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Túnel Ciego por AkiraHilar

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Notas del capitulo:

La atracción es evidente, más esto tiene su trasfondo. ¿Qué es lo que sucedió para que Saga viera a quien no tenía que ver? ¿y que ocurrirá con él en el presente?

Me siento pesado, cansado. No logró sentir mi cuerpo, no puedo mover mis manos. A duras penas puedo mover algunos dedos.

No veo nada…

Todo mi rostro parece vendado, siento la textura de las vendas en mi piel. Siento el yeso en una de mis piernas, el olor a medicina. Debo estar en una clínica.

Intento hablar, más no sale sonido.

La sensación del tubo de plástico hasta mi tráquea me da la confirmación de que estoy entubado. Una mascarilla de oxigeno conectad a mis fosas nasales. Y frío, mucho frío…

—Saga—una voz a lo lejos, todo lo escucho distante. Muevo un tanto la cabeza pero me duele. Todo: cabeza, cuello, espalda, pecho, brazos, piernas. Todo me duele. Una mano toma mi derecha. Logro palpar la textura, el grosor, muy lentamente.

Una mano tibia…

—Saga. Soy yo, Kanon… —Intento sonreír, decirle de alguna forma que lo escuchó. Sólo aprieto uno de sus dedos, es todo lo que las fuerzas me permiten hacer—. ¡Por Dios! —Su voz cortada… turbia—. ¡¡Por Dios!! ¡Gracias a los dioses!

Mi hermano, mi sangre, mi gemelo. Lo único que se ha quedado conmigo. Él único que aún está a mi lado…

Y sueno ingrato… Por un momento me gustaría haberte escuchado a ti, Shaka…

Pero sé que no vendrás.

22 de Noviembre del 1999

«Hoy vi una revolución en la clínica mucho más masiva que la de hace una semanas por los técnicos de informáticas haciendo respaldo tras respaldo por el síndrome del Y2K que tanto hablan. Me había dado mucha curiosidad, pero permanecí totalmente concentrado en mis otros deberes. Se hablaba de un nuevo médico, un oftalmólogo que había ingresado al otra Ala del edificio. Estábamos lejos, así que no me interesaba conocerlo en tal caso. Claro, Mu, como siempre, no se puede quedar sin socializar.»

—Deberíamos ir a conocerlo, hablarle. He escuchado que ya muchos lo tratan como alguien pedante. —Habló Mu, el ginecólogo de cabellos claro a quien la mayoría de las damas buscaba. Decían que tenía unas manos de sedas para tratarlas y no intimidarlas. Se ganaba la confianza de jovencitas, mujeres ya activas y hasta señoras en plena menopausia.

—Tal vez si sea pedante. —Adjudicó el pediatra y mayor. Griego de cabello oscuro, mientras comía otro poco de su yogurt natural de fresa—. Sabes que no soy bueno para las relaciones sociales.

—Pero entró como yo, es nuevo, no tiene mucha experiencia y por eso ya lo andan relegando. Al menos cuando entré te tenía a ti y fue mucho más llevadero. —Explicó el menor mientras de nuevo comía un bocado de su torta de tres leches—. Por eso me gustaría conocerlo. Quizás podamos ayudarlo a adaptarse.

—Si tú lo dices —respondió sin darle mucho cuidado a sus palabras.

—Vamos Saga, ¡no seas un gruñón!

—Puedes conocerlo si quieres. Y me lo presentas, ¿está mejor así? —Inquirió el pediatra ya resignado. Una hermosa sonrisa de su pareja le hizo sentir mejor. No le caería mal conocer a otro doctor después de todo.

—Entonces déjame primero presentarme y ver que tal. Si es un pedante como dices, lo ignoramos. —Guiñó el ojo condescendientemente. Otra leve sonrisa en los labios del mayor—. Te amo Saga.

—Lo sé, me lo dijiste reiteradamente ayer en la noche mientras gemías. —Los colores a su pareja le subieron copiosamente antes de reírse apenado. El pediatra sonrió con bastante efusividad, divertido al verlo así. Se levantó del asiento y beso su cabeza antes de irse a seguir con sus asuntos—. También te amo. Te espero en la salida.

«A veces siento que somos algo diferentes. Le he hablado a mi terapeuta de ello, de cómo avanza mi relación con Mu. No sé qué pensar. Me siento tranquilo, eso debería ser buena razón para tomar las cosas como lo que son, que estamos en el lugar correcto, haciendo lo correcto, ¿no? Aún así, aunque Mu me ha dicho de vivir juntos no estoy muy seguro. Prefiero mantenerme así…»

24 de Noviembre del 1999

«No sé qué hacer. Esto, esto no me lo esperaba. Cuando Kanon me pidió que habláramos pensé que podía ser cualquier otra cosa que… que esto. Estoy asustado, indignado y al mismo tiempo dolido. Dolido por él, por lo que ha estado guardando. ¿Cómo saberlo? Pensé que cuando dejó de acompañarnos a nuestras salidas era porque tenía otra pareja, estaba aburrido o ¡qué sé yo! Pero no…

¡Soy un idiota!»


Cuando llegó de la clínica luego de dejar a Mu en su departamento, no esperó ver a su hermano sentado en el comedor con un aire de visible turbación. Aún tenía puesta una braga de la petrolera en donde trabajaba. El casco de seguridad junto con otros instrumentos reposaba en el sofá. El cabello oscuro sujeto en una desordenada cola caía sin pausa sobre su espalda. Se veía un tanto más bronceado por el sol. Trabajaba de 7 x 7. Siete días de descanso, siete días de trabajo duro. Ganaba lo suficiente como para vivir solo pero ambos hermanos permanecían juntos desde la muerte de su padre.

—¿Qué pasó? ¿Por qué con esa cara? —Empezó el mayor al verlo tan afligido, pasando una de sus manos por el cabello sudado de su hermano. Una mueca que quiso pasar por sonrisa se dibujó en el de menor estrella.

—¿Qué has decidido sobre lo de traer a Mu a vivir aquí con nosotros?

—¿Decidir yo? —Interpeló el mayor mientras se servía un poco de agua—. Te dije la semana pasada para que pensaras si no te traía problemas. En realidad, te he usado de excusa para atrasarlo—confesó finalmente.

No le era extraño hacerlo. Como hermanos que eran, tan cercanos, de la misma sangre y carne; se habían acostumbrado a taparse el uno al otro las travesuras desde niño. Vieja costumbre y que se había mantenido a pesar de que ambos gemelos tenían ya treinta y tres años.

—¿Acaso no lo amas? —Fue la pregunta del menor. Pregunta que descolocó al mayor. Las esmeraldas de Saga buscaron las de su hermano, quien lo observaba seriamente, tan serio que ya le daba a entender que no estaban jugando en ese momento. Volteó de nuevo, dándole la espalda.

—Claro que sí.

—¿Y entonces porque no quieres formalizar? —Indagó de nuevo, con cierto aire de reclamo—. Si lo amaras no estarías usando excusa para evitar vivir con él.

—Son cosas distintas —argumentó el mayor—. ¿Acaso por tener ya tiempo saliendo debemos dar ese paso tan pronto?

—Son cuatro años… 

—Aún me resulta pronto.

—O no estás seguro de lo que sientes. —El vaso que golpeó de lleno la cerámica del mesón. Las esmeraldas del mayor se enfocaron cortantemente sobre las de su hermano. La ira, reflejada en los rasgos casi imperturbables de Saga.

—¿Qué intentas decirme? ¡Qué rayos te sucede! —Kanon lo miraba dolido, abrumado… ahogado—. En tal caso la decisión de si nos vamos a vivir juntos es Mu y mía, no tienes nada que objetar en ella.

—Entonces no me uses de excusa. ¡Dile de una maldita vez que no quieres vivir con él!

—¿Qué diablos te pasa? —Arremetió de nuevo el mayor, acercándose, escrutándole… acorralándole.

—¿De verdad quieres saberlo?

Silencio… vil y profundo silencio.

Ambas esmeraldas se enfrentaban una sobre la otra. Las palabras que uno quería ya escupir desde su esófago, las que otro interpretó y deseó no escuchar.

Lo evidente.

—Lo amo. —Lo irrefutable—. Amo a Mu. —Lo inevitable—. Yo si estaría dispuesto a vivir con él si me lo pidiera—lo que los ataba y separaba.

Saga lo miraba con ojos desorbitados. Una gota de sudor resbalo de su frente hasta la mandíbula, cayendo desde el mentón hasta el suelo. Yodo el recorrido lo sintió a cámara lenta, mientras veía a su hermano que puesto en pie y enfrentándole con pocos pasos de distancia le aclaraba el panorama. La verdad.

—Mientes… —Un temblor en su voz… una negación.

—No… lo amó, ¡tengo dos años amándolo!

—Calla…

—Y no he hecho nada, ¡no he movido un maldito dedo por ti! Por eso deje de acompañarlos a las salidas… ¡No podía verte besándolo! —El mayor buscó sostenerse de algo. Dio un paso atrás—. No había querido decir nada, pero desde que me dijiste la semana pasada la idea de que Mu quería venir a vivir aquí con nosotros. Que él mismo te había dicho que no había problema conmigo… ¡Mierda! —Volteó Kanon. Se llevó el cabello hacía atrás, respiraba forzosamente.

—¿Estás hablando en serio?—incrédulo…

—¿¡MIERDA NO ME ESTÁS ESCUCHANDO!? —gritó desesperado—. Estuve toda la semana en las gabarras pensando en esto… pensando en todo…

—¿Sabes lo que significa? ¿Lo que me estás diciendo?—levantó la mirada, vio a su hermano menor frente a él—. ¡Yo no voy a dejarlo!

—¡No te estoy pidiendo que lo dejes, estúpido! ¡No si de verdad lo amas!—ambas voces elevándose de su tono común, exclamando… las lágrimas que salieron de los ojos del menor… fueron acompañadas por el mayor—. Yo sé que él te ama a ti.

Silencios…

—Solo te pido, que no seas injusto con él…

Suspiros…

—Si tanto lo amas, ¿Por qué no vives con él?

Preguntas sin respuestas…

—Por mí no te preocupes. Me mudaré.

Mutismo…

El mayor no dijo nada, salió de la cocina. Se encerró en su cuarto.

«Simplemente no, no quiero darle crédito… ¡NO QUIERO! Esto… ¡esto es tan estúpido! No he parado de llorar como un maldito infante. No he podido, verle la cara toda la noche…

¿Qué se supone que debo hacer?

Él es mi hermano…»


25 de Noviembre del 1999

«Hoy pase todo el día mal. De mal humor, dolor de cabeza, no pude atender a la mitad de mis pacientes, hasta los niños que suelen ser mis distractores me hacían rabiar.

Se supone que hago esto para despejar la ira, controlarme, ¡pero no ha servido de nada! Y hablar con mi hermano al llegar fue imposible… está encerrado en su cuarto.

Mu no lo sabe, ni debe saberlo. De nuevo me dijo la idea de conocer al fulano doctor y ciertamente ni me interesa. Creo que ya lo conoció o algo así, siquiera le puse atención.»


—Estás muy distraído hoy.

—Ujum. —Un leve sonido que salió de su garganta casi de forma programada, mientras volvía a darle vuelta al periódico en la hora de almuerzo.

—No tiene caso… —El mayor sólo vio cuando su pareja se levantó bastante molesto de su asiento, dispuesto a irse. Conocía muy bien a Mu y estaba consciente de su paciencia, pero ciertamente debía haber ya alcanzado el límite tolerable.

Lo vio partir con rabia, caminando rápidamente. El mayor se levantó dejándole el periódico de lado y siguiéndolo. No le gustaba tener problemas con su pareja, y sinceramente reconocía que debía poner un poco más de su parte ese día. Ya había hecho molestar a la mamá de un paciente, a la secretaria, al traumatólogo Shura y ahora su pareja, debía hacer algo para terminar el día sin todos en su contra.

—Mu, ¡espera! —Logró alcanzarlo con dificultad en el pasillo hacía la clínica. El menor volteó, de inmediato soltándose el brazo y cruzándoselos en el pecho, mirándolo de forma escrutadora. Los dos puntos se fruncieron denotando la molestia—. Perdona… no he tenido un buen día.

—¿Qué sucedió? —De inmediato indagó, suavizando su semblante.

—Sólo discutí con Kanon ayer y bueno…

—¿Por lo de vivir juntos? —El sobresalto. La mirada del griego que lo evadió. No quería decírselo, mencionárselo, confesárselo…—. Comprendo, no pensé que les daría tantos problemas—. No, Mu no entendía, no sabía el alcance de lo ocurrido—. Podemos esperar a que se acostumbre. —Cerró sus parpados y respiró profundo. De alguna forma esto le ayudaría retrasar lo inevitable.

—Si… —Al final, Kanon seguiría siendo la excusa—. No le menciones nada, no quisiera que se complicara.

—Tranquilo, lo comprendo, o intento hacerlo… —Se acercó a él, lo abrazó como sólo él sabía hacerlo. Saga recibió el abrazo sintiéndose mal, tenía muchas cosas en que pensar—. Te comentaba de conocer a Shaka hoy, pero no creo que estés de ánimo.

—¿Shaka? ¿Quién es Shaka? —Preguntó buscando los ojos de su compañero, confundido. Mu le sonrió de esa forma comprensiva, para luego hacer un movimiento renegando con su rostro.

—El nuevo oftalmólogo del cual tanto hablan. Te estaba comentando en la mesa que lo conocí ayer. No es pedante. —Le guiñó el ojo—. Pero mejor te lo presento después.

—Ah… bien…

«Realmente no quería pensar en conocer a alguien, en atender pacientes, en revisar historias médicas. Lo único en lo que he podido pensar es en mi hermano y nuestra actual situación.

Su pregunta sobre el porqué no he querido mudarme con Mu me sigue aturdiendo…

¿Qué me detiene?»


29 de Noviembre de 1999

«Hoy por fin conocí al fulano oftalmólogo del cual Mu estuvo hablando todo el santo fin de semana. Y debo admitirlo, es una belleza fascinante y difícil de ignorar.»

Era lunes, y ya Saga había recibido a su teléfono el mensaje de su pareja, diciéndole que lo esperaba en la salida en la recepción de la clínica. Que ya había hablado con el doctor para que se conocieran. Realmente no le seguía interesando mucho el asunto, pero ya era más la curiosidad que los deseos de entablar relaciones sociales. Mu se había encargado de hablarle mil maravillas de él.

Ya por Mu sabía que tenía ascendencia de la India, por lo cual ambos compartían raíces del oriente y muy cercanas, un punto que los hizo congeniar al instante. Estudió medicina general en la universidad del estado y luego hizo su especialización en el Centro especialista del país, la capital. Regresó a la ciudad cuatro meses atrás hasta que empezó a trabajar allí y hasta el momento tenía buena relación con sus pacientes. Le había comentado también que era hermoso, tenía facciones que cualquiera hubiera aprovechado para el modelaje.

Lo que más le extrañaba a Saga de todo es que ni siquiera oyendo a Mu hablando de cuan alto era, de cuan delgado, de que tan perfectas cejas o envidiable cabello dorado; en ningún momento se sintió celoso. Él mismo se decía que debía sentirse así pero, simplemente no sentía ningún tipo de alarma y era algo que ya había notado desde meses atrás. Antes lo celaba, era alguien muy posesivo con él pero en ese momento, de un tiempo atrás, no volvió a sentir lo mismo. ¿Le tenía confianza? Terminó escudándolo con ello.

Su relación con Mu, desde el principio, no había tenido altibajos. Debía admitir que desde el comienzo ambos se compenetraron tan bien que incluso los conflictos se resolvían solos. Tampoco fue alguien difícil de conquistar. Apenas Saga le hizo sentir el interés supo que Mu le correspondía y no tuvieron muchas consideraciones a la hora de entregarse. Complementaba en prácticamente todo, incluso el sexo; donde bien sacaba todo el fuego que tiene su signo. Lo veía todos los días, salían juntos las noches, en fin, su relación era bastante estable. No había razones para pensar que hubiera problemas, al menos no para Saga.

Luego de haber revisado todo y cerrado su oficina, se encaminó entonces para ese encuentro. Ya imaginaba más o menos que ocurriría, no era la primera vez que Mu entablaba conversación con algún nuevo y se lo presentaba. Quizás aquel curioso preguntaría más de él, conversarían y al poco tiempo dejarían de frecuentarlo. Bufó cuando ya iba llegando al lugar de reunión, pensando en tener que seguir esa rutina que no le era muy cómoda, mucho menos con la idea de su hermano aún revoloteándole la cabeza.

Subió su mirada. Lo vio…

Se detuvo de inmediato.

La bata blanca aún puesta, brazos cruzados. El cabello dorado recogido caía a un lado, como sedosa cortina de oro. Los lentes de montura negra y redondeada, afinaban las líneas de su rostro. Piel blanca como nácar, cejas delgadas y perfiladas, labios delgados… ojos azules. Un bolígrafo azul se sostenía en su oreja derecha. Hablaba con su pareja, quien estaba de espalda y aún no lo había visto.

Seguía viéndolo… inmerso en un extraño magnetismo. Siguió el movimiento de las manos al quitarse los lentes y limpiarlo con un pañuelo gris. Sintió cuando las miradas cruzaron.
Y la corriente que le atravesó toda su médula.

Los ojos azules que lo veían fijos, lo estudiaban. Las pupilas celestes que lo dejaron y se fijaron en su pareja parecieron señalarlo. Mu volteó, le sonrío al reconocerlo, lo llamó con su brazo.

Saga se acercó, sintiéndose nervioso, tanto que terminó metiendo sus manos en los bolsillos. Adjudicó que era por conocer a alguien nuevo… Quiso pensar que era eso. Llegó al lado de Mu, este al sentirlo cerca se acercó y besó sus labios de forma ligera. El contacto inesperado también lo contrarió.

—Shaka, te presento a mi pareja, Saga Tebas, es especialista en pediatría. —El rubio le extendió la mano, alzó de nuevo potentes zafiros hacía él—. Saga, él es Shaka Sardillat, especialista en oftalmología. De quién te hablé estos días.

—Un placer conocerlo. —La voz melodiosa, tranquila, mística—. Dr. Shaka Sardillat a sus servicios.

—El gusto es mío —respondió mecánicamente, sintiendo como aquella mano larga y suave se escurrió de sus dedos.

—Bueno Mu, ya cumplí. Tengo que irme, me deben estar esperando.

—Sí, gracias por esperar unos minutos. Espero mañana tengas más tiempo y así hablamos, será interesante. —El rubio simplemente acepto con un asentimiento en el rostro—. Debes decirme quien te espera siempre como para no tardar.

—Alguien a quien amo más que la medicina. —Esas fueron sus palabras antes de extender su brazo en señal de despedida e irse. Saga se quedó con un vacío en el estomago, algo que no supo definir.

—¿Tiene pareja? —Fue lo único que pudo pronunciar al tiempo que seguía a su pareja hacía el estacionamiento donde aguardaba su camioneta. Mu se encogió de hombros, mientras se quitaba la larga cola que sujetaba su lacio cabello.

—El primer día le pregunté pero me dijo que no tenía. Me dijo que tenía un hermano y su madre. Supongo que a ellos se referirá. ¡Pero vaya manera de hacerse el interesante!

Saga sonrió en respuesta. Escuchó entonces las veces que hablando siempre Shaka dejaba algo al aire como una forma de mantener el escepticismo y que era precisamente eso lo que lo había hecho seguirlo viendo y sacándole conversación. Comprendió que quizás eso era lo que le había hecho quedar como pedante, el no decir las cosas personales directamente sino dejar esos baches.

No mostrarse por entero… tenerlo cerca pero siempre dejando un claro límite…

Con Shaka de lo único que podía estar seguro es que estaba allí, nada más…

«Me impresionó, debo admitirlo. No esperé que todo lo que decía Mu de él no fuera ni la sombra de lo que realmente era. Y no sé porque razón esa respuesta de alguien que amaba más que la medicina me dio, quizás… ¿envidia? Aunque admito que yo amo mucho mi carrera, mucho más quizás que a Mu, pero… realmente no sé ni que estoy escribiendo.

Quizás y no sea tan mala idea conocerlo un poco más…»


07 de Diciembre de 1999

«Hoy Mu me trajo una torta extraña color marrón y con frutillas dentro. Por mucho que me negué, tuve que probar el extraño dulce y ¡vaya que me encantó! Por lo general tengo cierta reserva a los postres y el azúcar. Mi padre sufría de diabetes, quizás por eso y la alta dieta de azúcar que teníamos que hacer todos en casa, lo evito. Kanon fue por el contrario, ahora no hay dulce que sobreviva.

Lo cierto es que la torta negra al parecer es un dulce muy común en otros países más latinos y ciertamente el sabor es lo que me gusta, ni muy dulce, con cierto sabor a alcohol, algo de agrio. Es… un conjunto de sabores extraños. Me dijo que se la había regalado el nuevo oftalmólogo, Shaka»


—¿Verdad que está bueno? —hablaba Mu mientras se llevaba otro bocado con la cuchara a la boca—. Esta divina, no es dulce empalagoso como las que odias.

—Tiene el sabor justo —comentó el griego—. ¿Dónde la compraste?

—Me la regaló Shaka. Al parecer venden de esas tortas. No entendí mucho, como que es una pastelería familiar. Le dije de invitarnos pero como que tienen muchas ventas así que él sale temprano de la clínica para ayudar atendiendo.

—Vaya. —Fue lo único que comentó, mientras se llevaba otro bocado. Tenía días sin ver al rubio

«No sé porque razón pensé por un momento en buscar al oftalmólogo y pedirle más de esa torta…

De alguna forma el sabor me recordó a él»


03 de Enero del 2000

«Hoy pasó algo… peculiar. Muy peculiar. Realmente no sé ni por dónde empezar a escribir…»

Había pasado Año nuevo y con él todos los heridos comunes por accidentes, y quemaduras. A Saga le había tocado estar en guardia en espera de los mismos casos por quemaduras de fuegos artificiales a los que estaba acostumbrado. Afortunadamente la campaña de concientización del país si había tenido un ligero efecto y los casos no fueron tan numerosos como en años anteriores.

Estaba en el baño, Shura a su lado, ambos se lavaban las manos luego de realizar sus propias necesidades fisiológicas.

—Tanto escándalo por lo del fin del mundo y el Y2K y no ocurrió nada —comentó el español con algo de apatía.

—Ya sabía que no iba a pasar nada. Las computadoras son más inteligentes que nosotros¬ —expresó el griego con cierto tono jocoso.

—Sí, ¡cuidado y nos invade! —Medio sonrieron. No eran hombres de estar lanzando carcajadas—. ¿Supiste? Se murió el periodista Pedro González. Es una verdadera lástima.

—Cierto que era español.

—Solía escucharlo cuando comentaba las carreras de ciclismo en Asturias. Es una verdadera lástima. —Se secó las manos con un pañuelo de su bolsillo—. Bueno, voy a ver a quien más le tengo que enyesar una pierna.

El español salió, tropezando con algo o alguien que Saga no vio por estar distraído revisando su teléfono. De repente el olor a vomito le hizo sentirse asqueado y un montón de palabras refunfuñadas en tono bajo lo hizo voltear.

Era Shaka.

Lucía bastante desarreglado a como acostumbraba. Su cola religiosamente atada estaba totalmente fuera de lugar, con varios mechones rubios escurriéndose de la elástica. El menor se quitó la bata blanca dejándola a un lado mientras abría la pluma y esperaba que el agua saliera.

—¿Shaka? —preguntó el griego contrariado con la imagen. El rubio subió el rostro y lo vio. Estaba sonrojado, con el ceño fruncido, las cejas estrujando aquel punto místico sobre su nariz. Algo debió haber pasado para…

—¡Saga! ¡Dioses, lo que me faltaba! —Siguió reclamando al aire—. Por favor, ¡no le comentes a Mu! —El pediatra prestó más atención y vio la mancha de vomito en toda su camisa celeste, incluso en parte de su pantalón. Imagino lo demás. La bata también estaba sucia—. Por estar siguiendo el consejo de Mu de no abotonarme toda la bata, ¡mierda!

—Veo que tuviste un desagradable encuentro. —Se acercó el pediatra sonriendo enternecido. Algo de ver al muchacho fuera de sí le gustaba—. ¿Qué paso? —Tomó entre sus manos la cola mientras la iba desatando, ayudándolo a peinársela. El rubio estaba demasiado preocupado quitando la mancha de vomito en su ropa.

—Una paciente que se le ocurrió verse los ojos con un bebe que estaba llorando desde hace horas. Terminó jalándome uno de los mechones y mientras intentaba quitármelo ¡me vomito!

—Ya veo, ¡pero no te pongas así! —Reía, se estaba sonriendo sin entender la razón.

—¡Odio a los bebes! ¡Déjenlo en casa si van a revisarse la vista!

—En algún momento fuiste bebe. —Le comentaba, arreglando la cola, sujetándola con sus manos… el olor de musgos de inmediato empezó a seducirlo. Su cabello, su piel, todo el olor a vomito que tenía encima desapareció para él—. Debiste vomitar mucho también.

—No sé cómo le haces para tener paciencia con infantes. No es lo mío, créeme…

Se dejó llevar. Olfateó… Su nariz perezosa se escurrió desde el oído buscando el cuello blanco. El olor le embriagaba, le excitaba, le…

—¿Qué estás haciendo?

Reaccionó.

Cuando se vio en el espejó el rostro de Shaka mostraba evidente turbación. Soltó la cola. El cabello dorado se escurrió como cascada cayendo sobre la espalda del oftalmólogo. Se quedaron mirando…

Pasmados…

—Es mejor que me vaya…

«No pude mantenerle la mirada. No sé que me hizo acercarme de esa forma… incluso… creo que hasta me atravesó el pensamiento de besar su cuello.

Debió ser el olor, o no sé…

Debió ser una tontería mía…»


09 de Julio del 2006

—Tranquilo, todo estará bien. —Le escucho a mi hermano. Aún las vendas en mi rostro. Apenas he oído a algunas enfermeras preguntarme si me duele, si tengo frio, si tengo hambre…

Me duele todo.

—Creo que te quitaran las vendas ahora en la tarde, te ves todo gordo ¿eh? —Kanon… siempre tomándolo todo en broma…—. Ya te recuperaras… ¡ya verás! —Intento sonreír… no sé si me ve o no—. Dime Saga, ¿qué pasó? No debiste manejar si tenías sueño…

¿Qué que paso?

Que te vi, te vi Shaka. Te vi lejos de mí, lejos de mis brazos.

Te vi recordando mi sentencia, mis errores.

Te vi recordando que me odias…

Notas finales:

Gracias a los que leen, ya este fic esta a dos capitulos de estar terminado. Asi que por eso lo quise publicar de una vez ^^


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