Ojalá pudiera mirarte, frágil, débil, expuesto a ser herido. Me sentiría fuerte.
Te miraría a los ojos y sabría que eres la persona por la que daría todo, porque aunque, tal y como eres, me sacrificaría por ti, no te dejas. Estos malditos cuerpos en los que hemos nacido.
Me aturde el estruendo de las bocinas a su máxima potencia, y los gritos de cientos de fans en cada concierto. Mis sentidos se bloquean y no los oigo, no los veo, solo sé que están ahí. Como si entrara al infierno.
Ayer pasó eso, pero pensé que ninguno volvería conmigo al terminar el concierto. Sentí caer por mi cuerpo semidesnudo sudor frío, porque de repente me di cuenta que vivía en un mundo muerto, donde todos siguen al rebaño... volvió mi vista y, cuando mis pupilas se acostumbraron al esplendor de las pocas luces en el cuarto oscuro los vi: una multitud alzando sus brazos contra mí, sudando, gritando...
...resignado, les entregué mi cuerpo y mi voz a esos muertos vivientes. Toshiya y los otros debían venir unos pasos detrás de mí, ya que ellos también habían perecido.
Siempre nos moríamos, sin embargo, algo en la noche pasada me hizo sentir que ahora sí sería definitivo.
Cuando recuperé mi oído un furioso demonio rugió, dio alaridos, gritó y se desgarró. Era yo mismo, y me sorprendí, porque ni siquiera reconocía qué en mi vida allá afuera me había dado la fuerza de expresarme de esa forma. Los cadáveres bailaban y se llenaban de mi ira, era un ritual pagano y, entre más participábamos con nuestro festín negativo, más nos adentrábamos en la desesperación. Miserables.
Estúpido, si hubieras sido mujer no estarías aquí.
¿Para esas alturas ya me habrías alcanzado?
No muevas tus caderas, pero las movías.
Me dije a mi mismo en un fallido intento de detener mi instinto; me entregué a mi parte animal y sexual, llegué al orgasmo un par de veces y a todos les gustó verme así. Frente a ellos, yo era el macho alfa.
Un prostituto como macho alfa...
En cambio, cuando gimiendo te lo dije no obedeciste. Crees que tu abdomen bien formado, que tus brazos que ya son más musculosos que los míos, que tu voz grave y tu falo duro entre las piernas te dan derecho a ignorar mis pedidos.
¡No me puedo sentir fuerte si participas! Si te comportaras como si no quisieras tener sexo, Toshiya, me haces sentir mejor aunque tenga menos placer. Cuando participas, idiota, me haces un poco menos dominante.
Vestirte de mujer no sirve... eres hombre y no importa cuántas veces entre por tu ano, jamás cambiaré ese hecho; tu boca enmarcada en labial rojo habla tan grave como la mía. ¿Pero si fueras mujer me gustarías tanto? En medio del acto carnal, no quiero saber si es morbo o amor.
El eco del averno que visitamos hace poco se escondió en mi hipotálamo, y vuelve cuando mis hormonas se liberan: así que, que yo sepa, solo te uso. Eres algo así como una droga que extiende el efecto adormecedor-excitante de la música que hacemos. Un juego de trances.
¡Más! ¡Más!
Un trance...
¡Más! ¡Más!
Esto es un trance, hipnotízame...
Los versos de mi poesía gótica no me dejaban concretar mis pensamientos y jamás me sobrecogí por pensar no volver a verlos. Repetí las palabras y me transporté a todos los escenarios que evocaban: fuí la Tierra violada, una mujer embarazada, la niña traumatizada,
Nunca abandoné mi cuerpo.
¿Qué acaso no se supone que la mujer serías tu?
Te dije mientras cerrabas los ojos, me callabas con un tierno beso y abrías mi boca, en la oscuridad, yo con las piernas a tu merced...