Dulce realidad
Te descubrí, Minho.
Ya no intentes ocultarlo, es algo totalmente en vano a estas alturas. Lo sé a la perfección por más que no quieras admitirlo.
Te seduje por completo, ¿verdad?
Lo supe desde el día en que nos conocimos. Quizá nadie más lo dedujo, pero yo sí. Había algo en tus actitudes que me decía que te atraía terriblemente. No sabría explicarlo con mayor coherencia, era algo que intuía mi ser.
Con el tiempo estas señales se hicieron más claras y precisas. ¿Crees que no noté la forma en la que me observas en los ensayos? Tu mirada es eléctrica, relampagueante de puro deseo.
Sí, deseo.
Siempre fui consciente de cuánto me deseas, de cuánto anhelabas tenerme sólo para ti. ¿Abrazos de amigos? No soy ningún idiota. Con cada contacto que se producía entre ambos, tu cuerpo hervía de una manera indescriptible. Te excitabas con tan sólo un roce, una mínima caricia... y te aprovechabas de nuestra "amistad" para disfrutar de ese sinfín de sensaciones.
No sabes disimular, no conmigo.
Tu voz al proncunciar mi nombre suena particularmente sensual, como si inconscientemente al llamarme me estuvieras invitando sin rodeos a tu propia cama. Así de desesperado por mí te encuentras.
Dime la verdad. Ahora que te encuentras debajo de mi cuerpo enteramente desnudo y rodeado con fuerza por mis brazos, ¿estás satisfecho? ¿Piensas que cumpliste con tu misión mientras beso cada rincón oculto de tu anatomía en esta ardiente noche?
Por supuesto que sí, no intentes siquiera negarlo.
Tus gemidos te delatan. Tus gestos faciales de placer, tus hambrientos labios buscando los míos, todo. Una persona que no puede cesar de pedir más y más como es tu caso, es extremadamente obvia.
Mientras veo las infinitas marcas rojas que realicé con mis dientes sobre tu aterciopelada piel, me río internamente. Te morías de ganas por que te tomara de la manera más sucia del universo y sin embargo no planeabas hacer absolutamente nada al respecto. Tenía que ser yo el que te buscara tras no soportar la gran cantidad de indirectas sin rumbo definido. Pero, ¿sabes qué? Lo hiciste muy bien, ya que inevitablemente terminé cayendo en tu silencioso juego.
Admirable, realmente admirable.
¿Y qué dices ahora que te estoy haciendo el amor de esta manera tan salvaje? Veo que te agrada sobremanera porque no paras de exclamar obsenidades seguidas del nombre de "JongHyun". Oh, qué casualidad, ese soy yo.
Resultaste ser predecible, amigo mío. El delirio que te invade en esta ocasión ayudan a relucir en tu rostro todo aquello que reprimiste por mucho tiempo. Esos gritos desgarradores que salen de tu boca prácticamente lo recitan en una única y repetida frase: tu cuerpo le pertenece a Kim JongHyun.
Y a nadie más.
Ya no te resistas, Minho, asume la dulce realidad. Y revolquémonos juntos en ella, una y otra vez hasta saciarnos de su fascinante sabor.
-Fin-