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Por segunda vez por Khira

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Notas del fanfic:

Esta historia forma parte de la Recopilación de Relatos Homoeróticos 2010 de Origin EYaoiES y la Colección Homoerótica.

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Notas del capitulo:

Safe Creative #1008187080067

Un cuento corto romántico sin más propósito que entretener :)

Por segunda vez


Khira




Una parte de él se moría de ganas de dejar la clínica. El lugar que otrora le hiciera sentir seguro y confortable, ahora le agobiaba. Quería salir de allí, más allá de los jardines que rodeaban el edificio, y volver al mundo exterior, a su casa, a su hogar.
Aunque no recordara cómo era.
Pero otra parte de él, tenía miedo. Una vez fuera de allí, ya no tendría médicos, enfermeros o celadores que velaran por él las veinticuatro horas del día. Ni siquiera Aleix podría estar siempre con él, ya que trabajaba casi todo el día fuera. Tendría que quedarse solo muchas horas en una casa que, aunque suya, no reconocería. Sin embargo, Aleix le había prometido una y otra vez que todo iba a salir bien, que no debía preocuparse por nada.
Aleix era un optimista, sin duda. Y una persona muy paciente. Tenía que serlo, si después de todo aún estaba allí, con él.
—¿Listo, Noel?
Noel terminó de abrocharse el cinturón de seguridad, echó un último vistazo a la fachada de la clínica por la ventanilla del coche, y asintió.
Aleix encendió el motor y se pusieron en marcha.
Mientras iban por la carretera, Noel no dejaba de observar el paisaje, esperanzado de reconocer algo por el camino, pero no fue así. Pronto llegarían a casa y sucedería lo mismo. No reconocería nada.
Ni siquiera reconocía al hombre que tenía al lado, la persona con la que llevaba saliendo más de cuatro años.
Por el amor de dios, se suponía que se había acostado con él, y ni siquiera recordaba ser gay.
—¿Todo bien? —preguntó Aleix de improviso.
—¿Qué? Sí, ¿por qué?
—Bueno, la última vez que te subiste a un coche, no acabó bien —murmuró Aleix—. Me preocupaba que te sintieras… intranquilo al respecto.
—No… Supongo que así sería si recordara el accidente, pero como no es el caso… Algo bueno tenía que tener la amnesia. —Noel forzó una sonrisa.
Aleix le miró de reojo. Él no sonrió.


—Esto es el salón. Aquí está la cocina. El baño. Y por último, el dormitorio. Como ves, no es un piso muy grande…
Noel miró la habitación con detenimiento. Una sola cama de matrimonio presidía la estancia, con una mesilla de noche a cada lado. El resto de muebles eran únicamente un galán de noche en una esquina y el armario empotrado. El joven tragó saliva. La idea de compartir cama le producía reparos, aunque en teoría llevaran haciéndolo años.
Al parecer, Aleix le leyó el pensamiento.
—Tú dormirás aquí. Yo me trasladaré al sofá.
Noel le miró con expresión culpable.
—No tienes por qué hacerlo… Si me siento incómodo, debería ser yo quien durmiera en el sofá.
—No puedo dejarte hacer eso; tu espalda se resentiría.
—Pero tú…
—No te preocupes por mí, yo estoy más acostumbrado. Más de una vez, cuando discutíamos, me mandabas a dormir al sofá…
Noel se ruborizó. Pero Aleix sonreía por fin, y Noel pudo relajarse un poco.
—Se ha hecho tarde. Voy a preparar algo de cenar, ¿vale? —dijo Aleix.
—Vale. Yo iré deshaciendo la maleta.
—Ok, el armario es todo tuyo.
Tras otra fugaz sonrisa, Aleix salió de la habitación.
Noel colocó la pequeña maleta sobre la cama. La abrió y empezó a sacar las prendas y otros enseres que Aleix le había ido trayendo a la clínica. Iba a abrir el armario cuando algo sobre una de las mesillas de noche le llamó la atención.
Cogió el marco de madera y contempló la fotografía. A lo largo de aquellos dieciocho meses, Aleix le había traído también muchas fotografías como pruebas de su relación, pero esa nunca se la había enseñado.
Ambos salían en la foto, la cual había sido tomada en una playa, la Barceloneta quizás, y miraban muy sonrientes a cámara. Aleix tenía un brazo rodeando sus hombros, su pelo rubio más dorado gracias a los reflejos del sol. Noel tenía la cara un poco ladeada hacia él, la frente apoyada en su mejilla. Su cabello negro, entonces largo, estaba mojado y lo llevaba pegado en el cuello. Los ojos les brillaban. Parecían felices.
Noel suspiró y dejó el marco en su sitio.
Ojalá se acordara de algo, pero eso no iba a pasar. El daño cerebral que había sufrido en el accidente era irreversible. En la clínica le habían enseñado de nuevo a andar y a hablar, a leer y a escribir, pero nadie podía enseñarle a recordar. Nada ni nadie podían devolverle su pasado; sus primeros veinticinco años de vida habían sido completamente borrados. Sólo le quedaba el futuro… y no estaba del todo seguro de querer compartirlo con Aleix.



Después de cenar, Noel insistió en ayudar a Aleix a fregar los platos. Quizás no recordaba cómo se usaba el lavavajillas, pero no había que ser precisamente un genio para limpiar a mano.
—Mañana tengo que ir a trabajar —dijo Aleix mientras le pasaba un vaso enjabonado—. Quería quedarme contigo al menos esta primera semana, pero es imposible: he agotado todos mis días libres para los próximos cinco años.
—No te preocupes, lo entiendo. Estaré bien.
—De todas maneras tienes mi teléfono. El móvil y también el de la oficina. Los dos están apuntados en la nevera. Si pasa algo, cualquier cosa, me llamas.
—Lo sé.
Al terminar, Aleix se fue directamente al sofá del salón y encendió el televisor. Noel se quedó en el umbral de la puerta, vacilante.
—¿Quieres ver un rato la tele conmigo? —preguntó Aleix, tocando con la mano el resto del sofá vacío—. ¿O prefieres ir ya a dormir?
—La verdad es que no estoy nada cansado… —respondió Noel, sentándose finalmente junto a él, pero a una distancia prudencial.
Estuvieron viendo la televisión en silencio un rato, hasta que Noel se dio cuenta de que Aleix tenía los ojos cerrados. Le tocó suavemente en el muslo y Aleix abrió los ojos de inmediato.
—Tú sí que estás cansado. Me iré a la cama para que puedas dormir —dijo Noel.
—Lo siento. Es que no he dormido casi nada esta noche.
—¿Y eso?
—No lo sé. Supongo que estaba nervioso por tu vuelta a casa. A nuestra casa.
Noel no supo qué decir a eso. Desvió la mirada y se levantó del sofá. Al hacerlo, sin querer tiró al suelo el mando del televisor.
—Oh, perdón…
Ambos se agacharon a la vez para recogerlo, pero Noel lo hizo antes. Se lo devolvió a Aleix, cuyo rostro de pronto tenía muy cerca. Noel se puso nervioso y volvió a levantarse.
—Yo… Bueno, me voy al cuarto… Buenas noches.
Aleix le contempló unos segundos y luego volvió su atención al televisor.
—Buenas noches… —murmuró sin mirarle.


Le despertó un delicioso olor a café. Noel no recordaba tampoco sus gustos gastronómicos, pero por lo visto su cuerpo sí. Se levantó, y tras una corta escala en el cuarto de baño, se dirigió a la cocina, donde encontró a Aleix desayunando en la pequeña mesa del office.
—Lo siento, no quería despertarte.
—No lo has hecho, ha sido el café —dijo Noel con una sonrisa—. ¿Me sirves un poco?
—Claro.
Aleix le sirvió el café y también le ofreció un par de magdalenas que Noel aceptó encantado.
—¿Has dormido bien? —preguntó Aleix.
—Tardé un poco en dormirme, porque me sentía raro en una cama que no fuera la de la clínica —reconoció Noel—. Pero luego lo hice del tirón toda la noche. ¿Y tú? ¿Estuviste cómodo en el sofá?
—Sí, no te preocupes.
Pero Noel se preocupaba. Aleix era bastante alto, y el sofá, aunque de tres plazas, era más bien de tamaño mediano.
—Si quieres podemos turnarnos… —ofreció inseguro, no porque no quisiera dormir él en el sofá, sino porque tenía el presentimiento de que no era la solución que le gustaría a Aleix.
—No, no, ni hablar. —Aleix se levantó y dejó su taza de café en el fregadero y allí mismo se lavó las manos—. En fin, me voy a currar.
Noel vaciló unos instantes antes de hablar.
—He estado pensando que debería ir buscando trabajo…
Aleix se volvió para mirarle.
—Noel, hace un día que te han dado el alta.
—Pero yo me siento bien; sé que puedo trabajar. Lo que no sé es de qué… Quizás podría probar de camarero… —continuó Noel, sabiendo que ésa era su profesión antes del accidente—. Aunque no recuerde mi experiencia, ésta sigue en mi currículum…
—Me parece bien, pero no tengas prisa. Además, mientras no haya imprevistos, con mi sueldo podemos ir tirando bien los dos —dijo Aleix.
—Te lo agradezco, pero no quiero ser un mantenido. —Nada más decirlo, a Noel le pareció que había sonado muy áspero, por lo que añadió rápidamente—: Ya has hecho suficiente por mí…
Después de eso estuvieron unos instantes en silencio, hasta que Aleix volvió a hablar.
—Escucha, Noel… —empezó. Su voz sonaba repentinamente seria—. Cuando llegue el momento… cuando estés recuperado al cien por cien, tengas trabajo y todo eso… si quieres marcharte… lo entenderé.
Noel abrió mucho los ojos, desconcertado. No se le había ocurrido pensar que sería Aleix quien no querría un futuro con él. El primer rostro que vio cuando despertó del coma había sido el suyo. Aleix había estado a su lado tanto en el hospital como en la clínica de rehabilitación, visitándole prácticamente todos los días. Ese hombre había sufrido con él esos largos meses de recuperación, ni siquiera flaqueó cuando Noel fue capaz de decirle que no recordaba quién era; y ahora que por fin estaba en casa… ¿no le importaba que se marchara?
—¿Quieres que me vaya? —preguntó Noel, más brusco de lo que pretendía.
—¡No! Lo que quiero decir… —Aleix calló, como intentando encontrar las palabras adecuadas. Inspiró profundamente y continuó—: Mis sentimientos hacia ti no han cambiado. Te quería antes del accidente y te quiero ahora. Pero sé que para ti no es lo mismo. Y sería egoísta por mi parte seguir pretendiendo que somos una pareja, cuando la realidad es que dejamos de serlo en el momento en que te olvidaste de mí.
—Pero… —Noel sentía la cara arder y de nuevo se encontraba sin saber qué decir—. Yo no…
—Tienes miedo de estar solo, lo sé —dijo Aleix—. Pero eso es ahora. Pronto estarás bien, y serás capaz de hacer todo por tu cuenta.
La idea de no tener a nadie era angustiante, sí, pero Noel no estaba seguro de que eso fuera todo. De pronto, la idea de no tener a Aleix, le parecía peor.
Aleix no se percató de sus ojos vidriosos y dio media vuelta para salir de la cocina.
—Nos vemos a las siete. Tienes la comida en la nevera. Hasta luego.
Noel se quedó en la cocina hasta que el café se le enfrió, pensativo, preguntándose una y otra vez qué debería hacer con esa relación, sin llegar a sacar nada en claro de su confusa mente.


A las siete y cuarto Aleix estaba en casa. Como ya casi era verano y el día se había alargado mucho, propuso a Noel salir a dar una vuelta, lo que este, tras pasar todo el día aburrido en el piso mirando la televisión, aceptó encantado.
Cogieron metro hasta las Ramblas, y allí giraron por una calle menos transitada en busca de una cafetería con terraza donde tomar algo.
No era la primera vez tras el accidente que Noel paseaba por la calle, pues mientras estaba en la clínica le habían “sacado de paseo” varias veces, pero sí era la primera vez que iba a solas con Aleix. Y aunque ya vivían juntos, para él era una especie de primera cita, lo que le hacía sentirse un poco nervioso.
Mientras esperaban a que les sirvieran, Noel se fijó en que habían llamado la atención de una mesa al otro lado de la terraza ocupada por unas chicas. Luego se dio cuenta de que, en realidad, era Aleix el que había llamado su atención.
No se extrañó. Aleix era muy bien parecido: era alto y rubio, de ojos verdes, con cuerpo atlético y facciones muy masculinas. Él, en cambio, era un chico del montón: bajito, delgado y castaño. Más de una vez se había preguntado qué habría visto un chico como Aleix en él.
Las chicas seguían mirando y riendo y diciéndose cosas al oído. Una de ellas incluso llegó a señalar a Aleix con un dedo. Noel se encontró pensando que no tenían por qué ser tan descaradas.
—¿Ocurre algo?
Noel miró a Aleix.
—¿Qué? No, nada.
—Parecías distraído.
—Oh, estaba mirando a esas chicas. —Al ver cruzar una sombra por los ojos de Aleix, Noel se sintió inmediatamente en la necesidad de explicarse—. Quiero decir, las estaba observando porque me he dado cuenta de que ellas te miraban a ti.
Aleix miró también hacia la mesa de las chicas. Una se ruborizó y apartó la mirada.
—Parece ser que tienes mucho éxito con las chicas —continuó Noel, forzando una sonrisa.
Aleix clavó entonces sus ojos verdes en él.
—Ojalá tuviera más éxito con los chicos. Bueno, solo con uno.
Noel tragó saliva y se revolvió inquieto en su silla. Aleix se inclinó un poco hacia él; sus rostros estaban igual de cerca que la noche anterior cuando se cayó el mando de la televisión.
—Sabes, hace un año te habrías puesto muy celoso por esto —susurró Aleix con una media sonrisa.
—¿Ah, sí…?
—¿Estás celoso ahora? —preguntó Aleix sin tapujos.
Tras tragar saliva de nuevo, Noel miró de reojo a las chicas y luego otra vez a Aleix.
—No lo sé… Puede que sí —reconoció.
—Entonces… ¿quieres que les muestre que no tienen nada que hacer conmigo?
—¿Qué…?
Antes de que pudiera terminar la frase, Aleix le besó. Fue un beso casto en los labios, pero muy prolongado. Noel no tuvo el corazón de apartarse, aunque pasados los primeros segundos, la idea de hacerlo se borró por completo de su mente. Simplemente cerró los ojos y se dejó besar. Los labios de Aleix eran suaves y húmedos contra los suyos, y se dijo a sí mismo que si hubiera recordado que la sensación era así, no habría sido tan reacio a probarlo antes.
Cuando se separaron, lo primero que vio Noel al abrir los ojos fue la mirada cada vez más intensa de Aleix. Quiso decir algo, pero un carraspeo les interrumpió.
—¿Qué desean tomar? —preguntó el camarero de pie junto a ellos.
—Oh, un zumo de naranja natural, por favor —dijo Aleix.
—Yo tomaré otro… —murmuró Noel, todavía impactado por el beso.
En cuanto el camarero se fue, Aleix centró de nuevo toda su atención en él. Noel se estremeció cuando repentinamente Aleix le cogió de la mano, pero en contra de lo que se esperaba, este no trató de avanzar más.
—Lo siento, no debería haberte besado —dijo en voz baja y apenada.
—No… no te preocupes —musitó Noel—. Está bien.
Aleix alzó una ceja, interrogante.
—¿Está bien? —repitió.
Pero Noel no respondió; el camarero regresó con sus pedidos y Aleix no insistió más.
Cuando se marcharon del bar, ambos se fijaron en que las chicas les seguían mirando. Y mientras que unas ya no sonreían, otras lo hacían aún más.


Las primeras dos semanas transcurrieron tranquilas y monótonas. Por las mañanas desayunaban juntos, luego Aleix se iba a trabajar, y Noel se quedaba en el piso, leyendo o viendo la televisión, o salía a dar una vuelta por su cuenta para memorizar el barrio. Para su sorpresa, se encontró con mucha gente que le reconocía, como las cajeras del supermercado, la dependienta de la farmacia, o vecinos que se cruzaba por la calle. Todos le preguntaban lo mismo y Noel tenía que repetir una y otra vez su experiencia en la clínica, pero no podía molestarse porque la gente se interesara por su estado, aunque fueran extraños para él.
Aleix regresaba a casa por las tardes; si no estaba muy cansado salían los dos a dar otra vuelta, o de lo contrario se quedaban viendo la televisión y preparando la cena y la comida para el día siguiente.
Noel había decidido aprender a cocinar cuanto antes, y pronto descubrió que, en cuanto consiguió dominar a los electrodomésticos de la cocina, era algo que se le daba bien.
Una noche, después de darle su aprobado al gazpacho que había cocinado Noel, Aleix se dirigió hacia el sofá con la mano en el cuello y gesto dolorido.
—¿Te duele el cuello? —preguntó Noel, siguiéndole.
—Un poco —reconoció Aleix, pues aún seguía frotándose la nuca—. Pero no es nada, no te preocupes.
—Claro que me preocupo —dijo Noel, ruborizándose inmediatamente por la repentina efusión con la que había pronunciado esas palabras—. ¿Es por dormir en el sofá, verdad…?
—No te preocupes, Noel. Se me pasará.
—No se te pasará si sigues durmiendo ahí. Hagamos turnos. Déjame dormir a mí en el sofá esta noche.
—Ya te dije que no.
—Pero…
—Noel, no —interrumpió secamente Aleix.
Noel suspiró. En el fondo intuía que Aleix no iba a ceder.
—¿Y si compartimos la cama? —No supo de dónde había sacado el valor para decir aquello en voz alta, pero ya estaba hecho, y no se arrepentía.
Aleix le miró claramente sorprendido. Bajó la mano y tardó unos segundos en responder a su propuesta.
—Creí que te incomodaba la idea —murmuró.
—Es una cama de matrimonio, caben perfectamente dos personas —dijo Noel, ignorando el comentario de Aleix. Lo cierto era que sí le incomodaba aún, pero no lo admitiría porque no quería que Aleix siguiera durmiendo en el sofá.
—¿Estás seguro?
—Sí.
Aleix no insistió más, y Noel se sintió extrañamente orgulloso por haber ganado la “discusión”.
Una hora más tarde, Aleix y Noel se tumbaban juntos en la cama. Ambos estaban destapados porque hacía calor. No tenían aire acondicionado, pero por suerte la ventana abierta generaba algo de corriente.
—Buenas noches… —dijo Noel justo antes de apagar la luz.
—Buenas noches —respondió Aleix.
Noel se giró hacia la ventana, mientras que Aleix permanecía boca arriba. Podía sentirle y oírle respirar a su espalda; y, en contra de lo que se temía, no le resultaba perturbador. De hecho, Noel se sentía tranquilo sabiendo que tenía a Aleix ahí.
Se quedó dormido en apenas unos minutos.
Sin embargo, despertó acalorado un par de horas después.
Cuando se dio cuenta de por qué, toda la sangre le subió al rostro por la vergüenza. En medio de su apacible sueño, Noel se había dado la vuelta y se había acurrucado junto a Aleix. Incluso había pasado un brazo por encima de su abdomen. Y lo peor de todo era que, tal y como comprobó al levantar la mirada, Aleix estaba también despierto.
—¡Oh dios! —exclamó apartándose de golpe, apurado—. ¡Y-yo… l-lo siento…! ¡N-no quería…!
—Cálmate —le pidió Aleix, incorporándose un poco sobre los codos.
—Dios, q-qué vergüenza… —sollozó Noel sin hacerle caso, apartándose un poco más. Su respiración se estaba agitando y Aleix lo notó de inmediato.
—Noel, cálmate —repitió Aleix, a la vez que le agarraba suavemente del codo para que no se alejara más o acabaría cayendo de la cama—. Respira. No pasa nada. Está bien.
Noel recordó entonces sus propias palabras en la cafetería.
—Yo… En verdad n-no lo sé… N-no sé si está bien…
Miró a Aleix a los ojos, esperando a que este dijera algo, cosa que no sucedió. Aleix se limitó a acercarse más a él, aún sin soltarle del codo, y con la otra mano le acarició el cabello en la zona justo detrás de la oreja.
—Aleix… —musitó Noel, sin nada más que decir.
Aleix siguió acariciándole en silencio. El roce era íntimo, pero tan suave y apaciguador, que Noel cerró los ojos y comenzó a relajarse.
—¿Mejor? —preguntó Aleix de pronto.
Noel abrió los ojos y asintió.
—Siempre funciona —dijo Aleix con una pequeña sonrisa.
Desde el accidente que Aleix nunca le había tocado así, por lo que Noel dedujo que lo hacía antes. De pronto, un sentimiento de bienestar y familiaridad le embargó, a la vez que una oleada de afecto hacia Aleix le inundaba el corazón.
No, era más que afecto. Contempló el bello rostro de Aleix en la penumbra, el brazo fuerte que le sostenía, y otra oleada le sacudió, esta vez de deseo.
Siguiendo un impulso, el primero desde que despertara del coma, Noel se abrazó a Aleix y le besó con firmeza en los labios. Aleix tardó escasamente unos segundos en devolverle el beso y empujarle suavemente sobre la cama.
Se besaron casi durante un minuto antes de que Aleix se apartara un poco, lo suficiente para verle bien.
—Noel… —susurró, ahora era él quien tenía la respiración agitada—. ¿Estás seguro…?
Por toda respuesta, Noel entrelazó las manos por detrás de su nuca para volver a atraerlo hacia él con decisión.


A la mañana siguiente, Noel se despertó exactamente en la misma posición que lo había hecho de madrugada: acurrucado junto a Aleix y con un brazo rodeando su abdomen. Sin embargo, esta vez no se apartó un milímetro. Al contrario: estiró un poco más el brazo para abarcar más del cuerpo Aleix y enterró la cara en la curva de su cuello.
Hacía escasas horas que había descubierto cómo sus cuerpos se amoldaban perfectamente, y no pensaba desaprovecharlo. Sonrió de forma boba por ese pensamiento.
Mientras aspiraba el aroma de la piel de Aleix, Noel se preguntó si era posible enamorarse por segunda vez de una misma persona.
En ese momento Aleix movió su mano y empezó a acariciarle el hombro, haciéndole saber así que también estaba despierto. Noel levantó la vista y sus ojos se encontraron.
Y Noel se dio cuenta en ese instante de que, en realidad, ya conocía la respuesta.


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