les puedes devolver la luz…

—¿No lo entiendes? Al único a quien quería devolverle los ojos era a él…

—Shaka…

—¡Me vale mierda los demás! No me importa si los demás no pueden… ¡solo él! —Lo abrazó con más fuerza, desarmado—. Si le devuelvo la vista a alguien más, será ver lo que no pude cumplirle a él. Será ver lo que pudo ser si no te hubiera conocido…

—Eres cruel —le dijo, con una lágrima que brotó, se sentía fuertemente herido.

—Soy sincero.

—Shaka…

—Esto es mi karma… —Concluyó finalmente—. Por haber engañado a alguien que desde el principio fue tan bueno como Mu, haber usado a Shura para huir de ti. Por haberme enamorado de ti.

—No Shaka.

—Este es mi karma. Quitarme algo que amo tanto como Mu te ama a ti, es el karma…

—Podemos soportarlo.

—No, no quiero. No quiero tenerte cerca. Quiero irme…

—Entonces… —Una última carta—. Permíteme al menos hacerte olvidar, al menos un momento, tu dolor. Déjame amarte una última vez.

Shaka separó su rostro del amplio pecho de aquel, para recriminarle con su mirada, para maldecirlo, mostrarle el asco que sentía. Su corazón hecho añicos en pedazos que jamás volvería a ver. Pero Saga esperaba que con tenerlo en sus brazos, con amarle con todo una vez más, lo ataría, le confirmaría que su amor podría ser lo suficiente para sobreponerse a todo, que a su lado podría ser feliz a pesar del duro golpe de la vida. Tenía la esperanza de atarlo para siempre a él, confesarle, demostrarle que lo amaba.

—Eres un cínico. —La acusación…

—Siempre lo he sido. —Una mueca absurda que intentó pasar por una sonrisa… intentar maquillar el descarnado vacío que sentía desde antes de su partida.

—Te odiaré más…

—Te amaré entonces más. —Se acercó. Buscó sus labios como quien intenta sostener lo que más ama antes de quebrarlo—. Te amaré aunque te vayas… aunque me olvides. —Besó y desató.

—No te corresponderé… —Aceptó el sedante.

—No es necesario… te dije que con mi amor es suficiente.

Lo tomó de la mano, lo ayudó a levantarse de la arena, lo abrazó, le amó. Y la camioneta partió.

Era su única oportunidad… era su única opción… ¿Qué más podía hacer para calmar el dolor y el odio, sino amando? Y esperaba que su amor fuera suficiente para sanar heridas, decirle a la vida que no los golpeara más, mostrarle a Asmita en donde quiera que estuviera que lo amaba, que de verdad lo amaba y que si pudiera haría lo imposible para evitar que lo ocurrido hubiera pasado… que si tuviera la oportunidad de retroceder el tiempo, tomaría la decisión, sin importar cuánto lastimara a Mu y a su hermano… hubiera terminado aquella relación, le hubiera dado el lugar a Shaka que ya tenía en su corazón frente a la sociedad.

No más escondidos. No más fingiendo, no más engaños, no más mentiras.
Si pudiera…

Pero por los momentos, debía mentir un poco más. Al abrir su móvil vio las llamadas de Mu, mordió sus labios. Marcó el número, esperó que le contestaran y al hacerlo, mintió.

—Mu, soy yo… —La mirada azul que volteó a verlo, con asco—. Ya lo encontré, ahora, ahora voy camino a su casa. —Silencio, el menor estrujó sus cejas doradas—. Tranquilo, físicamente está bien sólo necesita descanso. Hablaré con Afrodita y le diré que vaya a descansar, me quedaré con él y su madre. —no era una buena mentira pero tenía que ganar tiempo—. No te preocupes, no es necesario que vayas. Mañana, mañana hablaremos… —Y esas dos palabras que ya no podría contestar—. Nos vemos.

Colgó.

—Eres asqueroso…

Y tragó todo el odio de aquel para sólo dar paso a su amor. Tomó de nuevo su móvil, marcó un mensaje de texto para su hermano; necesitaba el apartamento a solas.

En ese mismo instante, Mu le comentaba a Kanon con alivio que ya Saga lo había encontrado y que en ese momento lo llevaba hasta su casa y había hablado con Afrodita, por lo tanto, ya las cosas se habían tranquilizado. La sonrisa más tranquila del joven le provocó esbozar una triste sonrisa cínica, mientras daba la vuelta para llevarlo a su casa.

Su teléfono sonó y tomando en cuenta que había salido mucho antes de su empresa y sin avisar, supuso que era el superior pidiendo explicaciones.

—Mu, toma mi teléfono y lee que dice el mensaje. —El error…

Mu lo tomó, vio el remitente. Abrió.

Palideció…

«Deja solo el apartamento, voy con Shaka a él, no quiero que me molestes»

La mentira.

El te amo no contestado. La forma en la que corrió cuando supo lo de Shaka.

Saga estaba antes que todos los demás en el momento que Asmita murió, le avisaron antes.

Las palabras de Asmita, ir a felicitar a Shaka. La actitud de Shaka… sus lágrimas…

«No se acerquen a Shaka» las palabras de Afrodita…

La sensación de abandono, la reunión con Saga que él mismo canceló. Por el miedo… a perderlo.

Puntos que mostraban lo evidente.

«Si, al parecer alguien de la clínica buscaba algo con él y estaba viendo la forma de evitarlo» la confesión de Shura, el alejamiento de Shaka, la frialdad de Saga, su negación para hacer el amor.

—¿Qué dice? —preguntó Kanon sin verlo, pendiente del camino…

Engañado y aquel lo sabía. Todos lo sabían. Asmita lo sabía. Afrodita lo sabía. Saga, Shaka, ¡Kanon!

Las manos que aplastaron el aparato, enrojecieron. Los ojos enrojecieron.

Burlado. Y él como un idiota, preocupado, llorando… ¡¡Por su sufrimiento!!

¡Y AÚN ASÍ PENSABAN SEGUIRLO ENGAÑANDO!

—Malditos… —Y al escucharlo Kanon supo que cometió un error…—. ¡Mil veces malditos! ¡MALDITOS!

—Mu…

—¡¡DETÉN EL MALDITO AUTO!! —se quitó el cinturón de seguridad, espetando mil maldiciones. El griego azorado se estacionó en cuanto pudo…

—Mu, ¡espera! ¿Qué pasó?

—¡¿DESDE CUÁNDO?! —gritó con lágrimas que se negaban a rodar… por orgullo—. ¡¿DESDE CUÁNDO SE BURLAN DE MÍ?!—y Kanon entendió.

¿Qué decir a su favor? ¿Qué lo sabía desde hace un mes? ¿Qué no quiso ocultarlo? ¿Qué no lo apoya?

—Mu…

—¡¡Maldito seas!! Tú, tu hermano, Shaka… ¡¡¡CON RAZÓN SU HERMANO SE MURIÓ!!! —y en la ira se dicen palabras fuertes.

Abrió la puerta del auto, salió, con las lágrimas y la rabia brotándole por todos lados. Kanon salió intentando tranquilizarlo, llamarlo, explicarle… calmarle…

Se cubrió cuando vio que arrojó los dos teléfonos a su dirección. Corrió a alcanzarlo cuando lo maldijo. Sometió cuando intentó aplastarlo y abrazó desesperado para aplacar cualquier intento de escape.

Oyó que lo odiaba, y sintió que perdía todo…

En el apartamento, en ese momento, Saga entraba con Shaka, quien como un zombi sin alma seguía automáticamente cada orden. Sin alma, como un muñeco vacío que él intentaría llenar con su amor: con todo el sentimiento que le embargaba, con su adoración, sus deseos, los miles de perdones que aún tenía que derramar ante él. Dispuesto a curar las heridas como sólo sabía. Marcarlo como suyo como sólo sabía.

No era psicólogo como para saber que estaba cometiendo un error.

Sólo un enamorado que sentía que en su desesperación debía hacer algo… algo…

Dentro lo besó, sin recibir respuesta más que una mirada de diamante, fría… muerta. Intentó inyectarle vida. Llevó con delicadeza hasta su habitación, llenándolo de beso por rostro, cuello, hombros que desnudó de la camisa sucia de sangre por la herida de su mano al apretar el filo de la navaja en el momento que se arrepintió de su enferma decisión.

Y a besos lo llevó a su cama. Lo desnudó, llenó cada espacio de su piel intentando despertarlo del letargo y sólo obteniendo de respuestas  lágrimas. Lágrimas de aflicción sin llanto, como si la misma alma de Shaka se drenara a través de ellas para no volver a ser el mismo jamás. 

Y no lo sería. Ciertamente no, marcado había quedado. Le habían arrebatado todo. Shaka en ese momento había hallado el fin al túnel ciego donde Saga lo había estado llevando. Y no, no había salida, no había luz… su luz eran los ojos vacíos de su hermano, su esperanza era el sueño de verlos brillar de nuevo, su fortaleza era esa promesa. Su visión era ese ideal. Su todo, era Asmita…

Por más besos, por más caricias, por mucho que su cuerpo fuera tomado con la delicadeza jamás profesada ni a una virgen: no, no reaccionó. Y terminó comprendiéndolo cuando se dejó caer sobre él, sobre ese cuerpo desnudo que como muñeco de porcelana fría miraba el cielo y lloraba… Y terminó acompañándolo con las suyas propias en el silencio. Rogándole, amarrándole a ese cuerpo, intentando así tomar su alma antes que se desvaneciera en el vacío de la culpa y del dolor. Suplicando perdón y una oportunidad más…

—Llévame a casa. —lLa orden, porque fue dicha como una orden, descolocó al menor de los gemelos quien aún tenía apresado entre sus brazos el cuerpo del amante de su hermano. Voz turbia, voz ronca… voz ardiente.

—Está bien…

Le abrió la puerta, lo vio entrar en silencio con una mirada encendida, llena de rabia, de rencor, de orgullo enfermizo arraigado en sus vísceras.

Maldijo a su hermano en sus adentros, por haberlo herido, a él, a él con tan buenos sentimientos ser destrozado al sentirse burlado por todos.

En silencio lo llevó hasta el edificio donde vivía. Lo iba a dejar ir a solas hasta que el mismo ginecólogo le convido a entrar. Supuso que pediría respuestas, razones…

Lo siguió, sin saber que él sería el juguete, la venganza. La forma en la que él también pagaría…

Infidelidad con infidelidad, aquel con su mejor amigo. Él con su hermano.

Era lo justo…

Cuando lo hizo pasar al apartamento, Kanon no esperó el asalto de sus labios, la forma en que esas manos se tomaron de su entrepierna. Lo debilitaron y encendieron…

Y muy a pesar de comprender al final que lo que Mu quería era desahogar la rabia y el dolor, la infidelidad y la traición; no entendía porque él, porque tenía que ser él…

No quería tenerlo así, él lo amaba…

—¡No, Mu! —Renegó, alejó, ahogado, sin aliento, excitado. Las esmeraldas del menor brillaban con fuego y él… él sólo podría hacerlo avivar hasta apagarlo.

—¿Qué sucede? —Acercó, sedujo—. ¿No eres suficiente? —Desafió, condenó—. Lo necesito…—Y desató la tempestad.

Manos bajaron por sus pectorales, sometieron sus tetillas, labios dibujaron su cuello. Lo incitaron, lo buscaron y estaban a punto de encontrarlo.

—No… —Apartaba… perdía ante el agarre de esas manos en sus brazos, el movimiento de esa lengua en su yugular—. No, Mu… yo te… —Callaba. Callado por los gruesos labios que lo tomaban, por las manos que se tomaron de sus glúteos, apresaron y el jadeo gutural de quien amaba en su oído: acelerándolo—… ¡Yo te amo, maldita sea!

—¿En serio? —Cinismo. Un animal que no debió ser herido—. ¡No me digas!—ironía marcada con el paso de esos dedos estrujando y corrompiendo las gruesas piernas—. Eso lo explica todo…

—¡No! —Y asaltado por labios de fuego, manos de fuego, piernas de fuego… llevado hasta la pared, arrinconado, sin salida…

Esas manos que amaba, esa boca que adoraba… ¿Cuántos amantes tomó buscando ese cuerpo? ¿Cuántos labios besó esperando el sabor de esa boca? ¿Cuántos cuerpos estrujó buscando el fuego de aquel? Oír los gemidos en su oído que escuchaba tras su pared, mientras se masturbaba pensando que era él y no su hermano quien lo tomaba, que era él quien lo tenía, a él quien lo llamaba.

Si, esas noches de sexo él tampoco dormía; le era infiel a su hermano con el pensamiento, lo llamaba entre sus fantasías, mordía sus labios para no lanzar un alarido de gloria con su nombre tatuado, en respuesta a cada “Más” que aquel le imploraba a su hermano. Para después, en la vacuidad de su habitación, de su cuerpo, de su alma, maldijera el saber que jamás sería suyo…

Jamás. Al menos.

Que lo aceptara en ese momento…

Para cuando sintió aquella boca desnudando su sexo, lamiéndolo, poseyéndolo, succionándolo, corrompiéndolo: supo que no tendría otra opción…

Lo tomaría, tal como pedía…

Y de esa forma lo apartó de su hombría para caerle encima en el frío suelo de cerámica, besarlo, devorarlo como el dragón marino que por fin había sido despertado y al cual, le habían ofrecido de sacrificio una oveja rebelde.

Atravesó con sus labios el cuello nacarado. Mordió, tomó, poseyó con la pasión animal que había estado conteniendo en dos años, diciéndole al oído los te amo que se había guardado y los cuales eran vilmente ignorados. Desnudó al paso de furiosas caricias, aplicó una felación con toda su alma, haciéndolo enarcar sus ojos, sus cejas, arquear su cuerpo, gemir, clamar, gritar.

Quería fuego… lo iba a quemar.

Con sólo sexo.

Así penetró, con la fuerza de tsunami capaz de desbastar todo, y aquel lo recibió atándose a sus caderas, moviéndose de inmediato sin esperar tan siquiera que su cuerpo se acostumbrara. No, sólo quería sexo. Vil sexo…

Que lo desgarrara, que lo destrozara, para marcarlo a él, demostrarle al hombre a quien amaba, al amigo en quien confiaba, que se habían equivocado… que él no podía ser tan fácilmente engañado… él también podía hacerlo, destrozar lo que Saga amaba más que a nada, a su hermano. Al igual que la vida ya le había hecho pagar a Shaka con la muerte de Asmita, ¡el mismo tomaría justicia con sus manos para con Saga!

Y entre estocadas bestiales, la sangre que corría de su ano por la violencia, la que aquel infringía en su desbocado frenesí, las que Mu incrementaba en su despecho y odio; el orgasmo llegó… y mató lo que pudo ser…

23 de Septiembre del 2000

«Al despertar, Shaka no estaba a mi lado…

Se fue… con su madre, dejó todo…

Se fue…»


Y la muerte condenó…

Notas finales:

Gracias por todos sus comentarios. Me hace feliz leerlas y comentarles. Ya con estos dos capitulos solo me quedan 2 más para el fin.

¡Agradezco de corazón todo el apoyo!


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