Encontrase a si mismo en esa situación no le preocupaba, al menos no de momento, y tampoco le sorprendía. Sin embargo le molestaba.
Miraba el techo de forma distraída desde hacia un rato, exactamente trece minutos. La alarma del celular comenzó a proferir sus enloquecidos gritos hacia trece minutos, despertándolo a él y a la persona que termino por tomar el aparato de la mesita de noche y arrojarlo contra la pared, para luego continuar durmiendo. Esa acción lo tomo por sorpresa, arrancándole una sonrisa de forma momentánea, pues no hubiera esperado que el otro lanzara su propio celular. Su acompañante siguió durmiendo, sin embargo, él ya no pudo conciliar el sueño.
Los escasos, ahora catorce, minutos que llevaba mirando el techo, los había pasado reflexionando acerca de sus acciones la noche anterior. Había sido una larga noche de placer, eso le gustaba, y aunque siempre había deseado que eso sucediera, todo había tenido su segundo de fugaz desconcierto.
Se dejo llevar por el pequeño instante de sorpresa cuando entro a esa habitación. Había estado ahí muchas veces, demasiadas como para contarlas. Había entrado sin pedir permiso, se había sentado frente al escritorio que estaba del otro lado del cuarto, junto a la ventana y no muy lejos de la cama. Y esa cama, había visto al dueño de la habitación durmiendo en esta, recostado leyendo algo, mirando la televisión, él mismo se había sentado ahí para conversar con el otro. Ahora estaba acostado en esa cama, mirando el techo y desviando la vista de vez en cuando hacia la persona junto a él, quien le daba la espalda.
Continuando con su reflexión, el momento de sorpresa había sido mas por ese hecho, por saber que estaba entrado a esa habitación para hacer algo muy diferente a lo que siempre hacia, por saber que esa cama iba a tener una función muy distinta a la de costumbre. Se había sorprendido, mas que nada, porque había logrado su cometido.
Y después de ese fugaz instante de sorpresa, habían llegado a él las cuestiones. Si bien no les había prestado mucha atención, pues era aun más importante deshacerse de la ropa de ambos y jugar con sus cuerpos, las preguntas habían estado ahí. Interrogantes como “¿Esto esta bien?” “¿No cambiara nada?” “¿Qué pasara después?” habían hecho acto de presencia antes, durante (aunque de forma muy vaga) y después del acto. Y también ahora estaban ahí.
Miro de nueva cuenta la espalda de su acompáñate, cuya respiración era tranquila y regular. A pesar de las preguntas que aun se asomaban por la puerta de su mente, no estaba preocupado, pues si las cosas cambiaban o cualquier cosa, se creía capaz de afrontar las consecuencias, él era capaz de hacerle frente, por más que le doliera, a lo que esa noche de placer pudiera acarrear. No estaba preocupado, ni tampoco sorprendió, pero algo en todo eso, le molestaba.
Una vez más mirando el techo, intentando encontrar que era lo que le molestaba de todo ese cuadro. La noche había sido muy placentera y deseada, eso no podía ser. Nada de lo acontecido lo había tomado exactamente por sorpresa, así que eso tampoco era. No le temía a las consecuencias y no estaba preocupado, así que eso tampoco. ¿Qué era entonces? ¿Qué le molestaba de todo eso?
Se reacomodo, para quedar de frente con la espalda de la persona que le hacia compañía. Noto que tenia algunos rasguños, obviamente provocados por su persona. De pronto, creyó encontrar la razón de su disgusto.
No estaba seguro de que ese fuera el motivo, y en cierta forma deseaba pensar que no lo era. No le gustaba imaginarse así mismo en una posición tan…bueno, solo no le gustaba. No le gustaba creer que su enojo era por algo tan simple y que para cualquiera hubiera pasado desapercibido.
La noche anterior se había entregado al otro, dándole, talvez no su virginidad, pero si un sentimiento que no le había dado a ningún otro, esos rasguños se lo recordaron. Le recordaron que esa noche había estado con el otro en cuerpo y alma. Esos rasguños lo hicieron caer en la cuenta de algo que no le complacía, algo que no hubiera admitido aunque su vida dependiera de ello.
El otro se movió entre sueños, volteándose y dándole la cara, aun con los ojos cerrados, durmiendo.
Mientras veía ese atractivo rostro a escasos centímetros del suyo, absorto en sus pensamientos, sintió unas manos ajenas. Su acompañante estaba intentando atraerlo hacia si, y lo dejo hacerlo. Se acurruco en su pecho, y poco tiempo después, dejo de pensar para perderse en el mundo de los sueños.
Lo que le había molestado de todo esa situación, era no haber despertado con los brazos del otro envolviéndolo. Creía que eso sonaba muy estupido y cursi, y aun creyendo eso, Sasuke se permitió sonreír antes de quedar dormido.