Maldita eternidad……
Despertó la antes niño, siguió la rutina en total silencio, sin variaciones con normalidad a pesar de saber que nada era como antes.
Los ojos azules a un momento rojos al siguiente, un parpadeo coqueto, la sonrisa burlona.
-que pasa Sebastián, no estás conforme con la situación-
Su expresión lo dice todo, y no, no esta contento. El eterno niño rie son sorna, solo puede apretar los dientes con furia y frustración.
-es tu culpa con jugar tanto con la comida, es tu culpa por no hacerlo bien Sebastián, una eternidad de esclavitud es un castigo justo, no crees?- se pone incorpora en la cama sin prestarle atención a los ojos rojizos y amenazantes.
-sigo siento mas fuerte que usted bochan- la voz le sale pausada y fría, la amenaza se disfraza de cortesía
-pero sigo siendo yo quien da las órdenes….- el mayor no contesta, el silencio la afirma.-el se te enfría- recuerda con desdén manteniendo la misma costumbre absurda desde hace años, Sebastián sirve el te inexistente, ciel critica intencionalmente el aroma y textura-se te ha pasado el tiempo este no sabe bien, hazlo de nuevo! Hasta que salga bien- el mayor hace la reverencia y desgana pero al por siempre chiquillo no parece ofenderle en absoluto….
Las manos enguantadas repiten el mismo proceso una y otra vez, el reloj de arena cuenta, concienzudo ciel se fija para notar alguna imperfección.
-tiene demasiada azúcar, acaso me quieres matar Sebastián- el moreno deja la revolver la mezcla imaginaria, sacude el excedente de la cucharillita inmaculada y la deja reposar, le pone la taza en las manos tiernas y diminutas.
-el bocchan al menos lo debería probar- la mirada resplandece como roca fundida los ojos cielo toman la misma tonalidad respondiendo al desafío sin sentirse intimidado levantando la cara orgullosamente hasta la gran altura ajena, maldijo no haber podido crecer un poco mas, ese detalle basto para hervirle la sangre.
-creo que se me cayo- la fina taza no es mas que pequeños tracitos a los pies de ambos, ciel se burla Sebastián se resigna ambos mira la delicada pieza destrozada a sus pies con la impresión de que asi es el mundo el cielo y el infierno, todo y todos caen a sus pies hecho añicos por sus peleas pero ninguno remite, solo quedan ellos dos de pie, como siempre y por siempre.
Suspiran, se miran.
-cuanto mas será esto bocchan- la voz suena dulce y casi melancolica.
-solo por lo que queda de eternidad- los ojos se vuelven azules y frios de nuevo, el desastre es acomodado con eficiencia del por siempre mayordomo. –no crees que estas abusando…sebastian…?-
Tiene la imprecion de que en esos momento pronuncia el nombre distinto, con un matiz inexacto, amor, odio, deseo quizá?
-una eternidad es mucho tiempo ciel, algo tendremos que hacer hasta el dia que podamos separarnos- la llama por su nombre como el momento intimo lo permite, toma el rostro redondo y dulce, besa los labios palidos y finos…
Ciel le muerde, saborean la sangre inmortal, es amarga como todo lo que se encuentran en esta existencia porque vida había dejado de ser hace mucho y ambos eran conscientes.
Estaban seguros de que algún dia se tendrían que decir adiós, alguno debía morir, el mundo se debía acabar, lo que no estaban era muy seguros es lo que harían el dia en que no tuvieran que estar juntos, en que se pudieran dar la espalda.
La enfermiza rutina era dolorosa y adictiva.
Ciel ya no era inocente.
Sebastian había demostrado ser un buen amante.
Amo y mayordomo.
Esclavo y esclavizado, porque en ese arreglo mal intencionado ninguno había tenido lo que quería, pero se habían logrado adaptar.