- ¿Por qué, porque Sasuke, porque no me lo dijiste antes?- preguntaba un pequeño rubio con lágrimas en los ojos.
- Porque si te lo decía no cumplirías tu objetivo, además… fue hasta ahora que pude decirlo- apenas audible para su querido amigo, el azabache tendió una mano que poso en la delicada mejilla del zorruno.
Y así, es como uno siente que el mundo se detiene, un simple roce, un ligero y suave aroma y la certeza de la incertidumbre. Como desearía uno quedarse en aquellos instantes, instantes eternos, vacíos y fugaces. Pero no, debemos confrontar la realidad.
Manchas de sangre bañaban ambos cuerpos, el último ataque había sido devastador, el campo de batalla se encontraba deshecho y ahora, solo pequeños origamis cubrían todo el lugar… origamis que masacraban enemigos y que se deshacían al entrar en contacto con amigos.
Konan perdía mucho chacra pero que importaba eso; al final, ella misma sabía que esa era su última batalla.
Shizune acababa de curar las heridas de Onoki el viejo Tsuchikage; pues sin él, tal vez la batalla no podría tener final. Solo él, que conocía a la perfección el sello final; podía auxiliar a Tsunade, la quinta Hokage, nieta del primero.
Si, Madara Uchiha estaba perdiendo, la batalla no estaba a su favor, el poder de los nueve bijus no era suficiente, aquellas míticas bestias de chacra no podían salvarlo. Necesitaba el poder sellado en la luna y no podía llegar ahí.
Si tan solo le hubiera hecho caso a Hashirama, hubiera dejado sus antiguos planes de manipulación. Tal vez la paz se logra sin destrucción… pero, era tarde para eso, debía resistir una vez más. Poder llegar a la cima y si fracasara su plan, entonces, esta vez tendrían que asesinarlo enteramente.
El Raikage había muerto al tratar de controlar a su hermano, pero de nada sirvió; nada podía detener el ímpetu de las ocho colas desatado. Ni siquiera la buena relación que su hermano “Hachi” llevaba con su “camarada” pudo salvarlos de la ira del pulpo-toro.
La Mizukage apenas podía contra el Susanowo de Madara; quien diría que aquel monstruo Uchiha pudiera llegar a tal grado de domino de aquella invocación tan loca. Justo cuando Mei estaba a punto de ser atravesada por la legendariaTotsuka, llega Gaara al encuentro y detiene aquella espada onírica antes de que les hiciera daño alguno. Empero, ambos Kages sabían que las defensas físicas no sirven contra embates intangibles. Tendrían que pensar en una nueva estrategia o ambos caerían en aquel hechizo.
Kakashi apenas y podía darle batalla a su maestro Minato, pues este había sido invocado por Kabuto; quien juntos con los antiguos Hokages estaban inclinando la batalla a favor de Akatsuki.
- Demonios, ¿Dónde se habrá metido el inútil de Sasuke?- preguntó Kabuto a Itachi.
- No lo se, su chacra es demasiado débil como para siquiera reconocerlo- espetó maquinalmente un Itachi a la vez que con su Tsukoyomi destruía la mente de miles de ninjas.
- Pero en cambio, aquel antiguo portador del zorro se encuentra demasiado fuerte…- expresó Sasori mientras una lluvia de Satetsu acababa con miles de invocaciones que iban en contra de Madara.
- Es extraño, aún no puedo creer, como es que tu antigua maestra había podido hacer algo parecido a lo que ese maldito de Namikaze- decía un despreocupado Deidara volando en un enorme dragón que lanzaba bombas capaces de destruir atómicamente aquello que tocaran.
- ¡Cállate imbécil!, que por su maldita estupidez estuvimos a punto de morir… de nuevo- y terminada la frase, Kakuzu invoca sus cuatro bestias enviando un rayo elemental que destruyó lo que quedaba del país de hierro.
Aquellos ataques combinados, hubieran podido definir la batalla, si no hubieran llegado extraños árboles que detuvieron todo aquello, árboles que de la nada crecieron… raíces en la tierra, fuertemente aferrados, como si fuesen el apoyo de la victoria.
- Vaya, hasta que al fin; los restos del antiguo árbol se dignan en venir- exclama con voz ronca Nagato, al presentir que un antiguo camarada le hará frente.
- Fuimos compañeros en la soledad, amigos, hermanos… fuiste mi todo y yo tu querida hermana. Nos amábamos cual familia, por eso, tan solo aniquilaba a todos los que te siguieran; los antiguos diez de la organización también fueron mis compañeros. Pero, el momento de la batalla llegó, ya no puedo seguir escondiéndome en las sombras… o mejor dicho, en las páginas de algún libro.
Poco a poco, un vendaval blanco comienza a surgir de los árboles… aquellos empiezan a deshojarse y cortan los cuerpos de sus antiguos camaradas.
- Es hora de que mueran en verdad…- una gran explosión siguió a esta última frase, a la vez que Konan aparecía ante los ojos de Kabuto.- bien, ya he terminado con ellos, Kabuto, ahora sigues tú.
- ¿En verdad crees que tan fácilmente destruirás mi ejército?- pregunta a la vez que una inmensa risa macabra inunda el campo de batalla- mira bien, aquellos que han sido renacidos por mí, no pueden volver a morir. No por nada soy el mejor ninja nigromante.
Konan empieza a ver como aquellos desmembrados cuerpos comienzan a ser renovados por las cenizas. En verdad, aquella sería su batalla final.