La mañana del domingo era bastante calurosa, pero a pesar de eso el gimnasio estaba bastante concurrido. Después de terminar su rutina de abdominales, Shibi subió al baño del primer piso en donde generalmente no había nadie. Entró, y efectivamente el lugar estaba desierto. Abrió uno de los grifos del lavabo y después de beber el refrescante e irremplazable líquido se mojó abundantemente el pelo y la cara.
Sintiéndose más fresco cerró la llave y se dirigió a la fila de mingitorios. Sacó su pene del short, y con esa inmensa sensación de placer que se siente al orinar dejó que su vejiga comenzara a vaciarse.
Casi había terminado cuando sintió unos pasos, y al mirar por el enorme espejo vio que Inoichi venía subiendo la escalera.
Inoichi. ¡Cuantas masturbaciones se había hecho en su nombre! Era un tipo alto, de cuerpo fibroso con una buena musculatura. Tenía el pelo rubio y ojos azules, y tenia un aspecto tremendamente viril. Lo conocía desde hacía tres de años, cuando habían empezado a concurrir al gimnasio el mismo día. Simpatizaron de inmediato, y sin llegar a ser íntimos amigos habían mantenido un vínculo afectivo desde ese primer encuentro. Y también desde aquel entonces, Shibi había quedado prendado del muchacho aunque jamás le había insinuado nada porque Inoichi era casado.
Y desde hacía tres semanas, flamante papá de una linda niña.
Inoichi entró al baño y decidido se dirigió a la fila de mingitorios. Entonces notó que había alguien allí, pero al reconocer a Shibi sonrió aliviado y continuó su marcha ocupando el lugar contiguo. Se bajó apenas el short, y manoteando dentro con dificultad sacó su herramienta dejando ver una erección impresionante.
Sorprendido, Shibi abrió los ojos enormemente. Siempre supuso que su amigo tenía un buen instruemento a juzgar por el abultado paquete, pero nunca imaginó que iba a comprobarlo de una manera tan rotunda. El espectáculo lo fascinó, pero cuando notó que su propia herramienta comenzaba a ponerse rígida la guardó rápidamente en su pantalón.
- ¡Caray amigo, cómo estás! ¿Qué te puso así? - Preguntó Shibi, tratando de desviar sus ojos de ese tentador pedazo de carne.
Con cierta pena, Inoichi se apretó el miembro y suspiró.
- ¡Ah, mi amigo! ¡Qué dura es la cuarentena!.
Shibi lo miró extrañado, pero luego recordó la reciente paternidad de Inoichi y el famoso período de abstinencia post - parto. Sintió compasión por su amigo, e imaginó que duro debía ser para un joven de veinticinco años estar sin poder tener relaciones secuales durante varias semanas seguidas. La verdad es que a él, que tenía apenas dos años más que Inoichi, se le haría insoportable.
- ¿Tú mujer no quiere tener sexo aún?.
- No, fue el médico quien recomendó que esperáramos, y le estamos haciendo caso a rajatabla. Ella lo soporta bastante bien, pero yo estoy como loco. No te imaginas lo que es tenerla al lado en la cama y no poder… ya sabes. Quizá lo que diga te parezca aberrante, pero cuando la veo dándole el pecho a la niña… ¡Dios, como me prendería del otro pecho! Desde hace una semana vivo excitado. Recién vi a estas muchachas nuevas haciendo ejercicios para los abductores, abriendo y cerrando las piernas, y me empalmé en el acto. Y me vine aquí arriba, seguro de que no habría nadie, para bajar esto de alguna manera.
Mientras hablaba se apretaba y masajeaba la durísima herramienta, haciendo que Shibi sufriese lo indecible.
- ¿No habrás pensado en…?
- ¿… tener sexo con otra? No, nunca.- Respondió Inoichi con firmeza.- Pero ya no sé que hacer".
El corazón de Shibi latía a toda velocidad, y su miembro se había endurecido despiadadamente. Una idea había cruzado por su cabeza, y por más que trataba de desecharla el descabellado pensamiento volvía una y otra vez. Tragó duro, y aún sabiendo que lo que iba a intentar podía costarle su amigable relación con Inoichi comprendió que no tendría otra oportunidad como esa, y decidió arriesgarse.
- Tal vez deberías buscar otra alternativa.
- ¡Sí! ¡Meneármela como cuando era un adolescente! - Dijo Inoichi riendo.
- No, no me refería a esa alternativa.
- No… no te entiendo.
- Bueno… para qué están los amigos.
Durante unos segundos que parecieron eternos Shibi miró fijo a los ojos de Inoichi, explicándole con la mirada lo que no se atrevía a decir con palabras. Después bajó sus ojos hacia al durísimo pene, volvió a mirar a su amigo, y sin decir nada se agachó hasta quedar a la altura de la entrepierna de Inoichi apoyándose contra un recodo de la pared, y abrió la boca.
- ¡¿Qué haces?!.
Inoichi se quedó tieso, sorprendido por la actitud de su amigo y dio un paso atrás. Pero evidentemente la tentadora oferta que le hacían y su irrefrenable deseo de actividad sexual borraron todos sus pruritos, y lentamente se acercó a Shibi y le metió en la anhelante boca el grueso y palpitante miembro.
Para Shibi, fue la gloria. Con auténtica devoción chupeteó ese miembro que le llenaba completamente las fauces y le cosquilleaba en la garganta, y mientras sus labios se deslizaban arriba y abajo del duro pene escuchaba a Inoichi quejarse de gozo. Hubiese querido que ese momento no terminase nunca, y mamar ese trofeo con toda la calma del mundo. Pero no sólo el lugar era inapropiado para ambos, sino que además sabía que su amigo no resistiría mucho el masaje de lengua que le estaba dando después de los largos días de abstinencia que había vivido. Por eso no se sorprendió cuando instantes después Inoichi anunció su corrida, y en medio de fuertes espasmos comenzó a descargarse en la boca de su amigo.
Uno, dos, tres… Shibi perdió la cuenta de cuantos trallazos escupió la miembro de Inoichi. Sólo supo que mientras su amigo le sostenía firmemente la cabeza y daba sordos gemidos, su boca se vio inundada por una cantidad impresionante de lefa caliente y espesa. Tragó apresurado, pero no lo suficiente como para impedir que una parte del abundante jugo escurriese por la comisura de su boca.
Cuando por fin dejó de gotear, Inoichi sacó su miembro aún hinchado pero ya más blando de la boca de Shibi.
- Yo… no sé que decir.- Balbuceó un Inoichi avergonzado, que parecía haber tomado conciencia de lo hecho.
- Entonces no digas nada.- Dijo Shibi sonriendo. Después le revolvió suavemente el pelo a su amigo, y se encaminó hacia la escalera. Antes de empezar a bajar miró a Inoichi, que seguía clavado en su sitio con los ojos puestos en él, y agregó:
- Te veo el martes.
Pero Inoichi no fue al gimnasio ni el martes, ni el jueves.
El sábado siguiente era su cumpleaños e Inoichi seguía sin aparecer, y como comenzó a pensar que había cometido un terrible error. Cumplió con su rutina de ejercicios, y como siempre hacía después de su dura sesión de abdominales, subió al baño del primer piso para refrescarse.
Allí, parado solo frente a la fila de mingitorios con la gruesa herramienta totalmente endurecida, estaba Inoichi. Cuando vio a Shibi sonrió, y acariciando su agarrotado miembro le dijo:
- Te estaba esperando.
Y entonces Shibi supo que a partir de ese momento, el vínculo que lo unía a Inoichi sería mucho más estrecho, y sobre todo fue el mejor regalo que pudo tener en años, ahora ambos son casados y tienes hijos, pero se siguen viendo en el gimnasio donde se conocieron.
^_^ Fin ^_^