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Cuidando a Shura por KING-OF-THE-DARK

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Notas del fanfic:

Bueno, pretendo que esta vez participeis en el fic, si os da la real gana, claro está.

Como comprobareis, en este primer capitulo no se menciona en ningún momento el nombre del caballero que decide cuidar a Shura.

Tampoco ningún dato que pueda revelaros de quién se trata.

Eso es por un motivo.

Quiero que lo elijais vosotros y así participeis un poco.

Por lo tanto necesito reviews.

Sino los recibo, seguiré escribiendo la historia, solo que con el pequeño detalle de que el "enfermero" de Shura, seguirá siendo EL OTRO.

Notas del capitulo:

Bien, como ya he dicho, os doy a elegir al "enfermero" de Shura, estás son las opciones.

No es que los demás no me gusten, pero tengo mis favoritos, sinceramente no trago a tres personajes de Saint Seiya, y siempre los pongo de secundarios.

Así que aqui os dejo los nombres de los candidatos a enfermero y futura pareja de Shura.

KANON

DEATH MASK

DOKHO

CAMUS

MILO (no me hace gracia este personaje, pero como primer último recurso estoy dispuesta a intentarlo)

AIORIA (este me hace menos gracia que el anterior, pero como segunda última opción aceptaría el reto de intentarlo).

UNA COSA IMPORTANTE.

Algunos/as de vosotros/as posiblemente también escribais y colgueis historias.

¿Cómo os sentaría que no os dejasen ni un miserable comentario?.

Un poco de empatia para el resto de escritores por favor, lo que no querais para vosotros, no se lo hagais a ellos.

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Cuando fuimos resucitados tras la batalla contra Hades, muchas fueron las cosas que cambiaron en el santuario, Aioros perdonó tanto a Saga como a Shura, diciéndoles que su muerte, hacía trece años, no había sido culpa suya, sino de Arles.

Pero el centauro, tuvo una charla privada con el guardián de capricornio, una tarde le pidió a Shura que fuese a su templo, diciéndole que tenía que tratar un tema con el de importancia.

Vestido con unos vaqueros azules desgastados y una camisa negra ajustada y calzado con unas zapatillas deportivas, el español de corto cabello negro y pequeños ojos violetas se presentó en el templo del arquero.

-¡Aioros¡-llamó al custodio en voz alta.

-¡en la cocina¡-oyó la voz del hombre contestando.

No tardo mucho el español en recorrer el templo que tan bien conocía, muchas eran los días que había pasado en su interior, compartiendo mil cosas con un Aioros que por aquel entonces era su pareja, muchas eran las cosas que habían cambiado en trece años, y el de capricornio era consciente de que ambos debían arreglar ciertos asuntos si pretendían seguir con aquella relación que se había roto de manera tan trágica.

Shura seguía amando a Aioros, tanto o más que el primer día, pero tras ser resucitados, no habían tenido oportunidad de hablar o aclarar sus sentimientos, el español estaba dispuesto a realizar cualquier cosa que le pidiese el griego, solo quería tenerlo a su lado nuevamente, y recuperar esos años perdidos.

Entró en la pequeña cocina, un lugar pintado de colores claros y decorado con muebles rústicos, dándole un toque hogareño a la estancia, reconfortable, vio al castaño enfrente de la cafetera, mirandola como si se tratase de un ovni, concentrado al máximo en aquel objeto inanimado.

-¿te has enamorado de la cafetera Aio?-le preguntó al hombre utilizando el diminutivo que le puso hace años.

-no va-contestó el otro.

-déjame ver-dijo el de capricornio acercándose a aquel objeto, viendo como el centauro, se había olvidado de darle al botón de encendido.

Él mismo pulso ese botón, poniendo cara de que ese simple hecho le hubiese supuesto una tarea titánica.

-¿cómo lo has hecho?-preguntó Aioros emocionado cuando vio caer las primeras gotas de café.

-encendiéndola-dijo el español señalando el botón.

-¡malditos trastos¡-exclamó Aioros enfurruñado.

-tecnología moderna Aio-dijo sin darle mayor importancia el mayor de los hombres.

-sí, lo sé, Aioria ya me ha hablado de la cosa que calienta comidas, el…mico…mico no se qué-dijo el de sagitario con un suspiro.

-microondas-corrigió el español.

-donde se ponga un fuego normal y una olla normal que me dejen de tonterías con botoncitos-dijo el otro cogiendo dos tazas de una de las estanterías.

-entonces mejor que no te hable de los ordenadores-dijo el otro gracioso.

-¿y quiénes son ellos?-preguntó el centauro un poco asustado.

-déjalo Aio, no lo entenderías, son unos trastos con muchos botones-dijo el español sentándose en una silla, enfrente de la mesa.

Pasados unos minutos, el de sagitario le alcanzó una de las tazas con café, que el español aceptó con una sonrisa en los labios mientras el otro se sentaba en frente con la otra, bajando de repente la cabeza, con gesto apesadumbrado.

-Shura, yo no quiero hacer esto más difícil de lo necesario, así que iré al grano-dijo Aioros.

-me parece bien-contestó el nombrado.

-estoy enamorado de Saga-dijo el centauro.

Al de capricornio se le paró el corazón, simplemente, no podía creer las palabras de Aioros, ¿cómo era posible?, ¿desde cuándo había ocurrido?, solo llevaban seis meses resucitados, no podía entenderlo, su cara era un autentico poema, entre desconcertado y dolorido.

-¿desde…cuando?-dijo entrecortado y con un nudo en la garganta.

-la noche que resucitamos me acosté con él, lleva desde entonces pidiéndome una relación formal, pero antes debía hablar contigo. Saga es consciente de que tú y yo éramos pareja antes de…de lo que ocurrió-dijo Aioros.

-nunca dejamos de serlo-contestó el otro.

-Shura, estuve muerto trece años, yo…yo creía que tú…

-¿habría encontrado a otro?-dijo el de capricornio terminando la frase.

-sí-contestó el castaño apesadumbrado.

-no, no lo hice, yo te amaba, nunca he dejado de hacerlo Aio-dijo el español sin mirarle.

-lo, lo siento mucho Shura, no era mi intención hacerte daño, yo…perdóname por favor-dijo el del noveno templo.

Pasaron unos incómodos minutos de silencio, sin mirarse, perdidos en sus propios pensamientos, Shura se encontraba derrumbado, el hombre al que amaba se había lanzado a los brazos de otro en lugar de a los suyos, y ahora, Aioros estaba enamorado de ese otro hombre, nada más ni menos que el mayor de los gemelos, simplemente, no sabía cómo reaccionar.

Se puso en pie, dispuesto a alejarse, a llegar a su templo y quedarse solo, le dio la espalda al castaño, intentando evitar la mirada de sus ojos azules verdosos.

-¿Shura?-dijo el más pequeño.

-eres libre Aioros-contestó llamándolo por su nombre en lugar de utilizar el familiar diminutivo.

-puedes ir a su lado-dijo Shura.

-pero, ¿y tú?-preguntó el castaño.

-yo perdí mi oportunidad, hace trece años-dijo el del decimo templo.

Comenzó a caminar, alejándose del otro, intentando aguantar la rabia y la impotencia, así como el dolor, cuando llegaba a la puerta de la cocina, escuchó como el otro se levantaba, arrastrando la silla.

-¿Shura?-le llamó nuevamente Aioros.

Detuvo sus pasos, se quedó estático, volteando apenas la cabeza y mirándole de reojo.

-¿seguimos….seguimos siendo amigos?, ¿verdad?-preguntó angustiado sagitario.

-necesito tiempo, yo, aún guardo mis sentimientos por ti, lo siento, es lo único que puedo decirte, de momento-dijo Shura.

Se marchó sin escuchar la respuesta, subiendo las escaleras sin ser consciente de que lo hacía, perdido en un millar de recuerdos, en sensaciones que le arrastraron a hundirse, a rendirse al dolor y encerrarse en su habitación.

Nueve días, nueve días en los que prácticamente no comió, ni durmió, en los que observaba pasar el tiempo en silencio, recostado sobre el cabezal de su cama, inmóvil, imperturbable, perdido en el interior de su cabeza, donde nadie más podía alcanzarle, pero ni una sola vez lloró.

-parece que hoy tampoco vendrá al entrenamiento-dijo Alde.

Se encontraban en el coliseo, entrenando, sabían lo que había ocurrido entre Aioros y Shura, y les preocupaba el estado del de capricornio, que se había encerrado en el templo y se negaba a cualquier tipo de contacto.

-es culpa mía-dijo sagitario apesadumbrado.

-no lo és Aioros, nadie manda en el corazón-contestó Shaka.

Pero había uno de ellos, que estaba más que preocupado por el español, que ya no aguantaba la incertidumbre de no verle, y que se sentía impotente por no poder ayudarle, ofrecerle un consuelo.

Cuando terminaron los entrenamientos y fueron a sus templos, él decidió que ya tenía bastante, que necesitaba asegurarse de que Shura estaba bien, así que se dio una ducha rápida, y se puso un pantalón cómodo de chándal y una camiseta blanca de manga larga.

Llegó al decimo templo minutos después, y con paso seguro se adentro en el mismo.

Observó una fina capa de polvo cubriéndolo todo, y aquello le extrañó, el español era un hombre muy pulcro, pero intentó concentrarse y buscar el cosmos del otro con el suyo propio, hallándolo débil en el interior del templo, en las estancias privadas.

Se adentró con paso firme, recorriendo unos pasillos vacios y cubiertos de polvo, dio un breve vistazo a la cocina, encontrando algunos trastos sucios, envoltorios de comida y restos sin terminar de alimentos, pero le alivió no ver botellas de alcohol o rastros de ellas.

Se acercó con cautela a la puerta entre abierta de la habitación de Shura, dándole un suave empujón para ver el interior, lo que vio le dejó petrificado y apesadumbrado, el de capricornio estaba en la cama, con la espalda apoyada en el cabezal de la cama, viendo sin ver la ventana por la que entraba la luz del sol.

Llevaba barba de varios días y claros síntomas de no haberse cambiado de ropa o duchado en los mismos, unas oscuras ojeras indicaban que hacía tiempo que no dormía, la habitación estaba hecha un desastre, con restos rotos de lo que parecían antiguos adornos, las sabanas de la cama arrugadas y desordenadas, dos piezas de fruta mordisqueadas y podridas.

Se le encogió el corazón al ver esa escena, pero no se amilanó. Se arremangó las mangas de la camiseta que llevaba puesta y sin decirle ni una sola palabra al otro, comenzó a recoger aquella estancia.

Horas más tarde, cuando caía el medio día, había conseguido limpiar el templo entero, barrerlo, quitar el polvo, asear la cocina, fregar los trastos, tirar la basura, fregar el suelo y limpiar el cuarto de baño.

Abrió el grifo del agua, ajustó la temperatura y puso el tapón en la bañera, dispuesto a que el otro se bañase aunque tuviese que utilizar la fuerza, abrió cada ventana del templo para que le diese el aire, y se adentró nuevamente en la habitación del de capricornio.

-al agua, ahora, hueles que apestas-le dijo con tono amenazante.

El otro ni le miró, ni le contestó, se quedó como estaba, mirando por la ventana, el recién llegado suspiró, no iba a darse por vencido.

-¿eso quieres?, pués será a la fuerza-dijo acercándose al cuerpo del otro y agarrándolo con fuerza del brazo derecho, sacándole de un tirón de la cama.

-estás un poco mayorcito para tener que obligarte a hacer las cosas, pero como no dices nada, lo haré a las malas-dijo el otro hombre.

Lo arrastró con movimientos bruscos hasta el cuarto de baño, dejándole en mitad de la estancia, Shura seguía sin decir ni media palabra, y concentró sus ojos violetas en la pequeña ventana del cuarto de baño.

El otro hombre cerró el grifo del agua y hecho varias lociones en el interior de la bañera, produciendo espuma y un agradable olor a romero y vainilla.

-o te desvistes solo o seré yo quién te desnude-volvió a amenazarle a su compañero.

No reaccionó, siguió sin mirarle ni dirigirle la palabra.

-cabezota-dijo el otro en tono cansado, acercándose al cuerpo de su compañero y comenzando a desabrocharle la camisa negra que olía a rayos y estaba manchada.

-eres un idiota, mira en qué estado te encuentras, ¿te parece bonito?-le dijo el hombre.

Pero nada, ni media palabra, en unos segundos el de capricornio estaba sin camisa, como no colaboraba con el otro hombre, este tuvo que hacer su mejor esfuerzo para quitarle los pantalones vaqueros y dejarle desnudo.

No pudo evitar sonrojarse al ver el cuerpo de su compañero, los fuertes brazos, las largas piernas, los formados músculos de su pecho y debajo de una maraña de rizos oscuros, un miembro flácido de gran tamaño que le hizo sentir un escalofrío.

Intentado olvidarse de tamaño espectáculo, el otro hombre consiguió meter a la fuerza el cuerpo de Shura en la bañera, la única reacción de este, fue abrir un poco más los ojos.

Finalmente, el otro caballero se quito la camisa para no mojársela, y comenzó a lavar con cuidado el pelo negro y sucio de su compañero.

-¿has visto esto?, lo que me extraña es que no tengas piojos-le dijo mientras enjabonaba con cuidado la cabeza.

-¿por qué te estás haciendo esto Shura?, ¿acaso tu vida no te importa?-preguntó.

Sabía que no iba a obtener respuesta alguna de capricornio, pero aun así, siguió hablándole mientras le aclaraba el cabello con agua limpia.

-ya sé, como tu amadísimo Aioros te ha dejado a ti te da exactamente igual el resto, ¿para qué preocuparse de los amigos, verdad?-comenzó a regañarle mientras daba una segunda enjabonada al pelo y volvía a frotarlo.

El cuerpo de capricornio sufrió un espasmo cuando escuchó el nombre de su ex pareja, cosa que no pasó desapercibida para el compañero que le estaba bañando, supo que ahí se encontraba el problema, Shura estaba demasiado dolorido con el tema de la ruptura, había quedado demasiado tocado.

-vamos Shu, nadie se muere por que le deje el novio, y tú menos todavía, no deberías caer tan bajo, tienes otros doce donde elegir, y eres un hombre muy guapo, debes animarte cabra, el mundo está lleno de tíos que estarán deseando a este español tan sexy-le dijo riendo intentando animar al otro.

Pero no funcionó, parecía que nada iba a hacerlo, así que el otro decidió guardar silencio y dejar de hablar con un hombre, que no le contestaría.

Tras una hora en la que pasó la vergüenza de tener que lavar cada parte del cuerpo de un capricornio que permanecía sumiso a sus gestos, el otro hombre le secó y vistió con ropa cómoda, afeitándole con cuidado y peinando con esmero la corta cabellera de su compañero.

-ahora a comer, si ya te he obligado a bañarte, puedo hacerlo a que comas-le advirtió.

Cogió al de capricornio de la mano y lo llevó medio arrastras a la cocina, el otro andaba más bien impulsado por la paciencia que le demostraba su compañero, pero permanecía en silencio, perdido demasiado en el interior de sus pensamientos.

-bueno, no es que tengas mucho en la nevera, pero algo podré hacer con todo esto-dijo su compañero con un suspiro sacando algunas cosas con las que podría hacer un caldo.

-sabes, hacía tiempo que no cocinaba para nadie, soy un poco vago para esas cosas, así que espero no decepcionarte, aunque…puedo echarle algo picante, a lo mejor si te cabreo lo suficiente me hablas-dijo con una sonrisa traviesa y sacándole la lengua.

Pero nada de eso funcionaba, Shura estaba demasiado enterrado en sí mismo, y el otro, comenzaba a desesperarse, quería a Shura, de hecho, estaba enamorado de él, pero nunca había intentado nada porque sabía que era el novio de Aioros, pero ahora que eso había cambiado, a él no le parecía mala idea intentarlo.

Solo que nunca pensó que tendría las cosas tan difíciles con el decimo guardián.

Mientras se preparaba la sopa, dejó solo al de capricornio y cambió las sabanas de la cama, poniéndolas instantes después a lavar, junto con la ropa que le había quitado y las toallas del baño, cuando el de capricornio hubiese comido, él tomaría una ducha, estaba completamente sudado, y se le había adherido polvo u suciedad en el pelo al limpiar el templo.

Cuando entró en la cocina encontró que el otro no se había movido del sitio, ni cambiado la postura.

-voy a tomar una ducha, así que te cogeré prestada ropa y toallas, te he limpiado el templo que lo sepas, intenta…intenta que la sopa no se queme-le dijo el compañero.

Se marchó dejándolo nuevamente solo, para más o menos cuarenta minutos después, encontrarle en la cocina, de pie, delante de la olla de caldo hirviendo.

-por mucho que lo mires, esa cuchara no va a remover el caldo sola-dijo mientras terminaba de secarse el pelo y dejaba la toalla en sus hombros.

-anda zombi, tira para la silla y siéntate-le ordenó.

Con una sonrisa de oreja a oreja en los labios, vio por el rabillo del ojo que el otro le obedecía, medio arrastraba los pies al caminar, y se dejó caere en la silla como si pesase toneladas, pero al menos, había conseguido que Shura le hiciese caso, dos veces.

“algo es algo” pensó.

Pasaron otros veinte minutos hasta que sirvió la sopa en un plato y dejó que se enfriase un poco, le puso la comida delante al de capricornio, pero este ni si quiera la miró.

-vale, pués a las malas-dijo enfadado.

Cogió con una mano la barbilla del compañero, y le hizo girar la cabeza, tenía la idea de que hiciese lo que hiciese, él otro no iba a defenderse, así que con la otra mano lleno la cuchara de sopa, y le tapó la nariz con la mano que le había hecho girar la cabeza.

Efectivamente, Shura no se defendió, y tras unos instantes, abrió la boca para poder respirar, momento en el que su compañero aprovechó para meterle la cuchara en la boca y destaparle la nariz.

-ahora, señor deprimido, vas a echarme una mano, yo lleno la cuchara y tú abres la boca ¿queda claro?-le dijo su “enfermero”.

Aunque en ningún momento le miró a los ojos, la siguiente vez que le ofreció una cucharada de una sopa que estaba deliciosa, Shura abrió la boca y dejó que el otro le alimentara.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

Si recibo entre tres y cinco reviews (no pido mucho), seguiré la historia, sino, a otra cosa mariposa.


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