-¡Arg! ¡Estoy harto de que siempre sea lo mismo contigo! –Exclamó el mayor dándole una bofetada al chico que estaba enfrente de él.
-¡¿Y crees que yo no?! ¡¿Crees que me fascina que me golpees, que me maltrates y que me humilles?! –Contestó el menor igual de molesto que el otro.
-Sí… Te fascina todo lo que te hago, te fascina el sufrir por mi y por mis actos, ¡Te fascina estar pegado a mí como una lapa! –Le tomó del mentón de una forma violenta y lo acercó hacia sí, besándole ferozmente, para después arrojarlo contra la cama, mirándole con esa sonrisa socarrona de autosuficiencia y esa mirada de desprecio con la cual siempre lo veía.
-Tú no eres nada más que un maldito masoquista… -Soltó esas palabras con el desprecio con el cual siempre le hablaba.
Él pequeño rubio, víctima de esos abusos y maltratos del mayor, se quedó tirado en la cama, mirándole con cierto temor hasta que el mayor río burlonamente y salió de la habitación.
El pequeño rubio no tuvo otra opción más que quedarse ahí a esperar lo que fuese que viniera a continuación. El mayor solo se quedo mirándole por unos momentos para después soltar una sonora y siniestra carcajada cargada de burla hacia el menor, para después dirigirse a la puerta y salir por ella. El pequeño rubio ojiverde llamado Ash, se quedó en la cama haciendo lo que todas las noches que había una discusión hacía, ponerse a llorar y culparse de todo, beber y drogarse tratando inútilmente de que el dolor que sentía se le pasase con eso, tratando de que el alcohol y las drogas le hicieran olvidar, se llevasen su sufrimiento y le dejasen solo los buenos momentos, hasta la siguiente semana en la cual se decidiría a salir para olvidar verdadera y totalmente lo que le había sucedido, encontrándose con el azabache que le hacía sufrir tanto para tener una noche de sexo desenfrenado y unos días después todo volviese a suceder . Las lágrimas de Ash siguieron saliendo de sus ojos con más ímpetu que antes.
-¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué siempre tiene que ser lo mismo?! ¿Por qué…!? –Se preguntaba a si mismo mientras lanzaba la botella de vodka que tenía hacia la pared, viendo como esta se rompía en mil pedazos, mientras seguía llorando desconsoladamente.
-¿Por qué…? ¿Por qué siempre tienes que ser así conmigo?... ¿Por qué? –Seguía preguntándose. No pasó mucho tiempo para que Ash quedase dormido pensando en el azabache de nombre Blake, buscando un porque a su conducta con él, pensando el motivo por el cual siempre le hacía lo mismo.
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Mientras eso pasaba en el apartamento, Blake seguía caminando por las calles buscando alguna distracción y olvidarse de Ash por un momento. Esa pequeña molestia ya le tenía cansado y todas las peleas que tenían era por lo mismo, por Ash.
Ya hacia un tiempo atrás que el rubio le había confesado sus sentimientos al mayor ¡Se le había declarado! Y eso no era lo peor para una persona sin sentimientos ni corazón como lo era Blake, si no que lo peor había sido que se le había declarado en plena fiesta y conquista, ahuyentando a su nueva presa de la noche.
Esa noche tanto como para Blake como para Ash la iban a recordar siempre como la peor noche de sus vidas, no solo por la pérdida de Blake, si no por la violación que le dio después a Ash como escarmiento, advertencia y lección. Esa noche le había dejado más que claro que lo único que los unía era el sexo, solo eso. Pero por más sorprendente que fuera, Ash siempre terminaba regresando por más y Blake había terminado por acostumbrarse a eso, haciendo lo mismo cuando el menor lo volvía a buscar, tirárselo una noche entera sin descanso para después a la mañana siguiente largarse del motel o cuarto barato que estuvieran volviendo a su apartamento a preparase para su trabajo antes de que Ash fuera a buscarle para seguir jugando al matrimonio feliz hasta la próxima pelea. Blake ya estaba harto, cansado de que siempre fuera lo mismo, ya no sabía que tenía que hacer para quitárselo de encima.
Blake negó con la cabeza mientras entraba a un bar abierto de la ciudad para pasar la noche ahí.
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Pasaron horas y horas hasta que el sol comenzó a salir dejando ver los primeros rayos de luz anunciando la llegada del amanecer. Ash, quien seguía en el apartamento de Blake despertó al sentir uno de los rayos darle directamente en la cara.
-Joder… Estúpido sol –Susurró viendo a su alrededor, recordando lo que había sucedido la noche anterior, lamentándose por lo sucedido, tragándose el llanto. Se levantó y recogió los cristales de la botella que había lanzado la noche anterior. Una vez hubo terminado miró el reloj.
-Las 10:30… ¿Dónde estás Blake? –Pensó mientras tomaba el teléfono para pedir algo de comida ya que se sabía el número de un restaurante de comida rápida, pidió algo simple, una hamburguesa (¿) y se sentó en una silla tratando de dejar de pensar en Blake, lo cual fue imposible, ya que todo lo que pensaba estaba relacionado con la vez en que se le declaró. Blake había sido tan frío y cruel con él ese día, y recordando la frase que le decía toda esa noche.
>>Entiéndelo de una vez Ash, Lo único que nos une es el sexo, tú no eres nada para mí, compréndelo ¡NADA!<<
Esa frase la recordaba demasiado bien, pero aunque Blake le hubiese dicho eso, Ash no se daba por vencido, sabía que podía ganarse el corazón del mayor tarde o temprano.
Siguió recordando la noche en que se le había declarado… el cómo había ido hasta el bar donde lo halló… el cómo se había enterado de que Blake estaba ahí, Oh como le agradecía a uno de los amigos del mayor por decírselo.
Una vez hubo entrado a ese bar, el menor fue hasta donde Blake y se le confesó, sin importarle siquiera que estuviera con otra persona, bueno la verdad es que lo había dicho delante de esa persona porque lo único que hacía al verle con ese sujeto era ponerse demasiado celoso.
Ash creía que una vez confesándosele a Blake le haría cambiar y sería correspondido pero se equivocó, y vaya que se equivocó. Al habérsele declarado, Blake le tomó con brusquedad y se lo llevó a una de las habitaciones de ese bar, empotrándolo por todo el pasillo con rudeza recordándole que solo era sexo el que tenían y que se iba a arrepentir de haber hecho lo que hizo, pero claro… Ash fue cruelmente bajado de su nube de fantasía esa noche ya que Blake le demostró que no le quería pero… en vez de darse por vencido y dejarle, él tuvo que seguirle al no encontrarle a su lado esa noche. Desde ese día él se había prometido a si mismo que haría que Blake se diera cuenta de que está enamorado de él y esa era la única opción que tenía.
Ash seguía hundido en sus recuerdos hasta que escuchó el timbre de la puerta del apartamento, se levantó rápidamente pensando que era Blake el que estaba detrás de la puerta y que por primera vez se arrepentiría. Pero cuando llegó a la puerta y abrió se llevó una sorpresa, no era Blake el que estaba detrás si no una persona mucho más apuesta que él, era alto de ojos azules y cabello negro, su cara destilaba ser un chico normal pero con ciertas peculiaridades.
-Su pedido, señor… -Dijo el muchacho. Ahí fue cuando Ash cayó en cuenta de que él no era otro más que el repartidor.
Se quedó boquiabierto al verle pero tuvo que regresar rápido al mundo y poner los pies sobre la tierra. Movió su cabeza hacia los lados, tomando su pedido.
-Ah… -Musitó el otro chico. As se le quedó mirando sin saber que era lo que faltaba hasta que el otro chico le entregó el ticket de compra y Ash supo que aún no le pagaba.
-Lo siento –Dijo el rubio dándole el dinero al mayor junto con una propina
-No hay cuidado –Respondió amablemente y con una sonrisa para después irse
Ash cerró la puerta y dejo la comida en la mesa de la sala, por más extraño que sonase, pudo olvidarse por un momento de Blake… Pero… ¿Por qué?
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