Saku
Sakura se levantó al oír el despertador. Era un día despejado y el sol brillaba. De buen humor, se vistió, desayunó, se cepilló los dientes, se puso relleno en la pechera, se maquilló, se peinó, se puso colonia… todo normal hasta aquí.
Por qué ese día era especial.
Sakura iba a tratar de “hacer suyo” a Sasuke.
Ya era el intento número 550.669.28 así que esa vez tenía que salir bien por **** (que estamos en horario infantil).
Se miró por última vez al espejo y sonrió orgullosa.
Le buscó unas cinco horas hasta que llegó la hora de la comida. Fue a la plaza a comprarse algo para saciar su hambre ya allí se encontró con… ¡Sasuke! (normalmente, cuando se dejan de buscar las cosas, es cuando aparecen. Y eso le pasó a Sakura con el moreno).
El chico estaba sentado en un banco comiendo un hot dog, o lo que es lo mismo, degustando una salchicha. Lamiéndola y relamiéndola con gusto. A su lado se encontraban unos cinco hombres, escondidos entre los matorrales, observando los movimientos del chico.
A Sakura le pareció una tontería seguir mirándole, así que pasó a la acción. Se sentó a su lado y le sonrió.
-Hola. ¿Me das un poco?
-¿No tienes dinero para comprarte uno? – le gruñó Sasuke mientras la fulminaba con la mirada. Sakura frunció el ceño y a la velocidad de la luz se fue a comprar uno y se sentó otra vez en el mismo sitio (echando de una patada a una niña pequeña que había osado sacarle el sitio).
-Ya está.
-Felicidades. – respondió indiferente Sasuke mientras se levantaba. Ya había acabado de comer. La chica se comió el suyo rápidamente y se levantó a su lado, dispuesta a seguirle. – Sakura, debo avisarte que ahora voy a un lugar horrendo en el que tú no entrarás jamás.
-¡Oh, Dios mío! ¿Vas al bosque de la muerte?
Sasuke entrecerró los ojos mientras una gota de sudor gigante le caía por la frente.
-No, voy a la biblioteca.
-Ah, me gusta la biblioteca. – informó con una sonrisa la chica mientras se levantaba. Sasuke se encogió de hombros y empezó a caminar, con la otra siguiéndole. Llegaron al gran edificio y Sakura lo observó con el ceño fruncido.
-¿La biblioteca no era eso donde se juega a juegos…?
-Eso es la ludo-teca.
-¿Y no es eso donde se baila por las noches? ¿Dónde tantos chicos te tocan el culo? – Sasuke enrojeció.
-No, eso es la discoteca y a mí no me tocan el culo.
-¿Y eso donde…?
-¡¡Manicomio!! ¡¡Que es donde deberías estar tú!! – gritó mientras entraba dejándola atrás. Sasuke lloró y le siguió.
Sakura observó con desilusión los carteles que le indicaban que tenía que estar en silencio. Gruñó al ver que Sasuke pasaba de ella y cogía un libro de color rosa con las palabras “Gay”. Se sentó a su lado y le observó leer.
-“Entonces el moreno abrió sus piernas dejando ver esa piel rosada que tanto excitaba al rubio. Sin intenciones de parar, empezó a lamer…” – Vaya aburrimiento… - pensó Sakura mientras leía el texto. Ella no estaba hecha para esas cosas. Si se sabía las normas ninja de memoria era por qué se las había comprado en DVD.
Sasuke se giró hacía ella y habló en susurros.
-Mira, Sakura, si he venido aquí es para que me dejases en paz así que haz el favor de darte la vuelta e irte para que pueda ir a mi casa donde hemos quedado unos cuantos para charlar.
-Voy.
-No puedes.
-Sí puedo.
-No.
-Sí.
-No.
-Sí.
-¿Tú tienes pene? – la pregunta había cogido a la chica desprevenida.
-No…
-Pues no puedes venir.
Así que era eso, ¿eh…? Muy bien.
La chica se levantó, se dio media vuelta y se fue enfurruñada. Sasuke suspiró. Por fin. Creía que ya le había dado pistas suficientes para que la chica intuyese que SASUKE UCHIHA ERA GAY. O sea, no gay de Gai-sensei, sino gay de marica, de que le gustaba morder la almohada, de heterosexual… Y por fin Sakura parecía haberlo entendido.
No podía ser más feliz.
Se fue a casa y entró, siendo recibido por un rubio hiperactivo que se le saltó encima.
-¡¡Ya tardabas, teme!!
-Tranquilo usuratonkashi, que el seme de la casa ya ha llegado. – sonrió. Naruto estalló en carcajadas.
-¿Seme? ¡¡Tú no has sido seme en tú vida!!
Sasuke enrojeció por segunda vez en el día. Naruto le llevó al salón, donde Gaara y Kiba se estaban besando apasionadamente. Cada viernes se reunían los cuatro a charlas de las cosas de la semana o simplemente a contar experiencias sólo aptas para más de 18 años.
Llamaron a la puerta.
-¡Voy! – gritó Naruto.
Sasuke se sentó junto a Gaara, su mejor amigo, y ambos empezaron a hablar en susurros sobre una fiesta sorpresa que tenían planeada. Naruto entró acompañado de un chico de pelo rosa corto que vestía de rojo.
-Os presento a Saku, se ha querido unir a la fiesta. – le presentó Naruto con una sonrisa.
Sólo el rubio podía tragarse que ese supuesto chico no era Sakura disfrazada con una técnica ninja. Bueno, lo mejor sería aprovechar. Sasuke se levantó y se abrazó al chico de pelo rosa que era más alto que él.
-¿Y en qué lado bateas…? – preguntó seductoramente. Naruto le envió una mirada de odio a SU novio.
-Por ti, hermosura, en el que quieras. – contestó mientras agarraba del culo al chico abriéndole un poco las piernas. Sasuke se sorprendió. Lo hacía muy bien. – Pero claro que tengo preferencias… - susurró en su oído. Sasuke se sonrojó. ¿Por qué Sakura no había nacido hombre…?
De pronto, por la puerta entró una chica de pelo rosa atado en un moño y oculto por una gorra con pantalones y camiseta de tirantes.
-¡¡Sasuke-kun!! ¡¡Soy un chico!! ¡¡Vengo a estar contigo!!
Sasuke miró con ojos muy grandes al chico que le sonreía lujuriosamente y se desmayó. Naruto, Gaara y Kiba rápidamente corrieron a ayudarle mientras Sakura gritaba de felicidad,
-¡¡Por fin Sasuke-kun ha caído a mis pies!!
Bueno, así fue, literalmente…
Debemos añadir que ese día el hospital se desbordó.
Sasuke llegó con un extraño temblor mientras se protegía el cuerpo y susurraba cosas extrañas.
Saku, el chico de pelo rosa, llegó con la cara rota, cinco costillas fracturadas, los dos pulmones hechos polvo, tres piernas rotas (¿tres…?) y mucho dolor.
Naruto llegó con el puño roto (Al fin y al cabo no era tan fácil darle una paliza a un chico más alto que tú)
Kiba y Gaara fueron a visitarlos.
Y desde ese día, Sakura cantaba a todas horas un número de nueve cifras mientras gritaba el nombre de su compañero moreno.
¿Moraleja? No debo escribir por la noche ya que me dan ataques de locura y escribo cosas tan tontas como esta.
Fin.