Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Siete segundos por samadhi06yaoi

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Espero que les agrade éste one-shot =9 (Itachi es, obviamente, quien narra)

Siete segundos.

 

Cuando me empujas porque dices estás molesto, triste o lo que sea, ¿realmente lo estás?

 

Claro que no, sólo te alejas, sólo me cierras la puerta en la cara porque sabes tan bien como yo que si estamos juntos y solos aquí, la verdad no tardaría en ebullir sobre nuestros cuerpos, nos quemaría la ropa y nos obligaría, de rodillas en el suelo, a rendirnos al placer.

 

Y aquí vamos de nuevo, me digo, divertido, negando con la cabeza.

 

No es cierto que cuando te beso, y me dejas estar pegado a tus labios por más de tres segundos (pero menos de siete), para después empujarme, estas triste. No lo estas, o tal vez si, tal vez sí. Tal vez estas tan molesto como yo de estar ocultando (aun en ésta situación) esto.

 

-¡Sasuke, Sasuke, Sasuke!-Grito contra tu puerta; abres rápidamente, y apareces como una exhalación, asustado, y al verme bien, sueltas el aire, aliviado; no lo estas por mucho tiempo, porque no te doy tiempo de que me insultes o de que cierres la puerta y te tomo fuertemente por los hombros y te uno a mis labios con fuerza:

 

Uno- cuento en mi mente-, te muerdo el labio inferior con fuerza, como un caníbal; de ésta no vas a salir vivo (y espero que yo tampoco).

 

Dos-¿por qué me torturo al contar los segundos infernales?-, embadurno con mi lengua tu ardiente piel enrojecida por mis dientes; te reconforta que me preocupe porque el material aguante, ¿para qué, tres segundos más?

 

Tres-muero de placer-, introduzco en tu boca mi lengua, sujetándote firmemente por los hombros, meneando de lado a lado tu estrecha cavidad al antojo de mi deseo y lujuria.

 

Cuatro-supongo que piensas morderme también-, succiono con fuerza tus labios y, ¡presto!, siento tus labios moverse desesperados, los suelto en un engañosos juego de Yo-yo, y de pronto, como predije, perdido en el placer, siento tus dientes encajarse con suavidad y camaradería sobre mi labio inferior; ¿y me llamas malo?

 

Cinco-decido que no podemos más-, me estas matando ahora, he comenzado a sentir que esta vez tal vez, sólo tal vez, pasaremos de los siete segundos. Pasaremos.

 

Seis- me sorprende que hemos llegado al Seis poco falta para algo grande, Sasuke (puede ser que me des una bofetada o puede ser que enredes tus piernas a mi cintura, cualquiera de las dos me gustaría sentir)-, sigues absorto de mi cronometro de tus reacciones y te mantienes al margen del beso, restregando tu boca contra la mía, enganchándome hábilmente a tu lengua.

 

¡Siete!-y, señores y señoras del jurado, veremos si ésta vez será diferente-:, siento tus manos blancas sobre mi pecho, tus dedos abrirse como pétalos sobre mi camiseta y después apretar la inútil tela, y de pronto, cuando pienso que por fin estaremos solos, nos rendiremos de placer y demás, me das un empujón.

 

Y ya no digo con emoción “¡Siete!”, sólo frunzo los labios y desvío la mirada, molesto, asqueado, y te digo, como si fuera la cantidad que me cobras por respirarte:

 

-Siete, Sasuke.

 

Al principio pareces no entender, y, como justo hermano, te dejo entenderlo por ti mismo, pero esta vez no seré paciente, a los tres segundos (soy muy injusto en lo que respecta al tiempo entre tú y yo) te pego contra mi cuerpo y caes en donde yo quiero que estés, en mis labios. Me das un empujón de nuevo (¿por qué esta vez ni Siete, Sasuke?)

 

Aquí estamos de nuevo, a punto de discutir, en lugar de poder aprovechar este tiempo para hacer el amor o qué sé yo…

 

-¿Quién te crees?-Escupes, molesto ante mi atrevimiento.

 

-No, ¿quién demonios te crees tú?-Replico perdiendo cualquier simpatía o lazo que me prohíba a hablarte como a una prostituta. Lo que no eres, porque si no, ¡ya hace que me habrías dejado deleitarme contigo!

 

Aquí vamos de nuevo, me digo. Y es verdad; te quedas en silencio, mirando con impotencia al suelo (como si ahí fueras a encontrar algo; si encuentras algo, espero que sean nuestras ropas despojadas), no puedes responder a mi pregunta, ¿verdad?, ni siquiera sabes lo que somos tú y yo. ¿Amantes, enfermos, hermanos, “con el que me besuqueo un ratito”?, de las cuatro definiciones la que más odio es la última, no creo que te haga falta aclarar el diminutivo de “rato”, ¡es menos que eso lo que tú me haces!

 

Miro a tus labios: Quiero más, en verdad, Sasuke.

 

Me rehúyes, girándote, con los brazos cruzados, no te quedaba opción ¿verdad, Sasuke?

 

Aquí estamos de nuevo. Yo viendo tú espalda, tú mirando el suelo, que carece, por cierto, de ropas despojadas; pienso arreglar eso.

 

No dormiré esta noche, y tú tampoco; y no sé realmente qué estas esperando.

 

La situación no reaparece tan encantadora, y no espero que lo haga; como todo un caballero, espero a que te gires lentamente; cuando lo haces (por dios que te has tardado bastante, niño malo) me acerco hasta que nuestras narices rozan (¿Qué si tú te moviste?, ¡qué va!, claro que no, ya no podías yo digo), mando, así pues, el espacio personal a la mierda, eso no debería existir, es repulsivo, ¿no crees?

 

Lo pienso por un ratito, menos de tres segundos, que de seguro es lo que tardarías en hacerte para atrás, y te abrazo por la cintura, pegando tu perfecto vientre, plano y firme, contra el mío, sintiendo así tu respiración también.

 

Son: uno, dos, tres…, no sé que más (la verdad ya no quiero contar nuestro tiempo).

 

-…Itachi, por favor, suéltame-Alcanzo a comprender tu voz, demasiado alta para que la oiga, (con tu boca pegada a mi oreja, cómo no lo haría), y demasiado baja para que la tome en cuenta, (con tu boca pegada a mi oreja, cómo lo haría).

 

Con mis dedos siento cada una de tus vertebras, paso las yemas de mis dedos sobre la innecesaria tela que cubre tu torso, y rompo su uso al meter juguetonamente una mano, previéndome de sujetarte firmemente con la otra, bajo tu camiseta, siento la piel tibia y aterciopelada de tu espalda, en la piel donde (por inercia y perversión mía) se hunden mis dedos, pidiéndome que los deje perderse en el deseo que les causa rozar tu piel desnuda.

 

Creo que ya son más de siete segundos, y sí, porque siento en estos momentos tu mejilla más caliente contra mi cuello, porque siento tus dedos aferrarse (en afán de hacer algo como empujarme, pero espero que no) a mi camisa, y después rendirse, dejándose caer lánguidamente, humillados, cuesta debajo de mi pecho; arranco entonces los gemidos bajos de tu boca jadeante pegada a mi oreja, dejando que me penetre la saliva que tienes en ésta.

 

-Tienes razón, ¿quién me creo yo?-Te digo con descaro, soltándote por completo, y, sin necesidad de empujarte, caes al suelo de rodillas, con tus manos aun aferradas a mi ropa, y con la boca entreabierta (ya que cuando te solté, ibas a gemir mi nombre, estoy tan seguro de eso como que yo lo planeo hacer con el tuyo). Borbotones de lágrimas bañaron tu rostro al instante.

 

Perdóname por hacerte esto; prometo no volver a hacerte esto si tú no me limitas a sólo siete malditos segundos para deshacerme de la sed que me mata, la sed de ti, sed que tú, a través de tanto tiempo te has negado, o simplemente dado un poco, a satisfacer por completo; como si te pesara, Sasuke, sé tanto como tú que te encantaría…

 

-Itachi…-Escucho tu voz quebrada, no es un gemido, como el que planeabas dejar escapar (y yo pensaba oír con gusto), ¿cierto?

 

Te miro y bajas la mirada, ¿tienes pena?, por Dios, ¿qué estas esperando? ¿Qué yo empiece de nuevo?, para nada.

 

Me pongo en cuclillas frente a ti y contemplo atento tu blanco cuello, ¿nunca te han dado una mordida?, déjame, entonces, mostrarte que no duele…

 

Acerco mi boca a tu cuello, pero no muy lento, claro que no, si incluso del impacto caíste de espaldas al suelo, conmigo pegado a tu cuello, besándolo y mordiéndolo sin cesar, a gatas sobre ti.

 

-I-Itachi…-¡Y ahí está el gemido que he estado esperando durante los siete segundos! Esta vez siento incluso tus manos retenerme contra tu cuello, ¿están aferrándose tus dedos a mis cabellos?, ¿está gimiendo tu boca contra mi oreja?: Sí; y tú arqueas el cuerpo, haciendo que tu cadera roce contra la mía, separas las piernas y me apresas entre ellas; qué suerte la mía de estar entre dos blancos pilares de lujuria, lujuria misma que se cierra en torno a mi pelvis, como enredaderas de rosas (con tallos que aun poseen espinas), como serpientes de colores neón, y me dan ligeros choques eléctricos de deseo, haciéndome morderte en una ocasión tan fuerte que gritaste y hundiste a la vez tus dientes en mi cuello  (bonita venganza, Sasuke), manchándome de saliva hasta la clavícula; lloriqueando porque yo tampoco te soltaba, y mordiéndonos ahora tan fuerte que ya comenzaba a apretarte entre mi cuerpo y el suelo, y tú a abrazarme fuertemente, mordiéndome cada vez más fuerte; haciéndonos sufrir y a la vez reconfortarnos con un simple gesto, era extraño.

 

 ¿Qué tan extraño podemos llegar a ser?-me preguntó yo-. Por fin tus dientes soltaron mi carne ungida en tu saliva; y tu cabeza se poso sin fuerza en el suelo, respirabas con fuerza, agitado, y tu pecho temblaba encantadoramente bajo el mío. Y mis dientes, al no encontrar tu respuesta agresiva, también cedieron, dejando una mancha de roja pasión-lujuria en tu blanca piel, y mi mejilla cayó sobre tu clavícula. Respiré contra ésta, absorbiendo el aroma de tu piel. Al cabo de un segundo, reaccionaste.

 

-Ay-Te quejaste, y,  con una sonrisa en los labios, alzaste la mano a tu cuello, percibiste la marca de mis dientes, la saliva (ahora fría), y reíste como ya no te había oído hacerlo; una risa fácil y una sonrisa gratis.

 

Me reí contigo sin saber bien por qué, simplemente me hacías activar cierta empatía a tus sentimientos.

 

A gatas sobre ti, dejé que mi lengua se deslizara sobre la herida de tu cuello, aprecié tus reacciones, concentrándome más en tu rostro penetrado en vergüenza infantil, que en tu cuello blanco y delicioso bajo mi lengua húmeda; eres mejor que un instrumento, o incluso lo mismo que uno perfectamente afinado, respondías encantadoramente a cada roce de unos dedos sobre ti, de una boca sobre la tuya; apretabas los parpados, te sonrojabas de placer y soltabas suspiros de sofoco... definitivamente mejor que la música eran tus gemidos, que me humedecían a tal grado que me sentía en un horno, y tú me hacías incrementar esa sensación.

 

Pronto, gracias a Dios, tus manos se ven obligadas a hacer algo conmigo; se movieron con esa hiperactividad propia de quien hace algo malo, indebido, y reza por qué no lo descubran, así pues, me sacas rápidamente, impaciente y con miedo, la camiseta. Al instante siento tu boca empezar a besar mi pecho y me pregunto si sabrías perfectamente, como yo, que esto pasaría.

 

-¿Quieres hacerlo?-Te pregunto, confundido por un momento ante tal reacción tuya. Escucho miles de gemidos por tu parte, mas ni un solo “sí”; giro y ahora tú estás sobre mí, aun besándome el pecho, ajeno a todo lo que pasaba. Me sonrío, contento de ver tu mata suave y enmarañada en un sensual desorden de cabellos suaves y negros, enmarcando y contrastando contra las mejillas dulces que se encendían en bombón con cada roce. Te acaricié las mejillas, sin poder resistirme, lo siento, y miro al techo, al blanco techo, cierro los ojos y no escucho nada más que el segundero del reloj, que se encarga de mover el mecanismo completo (las cosas pequeñas siempre cargan con todo ¿no crees?), y uno que otro gemido por tu parte…

 

Y entonces, así, con las pestañas pegoteadas de lágrimas irreverentes al momento, entendí por fin el motivo de la regla de los siete segundos; eras incluso más responsable que yo (pero también sufrías más que yo), al encargarte de mantener siquiera algo de distancia entre nuestros cuerpos: cuando íbamos en el asiento trasero del auto, (por mencionar un ejemplo de entre muchos otros), y yo entrelazaba tus dedos con los míos, veía tu rostro y cuerpo crisparse, y tus dedos huían a tu regazo, donde los mantenías hasta el final del viaje; y después, cuando estábamos solos, hasta me abrazabas, leve y fugazmente, pero lo hacías.

 

Y ahora, que estábamos solos, ya no sentías la necesidad de apartarme; ahora que nuestros padres no estaban… ya necesitabas a alguien más que pudiera hacerte sonreír.

 

Pienso que es una horrible razón ésta de alegrarnos de que nuestros padres hayan muerto, sólo para hacer algo entre nosotros… pero… es el curso de la naturaleza, (aparte del amor en ésta), uno muere, no todos nacen, pero definitivamente todos mueren.

 

Y estás tan triste, tan de pronto indispuesto a besarme, tan incomodo, tan mojado de las mejillas como yo, tal como yo, que me siento al pensar en eso... que nos quedamos simplemente abrazados en el suelo (los ojos para diferentes puntos, podría ser la pared, las mejillas del otro, el reloj, cualquier otra cosa, menos encontrarnos iris a iris), meditando las cosas, por sólo siete segundos, y después de tanto llanto en esos escasos momentos, mis labios sólo encuentran la salida en los tuyos…

 

-Te amo-Susurro sin saber por qué, no, espera, no lo tomes a mal: si lo sé, no quiero que pasen cada vez más segundos, minutos u horas sin decírtelo, y que cada vez tengan que envejecer más esas palabras en mis labios. El segundero, que hace que ocurran cosas enormes a partir de cosas pequeñas (como nuestros siete segundos de amor diario, que ahora se convierten en un capricho, en una necesidad diaria; tal como es necesario que esa diminuta manecilla se mueva para marcar los minutos y después las horas, ¡y después los días!, ¿no es bellísima la inercia y la continuidad?), me doy cuenta en sólo siete segundos no pude decírtelo (te amo), pero gracias al tiempo, a ese a veces insoportable y sofocante tic tac, al fin puedo escucharlo salir de mis labios, entrar por tus oídos y salir, como si fueras mi eco (o yo el tuyo, qué importa el orden), de tus labios húmedos de mi saliva.

 

Dale una mordida a mi corazón, si quieres. De todos modos ya me despedí de él esta noche.

 

Pero, supongo que ya es demasiado, siete segundos no son eternos, una hora tampoco, no existe, si te das cuenta, el presente.

 

Te digo “Te amo” y eso ya es historia, te beso, y cada fluido de saliva de tu boca a la mía jamás volverá a ocurrir. Cada segundo de esos siete, son historia antigua. Las veces que me dijiste que no, también ya son historia antigua. Y entonces sólo existe el pasado. Pero, naturalmente (y que divertido es), no coincides conmigo, y te empeñas en darme una patada verbal en el trasero, diciendo “Yo te ame, yo te amo, y te amaré por siempre, Itachi”.

 

Me da tanta ternura oír eso que me abstengo de decir que la palabra “siempre” no existe, por más que ames a alguien, no creo en ella ¡Qué horror de palabrería! Y aun así, las mujeres son muy aficionadas a usarla, y con ello arruinan cada romance al tratar de hacerlo eterno.

 

Por eso, ¿qué te parece si sólo nos seguimos demorando siete segundos de nuestra patética existencia en palabras, y una eternidad caprichosa e incierta en decirnos te amo y comernos la boca (o el cuello si quieres, mi amor)?

 

Uno-me parece que esto es cuenta regresiva-, siento tus pestañas contra mi piel, tu respiración arrebatarme, egoísta, como siempre, la mía, (pero yo te la regalé, ¿qué me quejo?).

 

Dos-creo que me encariñé a tu risa-, te pasó las manos por los costados, por las costillas, y notó una risita musical, fácil e infantil, salir de tus labios.

 

Tres-¿y puedes creer que ya hasta puedo ver el futuro impreso en nosotros?, (¡ah!, pero tú lo predices mejor, amor)-, te digo con una sonrisa, “te amo” y tú contestas “quiero casarme contigo”.

 

Cuatro-¿me dejarías reponerme de tu falta de conciencia al darme tan maravilloso sí en esa respuesta?, ¡que insolente eres (te amo), me darás un ataque con esas respuestas!-, permanezco con los ojos abiertos de par en par, tus pestañas caen sobre tus pómulos, con pena rosa bombón, y vuelven a alzarse, “¿Qué dices?”, preguntas…

 

Cinco-¿¡en serio lo preguntas?!-, “Te amo, Sasuke”, sonríes y veo como apoyas plácidamente tu mejilla contra mi pecho, que sube y baja lentamente, agitado ante tal confesión, (una de tal magnitud que me temo, Sasuke, tengo necesidad de repetírtelo hasta el cansancio y aturdimiento).

 

Seis-mis labios no conocen otra palabra que no sea-: “Te amo, Sasuke”, una segunda vez a nadie le sienta mal, ¿cierto?, y menos a tu piel, que enrojece en modestia, pena y dulce; y comer un poco no me empalaga (menos si se trata de ti), al darte un beso en la caliente mejilla ruborizada.

 

Siete…-Y hemos llegado al final, amor mío-, tal vez tú no cuentes, pero yo sí, y ya te dejé con los labios vacios por mucho tiempo no te parece…

 

¿Te han puesto límite de tiempo?, a mí sí (tú), y déjame decirte que es lo que le da ese palpitar húmedo a tu boca, esa sensación de que en cualquier momento moverás un cable equivocado y la bomba explotara (un ejemplo un tanto exagerado, pero también se aplica, porque nuestros corazones hacen tanto ruido como fuegos artificiales, granadas explotando, y, las ya mencionadas, bombas).

 

Alguien dijo alguna vez (y yo creo en esto):

 

La única diferencia entre un capricho y una pasión de toda una vida, es que el capricho dura un poco más.

 

Deberíamos sentirnos gloriosos, orgullosos, de que nuestro capricho haya sobrevivido a todos los años; que haya sobrevivido a todas las miradas que jamás nos vieron besarnos; a todos esos insoportables límites de tiempo que nos hacían desearnos desmedidamente con cada tic tac del reloj que pasaba…

 

Entonces, hagamos que nuestra relación no sea más que capricho… no más, recuérdame bien esto (contar no se me daría muy bien con tu boca sobre la mía), no más de Siete segundos.

 

Fin.

Notas finales:

(la frase del cierre la cité de Oscar Wilde, en su maravillosa novela El retrato de Dorian Gray).

Muchas gracias por leer, ¿que les parecio? ^///^

♥ Samadhi ♥


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).